lunes, 29 de junio de 2009

Diálogo con Toni Martínez en Revista de Letras



Diálogo con Toni Martínez
Por Jordi Corominas i Julián | Portada | 29.06.09


Casi parece una convención. Pero sigue exaltándome tanto como el primer día. Por disponibilidad horaria realizo mis entrevistas con autores de Seix Barral los lunes a las cuatro de la tarde. Cojo el metro, pasan los diez minutos de rigor.

Próxima estació: Urquinaona. No fumis al metro. No baixis a les andanes.

Tranquilos, no pretendo suicidarme. Aire puro, el famoso quiosco. En el centro de la ciudad no aprecio ningún tipo de pelotazo inmobiliario. Barcelona es sutil. No tiene poceros, aunque en su entramado urbano es fácil localizar especulación a granel maquillada bajo el detestable sabor a progresismo de feria por parte de un Ayuntamiento demasiado acostumbrado al poder para ejercerlo de manera útil en beneficio del ciudadano. gruas asesinas ok:MaquetaciÌ3n 1

He quedado con Toni Martínez (Barcelona, 1963) para hablar de su última novela, Grúas asesinas, hilarante simulacro de reportaje investigativo donde, el otrora director y guionista de Las Noticias del Guiñol, traza con ironía y humor un retablo casi perfecto de lo que ha sido España en la última década. En la Italia de los cincuenta tuvieron miracolo economico, nosotros padecimos pelotazos, cinismo y una impotencia colectiva que aún no hemos sido capaces de subsanar. Quizá cuando termine el subsidio del paro para muchos trabajadores llegue la hora de actuar, mientras tanto la literatura puede servir como acicate para meditar sobre diez años míseros en los que nos creímos inmortales hasta que despertamos y vimos la cruda realidad.


Jordi Corominas i Julián: Hace un mes, en este mismo lugar, entrevisté a Clara Usón. Le comenté que en Corazón de Napalm ( Premio Biblioteca Breve, Seix Barral, 2009) los personajes eran prototípicos del hombre pre-crisis. En tu caso creo que encontramos personajes que generan el actual malestar.


Toni Martínez: Daté el final del libro (ndlr: Barcelona, 31 de diciembre de 2007, ¡feliz año nuevo!) no porque supiese que llegaría la crisis, sino porque en los últimos diez años estos procesos de corrupción han sido una constante, no quería que la fecha alterara la realidad de lo escrito. ¿Quién nos iba a decir que llegaría el actual terremoto? No quería que nadie tomara la obra como un texto oportunista. No soy Nostradamus. Pese a que en este momento se están desvelando muchos casos- caso Correa, Marbella, etc…- mi intención no era erigirme en profeta de lo que vendría. El 48% de los municipios de la región de Murcia tienen procesos de corrupción, imagínate que fuera igual en el resto de España. Lo increíble es que el porcentaje de voto popular sigue siendo el mismo. ¿Qué ha pasado en España a lo largo de los últimos quince años? Una situación de tonto el último.

En realidad esta situación no deja de ser muy española. En Bcn Week publiqué un artículo titulado La baja edad hortera que hablaba de fútbol y empresa en Cataluña, unión que genera virreinatos políticos que a nadie sorprenden. Los personajes de tu libro son prototípicos de la situación española de los últimos quince años. El magnate, la hija que deriva hacia el mundo rosa…


Sí, porque este tiempo, y aciertas al definirlo con el adjetivo hortera, coincide con la explosión de dinero y una tolerancia general amplísima hacia los elementos turbios que genera la economía. En España circulan más billetes de 500 euros que en toda Europa, y eso significa dinero negro. En este país si te comprabas un piso el notario, la persona encargada de certificar que el proceso se adecua a unos parámetros establecidos, se levantaba de la mesa y se iba para que las personas intercambiaran dinero negro. La sensación general era de que como todo el mundo lo hace, todo vale, y eso propiciaba que si alguien robaba a dos, otro podía robar a tres.

Este libro me hizo reflexionar sobre el cinismo de ese tópico de la década pasada según el cual convenía especializarse para poder tener futuro laboral. En Grúas asesinas vemos personas que sin saber hacer la “o” con un canuto se enriquecen a partir de la nada más absoluta y logran un absoluto protagonismo mediático.


Acaparan el protagonismo mediático relacionado con el éxito y vender la propia vida. Somos la segunda potencia mundial en operaciones de cirugía plástica. Ha sido una década hortera, pero también muy egoísta. Gran parte de la población ha entrado en la rueda de compra-venta de pisos con la ilusión de ganar dinero sin considerar que la próxima generación tendrá muchísimas dificultades. Mi generación podía comprarse un piso, la tuya lo tiene muy difícil. En cierto sentido os hemos robado la posibilidad de tener vivienda propia.

Este sería un debate que sobrepasa la mera explicación del libro. En mi opinión toda esta vorágine se inicia en los setenta con la generación que tenía el deber de convertir España en una democracia. Creo que estamos en un país donde vendemos ideas que no creemos.


Hay muchas personas que aún hoy en día en reuniones izquierdas imparten doctrinas éticas y compran pisos con dinero negro.

Sí, porque el joven que puede independizarse lo hace más por orgullo que no se ajusta a su realidad económica. Los personajes del libro son muy españoles, pícaros que han evolucionado y se parecen al pocero: empiezan, extienden su imperio y mediante la prensa amplían sus redes y finalmente se erigen en benefactores porque supuestamente hacen el bien para el pueblo, el gran engaño de la década.


La percepción general que existe en España en torno al delito urbanístico es, en primer lugar, que es un delito sin víctimas. No perjudica a nadie y genera un beneficio comunitario. Sobre esta falsa percepción hay gente que ha ganado mucho dinero. El magnate de la novela usa la prensa en sentido funcional.

Una mezcla entre mafia y Ciudadano Kane.

Todo realizado atropelladamente. Una mafia que funcione como un universo limitado a base de refranes (ndlr: la frase símbolo del empresario de Grúas asesinas es “Macarrones pido, ponme macarrones”), sin sofisticaciones. ¿En qué consiste la mafia? Construye en función de un interés. En la novela plantee la problemática desde un punto de vista exagerado, que a partir del efecto cómico logra que el lector lo identifique con la realidad. (ndlr: Antes de la primera página el autor nos advierte con las siguientes palabras: “Todo lo que se cuenta en este relato es ficción, todos los personajes son inventados, y el hecho de tener que explicitarlo ya indica que la realidad es tremenda”).

Desde un primer momento puedes atribuir un rostro público a los personajes, sin que con ello quiera decir que esa fuera tu intención.

La gente los identifica con su propio imaginario. Construimos una galería de personajes de nuestro teatro particular para interpretar la realidad. Con un personaje tan exagerado el efecto cómico es la posibilidad de identificarlo.

No son guiñoles porque son perfectamente reconocibles. El caso del Gorila es paradigmático. Un futbolista que decide colgar las botas, se enfunda un traje simiesco y no dice nada, y aún así es respetado, un poco como esos señores de Crónicas Marcianas que sólo soltando sandeces lograban el aplauso del público y ser reverenciados por una amplia masa social.

El gorila me generó dudas hasta después de cerrar el relato, pensé que me había pasado. Su historia me rondaba desde hacía muchos años. A mis veinte años fui a una representación que Vittorio Gassman hizo del Discurso por una academia de Franz Kafka y aluciné, me quedé extasiado. Desde entonces siempre pensé qué ocurre con el gorila después del relato kafkiano, hasta que desembocó en el personaje de Grúas asesinas. Pocos meses después de terminar el relato leí en el periódico sobre un reality show escandinavo donde los concursantes tenían que convivir con gorilas. Lo creé futbolista porque su problema no era económico, no estaba en la tele por dinero, quería ser un héroe. El gorila y la nena, las únicas voces que no explican su versión de la historia, viven una historia de amor al revés.

Pero el gorila consigue cambiar a la nena.

Sí, y la nena triunfa. ¿Quién no ha tenido la sensación de ser visto como un gorila cuando visita por primera vez la casa de los suegros? Todos podemos sentirnos solidarios con el gorila (risas).

En realidad el elenco de personajes seria un poco un gran celtiberia show, como sucede con la asesina lesbiana que es una puta tierna.


