miércoles, 28 de septiembre de 2011

Jueves 29, Inauguración de la microbiblioteca de La Biblioteca Esteve Paluzie en Barberà del Vallès




Este jueves tendré el placer de inaugurar junto a Ginés S. Cutillas, Fernando Clemot, Laia López Manrique y Álex Chico la microbiblioteca, una sección dedicada al microrrelato en el conjunto de la Biblioteca Esteve Paluzie de Barberà del Vallès. Para quien no pueda asistir cuelgo uno de los que leeré escrito hoy mismo.


El disfraz de Adolfo

El sábado 20 de febrero de 1993 tenía trece años, muchos granos en la cara y quería ser historiador. Me enloquecía la Segunda Guerra Mundial, quizá por ese exhibicionismo tan rotundo del lado oscuro. Me senté en el sofá, abrí el periódico y tras devorar las páginas de política nacional bebí un zumo de naranja, pensé en los insultos del bigotudo líder de la oposición y pasé a la sección de sucesos, que hasta ese preciso instante era irrelevante en mi corta existencia. Sin embargo aquella mañana una noticia captó mi atención. El alicantino Antonio López Cañete apuñaló a su esposa en plena calle disfrazado de Hitler. ¿Dónde compró el uniforme? ¿Se maquilló con un bigote postizo? ¿Adquirió una gorra nazi ante la inminencia del carnaval? El redactor no especificaba en exceso, por algo la nota era breve y estaba en una columna lateral, como si su misión fuera pasar desapercibida, tanto que su texto ni siquiera especificaba la suerte de la mujer, que previsiblemente salvó el pellejo por los pelos, lo que se deducía a partir de las acusaciones formuladas por el juzgado. Veinte años por frustrado parricidio con alevosía, premeditación y enmascaramiento de personalidad. Veinte años después, lo escribo más que nada por el gusto de la repetición, busqué el nombre del aspirante a asesino en la hemeroteca de La Vanguardia y sólo encontré mi memoria, sin más novedad ni ampliación del delito, sepultado en la tumba de la violencia de género en el preludio de su explosión a pelo, a la española, con cuatro líneas en los rotativos y si te he visto no me acuerdo.

Podcast de Manuscritos encontrados en una botella del Laberint de Wonderland



Hoy hemos hablado de manuscritos encontrados en una botella, desde clásicos engendrados por E.A. Poe y Julio Verne hasta remontarnos a la Roma antigua con Yo, Claudio de Robert Graves para terminar con dos casos reales del siglo XXI. Quien quiera puede escuchar la sección a partir del minuto 35 clickando aquí

martes, 27 de septiembre de 2011

Miércoles 28,mensajes encontrados en una botella en el Laberint de Wonderland (RNE4)



La semana pasada hablamos de manuscritos, y claro, el tema da mucho juego, por lo que este miércoles os presentaremos un Laberint con manuscritos encontrados en una botella, por lo que será inevitable empezar con....

1.- E.A. Poe y su manuscrito encontrado en una botella

Seguiremos con

2.- Julio Verne y Los hijos del capitán Grant

3.- Un misterioso cofre en Yo, Claudio de Robert Graves

y terminaremos la sección con

4.- Dos casos reales y recientes de manuscritos encontrados en una botella


El laberint a Wonderland

Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo: Rne4

lunes, 26 de septiembre de 2011

Panfleto Calidoscopio septiembre




Bestiario
especial monográfico

Volvemos hechos unos animales, con un monográfico muy especial, titulado Bestiario. Bajo esta consigna hemos pedido a nuestros colaboradores que escribieran algo que les inspirara esta llamada animalesca, bestial, salvaje. Expresamos así nuestra naturaleza animal y la que se encuentra en el mundo de la cultura. Solo nos falta gritar como Tarzán antes de comenzar la lectura. ¡Buen provecho!

sumario setiembre [nº48/2011]




Llueven vacas
Entrevista a Fran Arráez
Por Sonia Antón Ríos



Maldoror y el buldog
Por Jordi Corominas i Julián





Corre conejo
de John Updike
Por Federico Fernández Giordano



La galería de animales de porcelana de Meissen
Por Mariola Gómez Laínez





Teriomorfismos
de una sociedad en crisis
Por Eva Aparicio Asún



Cosas de la literatura y la subliteratura
Por Daniel Jándula





La morsa y John: I Am the Walrus o la cumbre lírica de un genio
Por Jordi Corominas i Julián



Pero... ¿qué es un bestiario?
Por Anna María Iglesia





Si una noche de invierno
un zombi...
Por Sonia Fernández Pan



Especial espacio inventado:
bestiario




El cuñado
Por Miguel Baquero

La derrota
Por Carmen Garrido Ortiz

Autofagocitación
Por Carmen Juan Romero

El armario
Por Carmen Moreno

La liebre
Por Agustín de Julián

Pedradas
Por Cósimo de Ronda

Animales perfectos
Por Eva Kepler

Mi bestiario soy yo
Por Jesús Alonso

La cigüeña negra
Por Jesús Esnaola

Anunciación de la bestia
Por Laia López Manrique

Eso
Por María Zaragoza

Pequeños favores sin importancia
Por María Sevilla

Los goflordos
Por Norberto Luis Romero

Brevísimo bestiario doméstico
Por Rosana Dune

Correspondencia poética con Erika Mitterer
Por Rebeca Yanke

sábado, 24 de septiembre de 2011

El sonido de Los Beatles de Geoff Emerick y Howard Masey en Revista de Letras


Un imprescindible: “El sonido de Los Beatles”, de Geoff Emerick y Howard Masey
Por Jordi Corominas i Julián | Portada | 21.09.11


El sonido de Los Beatles. Geoff Emerick y Howard Masey
Prólogo de Elvis Costello
Traducción de Ricard Gil
Urano (Barcelona, 2011)


Paradojas de la vida. Si hablara con el mago de la lámpara le pediría ser durante unas horas Geoff Emerick para descargar el disco duro de su memoria, plagada de recuerdos juveniles en los que aparecen cuatro veinteañeros de Liverpool enfrascados en sus genialidades. El autor de El sonido de Los Beatles, horrible apaño hispano que destroza el original Here, There and Everywhere de la edición británica, fue ingeniero de sonido del grupo más famoso del siglo XX entre 1966 y 1969. Vivió el giro copernicano de Revolver, la consagración del Pepper, las disputas del White Album y la rúbrica del Abbey Road, siendo pieza clave y fiel observador del auge que precipita la belleza de una decadencia gloriosa, inigualable por su anomalía, como si los discos no sufrieran los lógicos desencuentros propiciados por la madurez de George, Paul, John y Ringo.

La mirada de Emerick es nostálgica, como si quisiera reflejar un tiempo perdido que nunca volverá. Da en el clavo porque su narración produce empatía con el lector, ansioso por aprender anécdotas que por su trascendencia adquieren carácter histórico. El libro es un viaje a una Arcadia mitificada que marca el ritmo evolutivo de la sociedad en los sesenta. En Abbey Road la magia surgió por imperativo. Cuando el autor del volumen que nos concierne ingresó en EMI todos sus empleados debían vestir acorde con los requisitos de la cadena laboral. Camisa blanca y pantalón negro para perpetuar un orden de falso comunismo en la pirámide capitalista de la música. Los discos se vendían con otra intencionalidad. Los artistas eran estrellas con limitaciones horarias y profesionales en las que el endiosamiento pop aún no había cobrado su dimensión actual. En este sentido el flechazo entre nuestro protagonista y su foco de atención es significativo. The Beatles en 1962 eran unos pipiolos que sólo ostentaban frescura a raudales, sin más. El trato que recibían era el propio de quien es contratado para desarrollar su empeño estipulado en un papel. Tocar, grabar y a casa. Gracias.



Las cosas cambiaron por la dinámica de los acontecimientos. Los Fab Four se transformaron en una máquina de ingresar dinero que merecía privilegios absolutos. Lo aprovecharon para imponer su criterio artístico aliados con George Martin, quien supo ver el talento de los chicos y llevarlo hasta el paroxismo con los métodos de otrora, una verdadera proeza en la que colaboró Geoff Emerick. Imaginen que Lennon pide que su voz suene como mil monjes tibetanos en la cima de una montaña. Primero te quedas en blanco. Luego activas el cerebro y ofreces una solución. Así fue el debut del ingeniero en Tomorrow Never Knows, al que seguirían varios frenesíes heroicos que además le sirvieron para comprender la personalidad de esos extraños individuos que dominaban el mundo con guitarras, bajos y baterías, pregonando paz y amor mientras en su fuero interno luchaban por asimilar la vorágine, mediática y creativa. Sin ese combate no entenderíamos el porqué de Revolver al White Album se nada en un éxtasis que culmina en reproches, peleas y Yoko Ono, culpable de la ruptura hasta cierto punto. La vida toma caminos y es un constante río de descubrimientos y sorpresas. The Beatles eran una familia forjada en la adolescencia, donde los sueños compartidos son un acicate que el progresar de la existencia reforzó y diluyó. Harrison se interesó por la cultura india. Las mujeres irrumpieron con estrépito. La fama llevó a la protección y cada uno quiso cultivar su jardín. Pónganse en su piel. Doscientas canciones no pasan en balde. Nadie, absolutamente nadie ha generado tantos quilates de oro en tan breve período cronológico, lo que significa transcurrir muchos días con las mismas caras al lado, sin tener otra opción por confianza en la alquimia y la inercia de saberse en el paraíso. Hasta decir basta, lo que Emerick anticipó en el doble blanco al no soportar la tensión existente en el estudio y abandonar la sesiones de grabación para preservar su salud mental y tomarse un respiro de tanta intensidad.

La pausa fue corta. A mediados de 1969 fue nuevamente solicitado para aportar su granito de arena a lo que sería el último disco del conjunto, Abbey Road, título nacido del hastío pero que simbolizaba el fin de una época y la importancia de esas cuatro paredes. En este sentido el libro publicado por Urano es fundamental porque ofrece detalles de un período muy mal estudiado en la trayectoria del cuarteto, quizá porque siempre se ha preferido el chismorreo de la debacle al análisis de la misma. ¿Qué ocurrió? ¿Cómo eran las relaciones entre los dos líderes de la banda? ¿Cuál era la actitud de Harrison en los meses del adiós? El cuadro deparaba síntomas de descomposición que quedaron, en parte, relegados por la entrega de Paul, George y Ringo en completar una obra que se equiparara al resto de sus perlas. Lennon remaba en otra dirección más egocéntrica, preocupándose sólo por sus canciones mientras desquiciaba a los demás con una cama para Yoko y caprichos de divo enloquecido salvo cuando se hacía su voluntad o las sesiones devenían un juego infantil, como acaeció con The End y su serie de solos de guitarra.




