jueves, 27 de septiembre de 2012

Viernes 28, 20 horas, presentación de mi novela José García en La Central de Callao



Este viernes 28 presentaré en Madrid mi novela José García. Me acompañarán en La Central de Madrid el escritor Eduardo Laporte y la editora de Barataria, Carola Moreno. La cita es a las ocho de la tarde.



Presentación de la novela Jose García de Jordi Corominas con el autor, Eduardo Laporte y Carola Moreno


Viernes 28 de septiembre, 20 horas

La Central de Callao


Postigo de San Martín 8

Metro Callao

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Podcast de exilios voluntarios en el Laberint de Wonderland


Hoy en el Laberint hemos hablado de Exilios voluntarios, desde el camino de Mahler tras dejar la ópera de Viena, pasando por Hemingway y su amor por Cuba hasta terminar con dos poetas que marcaron el siglo XX: T.S. Eliot y Ezra Pound. Puedes escuchar el Podcast a partir del minuto 33 clickando aquí

martes, 25 de septiembre de 2012

Miércoles 26, Exilios Voluntarios en el Laberint de Wonderland



Este miércoles en el Laberint empezaremos una serie dedicada a los exilios, y para inaugurarla el pistoletazo de salida será con los voluntarios, decisiones propias de creadores que bien hicieron en largarse de sus raíces.


1.- Gustav Mahler y el adiós a Viena

2.- Hemingway y Cuba

3.- T.S. Eliot e Inglaterra

4.- El trotamundos Ezra Pound












Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

Reseña de José García en Divertinajes






A pocos días de la presentación madrileña, José García sigue cosechando buenas críticas. En este caso la firma Fernando P. Puenteamor en la página Divertinajes. Para leerla puedes clickar aquí

lunes, 24 de septiembre de 2012

El muñeco de Carrillo en Sigueleyendo







Con la muerte de Santiago Carrillo me vino a la memoria que en algún momento indeterminado de mi infancia tuve un muñeco de goma que lo representaba. El político ya había abandonado el cuerpo del dirigente comunista para transformarse en icono.


Recuerdo que el monigote vestía al líder del PCE con traje gris, corbata, sus características gafas que le han acompañado hasta en la capilla ardiente y unos zapatones negros que en su suela tenían unos orificios por donde salía el aire. A veces apretaba el chisme para que saliera ese sonido típico, una estupidez más de tantas que fascinan a niños y mortales con cordura en su devoción por lo absurdo.



He buscado en Google alguna imagen de mi juguete desaparecido y sólo aparece uno con cigarrillo y un flamante jersey rojo con hoz y martillo. En la página donde lo venden le han aplicado un descuento del 25%. Cuesta once euros que no gastaré, claro, pero me ha hecho ilusión comprobar que no fui el único que se divirtió con tamaño invento.



Puede que por el material de fabricación lo metiera en la bañera desde mi pueril inocencia y lo mezclara con otros muñecos, si bien lo más inquietante es su hipotético empleo entre los adultos. Evoco a Victoria Abril en una peli de Almodóvar y pienso en el Yellow Submarine. De todos modos el cachivache y Carrillo ya son polvo, y la indeterminación de mis neuronas confirma que eran de una época demasiado lejana a la nuestra.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Prodigiosos mirmidones: Apología y antología del dandismo en Revista de Letras

En uno de los ensayos de Prodigiosos mirmidones, antología y apología del dandismo, Francisco Umbral comenta que Larra se europeizó al máximo porque España no quería hacerlo en lo más mínimo. No es que Capitán Swing sea el único sello que comparte el pensamiento del gran periodista del Ochocientos, pero su labor en pos de recuperar textos de la gran tradición occidental puede considerarse como una de las grandes noticias del panorama literario nacional en los últimos tiempos, porque más allá de la tendencia la joven editorial madrileña apuesta por obras que nunca serán flor de un día. En este sentido, también es encomiable la labor de coordinación de Leticia García y Carlos Primo, que han hilvanado un estupendo volumen sobre el dandismo y su constante evolución desde aquel momento impreciso en que la otrora Pérfida Albión acuñó el término que nos concierne. Dice Luis Antonio de Villena que surgió durante el romanticismo inglés, cuando el aburrimiento era soberano y algunos osados jovenzuelos con algo de dinero y mucho desparpajo optaron por escandalizar al personal con un toque de clase que destacaba por el traje y se consolidaba a base de actitud y una moderna religiosidad, ética y estética. El más notorio de estos irreverentes ejemplares fue el legendario Beau Brummel, quien abrió la veda con su vestimenta y un comportamiento que, pese al desdén para con los demás, le convertía en el mayor reclamo social en fiestas y eventos. Brummel pervivió como el pionero paradigmático, y así se plasma en el libro, donde comprobamos como su fama se extendió más allá de Londres. Balzac, Barbey d’Aurevilly y Virginia Woolf se centran en su figura, que extendió sus redes hasta crear un arquetipo que nunca podía ser imitado en su fracasada y sublime perfección. El buen dandi, como los mirmidones, debe cultivar su terreno pedregoso hasta sacar petróleo de la adversidad, vencerla e imponer una individualidad que asombre a propios y a extraños, y desde esta perspectiva la modernidad se configuró en inigualable escaparate que nos transporta al París de Haussman, con Baudelaire erigido en prima donna del movimiento.
Miles son las anécdotas del poeta, un profeta de lo que vendría desde el instante en que dejó caer su laurel en el barro de los Campos Elíseos y prosiguió su camino hacia la puerta del burdel. Rico heredero, dilapidó su fortuna y reinventó el dandismo con estrépito. Salió con una mulata coja, se tiñó el pelo de verde y se arrojó el lujo de llevar la contraria al establishment con opiniones que a la postre se revelarían como ciertas y precursoras de lo que vendría. Su figura marca un antes y un después. Chateubriand podía hablar de elegancias americanas, como si lo europeo fuera una pieza más del conjunto, pero se equivocaba en su apreciación: El autor de Las flores del mal plantó su pica en Flandes y catapultó la estridencia de la rebeldía hasta convertirla en un arte. El dandi debe inspirar respeto y desagrado, su puesto es el de la inmensísima minoría, y la democratización de la moda afectó su estatus, sobre todo a partir del siglo XX. Antes su impronta era la del ser excepcional, un rara avis que cosechó éxito en el Hexágono y traspasó fronteras como consecuencia de las prioridades de su tiempo. Da la sensación que muchos de los fragmentos seleccionados se inspiran en el legado baudeleriano, desde Julián del Casal y Álvaro Retana hasta la progresión, dentro de un mismo estilo galo, que suponen Montesquiou y Lorrain, outsiders que proseguían la senda del asombro mientras advertían el peligro de la burda imitación producto del Novecientos y su cultura de masas, fenómeno con el que hoy se excitarían negativamente en la orgía de lo vintage que suprime en la mayoría de casos cualquier atisbo de originalidad.
Si fuera puntilloso criticaría, dentro de la línea cronológica asumida por los antólogos, la ausencia de Jean Cocteau, factor que obvio porque tras la apoteosis de los fundadores llega el turno para la reflexión con Camus, Umbral y la traca final de Tom Wolfe. El filósofo nacido en Argelia apunta reflexiones de sumo interés, sobre todo cuando en una nota al pie cita a Malraux, quien dice que ya no hay poetas malditos. El autor de La peste matiza la afirmación y comenta que hay menos: los que no lo son tienen mala conciencia. Volvamos a nuestra era. Si esos dos monstruos de las letras universales vieran el circo de hoy en día cortarían cabezas con saña por la banalidad en la que ha derivado el exhibicionismo que aspira a ser único cuando, en realidad, sólo consigue agrandar el espectro del rebaño, siempre más monolítico y patético por la presunción de singularidad. Las fotos de las redes sociales de bardos posmodernos y aspirantes a ídolos pop de la literatura les producirían urticaria, porque el dandi puede ser fachada sí, pero ante todo debe tener un contenido interno que le distinga de los demás mortales, algo que en la actualidad ocurre de uvas a peras, porque prima la pose sin chicha y la gente descuida demasiado lo de ser uno mismo, aplicando mal el toque de máscara que no deja de ser un añadido para potenciar ciertos efectos.
Hacia esas latitudes se dirige el artículo de Tom Wolfe que cierra el volumen, centrado en los proletarios del swinging London que prefieren gastar en ropa para lucir en los nuevos templos que son los clubes. La bonanza del período permitió que cualquiera albergara el anhelo de postularse como icono, aunque sólo la gente con verdadera charme pudo trascender desde su modesto origen hasta el estrellato, que ya había perdido su encanto pretérito desde el ángulo que nos atañe. En definitiva, si quieren saber más lean Prodigiosos mirmidones, saquen sus conclusiones y aprendan la esencia de nobles vocablos sin pervertirlos.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Podcast de una ruta de bares antiguos en Todos somos sospechosos de Rne3

