lunes, 30 de noviembre de 2009

Martes 1 de diciembre, La asesina de ancianas en La Hora L de Radio Barcelona-Cadena SER


En julio de 2006 estaba pasando el verano en Roma entre fútbol,ocio y la preparación de mi tesis doctoral. Cada mañana consultaba los periódicos en internet para informarme un poco de lo que sucedía en España. Rafa Nadal perdió su primera final de Wimbledon, el pelotazo inmobiliario continuaba su senda de falsedad y muchos empezaban sus vacaciones. Abrí la sección local de El periódico y comprobé con estupor que en Barcelona acababan de detener a Remedios Sánchez, quien desde ese preciso instante pasó a ser conocida como la asesina de ancianas.

El martes 1 hablaremos de su caso a partir de la una y seis minutos en mi sección criminal de La Hora-L en Radio Barcelona-Cadena SER.


Crímenes en La Hora-L

Cada martes a partir de las 13.06 minutos

Radio Barcelona-Cadena SER

96.9 FM
666 AM

domingo, 29 de noviembre de 2009

La foto de Agustí Centelles y el pavimento


Hacía ya mucho que no colgaba uno de estos posts anecdóticos consistentes en hablar de mi ciudad natal. La noticia de la compra del Archivo Centelles por parte del gobierno español ha resucitado por una sola jornada, es el signo de los tiempos, la imagen que ilustra mi reflexión de hoy. La foto es histórica e inmortal. La desaparecida clase obrera inconformista luchando en las calles de Barcelona el 19 de julio de 1936. Caballos como barricadas, fusiles contra el fascismo en defensa de la añorada República...conozco la instántanea, la amo, pero nunca antes centré mi atención en un detalle cotidiano que piso siempre que salgo a la calle. Las baldosas del pavimento barcelonés en esas trágicas horas son las mismas que nuestros pies acarician o destrozan en 2009. Su símbolo, su silencio, es el testigo mudo de un cambio horrible. El telediario de la primera en su sección histórica recordaba la labor del infausto TOP, el tribunal de orden público franquista, y sus sentencias carcelarias por repartir panfletos. Tancredi sigue teniendo razón: hará cosa de un par de años dos jóvenes fueron multados por BCN, muy diferente a Barcelona, al colgar carteles. Los uniformes son sutiles herramientas de distracción. Las corbatas públicas son baches para el normal desarrollo de la libertad del ciudadano por mucho que el Ayuntamiento se venda con eficaces campañas publicitarias. Las baldosas observan. Y nosotros sufrimos la ley.

¡Visc(a) Barcelona!


Quien escribe agradecería, es domingo y pienso más en el Barça que en otra cosa, si alguien le proporciona la fecha exacta en que esas baldosas empezaron a cubrir el empedrado barcelonés.

John Lennon, la dura vida de un genial inseguro en Revista de Letras



John Lennon, la dura vida de un genial inseguro Por Jordi Corominas i Julián


Mother, you had me but I never had you
I wanted you but you didn’t want me
So I got to tell you
Goodbye goodbye


(John Lennon, Mother)

“En mi vida solo he tenido dos amigos: Yoko y Paul”

(John Lennon respondiendo a una pregunta sobre la amistad)

Murió Aquiles e inauguró una espiral de héroes fallecidos prematuramente. Alejandro, Cleopatra, Jesucristo, Juliano el Apóstata. El club de los 33 de la Historia. El siglo XIX reinventó el mito y le dio visos más artísticos. Poetas, músicos y pintores accedieron al panteón de los sueños rotos antes de tiempo. La pasada centuria modificó, un mero trasvase léxico, la fórmula y de James Dean pasó a las estrellas del rock. Cinco malditos con 27. Jimmi Hendrix, Joplin, Brian Jones, Jim Morrison, Curt Cobain. Para John Lennon la otra vida empezó a los cuarenta. Su asesinato le convirtió en santo por rebeldía y arrojo. Los pecados de antaño se convirtieron en milagros engendrados porque la explotación póstuma de su figura transformó su ser en un modelo contracultural fácilmente aceptable en la normalidad, orgullosa de tenerle en su mausoleo legendario, feliz por adorar a un chico a la defensiva que mediante la acción derrotó inseguridades y complejos que a tantos atenazan y destruyen.

La relación bibliográfica de Philip Norman con el autoproclamado Working class hero empezó en 1981, año de la publicación de Shout!, biografía beatle que en nada puede ser definitiva. El Renacimiento pop de los noventa ha dado muchos libros–desde Revolution in the head de Ian MacDonald, hasta Here, there and everywhere de Geoff Emerick–mejor informados y documentados sobre las vicisitudes musicales y personales del cuarteto que revolucionó la cultura popular. Veintisiete años después de su primera incursión en el universo fab, Norman vuelve al tema con la legítima aspiración de mejorar otras semblanzas sobre Lennon, desfasadas por el transcurrir de las décadas u olvidadas por innecesarios partidismos. Sin duda, su aportación es sublime, si bien quizá tenga el defecto de centrarse demasiado en los sesenta para luego apuntar datos muy interesantes que no acaban de concretarse, y ello en parte es culpa del desajuste existente entre las partes. Al igual que hicieron Hunter Davies en el pionero The Beatles, publicado en 1968, y Barry Miles en Many years from now, el autor del volumen dedica una extensa introducción a la infancia y adolescencia para que el lector pueda entender como una ciudad medio en ruinas del norte de Inglaterra pudo generar tamaña energía y traspasarla a todo el Planeta. En este sentido, el niño que nace el 9 de octubre de 1940 empieza a caminar con múltiples obstáculos en su horizonte. La Segunda Guerra Mundial y el trabajo de su padre dividirán irremisiblemente el núcleo familiar. Freddie por los mares de cinco continentes. Julia en las pistas de bailes con soldados y marineros. El retorno del progenitor será una tragedia de elección y penuria, un tira de afloja entre Nueva Zelanda y su patria chica. John elegirá una figura materna poco protectora, con la que establecerá una relación especial sin compartir techo. Entre las cuatro paredes de Mendips, la casa de Menlove Avenue, la tía Mimi ejercerá la función de educadora del pequeño, instruido para comportarse correctamente en sociedad y hablar sin el enrevesado e incomprensible acento scousse. La disciplina y los buenos modales serán otro acicate para que el desdichado jovencito se transforme al salir del hogar para vagar en bicicleta durante horas por los campos cercanos, donde los días entre amigos adquieren una textura similar a la de las correrías de Guillermo y su pandilla, nostalgia de parajes desprovistos de televisión y tecnologia. El grupo y la necesidad de un compinche esencial marcarán su existencia.



Al ingresar en la pubertad, Lennon cosecha fracasos en la escuela y descubrimientos de suma importancia que coinciden cronológicamente con el desvanecerse del sopor de la posguerra y la aparición de emblemas inolvidables que alterarán el ritmo de toda una generación. Brigitte Bardot es mencionada en las masturbaciones grupales y modelará el prototipo femenino que guste a John hasta 1968. Elvis será otra cosa, una epifanía con voz de oro que le impulsará a la esfera musical. Nada fue lo mismo después de Heartbreak Hotel. Adoptará, para desesperación de su tía, la estética Teddy Boy– tupé, pantalones ajustados, botas de punta– y pedirá a su madre que le enseñé a tocar algunos acordes de guitarra con su banjo. La experiencia resultará fructífera y le llevará a fundar The Quarrymen, grupo skiffle donde ejercerá de líder con desparpajo, divirtiéndose a la espera de progresar y emular a sus ídolos norteamericanos, feliz por poder actuar en público, reivindicarse y exhibir su humor goon al respetable. El domingo seis de julio de 1957 les contrataron en la fiesta de la iglesia parroquial de Woolton. Cerca de la tumba de Eleanor Rugby acaeció un choque cósmico que parte la biografía en dos partes y exige modificar el tono de este articulo para que lo explicado pueda ser comprensible sin dimensiones enciclopédicas.

Lennon-McCartney: Jugo de limón y aceite virgen en la genialidad

“John tenía un montón de cosas de las que protegerse y eso conformó su personalidad; era una persona muy a la defensiva. Creo que eso producía un equilibrio entre los: John era caústico y punzante por necesidad y, debajo de eso, era una persona completamente afectuosa cuando le conocías bien. Yo era lo contrario: de trato fácil, cordial, no necesitaba ser caústico ni mordaz ni ácido, pero si hacía falta podía ser duro. Aquella asociación, aquella mezcla, era increíble. Ambos teníamos cualidades sumergidas que los dos conocíamos y veíamos. Nunca hubiéramos podido aguantarnos tanto tiempo si hubiéramos tenido sólo una dimensión”.

(Paul McCartney, Many years from now)

“Podríamos mandar nuestras figuras de cera y las masas quedarían satisfechas. Los conciertos de The Beatles ya no tienen nada que ver con la música. No son más que putos ritos tribales”.

(John Lennon)



La colisión positiva de esos dos colosos es, sin temor a exagerar, uno de los acontecimientos más trascendentes de la segunda mitad del siglo XX. Ivan Vaughan fue el enlace que les catapultó a una amistad de contrastes que se complementaba y terminó por reforzarse por la muerte de sus dos madres. Paul la perdió en 1956 a consecuencia de un cáncer de mama y John casi vio con sus propios ojos como en julio de 1958 un policía borracho atropelló a Julia, con la que tuvo fantasías eróticas, al lado de Mendips. Esa ausencia compartida cimentó su vínculo y fue un aguijón de camaradería y competitividad. En esa época las estrellas tenían sus propios compositores. Los dos chavales escribían sus letras sin saber que haciéndolo transformaban la tradición. Se reunían en casa de Paul, Mimi no quería que John se relacionara con adolescentes de estatus sociales inferiores, y experimentaban guitarra en mano. La meticulosidad de McCartney profesionalizó la actitud escénica de la banda y Lennon lo agradeció adoptando su papel histriónico, explotado en Hamburgo hasta constituirse en un precedente de actitud punk, con sus saludos nazis en directo, imitaciones de retrasados mentales e insultos a los alemanes por haber bombardeado Liverpool. Si Paul, por versatilidad musical, captaba cualquier melodía que le pusieran delante, John se pavoneaba de ser un rocker puro. La diplomacia enlazada con la provocación en mentes siamesas, conectadas por sinapsis irrepetibles. Viajaron a Paris y se dejaron flequillo. Durante los años previos a la firma de su contrato con EMI, ambos plantaron la semilla del éxito, donde no hubieran llegado sin un sinfín de nombres y casualidades. El autobús 86 y un tal George Harrison fanático de la guitarra. El hermanito pequeño fue el tercer hombre, objeto de burlas por parte de los mayores, que le respetaban por sus dedos habilidosos y un admirable tesón por superarse. Pete Best fue un remiendo de zapato arreglado definitivamente cuando George Martin les abrió la puerta de EMI después del rechazo, el día de año nuevo de 1962, por parte de Decca. Ese contacto no hubiese sido posible sin la prestancia de Brian Epstein, manager de the Beatles y soporte básico para la estabilidad emocional de Lennon, huérfano perpetuo que halló en antiguo responsable de NEMS un apoyo a prueba de bombas. El círculo se cerró con Ringo, el batería que se contentaba con marcar el ritmo, ¡pero de que manera!, y poner paz cuando los egos se hinchaban hasta el infinito. Su opinión, porque no se andaba con chorradas, era la que más contaba para John.