En algún que otro instante parece que el núcleo de la narración sea Paul McCartney. En una reciente reseña Diego Manrique lo dice aún más claro. Emerick es un hombre de Paul, lo que explicaría el trato de favor que las palabras desprenden, fruto de lo intenso de su relación. El bajista es visto desde los primeros compases con un sutil bastón de mando al ostentar mayores dotes musicales. Lennon era la exuberancia y el descaro, pero quien manejaba los intangibles era el compositor de Eleanor Rigby, siempre atento al detalle melódico, siempre presente en su tesón por mantener al grupo unido y propulsarlo a latitudes desconocidas desde un afán perfeccionista inaudito y que la posteridad valorará en su justa medida, multiplicándose en varios ámbitos, dejándose los dedos con su instrumento y gestionando al monstruo de cuatro cabezas para que no se hundiera. Lo único que podía destruir al acorazado Beatle era su propia grandeza. Así terminó una aventura a la que siguieron carreras en solitario. El ingeniero pasó a ser productor, y gracias a ese progreso decisivo podemos deleitarnos con su relato nigeriano de la grabación de Band on The Run en Lagos, cuando Paul sufrió lo que no está escrito entre desastres sin precedentes, robos de letras y un colapso respiratorio que hizo temer por su aún joven singladura. El pánico cedió a un renacimiento y el disco fue uno de los más celebrados de los setenta, cuando la alegría del decenio anterior era un miraje y la música popular viraba hacia espectros con otras tonalidades.

Para cualquier aficionado devoto a los de Liverpool El sonido de los Beatles es un libro que no puede faltar en su estantería. Contiene informaciones de alguien que vivió el septenio dorado desde dentro, por lo que los datos, pese a su necesaria subjetividad, transmiten más, lo que se palpa en cómo Emerick nos cuenta las cosas. Es de agradecer que algunas editoriales españolas, y no precisamente las de más renombre, publiquen lo esencial de la bibliografía sobre el conjunto. Pasito a pasito los huecos van llenándose, pero seguirán con la abundancia de los de Blackburn, Lancashire, hasta que no veamos en nuestro país volúmenes del calibre de Revolution in the head de Ian MacDonald, The Complete Beatles Recording Sessions de Mark Lewisohn o Many years from now de Barry Miles.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Los viejos demonios de Kingsley Amis en Revista de Letras


Una lenta y cruel agonía: “Los viejos demonios”, de Kingsley Amis

Por Jordi Corominas i Julián | Reseñas | 15.09.11
Los viejos demonios. Kingsley Amis
Traducción de César Armando Gómez
Lumen (Barcelona, 2011)


Conocer al padre antes que al hijo es una sensación extraña, pero en literatura todo es posible. El retoño responde al nombre de Martin y al apellido Amis. Es un gran y polémico escritor que en los últimos años aparece en la mayoría de manuscritos de jóvenes autores españoles. Ya ven, genera coña y sirve tanto para un roto como para un descosido, con el añadido de ser uno de los narradores británicos más solventes, con obras del calibre de Experiencia, donde precisamente expone sin pelos en la lengua su relación con su progenitor, Sir Kingsley Amis, quien a lo largo de su vida sembró admiración y odio a partes iguales.

Con Los viejos demonios cerró un círculo y recibió un inesperado premio Booker. Corría 1986 y el descaro de Martin había eclipsado la exuberancia de Kingsley. La novela que nos concierne huele en todo momento a crepúsculo aceptado de inevitable inercia. El escenario elegido es una metáfora del cementerio de elefantes. Gales en los años ochenta del siglo pasado empezaba a parecerse a cualquier lugar del mundo, si bien sus viejos habitantes defendían a capa y espada las tradiciones del lugar mediante la creencia de vivir en una remota Arcadia sostenible regada con abundantes dosis de whisky y nostalgia por un tiempo irrecuperable.

La excusa para esta trama polifónica se centra en el regreso del hijo pródigo. Alun Weaver vuelve a su tierra natal y espera ser recibido entre agasajos por sus compatriotas. Durante años ha trabajado muy duro para que el resto del Reino Unido valore en su justa medida las maravillas galesas, de las que dice saber mucho. En realidad el bueno de Alun es un farsante de tomo y lomo que se ha creído demasiado su papel. Adquirió su conocimiento mediante una profunda indigestión libresca, pero eso sólo lo saben sus amigos de siempre, que le acogen con desconfianza y un ligero poso de envidia que los acontecimientos harán derivar en odio. Malcolm, Peter, Charlie y compañía no se han movido del nido, quedan para emborracharse en un pub y penan sus existencias con prístina conciencia de finiquito. Los sueños han quedado atrás y la muerte atiende al final del camino. No hay más. O quizá sí, un cóctel decadente de desilusión sentimental propicia para generar enredos de primera categoría. En ellos cobrará mucho protagonismo Rhiannon. La antigua musa universitaria retoma la senda del origen junto a su pedante esposo, por quien profesa un afecto que oscila entre el desdén por su obra y la calma de la repetición de lo compartido en Londres, donde eran medianías que al abandonar la capital piensan adquirir otro rango. De trepadores a próceres, de pedigüeños a insignes personalidades ignoradas porque la cotidianidad se impone y los descendientes del Rey Arturo están más preocupados por su rutina que por la pompa de un fracasado con ínfulas, mentalidad que condiciona el argumento, más centrado en lo privado que en el escarnio colectivo al antihéroe.



La estructura de Los viejos demonios, no es tan fiero el león como lo pintan, se basa en una serie de interiores, casas de muñecas seniles que poco a poco desgranan la personalidad de los protagonistas. Para incrementar lo diáfano de la propuesta los capítulos trazan una clara división que introduce a todos y cada uno de los personajes de manera individual hasta que unen sus destinos con la aparición de Alun y Rhiannon. Y entonces se desata la locura controlada. Todos quieren reverdecer viejos laureles y enterrar la monotonía en el desván del recuerdo, lo que es francamente problemático si se tiene en cuenta que su presente es un frágil núcleo que topa con el muro que imposibilita cualquier tipo de avance. Las hazañas son una quimera, y ni siquiera queda un resquicio de luz. Los mecanismos que adquirimos son una losa que la vejez exacerba. El único consuelo radica en intentar desafiar lo establecido entre huesos gastados, cerebros embotados por el alcohol y aparatos reproductores que sin erecciones se contentan con abrazos y manos entrelazadas que activan sinapsis con lo que pudo ser y no fue.

Y aquí llega el instante en que ustedes se preguntan cómo pude soportar tanto bajón a lo largo de cuatrocientas páginas. Durante varios tramos medité que la obra probablemente es una autobiografía del estado mental de Kingsley Amis en el otoño de su singladura, aunque también podríamos lanzar la hipótesis que la unión de todos los caracteres resume los sinsabores de la tercera edad en los últimos estertores de Inglaterra en la Guerra Fría. Los que fueron jóvenes en la década de los treinta y escuchaban vinilos americanos han quedado postergados porque la aguja se ha disparado hacia otra dirección que ya no les corresponde y aconseja retirada, no para enarbolar banderas victoriosas, sino por sentido común y una decencia que raramente se contempla, pues cuesta demasiado aceptar la derrota de la transición entre lo establecido y lo que ya está sucediendo.

Por otra parte las situaciones- resumidas en un vaivén de seducciones, cogorzas e inconsecuencia- destilan un árido humorismo que no satisfará a cualquier paladar. No, no se trata de contentar a los más exigentes, pero sí es cierto que el primer Amis creó un libro muy duro y crítico consigo mismo y su generación, una novela que rezuma impotencia y ajusta cuentas con insólita y sobria severidad.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Podcast del Laberint de Wonderland sobre los manuscritos


Hoy en el Laberint de Wonderland en Rne4 hemos hablado de Manuscritos, iniciando el recorrido por el Códice Calixtino para luego abordar los casos del manuscrito Voynich, el de The Times They Are-A Changing de Bob Dylan para cerrar la emisión con el Manuscrito encontrado en Zaragoza de Potocky. Puedes escuchar la emisión, a partir del minuto 38, clickando aquí

Poema "Alicia"


Alicia, por Jordi Corominas i Julián

Hay muchos parques que sin boleto
Dan lista de espera a cada minuto,
Hoy paré en la estación del Guinardó,
Arcana instalación de uso práctico
Que cancela metafísicas made in de Chirico
Por su contagio de virus al moribundo
Con muchos apellidos y un solo nombre.

En sus vetustos asientos una cuarentona
Se atusa los labios sabiendo la mirada
De un obrero, camiseta mojada, barba
Mal afeitada, por suerte la pantalla
Informativa está estropeada y la noticia
Son dos lesbianas adolescentes en la esquina
Con un león cotilleando la saliva vertida
En las bocas desde su cartel caducado
Que anuncia distracción en la frontera.

La voz en off es un sicario a sueldo
De lo políticamente correcto, la histeria del amo
Brota por sus cuerdas vocales, léxico fangoso
Aderezado con la música de bienvenida, invitación
A bajar las escaleras como Kim Novak, decapitación
Del sentido común, como si el mundo fuera un recreo
Y nosotros niños de pecho arrimados a un seco pilón.

Alicia en la superficie cuenta ovejas descarriadas
Sin alborotarse porque nadie folla con las criadas,
El uniforme tiene trampantojos en su policromía,
El esplendor produce anoréxicas y en las terrazas
Del Madrid de los Austrias no hay desbandada,
engordan sorderas cavando en las sillas su horca
de Riego, tapas para aumentar inopias de gleba.

