miércoles, 30 de junio de 2010

Vértigo de Ana Rodríguez Callealta en Revista de Letras



El dolor de una doble transición en la frontera: “Vértigo”, de Ana Rodríguez Callealta
Por Jordi Corominas i Julián | Reseñas | 30.06.10


Vértigo. Ana Rodríguez Callealta
Diputación de Cádiz (Cádiz, 2010)


La Diputación de Cadiz suele sorprendernos con gratas sorpresas poéticas, y este año la tónica se repite con Ana Rodríguez Callealta, joven gaditana que en su Ópera prima medra con dolor y madurez por un camino espinoso con pocas respuestas y muchas preguntas. A sus 22 años la poeta se halla en varias encrucijadas de conocimiento. Es muy consciente de haber transcurrido un breve instante en la Tierra, y así lo corroboran las paredes de su habitación donde

no hay relojes.

Tan sólo el polvo

diría que por ellas

ha pasado el tiempo


Minutos que no se escurren como el agua que brota del manantial, porque el suyo ha evolucionado y en el momento de escribir los versos se debate en un doble dolor de pérdida, lucha, agria transición de lo adolescente a lo adulto y del amor al desamor, perlas necesarias para que todo ser humano complete el círculo y pueda afrontar el mañana sin miedo, concepto que invade Vértigo, donde ambas contiendas se funden porque en el espejo de la amada reside el yo, obcecado hasta la saciedad en lidiar con la muda que implica abandonar la infancia, y ese parque donde las puertas no eran tan enrevesadas y los horizontes eran cielos sin nubarrones en los que era posible creer en una inmortalidad que el paso de los años ventila con un manotazo: encontrar las verdades no es tarea sencilla. Quizá por eso hay muchos gritos y noches con un humo que acompaña la marcha, pasado que se resiste a abandonar el presente, y no porque cualquier tiempo pasado fuera mejor, sino porque con nuestras transformaciones llevamos la carga de nuestro yo pasado, lo que en determinados momentos es un fardo demasiado pasado que cuesta transportar entre confusiones, desolación y un inmenso sufrimiento de vejez prematura.

Ya son demasiados inviernos.

El pretérito imperfecto del verbo “ser”

ha vuelto a meterse en mi cama.

Donde por otra parte se dilucida esta partida de la indecisión, duda permanente que es la que causa el vértigo, duda de aniñada sapiencia donde se sacraliza la fuerza de la flecha lanzada por Cupido, eros lésbico elevado a religión entre el tacto de cuerpos, besos náufragos, exaltación de la amada y el despertar, que es el desencanto, cuando toda la energía acumulada se desvanece por culpa de ese juez, el tiempo, único en su sentencia, bestia capaz de matar lo imperecedero ante la desesperación humana, que sólo acepta el veredicto con paciencia y templanza, símbolos esenciales si se quiere cruzar la frontera en condiciones, frontera que, insistamos, tiene un doble matiz que se unifica con la personalísima visión de Rodríguez Callealta, quien con sus versos habla de sus penas sentimentales en armonía con el cruce del río donde, además de votar, podemos decidir por nosotros mismos en una profunda soledad, palabra repetida varias veces en la intensa musicalidad de la autora.

La soledad me ha resucitado

en esta sensación de vacío constante

que me acompaña.

Y desde ese hueco enorme se percibe una impronta crítica que da a la poeta un punto de apoyo básico que permite creer en una futura obra que traspase el yo y vuele desde visiones de análisis social, porque tal como está el patio la verdadera transición de nuestras vidas será la de alterar el orden establecido, algo que sólo se consigue entendiendo la miseria presente. El diagnóstico certero suele ser preludio de una cura, o al menos de la protesta racional.

Las calles están desiertas

y los cuerpos respiran

debajo del agua

para no protestar.

Hay escasez de palabras.

abundancia de nada.

Y si para ella ahora no hay una sola verdad en medio de tanta pobreza es porque, en el fondo, Ana vislumbra desde la tristeza una brizna de alegría.

lunes, 28 de junio de 2010

Martes 29, el crimen de la joyeria Royo en la Hora-L de Radio Barcelona-Cadena SER


Esta pasada semana Castelldefels ha copado los titulares de todos los rotativos por la tragedia de San Juan al lado de la playa, en las vías ferroviarias. Hace cinco años, el 29 de noviembre de 2005, esta localidad cercana a Barcelona se sobresaltó por el triple homicidio perpetrado en la joyería Royo, un negocio con solera, amado en la zona del mercado porque sus propietarios, José Luis y Maria Rosa, eran cercanos, amigos de todos y buena gente. Los asesinos perpetraron una carnicería disfrazados de técnicos de aire acondicionado, asesinando también a Carlos, uno de los hijos del matrimonio que se preparaba para seguir los pasos de sus progenitores. Un machete, un robo frustrado y una condena especial para resumir un crimen macabro, sangriento y de profunda ira social, pues el pueblo de Castelldefels llegó a manifestarse para repudiar el homicidio.


Crímenes en la Hora-L

Cada martes a partir de las 13.06

Radio Barcelona-Cadena SER

96.9 FM

666 AM

sábado, 26 de junio de 2010

Carmen Moreno reseña Paseos Simultáneos en su Blog Letratlántica



DE PASEO CON JORDI COROMINAS I JULIÁN por Carmen Moreno

Autor: Jordi Corominas i Julián
Editorial: Vitruvio
Pgs.: 101


Se puede pasear de muchas y muy diversas formas:
- Solo, viendo nuestra sombra proyectarse, exclusivamente, al sol.
- Acompañado, charlando con nuestro interlocutor.
- Vestido... de etiqueta, con pantalón vaquero, falda larga, falda corta, camisa, etc.
- Desnudo, en este caso, nadie puede asegurarnos que el final de nuestro paseo no esté en el calabozo de la comisaría más cercana.
Jordi Corominas, con su nuevo libro de poemas que acaba de ver la luz, sale a pasear de todas estas formas, reuniéndolas, rompiéndolas. Porque su propuesta es la de la deconstrucción del poema, ejercer de mirón con un calidoscopio en cada ojo, así la realidad no sólo se fragmenta, sino que aparece totalmente diferente a lo que pueden ver los demás.
Jordi sale a pasear:
-solo y vestido, mostrándose como un hombre sensato y reflexivo: "Nos han/malacostumbrado/a creer en la unidad/a través de la línea recta./Los enlaces se descubren al pasar la página."
-solo y desnudo, dejando ver al hombre reflexivo y nada convencional, por eso en un libro de poemas escrito, en principio, en español, se mezclan otros idiomas (catalán, italiano, inglés) como en una Torre de Babel situada en Las Ramblas: "Fer un estudi de/l'orgasme de la dona/en funció de l'/expressió dels/ulls."
-acompañado y vestido, mostrando al que no tiene en cuenta las convenciones, pero también se muestra cauto: "Las fiestas del pueblo/ha han escomenzado/y pasa lo mesmo que/el año pasado/¡Riau, riau!/¡Riau, riau!".
- acompañado y desnudo, transgrediendo, así, todas las convenciones y dice a quien le acompaña lo que quiere sin ningún tipo de tapujos: "ETA atentó contra/un concejal socialista,/da miedo ver/como unos pocos/quieren cambiar/el destino de tantos./Hijos de puta."

La poesía de Jordi deambula cerca del precipicio del surrealismo, por eso hay que acercarse a ella sin reticencias, sin ideas preconcebidas y, sobre todo, sin pensar que la poesía que vamos a encontrar responde a los cánones clásicos. Si le preguntan a Jordi si está dentro de la órbita surrealista les dirá que no y, acto seguido, les remitirá al poeta catalán: Joan Salvat Papasseit.
Con un verso ágil, blanco y rupturista, Corominas, no duda en alabar la belleza, hablar del amor, o implicarse ideológicamente. Este joven catalán del Barça, que no duda en salir a celebrar las victorias del equipo culé, es un artista en el más amplio sentido de la palabra.
Vitruvio se ha atrevido a publicar un libro que no va a dejar indiferente a nadie.


viernes, 25 de junio de 2010

Matemática Beatle (IV) en Panfleto Calidoscopio






El intento, lo norteño y el colofón supremo

Por Jordi Corominas i Julián




“The people that bought our records in the past must realise that we couldn’t go on making the same type of records forever. We must change and I believe those people know this”
(John Lennon, hablando del cambio Beatle en 1967)

“On Sgt. Pepper we had more instruments and instrumentación than we have ever had, and more orchestral stuff than we have ever used before”
(Paul McCartney, sobre la instrumentación
en Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band)

“For me it was a bit like being a session musirían because we were trying to get a concept thing. Sgt. Pepper was like a show; it wasn’t just an album. It was like a stage show.”

(Ringo Starr, sobre su labor y la idea de álbum conceptual
en Sgt. Pepper)

Las constelaciones se alinearon en 1967 con la melodía, The Beatles y los avances tecnológicos para darnos el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, que de otro modo hubiese quedado como una quimera de rotunda sonoridad. El año del verano del amor fue el primero en que el lapso de tres segundos entre canción y canción desapareció. El enlace ya era una realidad que permitía plantear un álbum como una sinfonía unitaria de piezas capaces de ser un todo. Los más quisquillosos dirán que esa sería una buena definición de Lp, donde el titulo da nombre al conjunto y por tanto engloba su contenido, pero el cuarteto quería ir más allá y crear un magma compacto que podemos leer separadamente en sus trece canciones, número primo que dio al pop su condición de clásico, adjetivo adquirido tras una labor que ocupó 700 horas en el estudio y cinco meses de concienzuda cabezonería entre acordes, recuerdos, ácido y tazas de té.