Este punto débil chapucero ha gustado a la mayoría de las mujeres que han leído el relato.

Casi parece una mujer de serie televisiva española, de clase media cutre.


Sí, pero puedes reconocer esa imagen de la mujer incorporada al mundo masculino en inferioridad y que intenta defenderse con dificultad a veces con armas masculinas, a veces con armas femeninas. En este caso es una asesina a sueldo, pero reconoces la realidad de la mujer incorporada al universo masculino y luchando para que nadie le recuerde que es una mujer, algo típico de nuestra última década.

La masculinización de la mujer.

La incorporación de la mujer en los estamentos directivos ha sido un camino muy complicado que acarrea el precio de justificarse constantemente.

Algo que contrasta mucho con la mujer del magnate, típica española crecida en el franquismo que de repente se encuentra con el oro y el moro.

Exactamente, pero ella dice que no es la típica mujer de gángster. La visión de la mafia que Coppola muestra en El Padrino es muy intelectual. Los soprano lo trataron mejor, aunque no deja de ser desde una perspectiva muy operística. Se mata a alguien, se funde la imagen en negro y parece que deshacerse de un cadáver sea lo más sencillo del mundo, y no es así.



¿Cómo planteaste la estructura del relato? Da la sensación que el texto fluye y hasta recuerda en algunos instantes A sangre fría de Truman Capote.

Me costó mucho. Tenía una serie de relatos relacionados con la historia, pero no sabía como unirlos. Ahora escribiría un texto de cincuenta páginas del que saldrían los personajes, los entrevistaría y ofrecería sus versiones para desarrollar el argumento, pero en ese momento no tenía en mente cómo hacerlo. Tenía varias versiones, en primera y tercera persona de diferentes episodios, sabía cual era la meta y lo tenía muy elaborado de manera poco científica; la estructura inicial era fragmentaria en sentido clásico. En unas vacaciones vi claro lo de intentar lo mismo que hice en televisión con el que pasaria si… Encontré la solución televisiva de poner el nombre del personaje y las declaraciones. Surgió más en plan intuición Fleming descubre la penicilina (risas) que no desde un punto de vista científico.

En los últimos años algunos narradores han aplicado una fragmentación similiar a la que encontramos en Grúas asesinas. Recuerdo el caso de Rant de Chuck Palhaniuk.

Sí, me lo comentaron. Cuando escribí el relato no lo conocía. Lo compré y me pareció muy complicado. Su estructura no facilitaba la comprensión, era ligeramente exhibicionista. Lo que tenía claro era facilitar la comprensión y crear velocidad en la lectura tomando como modelo la forma narrativa que tienen los guionistas de animación para adultos.

Para conseguir dinamismo.


En Padre de familia la estructura es muy difícil. Cada episodio dura 24 minutos y hay 30 gags. Conseguir que la acción no sufra pausas es una heroicidad.

En tu caso logras que las declaraciones de los protagonistas vayan enlazándose.

Exacto. Las diez primeras páginas eran fundamentales para enganchar al lector y permitir su acceso a la dinámica del relato.

Cuando antes hablabas de la mafia, relacionándolo con lo que comentábamos antes, puedo pensar en Once upon a time in America, donde la narración empieza con la génesis formativa y evoluciona en sentido cronológico. También pienso en los sesenta. De Divorzio all’italiana al Imperio a la española.

Sí, no sé si lo dice el empresario, pero proclama que quiere hacer una mafia a la española.

Un poco como Camacho, con dos cojones. (risas)

Si los italianos tienen una camorra, él piensa que nosotros podemos tener una mafia a la española. No sé si es cierto, pero en cierto sentido en España es como si aún viviéramos con la culpa de la decadencia de cuatro siglos y nos pusiéramos el mundo por montera para volver a ser líderes con una prisa excesiva, como cuando Zapatero se enorgullece de superar a Italia en renta per cápita o cuando la foto de Aznar en las Azores y lo de sacar al país del rincón de la historia. La ansiedad por el pelotazo que nos saque de la decadencia de la que aún no hemos salido.

Ya que hablamos de Italia, ellos vivieron un proceso parecido en los años cincuenta. Pelotazo, creación de un star system nacional y pasar del traje paisano al traje y corbata. Ese sueño termina cuando estalla el pelotazo. Pasados los años han sufrido mucho y ahora se encuentran en una miseria moral increíble, no sé si España corre el peligro de padecer un proceso parecido.

Corremos el peligro de ser víctimas de una solución política heterodoxa como sucede en Italia con Berlusconi.

Con Clara Usón comentábamos que dentro de unos años muchas novelas publicadas en los últimos años quedaran como literatura documental de nuestro tiempo porque se escribieron antes de la crisis.

Sí, comparto tu opinión. El cambio ha sido tan brusco, y el tiempo editorial tan lento, que leyendo ahora determinadas cosas puedes tener una impresión arqueológica, de arqueología en directo. Si ahora leyéramos los periódicos de hace dos años no daríamos crédito. Zapatero habla de menos ladrillo y más ordenadores.

El Condis fue revolucionario en eso cuando lanzó la campaña Ordenatas para el cole (risas); hace un año y medio daba clases de mundo contemporáneo y creo que todo lo que conté a mis alumnos ya no sirve para nada. Mis predicciones se revelaron erróneas por la velocidad del cambio.


No damos crédito. El PSOE ganó las elecciones prometiendo pleno empleo y por la solvencia de Solbes en el debate económico. Nadie podía relacionar el derrumbe de la burbuja inmobiliaria con la quiebra de la banca americana. El problema es que en España muchos piensan que sentados en el sofá pasará la crisis y todo volverá a ser como antes. Hace poco me entrevistaron en un chat de una revista económica y los internautas me preguntaban si subirían los pisos después de los Juegos de Madrid. La actitud de las personas es surrealista, como si nos diera igual y la burbuja fuera un espejismo. La verdadera burbuja es vivir creyendo que nada ha cambiado cuando lo que ocurría no era en absoluto normal, o vaya, al menos creo que no puedo incluir dentro de la normalidad el timo colectivo de la última década española.

Y esta década también es la de la banalización de la cultura.

Ha sellado el fin de la meritocracia y la cultura del esfuerzo a partir de pelotazos y éxito inmediato. Gana quien tiene más desparpajo, no quien se lo merece. Reagan inició la época de los presidentes actores que el tiempo ha consolidado. En sentido cultural ha sucedido más o menos lo mismo. Los que están en el escaparate, sin querer formular ningún juicio de valor, propician que se expanda la cultura del éxito.

Seguimos dialogando unos minutos. Le comento que deseo un cambio. Los jóvenes que trabajamos en lo que nos gusta somos una especie de matados increíbles que algún día esperamos ver el renacimiento de la meritocracia por justicia social. Después de una charla como la que acaban de leer a uno le entra una frustración tremenda, más que nada al ser consciente de la existencia de personajes como los de Grúas asesinas. Lo increíble es que esos seres campean tranquilos, sonríen a la cámara y hasta ganan votos en las elecciones. No toda la culpa es de las gaviotas. Como sucede en la Italia de Berlusconi, parte del éxito de estos individuos radica en la papeleta que depositan en las urnas los ciudadanos de a pie. Pensemos. Actuemos. ¿Hasta cuando seremos conformistas bañados de indecencia? En La sequenza del fiore di carta (1968) de Pier Paolo Pasolini, Ninetto Davoli cae al suelo fulminado por un rayo divino. El inocente, dice la voz del todopoderoso del cortometraje, no merece vivir porque no se preocupa por los problemas del mundo. No creo que nadie sea inocente. Actuemos, que algo queda.

Jordi Corominas i Julián
http://corominasijulian.blogspot.com

sábado, 27 de junio de 2009



Alpha Mini: cápsulas literarias portátiles de lectura instantánea
Por Jordi Corominas i Julián | Reseñas | 26.06.09


El cuento. Joseph Conrad, Alpha Decay (Barcelona, 2009).
Traducción de Juan Gabriel López Guix.

La mascarada de la muerte roja. Edgar Allan Poe,
Alpha Decay (Barcelona, 2009).
Traducción e introducción de Juan Gabriel López Guix.