Hasta 1967 Lennon y McCartney compusieron juntos gran parte de los temas que dieron la fama a The Beatles. Nuestro protagonista ejerció de líder en una formación sin alguien que sobresaliera por encima de los demás, un grupo donde los cuatro cantaban y dos se imponían por vigor y genialidad. El protagonista de la biografía de Norman era el iconoclasta, con su gorra a lo Lenin y sus declaraciones, un hombre que, mientras se sumergía en la pesadilla de ser un símbolo global ocultaba su matrimonio con Cynthia para no perjudicar intereses comerciales, un hombre que cuando todos le veneraban pedía socorro en una célebre canción que la mayoría interpretó como otro himno festivo. The Beatles fueron la punta de lanza de esa alegría típica de los sesenta, renovación estética e innovación formal. Letras como poemas. Yeah yeah yeah. Feedback de la nada. Chicas desgañitándose. La apoteosis inglesa de 1963 alcanzó una dimensión superior en Estados Unidos. La muerte de Kennedy y la urgencia del retorno de la sonrisa propiciaron un recibimiento más que multitudinario refrendado por su show en directo en el programa de Ed Sullivan, cuando 73 millones de telespectadores fijaron su mirada en esos ingleses deslenguados, simpáticos y talentosos. Bob Dylan y la marihuana en una habitación de hotel. El triunfo al otro lado del charco incrementó el ya de por si cargado ritmo laboral del cuarteto. Giras y más giras. Gritos ensordecedores que no les dejaban escuchar su propia música. Lennon se sintió encarcelado en un cárcel dorada, sujeto a un modelo de comportamiento que le disgustaba porque le cortaba sus alas de libertad, todo ello en su apogeo creativo, cuando componía más canciones que McCartney y aún era contemplado por los demás como el admirable John, el que bebía cerveza cuando ellos debían conformarse con leche y coca-cola.

1965 rompió las cadenas. En una visita a un amigo dentista tomó, junto a George Harrison, LSD y expandió su mente. Quemó mil barreras y cruzó un límite peligroso. Sus letras se despojaron de tanto amor y adquirieron matices poéticos. Rubber Soul ya le ve, ¡con 25 años!, como un lírico de excepción capaz de escribir letras como Norwegian Wood, con la dulzura cínica y letal de su canto, o In my life, composición madura que contrasta con chiquilladas machistas como Run for your life, agresiva con la mujer y síntoma musical de su malestar conyugal. Mientras Paul vivía en Londres, el y los demás se alejaron de la capital para vivir en lujosas residencias en cansinas urbanizaciones. Mientras McCartney, visitaba galerías y se introducía en las vanguardias, dando rienda suelta a su imaginación en el estudio e inventando el loop en Tomorrow never knows, Lennon consumía televisión y ácidos sin perder su enorme chispa corrosiva plagada de inteligencia. Las tornas iban virando sin que se diera cuenta, sumergido como estaba en su galaxia de drogas e insatisfacción. La encrucijada llegó el 29 de agosto de 1966, semanas después de la polémica sobre Jesucristo y la andanada extremista de la América conservadora. The Beatles dejaron los conciertos en directo y se tomaron una pausa.




El derrumbe y Yoko Ono


“That wedding bells are breaking up that old gang of mine.”

(Gene Vincent & his blue caps)

I need a fix ’cause I’m going down
Down to the bits that I left uptown
I need a fix cause I’m going down

( John Lennon, Happiness is a warm gun)

Ringo siguió siendo Ringo, George se fue a la India, Paul compuso una banda sonora y John aceptó una oferta para rodar una película en Almería. De su periplo español trajo Strawberry Fields, donde nada es real, y una última tranquilidad de espíritu. A finales de 1966 conoció a una artista fluxus, Yoko Ono. Visto y no visto. El cenit estaba a la vuelta de la esquina. Durante seis meses, Lennon y McCartney acapararon todo el protagonismo en el estudio. Harrison se conformó con una canción hindú y algún que otro solo de guitarra. Ringo aprendió a jugar al ajedrez con los roadies. Paul y John coparon el vendaval del Pepper, álbum que, desde una idea conceptual frustrada, abarca un falso grupo, letras psicodélicas, coros de una hermosura inigualable y un final enlazado apoteósico que recibe colofón con A day in the life, estallido de la compenetración entre dos amigos poniendo toda la carne en el asador. Su popularidad sufrió un vuelco, y de ser los músicos más amados pasaron a ser considerados estandartes, iluminados con un don casi sobrenatural.

El verano del amor, All you need is love, fue el sol de la muerte. El adiós de Brian Epstein, víctima de una sobredosis, precipitó lo impensable. Los chicos se quedaron solos en el barco. McCartney se erigió en líder organizativo y director musical del conjunto. Cargó a la banda con su descomunal hiperactividad, propuso rodar el Magical Mistery Tour y asumió toda la responsabilidad para que la nave llegara siempre a buen puerto sin bajar el pistón. Lennon, disminuido por sus adicciones y debilidades, aceptó, cabizbajo. La estancia espiritual en la India fue un último instante armónico previo a la triste batalla. La paz del ashram, alud de nuevas composiciones, se clausuró con un malentendido y un retorno en avión hacia Inglaterra donde confesó a su mujer la mayor parte de sus centenares de infidelidades entre camerinos, prostíbulos, clubs e impolutas habitaciones. Fue a Nueva York con su siamés a lanzar Apple y lo vio acaramelado con una americana, Linda Eastman.

Yoko Ono no se había ido de su existencia. Se habían visto ocasionalmente y se carteaban con frecuencia. En mayo de 1968 la artista japonesa visitó a John una noche, grabaron sonidos, el futuro y polémico por su portada Two virgins, e hicieron el amor al despuntar el alba. Ono sacudió su pasividad, confiriéndole una imagen activista y un tono netamente individualista, separado de sus compañeros. Para remarcar su metamorfosis se dejaba fotografiar con su musa, plantaba bellotas de la paz, vestía de blanco y hasta la llevaba al templo sagrado de Abbey Road, donde nunca antes una mujer beatle había puesto los pies, y lo que es peor, se atrevía a opinar sobre cómo tocaban los chicos. El 13 de octubre fundió a su madre con Yoko, ocean’s child, en la canción Julia. Beatledammerung. The White Album como suma agria de las partes en cuatro vinilos. Crecieron las fricciones, hubo varios conatos de abandono. Paul y sus ideas. Un documental que mostrara al grupo trabajando en un nuevo álbum que presentarían en un concierto. Get Back se transformó, un año después, en Let it Be.

Uno mandón e incansable, el otro heroinómano, irascible y obsesionado con su pareja, de la que no se separaba, y así fue hasta 1973, ni para ir al baño. Discusiones, luchas económicas por acciones y la elección de un nuevo manager. Y siempre, absolutamente siempre, su extensión siamesa, con Paul casándose el 12 de marzo de 1969 en Londres y John emulándole una semana después en Gibraltar. Bed in. Give peace a chance. The Ballad of John and Yoko como resumen musical registrado en una sesión donde sólo participaron ambos. Aun quedó Abbey Road, áureo regalo de despedida con una cara final donde esos señores, Lennon y McCartney, mezclan sus composiciones en un medley épico de 8 canciones y un suspiro a su majestad. And in the end, the love you take, its equal to the love you make. El veinte de septiembre John anunció en privado a sus compañeros que dejaba el grupo. I want the divorce.The dream is over.



Happiness is a warm gun: Una década a investigar


La noticia se mantuvo en secreto hasta el diez de abril de 1970, cuando un deprimido e iracundo Paul McCartney publicó su primer LP en solitario con una entrevista adjunta en que corroboraba la ruptura. La nueva década ve un Lennon politizado que sigue con su calvario personal. Su preponderancia al abordar asuntos que traspasaban la esfera musical le acarreó complicaciones, minucias si las comparamos con su sufrimiento por culpa de la heroína. Alaridos balsámicos. Terapia Janov compartida con Yoko que a nivel creativo engendró John Lennon-Plastic Ono Band, su mejor disco como solista, un exorcismo de confesiones de un hombre en continuo estado cambiante. En 1971 emigra a los Estados Unidos de América y prosigue su incesante agitación de protesta, actitud que contrasta con la salida al mercado de su disco más comercial y soft, Imagine. Sus esfuerzos se centran en obtener la carta verde que le permita anclarse en el Nuevo Mundo sin temor a ser deportado. Da la sensación, y así lo transmiten las páginas escritas por Norman, que ese período es como una válvula de escape para expulsar fantasmas del pasado y proyectar una personalidad radical que concuerde con la ruptura, que aporte una credibilidad al sujeto vigilado por el FBI hasta el estallido del Watergate.

La suerte, pese al sufrimiento interior, le sonríe. En 1973 algo se quiebra y la indestructible unión John Yoko padece una crisis. Escasea el deseo sexual y hay muchas mujeres disponibles. Pactan una pausa que se conoce como el Lost Weekend, cuando Lennon se fue durante año y medio a Los Ángeles, con frecuentes retornos a Nueva York, para emborracharse con Harry Nilsson, Ringo Starr y Keith Moon, además de ser expulsado de clubes, tenérselas con Phil Spector, reencontrarse con Paul McCartney, colaborar con Bowie y Elton John y finalmente reconciliarse con Yoko Ono en el Madison Square Garden.