Ella, por su parte, quema el árbol de la lectura,
Agostada de tantas canas pueriles alabando inocencia
Se desgañita en el patio de un colegio que los hierbajos
Trastocaron en un picadero donde dos guapos expertos
En dietas baldías ensayan posturas del kamasutra
Para impresionar a sus amigos del club de intercambio,
Predica que tomen en serio su trama, sueño en la fantasía
Truncada por aceptar en demasía la función de un objeto,
Dar una zancada al libro, traspasar su insigne portada.

En lo subterráneo un tramo fantasma saluda nuestra presencia
Con un póster publicitario, chicos y chicas de lencería,
Cómprala para tu bienestar, seda fina, ámate en tu buhardilla,
Un chino comercia con mecheros que nadie compra, la vieja
Esconde sus arrugas en una novela forrada, apartando su cadera
Del carterista, falanges doradas hurgando en la pocilga
De un bolsillo horadado en el consumo impuesto de la semana.

Alicia ha sido denunciada por los vecinos del ático,
La detuvieron en una alcantarilla de Las Delicias,
Arrinconada por cuatro policías sin número
De placa, reclama de pie en su mazmorra
casera de Ikea una pizarra y un teléfono,
rubia, aquí todos sois una ficha técnica,
calla y acata vuestro silencio.

martes, 20 de septiembre de 2011

Miércoles 21, manuscritos curiosos y sus circunstancias en el Laberint de Wonderland (Rne4)






El otro día reflexionamos en directo sobre el fin de un mundo que lamentará el British Museum en su sección de manuscritos. Sí amigos, se pierden esos papeles con garabatos que otrora fueron mimados y cuidados por amanuenses, monasterios y creadores. El ordenador se come la letra escrita a mano, y por eso en el Laberint hemos decidido dedicarles el programa del miércoles 21, que contará con los siguientes ingredientes.


1.- El misterio del códice calixtino de Santiago

2.- Lo indescifrable del Manuscrito Voynich

3.- La subasta del manuscrito de The Times They Are-A Changin de Bob Dylan

4.- El manuscrito encontrado en Zaragoza de Potocky



El laberint a Wonderland

Cada miércoles a partir de las 15h

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lunes, 19 de septiembre de 2011

El meu veí Alain Delon i la seva família: Paki mon amour en Bcn Mes


El meu veí Alain Delon i la seva família: Paki mon amour, by Jordi Corominas i Julián


Hola, bona tarda. Estic a la terrassa d’un bar i discuteixo amb uns amics sobre la condició de veí. Resulta que sóc fill del Guinardó, però passo la major part de la meva vida social (ho dic com ho cantaria l’Alaska) a Gràcia, barri on certament un pot considerar veïns a persones que trobes pel carrer, no pas a l’escala on tu, tot, tothom, tothora tothom discuteix i es mira amb males cares. No, a la Vila voltes amunt i avall i la gent et saluda amb naturalitat. Si em posés a explicar històries no acabaria mai, i com aquest article ha d’arribar a bon port prescindiré de parlar del Batman del mercat o del gat amb tres potes que morí, una bonica anècdota que mostrà el fet diferencial d’aquest indret de Barcelona. El pobre felí fou assassinat per dos gossos i els que el coneixien li erigiren un altar a la porta on el pescaren.


No parlem de morts. Viatgem al passat, a una nit de novembre de ja fa molts anys, potser masses. Una amiga italiana s’acomiadava de la ciutat i quedàrem a prendre unes copes abans del comiat. Érem els de sempre i un més. El pas del temps juga males passades a la memòria. Anàrem pel Gòtic, ens emborratxarem al Raval i acabàrem la nit al Plataforma. Fa poc m’etiquetaren a unes fotos i gran fou la meva sorpresa al veure’l. Sí era ell. Alain Delon el rei dels Pakis exercí de protagonista inesperat de la nit, flirtejant amb totes les noies mentre destacava per parlar un castellà fluït. Era 2005 o 2006 i aleshores no sé si era normal topar-se amb els nostres futurs aliats de la cervesa (beer amigo) només sé que la seva presència romangué al record perquè d’una altra manera no m’hagués emocionat al retrobar-me amb el nostre protagonista uns mesos més tard.


Havia canviat. Era un líder i se’l veia amb carisma. A diferència de molts dels seus compatriotes l’Asif, aquest es el seu veritable nom, destaca per una bellesa que el fa atractiu als ulls de moltes noies. Ell aprofita els gens que li ha donat la natura, però clar, com qualsevol ésser humà, s’ha de guanyar la vida. El retrobament es produí a la Plaça del Sol, on no neva ni plou. Era negra nit, ens enfocaven les llums narcòtiques de l’indret i la seva bicicleta activa la fal.lera per beure civada, jo us el cantaré. No sé si el pare quan la sembrava feia així feia així se’n dava un truc al pit i la girava així. Volíem emborratxar-nos i la seva aparició fou providencial. El Bicing encara era un projecte i ell, un Contador de l’alcoholisme a l’aire lliure, carregat amb bosses de plàstic plenes de llaunes amb la meravellosa oferta de sis per cinc que ni El Corte Inglés a les rebaixes. Consumirem el líquid meravellós i constatarem una diferència de pes. Els venedors de La Rambla semblen traficants: un cop et donen allò que vols, t’ofereixen altres productes clàssics del vici. Haishish. Coca. Sex. Wife. L’Alain Delon passa d’aquestes coses i vol sentir-se com un més de la colla. No va per la pela i prou. La seva actitud s’agraeix fins al punt que la rutina ens ha fet intimar. Tant és així que ara empro per a comunicar-vos com neix una família improvisada de veïns de la nocturnitat.


En una relació les fases són importants. Primer mantinguérem un tracte cordial basat en el low cost del producte; més tard volgué follar-se a una de les meves millors amigues. L’home insistia, trucava i fins i tot acompanyava la dolça catalaneta fins el seu domicili. Un bon dia, ja amb plena confiança, ens digué un lloc on podíem beure sense que la policia ens toques els collons i els ovaris. Ens dirigírem a un banc apartat i, oh sorpresa, arribaren els mossos. Li prengueren el seu tresor i no el multaren. Això em feu deduir un tracte de favor, com si realment l’Alain, que ara fins i tot té pàgina de fans a Facebook, tingués més importància de la que pensava. No es preocupà amb la pèrdua. Esbossà el seu somriure més seductor i continuàrem amb l’absurda situació d’un triumvirat sense futur fins que arribà l’hora d’anar a casa, descansar i pensar en l’endemà, com sempre.


L’estiu que ara deixem enrera sempre ha sigut la seva estació predilecta i obrí, mai més ben dit, la porta cap als seus dominis, un dels domicilis més mítics de tota la contrada. Quan hi vaig accedir no podia deixar de llençar crits d’admiració i meravella. La casa no té res especial. El seu disseny és monòton, i sembla més aviat un antic motel transformat en central cervesera. Els seus dos pisos tenen una divisió clara i catalana. El primer serveix com a dipòsit, amb moltes neveres plenes d’elixir. El segon s’estructura en un seguit d’habitacions amples que bé podrien llogar per a sexe esporàdic. No és el cas. Allà vaig comprovar la força oculta del negoci, el centre neuràlgic, el veritable quilòmetre zero d’aquests valents que deixaren enrera la seva terra per a omplir-nos el pap i buidar les nostres butxaques a un mòdic preu, bueno, bonito, barato que dirien els nostres avis.


L’experiència fou possible perquè a més de l’amistat ja m’havia presentat als seus cosins. L’Alain destaca per la seva energia. Els altres per tics i gestos. El segon comandant és el Moha. El pobre és tartamut i molts cops resulta frustrant no poder parlar més amb ell, doncs se’l veu ansiós per a desfogar-se i explicar-nos les seves peripècies. Com no pot fer-ho tot queda amb un bien bien que resulta bastant còmic per a qui desconeix el seu problema, que nosaltres intentem foragitar fent-lo riure. El tercer soci de la companyia, un monstre de simpatia, té força popularitat perquè va captar a l’instant que un dels moments més proclius per a la venta de birra cau quan el Barça guanya alguna competició. Aquest, i cap altre, és el motiu pel que repeteix de manera obsessiva Barça Barça o Espanya Espanya, i així hem quedat. Entono les paraules màgiques, ell les retorna, ens apropem i ens abracem com dos animalons desprotegits. La conxorxa, consolidada per les seves millores lingüístiques, s’ha expandit i sempre creix més i més fins a incloure el tercer element decisiu que ens fa còmplices a la nostra lluita amb els dolents, aquells senyors vestits de blau que creuen tenir la raó de la seva part sempre. La placa ajuda, i també la llei de la seva paraula contra la nostra. Per a evitar situacions desagradables, sense arribar als extrems d’aquests darrers mesos, és recomanable saber que els pakis són els Mercuris del segle XXI. A vegades hem comentat l’advertència que suposa l’aterratge a les places de BCNeta amb el seu groc llampant. Engeguen la mànega i ja saps que en un tres i no res els èmuls de Fraga es presentaran amb els seus aires prepotents i durs vocables d’expulsió. Ara, pel que sembla, la metodologia s’ha metamorfosejat. El nostre estimat Ajuntament vol que anem a fer nones abans i ha optat per la tàctica del silenci que preludia la tempesta. Si veieu que els venedors pedalegen cap al nord ja sabeu cap on tirar. Abandoneu el lloc abans que sigui massa tard. A vegades, per a completar la operació de solidaritat, ens avisen amb una picada d’ull. Caminem tranquils, fiquem la beguda a una bossa i ens desplacem cap a la següent plaça. A Gràcia hi ha moltes i mai us quedareu secs. Sol. Revolució. Virreina. Diamant. Nort i si m’apureu algunes més discretes com la d’Anna Frank o la de Joanic, que malgrat el seu soroll té l’avantatge de ser de sorra. No es pot practicar nudisme ni prendre el sol, però si seure i conversar amb la pau de no sentir-se perseguit. Els nostres amics saben molta geografia i han adoptat la moral obrera de l’amagatall. Cada cantonada marca l’inici d’una aventura i un refugi, com si la seva feina fos maleïda i el seu esforç un pecat.