La madrugada del pasado jueves debuté en Rne3 de la mano de Laura González y su programa Todos somos sospechosos. Hicimos una ruta por bares antiguos de Barcelona, desde el emblemático Marsella hasta las bodegas de Gràcia, y claro mientras paseábamos nos movimos por otras cuestiones. Puedes escuchar el podcast clickando aquí

Ente loopoético en FnacShot

Los chicos de Fnac me mandaron un cuestionario más bien curioso que respondí como buenamente pude. Puedes consultar la entrevista clickando aquí

Viernes 21, Recital para Casa Macedonia

Desde la Casa de Macedonia en Barcelona han tenido la extraña idea de invitarme al evento de hoy. Recitaré Las nocheviejas del patriarca con el nuevo audio que preparé a finales de 2011.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Podcast del Laberint sobre fugas literarias

Ayer en el Laberint de Wonderland hablamos de fugas literarias, moviéndonos con Giacomo Casanova, pasando por El Conde de Montecristo y aterrizando al final con Las uvas de la ira de Steinbeck y Correr de Echenoz. Para escuchar la sección puedes escuchar el audio del enlace a partir del minuto 40 clickando aquí

martes, 18 de septiembre de 2012

Miércoles 19: "Fugas" en El Laberint de Wonderland








Si la semana pasada hablábamos de retornos, este miércoles damos una vuelta de turca y nos centraremos en varias fugas literarias de distinto pelaje.


1.- La fuga dei Piombi de Casanova y su modernidad en 1755.

2.- El Conde de Montecristo, inevitable

3.- Fugarse para sobrevivir con Las uvas de la ira de Steinbeck

4.- Emile Zatopek y el Correr de Jean Echenoz






Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

lunes, 17 de septiembre de 2012

Medusa de Ricardo Menéndez Salmón en Revista de Letras




Tras una estela europea: “Medusa”, de Ricardo Menéndez Salmón,por Jordi Corominas i Julián | Destacados | 17.09.12

Medusa. Ricardo Menéndez Salmón
Seix Barral (Barcelona, 2012)





“Ensuciar el velo levemente para transparentar lo que el velo oculta”.


Pierre Michon y Ricardo Menéndez Salmón riman, y además consiguen que tras leer sus novelas acuda como un tonto al buscador de Google para intentar dilucidar si sus personajes son reales o imaginarios, tal es la potencia de lo narrado y el impacto de su invención, capaz de confundir la Historia con la ficción porque funden ambas coordenadas con pasmosa naturalidad y unos mecanismos que no sólo muestran habilidad para con las palabras: van más allá porque aspiran a la reflexión del contenido para dar a la literatura una categoría crítica que nunca debió perder.

Prohaska. Aproximadamente 352.000 resultados en 0,29 segundos. Abro el primer enlace. Herbert Prohaska nació el ocho de agosto de 1955 en Viena y es un ex futbolista austríaco. Tiene Wikipedia en castellano e inglés, pero como entenderán nada tiene que ver con Medusa, última obra del escritor asturiano que vuelve a sumergirse en los vericuetos del siglo XX para intentar comprenderlo mediante pequeños e importantes detalles.




El Prohaska del autor de La ofensa puede que parta de Jan Van Eick y su matrimonio Arnolfini. Así deberíamos entenderlo a partir de la secuencia inicial que nos sitúa en una obsesiva quete del horror por parte del narrador, quien visiona un breve filme de matemáticas y despiadadas ejecuciones en el campo de concentración de Kovno. Al final del silencioso metraje aparece la rúbrica Prohaska me fecit. Del Jan Van Eick fuit hic 1434 a la eficacia de la muerte industrial nazi median quinientos años de evolución capitalista. El refinamiento de querer ser reconocido como pintor del retrato de una familia emergente de pioneros flamencos ha cedido el paso a una fría coda notarial que desencadena las páginas que leeremos, puzle biográfico que recorre el Novecientos a través de un solo hombre que captó su demencial dimensión.

Uno de los aciertos de la última pieza de Menéndez Salmón, que debe leerse como un continuum en relación a sus anteriores volúmenes, es la ubicación espacial y cronológica de su principal protagonista. La primera parte de la vida de Prohaska transcurre entre 1914 y 1945, años de la guerra civil europea alentada por Alemania. El chico del norte padece desde su más tierna infancia la palpable amenaza de la guadaña. Su padre fallece en la Primera Guerra Mundial y su madre es una especie de sombra maldita que le desprecia. Esto produce un proceso de interiorización con leves destellos que anticipan el futuro con el ajedrez y el interés hacia las artes plásticas. Llega Versalles, transcurre Weimar y en 1929 el adolescente se traslada a Berlín, como si su aterrizaje a la capital, y por supuesto es así, conllevara renacer en la era precipitada por el crack bursátil de Nueva York y el ascenso del nazismo.

En 1933 las tornas cambian desde Clío y en lo personal. Prohaska es reclutado por un miembro de la intelligentsia del NSDAP y se integra en la cadena fundamental. Al mismo tiempo su inserción en el panorama histórico con mayúsculas se entremezcla con un flechazo amoroso absoluto y el surgimiento de su única amistad: Jacob Stelenski, judío y preservador del legado del genio de cámaras, lienzos y celuloide.

Es interesante remarcar un aspecto. El protagonista recorrerá la atrocidad a lo largo y ancho de Europa. Presenciará la Guerra Civil Española, captará el inicio de la expansión nacionalsocialista y retratará a sus allegados mientras gira la rueda y la muerte, personal y colectiva, va infiltrándose en su cuerpo de manera simbólica, dejando heridas imperecederas. Sin embargo, su principal apuesta será de una coherencia que lo enmarca en una contradicción irresoluble. Será el mejor testigo de la hecatombe y cumplirá una premisa consistente en ser un hombre sin rostro, inasible para los mismos aparatos que usa para expresarse, lo que plantea la duda de si su actitud es la de un ser ético o simplemente la de un señor que no quiere salpicarse con la sangre que ha cimentado su prestigio. Sería ingenuo contemplar al pintor de la vida moderna como un individuo sin ideologías porque precisamente sus decisiones están determinadas por una avalancha de las mismas, nada anómalo para su tiempo.