Cada tema del celebrado vinilo enhebra intimidades con los demás que van desde finas complicidades en los motivos hasta sutiles conexiones entre composiciones que, aparentemente, no casan ni a la fuerza. Si hablamos de esas complicidades, volvemos inevitablemente a lo norteño y a la idea de ser otros, una banda municipal o del ejército de salvación que toca en un concierto al aire libre para un auditorio popular, dando la casualidad que los componentes de la banda están sumamente influenciados por la cultura local, que conocen y dominan en lo instrumental y en el sentimiento desde cauces plenamente contemporáneos. Todos están expectantes, se oye un murmullo, cortado por el imponente riff de una guitarra, el toque de batería y la presentación del grupo. Llevan veinte años tocando y nos invitan, como cuando el narrador habla al lector o como cuando Belmondo mira a la cámara en Pierrot le Fou, a disfrutar del espectáculo y a escuchar con atención al cantante del siguiente número, Billy Shears, atemorizado rapsoda de la amistad que todo logra con una pequeña ayuda, verde, de sus amigos.




Claves temáticas e instrumentales para entender la unidad del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club band.


El debut del cuarteto es un feliz puñetazo en la mesa. La suerte del Pepper fue tener escritas en una fecha muy temprana del proceso las dos partes que abren y cierran el disco. Teniendo claro el inicio, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, y la conclusión, A day in the life, era más sencillo llenar los huecos restantes desde una coherencia conceptual que flotara en la música. La idea de concierto sale reforzada con With a little help from my friends, canción que Lennon y McCartney compusieron al alimón- escena magníficamente narrada en la biografía oficial del conjunto, escrita por Hunter Davies en 1968, para regalarle un tema a Ringo, transformado por arte de birli birloque, ya lo anuncia la voz de Paul, en Billy Shears, quien tras loar la capacidad de sus amigos, interrogar y someterse a un alud de cuestiones parece dormirse para ceder el turno a una ensoñación de tintes carrollianos, amalgama psicodélica que mediante la atmósfera del órgano modula una odisea por sinapsis, colores, cielos de mermelada y la indudable capacidad de su autor, superándose tras Strawberry Fields Forever al guiarnos nuevamente en sus fantasías de otra dimensión, en este caso imprecándonos e implicándonos en una autoproyección que bebe de Alice in wonderland, tanto que podríamos trasladar las visiones de Lennon un siglo atrás y la diferencia creativa de ambos ilustres norteños sólo se notaría por el contexto y esas siglas de la ilustración escolar de Julian Lennon, LSD, Lucy in the sky with diamonds, o cómo ser censurado por la BBC, paranoica perdida que extraviaba el tren de los sesenta. La transportación efectuada con la chica de ojos caleidoscópicos se frena bruscamente con optimismo irónico que contrapone en Getting better la despreocupada cotidianidad de McCartney con el sarcasmo instantáneo de Lennon, sintetizado en la famosa anécdota según la cual Paul cantaba It’s getting better all the time cuando apareció John y respondió It couldn’t get no worse, réplica del coro en una canción que retrata la alegría de quien bien podría ser un borracho de Liverpool, casado y maltratador que de la noche a la mañana change his scene, y al mejorar y darse cuenta de la importancia del amor sonríe, como también lo haría arreglando un agujero de su techo, por donde entra lluvia; debe repararlo, porque de otro modo será difícil dejar que la mente corra sin frenos. Lo rural, la idea de Fixing a hole vino de arreglar un desperfecto en una casa que el bajista tenía en Escocia, es la excusa para tejer un tema crítico con los que no se enteran por ir demasiado deprisa aun estando parados, individuos alienados que quizá creen estar a la última, torturados en una desgracia opuesta a la simplicidad del hombre satisfecho consigo mismo que se contenta con simplezas que no estaban en la agenda, things that weren’t important yesterday, y que ahora son importantes. Los dos estados de ánimo reflejados en Getting Better y Fixing a hole son mucho más graves que el tono empleado por McCartney al cantarlos, con sus cuerdas vocales repletas de su habitual optimismo, que desde la celebración desafía al mundo al decirle sin tapujos que todo siempre puede ir mejor si exterminas fantasmas mentales y anulas el velo que te limita, de otro modo, por no abrir los ojos y rehuir lo futuro, te empaparás de la cruda tristeza de She’s leaving home, donde tanto Paul en la letra central, la chica, como John en sus estudiados coros, los padres, firmaron un manifiesto de la brecha generacional, melodía atemporal que elevó el pop a un estrato superior. Lo más interesante es comprobar la profundidad de dos veinteañeros que meditaban sobre su época y podían contemplar el desesperado desarraigo de muchos jóvenes ansiosos por escapar del tedioso norte e intentar la aventura de Londres, donde el tiempo seguía un ciclo poco proclive al estatismo. Asimismo, la chica emigra del nido que tan bien la ha tratado porque se siente incomprendida, The times they are a-changing y la distancia se amplía crecientemente entre los que combatieron en la guerra y sus herederos, dioses de un nuevo tiempo sin tarimas que impliquen superioridad alguna, creadores de una cultura propia que viene para quedarse. Desde un punto de vista interpretativo casi puede resultar chistoso que la última canción de la cara A sea Being for the Benefit of mr. Kite!, tema circense en el que Lennon desplegó todas sus facultades en un intricado menos es más que desglosa los entretenimientos del circo de Pablo Fanques anunciado en un póster victoriano de 1843. Habrá trampolines, los Henderson estarán allí y, por supuesto, Henry el caballo danzará un vals. ¿Lo dudaban? La composición de Lennon no sería la misma sin la declarada intención de conferirle una atmósfera de carnaval que George Martin y Geoff Emerick aderezaron con su locura de cortar cintas con sonidos de circo y luego juntarlas para obtener un delirante collage de estrambóticas músicas que logran transmitir el ambiente que Lennon requería, pues tras las palabras casi podemos percibir la algarabía de la arena, marcando la batería de Ringo y el bajo de Paul un ritmo de intriga inherente a los retos de domadores y otras atracciones del mayor espectáculo del mundo.


Para leer más

Poema "Mis vacaciones"


Mis vacaciones por Jordi Corominas i Julián

Vívido vividor, viviseccionando vísceras
de
controladores aéreos franceses en la cola
aeroportuaria gerundense, manija del titiritero
capitalista empeñado en carcajearse señalando
con el dedo al ciudadano, maletas en mano,
impotente ante la mudez de Ryan y su megafonía.

La trampa para el rebaño es iluminar ventanillas,
domada la protesta será gracioso filmar sus
movimientos, agrupándose en el miraje
de ficticios avances, clichés de universo
concentracionario en el campo del consumo
regentado por patéticos siervos cancerberos
del poderoso.

Los huelguistas no leen el presente, eliminaron
a su chovinista del mundial y se enfadan con Europa,
cobran un dineral, fastidian al prójimo, que suda
sangre con exceso horario para volar en vacaciones,
pingüe premio tras la violación consentida.

Allons enfants de la patrie, coseros la boca,
moleros los pies, la cancelación de la protesta
es claudicar por las manillas invisibles,
sabiendo que ningún grito volteará la mofa,
sabiendo que ninguna reclamación os dará derechos
que un día tuvisteis en la educación del bienestar,
divisa convertible en vehemencia que cierra
los puños y exilia interiormente el desconsuelo.

La taquilla es un filósofo hinduista, más cerca
la tienes, más lejano parece el objetivo,
resignación de reembolso o una silla amarilla
al sálvese quien pueda para emigrar weekends,
catar conciertos y escapar levemente de la sordidez
que nos atenaza y aceptamos como borregos.


Foto: JCJ, Aeropuerto de Girona, jueves 24 de junio de 2010

miércoles, 23 de junio de 2010

Mi diálogo con Jorge Herralde en Culturamas



Diálogo con Jorge Herralde, por Jordi Corominas i Julián


Fotografía por Pablo Álvarez


Llevo toda mi vida rodeado de libros negros, grises y amarillos. En ocasiones hasta he recurrido a esa identificación cromática para señalar a personas no avezadas en lo literario la pertenencia de uno u otro volumen al sello Anagrama. Se menciona su nombre y todos saben de qué hablo. Lo que no esperaba ni en mis más remotos sueños era poder charlar en persona con el artífice, Jorge Herralde, quien tras cuarenta y un años en la brecha ha adquirido una sabiduría casi proverbial acompañada de una calma en el diálogo que impresiona y relaja. Accedo a su despacho, me ofrece una butaca y, mientras observo el sinfín de tomos que nos rodean, enciendo la grabadora para intentar descubrir en poco más de una hora los entresijos de su labor editorial.

Jordi Corominas i Julián: ¿Cuándo te surge el gusanillo literario?


Jorge Herralde: Siempre fui un lector voraz y omnímodo omnívoro. Uno de mis compañeros de colegio fue Luis Goytisolo, con quien compartí intereses literarios. Así a bote pronto puedo mencionarte varios autores que me atrajeron, muy famosos en los cincuenta en entornos literarios, como Knut Hamsun, Aldous Huxley, nombres de la generación perdida norteamericana- Dos Passos, Hemingway, Scott Fitzgerald, Faulkner- Kafka y posteriormente el descubrimiento de la política, en buena parte a través de Sartre, que influyó mucho en España con su famoso ensayo ¿Qué es la literatura?. Estudié Ingeniería industrial, sin vocación, de cuerpo presente y mente ausente.

¿Por obligación paterna?