No hi ha res millor que veure com progressen aquells que estimes. L’Alain Delon ara té cinc negocis on pots comprar de tot i ha adquirit un dels bars amb més renom del barri. El vol transformar perquè diu que a Gràcia la gent no balla. Té raó i el venero. És bon veí, millor persona, fidel amb els seus i un exemple d’empresari. Al seu costat no tinc por i em diverteixo. Puc demanar més? Sí, que aquest article no li suposi molèstia i que la seva comunitat sigui més reconeguda a Barcelona, on has de ser europeu o xinès per a ser valorat pels que manen. Quan sigui vell recordaré al poble de Pakistan, i no només per vendre cervesa. Les autèntiques clavegueres són a la superfície, i prou que les patim.


Ilustración: Sol Undurraga

domingo, 18 de septiembre de 2011

Crónica del show loopoético en Rai-art, sábado 17 de septiembre de 2011


La verdad es que el show de ayer era especial por muchos motivos. Tras el verano es como si volviera a empezar el año, pero en tema de eventos septiembre aún vive bastante del aire libre. Lo divertido es que me moría por actuar en RAI, sitio desde su escondite es impresionante, tanto por instalaciones como por ubicación. Temimos que mucha gente se perdiera por una tontería del nomenclátor, aunque finalmente no fue así y el público, poco a poco, fue acudiendo. En 2011 la crisis se nota, y parece que la mayoría no está para pagar entradas, y es una lástima, porque cuando veamos todo este tinglado desde la distancia comprobaremos que raramente se ofrecen espectáculos tan variados por un precio tan regalado.


Lo de ayer era un tríptico muy potente. De siete a nueve de la tarde ayudé a Sonia Barba a montar su performance. Probamos luces junto a su técnico, hicimos el indio como dios manda, testamos el sonido y nos relajamos al ver que todo, en una sala estupenda, iba de maravilla, por lo que aprovechamos un reducto fumador para apurar el tiempo previo antes de salir al escenario. A las ocho y media llegaron los poetas: Alex Reig, Sonia Serrabao y Santi Tena ofrecieron un recital heterogéneo y bilingüe en el que empezamos a evidenciar el contraste entre la platea y el público en sentido lumínico, pues la iluminación centralizaba absolutamente el protagonismo para los que estaban arriba, mientras que el respetable era una mancha oscura, eso sí, siempre atento a los lances líricos, que, insisto, se saldaron de manera muy positiva. Si por algo estoy contento de montar estas cosas es por las oportunidades que ofrezco de dar a conocer gente que vale mucho la pena, y este sábado 17 confirmó esta tendencia, corroborándolo con Hipercandy de Sonia Barba, performance valiente, muy trabajada y que reúne todos los elementos para funcionar largo tiempo. Su puesta en escena es fantástica, y Sonia lo borda desde su guitarra, sus danzas, monólogos y camareros, que ya era hora que adquirieran protagonismo. Los treinta y cinco minutos de función pasaron volando, tanto que casi no tuve tiempo para transformarme en Jean Martin du Bruit, que en esta ocasión se sentía absolutamente solo y con mucha motivación.


Las cosas en principio no iban bien. Lola Farigola se fue de viaje y mi camisa amarilla estaba en el pueblo, por lo que opté por una camisa gris de cuello mao que me protegería del bochorno de Babilonia. La treta funcionó y la preparación fue viento en popa. Las dificultades eran enormes. Salir sin el soporte de la danza era un reto, porque las partes donde suenan los poemas grabados están concebidas para ser bailadas, y el previsible vacío sólo podía suplirse con un redoble de tambores en forma de sacrificio físico y mental.


Con ese panorama salté con el temor de fracasar. Lo que siguió fue todo lo contrario por cabezonería y concentración. Los discursos previos a los versos fueron los mejores que nunca hice a lo largo de mi trayectoria loopoética, fuertes, irónicos y con mucha versatilidad vocal. Supongo que salieron así de bien por esmero y voluntad de superar el muro del miedo, que relucía en especial cuando mi propia voz recitaba las efemérides del negro y servidor intentaba llenar el escenario con movimientos, guiños, muecas e interacción con todos los gadgets. Las proyecciones me ayudaron, la música fluyó para contar la historia y facilitar su plena comprensión. No hubo un momento álgido, tampoco hacía falta. Ejecuté cada parte de memoria y le añadí otros ingredientes para mejorarlas, muy consciente de los recursos, virtudes y defectos del espectáculo, demasiado lúcido como para no ver cómo la noche olía a un hasta pronto.


Ha sido un año muy intenso para Loopoesía. Los primeros meses los dedicamos a copar las salas alternativas para consolidar el proyecto hasta alcanzar un punto álgido en el Fnac de Madrid, donde realizamos una performance histórica, y no es que no tengamos abuela, simplemente fue así y la empatía cruzó muchos umbrales. Luego vino un lógico relax que ha seguido hasta la fecha. Quedan tres meses para 2012, pero quien escribe ya piensa en el futuro, que vendrá adornado por un nuevo show con otra temática, preparaos porque lo fliparéis, acompañada de otra escenografía que seguirá la senda del proyecto con matices para crecer, esperando dar el salto a teatros más importantes, lo que es una ardua tarea en Cataluña, donde por los temas elegidos se nos considera unos bichos raros que atentan casi contra lo primordial de la terra.

Señores, hablar del negro era necesario, porque aquí somos magníficos y lo que ustedes quieran, pero de autocrítica vamos escaso, y el asunto del hombre disecado es oprobio y vergüenza por no añadir más adjetivos a la lista. Las personas que han presenciado alguna de nuestras funciones han agradecido nuestro interés por difundir algo tan polémico mediante nuestra mezcla, que pretende acercar tanto la poesía como otras artes al espectador, y si con ello aportamos ideas y las usamos con propiedad podemos darnos por satisfechos.

Loopoesía es amor

Poema sonoro "La alarma del piropo"






El piropo muere, la gente es tímida y no se atreve a soltar las perlas de antaño. Esa es la idea que ha generado este poema sonoro.

La Fanfarlo de Charles Baudelaire en Revista de Letras


Los inicios del padre de la modernidad
Por Jordi Corominas i Julián | Destacados | 17.09.11


La Fanfarlo. Charles Baudelaire
Prólogo de Carmen Camero Pérez
Traducción de Alejandrina Falcón
Backlist (Barcelona, 2011)

Toda nuestra relación con un libro debería acompañarse de un momento íntimo, casi epifánico. Sin embargo pocas son las ocasiones en que una anécdota ilustra la importancia de un manuscrito en nuestra andadura por este planeta. Hace ya muchos años paseaba por los muelles de París. Paraba cada dos por tres en sus tenderetes mientras preguntaba a los libreros de esas miniaturas ancladas desde tiempos inmemoriales por volúmenes imposibles. De repente, una joya se insinuó entre llaveros, postales y mamotretos varios. Era La Fanfarlo de Charles Baudelaire, novela corta de 1847 en la que el padre de la modernidad poética esbozó un completo esquema de un futuro episodio de su existencia.

Al llegar a Barcelona deposité la obrita en su correspondiente estantería y no recuerdo si llegué a leerlo. La confusión se debe a una mezcla de olvido consciente de mi época estudiantil y la desmemoria fruto de mi obsesiva fascinación por el personaje, que tiene su propio rincón en mi hogar entre biografías, flores del mal y mil ensayos sobre el fascinante período que le vio deslumbrar avant la lettre entre dandismo, innovación y lucidez de lo contemporáneo. De todos modos, eso sí que es innegable, conocía perfectamente la trama del libro y sus vericuetos, que despiden lo romántico y abren con descarada cautela una puerta donde todo lo sólido se desvanece en el aire.

El caso, vayamos al grano, es que ahora la editorial Backlist ha realizado una magnífica edición de este clásico, bastante ninguneado en España, algo incomprensible si se tiene en cuenta la proliferación de editoriales independientes que podrían haber recuperado el manuscrito y rendirle los honores que merece. En las últimas dos décadas sólo dos pequeños valientes se han atrevido con él y finalmente parece que alguien le presta debida atención. Lo demuestra lo cuidado del conjunto y el prólogo de Carmen Camero Pérez, a la altura de cualquier colección erudita de Cátedra y Alianza. En una época donde todo lo que no es novedad de fast foodsuena a rareza para el lector, es remarcable hallar una introducción de estas características, capaz de situarnos a la perfección tanto en el contexto histórico como en las circunstancias que inspiraron al bardo que dejó caer la corona en el barro de los Campos Elíseos.

La trama es la siguiente. Samuel Cramer es un hombre condensado en una mezcla explosiva, producto de un pálido alemán y una oscura chilena. De educación francesa y cultura literaria, este ser se entusiasma con extrema facilidad con las creaciones de sus contemporáneos, tanto que las mimetiza hasta hacerlas suyas. Es el genio de la nada y el todo, un fantasma a la deriva que presume de versos y malgasta sus horas entre seducciones y la eterna esperanza de un triunfo imposible, pues como todo buen dandi destaca más por su personaje público que por las palabras que poco esforzadamente vierte de vez en cuando en alguna que otra página.

Un buen día este flaneur cumple sus deberes callejeros y topa con un antiguo amor. Es Madame de Cosmelly. La chica ha prosperado, tiene criada y lee a Walter Scott, lo que supone una reprimenda por parte del protagonista, quien sin embargo se complace en galanterías que llevarán a la cuestión primordial del relato. El marido de su cortejada tiene una amante de rompe y rasga, una bailarina llamada la Fanfarlo que nutre las fantasías de muchos espectadores y las noches de Monsieur de Cosmelly, encantado con las curvas indescriptibles de su amante, por lo que su mujer, más lista que el hambre, propondrá a Cramer una parodia del pacto faústico. Si él seduce a la arpía que le ha robado la paz marital ella aceptará encantada sucumbir a sus avances: será suya sólo cuando haya cumplido su parte del trato.