Sí, ya lo saben. Ha llegado el verano y hace calor. La gente va ligerita de ropa y los ojos ya no tienen excusa para mirar a Cuenca. ¡Pervertidos! Ya estáis pensando en lo de siempre. Pues no, centraros un poco en este escrito, quizá no os cambie la vida, pero os aseguro que os proporcionará información, y de la buena.

La recientemente clausurada Feria de Madrid abrió el debate sobre los nuevos formatos librescos. Tecnología versus tradición. La discusión es estéril. No porque no tenga interés, sino porque desde que el mundo es mundo se ha discutido, de un modo u otro, sobre la desaparición de nuestra amada Galaxia Guttenberg. Lo que presento con este artículo es la solución perfecta para el lector compulsivo.

Hay gente que duda mucho mientras se contempla en el espejo. ¿Qué me pongo? Reiteramos la conveniencia de ir con pocos velos. La canícula aprieta y la insoportable levedad del ser tiene que ser aceptable. No lean a Kundera. Vístanse como quieran, siéntanse guapos y guapas, aturdan al personal con sus atuendos. Otros individuos no se miran al espejo. Llenan su bolsa y antes de salir a la calle se preguntan qué libro elegir para su tortuosa singladura entre el aire acondicionado del metro y el fulgor callejero. Quien comparta conmigo la obsesión por la literatura sabe que no estoy planteando una cuestión nimia. Hay libros que sólo se pueden leer en la cama, otros merecen la espalda en el sofá y algunos se eligen por distancias, trayectos y cronómetros. Cuando estudiaba primero de carrera sentí una fuerte repugnancia al ver a un compañero de clase con Proust en el autobús. ¿Era un dios con inigualable capacidad de concentración? ¿Un tremebundo marciano superdotado? ¿Un cretino fardón? Nunca cruzamos más de dos palabras, aunque desde ese instante barajé con criterio mis lecturas del underground para no caer en innecesarias pedanterías. Eso y lo práctico. El transporte público, la playa o la estación estival exigen lecturas cortas, brillantes chispas que permitan combinar el apacible hábito lector con otras actividades.

Alpha Decay estrenó hace escasas semanas la colección Alpha Mini con dos títulos de campanillas: La mascarada de la muerte roja de Edgar Allan Poe y El cuento de Joseph Conrad. Antes de hablar de los contenidos, conviene reflexionar sobre el formato. Ambos libritos caben en la palma de mi mano, lo que implica que también podéis llevarlos en el bolsillo de vuestra chaqueta. Los horteras podrán dejar de forrar sus libros, los apasionados por lo práctico respirarán felices por las facilidades de transporte del artefacto, pequeño, compacto y portátil por ligereza.

Mi memoria recuerda una antigua colección, Alianza Cien, que a mediados de los noventa intentó revolucionar el sector editorial mediante la pequeñez. Vendían obras interesantes a cien pesetas; no tuvo repercusión porque, al igual que sucede ahora con la propuesta de Alpha Decay, lanzaron su propuesta en época de crisis y el horno no estaba para bollos. Naturalmente los editores de la renovada editorial barcelonesa no se chupan el dedo y saben muy bien lo que vale un peine. Por ello buscan que la nueva colección de su sello sea atractiva. Alianza erró al publicar mil y un títulos, como si con el avasalle aseguraran impacto y petróleo. Alpha mini irá paso a paso y el inicio de su singladura es toda una declaración de intenciones.

Abrimos La mascarada de la muerte roja. Cincuenta páginas. ¡Una introducción! La leo y quedo fascinado. Juan Gabriel López Guix escribe como los ángeles mientras explica cómo ha traducido y sobre que bases se asienta su conocimiento para emprender su tarea. Lucha contra titanes y sabe del riesgo de su empresa. Baudelaire, Cortázar y Riba. Trío de ases. Llego al relato y crece mi asombro. La traducción es ejemplar, el relato estupendo. Poe estructura los catorce párrafos del texto en dos partes simétricas, siete por sección, siete como las habitaciones la abadía fortificada, siete como las etapas de la vida. La primera está escrita en pasado y presenta, con una minuciosa y veloz descripción, el ambiente de una fiesta cerrada a cal y canto para evitar la muerte que se ceba en el exterior del recinto. A diferencia de muchos autores decimonónicos, que contemplaban la muerte como la nada, Poe le da un insólito vigor. Y, de pronto, suena el reloj de ébano. El escritor norteamericano arrasa con esta genial transición, propia de un músico contemporáneo al marcar el cambio de ritmo en una canción. El tiempo presente invade el relato y la muerte roja causa espanto entre los asistentes a la mascarada. El resto no es historia, sino endiablada habilidad y dominio absoluto del tempo narrativo, característica que acomuna al maldito fenecido en Baltimore con otro grande la literatura universal: Joseph Conrad.

El cuento y pensar en El corazón de las tinieblas. Nuestra imagen del narrador británico está condicionada por el celuloide. Un hombre cumple el capricho de una mujer contándole una historia. De la casa al relato. La atmósfera nos invade y sentimos un espacio próximo a la nada que es todo, la ausencia de un suelo firme no es óbice para captar como la precisión quirúrgica del británico consigue centrar nuestra atención en un microcosmos que es el mismo universo. El barco de un capitán tiene miedo. Guerra, dudas. Un objeto en el agua. Niebla. Una nave cercana. El marinero sospecha y leva anclas. Se pregunta y resulta que el capitán de la embarcación es noruego y puede que haya bebido. Borrachera en alta mar. El tiempo bélico exige cuestionarse el cielo y la tierra. En principio no hay nada que indique culpabilidad. El jefe escandinavo cumple los requisitos de la normal neutralidad; aún así el agua parece tener impurezas. La tensión en el relato se manifiesta por valores centrales como la verdad, la mentira y la miseria de la condición humana, incapaz de ceñirse al tomismo más básico. El punto y final desvelará sorpresas que no nos corresponde confesar.

Cómprense los dos volúmenes, lo económico de su precio es un perfecto antídoto contra la pereza consumista, tomen el aire y diviértanse mientras revolotean las ideas y crece su amor por la buena literatura, asequible, llevadera y gastronómica por calidad a la espera del otoño, cuando Alpha Mini se renueve con, entre otros, Mercedes Cebrián, Saki, Vernon Lee y Heinrich Von Kleist, lo nuevo y lo viejo. Buen provecho.