Ninguna biografía sirve para comprender en su totalidad los últimos cinco años de la vida de John Lennon. Norman afirma tener dudas sobre las informaciones, contenidas en Nowhere Man de Robert Rossen, que retratan al genio de Liverpool como un hombre insano, maniático de la numerología y resentido por el éxito planetario de su otrora socio. Más creíble, aunque demasiado buenista, es la imagen del amo de casa, contento por ejercer de padre, amasar pan y dejar que su mujer, convertida por arte de birlibirloque en una ejecutiva agresiva, se encargue de los negocios. Habrá un término medio, una vía alternativa. Quizá me equivoque y una de las suposiciones atine más que la otra. Sabemos que durante un lustro se retiró y disfrutó con lo básico. En 1980 regresó a las portadas. Double Fantasy fue acogido con reservas y se coló en las listas de manera discreta. El 8 de diciembre de 1980 John Lennon volvía al edificio Dakota después de una jornada en el estudio de grabación. Mark David Chapman, un chalado con El guardian entre el centeno de Salinger como Biblia a quien horas antes había autografiado su último LP, le disparó seis tiros. Murió en un coche patrulla de la policía, camino del hospital. El mundo entero cantó sus canciones y guardó diez minutos de silencio para homenajearle. El poeta amante del surrealismo en los sesenta, el concienciado treintañero de los setenta desaparecía dejando un denso legado. Algunos literatos aun se rasgan las vestiduras si se equiparan ciertas composiciones pop a poesías o novelas, pero tienen que aceptar que muchas canciones ejercen desde su calidad lírica, y no sólo hablamos de John, una potencia imparable. El problema es que nuestros tiempos de marketing por doquier practican severas y vomitivas manipulaciones. Lo artístico queda relegado. Lennon y el Che no distan mucho. La música se ha ido a otra parte. Detesto las camisetas.

PS: El libro destaca entre otras cosas por su precisión. En más de ochocientas páginas sólo hay dos errores de bulto. La grabación de la parte orquestal de A day in the life, fue el 10 de febrero de 1967, no el 10 de marzo. Julia, canción mencionada en este artículo, no dura 33 segundos, sino 2 minutos y 54 segundos.


John Lennon. Philip Norman
Traducción de Fernando González Carugedo
Anagrama (Barcelona, 2009)




http://www.revistadeletras.net/john-lennon-la-dura-vida-de-un-genial-inseguro/

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Alicia en Westminster en Revista de Letras


Alicia en Westminster por Jordi Corominas i Julián

Un buen día de julio de 1862 Alice Lidell se quedó prendada por la historia que le contó en un bote de remos su amigo Lewis Carroll. El polifacético matemático decidió transcribirla a instancias de la pequeña y de este modo regaló a muchos el maravilloso contagio del país de las maravillas con sus orugas y sus sombreros locos de feliz no cumpleaños. El mejor fotógrafo infantil del siglo XIX completó la saga con Alice trough the looking glass, obra más compleja que aun así logró expandir la leyenda de ese universo surrealista que sigue encandilándonos por su ingenio, válido instrumento alegórico que retrata la realidad desde su delirante hilaridad.

A finales de esa centuria Inglaterra, con permiso de Alemania, dominaba el panorama mundial e intentaba aprovechar cualquier oportunidad para ampliar los dominios de la sempiterna Reina Victoria. El descubrimiento de las minas de oro del Transvaal, la mayor reserva aurífera del Planeta, despertó el interés británico por poseer ese tesoro en territorio de dos repúblicas neerlandesas del sur de África. La mejor solución para obtenerlo era invadir esas posesiones, y en octubre de 1899 la pérfida Albión activó su maquinaria bélica. La segunda guerra de los bóers duró hasta 1902 y supuso un duro correctivo para el Imperio, tanto por las dificultades militares como por los métodos empleados en pos de la victoria, incluyendo, en la estela de los españoles en Cuba, el uso de campos de concentración, donde fallecieron miles de prisioneros enemigos.

La gestión de la contienda provocó duras reprimendas por parte de la naciente prensa moderna, hastiada por los tejemanejes de Westminster, parlamento dividido y en crisis ante la avalancha de calamidades que se cernieron sobre el país durante aquellos años, entre las que cabe mencionar la muerte de la Monarca, el problema irlandés, el fuerte alcoholismo, la extrema miseria del East End londinense y la desunión de la clase política, dominada a nivel electoral por la coalición del partido Conservador con los unionistas liberales. Este gobierno manejó con escasa habilidad la situación en Sudáfrica. Los obsoletos métodos militares y la pésima logística provocaron que durante la primera fase del conflicto las tropas enviadas al continente negro sufrieran severos varapalos por su nula movilidad. Esos y otros reproches inundaron los rotativos de la época, donde empezó a sobresalir Saki con varios artículos de sátira política inspirados en Alice in wonderland. Tales textos se acompañaban de las ilustraciones, claramente deudoras de las de Sir John Tenniel, de Francis C. Gould, que recreaban a las más altas personalidades parlamentarias como si fueran personajes de la famosa novela.

Después de publicar en 2005 los cuentos completos de Saki, Alpha Decay completa el ciclo editando Alicia en Westminster. Aviso para navegantes. Si quieren entender el contenido les recomiendo empezar por el final y leer con detenimiento las notas de Juan Gabriel López Guix, de otro modo corren el riesgo de perderse en un marasmo incomprensible para un español, aunque quizá también para un inglés o un coreano, de 2009. Los artículos, como corresponde a la sátira de actualidad, son muy específicos y ridiculizan la necedad e ineptitud de los dirigentes ingleses. Alicia circula por varios lugares emblemáticos del poder donde formula preguntas e intenta averiguar los entresijos mentales de los personajes que los pueblan. La experiencia la desmoraliza porque a cada paso que da sólo halla vagas respuestas que confirman la nulidad de los mandamases, obcecados en tácticas pasadas y rencillas que son incapaces de resolver. Su visita a Pall Mall, sede del Ministerio de Guerra, ridiculiza a Henry Petty-Fitzmaurice, encarnado en el caballero blanco que lee un obsoleto libro de referencia sobre grandes batallas de la historia y habla francés porque cuando se escribieron los ingeniosos ataques era la punta de lanza del Foreign Office. Otros políticos vilipendiados con astucia son el arzobispo de Canterbury, presentado en las ilustraciones bajo los rasgos de la duquesa, los jefes liberales en perpetuo conflicto, el ministro para las colonias Joseph Chamberlain como la Reina Roja, Arthur Balfour convertido en la Reina Blanca o el excéntrico liberal Rosebery, flamenco perdido que en otra de las sátiras se metamorfosea en el Rey Rojo.



El valor del volumen, editado por vez primera en 1902, reside en ser una rareza bibliográfica que adquiere estatura mediante las ilustraciones de Gould, que a buen seguro harán las delicias de los incondicionales de la niña rubia y despistada. Sin embargo, lo lejano del contexto en que se enmarcan los artículos puede ser un obstáculo para quien lo adquiera pensando desde una perspectiva basada en el mito del emblemático personaje. Tendríamos que inventar la máquina del tiempo y trasladarnos al período en que se escribió el libro para disfrutarlo en toda su plenitud, algo que quizá se lograría si en vez de una edición íntegramente en castellano se hubiese realizado una bilingüe que permitiera captar los matices irónicos y los juegos de palabras de Saki, que en la estupenda traducción española no pueden captarse por las lógicas diferencias lingüísticas y de construcción gramatical, siempre consideré el inglés como más veloz que el castellano, que existen entre ambos idiomas.

Por otra parte Alice in Westminster invita a reflexionar sobre una cuestión que a muchos les parecerá estéril. ¿Quién es el verdadero sucesor de Carroll? Nadie debería escandalizarse si otorgamos tan valioso cetro a John Lennon. Sus libros In his own write y A spaniard in the works tienen la impronta del profesor de Oxford adaptada a la contemporaneidad de un joven inglés que acrecienta estos rasgos en canciones como I am the Walrus, verdadera joya carrolliana imposible de superar al plantearse el lenguaje como un reto repleto de innovación y crítica generada desde el léxico. Saki no puede ser tan rupturista porque se ciñe a seguir el modelo del maestro sin querer trascenderlo, adaptándolo a la sátira para obtener resultados inmediatos que al cabo de cien años adolecen de fuerza y sólo resisten al cobijarse en el seguro manto protector de Alicia.

http://www.revistadeletras.net/alicia-en-westminster-de-saki/

martes, 24 de noviembre de 2009

Historias de Belkin de Alexander Pushkin en Revista de Letras



A las puertas de la modernidad: Historias de Belkin de Alexander Pushkin por Jordi Corominas i Julián

“¿Puede alguien determinar con precisión qué piensa una joven dama de diecisiete años sola en un bosque a las seis de la mañana?”

No hay crisis que por bien no venga, y en el mundo editorial español algo se mueve para eliminar el pútrido olor que impregnaba el aire literario. Muchas son las propuestas de clase media que empiezan a llenar las librerías con títulos sugerentes que indican una voluntad renovadora, una visión que, apartándose de la labor mainstream de las majors, busca ofrecer calidad y satisfacer mentes inquietas apartadas de la vorágine homologadora, lectores con mayúsculas que sin caer en lo alternativo apuestan por obras diferentes, propuestas con pies y cabeza armadas con criterio y coherencia.

Entre los nuevos sellos surgidos durante la depresión más que económica destaca Nevsky Prospects, fundado por James y Marian Womack, quienes desde sus tiempos estudiantiles en Oxford viven un doble amor, personal y rusófilo. La unión hace la fuerza, y su idea es ofrecer textos del otrora país de los zares que por más de un motivo no han recibido suficiente atención pese a sus más que evidentes virtudes. Su labor debuta con Historias de Belkin, librito con cinco magníficos relatos de Alexander Pushkin precedidos por una introducción de Philip Ross Bullock que ayuda a entender el conjunto al explicar de manera sintética y precisa sus circunstancias y entresijos.

Jugar con máscaras y propiciar reencuentros rompiendo lo previsible

La primera vuelta de tuerca indica a las claras que nos encontramos con un pequeño gigante. La nota de Pushkin como editor nos avisa que leeremos una compilación post-mortem de un tal Iván Petróvich Belkin, desdichada criatura que interrumpió su carrera en el ejército para dedicarse a gestionar la finca de sus padres en la aldea de Goriújino. Los datos biográficos del autor, indispensables en todo proemio que se precie, los aporta la carta de uno de sus mejores amigos, quien dibuja un bosquejo de una personalidad poco dotada para la administración y modesta en los vicios. Este punto inicia el juego hacia la modernidad de Pushkin al eliminar, algo típico en su época, las largas descripciones de los azares amorosos del autor al considerarlas superfluas y perniciosas. Con ello, más que pudor, se busca precisión y brevedad que eliminen párrafos y más párrafos innecesarios para el desarrollo de la trama. Las florituras pueden pasar a mejor vida.