Cramer, que se toma el cometido muy en serio, atiborrará a la estrella con cartas anónimas. El desenlace será imprevisible, el shock mayúsculo. No anticiparé acontecimientos porque no estamos en un examen universitario y últimamente muchos de los que leen crítica literaria creen que hablamos de series, ahora que están tan de moda. Chicos, si esto fuera un mundo normal lo de mentar el término spoiler no tendría sentido alguno en cualquier tipo de texto, no sólo en uno escrito hace más de un siglo. Los libros tienen introducción, nudo y desenlace, es obvio, aunque estas tres partes sólo son un componente más del todo. El análisis desgrana y ayuda a la comprensión. Alguien avispado puede intuir a partir del detalle por donde irán los tiros. El propio Baudelaire da un espaldarazo a lo que decimos con su propia singladura personal. Durante una larga temporada escribió epístolas anónimas a una de las damiselas de más renombre del París de Napoleón III. La afortunada era Madame Sabatier, elogiada por los más grandes plumas del momento. El poeta la loaba en misivas cargadas de afecto y piropos. La ausencia de firma consolidaba apuntes que captamos en las flores del mal. À une passante es el paradigma, con esas miradas que se cruzan un hombre y una mujer que circulan por la urbe, demasiado poblada hasta el punto de promover la fugacidad del ojo y el adiós del deseo en un santiamén. Al final el iconoclasta por excelencia confesó su identidad, y lo hizo por motivos más bien banales. Gustave Flaubert salió airoso del famoso juicio de Madame Bovary c’est moi gracias a la inclusión en el folletín que era todo proceso de una fémina de alto rango. Baudelaire, al romper su silencio dos días antes de acudir a los tribunales por Las flores del mal, conseguía una mínima esperanza de absolución. Los hechos sucedieron diez años después de publicar La Fanfarlo, en 1857. La vida imitaba a la literatura desde los mismos parámetros de su denso relato de juventud. Lo burgués, que en la nouvelle se muestra por la frivolidad de los hechos y el inicio de la sociedad del ocio, tan sólo podía ser contrarrestado con maniobras propias de esta clase social.

Leer La Fanfarlo en 2011 es un ejercicio que permite apreciar cómo Baudelaire ya tenía claro el camino que quería recorrer en su carrera. Lo convencional quedaba atrás y se imponía barrer el edificio para adaptarlo a lo contemporáneo abandonando la cursilería de lo solemne e introduciendo temas que, si bien aún huelen a romanticismo en su esencia, abrazaran la cotidianidad con pies y cabeza. Lo mejor de todo es que su mensaje sigue siendo más que válido en el siglo XXI, donde la alienación del asfalto amenaza con convertir el mundo de las letras en una fortaleza vetada a los que no la pueblan. Aprendan del maestro.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Poema La balada del guardia civil


La balada del guardia civil, por Jordi Corominas i Julián


Y sé que mi abuela no creería lo del martes de julio
Con tricornios y socorristas en el pavimento
Del vestuario de un gimnasio, disparos en las taquillas,
Clientes corriendo vistiéndose en los pasillos
Buscando la salida, escabulléndose en la planta intermedia
Para comentar en Facebook la luctuosa anécdota.

Un revólver y una beretta, arma de la benemérita,
Ángel Luis y Marcos con la cabeza reventada
Charcos de celos, cuarenta principales en megafonía
Del despecho por saber de una nueva pareja,
Bodas de sangre, Tristán e Isolda en la República dominicana
De Chamartín, teatro lorquiano, San Sebastián.

Ni contigo ni sin ti, se enamoraron en una disco de ambiente,
Enumeraron conjunciones copulativas, tirándose reproches
De conducción y boca a boca, pasaba por aquí, el tedio asesina
Lo que las flechas unieron, pólvora caliente, seis tiros, socios
Conmocionados, suicidios ejemplares del adiós en la trastienda
De maquinarias hormonadas, luto del amante por el ausente.

En toda balada hay plañideras, se tiran del pelo
Compungidas en dos remotos camposantos,
Ofrendas florales de la impotencia del veintiuno,
Donde recibir derechos no comporta adoptar hábitos
Machistas que corroen labores del dios Eros,
Quien nunca tensó su arco para mandar el corazón al otro barrio.

Sábado 17, 20h 30 minutos, Noche de poesía y performance en Rai-ART


Noche de recital y Performance en Rai-Art

Sábado 17 de septiembre, 20h 30 minutos

c/Carders 12 http://barcelona.callejero.net/carrer-dels-carders_numero-12.html
Contribucion a artistas y local: 3euros (hacerse socio)+2 euros (show)





Recital poético

con Alex Reig, Santi Tena y Sonia Serrabao

Hipercandy

de Sonia Barba

Loopoesía

de Jordi Corominas i Julián i Laura Fillola

Loopoesía nace a principios de 2009 con objetivos modestos que el afán de experimentación y de conjugar varias artes en el escenario ampliaron con el paso del tiempo. En un principio la idea base era musicar una suite poética de Jordi Corominas i Julián y trasladarla a las tablas. Neill Higgins se encargaba del aspecto musical y los poemas grabados sonaban mientras dos extraños personajes enmascarados actuaban en sus respectivos roles. Jean Martin du Bruit (Corominas) recitaba improvisando e interactuaba con el público mientras daba una fuerte carga surrealista a sus movimientos. El Anónimo toledano (Higgins) mezclaba la música en directo. Ambos componentes potenciaron paulatinamente su puesta en escena mediante proyecciones, elementos de atrezzo y posteriormente la inclusión de una bailarina, papel que actualmente corresponde a Laura Fillola, Lola Farigola en la platea.

http://loopoesia.blogspot.com/



HiperCandy es una narración de ráfaga poética, nocturna y urbana, empapada de humo de bares, sueños a medio romper y planes de fuga por las hipotéticas carreteras de la America mental, esa que uno imagina cuando tiene demasiado tiempo para pensar, demasiado poco dinero para huir y ha escuchado tantos discos de rock&roll que conoce más a William Reid que a su madre. Amparada por música de Suicide, Iggy Pop o Lee Robinson Machine y pleno de esa coña entre alterada e inocente que Sonia Barba domina tan bien.

Creado e interpretado por : Sonia Barba

Iluminación: Françesc Urriols

Escenografía: Victoria Gómez

Coreografía: Arantza Lopez Medina

Vestuario: F.I.E.R.A

jueves, 15 de septiembre de 2011

Poema "There's a place"


There’s a place, por Jordi Corominas i Julián


Quietos átomos en perpetuo movimiento,
Mansas partículas condenadas al trayecto
De vagar por la superficie en un embarazo
Donde la muerte aplaza su aliento
Con la macabra dádiva de resucitar el hálito,
andanadas de felicidad para contentar el estómago
E integrarnos en el mapa simulado de un concurso americano,
risas enlatadas, fotografías mentales del desamparo.

Soy el hombre péndulo, Sísifo bautizado
En el no lugar de un campo entre Castilla
Y Aragón de inflación hiperbólica, estación de servicio,
Conato de ciencia ficción para postular con ahínco
El catecismo capitalista que anatemiza la pausa.

Las hormigas barruntan rutas en las baldosas
del apeadero, surcando con esmero renglones
plagados de envoltorios y chicles fosilizados
que mis pies absorben más tarde en obstáculos
de la cuadrícula urbana, equiparando al metrónomo
con el insecto en la maraña del tránsito.

Vibra mi bolsillo, una voz telefónica apremia velocidad,
Corro por contrato, mi limes referencial en la verticalidad
De la Torre Agbar, ama de llaves, impune cancerbera
Que custodia lo inalcanzable de las alturas para bípedos
Erguidos que desecharon ser Ícaros en la lobotomía
De efímeras erecciones que prolongan nuestra horizontalidad
Y paces auspiciadas por soldados de paisano en los despachos.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Podcast de manías y delirios en el Laberint de Wonderland




Hoy hemos hablado en el Laberint de Wonderland de manías y delirios de escritores. Quien quiera pueda escuchar la sección a partir del minuto 39 clickando aquí

Jueves 15, 20h 30, Recital en La Asociación cultural Castells de la muntanya



El jueves 15 de septiembre tendré el honor de inaugurar junto a Claudia Apablaza una buena iniciativa organizada por la Asociación Cultural Castells de la Muntanya de la Barceloneta. Recitaremos narrativa+poesía y luego se iniciará una jam para quien quiera participar en el evento. Os adjunto la info para quien desee asistir:


Poetry Jam con Claudia Apablaza y Jordi Corominas i Julián

Jueves 15 de septiembre, 20h 30

Asociació Cultural Castells de la Muntanya

c/ Grau i Torras 14 (Barceloneta)

Ingreso gratuito

martes, 13 de septiembre de 2011

La mentira de la vampira en Se fue al otro barrio de Bcn Mes



La mentira de la vampira, by Jordi Corominas i Julián

Hace poco me casé en la calle Joaquín Costa 29. Lo hice porque siento un amor truculento por Enriqueta Martí y deseaba perpetuar el recuerdo de ese portal que en 1912 fue el centro fundamental de la crónica negra barcelonesa. Hace pocos años una asesina asombró a la ciudad y los periodistas, siempre tan ávidos en las comparaciones, recuperaron a la mala dona, que desde ese momento volvió a interesar a parte de la opinión pública.

Ya se sabe que en verano, si uno quiere, las horas pasan más lentas y es conveniente buscar distracciones que vayan más allá de la piscina, tardes de Facebook y noches en plazas. En mi caso he optado por empaparme de esta antigua historia e intentar sonsacar la verdad de su entramado. Visioné documentales, indagué en archivos y finalmente sucumbí a la hemeroteca, de la que me fio porque es pretérita, pues desde mayo no creo nada de lo que dicen los periódicos, bestias magníficas abocadas a una profunda reforma si quieren seguir bailando en los nuevos tiempos que se avecinan.


La versión canónica de los sucesos relacionados con Enriqueta Martí es una sarta de mentiras como la copa de un pino. Hay libros que dan más en el clavo, pero lo que conoce la mayoría es pura bazofia de morbo y sensacionalismo, como si el pasado también sirviera para elaborar un Sálvame cualquiera. Entre otras falacias he comprobado cómo la mayoría de “investigadores” se han limitado a hojear las páginas de ese 28 de febrero en que todo saltó a la luz, páginas que hablaban de infanticidios, prostitución de menores, extrañas listas con peces gordos implicados y muchos crímenes atroces que en realidad, una vez la investigación avanzó hasta clarificar el panorama, nunca acaecieron.