Cada vez tengo más claro que las novelas de Ricardo Menéndez Salmón, y lo mismo ocurre con el ya mencionado Pierre Michon o los monumentos de Sebald, son ensayos encubiertos, más ágiles porque la prosa articula una trama, pero ensayos al fin y al cabo que reflexionan en voz alta y ofrecen una serie de ideas fuertes que se plasman a través de una poética de la imagen filtrada por los vocablos. Prohaska es más un estado mental que un ente físico. Sus trabajos y días soportan parones que son terapias para rehacerse del azar y la objetividad que aplica en su arte desde la pertenencia al engranaje del terror. Eso y saber sin plena conciencia, porque su acción acaece en un mundo fluctuante que genera incomprensión entre los que lo habitan, incapaces de dar en el diccionario con términos válidos para definir lo que padecen en sus propias carnes.

Aquí entra la velocidad contemporánea y el aprovechamiento de recursos hasta sus últimas consecuencias. Puede que Prohaska, como la misma centuria, lo intuyera, lo único irrefutable es que el artista del ojo es un huérfano perpetuo, un nómada que no puede morar tranquilo en la tierra donde presenció, como primer aviso, un masivo suicidio de arenques en el silencio del mar. Su periplo por el planeta que burla el elogio tradicional de la belleza, hundido a finales del siglo XIX por el avance tecnológico y refrendado con las vanguardias, y se sumerge en otras profundidades es una magnífica metáfora sobre lo cíclico del mal, que vuela por el globo sin fijarse en razas ni banderas porque sabe de su indestructible potencia.




Llegará un día, ya lo observa el propio narrador de Medusa, donde toda la extensión del planeta será fotografiada, y entonces la plaga, arquitectura pura y dura del hombre, habrá completado su labor porque no existirá el resquicio de la vía de escape. Si Prohaska se mueve, en un ligero indicio vilamatiano, es para desaparecer y no caer en lo estable que agudice sufrir desde la lentitud acelerada de lo cotidiano, cruento en lo exterior y devastador en lo mental.

domingo, 16 de septiembre de 2012

El buit de l'autobús en la Revista Bagant




El buit de l’autobús, per Jordi Corominas i Julián

La veritat és que aquest mes tenia molts dubtes al voltant del meu article. Ha sigut un estiu on ens han continuat enganyant amb notícies irrellevants. La premsa parlava de la calor com si fos una anomalia, com si tots fóssim rucs i de cop i volta haguéssim oblidat que ens trobàvem en ple estiu. Deixant de banda aquestes foteses us comunico que la motivació del meu text ha sorgit avui. És primer de setembre i sempre recordo aquesta data perquè començà la Segona Guerra Mundial, però tranquils, no patiu, no em mouré per conflictes armats, sinó més aviat per un que em sembla de sentit comú.
Estic empadronat a Palautordera i per motius laborals pujo i baixo constantment, de Barcelona al poble i sant tornem-hi. M’agrada que l’estació es trobi fora del nucli urbà perquè d’aquesta manera preservem la seva bellesa, envoltada de natura i d’un cert punt especial que es ben difícil de trobar a altres indrets. Mantenir aquesta atmosfera implica que per arribar a Santa Maria cal tenir cotxe o esperar el petit autobús que enllaça els serveis ferroviaris amb la localitat. No tinc cap queixa ni dels conductors ni de les parades. Sempre arribo puntual i sóc a casa en un tres i no res, però el cap de setmana hi ha una taca que no sé si depèn de la companyia o de l’Ajuntament, doncs no sé qui gestiona el transport.

De dotze a cinc no para cap autobús a l’estació, i em sembla surrealista, doncs és en aquells instants quan arriba més gent. Aquest interval sense vehicle motoritzat comporta que els viatgers hagin de fer veritables esforços d’inventiva, com si de cop i volta durant un breu lapse de temps tornéssim a un passat gairebé prehistòric. En el meu cas concret solc caminar el tram que va del Rodalies al poble, i us juro que tot és molt bonic i que em distrec amb la bellesa dels camps i el progrés de la collita. Podria fer un cant a les meravelles del món rural i dels indubtables beneficis de passejar entre les pujades i baixades de l’asfalt. Arribo a casa i els pulmons respiren, sóc un home nou que ha malgastat mitja hora de la seva existència per culpa d’una administració deficient que desitja que renovem el noble art de l’autostop i la saludable afició a moure les cames i reforçar-les.

No crec que sigui gaire complicat omplir un horari necessari per a moltes persones que no tenen la sort de disposar de familiars amb automòbil. Tot milloraria i no hauria d’escriure articles de caire social destinats a no servir malgrat protestar sigui comprensible i lògics perquè les circumstàncies són ridícules. Fer esport és una decisió personal, traslladar-me on visc un imperatiu. Oi que m’enteneu?

viernes, 14 de septiembre de 2012

Servicios públicos en "Peligro de extinción" de Bcn Mes





Servicios públicos, by Jordi Corominas i Julián

He pasado todo el verano alejado de Barcelona, lo que me ha permitido pensar mucho en el tema de esta columna. En principio pensaba dedicarla a la incompetencia manifiesta de Artur Mas, rey del cinismo al alentar al pueblo a manifestarse en pos de la independencia, bonita palabra demasiado manoseada por el Molt Honorable, un caradura capaz de incitar a la rebelión contra España mientras arruina a base de recortes un bienestar que siempre parece más lejano.


Otra opción era explicaros la progresiva desaparición del charnego clásico, pero ya tendremos tiempo para tan concienzudo análisis. Al final he optado por abordar una problemática que sufrí en primera persona hace algunos años, lo que con toda probabilidad la convierte en más querida, una especie de eterno caballo de batalla por el que lucharé mientras mis fuerzas resistan y mi vejiga campe a altas horas de madrugada por Babilonia, siempre más puta y diseñada para crear un efecto al extranjero por eso de la fachada y el dinero fácil.


Pues bien, os cuento. El pasado miércoles salí a tomar algo por el Raval, más que nada para cambiar y sentirme integrado en el recinto urbano tras las vacaciones veraniegas. Pasé seis horas en la terraza de un Kebab regentado por unos chinos que hablaban castellano a las mil maravillas, indudable presagio de futuro que se vio acompañado por una intensa lluvia de la que me protegí a base de buenas charlas y una ingesta masiva de cerveza. Cuando la tormenta arreció me encaminé con el resto de la comitiva a la calle Hospital, donde seguimos con el amor al zumo de cebada hasta que la dueña del local nos instó a abandonarlo.

Fue entonces cuando sucedió lo que motiva mi artículo. No está demostrada científicamente, aunque muchos son los que comentan la imperiosa necesidad miccionadora de las mujeres si consumen la rubia favorita por niños y adultos. Los hombres podemos aguantar algo más el líquido, y curiosamente solemos soltarlo en el momento menos oportuno, es decir, cuando los bares han cerrado y no se atisba un lavabo público por ninguna parte, hecho común en la capital catalana, donde el interés por recaudar euros a costa del ciudadano, transformado en súbdito, roza lo escandaloso desde que se promulgó la ordenanza de civismo para vender la moto con la habitual soltura que caracteriza a las autoridades municipales.