Mi padre tenía una fábrica metalúrgica, pero es que las otras opciones de estudio tampoco apetecían. La que a mi me hubiera gustado, Filosofía y letras, era para esquivar tanto por el profesorado como por el alumnado y los libros de texto. A finales de los cincuenta empecé a tener fantasías editoriales. Una estuvo a punto de concretarse con dos amigos, uno de ellos casado con Esther Tusquets; hubiese sido una editorial nacida bajo el ala protectora de Lumen. Yo era el encargado de llevar la colección literaria, con proyectos descabellados empresarialmente como La autobiografía de Alice B. Toklas de Gertrude Stein o El hombre sin atributos de Robert Musil, obra que por aquel entonces era El hombre sin calidades. La idea se frustró, pero yo iba albergando las ganas de montar una editorial por amor a los libros, primero desde una óptica más literaria y luego, cuando decidí montar Anagrama en septiembre de 1967, más política. La ley Fraga produjo unas fisuras que permitieron publicar libros otrora impensables. Por eso en el primer proyecto de la editorial había un especial énfasis en el ensayo. Cabe decir que esa también era la época de todas las vanguardias, el estructuralismo, la antipsiquiatría…

Ahora sería impensable, casi surrealista, iniciar una editorial con esos títulos.

Sí. También había los libros políticos, que era un poco la importación de muchos títulos antes que no podían publicarse y asimismo, como dijo un crítico, el pantone de la izquierda heterodoxa: Trostski, Rosa Luxemburgo, Mao, Gramsci, los situacionistas. Esta fue la primera idea, y naturalmente hubo fuertes topetazos con la censura, diez u once secuestros, pero si miras el catálogo de la editorial hasta la muerte de Franco la cantidad de títulos que pudimos publicar es impresionante, y esto fue debido a que por aquel entonces los libros se presentaban a la llamada consulta voluntaria. Enviabas el manuscrito sin traducir y se esperaba el diagnóstico del Ministerio de Información y Turismo, que en nuestro caso se cargó unos cincuenta frases con el clásico eufemismo desaconsejamos su publicación. Visto lo visto decidí adoptar otra vía más peleona que era publicar el libro y enviarlo impreso al Ministerio. Debíamos esperar un día por cada cincuenta páginas, y mientras ello sucedía atendíamos la llegada de la Policía y la Guardia Civil.

Y así llegaron los secuestros.


Uno bastante sonado fue el del libro sobre los tupamaros. Fuimos al Tribunal del Orden Público, el célebre TOP. Me defendió el bufet de Gregorio Peces Barba. Estuve un año en libertad bajo fianza, pero al final el caso no llegó a proceso por el llamado indulto Matesa de principios de los setenta, cuando decidieron hacer un indulto general. El libro siguió sin poderse distribuir, pero sin sanciones penales para el editor.

Durante estos primeros años de la editorial existió un núcleo muy fuerte que compartía tus intereses político-literarios.


Exacto. Había menos lectores de lo que la leyenda pueda pensar, pero sí que había un núcleo de lo que los franceses llaman lectores fuertes, es decir lectores que leían todo de determinadas editoriales, que no eran tantísimos. Había también librerías resistentes como Cinc d’oros, y luego hubieron una serie de editores, aparecidos desde inicios de los sesenta hasta el sesenta y nueve, de los que yo era de los más jóvenes junto a Tusquets y Barral Editores. Decidimos montar una distribuidora común que se llamaba Distribuciones de Enlace. Por una parte había toda la vanguardia literaria y artística, así como todo el progresismo político desde la socialdemocracia o la democracia cristiana de izquierda, representada por Cuadernos para el diálogo, o con Alfonso Comín en Laia con el Eurocomunismo y los diálogos entre el catolicismo y el marxismo, con Castellet y el marximo y el catalanismo…

Era el mosaico de opiniones progresistas de la época.

Abarcaba todo el abanico. Fue una experiencia muy estimulante que duró bastante años. Los vendedores de Enlace eran guerrilleros o iluminados. Primaba la parte vocacional. Al mismo tiempo teníamos el confort del enemigo común e indiscutible que era el franquismo. Luego todo esto se vio afectado por el llamado desencanto. Muchos autores, revistas y editoriales vieron decaer el interés por sus publicaciones. Se forjaron una serie de ilusiones y esperanzas que no se produjeron, y entonces mucha gente se fue a la India o a la heroína o, en otros casos, se dedicaron a la política

Lo que me fascina de ese período es que es una unión intergeneracional que asume una vocación de riesgo, y cuando éste termina se llega al desencanto, porque quizá la misma sociedad exige cambiarlo por algo más acomodado.

Cuando se ve que no se va a producir ningún cambio radical, sino que todas aquellas esperanzas ante el macizo de la raza… eso era difícil de penetrar, y no olvides la omnipresencia de la Iglesia y del Opus, una de las cosas más nefastas de la Historia de España. Y esto se llevó por delante revistas como Cuadernos para el diálogo y editoriales como Laia.

¿Y cómo logro sobrevivir Anagrama?

A trancas y barrancas. Tuvimos desde el 78 hasta el 80 unos años de pesadilla, pero finalmente se sobrevivió, con una colección que se llamaba Contraseñas- narrativa salvaje con autores como Bukowski-, y otra que se llamaba La educación sentimental, que versaba sobre sexualidades llamadas heterodoxas, el movimiento gay y lesbiano, feminismo, vida cotidiana desde posiciones muy radicales. Salió en 1977-78 y enlazó bastante con el desencanto político y sintonizó con el espíritu más libertario de la Barcelona de aquellos años.

Es un poco como el enlace de los textos más políticos y heterodoxos de la primera etapa. Quizá para paliar ese hueco se abre esa otra vía.

Exacto. La literatura de Contraseñas la etiquetaban de forajida, salvaje y marginal, lo que la enlazaba con el rechazo al Status quo que antes se había manifestado sobre todo en textos políticos y ensayísticos. Ese cambio fue un fenómeno general en España, pero también en Europa, porque en Francia hubo la resaca del mayo de 68, que a finales de los setenta generó un desencanto similar; en Italia, donde había estado tan viva la situación política de izquierda desde el PCI hasta la izquierda más extrema, y en Alemania sucedió lo mismo con la extrema izquierda extraparlamentaria.

Y el surgimiento del terrorismo de izquierda seguramente también influyó.

El surgimiento del terrorismo de la Baader Meinhof y las Brigadas Rojas. En Francia hubo pocas incidencias, lo más parecido a los grupos mencionados fue la Gauche prolétarienne. Algunos editores de otros países que eran amigos muy personales también tuvieron que acomodarse al cambio de ciclo.

Yo siempre he pensando que Anagrama, quizá por tener sus libros en casa desde pequeño, proporcionó en ese momento la posibilidad a los españoles de conocer bien el mundo europeo y occidental de la época, porque tu catálogo iba desde lo político hasta las novelas de Ripley de Patricia Highsmith. Esta versatilidad era una excepción verdaderamente increíble.


Pero surgió de una forma muy natural. Un famoso editor dijo que sus libros eran como un archipiélago unidos por una peana. Era perfectamente posible ver qué se podía publicar en Anagrama y lo que no.

Y también por ausencias manifiestas dentro del catálogo editorial español.

En esto tuvimos suerte porque las editoriales más potentes- Planeta y Plaza&Janés- tenían otro tipo de política editorial, y entre esto y las estepas de libros por colonizar no publicados en España- muchos de ellos editados en América Latina por cuestiones de censura- pudimos comprar muchos libros en las reboticas de las librerías. Ancora y Delfín por ejemplo. Su librero Enric Folch me surtió durante años. Llegaba a su habitación secreta y me enseñaba esas obras. Me las mostraba con tanto entusiasmo que aunque no me gustaran sus propuestas me las quedaba.

En estos primeros años debió ser muy importante a nivel de criterio de elección el hecho que editoriales como Alianza publicaran clásicos modernos, pero no rabiosamente modernos, no bebían de la actualidad directa.

Durante unas décadas Alianza fue fantástica, una de las mejores editoriales de bolsillo del mundo, con los famosos diseños de Daniel Gil, bonitos y cuidados. Llegaron a un acuerdo con Losada y tuvieron todo Sartre, Camus, Proust, Nietzsche y muchísimos otros. Pero su vocación era más hacia los clásicos contemporáneos, no tanto de indagación en lo actual. Luego surgió Alianza tres y ya fueron más hacia lo universitario.

Pero dejaron el hueco para la novedad.


Sí, de la novedad y de otro tipo de ensayo.

¿Y cómo surge la relación de Anagrama con su British dream team? ¿A finales de los setenta, principios de los ochenta?

Sí, principios de los ochenta. Iba con frecuencia a Inglaterra y en aquella época, que no ahora, las librerías inglesas eran una maravilla. Estaba en contacto con muchos agentes y editores, también con la revista Granta, que fue la rampa de lanzamiento de muchos de nuestros autoresen autores en los ochenta. Asimismo también me veía un par de veces al año con una agente inglesa, Pat Kanavagh Ann Warnford-Davis, que estaba muy al tanto de mis gustos literarios. Era la representante para el continente de literatura inglesa y norteamericana. A Tom Wolfe lo publiqué en 1973, a Donald Barthelme, el gran cuentista de la época, le publiqué tres libros. Esta agente sabía muy bien lo que me interesaba y siempre me sugería títulos atinados, y a raíz de esto nació una comunicación muy fluida. De este modo tenía un puerto seguro cuando me enteraba de algún autor interesante y sabia que los derechos eran de esta agencia.

¿Y en lo americano?

Lo dicho. La misma agencia tenía a Tom Wolfe y Hunter S. Thompson. Esto consistía en descodificar mucha información y elegir lo que nos interesaba.

Y esta elección por lo anglosajón supongo que significó un cambio de tendencia en el mundo editorial español, porque hasta ese momento nuestro país no tenía precisamente un gusto anglófilo, sino más bien afrancesado o germanófilo.