Enriqueta Martí nunca fue al Liceo de noche a conversar con la burguesía catalana. Iba a una institución llamada Liceo Poliglota, sita en la Rambla de Catalunya, para recoger ropa y comida. Así, mito ya divulgado en esas primeras semanas de pánico gratuito, la leyenda empieza a caer, y continua su deriva cuando rebusco en un diario llamado La Correspondencia de España y compruebo que una entrevista que se ha usado recientemente en un programa televisivo era un sueño del redactor para divertir a los lectores con la historia que traía de cabeza a toda España. Es vergonzoso que justo cuando la decadencia de la prensa es más notoria sigan usándose tretas que tratan al público de retrasado mental profundo. Y es una lástima, pues ahora Internet goza de notorios narchivos que recopilan publicaciones de antaño, con lo que comprobar la mentira fue muy sencillo, bufar i fer ampolles. Ese 27 de marzo Enriqueta no habló con ningún chupatintas, y las pocas charlas que concedió fueron colectivas y poco útiles para recabar información.

Siguiendo con el tema sorprende que siga vendiéndose tan preciada figura como epítome del mal en la Ciudad Condal. Enriqueta no era muy normal que digamos, eso nadie lo pone en tela de juicio. Engañó a su cuñada en un parto diciéndole que la niña que esperaba había muerto, y por si esto fuera poco también ayudó a registrar la defunción de un sobrino para que no hiciera la mili. Además tenía cierta querencia a frecuentar traperos y otras malas compañías, pero ni quitaba el tuétano a los niños ni montaba burdeles de gran lujo. La policía de la época tuvo que lidiar con unos incipientes medios de comunicación que se morían por tener una exclusiva, que en el tema que nos concierne se centraba en el hallazgo de huesos humanos en los domicilios de la vampira, término que no aparece en ningún artículo de los consultados, siendo pura invención contemporánea para adornar la cuestión hasta los topes.

Nuestra protagonista tuvo una vida de perros que incrementó con su conducta. Se casó con un pintor chiflado que comía alpiste, intentó prostituir a una chica en la Calle Tallers y por lo visto tenía una fuerte frustración por no poder ser madre. El personaje se las trae y merece ser objeto de estudio, aunque quizá deberíamos ser algo más serios, consultar las fuentes como Dios manda y dejarnos de pamplinas. ¿Necesita Barcelona un Jack el destripador de la terra? No, y además resulta que en nuestra urbe no se estila para nada lo de asesinar en serie. Disfrutemos de nuestras carencias y seamos más precisos con la Historia popular, urna que con su pequeñez completa un puzle por el que circulamos con demasiado desconocimiento.

Ilustración: Nil Bartolozzi

Miércoles 14, escritores con manías y delirios en el Laberint de Wonderland





En el segundo programa de la temporada abordaremos un tema que a todas luces casi requeriría un año para abordar. Los escritores son tipos raros, con manías, delirios y comportamientos más bien extraños. Nuestra selección constará de los siguientes nombres:

1.- Juan Ramón Jiménez. Un caso digno de estudio entre su clausura y necesidad de no ser molestado, su querencia por el sonido entre j y g y otras cosillas que desgranaremos a lo largo de la sección.

2.- Las heroicidades y locuras de Lord Byron a principios del siglo XIX, cuando el dandismo alcanzó el absurdo, todo muy británico.

3.- Tennesse Williams y sus peculiaridades, desde todos los cigarrillos que fumaba hasta su cáncer de mama masculino.

4.- Marcel Proust y sus horarios.

El laberint a Wonderland

Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo: Rne4

lunes, 12 de septiembre de 2011

El arte de no decir la verdad de A. Sobczynski en Literaturas


El arte de no decir la verdad de
Adam Sobczynksi
por Jordi Corominas i Julián

La estupidez humana es infinita. Nuestros padres discutieron durante más de treinta años de temas fascinantes con la satisfacción de no atisbar ningún peligro económico en el horizonte. Tuvieron la suerte de ser la última generación con trabajo fijo casi desde jóvenes. Sí lector, ya sé que quizá no es tu caso, pero acepta que la mayoría pudo vivir hasta hace bien poco con la tranquilidad de no pensar en el mañana de manera dolorosa. Por eso era posible sentarse con amigos hasta las tantas de la noche debatiendo apasionadas cuestiones trotskistas con la creencia de haber alterado el orden. La realidad era otra, pero Occidente vivió en la anestesia del falso bienestar hasta que estallaron múltiples burbujas y la transparencia de la estabilidad cedió otra vez, la Historia es cíclica, a la preponderancia del fingimiento, única vía para salvarse, como si la sociedad fuera una corte y sus ciudadanos, súbditos capitalistas, peleles que para conseguir sus objetivos tienen que medrar en un laberinto bizantino donde para ascender hay que ser un estratega con todas las de la ley.



Adam Soboczynski es un joven periodista alemán de origen polaco que captó estas constantes de nuestro tiempo y decidió conferirles una unidad completa a través de treinta y tres propuestas, el número de Cristo y los galenos, que ejemplificaran esta nueva era de hipocresía. El resultado es El arte de no decir la verdad, editado en España por Anagrama tras su éxito en varios países europeos.



El volumen tiene difícil definición. Sus partes están enlazadas mediante personajes que aparecen y desaparecen en función del tema a tratar en este catálogo de situaciones que pretende ser una novela moderna por su frescura consistente en capítulos breves, buenas dosis de humor cotidiano y la duda de su propia clasificación, pues en ocasiones tanto consejo nos da la sensación de estar leyendo un manual de autoayuda maquillado para que el golpe pueda encajar en nuestro exigente cerebro.



Controlar los arrebatos, fingir, mostrar interés, embaucar, utilizar el humor, inspirar confianza, resultar misterioso, cambiar de opinión, capear las situaciones embarazosas, estar delgado o hacer carambolas son algunos de los trances por donde transitan las páginas del manuscrito, cargadas de fina ironía que ridiculiza con elegancia las convenciones, desde una cena de trabajo hasta la excesiva erudición o las presuposiciones de superioridad y narcisismo que tan bien caracterizan este pútrido siglo XXI en que nos ha tocado circular.

Otra cuestión interesante del libro es cómo leerlo. Quien vea en él una novela podrá devorarlo en un abrir y cerrar de ojos, aunque la mejor opción sea tomarlo en pequeñas porciones, porque por muy interesante que sea el juego de enlaces estos adolecen de coherencia. Parece que las conexiones se gesten por la imperiosa urgencia de dar una argamasa sólida al texto para que sea presentable en el sentido finito del relato que prescinda del mero apunte de la curiosidad sin más.



Taxonomizar es fundamental, también el instante en que abrimos cualquier tipo de volumen para darle nuestro visto bueno. Si hubiera leído El arte de no decir la verdad antes del 15M hubiera esbozado una sonrisa sincera. Cuando asisto a fiestas sigo viendo los aspectos que destaca Soboczynski, pero la perspectiva se ha alterado. Los farsantes seguirán campando a sus anchas y los que creen en el mérito sufrirán por culpa del modelo instaurado. Sin embargo, la esperanza vuelve a brillar. Las revueltas de 2011 no son sólo una protesta contra la crisis económica, sino más bien un firme posicionamiento de muchos estratos para que lo prístino vuelva a tomar las riendas e impida el desbarajuste de basura multidisciplinar en la que nos hallamos, excrementos aliñados con control, paranoia y un miedo que impide a las personas la autenticidad que nos gustaría palpar en el ambiente.



En este sentido podemos dar con otra lectura, más ensayística, lo que seguramente sería lo correcto al abordar temas de este calado, nada banales al ser el espejo que por desgracia está marcando a más de una hornada de la actualidad. El problema puede radicar en que el mismo mercado se está gustando mucho al impulsar obras sintéticas accesibles a cualquier hijo de vecino. Y que yo sepa es importante mimar al lector dándole huesos duros de roer para que aprenda lo que vale un peine en el mejor sentido de la palabra, que es el de la inteligencia que aprecie el esfuerzo y el ansía de aprehender. El escritor teutón es periodista y se ha decantado por la formula más sencilla. Esperemos que sea la antesala de un cuerpo más profundo que aproveche los conceptos esgrimidos para ir más allá de lo fútil, así sus ideas predicarían adecuadamente con el mensaje transmitido.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Podcast "Literatura y publicidad" del Laberint de Wonderland



El miércoles pasado inauguramos temporada del Laberint de Wonderland y hablamos de literatura y publicidad, clickando aquí se puede escuchar el programa y la sección en la que tuvimos como protagonistas a Miguel Hernández, Julio Cortázar, Antonio Machado y otros ilustres literatos.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Viernes 9 de septiembre, 20 h 30 minutos, recital en los Diablos azules


Este viernes 9 de septiembre los Diablos Azules de visten de gala para dar cabida a los siguientes personajes


- Marina Sanmartin

- Iñaki Echarte Vidarte

- María Zaragoza

- Jordi Corominas i Julián

- Federico Fernández Giordano

- Claudia Apablaza


Recital en los Diablos azules

Viernes 9 de septiembre de 2011

20h 30

c/ Apodaca 6

Metro Tribunal

Ingreso gratuito

miércoles, 7 de septiembre de 2011

El mapa y el territorio de Michel Houellebecq en Revista de Letras


La mejor novela del camaleón: “El mapa y el territorio”, de Michel Houellebecq
Por Jordi Corominas i Julián | Reseñas | 4.09.11


El mapa y el territorio. Michel Houellebecq
Traducción de Jaime Zulaika
Anagrama (Barcelona, 2011)


En un mundo donde parece inevitable informarse de todo si uno quiere fue imposible no leer El mapa y el territorio sin ciertas referencias críticas previas que a servidor le recordaron la época del infantilismo más profundo, una especie de caca culo pedo pis de la reseña. Que si he leído el libro del tirón, que si el francés va de filósofo y sus sentencias las puede formular hasta el Tato. No sigo, no hay lugar para el etcétera. Mi experiencia con el polémico Michel Houellebecq se remonta a un entusiasmo veinteañero por la literatura, cuando creía saber mucho y desconocía todo. Sus tres primeras novelas causaron en mi ser una progresiva desilusión. Ampliación del campo de batalla era el entusiasmo por una manera de mostrar la contemporaneidad entre aislamiento, tecnología y demencia. Las partículas elementales ahondaba en determinados aspectos frívolos de su tiempo, era decadencia pura y dura con clase. Plataforma fue un punto y final, un decir basta que con los años ha ganado peso. Estábamos en pleno apogeo del terrorismo global y los paraísos asiáticos eran una constante en la prensa; la estrella literaria del Hexágono supo rentabilizar a lo grande, porque si por alguna cosa destaca nuestro protagonista es por ser un camaleón que sabe leer muy bien los procesos que laten en la sociedad hasta sacarles partido desde una óptica, en principio, adaptada a todos los públicos.