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lunes, 22 de junio de 2009

El día del gran susto: Anatomía de un instante en Revista de Letras


El día del gran susto: Anatomía de un instante de Javier Cercas
El 23 de febrero de 1981 tenía casi dos años y, como pueden entender, no recuerdo nada del golpe de Estado que pudo cambiar la historia de España. Sin embargo comparto con la mayoría de los miembros de mi generación el haber visto incontables veces las imágenes de esa cámara de televisión que captó la valentía de pocos, la cobardía de muchos y la desvergüenza de un estamento empeñado en parar las agujas del reloj cuando Clio quería democracia.
Se sienten coño. Si digo la frase estelar del episodio en un bar, la gente reirá. Eso indica normalidad. Muerto Franco, nada quedó atado y bien atado, la reforma triunfó y ahora, aunque disgustados por el indudable cinismo de nuestros políticos, vivimos con la tranquilidad de quien sabe que el orden no se verá amenazado por pistolas y tricornios. El susto de aquel febrero parece historia antigua, pero como no lo es convenía que alguien planteara el debate sobre la, en exceso, institucionalizada visión del lustro posterior a la muerte del dictador. Javier Cercas tiene experiencia en el campo. A principios de siglo recuperó la Guerra Civil, y lo hizo desde la virtud del escritor, ser objetivo subjetivo que con su prosa puede canalizar las ideas hacia otras mentes al no ser una opción ideológica pura, sino simplemente un literato que a partir de un documento audiovisual siente curiosidad y decide ampliar sus conocimientos para poder escribir un libro sin los típicos cortapisas de nuestra sociedad.
Anatomía de un instante, digámoslo para no generar confusión, es un ensayo basado en esas veinticuatro horas en la vida de una nación en peligro. Cercas estructura su obra en función de pequeños cuadros centrados en los primeros quince minutos del golpe. Los protagonistas de ese cuarto de hora son viejos conocidos de nuestra historia. La primera parte del libro prefiere centrarse en los líderes que permanecieron sentados sin ocultarse. El general Gutiérrez Mellado pasó de golpista del 18 de julio a golpeado por sus camaradas, quienes lo acusaban de traidor al impulsar reformas que modernizaban la caduca armada, ya tendremos tiempo de escribirla en mayúscula, y la mermaban para adaptarla a la modernidad en sentido militar. Su comportamiento fue ejemplar. Era un hombre en retirada, característica que compartía con los dos otros héroes de ese lunes. Santiago Carrillo fue la gran esperanza de la izquierda española contra el franquismo. Era el líder carismático, el fumador incansable amado por los suyos y denostado por la derecha, infatigable en atribuirle generación tras generación los crímenes de Paracuellos. El sábado santo de 1977 Adolfo Suárez legalizó al Partido Comunista Español. Los militares se sintieron vilipendiados. Nació la primera semilla del futuro golpe. Carrillo, más republicano que la misma República, cedió en lo fundamental y hasta posó con una bandera monárquica. En las elecciones de junio de 1977 fue derrotado en su campo por el joven Felipe González, inesperada sorpresa que desmontaba la mística del comunismo como principal esperanza de la oposición democrática. Las renuncias de Carrillo le dieron talante de estadista sin ningún tipo de poder real. Ese día, desde las alturas del hemiciclo, consumía nicotina y observaba los bancos azules, donde otro mito resistía.
El 29 de enero de 1981 Adolfo Suárez dimitió. El abulense superó todas las trabas imaginables en su insaciable escalada hacia el sueño del poder. El hombre que sabia hacer fácil lo difícil y difícil lo fácil sucumbió después de largas batallas en las que no se atrevió a luchar contra los molinos de viento. Eran demasiados y muy poderosos. Su encanto personal sirvió para que los residuos del franquismo desmontaran la estructura del régimen. Cuando reinó la democracia, y sintió después de su segunda elección presidencial el placer de sentirse legítimo, las tornas se volvieron ásperas, descarnadas. Gobernar la nueva nave se antojó imposible entre terrorismo, crisis económica y un cuerpo al que le costaba dar sus primeros pasos, coartado como estaba por ruido de sables, ambiciones personales y velocidad de crucero en la imperfecta metamorfosis. A partir de 1980 Adolfo Suárez fue un condenado en la cima de la pirámide, un proscrito desdeñado hasta por su principal valedor: el Rey Juan Carlos I.
Mucho se ha hablado de la importancia capital del heredero de Franco en el camino hacia la conversión de España en una monarquía parlamentaria. En 1976 la corona vio la necesidad de destruir el edificio fascista para sobrevivir. En 1980 la testa coronada sintió que Suárez hundía la flota con su impericia. Los periódicos y la clase política le dieron cañonazos letales, si bien la bomba definitiva fue real y borbónica. Ante el miedo a la reacción militar, Juan Carlos no tuvo ningún problema, mensaje de navidad incluido, en abusar de su posición como Jefe ornamental del Estado para ayudar al acoso y derribo de su otrora chico para todo.
Volveremos a la Zarzuela, donde el 23 de febrero de 1981 esperaba ser recibido el general Armada, adalid de los golpistas, antiguo mentor del monarca, hombre mezquino y ruin como Milans del Bosch, la otra punta de lanza entre los aspirantes a violar la legalidad constitucional desde su nostalgia pasada con el depósito lleno de rabia, iracunda incomprensión ante la indiferencia general por sus víctimas contra ETA y resentimiento crónico al ver el desmantelamiento de su máquina ideal: la dictadura. El ejército planeó bien su estrategia. Contaba con dar un golpe blando que basaría su éxito en tres factores: pasividad de la calle, demostración de fuerza marcial y apoyo del Rey al ver la alfombra ibérica sin sangre. La principal opción de los conspiradores era culminar su pronunciamiento con un gobierno de unidad nacional presidido por el general Armada, ejecutivo plural muy al estilo del cirujano de hierro de Joaquín Costa... en el papel, siempre roto cuando un militar se acuesta con el poder y constata preferir la monogamia. ¿Se acuerdan de Primo de Rivera?
Casi todos los partidos del arco parlamentario, desde el PSOE hasta el PCE pasando por AP de Manuel Fraga, hubiesen formado parte de este gobierno regenerador. Los partidos democráticos, nuestros supuestos ángeles de la guarda que dejaron el Estado libre de cargo ante el ascenso multinacional, jugaron al juego de la ambición para derrocar a Suárez. El 23 de febrero de 1981 el congreso votaba la elección de Leopoldo Calvo Sotelo como presidente. A media tarde hombres armados entraron en el edificio más famoso de la madrileña Carrera de San Jerónimo y pusieron a casi todo el mundo al suelo. Los disparos de Tejero rompieron la estética del golpe blando y lo convirtieron en duro conglomerado de gusto indigesto. Los tiros eran lo que menos quería el aparato dirigente del golpe, convencido de la victoria mediante el respeto a los tanques en la vía pública y lo incruento de su intentona, elementos que deberían decidir al Rey, quien acogería la militarada con alegría al comprobar que Armada solucionaría el entuerto con su candidatura a la presidencia.
Armada quiso ir a la Zarzuela. Le negaron el honor y esperó. En el congreso lo peor había pasado y aún se vislumbraba luz de posibilidad triunfal. La clave consistía en actuar deprisa y alcanzar acuerdos. Una primera embestida de la división Brunete ocupó durante unas horas Prado del Rey, hasta que el monarca decidió emitir un mensaje institucional que calmará a los españoles, pendientes del televisor, hartos de música clásica en la Radio y ansiosos por despertar de la pesadilla involucionista que se mascaba en el corazón de Madrid.
Cuando el Rey emitió su mensaje de apoyo a la Democracia, Alfonso Armada entendía en una habitación del congreso que, salvo un giro radical de los acontecimientos, el golpe no cumpliría sus expectativas. El elefante blanco dialogó con Tejero, le contó la decisión de presidir un gobierno de unidad nacional y el teniente coronel , henchido en su orgullo por su hazaña de pacotilla, no quiso entrar en razón. Su esfuerzo debía servir para instaurar una Junta Militar. Los hombres con traje y chaqueta eran bazofia inútil para tomar las riendas de la situación. Discutieron, gritaron y no llegaron a ningún acuerdo.
Dice la leyenda que en 1874 el general Pavía terminó con la breve primera República a lomos de su caballo, perfecto y vivo acompañante de los negros leones capitalinos. La corona, símbolo de la permanencia y la Unidad de la Patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum, Cinco minutos después del discurso real, Armada abandonaba el congreso. Horas antes habló otra vez con Juan Carlos I y Sabino Fernández Campo. Ambos consideraron una locura su propuesta de ir al congreso para hablar con los secuestradores de los representantes democráticos, pero tampoco podían hacer nada por impedir que llevara a cabo su plan. ¿Y si el principal instigador del pronunciamiento se hubiese salido con la suya? Da la sensación que más que salvar la democracia, el hombre de la honda satisfacción prefirió salvar la corona desde argumentos que defendían el orden constitucional. El contexto y la evolución de los acontecimientos salvaron una complicada efeméride histórica que pudo ir más allá, perjudicando el futuro rumbo del país, que desde sus balbuceos de cambio quería Europa e integrarse en un mundo que durante décadas pareció una odiosa quimera.
Han pasado 28 años desde aquella temible jornada que sacudió tantos cimientos. La base del gigante puede volver a temblar; si lo hace, no será por pistolas y tricornios, lo hará por su caduco planteamiento consistente en venerar lo logrado en el lustro de la transición y no plantearse la exigencia de transformar su estructura socio-constitucional. En poco tiempo hemos asistido a mil transformaciones revolucionarias que sólo pueden apuntalarse si las instituciones se dan cuenta que no es bueno vivir instalados en la placidez del padre fundador que alaba por conveniencia reformas incompletas. El contexto histórico, en eso estamos de acuerdo, no permitía que los vencedores tomaran el relevo de los vencidos. 40 años marcan. Mucho. Se hizo una Constitución de consenso porque no podía hacerse otra cosa, se lograron grandes bienes, idealizados a posteriori, que cumplieron su cometido. En 2009 tengo la suerte de pertenecer a la generación que tiene como imperativo releer la obra de nuestros progenitores y ubicarla en una perspectiva fuera de vanaglorias. España no es Italia, aunque en ocasiones despierto y veo un escandaloso conformismo centrado en la nula crítica al monarca y al pasado que forjó, quizá tan exaltado porque los que montan exposiciones y mandan son los mismos que vieron morir al dictador en su cama. Vivimos en un país de santos que ha olvidado su hálito de justicia. Javier Cercas ha tirado la primera piedra y es nuestra misión conseguir que de ese lanzamiento surjan nuevas punterías que den en el blanco de la crítica racional y permitan desentrañar la oscuridad de pactos de silencio, desmedidas alabanzas y exaltaciones legislativas de quienes también pensaron a lo largo de ese tenso invierno en ocupar el poder sin pensar en el daño que causaban a la democracia, hombres que en octubre de 1982 ganaron las elecciones, hombres que cambiando siglas por populismo abogan sacrosantas defensas de la Carta Magna, cuando en su tiempo no estaban de acuerdo con sus contenidos y creían en nudos gordianos de rancio hedor falangista.