Es más afrancesado en Cataluña, pero también había una veta anglófila, quizá en buena parte propiciada en los cuarenta y cincuenta por José Janés, el mejor editor español de la época; era muy anglófilo, tanto que hasta fue distinguido por el gobierno británico. Jacqueline Hurtley le dedicó varios libros, entre ellos uno específico sobre la presencia de las letras inglesas en su catálogo. Otra cuestión es mi sintonía con el humor inglés, y Janés tenía la colección Monigote de papel Al monigote de papel, donde aparte de G.K. Chesterton o Max Birnbaum Beerbohm y muchos otros estaba P.G. Wodehouse, que de pequeño leía en casa.

Entonces hablamos de una recuperación sentimental.

Primero devoré los que estaban en casa de mis padres y luego ya empecé a comprarlos yo mismo. Años después los recuperé. Hemos publicado quince o dieciséis títulos, que no son best-sellers pero tienen un nutrido grupo de seguidores.

Decía lo de lo anglófilo porque si hablas con escritores de hoy en día muchos te reconocerán que nombres como Martin Amis, Julian Barnes o Ian McEwan les han influido mucho. Y otra cuestión es la política de fidelidad que la editorial tiene con estos autores. Sus libros permanecen, y eso es algo que distingue Anagrama de otras editoriales, como si no desearas que sus volúmenes sean un fenómeno de dos semanas.


Esto dicho en otras palabras es política de autor por una parte y política de long-seller por otra. No descatalogar los libros, irlos reimprimiendo. Los libros de autores se agotan, volvemos a editarlos en bolsillo y persisten. Por ejemplo en América Latina estos autores son muy leídos gracias a la colección compactos, y es curioso que el British dream team recibe continuas invitaciones para dar conferencias, sobre todo los tres que antes has mencionado: Julian Barnes, Martin Amis e Ian McEwan. Tienen un éxito de público comparable al de las estrellas de rock.

En mi caso personal aprecio la permanencia desde la fidelidad al autor, que es útil desde el trabajo del editor hasta lo que el lector puede valorar de la editorial. En la universidad me recomendaron El loro de Flaubert, me encantó y pude encontrar sin dificultad el resto de sus libros.

Por esta política de fidelidad las buenas librerías tienen todos los libros del autor.

Que es algo que ahora se está perdiendo, y es una lástima. Algunos editores me han comentado que casi prefieren publicar el libro de un autor y luego le dejan volar libre, es como si se hubiese producido un cambio que enlaza con las transformaciones sociales. De mimar y crear un entorno familiar se pasa al fast food.

Sí, es cierto, pero de todos modos piensa que no podemos hacer política de autor con todos los nombres que publicamos, porque entonces editaríamos dos mil libros al año, hacemos una selección estricta. Luego ten en cuenta que este mundo en el que vivimos cada vez es más la ley de la selva, y hay grandes grupos que, como se dice en El padrino, hacen ofertas imposibles de rechazar con unas cantidades que no tienen nada que ver con las ventas posibles.

¿Y hay un respeto entre editoriales en función del criterio de cada una? Por ejemplo veinte años después de Bukowski publicasteis a John Fante, que es un poco su padre.

Cuando estuve con Bukowski en su casa de Santa Bárbara, hace ya muchos años, sólo me habló bien de John Fante.

Pero no es casual que tras editar a Bukowski publiques a Fante. Supongo que otros editores en ese momento podrían pensar que ese autor era para Anagrama. ¿Hay honestidad entre vosotros o por el contrario vuelan las puñaladas?

(Risas). Te diría como regla general implícita que entre las editoriales independientes nos respetamos los autores. Un caso obvio sería nuestro trato con Tusquets y Salamandra. Si de repente me ofrecen uno de sus autores les llamo para ver qué pasa, y viceversa. No vamos a buscar los nombres de otras editoriales.

El mercado es muy amplio como para hacer eso.

Sí, pero el mimetismo es muy persistente.

Además al llevar muchos años sabes que puedes llamar la atención cambiando o inaugurando colecciones como es el caso de Otra vuelta de tuerca, con la que recuperáis clásicos, lo que en mi caso al ser joven me resulta sumamente práctico porque así no tengo que ir husmeando imposibilidades entre librerías.

Este es el criterio, porque la mayoría no estaban en bolsillo. Es darle una oportunidad a jóvenes lectores que, salvo en el caso de disponer una buena librería en casa de sus padres, de este modo pueden recuperar obras muy difíciles de encontrar.

En este sentido hay títulos de las nuevas editoriales independientes que parecen ser propuestas de Anagrama, como sucede con Do it! de Jerry Rubin o La pesca de la trucha en América, ambos publicados por Blackie Books.

Nosotros publicamos a finales de los setenta tres novelas de Brautigan. Me gusta mucho, pero pasaron sin pena ni gloria. Un día hablando con Kiko Amat, a quien le encanta este autor, decidimos probar con uno de los tres títulos editados: no pasó nada.

El jeroglífico de comprender los motivos del momento justo de un libro.

Algo casi indescifrable en la gran mayoría de casos. Con La pesca de la trucha en América lo intentamos. Estaba publicada por un editor argentino afincado en México que llevaba el sello Extemporáneos. Hablamos con él y al final no surgió.

Por cierto…¿Cuál es la fórmula para sobrevivir cuarenta años al tremendo ego de los escritores?

La cuestión del ego es innegable e indispensable, porque cualquier escritor sin ego no escribe, lo que ocurre es que en algunos casos están más sosegados o enmascarados… o menos incómodos que en otros. (Risas).

Claro, porque mi planteamiento obedece a que esos 2500 títulos publicados corresponden a un número parecido de escritores, gente que al ser muy exigente consigo misma también lo es con su editor.

En general he tenido muy buena relación con casi todos los escritores del catálogo, pero en algunos casos el síndrome del éxito o del superéxito causa desequilibrios.

Y pese a ser una editorial de prestigio tampoco te imagino dando grandes adelantos, porque antes has dicho que la mentalidad de Anagrama es más de long-seller que de éxito inmediato.

En líneas generales es así. Al hacer política de autor consigues que muchos escritores minoritarios durante años consigan repentinamente un éxito más o menos grande, con lo cual los grandes grupos, siempre alerta a todo lo que suponga incrementar su venta de resultados o a darse un baño de prestigio, ofrecen unas cantidades desorbitadas. En algunos casos los autores se han quedado en Anagrama mediante grandes anticipos, pero eso son victorias pírricas. A partir de los años noventa se produjo el proceso de hiperconcentración en tres o cuatro grandes grupos, el auge de las agencias literarias… y entonces Anagrama, tras la crisis de los setenta, ya estuvo en disposición de pagar de vez en cuando grandes cantidades.





No es que me entusiasme preguntarte eso, pero cuando mencionas un autor que era minoritario uno inevitablemente piensa en Enrique Vila- Matas. ¿Qué provoca una marcha como la suya o de la Javier Marías?

Cantidades que no podíamos asumir.

Eso por otra parte. ¿ Qué te parece el nuevo estilo de marketing literario que practican algunas editoriales, más agresivo, como si en vez de vender un libro se ofreciera un producto cualquiera, sin privilegiar el contenido?

Pero, en general, estas acciones más agresivas de marketing se aplican a un tipo de literatura a priori ya muy vendible.

Vendible y efímera.

Y no es el caso de Anagrama. Nosotros editamos a autores de gran calidad literaria que no hacen libros de vampiros, por ejemplo este año Ojos que no ven de J. Á. González Sainz.

Gran libro, una obra maestra.

Gran libro, como el de Luis Magrinyà o el de Marcos Giralt Torrente. Persistimos publicando autores que ahora son minoritarios y que quizá en un tiempo despeguen.

Pero no tienes ningún interés en crear un fenómeno o generar un grupo, la editorial es el hilo conductor.

Ahora por ejemplo hay el fenómeno Afterpop, Nocilla o mutante, como se le quiera llamar. El único patriotismo de Anagrama es el de la calidad. No vamos a buscar autores del grupo, pero cuando ha surgido la ocasión y nos han llegado manuscritos interesantes los hemos publicado, como ocurre en el caso de Juan Francisco Ferré con Providence o Eloy Fernández Porta, reciente ganador de nuestro premio de ensayo.

Pero Fernández Porta entronca muy bien con la tradición de ensayo que hay en Anagrama, y la idea de exponer lo más moderno con una visión que no es la convencional.

Exacto. Por esto cuando se presentó el Premio Anagrama de Ensayo decidimos generar una base ideológica clara. Preferimos obras de imaginación crítica antes que las meramente eruditas. Ensayos creativos y no doctas tesis o tesinas. El caso de Eloy era muy claro, porque además de ser moderno tiene un sólido background.

A veces parece que esta generación haya anulado el resto del espectro literario español, pero precisamente Anagrama aúna todo, y también cruza el charco.

Jóvenes y viejos, porque también destacan Pombo y Chirbes, dos grandísimos escritores. Por otra parte siempre hemos apostado por Latinoamérica, como demuestra el caso de Sergio Pitol. A partir del año 2000 se consolidó la exportación de nuestras distribuidoras, no son de Anagrama pero somos su principal fondo editorial, en Latinoamérica y empezamos la política de publicar simultáneamente autores en su país y en España, y gracias a ello hemos editado escritores como Alan Pauls o Juan Villoro.

Y ese segundo boom latinoamericano no se debe sólo al efecto Bolaño.


No, aunque muchos de ellos son grandes admiradores de Bolaño, un caso excepcional que enlaza los dos booms. Su gran consolidación internacional llegó en Estados Unidos con Los detectives salvajes y 2666.

Se me acaba de ocurrir, pero me da la sensación que estos escritores latinoamericanos, seguramente porque no toman tantas dosis de estupidez occidental, tienen más la idea de escribir sin la necesidad de crear un impacto permanente, no tienen tan arraigado lo efímero.

Trabajan con un material muy rico que producen sus sociedades, muy vivas, con mucho contraste, lo nuestro es más de balneario… si nos olvidamos del catastrófico momento actual.