A principios del siglo XXI vivimos el auge de lo superficial. Houellebecq lo reflejó sin temor. Habló cuando los demás callaban y lo hizo con arrogancia, algo imperdonable en ese universo de la nada y la opinión que él mismo clausura en el inicio de su última novela. Damien Hirst y su calavera, diamantes que desprecian lo artesanal y caen en lo tremendo del cinismo al por mayor. El artista británico es el objeto de estudio de Jed Martin, quien quiere retratarlo junto a Jeff Koons. La obra, casi acabada, fracasa y sufre desperfectos que impiden su futura exposición en la serie de oficios que el protagonista de El mapa y el territorio presentará en una galería de postín. Todo un síntoma que muestra por dónde van los tiros de este esperado volumen, indudable fenómeno mediático de la rentrée, centrado desde la biografía de un brillante taciturno en el auge de la apariencia y el ocaso de la industrialización tradicional.

El bombo previo obliga a disipar ciertas dudas que conducen a la confusión. Puede que dentro de pocas décadas los libros de Michel Houellebecq sean más que válidos para entender el caos de Occidente en el nuevo milenio. En el caso que nos concierne la trayectoria de Jed Martin sigue una senda que anuncia el descalabro. Las frías fotografías de objetos son la autopsia de un interés personal y un desdén colectivo por las herramientas que invaden el espacio e ignoramos por sistema, utensilios que pueblan ciudades entregadas a un ocio canceroso que se expresa, sin alcanzar el nivel de American Psycho, mediante las innombrables referencias a marcas y enfermedades. Si los personajes se alejan de la multitud y viven en un reloj congelado, casi ajeno a lo que les rodea, es por un deseo de fuga del presente, del que se captan representaciones estáticas que nadan contracorriente. Buena prueba de ello es el motivo que da título al manuscrito. Martin es un creador que renuncia a la velocidad, necesita meditar y hallar la inspiración como si de un flechazo se tratara. Su segunda etapa se centrará en los atlas de carretera Michelin. El mapa es más importante que el territorio. Sacará instantáneas de planos de la famosa empresa gala y los manipulará para crear un efecto. Geografía en miniatura que hiela el trazado y se contrapone a la actual exuberancia que proporciona la red con sus construcciones en las que vemos fotografías, elevaciones y datos históricos. Esas imágenes aturden por ser de una naturaleza común que la realidad ha pervertido por movilidad y ansias de una sempiterna transformación que imposibilite comprender lo que acaece. El éxito es apabullante y conduce a una nueva pausa que se cierra con la pintura y la plasmación de una serie de trabajos del dos mil en los que caben desde una escort hasta una metáfora del capitalismo con Steve Jobs y Bill Gates jugando una partida de ajedrez, la conversación de Palo Alto.

Los productores han desplazado al producto, volvemos al antiguo régimen. Los capitalistas quieren ser retratados mientras en la calle la estupidez fluye por doquier, a borbotones mientras el tejido se desangra en una ilimitada fiesta que observamos desde charlas ridículas en restaurantes, galas del famoseo y patéticas actitudes que caracterizan nuestro período histórico. La forma sobre el contenido, la palabrería sobre todas las cosas.



Por otra parte este ensayo encubierto tiene un mérito que no puede soslayarse. El mapa y el territorio expone a lo grande el background de su autor. Las múltiples inserciones eruditas se hilvanan muy bien con la trama, y podríamos sospechar que estamos ante el intento de un hombre que quiere equipararse a sus compatriotas del pasado que tan bien relacionaron el arte con el sentir de su época. No nos engañemos. O sí. Esa práctica, desde el mismo Baudelaire y su Pintor de la vida moderna, siempre ha sido una excusa para ejercer una notaría del malestar. Antes hemos mencionado a la señora de guadaña, que aparece desde múltiples vertientes. La existencia personal de Martin es casi nula. Su padre es una cita de navidad que esconde muchos matices. El otrora esperanzado arquitecto que levantó a su familia es carne de vegetal que circula de residencia en residencia, siempre más lujosas como consecuencia del auge en el mercado de su hijo, a quien le tiene sin cuidado su ano artificial y una creciente desmemoria que no es tal, pues encierra una de las claves interpretativas de la novela: La conversación sobre las ilusiones y la labor artesanal de William Morris deriva en la frustración por la imposición de lo funcional y la derrota heterogénea ante la dinámica capitalista de falsa igualdad que impregna cualquier paisaje, físico y mental sin que exista un mínimo hueco para la rebelión, pues para sobrevivir hay que pactar con el sistema y acatar sus normas.

Algunos dirán que muy bien, que eso ya lo sabemos. No es tanto el qué, sino el cómo, por eso considero El mapa y el territorio un ensayo encubierto. El más que previsible óbito del padre significa el adiós de la antigua mirada ingenua que creía a un solo hombre capaz de poder engendrar alternativas. El hijo, integrado en la estructura, acepta el nuevo contrato a sabiendas que sólo podrán escapar de la masa, vocablo que en breve volverá a estar de moda, aquellos que dispongan de varios millones en su cuenta corriente. Lo rural será el reducto de los privilegiados, tanto en el turismo como en lo residencial. Alguien muy consciente de ello es el propio Michel Houellebecq, que en un acto de supuesta osadía se otorga un papel estelar en la trama. Retirado y desastrado en su casa irlandesa recibe la llamada de Martin, quien le requiere para el catálogo de su última muestra. El encuentro ha servido a cierta crítica para sacar a colación el tema de la ironía del autor, empecinado por su hiperbólico ego en quitar parcelas narrativas para enarbolar la bandera del exhibicionismo. Se equivocan a medias. Durante la primera parte de la novela la figura del Houllebecq personaje se equipara, por paralelismos de diálogo, a la del progenitor. Es más, suple el vacío protector del mismo y se erige en único interlocutor útil, un confesor del que no se atienden grandes revelaciones, sino que ejerza un papel de guía y consuelo para el protagonista, quien agradecido rubricará la amistad a través de un regalo de suma importancia.

La madurez del primer tramo puede desconcertar a un lector prototípico del francés. Pasan las páginas y aumenta la excitación por la llegada del gran sobresalto que despedace el esquema planteado. La placidez de ese vinto vincitore que es Jed Martin se entrelaza con el resto del relato y la bomba típica y tópica no explota por ningún lado. ¿Seguro? En la segunda parte las tornas toman otros derroteros y el análisis, quien sea perspicaz olerá a máxima lampedusiana, vira a lo policial desde un tono calmo con la intensidad de un polar a la Jean Pierre Melville con otras connotaciones filosóficas. La disección continua y más no diremos, pues no es nuestra intención chafar el plan a nadie. Sólo diremos que la relación entre los dos segmentos que componen el volumen tiene absoluta coherencia y sólo puede ser criticada desde una extrema puntillosidad. Su personaje público dentro de la obra se carcajea de los que anhelan escandalizarse a la más mínima anomalía. Lo sabe, lo aplica y sonríe. Y bien que hace.

Quien reseña no está capacitado para juzgar si El mapa y el territorio merecía ganar el Goncourt, entre otras cosas porque doctores tiene la iglesia y el mercado editorial recetas para dilucidar estas cuestiones tan manidas y que tanto sirven para rellenar párrafos sin ton ni son desde idiotas controversias. Corten la vegetación. Michel Houllebecq tiene la extraña virtud de adaptarse y desgranar el contexto con pasmosa facilidad. Lo ha vuelto a hacer y seguirá repitiéndolo, no se preocupen. Es un antropólogo vestido de cínico que en esta ocasión endosa un estupendo traje de madurez. Prescinde de alardes efectistas, sienta cátedra en el sillón del presente imaginando el futuro y solventa su asunto con elegancia. Relean la novela dentro de unos años y comprenderán más y mejor su mensaje. Y no menosprecien la trascendencia de un calentador, se lo ruego.

martes, 6 de septiembre de 2011

Miércoles 7, Publicidad y Literatura en el Laberint de Wonderland (RNE4)





Tras una merecida pausa estival el Laberint de Wonderland retoma su pulso semanal y empezamos fuertes, con publicidad y literatura con los siguientes contenidos.

1.- Todo mensaje literario en publicidad es una manipulación de su sentido original. Sin embargo, algunos lo hacen muy bien, cómo ocurrió con el uso de Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj, cuento de Cortázar. Su voz es la del spot

2.- Sólo quien ama vuela. Pero ¿quién ama tanto
que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.

Estos versos de Miguel Hernández se usaron en un anuncio de Iberia. Naturalmente se trastoca el significado original de los versos en función de interes comerciales, lo que también ocurrió con la canción Revolution de The Beatles que Nike usó en una publicidad.

3.-
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

Machado y sus proverbios y cantares en el anuncio de la Guía campsa protagonizado por Camilo José Cela, póngame unas pochas. ¿Qué escritores han protagonizado anuncios? ¿A quien veríamos en esa tesitura?


4.- Para culminar es obvio hacerlo con Mad Men y sus aspectos más literarios.



El laberint a Wonderland

Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo: Rne4

domingo, 4 de septiembre de 2011

Poema "Alfarería de la nocturnidad"


Alfarería de la nocturnidad, por Jordi Corominas i Julián


Revivo alquimias de Cabiria en las estribaciones
Del viaducto de Segovia, submundo de sombra
Escarchada, inyecciones pisoteadas, droga
En vena que el arco proyecta a la carretera
De focos acelerados en castizos asfaltos,
Mayordomos de una cueva y la vesania.

Pago la entrada, franqueo el control de acceso
Y las poltronas de skay son el idóneo palco
Escénico para contemplar añosos espejos
Del horror espontáneo, metros cuadrados,
Baldosas minimalistas de San Isidro
Para retratar la parada de los monstruos.