La nota del editor da paso a los cinco relatos, carentes de unidad estructural aunque entrelazados por diversos motivos que los convierten en un todo sin fisuras. Desde mi punto de vista, es imposible entender Belkin sin la inmensidad del espacio ruso, que convierte la narración en universal al articular desde las distancias una idea de mundo que pese a ser nacional trasciende las fronteras, universalidad reforzada con la omisión del nombre de las localidades donde transcurre la acción, ubicada en pueblos lejanos que funcionan como partículas válidas para sintetizar parte del comportamiento humano, como si esos villorrios fueran cápsulas capaces de concentrar en su interior nuestros impulsos más básicos. Este medio agreste y frío se llena de personajes cotidianos que generan una nueva épica para la literatura. Sus actitudes pueden parecernos extrañas, y sin embargo encierran una apabullante normalidad basada en deseos prototípicos que hasta ese momento, 1830, sólo se plasmaban desde lo grandilocuente del héroe legendario. Pushkin rompe con esa tradición y propicia una danza de reencuentros, un carnaval enmascarado en que nada parece lo que es hasta la definitiva caída de los velos.

Los protagonistas de las historias viven atenazados por obsesiones que fracturan su armonía. En El disparo un joven soldado se interesa por el caballero Silvio, imbuido de una sed de venganza que deja intuir con su hábito de detonar tres veces su pistola justo antes de la cena. Lo que no se menciona es el verdadero artefacto que lleva a la resolución de la trama, sutil con pistas minimalistas que, una vez alcanzamos el punto y final, descubren la maestría técnica de Pushkin, diabólico al trazar rompecabezas que sólo dejan ver la última pieza cuando estamos por agitar blancas banderas de rendición. Lo importante es llegar a la conclusión, aprehender. Lo advertimos en La parada de postas, donde el protagonista se contenta con saber el destino de una chica que le impactó, Dunia, la hija de un encargado. En esta historia lo estático de estos establecimientos se quiebra con la desaparición femenina, como si la supuesta estabilidad del espacio feneciera al perderse una de las coordenadas que configuraban un orden inamovible. En este sentido cabe destacar la importancia del viaje como metáfora de cambio social en la Rusia posterior a la epopeya napoleónica, entre los años veinte y treinta del siglo XIX.



Formas de mutación: engaños, giros e introspección

Las metamorfosis del camino tienen distintos grados. En la tormenta de nieve dos enamorados esperan la noche decisiva que les dará la libertad, ajenos y lejanos a condenas de clase. El chico emprende la ruta y se pierde. Años después averiguaremos la resolución del enigma y sabremos cómo empezó, las luces del alba alumbran la historia, la jornada para María, pretendida después de la guerra por un sinfín de militares. La cronología sirve como hueco que sitúa los eventos y les da forma desde una conciencia que desdeña la inmediatez y sabe, casi como si se tratara de un cocinero, que los ingredientes necesitan un tiempo de cocción antes de servirse en el plato. Asimismo, Pushkin se anticipa en varias décadas a los apóstoles de lo onírico en El dueño de la funeraria, relato de cena y burla que nos adentra en la esfera de la pesadilla entre cadáveres, voces de ultratumba y un sorprendente despertar que nos descoloca. No sucede así en La dama campesina, exhibición pura y dura de una prosa que además de maravillar por sus giros es capaz de mostrar la típica riña rural entre dos patriarcas que simbolizan las caras de Rusia entre la cerrazón cultural y la expansión políglota abierta a lo europeo. Los dos jóvenes de las familias enfrentadas son como el día y la noche. Él, curiosamente hijo de un Iván Petrovich, taciturno y amante de las faldas, ella cultivada, bromista y con ganas de diversión. Liza, a sabiendas de la afición de Alexei por las mujeres, se vestirá de campesina y lo seducirá transformando su lenguaje elitista en una construcción llana que de poco le servirá ante el empuje de Cupido, por mucho que su intención sea la de mantener el status quo del engaño y no sucumbir pese a la reconciliación de los progenitores. Una postrera vuelta de tuerca propiciará el happy end que mantenga la trama dentro los cánones clásicos del género rural.

Es de agradecer que existan iniciativas como Nevski Prospects. La oportunidad que plantean las nuevas editoriales debe centrarse en permitir la eclosión de jóvenes autores y presentar textos inéditos en España que permitan acercarnos poco a poco, lentamente, al nivel del resto de Europa. Puede sonar pretencioso, pero sólo así creceremos y podremos sentirnos satisfechos de pertenecer al universo de las letras mundiales, seguros y contentos por proponer creaciones que disparen en desacuerdo con las reglas del juego y se alejen del escudo comercial en el que tantos, demasiados, se amparan.


http://www.revistadeletras.net/a-las-puertas-de-la-modernidad-historias-de-belkin-de-alexander-pushkin/

lunes, 23 de noviembre de 2009

La vampira del Raval en la Hora-L de Radio Barcelona-Cadena SER




Este martes la sección criminal se traslada a la Barcelona de 1912 para hablaros de uno de los casos más legendarios de la ciudad condal. Enriqueta Martí es un misterio que ha dado lugar a un flujo infinito de interpretaciones de sus movimientos en mil y un pisos donde secuestraba niños y preparaba curas milagrosas, ungüentos y otras maravillas para su rica clientela. En 2006 volvió a la luz pública por culpa de Remedios Sánchez, la asesina de ancianas. Ambos casos son como la noche y el día, pero algunos aprovecharon el filón para publicar una novela en catalán sobre los sucesos de la calle Ponent y agrandar el mito de Enriqueta. Hablaremos de sus delitos con objetividad, intentando ubicar con precisión el contexto y los personajes de su negra singladura para determinar el alcance de sus legendarias fechorias.


Crímenes en la Hora-L

Cada martes a las 13.06 de la tarde

Radio Barcelona-Cadena SER

96.9 FM

666 AM

domingo, 22 de noviembre de 2009

Panfleto Calidoscopio de Noviembre




Como en un calidoscopio te ofrecemos pequeñas cuentas que satisfagan o piquen tu curiosidad. Sin el apremio de agendas culturales, pero con la vista puesta en horizontes llenos de modernidad, y con la tranquilidad de quien revisa lo pasado. Visiones caleidoscópicas de nuestra cultura, eso es lo que pretendemos mostrar.

Sumario



Fluxus
Por Julio A. González



Diálogo con Manuel Vilas
Por Jordi Corominas i Julián





De la experiencia del dolor como límite de la literatura
Por Laia López Manrique



Hablamos con la nueva editorial
Nevsky Prospects
Por Carmen Moreno





Vendrá la muerte con su pelo rojo
Por Natalia Zarco



Huxley, The Doors
y la mescalina
Por Clara Paolini Letamendia





La táctica de lo privado
Por Sonia Fernández Pan



Ecos de lo inenarrable
Por Anna Maria Iglesia





El escritor en su búsqueda, Jonathan Coe
Por Jordi Corominas i Julián



Cuatro novelas de hoy
Por Pedro Crenes





4 preguntas a Eduardo Fariña
Por Claudia Apablaza



Espacio inventado
Me acuerdo de Elías Moro



http://www.panfletocalidoscopio.com/

sábado, 21 de noviembre de 2009

Humo hacia el sur: recuperación de las vanguardias latinomericanas en Revista de Letras





Humo hacia el sur: recuperación de las vanguardias latinomericanas por Jordi Corominas i Julián


“Nosotros (…) nos ateníamos a la olla podrida literaria española y americana. Porque, como en la ínsula Barataria, es manjar de canónigos y ricachones”

(Martín Adán, La casa de cartón)

Antes del famoso boom latinoamericano de los sesenta, hubo otro en esas mismas latitudes, quizá más importante por pionero y libertador. La literatura del otro lado del charco decidió integrarse en la veloz modernidad del siglo XX y soltar amarras culturales con la Madre Patria para navegar y descubrir otros horizontes que la transformaron, dándole más brío, estilo y fuerza experimentadora.

Los hombres que propiciaron esta revolución siguen siendo grandes desconocidos. Estos malditos involuntarios vivieron su época bajo el signo de la más profunda incomprensión. Ahora su obra recobra vida mediante Ediciones Barataria y su colección Humo del sur, serie de doce títulos anuales, dos por bimestre, prologados por prestigiosos autores españoles.

Juan Emar abre el baile desde su afán rupturista, corroborado por el origen de su nom de plume. J’en ai marre. Estoy harto. Nacido en Santiago de Chile en 1893, desarrolló su actividad en varios campos de la creación, formando parte del colectivo de artistas plásticos Montparnasse, del que podemos destacar a los hermanos Ortiz de Zárate. En 1917 publicó Torcuato, debut que precedió a un largo silencio, roto en los años treinta, cuando vieron la luz varias novelas breves y el conjunto de cuentos Diez, relatos en los que exhibe un demoledor instinto de fractura en relación al pasado. Emar será ninguneado durante años y morirá en 1964 sin dar a conocer su proyecto más ambicioso, Umbral, novela de cuatro mil páginas dividida en cinco libros, finalmente editada en 1996. Para su presentación en nuestro país la editorial barcelonesa ha optado por Un año, breve texto que glosa el transcurrir de un hombre obsesionado con el número 14 a lo largo de doce meses agitados desde fragmentos y vivencias que pese a su apariencia surrealista hablan con voz certera sobre la realidad y sus fenómenos. Las alegorías fluyen y los significados emergen a medida que avanzan las páginas. La prosa juega y expresa una profunda necesidad de cambio con símbolos que marcan una evolución en el camino a seguir desde que Cristo resbala, se da un fuerte golpe en la nuca y sus clavos aterrizan punzantes en sus piernas. La muerte del hijo de Dios tiene su continuación en el deslizarse de los vocablos, metáfora útil para comprender la honda preocupación de Emar por apartar la ropa vieja y formular con el abecedario nuevos vestidos que en Un año lucen, y no sólo por el lenguaje, guerrero contra el tópico por influencia de Vicente Huidobro. El chileno bebió mucho vanguardismo durante su larga estancia en Paris y ello se nota en ciertas temáticas que van desde el uso de elementos cotidianos de modernidad, su pesadilla con el teléfono y la risa, hasta la plena conciencia de lo únicos y especiales que son los momentos carentes de trascendencia histórica. La rotunda imaginación del autor no le impide escarbar en terrenos filosóficos para apuntalar sus teorías. El bien y el mal son un punto erróneo de partida para comprender lo que nos rodea. Conviene prescindir de maniqueísmos para avanzar y fundirse con la naturaleza o el medio urbano, partes integrantes del devenir humano, totalidad benéfica que debe ser plasmada si se quiere captar una totalidad pura, cosmogonía de la repetitiva rutina y sus accidentes con vistas más allá del horizonte convencional.