Dejo de enrollarme. Llegamos a la Plaça de Sant Agustí con su imponente iglesia, una de las obras arquitectónicas más desdeñadas del centro. Me entraron ganas de mear y comprobé que un callejón al lado de la Boquería era el lugar ideal para perpetrar mi delito. El enclave tenía algo simbólico por todo el jaleo de hace dos septiembres con las prostitutas y esas fotos que derivaron en una valla que protege el famoso mercado del sexo. Mi intención no era erótico- festiva. Medité un poco antes de cruzar la acera y encaminarme al rinconcito de mi alivio, más que nada porque la filosofía de quien infringe la ley en este sentido es clara: si puedes busca una cloaca o un árbol para sentirte mejor y menos culpable al no ensuciar el pavimento.

Iba tan contento hacia mi objetivo cuando, de repente, el portero de un hotel me dijo que observara un poco, que tenía a escasos metros un magnífico lavabo público gratuito. Empezaron a sonar campanas y la gente salió a celebrar la buena nueva, un milagro posmoderno de dimensiones estratosféricas. Seguí a rajatabla el consejo y abrí la puerta de la estructura rectangular. Su interior era sucio y desprendía un hedor horroroso. Sin embargo, lo que más llamó mi atención era la enormidad de su espacio. A la izquierda se situaba el inodoro, y el resto era pura fiesta con capacidad para cuatro o cinco personas, quizá por ese rasgo progre barcelonés de querer montar eventos donde no toca y potenciar anomalías. Visualicé una orgia, y hasta contemplé la posibilidad de llevar una minicadena y montar un chill out en miniatura. Era tarde y mi cerebro, abotagado por tanto alcohol, no supo sacar petróleo del hallazgo. Me tomé mi gran descubrimiento con mucha guasa y llamé a un taxi para volver a casa.

El peligro de extinción en el asunto que nos concierne es una falta de respeto al colectivo, condenado a empapar con líquidos corporales el suelo que pisa por culpa de unos dirigentes que sólo colocan urinarios en fiestas y obras sin reflexionar sobre su utilidad en el día a día, factor que demuestra que las políticas actuales se dirigen al beneficio de una casta en perjuicio de la mayoría, y así nos va.

foto: JCJ



jueves, 13 de septiembre de 2012

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Podcast del Laberint dedicado al Retorno


Hoy inauguramos temporada en el Laberint de Wonderland hablando del retorno en literatura, por lo que hemos coincidido con el hijo pródigo, Ulises y su Odisea, el Retorno a Brideshead de Evelyn Waugh y La tregua de Primo Levi. Puedes escuchar la sección a partir del minuto 40 clickando aquí

Miércoles 12: El retorno en el Laberint de Wonderland




Tras la pausa veraniega hoy vuelve a Rne4 el Laberint, y lo hace con fuerzas renovadas. Para inaugurar el año abordaremos el tema del retorno desde varios puntos de vista.


1.- Odiseo y la invención del género

2.- El retorno del hijo pródigo en las artes

3.- Retorno a Brideshead de Evelyn Waugh

4.- La tregua de Primo Levi









Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

martes, 11 de septiembre de 2012

Entrevista en el Blog Sake Literario






CONVERSACIONES LITERARIAS CON JORDI COROMINAS

Después de conversar con Jordi Corominas uno se siente inspirado por sus principios, palabras, proyectos y su forma de ser multidisciplinar. Caemos en la certeza de que creer en nosotros mismos y hacer lo que sentimos en cada momento es una de las llaves para abrir la puerta del éxito y salir ante los demás por la puerta grande. Este joven barcelonés, además de ser poeta y escritor, es también crítico literario y se he hecho un hueco en RNE4 con una sección radiofónica dedicada a la literatura. No hay ninguna duda de que estamos ante un creador con un futuro brillante y un presente lleno de abundancia creativa.

Su práctica de la palabra es inspiradora, creativa, renovadora y muy descubridora. Su mayor inspiración lo recibe en sus paseos; como testigo de ello uno puede leer Paseos simultáneos (Vitruvio). En esta partida de pingpong verbal hablamos de diferentes temas, de entre los cuales su proyecto personal, que dirige desde el 2009: Loopoesía. Una perfomance constante donde recoge los elementos que nos rodean con la intención de innovar, mezclando poesía, imágenes, audiovisuales, escenografía y actuación. Un proyecto donde sufre y se divierte a partes iguales y que va llenándose de novedades con vistas al año venidero.

Actúa bajo la creencia de que es imposible estar parado mentalmente y reconoce que el mundo literario debe mirar más allá de su ombligo para poder trascender más allá del diminuto mundo donde existe.

Jordi muestra un compromiso intelectual con la renovación literaria, lo cual se nota en sus arriesgadas apuestas literarias. Él también tiene miedos, lo reconoce, pero siempre acaba soltándolos y se atreve a experimentar.

José García es su último trabajo arriesgado; la calle y la mente se funden, dos paisajes que nos permiten dar los paseos que nos inspiran. La estructura de la novela es novedosa, rompe con lo que estamos acostumbrados, lo que exige al lector un grado de compromiso con la historia para poder entenderla. Una novela imprescindible para aquellos que quieran conocer una nueva forma de escritura innovadora. Una novela donde lo oscuro sobrevuela la vida de los personajes, donde la muerte es como un pájaro que vuela por encima y mata al lugar donde decide reposar sus alas.

Para mí ha sido una conversación inspiradora, lo cual me motiva a seguir en este camino, me hace sentir la esperanza de cumplir los sueños, porque el autor inspira presencia como escritor, respeto como poeta y encanto como persona.

Podéis disfrutar de sus poemarios, de su última novela y de sus publicaciones en medios de entre los que destacan Revista de Letras, Literaturas.com, Sigueleyendo, Culturamas, Serra d’Or, Quimera y Benzina, entre tantos otros. Yo me quedo a la espera de que en 2013 nos visite en Palma con Loopoesía, será un verdadero placer.

P: Para presentar la entrevista y poder poner un adjetivo al entrevistado, yo escogería la palabra “transmisor”, aunque he leído de ti que eres un humanista. ¿Con qué palabra se identifica Jordi y con cuál de las que le etiquetan a veces no se siente nada cómodo?

R: Lo de humanista será por mi licenciatura, aunque podríamos verlo desde la perspectiva de una persona que intenta ser multidisciplinar hasta cierto punto. La parte transmisora me viene, supongo, porque tanto en Loopoesía como en la radio me gusta que mis propuestas pasen del oído al cerebro, que no se pierdan por el camino como ocurre con la infinita cantidad de productos culturales fast-food que invaden el mercado, una tendencia horrible a la que no debemos acostumbrarnos. No me identifico con ninguna palabra en concreto, me gustan demasiadas. Al fin y al cabo siempre soy Jordi, esa está bien.

Tu novela José García ha sido una lectura intensa, que me ha exigido tener una actitud de máxima atención para asimilar la historia, vivirla y recorrer a la misma velocidad que tienen los sucesos en esta novela. ¿Esa velocidad acelerada es la que tuviste a la hora de escribir, es una forma de atrapar al lector o es un fiel reflejo de la relación que has tenido con los “Joses” a la hora de escribir sobre ellos?