JORDI COROMINAS I JULIÁN


http://www.revistadeletras.net/anatomia-de-un-instante-el-dia-del-gran-susto/

domingo, 21 de junio de 2009

Groga homologació en Bcn Week 76


Groga homologació: El Tour de França a Barcelona i la desaparició del peix petit.


“Quan tenia quatre anys, recordo haver fet un viatge en un tren de color vermell fins el primer poble de França. Ara la ment evoca aquelles imatges com si fossin fotogrames, indubtable indici de la manipulació del record, reforçat per ma mare, qui m’explicà que aquella tarda de mitjans de juliol insistia en agafar aquell tren i creuar la frontera, com si darrera d’ella s’amagués un altre món i la paraula França signifiqués la novetat del desconegut...”
(Jordi Corominas i Julián, Colors, Abadia Editors, 2009)



I ara resulta que han passat vint-i-cinc anys i s’ha capgirat la truita. Entre el 9 i el 10 de juliol, el Tour de França creuarà la frontera catalana. El clímax serà l’etapa Girona- Barcelona, esdeveniment que l’ajuntament comtal aprofitarà per omplir de groc el bicing i la ciutat per a commemorar la tercera visita a casa nostra de la prova més mítica de l’esport dels pedals, clàssic antològic que darrerament ha perdut part del seu crèdit pels continus escàndols de dopatge que l’han sacsejat. La premsa ja no parla de proeses i escapades èpiques. Els corredors no tenen presumpció d’innocència, són culpables sense donar positiu. El descrèdit va més enllà del romanticisme. Dues rodes i passió perduda per un esport on abans hi havia mil prestigioses competicions que ara desapareixen o es troben en perill d’extinció per la dinàmica d’un temps on l’economia i la televisió cerquen l’impacte de grans espectacles que generin audiència i beneficis de primera magnitud. Les autoritats prefereixen apostar per cavalls guanyadors. El govern dóna diners als bancs i oblida les necessitats bàsiques dels ciutadans; l’acció del poder amb la crisi és comparable amb el que succeeix al ciclisme, vella dama que perd molts fills estimats davant l’hegemonia del concret. Quan el malestar més que econòmic crida a la porta la salvació s’executa guardant els mobles més representatius, dignes de sobreviure a la restauració per haver aconseguit ser immortals en vida, mentre les petites cadires, potser més nobles però amb esquerdes, van a parar a les escombraries amb l’altra brossa menyspreada per la dinàmica selectiva del dos mil. Homologació camuflada de benestar.
Velles pràctiques caigudes en desús
Esforzados de la ruta. El segle XX abans de la revolució tecnològica global era un racó amb por atòmica que conservava part de la mentalitat decimonònica, on els dies de festa, no existia una forta societat de l’oci, eren pocs. Un d’ells era el pas dels ciclistes. Els pobles s’engalanaven per aquell breu instant amb rebombori, vi i alegria. Catalunya, per les seves condicions orogràfiques, resulta un indret molt adient per a la pràctica del ciclisme professional. L’any 1911 nasqué la Volta, tercera cursa per etapes més antiga de món, tan sols superada pel Tour de França i el Giro d’Itàlia; a diferència de les seves antecessores, la prova blanc-i-verda no fou el resultat d’una operació publicitària per afavorir als patrocinadors, en ambdós casos diaris esportius, sinó la constatació d’un tret específic de la nostra terra: l’associacionisme, forma popular de fer país que exaltava el valor del col·lectiu en el doble sentit d’acció, l’espectacle, i participació ciutadana, el públic. Fins a mitjans dels anys noranta la Volta fou un plat exquisit per a la majoria d’estrelles internacionals. Al seu palmarès figuren el nom dels més grans, i qui escriu recorda emocionat la màgia que suposava veure les figures més importants a Barcelona, Manresa, Reus o Torredembarra.
Aquella època vingué marcada a Espanya per la figura del navarrès Miguel Indurain. Les seves cinc victòries franceses convertiren a l’esport més sacrificat en el segon preferit dels espanyols, oportunistes amb tendència a emocionar-se amb ídols temporals per allò de más se perdió en Cuba. Als noranta ja començàvem a creure’ns algú. Havíem organitzat Olimpíades i Exposicions Universals. La democràcia, amb corrupció, regnava i el país sentia cert orgull per un creixement ràpid després del franquisme, massa fastigosa que revisqué el 18 de juliol de 1959 amb el primer triomf nacional al Tour. Federico Martín Bahamontes serví al règim per vendre la glòria de progrès mitjançant un sospir d’èxit internacional. L’àliga de Toledo ajudà a fomentar afició. El creixent interès pels herois de la ruta permeté fundar noves competicions. Entre 1963 i 1965 l’Esport Ciclista Barcelona encetà la Setmana Catalana i L’Escalada a Montjuïc. La primera es disputava a finals de març i constituïa per molts ciclistes el primer contacte amb la muntanya abans, almenys així fou fins 1995, de la imminent Vuelta a Espanya. Per la seva banda, l’Escalada de Montjuïc era la cloenda del calendari internacional i es corria un diumenge d’octubre. Recordo part de l’adolescència passada pels voltants de l’Avinguda de Maria Cristina, on acabarà l’etapa del proper juliol, corrent a la recerca d’un autògraf o una entrevista. Aquells homes amb jerseis de colors estrambòtics em feren desitjar un univers de preguntes per a entendre més la meravella de motivació, tàctiques, gregaris i escaladors.
Envers la desfeta
L’onze de juliol de 1998 em trobava a Benicarló. Un amic em digué que havien expulsat del Tour de França a tot el Team Festina, prodigi estètic aconseguit mitjançant un sistema organitzat de dopatge que feia als seus corredors bèsties immunes a la canícula de les muntanyes d’estiu, dominadors de mentida amb la sang plena d’EPO. El ciclisme començava a caure dins del pou de la infàmia, on s’enfonsà per les conseqüències que la trampa té a efectes publicitaris. Les principals marques comercials anaren retirant el seu suport econòmic als equips, i el mateix feren els espónsors més importants de les curses, on solia figurar en un lloc d’honor la televisió, presència indispensable perquè assegurava difusió i contractes que asseguraven la supervivència de les curses.
Divendres passat David Barba digué a Donde estás corazón que els periodistes del cor són els nous jutges morals. La seva sentència és oportuna. La caixa tonta suporta pits i culs, però no pot tolerar per ètica i neoconservadurisme imatges en directe de ciclistes, i no importa que els espanyols guanyin més que mai. Amb les drogues, o això sembla, no es juga a la tele, hipocresia barata que es desencadenà amb més embranzida l’any 2005, quan EL PAIS descobrí la malauradament famosa Operació Puerto, trama protagonitzada pel doctor Eufemiano Fuentes, vigilant de vàries neveres amb moltes bosses de sang d’alta gamma ciclista, noms rutilants amb moltes copes a la vitrina del dubte. La transfusió intravenosa es posà de moda. El plasma esquitxà fort. La irrupció de campions hispànics en altres esports– Alonso, Gasol, Nadal– facilità la purga, incrementada per la creació de l’UCI Pro Tour, circuit internacional que reuneix les millors curses. Moltes, no dolentes però amb menys recursos, hagueren de tancar la paradeta, i entre les damnificades troba un lloc d’honor la Setmana Catalana. Anys enrera havia sigut una princesa gustosa però l’any 2006 no pogué resistir el vendaval i morí per la impossibilitat d’assolir el pressupost necessari per a mantenir els estàndards de qualitat habituals de la cursa, quelcom que patí dos anys més tard l’Escalada a Montjuïc. De cop i volta, les proximitats de l’infaust castell, amb les seves rampes properes al 20% de pendent, es veieren orfes d’espectadors, mortes d’ànima quotidiana, lloc inert enmig del marasme. La Volta s’ha salvat in extremis gràcies a l’aportació de la secretaria general d’esport de la Generalitat, generosa al considerar la prova com una eina de projecció vàlida per a potenciar la imatge del país a l’exterior. El mateix pensa el consistori barceloní del Tour de França. “a Barcelona sabem el que és aprofitar un esdeveniment esportiu per a promocionar-nos en el món, ho hem fet altres vegades”. Mig milió d’euros per vint-i-quatre hores sobre rodes. “És la millor inversió que podem fer, un cost irrisori per a nosaltres. Aportem bona part en espècie, en la gent per a l'organització. És una gran inversió, un cost molt petit" Promoció de la bicicleta? "La bicicleta té un paper creixent en la mobilitat de la ciutat, que és densa, mediterrània. És un sistema de mobilitat important, més de 165.000 ciutadans la utilitzen quotidianament. Això ha estat una petita gran revolució en la nostra ciutat". Jordi Hereu dixit.
Convé posar-se taps a les orelles quan la maquinària publicitària de l’Ajuntament parla d’una urbs innovadora. La vinguda del Tour és una metàfora vàlida per explicar l’actuació del poder en altres àmbits, on s’apodera del patrimoni popular sota la màscara de l’amor a les arts i al ciutadà. Fa poc es celebrà a la nostra ciutat el Primavera Sound mentre el mateix cap de setmana moltes sales es veien obligades a clausurar les seves activitats musicals per no complir amb certs requisits d’insonorització. El cost l’ha de pagar el propietari del local, doble perdedor que veu alterat l’estil del seu somni sense rebre cap tipus de subvenció. No s’estima la novetat ni el risc, falsejat per proclames institucionals i activitats unilaterals que foragiten veus alienes, contràries a l’apropiació del patrimoni de tots per uns pocs que porten trenta anys instal·lats a la seva butaca de teòric progrés i fama internacional. Parc temàtic, banalització de l’espai urbà. L’associacionisme no interessa. La desaparició de les petites voltes ciclistes és un símbol sòlid de l’adéu d’un món saquejat per premisses destinades a la unitat, on les veus amb timbres plurals no poden ni sonar el clàxon pel pes suprem del tirà que tot ho acapara sota brillants teles de burla democràtica.