Y hablando del momento actual… ¿Qué consecuencias cree que tiene por el mercado la eclosión de las editoriales independientes?

Hay una oferta bestial en todos los registros o nichos, desde el best-seller puro y duro, la autoayuda más chunga hasta la literatura más exigente. En el ámbito de la buena literary fiction están desde los sellos de calidad, buenos editores de los grandes grupos que a menudo crean una buena imagen a partir de las inversiones de los amos, hasta las editoriales veteranas como Anagrama, Siruela, Tusquets y Acantilado. Esto empezó en 2000 y 2001. Hablé de ello en un texto llamado Los nuevos insumisos, donde comenté el fenómeno, que empezó a trancas y barrancas, con una mortalidad intrínseca, y el mayor boom se ha vivido en el último lustro, y no es sólo un fenómeno español. A partir de una estructura simple de dos o tres personas, que es como empezamos nosotros, y una economía de guerra, con sueldos pequeños, se avanza desde la vocación a una perspectiva de condenarse a la excelencia consistente en publicar buenos y bellos libros para crear una imagen y obtener seguidores. También es fundamental el apoyo de los buenos libreros, que están igualmente amenazados por la crisis. Me preocupa mucho más cómo puede afectar la crisis a las buenas librerías que no el libro electrónico o el asedio de los grandes grupos.

Al fin y al cabo la crisis quizá haga una selección natural, provocada por factores de mercado pero también por el lector.

De todas formas es una selección natural no necesariamente en el buen sentido, porque habrá editoriales que subsistirán con sus best-sellers, mientras otras con buenas propuestas sucumbirán. Por suerte la mayoría de editoriales independientes son prudentes, trabajan con pocas personas y publican a menudo libros sin derechos o con derechos bajos. Los grandes grupos necesitan rentabilidad inmediata por su propia estructura, lo que provoca que dejen de lado libros minoritarios, al tiempo que descatalogan aquel tipo de obras con ventas previsibles poco rentables, con lo cual buena parte de estos libros terminan circulando en otras editoriales.

¿Y cómo enfoca Anagrama la cuestión del libro electrónico?

Durante una década fue un fantasma que estuvo aleteando. La primera vez que se planteó la cuestión fue en el Congreso Internacional de Editores celebrado en Buenos Aires en el año 2000. Se instauró el terror. Ha pasado bastante tiempo y desde hace poco se ha despertado a nivel de venta de e-books y descargas. Ahora su cuota de mercado es del 2% en Estados Unidos. Los editores debemos estar alerta a muchas cosas, entre ellas al cambio tecnológico. Después de un proceso algo laborioso Planeta, Santillana y Random se han unido para formar una gran plataforma editorial, y han invitado a varias independientes a sumarse. Y siempre que no pase nada la próxima semana Salamandra y Anagrama nos uniremos.

Pero no será la prioridad.

Mi prioridad es el libro tradicional, pero si hay una oportunidad de ampliar mercado y crear lectores es nuestra obligación adaptarse a los tiempos. Las descargas sólo serán en librerías, no vamos a desmantelar a nuestros amigos y aliados, los libreros.

Ya un poco para terminar. ¿Qué novedades presentará Anagrama en esta segunda mitad del año?


Me temo que la respuesta será un poco larga. (Risas). Para empezar Ricardo Piglia, grandísimo autor de producción novelesca relativamente escasa, ahora publicaremos su cuarta novela. La presentaremos en México, España y Argentina. Esto sin olvidar el futuro ganador y finalista de nuestro premio. En el ámbito de la no ficción publicaremos, tras mucho tiempo, un nuevo volumen de Günter Walraff y también un libro, Mafia Export de Francesco Forgione, que es un análisis de la expansión internacional de la Camorra y otras organizaciones criminales con casos concretos y mapas de circulación. Por lo que concierne a la literatura anglosajona publicaremos la que se considera la mejor novela de Irving Welsh desde Trainspotting, Un nuevo crimen Crimen, y también las últimas obras de Nick Hornby y Paul Auster. En literatura francesa…

Antes comentábamos que se vende mejor en Barcelona que en Madrid. ¿No se ha superado esa diferencia con autoras que están en boca de todos como Amélie Nothomb?

Es cierto, y pese a los nuevos nombres hay un décalage. Amélie Nothomb vende bien, en especial sus novelas autobiográficas. Ahora publicaremos tres buenos libros franceses. Correr de Jean Echenoz, basado en la biografía de Emil Zápotek, mezclando lo deportivo con lo político, luego editaremos Los once Los Once de Pierre Michon, gran premio de la Academia Francesa, y también otra obra de Patrick Modiano, uno de mis autores favoritos. En los últimos años se ha vendido razonablemente bien y tuvo una buena acogida de prensa, por eso, entre otras cosas, estamos recuperando sus libros anteriores.

¿Cuál es la postura de Anagrama con las nuevas tecnologías y la atomización de la crítica que impide su centralización?

Ya no existe el mandarinato de los ochenta. No podemos olvidar el recorte de las secciones culturales de los periódicos, empobrecidas y dedicadas más a lo frívolo y al espectáculo, lo que se une al fenómeno de la superoferta. En relación a las nuevas tecnologías tenemos, como es comprensible nuestra página web, y Facebook desde hace un par de semanas. Estamos al tanto de estas cosas. Es un momento cambiante.

¿Y tienes una intuición de futuro?

En estos tiempos tan mutantes las intuiciones sobre lo que comentamos y el libro electrónico son ridículas.

Diálogo con Gemma Martínez y Eduard Serra, editora y diseñador de Navona






Navona y los libros bellos: Entrevista a Gemma Martínez y Eduard Serra
Por Jordi Corominas i Julián | Entrevistas | 14.06.10


Nos conocemos desde hace más de un lustro y por eso nos encanta reunirnos en la ya injustamente desaparecida Violeta de la Calle San Joaquín para mirarnos a los ojos y descubrir que el paso del tiempo nos concede una cita en forma de diálogo. Están las cañas y las bravas, pero también una grabadora. Es posible que nuestras palabras sin ella sean más agudas y divertidas. Si pongo el chisme sobre la mesa marmórea es porque ahora Gemma Martínez y Eduard Serra merecen ser entrevistados por su labor en Navona Editorial. Ella como una honesta editora con un discurso bastante diferente al convencional, cargada de sinceridad, con una pasión que desde su profesionalidad destila ganas de cambio. Él, irreverente, canalla, clásico, rompedor y siempre muy cabal, una de esas personas que cuando hablan no usan la boca en vano. Sí, son amigos y tenéis todo el derecho del mundo en llamarme exagerado, por eso callo y dejo que sean ellos los que se expresen.


Jordi Corominas: Empecemos con una pequeña introducción. ¿Cómo nace Navona Editorial?

Gemma Martínez: El matrimonio formado por Joan Capdevila y Marisa Trigo lleva más de cincuenta años en el mundo de la edición. Él fue director comercial de Planeta, director de Edicions 62 y hasta inventó Teo. Lo pidió por encargo y lo mismo hizo con Les tres bessones, que desarrolló su sobrina, Montse Capdevila.

J.C.: Un hombre con un pasado importante en el sector.


G.M.: Y no sólo eso, tiene una visión de negocios única, es brutal. Por su parte, Marisa era la editora gráfica de Edicions 62 y cuando ambos se jubilaron vieron, según sus propias palabras, que la mayoría de sus amigos en su misma situación morían o enfermaban de Alzheimer, por lo que decidieron morir con las botas puestas y emprender una nueva aventura editorial. Terapias Verdes fue el primer paso, pero no les llenaba, por lo que decidieron publicar los libros que les gustaban cuando tenían treinta años. En ese momento decidieron buscar una persona joven.

J.C.: Y en ese momento entras en escena…

G.M.: Pere Sureda conocía mi trabajo en Acantilado y les sugirió mi nombre, diciéndoles que podía hacer de todo. Me llamaron y aquí estoy.

J.C.: Y desde ese momento das a Navona un ritmo trepidante.

G.M.: Empezamos en 2007, y en este momento sacamos una media de tres títulos mensuales. Las primeras colecciones fueron de novela histórica y policíaca. Luego ya dirigimos todos nuestros esfuerzos hacia la literatura de gran calidad. Y aquí también entra la labor de Eduard, fundamental porque con su estilo macarra y elegante era capaz de atraer público desde lo refinado hasta lo más moderno.




J.C.: Ya hablaremos de y con Eduard más tarde. No creo que el éxito de Navona se base sólo en su diseño, también destacáis por las traducciones y el trato especial que dais a los que las hacen.

G.M.: Eso fue muy importante. Los mejores traductores son los poetas, porque son los que encuentran la imagen. Además, como bien remarcas, en nuestro caso adquieren más protagonismo porque suelen escribir los prólogos y aparecen destacados en la solapa, con foto y biografía.

J.C.: La palabra justa.

G.M.: Empezamos con José Luis Piquero y luego llegaron otros muy buenos.

J.C.: ¿Y cual es vuestro criterio editorial?

G.M.: Lo dicho, los libros que les gustaban cuando tenían 30 años.

J.C.: ¿Todos libres de derechos?


G.M.: No. Si fuéramos ricos podríamos comprar muchos libros, pero hemos de ser conscientes de nuestra capacidad y generar estrategias para sobrevivir, entre otras cosas porque queremos seguir trabajando en esto. La mitad de nuestros libros están libres de derechos.

J.C.: Lo que me parece muy curioso es que se pueden encontrar algunos de vuestros títulos en otras editoriales.


G.M.: Sí, y el paradigma es La transformación de Franz Kafka. Su lenguaje es más llano, directo y crudo, y eso no se ve reflejado en algunas ediciones del libro en castellano. Pensamos que tan importante obra necesitaba una traducción actualizada porque las antiguas ya no encajan con nuestro tiempo. Eso es importante porque uno de nuestros objetivos es acercar los clásicos a los más jóvenes.