Ambas cosas. José García abarca un año discontinuo de escritura en el cual cambié repetidas veces la estructura de la novela. Cada parte nació con determinados grados de separación que luego se unieron mediante la geografía del barrio y las relaciones casuales y no tanto entre los personajes que pueblan la trama. Este método de escribir –recuerdo que a lo largo de ese período nació el poemario Paseos simultáneos, que para mí fue una especie de antes y después– comportó una escritura rápida, que asimismo surgió porque con las frases cortas creí reflejar mejor la intensidad interna y externa de los personajes. La calle y la mente tienen la misma importancia en la novela. Puede que la forma de escribir el libro fuera un intento por reflejar su importancia, su fusión; al fin y al cabo no dejan de ser dos paisajes.




¿Qué crees que viene antes, el estado emocional o un tipo de lectura o viceversa? Es decir: ¿según como nos sintamos consumimos un tipo de literatura o es la literatura quién nos debe hacer sentir de la manera que buscamos…?

Esa es una pregunta psicológica. No sé si el estado de ánimo determina lecturas concretas; con toda probabilidad así es. Esto se puede ver a partir de una cronología de libros leídos, que tanto puede obedecer a un interés concreto por determinadas temáticas o bien a cómo se encuentre uno durante ese período de tiempo. Lo curioso es que mientras leía la pregunta tenía más claro que la literatura, en una de sus misiones, debería propiciar emociones capaces de alterarnos el ánimo, tiene demasiadas piezas buenas, eso sí, muy difíciles de encajar en el engranaje.

Tal y como está el mundo que nos rodea, cada vez nos sentimos más vulnerables ante todo lo que ocurre; en esa vulnerabilidad a veces crecen nuestros compromisos con el entorno con la intención de mejorar: compromiso medioambiental, para que la madre naturaleza estire su existencia; el compromiso social, para defender nuestros derechos como trabajadores, como personas en diferentes roles sociales… pero ¿no crees que falta un compromiso intelectual?, y ¿cómo crees que los que llegáis a la gente con vuestras palabras podéis motivar ese compromiso?

Estoy de acuerdo en lo de la ausencia de compromiso intelectual, bien detectable en el sector de la literatura. No detecto un compromiso, por textos o actitud pública, en escritores españoles. Hay novelas sociales que quizá sí demuestren un interés genuino por la sociedad que comporta una crítica, directa o indirecta, pero en la vertiente de apoyar o expresar con textos un pensamiento crítico no percibo ningún tipo de afán de protesta, sólo pataletas de Facebook y poemas oportunistas bastante lamentables.
Por otra parte lo que más desespera es pensar que esto se ha logrado –ya han aparecido artículos sobre el tema– por una voluntad del sistema de anular la figura del intelectual, considerada inútil tras la caída del Muro de Berlín. Por otra parte a veces siento que el mundo literario es demasiado pequeño y se mira demasiado al ombligo como para trascender más allá.




Siempre he pensado que además de ese grito que escuchas de la ciudad de Barcelona para que sea una y otra vez descrita, que en ti hay una parte que se siente atraído hacia lo oscuro, lo trágico y lo doloroso. ¿Es simplemente una percepción de un lector tuyo o hay algo de verdad en esa suposición?

Podría ser, pero a veces pienso que mi interés por la crónica negra viene por cómo percibí la estructura y desarrollo de ese tipo de noticias en la prensa. Me atraía darle un enfoque diferente y más humano, de periodista-escritor que piensa en el antes del crimen para entender cómo eran asesino y víctima, una segunda fase desenlace y una tercera conclusiva, con el juicio y el veredicto. Por otra parte en José García hay un flirteo intenso con la muerte, que sobrevuela la trama en todo momento y es una especie de personaje principal oculto.

Creo que en alguna ocasión he recordado que en mis principios me sentía incapaz de escribir sobre la muerte, y ahora estoy enfrascado en un poemario donde está muy presente, aunque en sentido histórico, para hablar del olvido. No suelo representarla, salvo en un fragmento muy bestia de la novela; es más eso: un espíritu que acompaña las palabras.

Los paseos son una de tus mayores fuentes de inspiración. Me pregunto si es indiferente el escenario de tus pasos y si tienes algún paseo pendiente con alguien, que vaya acompañado con una conversación inspiradora. ¿Cuándo paseas, te gusta que te hablen los elementos del escenario que recorres o los humanos que te acompañan?

Prefiero caminar solo, ir sin cascos y combinar lo que antes decía de fundir mente y calle. Me paso horas paseando y me sorprendo cada dos por tres con personas, objetos, ruidos o conjunciones de mis imágenes sugeridas por lo que veo. Con algunas amistades sí me gusta pasear e ir charlando, pero es porque compartimos curiosidad por lo que nos rodea mientras estamos de cháchara y avanzamos. Lo bonito de esas caminatas al alimón es que se genera un partido de pingpong verbal. El socio de correrías debe conocer anécdotas, preguntarse detalles y no tener ninguna prisa para dialogar sobre todo aquello que vemos. En la novela hay un guiño homenaje a este tipo de seres con la estatua del Señor Rovira de Gràcia, porque está en un banco sentado como si esperara la llegada de ese tipo de amigo.




Tu compromiso con una renovación literaria se siente en tu modo de escribir, siempre parece que te arriesgas, es que uno llega a pensar que “Jordi no tiene miedos”.

Miedos tiene todo el mundo. Una vez me pasó algo muy extraño que tiene sentido contar aquí. Tras escribir la parte dedicada a Caterina Jaén –la principal protagonista femenina de la novela– y recorrer mil veces sus pasos para captar detalles que contenían los símbolos que quería para el texto, me fui de viaje y enfermé. En realidad fue una tontería de fiebre en Roma, pero después pasé como tres meses en los que no me sentía capaz de escribir como antes, Caterina me agotó y me dediqué durante un período a escribir notas desordenadas en una libreta con ideas, charlas, objetos o metáforas que se me ocurrían en la calle, en bares o en casa. Esos apuntes parecían no tener ningún tipo de sentido hasta que en otro viaje descubrí que eran la nueva forma en la que deseaba retratar la realidad, porque el tipo de escritura de Caterina se había cargado un límite y el cuerpo me pedía catar otro, que dio como resultado Paseos Simultáneos, que me parece lo más arriesgado que he escrito.
Luego hay otras cosas, claro. Me aburre lo monolítico, sobre todo si es en artes paralizadas con muchas posibilidades, no aprovechadas, de quebrar esa rutina de la costumbre. Me siento mucho más libre de experimentar y soltarme con la poesía, por lo dicho y porque creo que tenemos muchos elementos a nuestra disposición para dejar de aburrirnos e innovar un poco. En Loopoesía la mezcla de poesía, imágenes, audiovisuales, escenografía y actuación quiere acercar el verso al público a través de lo multidisciplinar, que no me parece en absoluto moderno, porque los medios usados existen desde hace siglos, más bien un aprovechamiento de recursos para lo que uno desea hacer y transmitir.
Toda experimentación o proceso debe ser lento, con manía artesanal.

Hay un sentido generalizado entre la gente de que la literatura (y todos sus componentes) son aburridos, hemos entrado en una pereza intelectual globalizada, parece. ¿Cómo te motivas tú cuando la pereza entra en ti?

No me suele dar pereza, me gusta mucho llenar mi tiempo a todas horas y, en caso de entrarme, suelo ser optimista porque siempre hago algo, me parece imposible estar parado mentalmente.