Martín Adán o el atrevimiento

Rafael de la Fuente Benavides nació en Lima el 27 de octubre de 1908. Conjugó en su seudónimo una especie de plenitud humana. Martín significa mono en Lima y Adán fue el primer hombre. Con tan sólo veinte años publicó La casa de cartón, novela que en muchos momentos puede recordar a las sinfonías urbanas que tanta fortuna cosecharon en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, tanto en cine como en literatura. Su endiablada prosa penetra en todos los matices de la calle, invadiendo baldosas, balcones, farolas, malecones, asnos y un largo etcétera con una exhuberancia propia de su juventud, que reparte colores a cada paso que da y llena el estilo de una carga lírica que llega al paroxismo en el capítulo Poemas underwood, mezcla de aforismos con toque de greguería, pequeños versos maquillados y una feroz crítica, estéril en más de una ocasión, hacia nombres ilustres de su tiempo, como si la mofa irónica sobre ellos le diera un inexistente plus. La mención a Pirandello, Proust, Joyce, Spengler y otras personalidades parece más bien un pedante e innecesario exorcismo de un autor novel preocupado por no dar la talla y mostrar ante sus compatriotas una cultura excepcional al alcance de muy pocos, alarde de frívola erudición que el conjunto exculpa por brillantez, originalidad y atrevimiento.



No creemos que sea casual la elección de dos novelas donde la desaparición de un amigo articula un discurso tendiente al encuentro de nuevas fórmulas y conocimientos, como si la existencia terrenal, demasiado apagada y conformista, fuera insuficiente para hallar la piedra filosofal válida para derribar los muros de la tradición y avanzar hacia senderos desconocidos que indudablemente beben de Europa y adquieren forma propia desde características locales. Otro aspecto que vincula Un año con La casa de cartón es la insatisfacción del amor, burla de quienes desean iluminaciones metafísicas porque los pies se cansaron de la tierra yerma y aspiran a flechazos metafísicos con vistas al futuro que es su escritura, santa arma decisiva al finiquitar de un difícil plumazo el vetusto edificio colonial y sus anquilosamientos culturales. Trazando la línea de la vanguardia en el continente andino lograron abrir la puerta al prohibido prohibir que abrazara una inmensidad donde fuera posible, y así fue, jugar al psicoanálisis, perseguir viejas, hacer chistes…todo, menos morir.


Un año. Juan Emar. Prólogo de Enrique Vila-Matas

La casa de cartón. Martín Adán. Prólogo de Vicente Luis Mora
Ediciones Barataria (Barcelona, 2009)

http://www.revistadeletras.net/humo-hacia-el-sur-recuperacion-de-las-vanguardias-latinomericanas/

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Entrevista con Mercedes Cebrián en Revista de Letras



Entrevista a Mercedes Cebrián por Jordi Corominas i Julián

Durante mi último viaje a Madrid tuve la suerte de conocer a muchas personas que de lo virtual pasaron a una maravillosa realidad. Entre tanto barullo de amigos y conocidos coincidí con Mercedes Cebrián y la curiosidad me llevó a la lectura de Cul-de-sac (Alpha Decay), donde a partir del textil el texto se mueve por aguas más profundas, lagos mínimos que surcan ideas muy contemporáneas.

¿Cuál es el punto de partida que inspira Cul-de-sac?

Cul-de-sac parte de mi fijación por los estampados textiles y, por otro lado, de cierta saturación hacia la idealización que Occidente siente a veces por la cultura del Lejano Oriente. De repente los ideogramas chinos y los silabarios japoneses aparecen en nuestras vidas como si fuesen meros trazos artísticos, y nos olvidamos de que en realidad son, ante todo, herramientas lingüísticas.

En otoño-invierno pasamos por Terrassa, Londres y China, unidas en una funda nórdica. ¿El capricho de la estética anula el lenguaje o simplemente lo limita desde un gusto homologado en el que caemos como borregos?

Es muy cierto lo de “gusto homologado”. A veces a la producción industrial le da un poco igual pasar por encima de lo que sea y cargárselo, como un elefante en una cacharrería. Si hay que hacer barrabasadas con el lenguaje se hacen, y punto. Hay miles de ejemplos de frases ininteligibles en inglés que aparecen en camisetas, pijamas, bolsas de deporte etc. desde hace lustros. Ahora le ha llegado el turno a las lenguas orientales.

Tanto en otoño- invierno como en entretiempo aparece el lenguaje de rayas, cenefas y filigranas en lo textil. ¿Qué significa para ti ese silencio?

Yo creo que no existe tal silencio en el diseño (y eso es lo que el relato quiere reflejar), como tampoco existe la ausencia de estilo en la escritura, por ejemplo. A día de hoy, a mí al menos me resulta imposible pretender salirme de toda tendencia o tribu urbana. Ser clasificado como “inclasificable” es algo codiciado por muchos, pero para los que vivimos en ciudades occidentales primermundistas y llevamos vidas relativamente convencionales (yo misma no sé bien qué se entiende por “convencional”), parece difícil.

¿Son los ideogramas orientales de la funda la punta de lanza de una invasión silenciosa que vivimos sin alterarnos o una simple moda de temporada?

Parece que Asia es el continente con más futuro, según las previsiones. Una vez más, habría que ver —y este no es el ámbito adecuado— qué se entiende por futuro. Pero el consumidor de sábanas y boles de cerámica decorados con sinogramas es la última ficha de ese efecto dominó. Si de repente a su alrededor no hace más que ver cuencos lacados en rojo y caligrafía oriental, acaba sucumbiendo a esa estética, creo yo, y si no le apetece, no tiene por qué preguntarse nada más al respecto. Digamos que los boles y la caligrafía vienen a nosotros, ya no hace falta buscarlos.

El Kilt de los MacLaine, seña de identidad, se transforma en mantelería con el amarillo para dar calidez. Antes eso era transgredir. ¿Qué es en nuestra época?

Siento hablar como una anciana, pero creo que aquí el que no corre, vuela, y no hay ya respeto ni a los tartanes escoceses de hace 500 años (y lo digo blandiendo el bastón). Es un poco manido decir que ese modo lúdico y atrevido de gestionar símbolos del pasado es propio de la posmodernidad, pero creo que viene al caso.

¿Lo clásico es moderno y lo moderno clásico? ¿Existen realmente a esta altura del partido?

Me veo obligada a decir cosas manidas de nuevo, citar el gusto por lo retro, el vintage… todo eso está en el relato. A mí me parece que a estas alturas lo que hay es un cacao semiótico tremendo pero, sobre todo, cosas más importantes de las que debemos ocuparnos.

Querer añadir algo al blanco tiene un punto sublime que parece desafiar a Malevich, pero también parece la máxima banalidad al sacrificar una especie de belleza natural, sin aditivos. ¿Cómo lo ves?

El toque añadido al blanco al final del relato es una muestra de horror vacui. Es parecido a lo que me ha pasado más de una vez comprando yogures naturales en algunos países: no había manera de encontrarlos sin rastro de sabor ajeno a su propio gusto a yogur. Lo mínimo a lo que se podía optar era a la vainilla: menos que eso era inconcebible.

Al final se plantea la revolución como un imposible. ¿No hay nada que pueda derrotar al gusto homologado que nos domina?

Me temo que no. Algunos dirán que el gusto “alternativo” vencerá, pero yo lo veo como otra variante dentro del catálogo de posibilidades. Pero tampoco me parece algo de lo que lamentarse, ojo.


http://www.revistadeletras.net/entrevista-a-mercedes-cebrian/

martes, 17 de noviembre de 2009

Entrevista con Jordi Gràcia en Literaturas.com




Jordi Gràcia
«Uno crea una revista, uno escribe un artículo, otro publica un libro, es un mosaico que poco a poco produce que la gente entienda que la encarnación histórica de su desasosiego intelectual o ético es política»

Jordi Corominas I Julián

28 de abril de 2009. Ocho de la mañana. Me despierto. Siete horas antes recibo incontables SMS. Acabo de cumplir treinta años, una edad dichosa, la puerta a muchas oportunidades. Bebo el café y pienso en las posibilidades de la jornada. Una de ellas es ir, por última vez, a un trabajo mal pagado donde me han tratado peor que a un perro. La otra es acercarme a la Universidad de Barcelona para hablar con Jordi Gràcia (Barcelona, 1965) sobre su última obra La vida rescatada de Dionisio Ridruejo. Nos saludamos en su despacho, congeniamos sin muchos problemas y al entrar al bar donde transcurrió nuestra charla empezamos a hablar como si nos fuera la vida en ello. Por eso, y no por otro motivo, el diálogo que leerán a continuación tiene un inicio abrupto, anómalo para un texto de estas características.

In media res

Jordi Corominas i Julián:
La evolución de Ridruejo lo lleva hacia postulados federalistas...

Jordi Gràcia:
Es federalista antes que nadie, desde el primer momento. Quizá sólo lo es con anterioridad Ferrater Mora, quien decía que la única manera de resolver las tensiones de un Estado como España era el federalismo. A principios de nuestro siglo algunos tuvieron la oportunidad de propagarlo por todo el país pero les venció el miedo y dejaron la idea en el camino después del adiós de Pasqual Maragall. Algunos tendrían que perder el miedo a la palabra federalismo. El mejor ensayo político de Ridruejo, Escrito en España, data de 1961-1962 y expresa la idea del federalismo como el mejor sistema posible.

¿Podemos encontrar las obras de Ridruejo en librerías o es difícil?

Podemos hallar una obra preciosa que escribió al final de su vida, una guía de Castilla la Vieja que reeditó Destino en edición de bolsillo. Dos volúmenes impresionantes. Recientemente reedité Escrito en España en una editorial de circulación universitaria. Asimismo podemos encontrar Casi unas memorias, autobiografía del chico, del falangista, del primer franquista que termina en el 42, cuando concluye su formación. Es una de las mejores autobiografías españolas y por supuesto la más cruda, cruel, veraz, culpable y arrepentida. La ha editado Península con un extraordinario prólogo de Jordi Amat.