J.C.: ¿Y con tanto título clásico no topáis con otras editoriales independientes?


G.M.: No existe un código estipulado para no pisarnos. Con algunas editoriales como Impedimenta lo coordinamos, pero al fin y al cabo nuestras premisas son claras. Queremos autores de izquierda como Erskine Caldwell; por otra parte es evidente que privilegiamos La huella Acantilado, literatura centroeuropea y eslava.

J.C.: Apuesta que considero muy inteligente, porque a diferencia de Acantilado vuestros títulos tienen un precio asequible para el gran público, y esas obras merecen ser leídas.

G.M.: Los pequeños cuestan 7 euros, los grandes 12. Nos interesa un mercado amplio, y eso enlaza con nuestra mentalidad. No queremos machacar a nadie con el precio. Y hemos comprobado que funciona, la gente lo agradece, y no lo hacemos sólo desde lo económico, porque cuidamos mucho las ediciones para que el público pueda tener volúmenes logrados a un coste bajo. De este modo lo clásico puede integrarse con facilidad en el lector moderno.

J.C.: Que al mismo tiempo necesita una base para comprender vuestra selección de autores, grandes nombres que hasta hace bien poco parecían un coto privado para una élite lectora.

G.M.: Nuestra literatura no debe ser lejana. Tomemos el ejemplo Rilke. El primer volumen que hemos publicado de él es Ewald Tragy, un texto autobiográfico que da pistas sobre su obra y su biografía. En eso intentamos ser coherentes. Ningún autor es difícil si lo introduces bien. (Risas por algo que no contaremos).

J.C.: ¿Y cómo se estructuran las colecciones?


G.M.: El espíritu es el mismo. Tenemos aparcada la línea policíaca e histórica porque privilegiamos Reencuentros y Breves Reencuentros. Apostamos por esta línea porque comprobamos día tras día que nuestras ventas siempre van en aumento, y nos encanta, porque estos libros son los que más nos gustan.

J.C.: Tengo la sensación que además tenéis muy presente que quizá en nuestro tiempo tratar con los medios digitales es algo fundamental.

G.M.: La cuestión sería la siguiente. ¿Cómo puedo llegar a más gente con el mínimo esfuerzo? Tengo pocas horas para todo el material que tenemos. Miramos blogs y revistas digitales, sus visitas y su calidad. Llegas a mucha gente y lo vemos con los resultados. Muchos lectores nos mandan correos y también tenemos un blog; además usamos Twitter y Facebook. Con la cultura ser elitista es una tontería. Falta coherencia, y cuando más cercano te muestres menos miedo tendrán los lectores.





Reímos otra vez por un comentario que no escribiré aquí y pedimos boquerones, queso y más vino. España no marca y sé que al bueno de Eduard le impone un poco de respeto la idea de la entrevista. Por eso seguimos con nuestras charlas y al final, casi en los últimos minutos del partido que nadie corea, pulso el botón de rec en plan traicionero, como una inofensiva puñalada que activan mis cuerdas vocales. Los jamones nos contemplan y en la calle tiran petardos.



Jordi Corominas: Antes Gemma comentaba que luchó mucho para que fueras el diseñador de las cubiertas. ¿Cuándo te contrataron te dieron alguna pauta a seguir?


Eduard Serra: No exactamente. Me dieron pocas indicaciones, entre las que estaba la ya mencionada por Gemma de recordar siempre que ellos editan los libros que les gustaron cuando tenían nuestra edad. Por otra parte también estaba el obvio factor comercial. Se dice que los libros en rojo y negro funcionan, todo lo contrario que los tienen verde en sus cubiertas.

J.C.: ¿Por eso se leyó tanto el libro rojo de Mao?


E.S.: Sí, pero vayamos al grano. Las primeras propuestas de Navona eran sutiles. Vengo del mundo de la tendencia y conozco el valor de un flyer, y así vi desde un primer momento las cubiertas, debían tener gancho y atraer al potencial comprador del libro.

J.C.: Porque hay que contemplar que el lector que esté en una librería puede dejarse atraer por una cubierta.

E.S.: Claro, la cubierta tiene que funcionar como un caramelo. He trabajado en discográficas y lo que marca es eso, por este mismo motivo pongo las fotografías a sal, algo poco corriente en el mundo editorial. Para modernizar la fotografía de época suelo tratar el blanco y negro con bitonos y tritonos.

J.C.: ¿Qué otros elementos son fundamentales en tu diseño de cubiertas?

E.S.: Hay dos elementos indispensables en la colección. La etiqueta es de papel. Al ser libros antiguos los imaginé amarillentos. Fui a casa de mis padres, cogí un volumen de su época y lo escaneé por la etiqueta, de la que me gusta especialmente la miniatura pequeña que metemos en su interior, repetida en la tercera página del libro. Me permite establecer un diálogo entre la imagen y lo que hay justo debajo del título.

J.C.: ¿Lees todos los libros que diseñas?

E.S.: Sí, es básico. En ocasiones cojo elementos fundamentales del libro y los plasmo en la cubierta, aunque el abanico de posibilidades es infinito. Por ejemplo, en Keyserling tenemos una historia muy decimonónica centrada en un yonki, y la jugada en esta cubierta es meter un personaje muy de su época con una jeringa, que es un elemento que nosotros en el siglo XXI tenemos plenamente asimilado.



J.C.: En este caso concreto al meter dos elementos discordantes generas tensión que a su vez crea curiosidad.

E.S.: Exacto. Y al estar ambos en la novela creas una especie de juego detectivesco desde la cubierta, el lector tiene que encontrarlos para entender que la supuesta discordancia no es tal.

J.C.: Y en el caso de autores con varios libros, ¿buscas crear una unidad de estilo que identifique la cubierta con el novelista?

En referencia a lo que me comentas te explicaré una anécdota. En El camino del tabaco de Erskine Caldwell sale de una frase del libro. Jeeter Lester dice que es la tierra cuando le preguntan porqué no emigra; busqué deliberadamente que el marrón de la tierra y el del protagonista fueran el mismo, lo que contrasta con el cielo. En el caso de los libros de Francis Scott Fitzgerald casi podríamos hablar de imágenes corporativas, con una gama de colores pastel que son Art Déco, y desde entonces la he usado siempre. Es un caso muy concreto que seguramente responda a tu pregunta. En los volúmenes de Scott Fitzgerald hay una política de color; L’Art Déco tenía el concepto de los colores pasteles, nos parecen anticomerciales, pero funcionan porque lanzan un mensaje. Ocurre lo mismo con Saki, donde los colores tienen que ser ácidos y las imágenes caricaturescas.

J.C.: Los colores encajan con el contenido.


E.S.: La estética de la cubierta debe ir acorde con la estética del autor.

J.C.: ¿Y qué autor te ha dado más problemas?

E.S.: Mark Twain porque es un autor muy rico, con mucho humor. En su época, hacia 1830, no había una comunicación gráfica rica, y eso hace más difícil encontrar elementos que logren transmitir su estilo en la cubierta.

J.C.: ¿Y analizas los colores desde el sentimiento?


E.S.: La soledad es azul. En Ewald Tragy Rilke nos habla de su vida desde una angustia muy fuerte. Eso hizo que en la cubierta introdujera colores fríos, ese azul grisáceo que muestra soledad, angustia y esas ojeras tan características que remarcan el mensaje. Por ejemplo en Steinbeck puedo jugar con la variedad, porque cada una de sus obras es diferente. Naturalmente en todo esto hay el reto supremo de lograr que las colecciones sean identificables para el lector.

J.C.: Antes de entrevistaros he preguntado un poquillo por ahí para saber qué pensaba la gente de vuestras cubiertas. La mayoría me ha recitado previsibles elogios, pero algunos han criticado el uso de colores muy saturados. ¿Dirigís las cubiertas a un público de una edad concreta o por el contrario buscáis que todo el mundo pueda identificarse con ellas?


E.S.: Curiosamente Joan Capdevila, el mayor de los tres, es el que más ha insistido en lo de los colores saturados. No creo que un concepto cromático sea propio de una determinada edad. Los lectores mayores de cincuenta años han vivido los sesenta y los ochenta, y además la nuestra es una imagen plana a la que le metemos color. No creo que les disguste. Por otra parte si es posible, y volvemos a lo que antes decía Gemma, que con estos colores logramos atraer más al lector joven.

J.C.: ¿Cubiertas pop para acercar lo elitista a lo popular?

E.S.: Sí, y Joan Capdevila es de lo más pop que conozco. Los libreros están entusiasmados, y eso es un indicio muy importante. Además tenemos las postalitas, flyers, que dejamos en bares y comercios.

J.C.: Y eso es la conciencia de saber que la cubierta es casi la mejor publicidad para el libro.



E.S.: La cubierta además es informativa porque en ella aparece una frase que en parte resume el libro.

J.C.: Y eso me hace pensar que quizá para un lector joven este diseño puede parecerse a una ventana que emerge del ordenador, con muchos inputs clave.


E.S.: No lo había pensado, pero tienes razón porque con la cubierta puedes saber mucho del libro. La etiqueta ocupa el 30% del espacio e incluye título, autor, traductor, miniatura y frase. Fue difícil equilibrar la cubierta.

J.C.: ¿Es más complicado trabajar en cubiertas de autores conocidos?


E.S.: Sí, sobre todo con La transformación de Franz Kafka. Entre otras cosas porque lo identificaba con la adolescencia, y al leerlo años más tarde descubrí que era otra cosa. El escarabajo que puse es como si nos estuviera mirando, en formato fotografía de carné. Busqué la mayoría de cubiertas. Tienen en común el situar el insecto por el suelo. Lo que nos cuenta es la mierda de la burguesía y su sentimiento ínfimo expresado en el escarabajo, que es como se siente Gregor. Es una persona y lo traté como tal. El escarabajo de mi diseño está visto desde debajo un cristal, lo recorté y busqué la angustia que muestra el recorrido del insecto. Si la miras mucho tiempo verás que no es un escarabajo, es una persona.