Loopoesía ha ido avanzando y hemos disfrutado de los momentos de teclas armoniosas, poesía reivindicativa y rostros sin expresión, etc. ¿Qué podemos esperar para Loopoesía 2013?

Loopoesía tiene una estructura muy definida que me permite jugar dentro y evolucionar. El poemario es la parte que coordina las demás y les da forma, porque sin el texto no existe el conjunto. Para 2013 tengo muy avanzado el poemario y ya tengo estructurados sus elementos, en realidad desde este año dedico mi vertiente poética a pensar en el proyecto y a reposarme de escribir versos durante muchos meses, porque sé que luego lo pensado saldrá en la suite loopoética. La de 2013 tiene el riesgo, que para mí es un reto con el que sufro y me divierto a partes iguales, de ser más extensa, de unos 600 versos, lo que implica una mayor dificultad, y ya me imagino una elaboración más compleja, en la mezcla musical, el montaje de los audiovisuales, los objetos del escenario y la mezcla de recitar e interpretar el poemario en el escenario. Todo parte del texto y por eso es lo que más esfuerzo genera, es el pilar del proyecto, y desde 2012 lo edita a las mil maravillas Versos&Reversos. El poemario de 2013 se titulará Los lotófagos.




Después de leer el libro me pregunté sobre el autor: ¿cuál será su creencia sobre el destino, sobre la simultaneidad y las casualidades de la vida?

Suelo creer que las casualidades no existen, frase falaz porque la pronunciamos tras una serie de hechos conectados entre sí a los que denominamos con esa palabra. El número de personas que conozcas influye en eso, es lógico, como también lo es el hecho de pensar en nuestra insignificancia a través del giro constante del mundo y las infinitas historias que acaecen al mismo tiempo. Del destino no tengo ni idea, sólo sé que todos solemos preguntar qué nos deparará, y de mientras no está de más pasárselo bien, escribir, leer, comer y todas las cosas buenas que tiene la vida.

lunes, 10 de septiembre de 2012

De Rusia a América en Sigueleyendo






De Rusia a América, por Jordi Corominas i Julián

En verano soy un viajero pendular, quizá siempre lo he sido. La diferencia estriba es que en época de canícula mis desplazamientos son relativamente placenteros en el tren, que siempre va peor por culpa de los recortes, pero que no deja de tener el encanto de la Humanidad concentrada en lo minúsculo, desde los niños que cantan de manera robótica canciones de campamento hasta los ancianos que protestan por cualquier tontería y permanecen ajenos al paisaje de la periferia.

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Del pueblo a Barcelona hay cincuenta minutos que son cuarenta y pico kilómetros muy útiles para devorar libros. Además, este verano me ha dado por obras dedicadas al viaje. La culpa, todo hay que decirlo, la tiene Anthony Beevor con su magnífico ensayo sobre la caída de Berlín. De las ruinas de la capital del Reich pasé a lo ruso por la conexión lógica de los triunfadores y su carácter hasta que en un momento de pausa se me encendió la lucecita y decidí preparar un breve artículo sobre dos itinerarios opuestos de dos personalidades que deberían ser más conocidas por el público español. La coincidencia de ambas mentes, Maiakovski y Chaves Nogales, radica en su infinita curiosidad por lo desconocido en un mundo que iba empequeñeciéndose pese a conservar la magia de la distancia de antaño, cuando visitar países no era cuestión de ofertas de agencias y sí una operación delicada al alcance de muy pocos.

En la segunda mitad de los años veinte Europa ya no era la de Stefan Zweig y su libre circulación sin pasaportes. La Primera Guerra Mundial y el desmembramiento del Imperio Austrohúngaro provocaron un brutal auge del proteccionismo económico y un mayor control de fronteras que dificultó aún más la tarea para los intrépidos aventureros que osaban ir más allá de la convención en forma de provincia y terruño.

En 1925 Maiakovski era poeta, publicista y recibía parabienes que le llevaron de julio a octubre a recorrer América. Su experiencia, editada en 2011 en España por Gallo Nero, está supeditada a su afiliación bolchevique. El cronista es crítico con lo estadounidense aún estando, como por otra parte era comprensible dada la dominación económica de los de las barras y estrellas, en Cuba o México, pero en ocasiones da la sensación que calla la boca para no lanzar halagos a tanto progreso y opulencia. Sin embargo, los vítores son puntuales y flotan en una vertiente estética de profunda admiración ante lo gigantesco de Nueva York y sus rascacielos. El modelo de vida capitalista es criticado por la penuria de los trabajadores en comparación con las clases privilegiadas, y siempre que puede el revolucionario saca a relucir de su chistera una anécdota, real o inventada, para dar ritmo a un texto bastante ágil donde las impresiones prevalecen sobre la teoría, y aquí la lírica es una vía de escape al control político y a la mirada de Stalin a la espera de un diagnóstico.

Si comparara a Maiakovski con García Lorca, que en Nueva York dejó de ver el cielo y se sorprendió con la locura del crack del 29, hallaría una afinidad electiva del extranjero con una capacidad exclusiva para captar epifanías. El georgiano es frío y debe acompañar su prosa de mecanismos reguladores del entusiasmo. El granadino se revoluciona y juega a hilvanar metáforas espectaculares, como la de los negros de Harlem y los gitanos de Sacromonte en su apuesta musical como método de identificación grupal. El poeta del Romancero volaba libre, sin ninguna traba expresiva y su experiencia fue impagable para desplegar unas alas vanguardistas que ya poseía en grado sumo.

Maiakovski se suicidó, o lo asesinaron, justo un año antes de la proclamación en España de la Segunda República. Por lo que sabemos no se cruzó en la Unión Soviética con Manuel Chaves Nogales, periodista que más de media centuria después de su fallecimiento se ha puesto repentinamente de moda entre la élite cultural, y la razón de tanto aprecio no es otra que la recuperación de muchos de sus escritos por parte de Libros del Asteroide, una editorial que merecería mucho más reconocimiento en el universo de las editoriales independientes.




En ocasiones no veo muertos, sólo aprecio que la revalorizada reputación de Chaves Nogales enlaza con el aire de ausencia de libertad que respiramos, y lo más chocante es que el hispalense realizó su iter europeo con destino a la tierra de los Soviets durante la dictadura de Primo de Rivera, que para algunos asuntos era muy restrictiva y para otros exhibía una cierta tolerancia que con toda probabilidad se enfocaba a generar una imagen que descartara lo absolutista.

El enviado especial del Heraldo de Madrid inició un periplo que de Madrid a Moscú le llevó por las principales capitales europeas en un instante decisivo, donde nadie fue capaz de vislumbrar la que se avecinaba. En agosto de 1928 el Viejo Mundo rebosaba optimismo. Atrás quedaba la tortura de la posguerra. El crédito fluía, París era una fiesta y Alemania marcaba la pauta en lo novedoso a través de su República de Weimar. Chaves Nogales accedió a ese falso esplendor, hundido poco después tras el jueves negro de la bolsa neoyorquina, y lo escribió para sus lectores con ojos atentos, pupilas que pese a su brillantez no escapaban de un cierto aroma hispano propio de su época al no comprender muy bien la creciente mezcla de negros y chinos en el barullo urbano. Su Occidente para los occidentales, además de denotar una estrechez de miras más que notable, es la única tacha de un volumen extraordinario, donde el reportero se preocupa por reunir un mosaico que a buen seguro creó un fuerte impacto en la opinión pública nacional, poco acostumbrada al nudismo berlinés, lo multirracial de sus cabarets o las certeras pinceladas de lo cotidiano en el Estado Comunista.