JORDI COROMINAS I JULIÁN

viernes, 19 de junio de 2009

Junio en Calidoscopio (www.panfletocalidoscopio.com)




Como en un Calidoscopio te ofrecemos pequeñas cuentas que satisfagan o piquen tu curiosidad. Sin el apremio de agendas culturales, pero con la vista puesta en horizontes llenos de modernidad, y con la tranquilidad de quien revisa lo pasado. Visiones caleidoscópicas de nuestra cultura, eso es lo que pretendemos mostrar.







El intransigente
Por Félix Andrada



Misterio gozoso
Por Natalia Zarco





De quinquis y borgataros
Por Jordi Corominas i Julián



Entrevista a Klaus&Kinski
Por Clara Paolini Letamendía





Giovanni Coda
Por Valentina Natale



Después de Rimbaud
Por Jordi Corominas i Julián





In Toscana
Por Ana Ciurans



Adelanto editorial:
La república de la imaginación (vv.aa) de Legados Ediciones






Alejandra y yo
Por Luciana Ferrando



Ambigua escritura de una ausencia
Por Anna Maria Iglesia






Mi máquina y yo
Por Pedro Crenes


Noticias del norte
La historia de una no existencia
Por Parisicilia





Grandes hits
Por Claudia Apablaza



Espacio inventado
poemas de Pedro Larrea

jueves, 18 de junio de 2009

Matar en Barcelona Bcn Week76


El crimen del metro
El miércoles 21 de febrero de 2007, a eso de las tres y cuarto de la tarde, David Zafra estaba en la entrada del metro de Navas cuando, de repente, un rayo de sol se posó en su reloj. El joven, que llevaba varios días durmiendo en un banco cerca de la prisión Modelo, miró al cielo y vio una nave extraterrestre de la que descendió un marciano. Tenía sus mismos rasgos. Le suplantó la personalidad, bajó al anden de la línea roja y empujó a un hombre justo cuando llegaba el tren de las 15:20 minutos. Así contó el psiquiatra de la prisión una de las versiones del crimen del subsuelo.
El miércoles 21 de febrero de 2007, a eso de las tres y veinte minutos de la tarde, David Zafra fumaba un porro en las escaleras de la estación de Navas cuando, de repente, apareció un hombre que le clavó un cuchillo en el cuello. Le obligó a ponerse una chaqueta con capucha y una mochila. Cuando el flaco con perilla y pelo corto se esfumó, llegaron varias personas corriendo. Agarraron al pobre David, aún aturdido ante la velocidad de los acontecimientos, y le señalaron por algo que, en principio, no había cometido. Ha sido ése, ha sido ése. Así comentó los hechos David Zafra en el juicio que le condenó a 15 años y seis meses de cárcel como autor del asesinato con la circunstancia agravante de disfraz y la atenuante de una anomalía psíquica. El servicio en la línea 1 se paró durante seis minutos salvo en el tramo Sagrera- Navas-Clot, donde la incidencia se solucionó a las cinco y dos minutos de la tarde.
El miércoles 21 de febrero, a eso de las tres y cuarto de la tarde, David Zafra accedió al metro de Navas. Era imposible distinguir su rostro. Una capucha moderna pero monacal lo mantenía en el anonimato. David tenía 29 años y muchos problemas. Desde que en 1998 le diagnosticaron esquizofrenia había pasado breves temporadas en hospitales de Sant Boi y Santa Coloma. El excesivo consumo de alcohol y drogas, paraísos artificiales que abren puertas del olvido, le hacía tener graves lagunas de memoria. Poco sabemos de sus pasos en la vida. Los días previos al crimen, siempre según sus propias palabras, almorzaba en un comedor social, reposaba en la calle y disponía de poco dinero en efectivo. Sus dificultades no hicieron sino acrecentarse cuando dos días antes del asesinato fue a un centro psiquiátrico. Pidió ser ingresado porque se encontraba mal. Los responsables del hospital le expulsaron acusándole de buscar un lugar donde dormir. Sin sus medicinas se sentía como un alma en pena capaz de pensar en el suicidio. La enfermedad apretaba.
Aún no ahogaba.
Una de las grandes fantasías humanas es vivir, aunque sea durante pocas horas, en el cuerpo de una persona diferente. Al no poder hacerlo, por mucho que la psiquiatría estudie los procesos mentales, entender en su complejidad la mente de un esquizofrénico es casi misión imposible.
Joaquín Argegalet tenía 52 años, una hija que quería con locura y un trabajo en la ONCE como vendedor de cupones. Era sordomudo y cada jornada hacía el mismo desde su hogar en Navas hasta la avenida Madrid, donde desarrollaba su labor. Suponemos que a las 15:20 minutos del 21 de febrero de 2007 Joaquín atendía la llegada del tren como cualquier otro pasajero. Las imágenes de las cámaras de seguridad hielan la sangre. Detrás de él, un hombre alto, más bien delgado, que oculta su faz en una capucha, se mantiene inmóvil, expectante. Cuando el vagón del conductor irrumpe en la estación pasan uno, dos segundos. El encapuchado podía tener trastornos, pero la elección de su víctima hace pensar en algo premeditado. No se conocían. La opción más probable sitúa a David intuyendo que Joaquín tenía alguna discapacidad.
Lo empujó. El tren ocupa casi todo el plano. Se oye un grito. Al instante se apagan las luces. Los usuarios del otro andén se apartan asustados. David corre como un lince. Llegó hasta el exterior del recinto, donde varios ciudadanos lo retuvieron hasta la llegada de los Mossos d’esquadra. Joaquín Argegalet murió como consecuencia de la acción de su asesino: cayó a la vía. El tren lo arroyó. Sufrió múltiples lesiones que le causaron insuficiencia respiratoria.
El crimen del metro no puede enmarcarse dentro de la normalidad de la crónica negra. Cada año suceden desgracias que el servicio metropolitano suele ocultar hasta si le preguntan directamente las estadísticas de decesos en sus instalaciones. Aún así el inconsciente colectivo del barcelonés vive, como todo el mundo occidental, hipnotizado por las imágenes audiovisuales, Biblia moderna que aumenta su poder si muestra un espacio cotidiano como es la ciudad subterránea que usan miles de personas para desarrollar sus actividades. El metro es una casa de todos, donde muchos pies han circulado por el mismo suelo. Mancillarlo con una muerte tan absurda como premeditada es herir la voz común que nos hermana en la ciudadanía.