J.C.: Y en esa cubierta recoges el factor fundamental, y me haces pensar en otro detalle muy olvidado en La transformación: su final con los padres y la niña paseando pensando en el futuro, canto totalmente descarnado sobre el cinismo burgués. ¿Metes detalles recónditos en las cubiertas?

E.S.: Puedes buscarlos, pero para eso está la miniatura. La imagen grande es para el mensaje masivo y la miniatura para jugar con esos puntos. En La transformación pude poner un tranvía, pero preferí el sofá, porque es donde Gregor se esconde de la familia.

J.C.: Y con estos autores famosos debe ser difícil romper tópicos establecidos desde hace tiempo.


E.S.: No creas. En la transformación todos la han tratado con ilustraciones, pero me pareció más natural poner una fotografía. El reto era poner esa escarabajo y que pareciera que nos está hablando.

J.C.: Ya casi para terminar. ¿Qué autor o libro te resultaría difícil para diseñar una cubierta?


E.S.: He trabajado demasiado en el marketing, demasiados briefings y tonterías de ese estilo. Para mí es un auténtico regalo que el briefing me lo proporcione un escritor de literatura, porque en muchos casos en las primeras páginas ya tengo elementos válidos para entender su obra y trabajar.




J.C.: ¿Desde que estás metido en el diseño de cubiertas te fijas más en las de las demás editoriales?

E.S.: Puede que me fije más, pero es que mi sueño siempre fue diseñar cubiertas en un proyecto editorial. Desde hace diez años lo gráfico interesa a muchas más personas y eso ha implicado un aumento en la calidad del material, pese a ello el máximo referente sigue siendo Daniel Gil, insuperable se mire por donde se mire.

martes, 22 de junio de 2010

El don de Vorace en Revista de Letras




Satanás y la omnisciencia: “El don de Vorace”, de Félix Francisco Casanova
Por Jordi Corominas i Julián | Reseñas | 21.06.10


El don de Vorace. Félix Francisco Casanova
Editorial Demipage (Madrid, 2010)

Había una vez en Tenerife un chico superdotado que decidió suicidarse con tan sólo 19 años. Se llamaba Félix Francisco Casanova y en 1974 ganó el premio Pérez Armas de novela con El don de Vorace. La escribió entre el 9 de junio y el 23 de julio de 1974, 44 días posiblemente marcados en la redacción por algunos acontecimientos de la reciente Historia de España, como la ejecución de Salvador Puig Antich y los estertores del régimen franquista, presentes en su primera y última obra narrativa de manera contundente, tan sólo ocultos por la preeminencia que adquiere el avasallador yo del adolescente canario, ser predestinado que sufre al acaparar todos los dones posibles, condenado al garrote por querer morir y ser inmortal, como decía el personaje interpretado por Jean Pierre Melville en A bout de souffle.



Arrasando con todo, hasta con el lenguaje: la excelencia (truncada) antes de los veinte.


Félix Francisco Casanova era un poeta con un excelente poder de lenguaje. Por eso su novela se nutre de una prosa endiablada y exquisita que deja al lector sin aliento. El uso de vocablos anómalos es pedantería de quien empieza y divinidad de quien domina sin problemas el ritmo, sin importarle demasiado que algunos consideren su proeza una excentricidad. Pues bien, ojalá todos nosotros pudiéramos imprimir a nuestras palabras esa fuerza descomunal de intensidad sobrehumana desde la sátira social, motor clave en el desarrollo de una novela que nada entre dos aguas con un fondo negro que todo lo invade, como si la historia sucediera en un sótano muy oscuro, más oscuro que su alma, donde se concentrará un mal benéfico, descarnado testamento para sus futuros lectores.

La primera es evidente. El narrador se siente un elegido, y le ocurre al revés que a Guy de Maupassant, quien tras dispararse un tiro en la sien se sintió totalmente ajeno a la destrucción desde la destrucción y finalmente abandonó la escritura. A Bernardo Vorace le ocurre todo lo contrario. Sí, puede intentarlo de mil maneras y seguirá con vida, por lo que conviene contar la existencia y aprovechar ese regalo caído del cielo y vomitar con voracidad su esquema maléfico para arrancar las malas yerbas mientras las fuma y se empapa de conciencia aniquiladora. Su pacto es el de Mefistófeles con Mefistófeles. Olvídense de Fausto. También de Dorian Gray. La línea trazada por el púber isleño bebe del cínico descaro de la lucidez del doctor desengañado con su tiempo, necesitado de un cambio que desde el caos permita engendrar un orden totalmente nuevo, y ello es lo que hace del manuscrito reeditado por Demipage un texto que rebosa actualidad en cada poro de su cuerpo. Vorace sabe muy bien cual es su cometido, y moverá todas sus maquiavélicas fichas para alcanzarlo en una suite dividida en cuatro partes, indispensables para cerrar el círculo de sus intenciones.

Casanova sabía hilar el relato desde la teoría del rompecabezas. Su anodino y pausado vagar accede a la efervescencia trabajando en una librería de mediocres donde coloca los libros a su antojo, seduce a la hija de la dueña y finalmente emigra tras recibir una oferta irrechazable: transcribir las obras de un nazi moribundo, muy admirado por su único y verdadero amor, Marta, guapa y con más materia gris de lo normal, pero igualmente inútil ante la omnipotencia de Satán. Vorace cumplirá con su tarea, se divertirá con salvajadas de toda forma y color y ultimará una soga sin tacto que matará al fanático de hip, hip, Hitler. Muerte natural y todos contentos. La simbología es evidente. Exterminando adultos de cruces gamadas se abre una puerta para que el mañana sea más puro y las piedras del nuevo edificio tengan calidad contrastada, algo igualmente fundamental en el caso de la literatura. El gusto español de la época, con Anagrama empezando y el dictador en batín, mejoraba lentamente desde una base execrable. Faltaba mucho para renovar el panorama; si se quería dar un motor al avión de las letras urgía dar a los escaparates un verdadero genocidio de títulos que enterraran lo antiguo y situaran a nuestro país en la normalidad libresca. En este sentido la operación del cirujano Vorace puede enlazarse con las filias y fobias musicales de Félix Francisco Casanova, quien tenía un grupo y adoraba la radicalidad de Jagger y Hendrix. Libros potentes, guitarras enloquecidas, vorágine terapéutica para sepultar lo caduco en la tierra con una lápida pesada como cuarenta años de dictadura.

El siguiente paso en la carrera de regeneración, supongo que lo han intuido, es el suave asesinato, que en algunos casos no es tal por la magia del demonio, de la librera y su hija Débora, nombre parecido al del protagonista, devorador omnisciente, amo de una catapulta demencial con la que dispara y despedaza el estiércol que le rodea. El último impacto será propio de un ángel caído. Para fundar una religión no basta con redactar un evangelio e impartir lecciones entre los humanos. Hay que eliminar a los que conocen las acciones del profeta para que éste pueda presentarse puro. La diferencia sustancial es que el profeta es canario y elige para su golpe de gracia un lúgubre carnaval animalesco de adiós muy buenas, veneno perfecto para dejar sin sangre a todo allegado que se precie.





Después de la nada: la condena, el humor y un planteamiento.


Como podrán comprender la ulterior pena sabe de garrote vil. Félix Francisco Casanova esputa un tragicómico alegato contra la pena capital desde su inmortalidad, crítica despiadada que no es sino la esencia de su obra, que con su velocidad desafía la pútrida lentitud de una época de la Historia de España, tanto en lo literario como en lo social. El aullido del tinerfeño se expresa mediante el don de una múltiple recursividad, viva la redundancia, que abruma por su corta edad y la increíble exhibición de talento que desgranan sus páginas. El poeta elige como ejemplo la estela de un poeta hispano-británico que le descubre su abuelo en el Libro del Universo, y de eso se trata, plasmar un universo más que personal para extender un aire inédito que nutra la atmósfera para derribar lo pretérito e instalar lo nuevo con violencia, única manera posible en esa desdichada estepa ibérica que el mismo autor no pudo soportar. El gas terminó con sus horas, válidas porque nos legaron El don de Vorace, novela irrepetible porque anuncia todo y la nada, apasionante arte en palabra que tras mil lecturas aun tendrá algo que decir desde el desparpajo, la clarividencia y el ímpetu de quien nos abandonó porque a veces el dolor de la brillantez es una barrera insuperable cuando caminas entre ciegos excrementos conformistas.

lunes, 21 de junio de 2010

Martes 22, La Dulce Neus en La Hora-L de Radio Barcelona-Cadena SER


El cuerpo del empresario catalán Joan Vila Carbonell apareció sin vida en su finca de Esplús (Huesca) el 28 de junio de 1981. Su mujer se llamaba Neus y dijo sospechar del GRAPO, pues su marido pertenecía a la formación ultraderechista Fuerza Nueva. La verdad era otra. Estaba cansada de las vejaciones de un hombre hecho a sí mismo, convencido que su éxito sin educación era una virtud que sus hijos debían asumir, por eso puso a sus retoños a trabajar con sólo ocho años, por eso empezó a generar un odio en la familia que acabaría con sus días mediante una alianza mortal.

El caso de la Dulce Neus puede leerse desde múltiples prismas. Uno de ellos es la defensa de una mujer contra los maltratos de una bestia dominante. Otra es la explosión de una polémica figura que tras ser juzgada junto a sus hijos copó portadas durante años entre desnudos, bodas,fugas carcelarias, libros y obras inspiradas en su persona.