El periodista sevillano no se contenta con narrar lo vivido, sino que, como debería hacer todo profesional incluso en nuestros días, enfoca las cuestiones tratadas con un exquisito contesto que cumple su función informativa, pues de otro modo entender los varios procesos sería utópico, y no importa la ubicación de su pluma. Sea en Leningrado, Praga o Venecia sabe cómo seleccionar sus contenidos y alimentarlos con la nota justa que alterna la efeméride con lo trascendental sin apartar la belleza, que no sólo percibe en monumentos. Mientras escribo este texto imagino la velocidad de los vetustos trenes rusos y la odisea de cruzar un continente bajo la bandera de la hoz del martillo, y también recuerdo la conversación del articulista con Ramón Casanellas, el asesino de Eduardo Dato, exiliado en Moscú. Estas dos menciones no son las más importantes del volumen. Es una suerte gozar de una crónica total que tiene su valor en no imponerse barreras físicas de ningún tipo. Un País no se conoce con dos o tres ciudades, conviene pisar montañas, barrancos, plantaciones petrolíferas y conversar hasta con las piedras si es necesario. Chaves Nogales lo hace y con su testimonio da lustre a un oficio maravilloso, siempre a reivindicar, sobre todo ahora que la manipulación ya ha traspasado el horizonte y se planta en cada casa con desmedida arrogancia.




Mi aproximación a Estados Unidos y la Unión Soviética se ha centrado en los años veinte, y por lo tanto no pretende ser completa al cien por cien. Me faltan, por ejemplo, el Diario de un viaje a Rusia de Lewis Carroll, editado en 2010 por Nocturna, a buen seguro imprescindible porque el autor de Alicia en el país de las maravillas sólo salió esa vez de la Gran Bretaña, por lo que sus opiniones sobre los dominios zaristas, en el alba de su desarrollo industrial, deben ser oro puro. Lo mismo puede decirse del Diario de Rusia realizado al alimón por dos monstruos del siglo XX como John Steinbeck y Robert Capa. Ambos hombres transitaron por la contradicción de una Unión Soviética que había vencido al nazismo y que presentaba su candidatura a máxima potencia del Planeta con permiso de los Estados Unidos, pero que estaba arruinada por el esfuerzo de la guerra patriótica para derrotar a la bestia fascista. Con veinticinco millones de habitantes menos y las urbes desoladas, es normal hallar en el volumen editado por Capitan Swing, otro sello que siempre se supera en la selección de lo publicado, mucha poesía tanto visual como escrita a partir de la ruina de 1948, con Stalingrado como paradigma de una reconstrucción obligada a conservar el pasado reciente, los vestigios de la destrucción y la famosa fuente, y erigir un nuevo futuro al lado de montones de hierros oxidados que simbolizaban el esfuerzo consagrado a terminar con la amenaza hitleriana.

La idea de viajar con los libros es eterna, y 2012 nos brinda la oportunidad de hacerlo en castellano y a través de una extensa cronología que por la diversidad de sus firmas puede ocupar todo el verano. I’m back in the USSR. You don’t know how you lucky you are, boy. Back in the USSR, yeah. Anímense. No será por falta de oportunidades.

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jueves, 6 de septiembre de 2012

Lunes 10, 19 horas: Loopoesía en Fnac Triangle



Este lunes 10 Loopoesía 2012 vuelve a la carga tras el descanso veraniego. Y lo hacemos en Fnac Triangle, completando la tetralogía de visitas a sus instalaciones tras La Castellana, Callao y Diagonal Mar.

Ya estamos montando el show de 2013, pero el de este año aún tiene fuerza y así esperamos mostrarlo el lunes, día perfecto porque el martes es festivo, otra excusa más para acercarse a Plaza Catalunya.



Loopoesía en Fnac Triangle

Plaça Catalunya


Lunes 10, 19 horas

Entrada gratuita

domingo, 2 de septiembre de 2012

Miércoles 5 de septiembre, 20h 30minutos: Recital en el Bar Malverde



Vuelve septiembre, empieza el año y volvemos al lío de recitales y bichos raros. Retomamos la dinámica en el Bar Malverde, donde el miércoles cinco a partir de las 20h 30 minutos leeré algunos poemas de Oceanografías mientras Claudia Apablaza, de breve paso por Barcelona antes de irse a las Italias, recitará fragmentos de algunas de sus obras en prosa.

¡Os esperamos!

sábado, 1 de septiembre de 2012

Diálogo con Agustín Fernández Mallo en Sigueleyendo





Es miércoles y la calle me taladra con la previa barcelonesa de San Juan, con esa serie de petardos, que aumentan los ya existentes en la cotidianidad, efímeros, molestas explosiones que retumban en el asfalto y convierten el centro de la ciudad en un campo de batalla estéril, como siempre.

Cruzo la puerta giratoria del hotel y el aire acondicionado me avasalla. Tomo acomodo en un asiento de recepción. Llega la jefa de prensa, y al cabo de unos minutos aparece Agustín Fernández Mallo, sonriente y poco agobiado por el carrusel de entrevistas con motivo de la necesaria reedición de Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus y la publicación de su poemario Antibiótico. Durante breves segundos debatimos sobre si hablar en unas butacas bastante neutras o en el jardín con piscina, y este último se lleva la palma por tranquilidad y poder fumar sin paranoias de ningún tipo. El único estorbo en nuestras palabras será un nadador chino que se zambulle a lo bruto, pero esa ya es otra historia. Comentamos cuatro cosas y decidimos que el tiempo apremia. Enciendo la grabadora.


—Jordi Corominas i Julián: Casi me da por pensar que hemos retrocedido once años en el tiempo. Estamos en 2001, que es cuando sacaste el libro. ¿Cómo fueron tus inicios en esto de la literatura?

—Agustín Fernández Mallo: El primer libro que escribí fue Creta Lateral Travelling en 1998 y Yo siempre regreso a los pezones un año después. Era el momento en que crees que tienes algo que decir y aportar interesante a la literatura y sin embargo no tienes ni idea de cómo se articula eso en la medida en que se pueda sacar a la luz, a quién llamar, a quién enviarlo. Lo mandé a sitios, me dieron buenos informes, pero nadie se decidía, así que decidí publicarlo yo mismo. Lo edité con Edición personal, una de esas editoriales donde tú pagabas y ellos hacían el resto.

J.C. –Y montaste una gira.

A.F.M. —Primero lo repartí por librerías de A Coruña, Palma, Madrid y Barcelona. Eso fue jodido. Un tío que nadie conocía entrando por la puerta. La mayoría de libreros decían que no. También se lo hice llegar a críticos a través de Eduardo Moga. En definitiva, era un salto al vacío absoluto. Luego para la presentación hice algo que nadie hacía: hice al televisor y las presentaciones eran alguien que pasaba un carro con imágenes, la música y yo leyendo fragmentos. Era un chorro, información… hice ese periplo por diferentes ciudades. Tuve mucha fe para currarme eso solo, que es tiempo y dinero. Esa es la parte bonita, pero hubo partes chungas con desplantes, rechazos, soledad.