Ridruejo el falangista: un hombre erróneamente bajo sospecha. Desde la perspectiva de mi generación creo que mis coetáneos pensarán en Ridruejo como un falangista.


Tendrían que quedarse con el poeta del régimen por mucho que el franquismo lo represaliara, y eso no aparece en los manuales. La paradoja es que pasó a la historia como falangista y poeta galardonado con el premio nacional, sus partes más innobles; la memoria olvida su gran prosa y su lucha socialdemócrata.

Parece como si la izquierda, aunque detuvieran a Felipe con él, lo encontrara incómodo.

Porque su pasado era molesto. Hace cuarenta años era incomprensible y difícilmente justificable estar en el centro izquierda cuando provenías del falangismo.

Su postura es heroica.

Es el componente de su integridad moral de reconocer los errores y considerar que la fidelidad al pasado no es una virtud. Se da cuenta, lo reconoce y rectifica manu militari.

Es un proceso de madurez. Desde mi punto de vista es falangista por sus circunstancias regionales.

Eso es muy importante. La formación dentro de un núcleo católico, provinciano, sin ningún contacto con la realidad humana; era un chico con aspiraciones de pureza en el ámbito moral y religioso. En su casa, adinerada sin estrépito, estaba rodeado de mujeres...su entorno lo lleva a ser muy católico, pero no quiere serlo en modo clásico porque lee literatura, conoce las vanguardias, cultiva la poesía. Elige el modelo de cambiar España desde la vía fascista, que es la que tiene cerca. Está fuera del mundo, necesita encontrar un rumbo.

Durante los años de adolescencia parece que su solidez sea la formación jesuítica.

Claro. Y su llegada a Madrid con veinte años lo pone en contacto con personas cercanas al falangismo, la derecha española, la CEDA, gente como Agustín de Foxá, Samuel Ros, un grupo de escritores y bohemios que están en la orbita de la derecha golpista. Todo esto refuerza su aspiración de pureza, de caballero noble en sentido mítico legendario.

¿Cuál fue su relación con la muerte durante la Guerra Civil Española?

Probablemente, sin poder afirmarlo al 100%, no tuvo trato con ella. Al ser jefe de propaganda estaba exento del servicio de armas por permiso expreso de Franco. Esa era su misión importante. Durante ese tiempo viajaba por España para generar euforia a través de sus discursos. Era joven, tenía gracia y sabía agitar, como sucedió en el otro lado del conflicto con la Pasionaria. Si lees los discursos de Ridruejo hielan la sangre, no activan el cerebro, apuntan hacia otra dirección.

Terminada la Guerra se produce un cambio, reposa en el Brull. ¿Podemos interpretarlo como un lírico reposo del guerrero?

No querría interpretarlo en términos líricos. Estaba muy delgado y la guerra consumió sus energías. Con 40 años tendrá su primera angina de pecho. Fumaba mucho y necesitó parar. Cuando vuelve de la División azul, donde sí luchó, pesaba 37 quilos, llegó a España consumido, como un cadáver ambulante. Sus pausas eran recuperaciones físicas que al mismo tiempo servían para recapacitar y escribir poemas.

Me imagino un joven con una maleta cargada de libros...

Sí. El momento que de verdad sirve para recapacitar, y ese sí que es voluntario hasta cierto punto, es el destierro en Ronda en octubre de 1942. Lo condena Franco, pero él también lo provoca. Nadie escribió al dictador una carta como la de Ridruejo en julio de 1942, la escribió sabiendo que lo pagaría. Franco además ya se la tenía jurada.

Aún así Franco le tenía mucho respeto.

Es un respeto basado en la valentía y en el cálculo político. No convenía generar otro mártir falangista después de José Antonio, y menos en la posguerra. Ridruejo percibe que la lucha falangista por la revolución social nacional-sindicalista no está en la mente de Franco, el franquismo no es el falangismo, ambos son deplorables como más tarde reconocerá Ridruejo, pero si abandona su apoyo al régimen es porque percibe que éste no tiene ninguna intención de seguir los principios falangistas, no lo abandona por demócrata.

Su marcha a la división azul es por su creencia en el fascismo integral.


Sí, porque es la única manera de lograr que Franco sea más fascista de lo que es, que no sea sólo un reaccionario católico, un conservador oligárquico, una persona tradicionalista, sino un revolucionario. Se trataba, aunque era complicado, de lograr que Hitler y Mussolini le obligaran a ser revolucionario.

Hacia el cambio: el despertar de la conciencia
Construcciones muy personales.


Ilusiones ideológicas. Por eso lo que aprende en Cataluña durante su retiro- fuera de la vida pública, cuando tiene poca visibilidad en prensa- es recuperar la dimensión material de la experiencia, y por ende del cerebro, que debe pensar sobre lo real, no sobre quimeras ideológicas, que acaban convirtiéndose en toxinas nocivas al impedir ver cómo es la realidad. La experiencia empírica, la racionalidad, los límites...aprende eso, y lo consigue mediante el contacto directo, personal y lector con Joan Maragall, Josep Pla, Pío Baroja y Eugeni d’Ors, de quien aprendió la conciencia del límite. Los sueños utópicos siempre se convierten en mecanismos de destrucción.

Tengo la sensación que se ha hablado muy poco de Franco y el destierro a través del confín, cuando por ejemplo en Italia tiene una importancia muy relevante con casos como los de Antonio Gramsci, Cesare Pavese o Ettore Majorana.

Tenemos un caso español transparente: Jorge Semprún. Se hizo amigo de Ridruejo cuando organizaba la militancia comunista en España. Congeniaron al instante, pero la clave de esa amistad, sobretodo desde mediados de los sesenta, fue su evolución paralela desde dos utopismos totalitarios y destructivos. Ridruejo se hace socialdemócrata desde el falangismo, Semprún desde el estalinismo.

Y es importante remarcarlo porque existe una especie de desconfianza sobre Ridruejo, como si estuviese condenado por su pasado y no se considerara su decisiva metamorfosis, como si la gente no se fiara del personaje.

Joan Margarit, poeta al que tengo mucho aprecio por su obra y la amistad que nos une, desconfiaba de Ridruejo. Leyó el libro y cambió de opinión. No sé si mi texto es bueno o malo, pero estoy contento porque me sirve de prueba para levantar una verdad que cancele tópicos.

Una etapa que me parece muy importante en Ridruejo es su estancia en Roma a finales de los cuarenta; debió ser una apertura increíble en esa Italia de neorrealismo, democracia limitada y nuevas formas expresivas.

Es una sacudida. Semprún lo definió como el principio del fin, o la materialización del principio del fin en sentido moral. Vivir dos años en una democracia en plena marcha y ver que funciona caóticamente marca. El caos italiano era fértil, el orden español, estéril.

La posguerra italiana es excepcional...

Había libertad de prensa y fenómenos culturales únicos. Podías escribir lo que quisieras y no te pegaban un tiro. La experiencia le da alas para atreverse a intentar trasladar los conocimientos adquiridos a su tierra natal, quiere intentar algo.

Quizá en España tendemos demasiado a simplificar, cuando en Ridruejo encontramos ejemplos únicos, muy difíciles de captar en otros españoles, un ejemplo seria la Revista Revista.

Fue un ejemplo de valentía y una prueba de fuego. Si salía bien cambiaba cosas, no acababa con el franquismo pero lo mejoraba; es un reformista desde dentro sabiendo como es la realidad, consistente en tolerar hasta que Franco muera. Pensó en mejorar el sistema, cambiar las cosas, permitir el retorno de los exiliados, publicar más libros, introducir nuevas voces en los periódicos. Lo intenta durante dos años y al ver que no funciona se da cuenta que poco más puede hacer.

Y lo hace muy pronto, a principios de los cincuenta.

Cuando aún no está fuera del régimen. El totalitarismo engendra la doble cara del teatro y la intimidad. Cuando los amigos cenaban juntos, todos sabían que eso, hablando en plata, era una grandísima mierda. Pero una cosa es la intimidad y otra la vida pública. Al final la tensión se desborda. Muchos de sus amigos de la guerra se exiliarán, como Torrente Ballester, Valverde o Aranguren. En ese momento no existían voces antifranquistas, quizá ni siquiera él mismo lo era. Pero la inmovilidad del régimen lo impulsa hacia posturas
contrarias, se convierte en antifranquista; estaba de acuerdo en cambiar cosas sin cambiar la estructura política, pero si ve que hasta hay una marcha atrás, si lo meten en la cárcel por las buenas, dice basta, no se expulsa, lo expulsan. Laín Entralgo- prudente, cauto, miedoso- le decía que tensaría la cuerda hasta que lo metieran en la cárcel.

Durante la Primera Guerra Mundial, nombres ilustres del Imperio Austrohúngaro colaboraron en la oficina de prensa para ayudar a la causa bélica. Cuando en 1919 el sueño del mundo de ayer, parafraseando a Stefan Zweig, terminó, la mayoría de esos brillantes intelectuales declaró sentir una profunda nostalgia del pasado imperial. ¿Sucedió con Ridruejo y los otros opositores que previamente apoyaron al régimen?

La redescubrieron, En 1943 los vencedores del campo intelectual entienden que no han ganado nada. Por lo tanto no sienten nostalgia del franquismo, sino de los años veinte y treinta, de la residencia de estudiantes y la segunda República. Saben que eso no volverá. Lo comprobamos por la correspondencia entre los vencedores y los vencidos en el exilio. La ilusión posterior a la Segunda Guerra Mundial se esfumó y tocaba esperar. En los cincuenta la recuperación empezó desde brotes más simbólicos que reales.

Y a nivel social los cincuenta indican un cambio de mentalidad, como mostró la huelga de los tranvías de 1951 en Barcelona.

Los brotes de conflictividad laboral fueron más abundantes. Hubo muchas pequeños disturbios similares a la huelga de los tranvías; la frontera se traspasó cuando el régimen encarceló a personas del bando vencedor.

Máxime cuando la prensa extranjera se hizo eco de la situación.

Aparentemente no ocurría nada, y por eso sorprendió más. Es como si el propio régimen no pudiese reprimir la noticia pública de movimientos subterráneos; aunque lo intentaron, fueron incapaces de silenciarlos.

En 1956 la insurgencia era ideológica, literario-intelectual, estudiantil y académica. ¿Cuál sería la diferencia entre lo que sucedía entonces y lo que ocurre ahora con la represión anti Bolonia?