JORDI COROMINAS I JULIÁN

Ilustración: Nil Bartolozzi

miércoles, 10 de junio de 2009

La base de una montaña y los 50000 quiquiriquis: entrevista loopoética en Com Radio




Hay varias noticias loopoéticas, pero nos gusta el arroz negro con alioli, así que desgranemos culebras.

1) En septiembre y octubre Loopoesia tendrá un buen tute barcelonés que, esperamos, se expandirá por la Península. De momento podemos confirmaros la actuación en el bar La Cigale, extraordinario garito del barrio de Gràcia, del que soy ciudadano adoptivo.

2) El dia 13 actuamos en Rubi en el Ateneu. Seguiremos con Loopoesia 2.0, pero habrá pequeñas y perceptibles novedades. Quien quiera puede vernos a partir de las 21,30 en la Calle Chile n1.

3) Ayer Llucia Ramis nos entrevistó en Com Radio. Los tiempos avanzan que es una barbaridad y el podcast es nuestro amigo: http://blocs.lamalla.cat/bloc/extraradi/post/loopesia


Declaramos nuestro amor eterno a Jean Martin du Bruit y al Anónimo toledano.

sábado, 6 de junio de 2009

Loopoesia en Culturalia



Loopoesia por Jean Martin du Bruit
En menudos jaleos me meto por leer demasiado. En verano de 2008 colaboré por vez primera en la revista digital Calidoscopio (www.panfletocalidoscopio.com) y me llamó la atención el poemario Las nocheviejas del patriarca de Jordi Corominas i Julián, suite lírica de doce composiciones que son una a través de enlaces y su surrealista unidad narrativa, delirio cargado de lógica. Los versos fluyen y el lector se transporta en un viaje onírico donde hay amapolas, epifanías, hombres que con 40 tacos de jamón aún se conservan, amantes abrazados como estatuas de piedra, funerales de morsas, parodias con transexuales a la canción del pirata y un final de civilización y frío industrial.
Ser productor musical y filólogo es muy duro, tengo muchas horas libres y me aburro. Decidí ponerme en contacto con Corominas y dio la casualidad que meditaba musicalizar sus versos al estar obsesionado con la pluralidad de la expresión artística. Al pensar sus poesía en sentido musical, basándose en parte en el concepto de Opera rock y en la cara B de Abbey Road, deseaba montar un espectáculo para traspasar las barreras literarias. Habló con su amigo Neil Higgins y comentaron cómo mezclar melodías con las nocheviejas. Neil jugó con diálogos de películas de Paco Regueiro, ¡Eyaculatio precoz!, y creó loops que se adecuaran conceptualmente al ritmo poético y a las varias temáticas del texto.
Corominas registró su voz y así Neil Higgins pudo hacer que el todo encajara a la perfección. El único problema era que una grabación no puede ser un espectáculo en directo, por lo que decidieron hacer uso de la imaginación y enriquecer aún más su idea con un show poético. Un hombre enmascarado vestido con traje morado y una camisa rosa irrumpiría en el escenario lanzando osos de goma al público. La loopoesía empezaría a sonar y entonces el misterioso personaje iniciaría un proceso de poesía automática, a lo Bob Dylan en Subterranean homesick blues pero escribiéndolo en el acto, que duraría los quince minutos del show. Asimismo estaría acompañado en el palco escénico por una persona que crearía y mezclaría loops al tiempo que modificaría el sonido a través de efectos. Este personaje también iría ataviado con una máscara. Lady Di y Audrey Hepburn formarían parte del proyecto en la espalda de los dos protagonistas, símbolo de protesta ante lo homologado y la banalidad de los símbolos contemporáneos. Todo esto, que a veces las cosas se olvidan, mientras Las nocheviejas del patriarca suenan con los loops del maestro Higgins.


Para leer la parte final del artículo: http://www.revistaculturalia.biz/

miércoles, 3 de junio de 2009

Goya/Clausewitz en Culturalia


Interrelacionando la barbarie: Goya/Clausewitz, paradigmas de la guerra absoluta.
Crisis. Sí, la palabra de moda. Vayamos a la pasarela del descontrol. Nada de eso. Reflexionemos. La humanidad conoce su significado, y pese a que intenta encontrar respuestas se escuda en negativas diatribas que ocultan cualquier atisbo de esperanza al no elaborar contenidos.
Nuestro tiempo necesitaría, aunque desde otra perspectiva, la clarividencia mental de Clausewitz y la agudeza visual de Goya para tomar conciencia del desastre. El libro de Nil Santiáñez, profesor de la Sant Louis University, interrelaciona teoría bélica y artes plásticas, unidas durante las guerras napoleónicas en un intento de enseñar al mundo las repercusiones de un nuevo tipo de conflicto destinado a cambiar la representación de la realidad: la guerra absoluta.
Antes de la irrupción del pequeño gran corso, el arte de Ares tenía un carácter limitado en varios sentidos. Los ejércitos destacaban por su inmovilidad a la espera de la batalla. Esperaban su momento en un territorio claramente circunscrito que no afectaba a los civiles, ajenos al ruido de sables. La revolución francesa y su posterior expansión por el Viejo Mundo, fundamental en sentido espacial y cultural al ser el alba de una hipotética conciencia de unión europea, dieron una dimensión desconocida a lo bélico, que desde entonces englobó a todos los cuerpos sociales. Clausewitz, militar en activo durante la contienda que inspiró sus teorías, vio en la eclosión de lo total el salto de la energía hacia su forma incontrolada. Todo era viable, nada estaba vedado en el escenario fatal de la guerra absoluta. A principios del siglo XIX el mundo se ensanchó de repente. Hombres de países lejanos desarrollaron luchas parecidas que urgían ser reflejadas por una mano certera. Goya cumplió esa función con sus Desastres de la guerra, grabados que con crueldad real y genial ironía dibujaban un universo desconocido, casi prohibido en su, y eso es lo peor, humana perversión. Una sus obras se titula No se puede mirar. Unos fusiles sin propietario apuntan al pueblo. La era que se abre es inaudita y ha despertado los peores instintos. La pesadilla terráquea se expresa con cuerpos deformes, miembros mutilados y extrañas composiciones de horror, tristeza y raciocinio, pues al pintar con tal desgarro anímico el artista de Fuendetodos mostraba hechos no pensados, imposibilidades que dejaron de serlo de la noche a la mañana.


Para leer la parte final: http://www.revistaculturalia.biz/

lunes, 1 de junio de 2009

Hombres disfrazados en Revista de Letras


Hombres disfrazados: Surrealismo laboral en el siglo XXI
Por Jordi Corominas i Julián | Portada | 27.05.09


A los siete años de edad descubrí que los reyes son los padres. Ese trauma fue decisivo. No era heredero al trono de España y Baltasar era el progenitor de mi mejor amigo. Siempre recordaré, ya entonces me parecía de lo más absurdo, el momento en que me senté en su falda, sabiendo que mi carta no tenía ningún valor. No podía confiar en un adulto disfrazado y embetunado para engañar a los niños. Lo único bueno fue que nunca más volví a levantarme a las cuatro de la mañana obsesionado por ver si se colaban en casa tres tipos anacrónicos. Los calcetines a la lavadora y los regalos por la mañana.