Hay casos parecidos, pero conviene recordar el de La Dulce Neus, crimen histórico que marcó la criminalidad barcelonesa y española en los años ochenta del siglo pasado.

Crímenes en la Hora-L
Cada martes a partir de las 13.06
Radio Barcelona-Cadena SER

96.9 FM
666 AM

domingo, 20 de junio de 2010

Poema "Los modernos"


Los modernos por Jordi Corominas i Julián (junio de 2009)

Falsos artistas del presente
Tocad la bola de cristal
Del porvenir.

En vuestro soy muy amigo de
Percibo inferioridades crónicas
De ropa a la última
Cultura pasajera
Y fama fugaz de
Mercadillo con Peter Pan
Asomándose a la
Ventana del hastío.

La moda que os mata
Cadaverizará vuestra
Insuficiencia de
Autenticidad
Cuando fechas yogúricas
Surquen vuestro rostro.

Boinas francesas, ropas holgadas
La eternidad se mide con
Otros parámetros
Que nos os pertenecen
Sólo os queda el ruido
Sin furia de gloria
Microcósmica en
El jardín de lo pueril.

RIP
Moderno el breve
( átono y pastoso)



foto:JCJ

sábado, 19 de junio de 2010

Beatles de L.S. Christensen en Culturalia


The long and winding road de 4 chicos noruegos: Beatles de Lars Saabye Christensen por Jordi Corominas i Julián

A veces me pregunto que hubiese sido de los sesenta sin The Beatles. Ellos fueron la punta de lanza de una revolución única en la Historia, una utopía frustrada que durante un decenio se alimentó de música cargada de esperanza que traspasó fronteras y se instaló en los corazones globales. En Noruega no fueron ajenos al fenómeno, y por eso Lars Saabye Christensen ha tomado como excusa al cuarteto de Liverpool para desarrollar una historia con tintes de Bildungsroman que recorre el paso de la adolescencia a la edad adulta de cuatro muchachos de Oslo que sueñan, como tantos otros, en formar un grupo e imitar a sus ídolos mientras el mundo se erosiona entre guerras y desacuerdos generacionales.

Kim quiere ser zurdo y tocar el bajo como Paul McCartney. Seb tiene el desparpajo de John y su lado salvaje. Gunnar y Ola, como George y Ringo, parecen estar a la sombra de los líderes, pero sus intervenciones aportan la cordura necesaria para que la genialidad no se diluya como un azucarillo. Los chicos van al mismo instituto y comparten ilusiones y gamberradas. Nada puede desunir su vínculo sagrado de amigos hasta que la vida sitúa a cada uno en su lugar. Se suceden fiestas y anécdotas propias de su edad. Un petardo que estalla donde no toca, los primeros ligues, borracheras antológicas y viajes que por ser novedad adquieren una épica que el futuro juzgará ridícula. Mientras todo esto sucede siempre queda el momento ansiado del nuevo disco, que en realidad simboliza el fluir del río y sus avances. Lo trágico es que cuando la madurez de los veinte llame a la puerta toda la idealización del pasado será mera moneda de cambio para sobrevivir en lo agreste de dinero, alquileres y trabajos mal pagados, prostitución indigna como moneda al rico finiquito del todo es posible.

Considerada por algunos como la mejor novela de los últimos veinticinco años, algo realmente osado, Beatles es una narración amena y divertida que sabe virar hacia la dureza cuando las tornas adquieren los agridulces matices de la realidad después del instituto y el proteccionismo paterno, desdeñado por los protagonistas como síntoma del devenir temporal. El hilo elegido para sostener la trama es previsible y casi evitable tal como se ha planteado, pues el autor incurre en errores de bulto cuando habla de la música de los Fab four, algo que naturalmente no ocurre cuando se centra en la historia de sus personajes, rica porque aúna en su seno problemas tradicionales de la adolescencia con una visión particularista que sólo puede darse en Escandinavia. Las antiguas tradiciones se entrelazan con las metamorfosis contemporáneas. La pesca y Vietnam. El fútbol y la droga. La confirmación y el autostop. Esta combinación de elementos da vigor al texto y incrementa su autenticidad, su verosimilitud con el contexto. Las preguntas salpican la superficie y la introducción de roles complementarios, familia y amigos, resuelve las dudas, como si la chica pintora o el vecino tenor estuviesen en el interior de la novela para disipar la incertidumbre y dar certeza a lo nunca visto con anterioridad, como si sin ellos el magma de la metamorfosis fuese demasiado incomprensible y difícil de asimilar para los cerebros de los obstinados émulos noruegos, carentes de instrumentos, del fenómeno cultural más grande del siglo XX.

Christensen demuestra ser un escritor de categoría capaz de hilar con solidez una estructura vertiginosa que, acorde con la edad de sus creaciones, sólo sucumbe en algunos tramos donde la intención topa con la ambición de querer decir demasiado cuando, en realidad, a veces la síntesis solventa mejor la papeleta si se quiere retratar en forma de mosaico un período tan apasionante como los sesenta, donde los jóvenes accionaron palancas y quisieron destruir, sin suerte, un letargo que en 2010 tiene formas más cruentas porque el hippie más tarde, ironías del destino, se convirtió en yuppie.

Lars Saabye Christensen, Beatles, Barcelona, Maeva, 2009
ISBN 978-84-92695-08-9

viernes, 18 de junio de 2010

Recital Delaonion en la fiesta de cumpleaños de Canal-L




Primer aniversario Canal-L
Sábado 19 de junio de 2010, 22 horas
Bar Ramat
c/ Riereta 23



El sábado 19 el magnífico Canal-L celebra su primer año de existencia, y para los poetas Delaonion es un placer poder participar en su fiesta de cumpleaños, que esperemos sea la primera de muchas.

Como uno de nuestros habituales se encuentra de viaje la presencia cebollera quedará reducida a cuatro sospechosos habituales que os preparan sorpresas tanto en el formato como en otras historias que desvelaremos en su momento.

Recitarán:

Álex Chico

Jordi Corominas i Julián

Laia López

Juan Salido-Vico



¡Os esperamos!

Colores de Remy de Gourmont y Odilon Redon en Culturalia



Orgía simbolista policroma: Colores de Remy de Gourmont y Odilon Redon por Jordi Corominas i Julián

Es de agradecer que en medio de la crisis más que económica algunas editoriales decidan mojarse con obras que superan la calidad media, como si con su apuesta quisieran decirnos que otro tipo de edición es posible. Las penurias monetarias han llevado al sector a una situación que en muchos casos se traduce, si bien durante este período han surgido sellos más que interesantes, en publicaciones donde, más que la magia del libro, se pretende vender un contenido textual desnudo. A veces el envoltorio, lo que da caché a la obra por belleza y cuidado en los detalles, está en su interior. Sucede en la joya que nos brinda Barataria, alhaja simbolista en la que un escritor de gran sensibilidad, Remy de Gourmont, se une a un pintor precursor, Odilon Redon, para hablarnos de personalidades, amor, hombres y mujeres.

Colores parte de una premisa y la cumple. La narrativa tendría que ser escrita como si de poesía se tratara. Así fue en Grecia y así tendría que ser en la contemporaneidad. Los motivos son simples. Cada frase ha de contener una fuerza que además del mensaje considere el encanto del verbo en grado superlativo para evitar nimiedades, rellenos que anulan virtudes. Gourmont nos regala 18 pigmentos que son los estados anímicos y sentimentales del alma humana. El escritor sufrió una enfermedad degenerativa que fue deformando sus facciones. Su obsesión por lo bello es comprensible, y en sus breves cuentos, delicias acompañadas por el pincel de Redon, aprehendemos las varias parcelas que configuran el amor y el palpitar. A veces no basta con un abrazo o un beso, cuenta más el después, la reacción de la amada tras los actos supremos, que pueden desvanecerse si las clavijas no se sitúan en el punto justo de cocción, que es la comprensión del otro, empatía que produce la unión de los parecidos en un magma indisoluble que en ocasiones se limita a una gozosa temporalidad.

Las historias de Colores son una Biblia abierta que incita a meditar más sobre los que nos rodean. Todos tendríamos que ser el juez que a partir de la lectura de unos ojos puede entender sin pestañear los entresijos de la joven acusada de envenenar a su dueña, verdes pupilas de vida y efemérides aun por ocurrir, futuros encerrados en partes corporales que admiramos pero no solemos tomar demasiado en serio. Dentro de nuestra sociedad impresionista se tiende a ir demasiado deprisa con las minucias significantes, cuadros reales que transmiten verdades desdeñadas por la aceleración. Gourmont da al todo un dramatismo propio de su época, exceso de la inquietud que en la segunda parte del libro, Antigüedades, adquiere trazos de anómala filosofía del espacio. Memorable es el fragmento dedicado a la Tour Saint Jacques, construcción pasada de moda que por eso mismo, a la vejez viruelas, es protegida por rejas que la preservan de la estupidez y la degradación. Otras piezas se sumergen en el surrealismo y plantean situaciones inverosímiles. Un hombre accede a una especie de reserva protegida donde conoce las exquisiteces de la mujer, un animal desconocido, una bestia sublime que lo descoloca y le hace comprender donde recae la soberanía estética. Pues si algo depara la lectura de Colores, y sus magníficas ilustraciones que merecerían otro artículo, es comprobar sin asombro, porque quien escribe es devoto, que la feminidad es un arma del deleite, y no sólo desde una perspectiva publicitaria, sino desde una totalidad eterna que se puede apreciar plenamente mediante rayos que iluminan el camino y lo hacen más transitable, digno y embelesador. Detalles.

Remy de Gourmont (texto); Odilon Redon (ilustraciones), Colores, Barataria, Barcelona, 2009

ISBN 978-84-95764-85-0