La diferencia es cualitativa. La cantidad de visibilidad y libertad real de hoy es diferente a la de entonces. Porque en aquel momento los grupos minoritarios tenían todo en contra, mientras que los estudiantes de hoy en día tuvieron conferencias montadas por catedráticos, algo imposible en los cincuenta. Las dos movilizaciones son profundamente distintas. La de 1956 fue trascendental a nivel simbólico, en 2009 la protesta es otro ingrediente del malestar colectivo. Intenta imaginar a un hombre del franquismo abriendo el periódico y encontrándose el nombre de Ridruejo entre los detenidos; otra muestra de la relevancia del hecho es la historia del policía que lo detuvo, quien dijo conocer a Ridruejo pensando que hablaba con su hijo, cuando en realidad lo hacía con uno de los más ilustres vencedores de la guerra. Era un shock bestial, hasta lo fue para Franco.

De todos modos Franco podía esperárselo...


Hasta cierto punto. Había informes sobre la Universidad en los cincuenta. La policía secreta tenia informes muy fiables sobre la situación. Todos los jóvenes rebeldes estaban fichados. El régimen tenía pretensiones totalitarias sin poder serlo, por eso quería controlar todos los resortes. Por suerte no existe el totalitarismo real, el irreal ya es devastador. Pero el examen de lo no visible en un Estado fascista revela un tipo de dinámicas viscosas, contradictorias y ambiguas que permiten construir formas de disidencia, de resistencia, de marginación y automarginación que no obstante no salen a la luz pública por mucho que en las cenas se hablase de ello.

Y Ridruejo en 1957 publica en la revista Bohemia de La Habana un texto explosivo.

Quiere escribir abiertamente, sin censuras ni tapujos. ¿Cómo explica un vencedor que está contra sus iguales? Sólo puede hacerlo desde el exilio, incluso propone al periodista que le entrevista preguntas comprometedoras, cuestiones que él desea plantear aunque se juegue la cárcel. Su deseo es que todo el mundo perciba cual es su posición. La censura del franquismo impidió que sus opiniones fuesen de dominio público.

Parece que descubramos ahora la resistencia al franquismo, como si en la época la clase media no conociera estos movimientos subterráneos previos a la gran explosión de finales de los sesenta.


Se controlaba la información. A medida que pasaban los años el régimen era más incapaz de controlar la vorágine; sin embargo, muchas capas de la sociedad permanecieron ignorantes de lo que sucedía.

En este sentido su gran momento resistente seria la parte final de los cincuenta y los primeros sesenta culminados con la reunión de Munich.

Sí, adquiere conciencia de su posición de estar contra. Es cuando decide juntar a los opositores del régimen, sean vencedores o vencidos, de dentro o de fuera. En 1962, en Munich intentan juntarse todos para dar una conciencia pública en Europa de la existencia de una resistencia política al franquismo, y éste comete el gran error de represaliar a estas personas.

Momento que coincide con el caso Grimau.

En Munich no están los comunistas, por el miedo que provocan sea ideológicamente, sea por lo bien que hilaron su resistencia en el interior; de todos modos se tolera la presencia de dos observadores del partido: Francesc Vicens y Tomás García. ¿Qué ocurre en el PCE? Tenían que entender que su estrategia de resistencia en España necesita apoyos y que a lo mejor esos jóvenes de buena familia expulsados de la organización- Semprún, Pradera, Claudín- tienen razón en el sentido del error de, por ejemplo, Radio pirenaica en su discurso iluso de proclamar que se acerca el fin del régimen, palabras contraproducentes que no ayudaban en absoluto a crear un tejido social resistente.

Además en España el comunismo partía con desventaja por su situación oprimida.


Naturalmente. No era lo mismo ser comunista en España que en el resto de Europa. Grimau es ejecutado veinticinco años después del fin de la Guerra por crímenes cometidos durante la misma. Si hubiese matado a tres policías días antes seria justificable desde una óptica fascista. Ética, moral y políticamente es deleznable hasta para los vencedores. Ridruejo escribió uno de los mejores artículos sobre la muerte de Julián Grimau.

Creo que se ha obviado demasiado el papel de los hombres de Munich en la futura construcción intelectual de la Transición.

Se obvia porque siempre pasa lo mismo, el protagonismo de la vida política es tan alto a nivel mediático que el proceso histórico se simplifica y se transforma en mecánicas de poder político, cuando éste se pone en marcha, se legitima y se autojustifica mediante procesos intelectuales que son secretos porque están en las mentes, como esta misma charla. Uno crea una revista, uno escribe un artículo, otro publica un libro, es un mosaico que poco a poco produce que la gente entienda que la encarnación histórica de su desasosiego intelectual o ético es política. ¿Cómo lo consigues en la clandestinidad? Asociándote con grupos con los que puedas entenderte, algo muy complicado. Había hasta hermanos que no sabían del comunismo del otro.

Ridruejo en este aspecto es muy moderno, porque desde su nomadismo forzado logra mantener el contacto con los grupos.

Es su virtud personal. Te lo confirmarían Juan Marsé, Colita, Josep María Castellet, Anna María Moix...un hombre con un encanto, con una racionalidad, con una capacidad de persuasión que lo hacían confiable. Tolerante en el sentido de escuchar y razonar, capaz de regular sus prejuicios y con un programa intelectual de apertura. Nunca seria anarquista, pero quería saber cómo pensaban. Tenía amigos anarquistas y revolucionarios. ¿Si eres revolucionario estás dispuesto a pagar el precio de los muertos? Tenía que convencerlos de su error.

Al mismo tiempo es antinacionalista.

Y eso es muy complicado de explicar. ¿Un antinacionalista en el contexto español es alguien que cree la única forma de crear una nación es con el respeto simultáneo de los dos bandos? ¿Pero cómo se hace si la población ha sido educado machaconamente en una sola visión? Se hace poquito a poco, con programas de radio, televisión....

Con una didáctica...


La pedagogía de la libertad consistente en superar prejuicios, multiplicarse, no arrinconarte en tus postulados. Ridruejo tuvo la virtud de hacerlo en el contexto catalán cuando traduce El Quadern gris de Pla. El secreto de esta traducción además su amistad tiene mucho que ver con la pasión de Gloria, su mujer, por Pla, quien colaboró con trece artículos en Arriba, siempre he creído, sin poder demostrarlo, que su colaboración con el periódico oficial de falange tuvo como responsable indirecto a Ridruejo.

Hablando de su mujer, creo que ella tiene mucho que ver en su transformación. Mientras es falangista parece un aventurero del amor.

Era un caballero del ideal, como los caballeros medievales. El mundo está mal hecho, yo lo cambiaré, pero para que la mujer me quiera tengo que merecerla. Como en el amor cortés. Cuando termina sus amoríos con una alemana retoma la relación con Gloria, ya existente durante la guerra, y desde ese momento se considera un Don Juan sin puntilla, es seductor, le gusta seducir, le gusta gustar, aunque no sé si le gusta mantener, desde un punto de vista ético-psíquico, relaciones inestables con el sexo opuesto. Hay mujeres que le pidieron relaciones extramatrimoniales, pero, después de leer miles de cartas no creo que accediera.

Desde hace años siento una pasión muy fuerte por la figura de Giacomo Casanova, me parece uno de los grandes hombres del siglo XVIII, un moderno antes de los modernos. Don Juan busca su placer y Casanova da y recibe, quizá en este sentido Ridruejo es más casanoviano.

Se entrega, no es egoísta ni mezquino, y hasta lo considero puritano, católico-idealista de la pureza del amor por ser justo y noble también en el amor. Cuando sus compinches se iban a burdeles él no quería frecuentarlos. Su componente puritano le impide transgredir la pureza, el elemento primordial en las relaciones hombre-mujer. Cuando en los años sesenta está en el exilio su relación epistolar con su mujer es maravillosa.




Memoria histórica

¿Crees que juzgaría correctamente el proceso actual sobre la memoria histórica?

Es una pregunta muy complicada. La única pista que tengo de su pensamiento la encuentro en escritos de los sesenta, donde pone el límite en el juicio a los responsables de los crímenes de guerra, en la medida que lo ve como una operación útil para el presente pero muy complicada y destructiva con vistas al futuro. Él era corresponsable de muchas atrocidades y de animarlas, y sabe que hay muchos que están en su misma situación. No le parece razonable este juicio retroactivo, aunque naturalmente cree, y por eso escribe Casi unas memorias, en la obligación de contarlo todo, ser transparente para explicar la barbarie sin tapaderas, con desmenuzamientos, algo que en la parte de los vencidos no hizo nadie como él. ¿Cuántos fueron en el lado de los vencidos tan autocríticos? Ridruejo tiene conciencia de culpa y sabe que la razón era de los derrotados. Los malos fueron los vencedores, lo sabe, pero al mismo tiempo intenta aplicar su lucidez para saber el porqué se encontró en ese bando. Desde su poco orgullo y gran soberbia reflexionó y halló respuestas. El orgullo no impide reconocer errores, la soberbia en sentido positivo le obliga a aceptar su equivocación.

Me sorprende y admiro su actitud por el silencio en el que el campo académico y social se ha visto sumido desde 1977 hasta 2004 en relación a la Guerra Civil y el franquismo.

No estoy de acuerdo. Se ha tratado, pero creo que estamos ante un problema cronológico-temporal, no histórico, sino de curso académico. El profesor tenía que valorar la posibilidad de prescindir del XIX e ir hacia temas más espinosos.

Desde el 2004 hay otra mentalidad, no sé si por el cambio de gobierno....

No sólo por eso, por muchas otras cosas, el componente social de reactivación de los niños de la guerra, factor sociológico común en toda Europa.

Y Javier Cercas.


Sin duda él es uno de los grandes responsables a partir de Soldados de Salamina por su éxito multitudinario y gratuito, por hacerlo desde su soledad, que constituye un elemento sintomático de movimiento. No creo que existiese un olvido de esos temas, veo más una falta de repercusión e interés público, relacionado con hechos biológicos. Los nietos han crecido y preguntan a los abuelos. Este es el factor fundamental. El otro lo relaciono con una efectiva rehabilitación de la memoria franquista desde la segunda legislatura en el poder de José María Aznar, lo que provocó que padres y nietos reaccionaran ante esa rehabilitación franquista. ¿Cómo sucedía eso cuando el parlamento aún no había denunciado los cuarenta años de Dictadura? A partir de ese momento empezaron a publicarse obras literarias, audiovisuales y de todo tipo sobre la guerra, lo que no significa que antes no se publicara nada sobre la materia.

¿No crees que es necesaria una pedagogía sobre el pasado a través del cine, que es el vehículo cultural de consumo mayoritario?