La siguiente visión importante sobre el tema que nos concierne acaeció y apareció en el lejano Sant Jordi de 1993. Iba por la Rambla. Se acercaron unos individuos de ojos rasgados y ropajes naranjas. Hare Krishna, hare krishna. Su vestimenta era de lujo, encomiables modernos de prédica e India. Túnica sin mangas, cabeza rapada. En esos tiempos aún iba en pantalón corto y no sabía nada de los skinheads, deleznables ideólogos del travestismo político, calvos con esvásticas, cerebros huecos. Calimocho y donetes. Los especimenes con pinta oriental me invitaron a cenar, y para convencerme me contaron historias sobre lo bien que se lo pasaban. Lo típico. Lo comenté en casa y no me dejaron ir al palacio encantado de cánticos con especias. Nunca te fíes de los hombres disfrazados.

Al año siguiente me quedé sólo y me aburría como una ostra. ¿La notte porta consiglio? Opté por la gran aventura de recorrer toda Barcelona de pies a cabeza, del Guinardó al Puerto Olímpico. La Rambla aún era como en la canción de Quimi Portet. Lo que me hacía reír en la tele me dio vértigo en la realidad. Siempre he sido muy curioso, pero en esa ocasión traspasé la frontera adecuada para mi edad. En la boca del metro Drassanes quise notar el fuego fatuo del Barrio Chino y di con un extraño personaje con pantalones de pitillo, una camiseta rojiblanca que remarcaba sus bracitos y un leve bigote rubio a juego con su melena, teñida y rizada. Me dijo algo de dos mil pesetas. Su voz masculina y cierto toque camionero revelaron su identidad. Corrí hacia Colón y el hombre vestido de mujer desapareció con la vista pegada al callejón inaugural de la demencia.

Pasaron cinco primaveras. Aún era un pardillo, pardillo y universitario. Tuve la suerte de irme un par de años a Roma, experiencia que sin duda me ayudó a entender mejor el fenómeno del trucaje. En el Coliseo varios jóvenes se lo pasaban en grande con su pertinaz asqueo al turista. Iban vestidos de legionarios, alzaban el brazo alegremente y fumaban como carreteros. El ayuntamiento capitolino decidió legalizar su situación. Quien quisiese emular a los soldados de la Ciudad Eterna tendría que opositar para ganarse tan codiciada plaza. El cambio se ha notado. El número de cohortes ha disminuido y un centurión con barba aterroriza a los caballos de Piazza di Spagna mientras su joven cadete agobia a las guapas inglesas que tiran la monedita de rigor en la Fontana di Trevi. La gloria del Imperio se difuminó con la muerte del peplum. La broma más usual entre las acosadas extranjeras es comparar a esos funcionarios municipales con actores porno de cuatro duros.

En Roma vive el Papa. ¿No lo sabían? La prensa dice que reside en el Vaticano, aunque su nombre es el favorito en los cotilleos de muchos habitantes de la Urbe. Es lo que tiene padecer sotanas durante casi dos milenios. Los italianos, pueblo que no vota a Berlusconi, creen que el Vicario de Cristo es uno de los principales culpables de su retraso histórico, conformismo de me da igual y buena publicidad de comunismo y sentimiento. Tendrían que avergonzarse por caer en la red de un viejo disfrazado, pues eso, y no otra cosa, es el máximo dignatario del catolicismo, un anciano con muy buenos cuidados médicos que no tiene pudor alguno en cachondearse de los demás por la ropa que lleva. El caso más flagrante es el de Ratzinger, adicto a la moda que, víctima de la emoción, dejó ver bajo su casulla un jersey negro de existencialista francés de los sesenta. ¿Se lo imaginan en el cónclave con su pipa y gafas a lo Sartre? Si fuera Papa saldría a la calle vestido de paisano, prescindiría de las boutiques religiosas de Via dei Cestari e iría a dar un paseo normal, aventura imposible para Juan Pablo II, al que, o eso dicen, quería todo el mundo. Cuando lo vi por vez primera comprendí la trascendencia de su atavío, pasaporte para aplausos y veneración de rockstar hacia un polaco a una cámara pegado que, a diferencia del pastor alemán, cargaba el báculo de San Pedro con extrema dificultad, angustiado y angustiante por su paso de tortuga, grandeza prefabricada, crueldad vendida a la rica humildad.

tro Papa global es Santa Claus, cuya indumentaria indica unos presupuestos estéticos de alta costura, prendas pensadas para blancas barbas lapónicas. Sin embargo, de todos es sabido que cuando llega la Navidad muchos adultos en el paro aceptan trabajar durante dos semanas para ingresar dinero en la cuenta bancaria y sobrevivir. No creemos que nadie quiera ser Papá Noel por vocación o amor al arte. Es un empleo de desesperación que contrasta con la efímera y lujuriosa alegría del consumidor, cargado de paquetes y con la tarjeta a buen recaudo en el monedero. Quien compra tiene el don de sentirse alguien al adquirir un objeto específico de su gusto, la fuerza de la falsa diferencia, y por eso supongo que el pobre y pacotillero amo del trineo con renos sufre en silencio, no las hemorroides, sino las burlas de engreídos, borrachos, adolescentes, dependientes, azafatas, vagabundos, chascarrillos, conductores y amas de casa. ¿Papá, has visto a ese señor? El padre se ríe, le pasa como a servidor con el rey negro pero con la ventaja de tener el cerebro más desarrollado. Su amigo Eugenio es el gordo del traje navideño, ambos se han reconocido y callan pese a que la risa luche por salir a la superficie. Risa y llanto unidos por el disfraz. ¿Creemos lograr algo con todos estos travestismos durante la conmemoración del navideño nacimiento de Cristo? Es como esa expresión tan manida en el fútbol. Me sabe mal que Ronaldinho no exhiba su nivel de antaño. ¿Qué dirán los niños de su actitud? ¿No es ése el tío Manolo? ¿Qué hace con esas pintas? Vámonos. ¿Qué dirían los niños?

Una máxima pedagógica para mejorar la inteligencia infantil reza que conviene hablar a los pequeños como si fueran adultos. Eso de las vocecitas es una bobada. Cuando crecemos caemos en la misma trampa. Me horrorizo cuando veo chicas vestidas de conejito con esas orejeras que no excitan ni a un burro, y menos a las cuatro de la tarde. Bien es sabido que el sexo masculino tiene tendencia a rebajar su criterio a medida que el reloj marca sus horas, lo que no es óbice para creer que la pompa y varios símbolos, el ritual cotidiano se extinguió con la televisión, logren algún efecto, como tampoco es muy comprensible observar las interminables estatuas parlantes de la Rambla, humanos que se mueven cuando dejas caer una moneda en su cofre del tesoro. Hace años uno de esos artistas, que necesitan licencia municipal para ejercer su espectáculo, iba de guerrero troyano. El hombre de la Ilíada se balanceaba en su pedestal cuando oía el ruido mágico. Pobre héroe. Exceso de peso en los hombros, visibilidad limitada en el rostro. Aun así esta actividad, emblema barcelonés, debe reportar alguna que otra satisfacción personal, recompensa económica acrecentada por aplausos y rostros estupefactos, como el mío cuando fui a por un taxi y vi a un amigo que aguantaba una enorme cabeza de loro. Pueden imaginarse el resto. El bueno de Xavi necesitaba un sueldo para pagarse la carrera y aceptó la oferta de una escuela de idiomas que para atraer clientes decidió usar su mascota como reclamo. Durante quince minutos lo acompañé en su ruta. Caminamos por el centro y todos nos miraban. Nunca más circulé con un papagayo al lado, sólo puedo asegurarles que es una buena actividad para medir el grado de estupidez humana o, seamos contradictorios, la maravilla de vivir en este planeta. La gente lo abrazaba sin motivo aparente y lo mimaba cual ídolo pagano, semidiós de lo surrealista, recuerden, exceso de realidad. El loro no repetía vocablos y remató la función con una frase lapidaria: lo mejor de esto es que cuando soy yo paso desapercibido. Nadie me hace ni puto caso, pero si voy de loro me quieren. Al loro.


Foto: Jordi Corominas i Julián
http://www.revistadeletras.net/hombres-disfrazados-surrealismo-laboral-en-el-siglo-xxi/