Los descamisados llevan la voz cantante,
Hispano pelo en pecho de la barbarie,
A mis espaldas la doble de Ana María Matute
Apura una colilla ajena al flirteo de travestis
Con tunos de permiso escanciando cubatas
En el hombro de enanos camuflados en el boscaje
De jamelgas dando tumbos en columnas desahuciadas,
Sicalíptico alquiler de si te he visto no me acuerdo,
Vísperas esporádicas, preservativos del desahogo.

Una recua, secundarios de Trhiller, obstruye la entrada
Al lavabo, copia casposa de la naranja mecánica
Donde anidan ratas apostólicas del rapé posmoderno,
Narices empolvadas a sesenta euros el gramo.

Se va el caimán para Barranquilla,
A dos estaciones de metro vence el diseño
Y los jóvenes bohemios levitan en Ópera
Pertrechados con sus auriculares, antídoto
Al alboroto, quita multas para el propietario
Que proyecta a Vittorio Gassman con su sombrero
Saludando en el surrealismo de otra cloaca
Adaptada para niñatos adeptos a la tendencia
Con pastillas coloradas en la punta de la lengua.


El calendario es de barro, el alfarero sólo reparte caramelos
Con envoltorios de distintas texturas en párpados agotados
En la maquinaria del fin de semana, anécdotas de unos,
Remordimientos de otros, efemérides resacosas
Para reafirmar el control del torno sobre las singladuras.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Poema "Zapping"


Zapping, por Jordi Corominas i Julián



Agitación bursátil , Tom y Jerry, obispos pederastas, en exclusiva
la campaña tiene mucha menos repercusión de lo que a nosotros nos gustaría,
en Barcelona hallaron en una maleta el cuerpo de una mujer descuartizada
¿Se puede entrar doctor? Taxis del mundo, primera entrega
Rex, ¿Qué haré si te vas? Francamente querida me importa un bledo
proyectaremos la crucifixión de Jesucristo en un ambulatorio renacentista,
hay 265 millones de jugadores de fútbol en el planeta,
porque para nosotros tú eres lo más importante, nueva temporada
uy, que buena esta de doscientos euros, podrás con ella o pasas el turno,
vamos a entrar en una enfermedad poco conocida que es la endometriosis,
mira, vamos a ver, vengo a defender mi trabajo que son mis líneas de 806
zumo de naranja, los sindicatos han intentado boicotear el acto,
sufre en silencio las hemorroides, la máscara de hierro
tengo ciento cincuenta y siete caras amarillas en mi cuenta, Madonna
muy buenas tardes, ambiente lluvioso, en esta última jornada de agosto
su inopinado vecino es un océano gélido y la estrecha franja
de la costa sirve para atraer a las hembras de la manada,
sé que tienes una sorpresa para el final del directo Manolo, cuéntanosla,
¿No habrás venido a presentar tu dimisión? Bésame Paco
ya no hay stop, un policía desaparecido, una revelación
12 céntimos por minuto, con la participación especial de Sharon Stone
no soy muy fuerte en Historia, turno para Eusebio de Granada,
lagarto, lagarto, aparenta tranquilidad, de venta en farmacias
Ley y orden, Son los más fieles aficionados al motociclismo
contra las picaduras, celebró su cumpleaños en el plató,
politono duquesa al 7777, el presidente
no voy a opinar de esta persona por dignidad, el mejor gazpacho,
volvemos en cinco minutos, cerca de la puerta de Tannhaüser,
todos con la roja, se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia,
las moscas revolotean en el sofá impregnado de plasma,
el asesino tira el mando a distancia a la basura,
desconecta la señal y limpia el parqué
meticulosamente con lejía conejo
yéndose del lugar del crimen con el lamento
de la ininterrumpida parrilla que impide el fílmico
y perfecto estupor de la carta de ajuste.

viernes, 2 de septiembre de 2011

La mampara de Marta Brunet en Revista de Letras


La pérdida y lo femenino burgués: “La mampara”, de Marta Brunet
Por Jordi Corominas i Julián | Reseñas | 30.08.11


La mampara. Marta Brunet
Prólogo de Paz Balmanceda
Barataria (Barcelona, 2011)


Las fronteras siempre han sido demasiado dañinas. Sin embargo sirven para entender el progreso de determinadas sociedades. El mundo no se para, es circular y reparte suerte y coincidencias en todos sus hemisferios. Mientras leía La mampara de la chilena Marta Brunet imaginaba la historia del joven Alberto Moravia paseando por Roma aquel lejano día de octubre de 1922 en que los fascistas iniciaron veinte años de negritud para el país transalpino. Un septenio más tarde el pequeño gran Pincherle sorprendió a propios y extraños con Gli indifferenti, ópera prima que tras sortear la censura marcó un antes y un después que en mi opinión aún no valoramos en su justa medida. Su demoledor retrato de la burguesía se movía por un clima ultradecadente donde la ciudad parecía congelada en un magma infinito del que no se podía escapar. El movimiento existía, pero las cosas permanecían inmóviles por el orden de una clase social demasiado arraigada a unos banales privilegios de los que nunca ha querido desprenderse. La crítica, maquillada en una historia de amoríos y posesiones, de ese sopor supuso un azote al régimen de Mussolini y exhibió unas constantes que acompañarían el resto de la trayectoria del escritor romano.

El ingrediente que excitó mi pensamiento comparativo entre Chile e Italia se debe a una característica compartida de la obra que motiva esta reseña con la que inauguró la singladura del autor de Il disprezzo. En ambas el núcleo central de la narración se configura a través de una familia huérfana del patriarca que ha posibilitado un pomposo estilo de vida, lo que implica una lucha por la supervivencia y mantener la apariencia de un estatus. En ambas hay una madre y dos retoños, que en La mampara son féminas. La única diferencia de peso en el armazón de personajes es que Brunet elige una aparición masculina menos peligrosa que el Leo de Moravia, pues coincidirán conmigo en que es más saludable el antiguo propietario de la casa que un amante con ambiciones inmobiliarias. El susto, la traca, espera en otra residencia, porque en el siglo XX una trama burguesa sin dudas de sensualidad y seducción quedaba coja.

Las casualidades mencionadas no son tales, sino que simplemente articulan contextos diferentes en sociedades que transitan por carreteras de diversas velocidades. El volumen que presenta Barataria en España fue editado en Buenos Aires allá por el lejano 1946, cuando su autora ya llevaba más de dos decenios sorprendiendo con una prosa atrevida, sumamente rítmica y muy moderna por los temas tratados, en los que privilegiaba una psicología de la mujer insólita para su época.



Vayamos al meollo. La muerte de su marido ha dejado a la madre de Ignacia Teresa y Carmen desconsolada y con la misión de cargar con el duro de peso de cambiar un rumbo de opulencia. Su experiencia le permite adaptarse al nuevo contexto. Renuncia a la mayoría de lujos y sólo se aferra a la mansión de siempre por amor, recuerdo o mera subsistencia. Ignacia Teresa es su mejor aliada. Trabaja en una empresa que la sume en la normalidad y cumple sus deberes de hija ejemplar, modesta y consciente del infortunio, rasgo que la aleja de Carmen, empeñada en soñar con una permanencia del esplendor pasado que simboliza su apego al teléfono como objeto de prestigio y contacto con una realidad de rompe y rasga. La chica, guapa y con clase, acude a fiestas galantes, se queja y pulsa con tenacidad un inexistente acelerador para no marchitar la flor de su condición, pues ella no ha nacido para ganar dinero con el sudor de su frente, está destinada a lo exclusivo, sea lo que sea, cueste lo que cueste.

La novela, estructurada en capítulos que por su duración crean una especie de tobogán de emociones, atiende con precisión el devenir de las tres protagonistas. La madre es la guardiana que cuida de cuatro paredes y pretende lo mismo con sus dos niñas. La luz que brilla en la noche es su padecer en la imposibilidad del control. Ignacia Teresa, más presente en el primer tramo, desaparece tras la parte más brillante, puro arte donde en pocas páginas se condensa una poética de lo cotidiano de muy altos vuelos.

“Desde pequeña asocia ideas, busca símiles, piensa en imágenes. No es que le guste, porque eso indicaría preferencias y en ella esto es algo tan innato, como lo es tener los ojos azul oscuro, de uva, que parecen negros y que de pronto se observa que no lo son”.

Estas pocas líneas viran hacia una introspección absoluta de la mujer que se funde con el paisaje urbano porque tiene hambre y busca saciarla. Su apetito es culinario y vital, pues quien escribe supone que Ignacia Teresa es un alter ego de la narradora. Entra a un bar, duda y sigue el consejo del camarero. La escena que sigue, con sus manos y las de un inmigrante español queriendo entrelazarse, son una metáfora de la soledad y la ausencia de dos mundos que no volverán.

Si La mampara fuera una película imaginaríamos un fundido en negro. De repente saltaríamos a estancias nobles con jóvenes ávidos de una diversión que se presume, por poses y composición de la imagen que el texto forma en nuestra cabeza, más bien aburrida. Es el discreto encanto de la burguesía hundida en sus propias heces. Ignacia Teresa es clara, diáfana, por eso no ocupa mucho espacio. Carmen es complicada y confusa. Sus aventuras copan el final en una lágrima sostenida que abraza cuerpos en el baile, bebe whisky y se pavonea desde su inferioridad, que es temor a que un día se vierta la última gota de opulencia y aparezca su particular cenicienta.

La contraposición entre ambas hermanas vertebra un discurso basado en la aceptación de una metamorfosis en la que ganar no es quimérico. La asunción de la pérdida es la clave que apaciguará el dolor y engendrará otros horizontes en un canto a la capacidad de lo humano para sobreponerse a las adversidades y tumbarlas con capacidad de adaptación.

Celebramos la publicación de La mampara y deseamos que lleguen a nuestras manos más libros de Marta Brunet en la colección “Humo hacia el sur”, recuperadora de las vanguardias del Novecientos del otro lado del charco y titulada cómo una novela de la autora chilena. Lo anhelamos desde unas coordenadas de recuperación de un legado que sirve sobremanera en la actualidad, pues sin lo pretérito, sin lo clásico que es moderno a rabiar, no seremos capaces de lograr una literatura que no sólo sea fast food y voracidad de mercado, sino que innove, apueste por el riesgo y no olvide que lo que muestra el retrovisor es fuente de aprendizaje con sólidos cimientos, útiles para el presente, armas de calidad que den al viaje libresco fuegos nada artificiales.