Sí, el cine lo trata más, sólo se corre el peligro que esa pedagogía se convierta en moda. Si la moda significa ampliar, adelante. Fíjate en el título de la ópera prima de Isaac Rosa: Otra maldita novela sobre la Guerra Civil. Era necesario que los herederos de los vencidos crearan productos reivindicativos que han provocado también una reacción neo-franquista. Es indispensable en democracia, aunque parezca muy exagerado, que esos nostálgicos existan. ¿Qué se venden 150 mil ejemplares de un libro? ¡Somos 45 millones, son una minoría! Es más una manía de historiador, no hay que ser alarmistas.

Libros que vienen y van.

La derecha española ha entendido que ese discurso no servía, han sido intoxicados por sus propios ideólogos. No hay miedo, no pasa nada. La Guerra Civil es nuestro Far West.

En el caso de la izquierda intelectual también hay una nostalgia que yo mismo sufro, con el deseo de volver a la residencia de estudiantes.

Pero es que el crecimiento actual de España es superior. Lo que quedó interrumpido es el crecimiento siguiendo el son europeo, que por suerte se retomó a finales de los sesenta y sigue siempre en expansión.

Suenan las campanas. Ha transcurrido una hora exacta de reloj. Me despido de mi tocayo Jordi con otras mil preguntas en mi cabeza. Habrá tiempo para formulárselas. Mientras eso no suceda espero que nuestro diálogo les haya desvelado la verdadera personalidad de un hombre que supo cambiar para mejorar y que desde la conciencia, aprendió de sus pecados de juventud, graves pero subsanables si se actúa con coherencia y se usa el raciocinio, algo que muy pocos hacen a lo largo de su existencia.



www.literaturas.com

lunes, 16 de noviembre de 2009

Martes 17: El crimen del cajero en La Hora-L de Radio Barcelona-Cadena SER


Si la semana pasada tratamos un caso de hace 40 años, en esta ocasión bucearemos en la historia criminal más reciente, un crimen mediático que sacudió la conciencia de los barceloneses a finales de 2005. El 16 de diciembre de ese mismo año tres jóvenes de la zona alta quemaron viva a la indigente Rosario Endrinal, quien intentaba reposar en un cajero de la Calle Guillermo Tell, a escasos metros de la Plaza Molina. Antes de este trágico final la vida de la víctima estuvo plagada de buenos momentos que se truncaron por amor y desdicha.

Para quien antes del programa quiera saber más os adjunto el artículo que escribí hace casi un año para Bcn Week: http://corominasijulian.blogspot.com/2008/11/matar-en-barcelona-en-bcnweek-el-crimen.html


Crímenes barceloneses en la Hora-L

Cada martes a partir de las 13.06

Radio Barcelona- Cadena SER

96.9 FM

666 AM

domingo, 15 de noviembre de 2009

Una calle y la transformación de la realidad en Revista de Letras



Una calle y la transformación de la realidad: regreso al pasado por Jordi Corominas i Julián


En la calle Telègraf hay una arcana escalera que en mi infancia tenía un moco petrificado colgando de su último escalón. Hace veinte años los niños salíamos del colegio y a las cinco en punto corríamos enloquecidos hacia la verde estalactita, primera percepción de una cierta persistencia de la memoria. En la plaza previa a la escalinata vivía un viejo molesto con el fútbol infantil. Salía de su casa como una horda bárbara, se calaba la boina made in Paco Martínez Soria y, enfundado en su batín, daba palos de ciego con el bastón persiguiendo el balón de veinte duros que siempre se perdía entre coches y alturas imposibles.



Ayer pasé por la calle Telègraf. Durante más de una década fue el centro de mi existencia. Me levantaba cada mañana e iba a la escuela. De nueve a cinco el tiempo se congelaba en un antiguo parking reciclado a EGB. Al lado teníamos una tienda de golosinas con el señor alto y catalán y sus polines a diez pesetas. Ahora la han cerrado y nadie ha comprado el establecimiento, por lo que el letrero desgastado recuerda demasiado esas tardes de conguitos y pegatinas, pasiones de una edad donde ojos contentos se dejaban transportar por colores de una manera absolutamente racional, sin determinismo del gusto. Toqué la puerta del colegio, pero no me atreví con el antiguo templo dulzón. Se activó un resorte y entendí el uso que hacia en esa época del mapa mental de la zona. Los tres puntos más importantes eran tiendas con gominolas, nubes, chicles y helados. Un barbudo dependiente homosexual se quejaba si le pedíamos bubaloo de chorizo. Levantaba su mano de ogro y escapábamos, enanos. Es curioso ese concepto, la intuición del peligro y acelerar la marcha para salvarse de un mal inofensivo.



La calle tiene dos sectores divididos por el asfalto automovilístico. Su parte superior destaca por la rivalidad visual de las escuelas. La mía se llamaba Estel y era menos opulenta que la de enfrente y sus estudiantes, equipados con una bata verdiblanca. No eran del Betis, pero lo parecían. Nosotros éramos mejores sólo por poder elegir el color de nuestro uniforme del día a día, un lastre inútil que resaltaba nuestra pequeñez para mayor gloria de los abusones, libres de la ridiculez con botones.

En la calle Telègraf hay una tienda de fotos que parece un monumento imperecedero. Instantáneas de bodas, bautizos, comuniones y familias felices. El escaparate está lleno de cámaras, distintas a las de hace dos décadas. Leer con música de Gabinete Caligari. La culpa fue del digital. Paren el k7. El pelo del propietario ha encanecido y su mujer reposa en una silla de plástico. Los miro y no me reconocen. Una madre regaña a su hijo porque no ha comprado el pan. En el lado opuesto un grupo con síndrome de down enfila la cuesta cantando una canción. No sé si reír o pellizcarme. La casa del vecino gruñón tiene una puerta metálica de esas que te hacen sentir viejo por su peso. La lumbalgia futura llevará su marca. El individuo salió con un hacha porque unos chavales le gastaron una broma. No pensaban en verdugos medievales. Cromos en el pavimento. Tengui y falti. Certifico, una ráfaga del cerebro, que mi descenso es una máquina de recuerdos, toma de conciencia que cada detalle acentúa mientras paseo y resucito recovecos relegados, partículas de mi infancia que tienen cabida hasta en un sempiterno bar Manolo con su luz mortecina, iluminada por unas tragaperras que han suplantado el juego de la Copa de Europa, debut de mi consumismo salvaje por el deseo de ver a futbolistas pixelados alzando un trofeo contra el Real Madrid. En este caso poco importa Telègraf. La estampa es idéntica en cualquier rincón de España. Hopper castizo. El hombre panzudo con sus manos reposando en la barra, carajillos con cucharita, la televisión encendida y un silencio tembloroso, de miedo cotidiano.



La tutora de los retrasados mentales pide calma. Dos de ellos se cogen de la mano, cansados. Algún mecanismo me lleva a Giulietta degli spiriti antes de parar en la segunda estación de caramelos, extinta. Ahora venden flores. Lo supongo por un cartel verde y unas letras que no memoricé. Una vez, poco después de la batalla del mocho, fuimos en tropel a comprar botellitas de cola y otras monerías, consecuencia de un furor guerrero para soliviantar líbidos en pantalón corto y carpetas forradas con muslos anglosajones. La frutería se ha convertido al Pakistán y todo es más barato. Llevan sus horas con alegría, se mueven y ordenan los productos de consumo. Su tranquilidad contrasta con nuestra adquisición en 1993 de huevos, arma de destrucción masiva que lanzamos contra los jugadores de baloncesto en Virgen de Montserrat. El entrenador era un gordo vestido con un chándal hortera y una camiseta rosa. Nos protegimos con el muro de los grafitis. Era una actitud harto estúpida, El calvo cuarentón podía intuir el origen de los mísiles, hijos frustrados de muchas gallinas. Resopló y nuestras bambas fueron Superman, pies en polvorosa hasta el final de Telègraf, trescientos metros de sprint adolescente y respiración entrecortada, risas e ingenuidad divertida. Son las tres menos cuarto. El hombre del kiosco del metro tiene una pierna paralizada. Nunca mutó expresión, siempre con su bigote y el rostro de alguna ausencia en su mirada. Ha descargado parte del trabajo en una veinteañera agobiada por los piropos desde el andamio. Me saluda, le devuelvo el gesto y compruebo otra desdichada metamorfosis. El grupo sigue con su Tourmalet y los rezagados circulan a la altura del Centro deportivo municipal, bunker de hormigón aniquilador del aire libre y los campos de arena, desaparecidos por amor al asociacionismo abusivo al rico descuento. Nadie de los que acuda a ese engendro de gimnasio, piscina y ligues hercúleos tendrá vivencias reseñables entre sus infinitas paredes. Asesino el gris que todo lo cubre e imagino la cancha de fútbol y esos memorables partidos del sábado por la tarde con otros chavales del barrio y la bendita locura de querer emular a nuestros ídolos. Han matado lo pasional. La ideología del siglo XXI pide funcionalidad y anonimato global. La desaparición de esa superficie rectangular es un símbolo del mal de mi ciudad, Barcelona, princesa esclavizada en puta por gracia de unos maltratadores que prohíben jugar a pelota en la plaza. Delincuencia recreativa.



El terreno tiene tremendos trechos irregulares, toboganes en posición de firmes que dificultan mis andares. Luzco sonrisa al toparme con una sorpresa. Un viejo amigo saca su cabeza por la ventana de un SEAT y agita un cencerro. Su sonido despierta y aleja la brisa. Alguien ha inaugurado una peluquería y cuelga marcos polvorientos que nadie apreciara mientras las tijeras poden cabelleras y el reloj ejecute su circularidad que no se ciñe al 24. Diez metros y la esquina con Juliol, mes de César y huida al campo, séptimo de caballería feliz por abandonar libros de texto, redundancia de tintes académicos que desaparecía al abandonar Telègraf y penetrar en la Ronda del Guinardó, su panadería y el tráfico sincronizado. Otro bar. Robert Zimmerman tenía razón. The times they are a-changin. El timbre rojo de un interfono excita mi edad adulta. Ese punto redondo significa sexo de pago desde que entiendo los códigos vigentes en nuestro mundo, ya no tiene ese valor anecdótico de brillo ante la monotonía de los timbres. Lo hubiese picado para, otra vez, echarme a trotar. El semáforo dice verde y cruzo.


http://www.revistadeletras.net/una-calle-y-la-transformacion-de-la-realidad-regreso-al-pasado/