J.C. —El mundo literario era mucho más pequeño.

A.F.M. —Mucho más. Yo en Barcelona estaba muy ligado al entorno de la revista Lateral. Acogieron bien el libro.

J.C. —¿De cuántos ejemplares era la edición?

A.F.M. —Quinientos. Aún tengo algunos en casa.

J.C. —¿Y desaparecieron fácil?

A.F.M. —Sí. Vendí en las presentaciones y alguna gente me lo pedía por correo, y entonces los regalaba a la peña, sin más.

J.C. —Siempre me has hablado de Yo siempre regreso con mucho cariño.

A.F.M. —Mucho, es un libro en que se perfilan muchas cosas que hice luego, no todas, porque en verdad mi libro medular y de inflexión real es Joan Fontaine Odisea, que prefigura lo que hubo luego, pero en Yo siempre regreso identifico mi voz. Lo escribí en Mallorca y me acuerdo perfectamente de cómo me venían las ideas: en una cala, viendo una peli, yendo en coche por la isla en círculo. Escribía eso y no sabía para qué. Fue un hallazgo estético, de crecimiento estético personal, como escritor, leer un día todas esas notas azarosas, como caóticas, llenas de ideas a medio hacer y saber que eso ya era el libro. Tardé mucho tiempo en darme cuenta.






J.C. —De repente un día encontraste que tenía un orden y una lógica absoluta.

A.F.M. —Una lógica absoluta, un punto de locura poética y de investigación que me interesaba aludiendo a las cosas, con frases lógicas y muy abiertas.

J.C. —Y el detalle. Cada fragmento condensa un pequeño detalle que es una parte del todo.

A.F.M. —Por ejemplo. Ese detalle se revela, que es algo que luego he ampliado, como epifánico.



J.C. —Te gustan mucho los no lugares, como la habitación de hotel…

A.F.M. —Donde puedes ser otro o resucitar. No hay marcas, todo está borrado, es un lugar casi zen…

J.C. —Es como un juego de cajas, como lo que dices que un hombre es una isla dentro de otra isla y la habitación de hotel es una isla dentro de otra isla, como las muñecas rusas.

A.F.M. —Eso es. Le tengo cariño al libro por muchas cosas, pero también porque hay puntos de investigación muy metafísica donde se cuestionan muchos límites. Tanto sea del yo como de cosas reales, como del propio sonido, los objetos, los símbolos.

J.C. —Hay algún momento, además de la portada de Nocilla Lab con Monica Vitti, en que Yo siempre regreso me recuerda a cosas de la trilogía de Antonioni, como el final de L’eclisse, donde termina la relación y solo quedan los espacios.

A.F.M. —Pues puede ser, aunque no lo había pensado. En aquel momento de Antonioni había visto L’avventura.

J.C. —Que también recuerda al libro por la isla.

A.F.M. —Pero fíjate como son cosas en las que no había pensado, y es un motivo que volvió luego.

J.C. —Quizá simplemente coincide por lo de captar la alienación del mundo moderno a través de los objetos, que están ahí inanimados pero algo nos dicen siempre.

A.F.M. —Eso es importante, lo de la gente se va, pero los objetos quedan. No sé si es nostalgia, que también, pero es crear una ficción a través de elementos nostálgicos, porque cuando reescribes algo lo que haces es inventarlo, y es la clave de cualquier acto creativo. De lo anodino, como de las relaciones que se rompen cada día, o de este cenicero, de este barro, recrear a través de una nostalgia muy potenciada.






J.C. —¿Y la idea del monigote?

A.F.M. –Fue una visión. Estaba metido en la atmósfera del libro, como abducido por su mundo y mientras cenaba en un bar de Palma, fui al baño y al ver al monigote al fondo de la puerta lo vi como un tipo muerto, que me podía contar cosas, nada psicodélico, simplemente me dijo algo, me dio una idea que en este caso fue que ese monigote abrió un foco de visión brutal para ir a otro lugar.

J.C. —Una especie de mensajero…

A.F.M. —Sí. La primera vez que aparece el monigote la frase es “El monigote al verlo me anunció su estado: muerto.”. Lo percibía así, pero al mismo tiempo podía hablar. Visto en perspectiva me parece importante eso de que un muerto te hable, pero no es la persona querida, solo un objeto ligado a un lugar de consumo. La metafísica, por decirlo de alguna manera, está en todo, está en el ojo que mira.

J.C. —Todo puede ser epifánico.

A.F.M. —Y el concepto que de repente un muerto habla al yo poético. Y además es un muerto que asume que no puede resucitar y el otro del libro quiere hacerlo y va hacia la luz. Empezó así y tomó una potencialidad que no esperaba.

J.C. —Porque a partir de esos apuntes diseminados y otros links le viste una coherencia.

A.F.M. —Aún conservo esas notas, si las vieras comprobarías que la mayoría de ellas ya estaban estructuradas. En algunos casos modifiqué pequeñas cosas, pero la mayoría las escribí del tirón. Lo que sí que está es muy barajado, cosa que no hice nunca en las Nocillas.

J.C. —¿Cómo si fuera lo de Marc Saporta y su Composición n1?

A.F.M. —Podría ser, pero no quería eso, las hojas están pegadas por algo.

J.C. —Y es lo que dice Moga en el prólogo, que la fragmentación al final, con el monólogo del monigote, se rompe totalmente, con lo que hay una intencionalidad clara.

A.F.M. –No es que en ese momento la fragmentación adquiera sentido, pero sí que hay algo que pretende unir el conjunto. Y termina con el eco blanco. Que casi te lo puedes imaginar como una proyección mental.

J.C. – En Yo siempre regreso se percibe la evolución futura. Arriesgas, pero menos que a posteriori, cobras confianza en las Nocillas y otros textos.

A.F.M. –Siempre se tantea, pero en ese primer momento todavía más. En 1999 no se hacían en España este tipo de cosas, me sentía en una especie de vacío. Ese tanteo que se percibe en el libro lo veo muy natural.






J.C. –Hoy buscando cosas por Internet me ha hecho mucha gracia, y lo relaciono con lo que hablamos, ver que muchas librerías catalogan el libro en narrativa. Aún genera confusión, y sorprende porque tú siempre has dicho muy claro que es poesía.

A.F.M. –Siempre tuve muy claro que era una colección de poemas en prosa. Y en las biografías así aparece.

J.C. –Y pese al transcurso de los años puede que el libro siga siendo innovador, y en parte es porque en la poesía española todavía hay muchos adeptos a la línea que criticabas en Postpoesía.

A.F.M. –Evidentemente, pero por suerte se ha abierto mucho el campo.

Los vaivenes de la charla provocan que Agustín sienta necesario enseñarme su nuevo poemario, Antibiótico. La jefa de prensa, advertida ante el peligro del monigote, sube a buscarlo.

J.C. – Ahora mismo la gente aprecia que se exponga la poesía desde un punto de vista diferente, pero aún así les cuesta mucho aceptar ese cambio, es un proceso largo el de cambiar la percepción de la gente, y no hablo sólo desde lo performativo, que debe tener el texto como esencia y base.

A.F.M. –Con las primeras performances de Yo siempre regreso la gente flipaba, sobre todo los del mundo poético puro, para que nos entendamos. Pero luego hubo mucha gente, incluso poetas muy clásicos, que lo alabó, y personas en principio más progresistas se quejaban más.

J.C. –¿Las imágenes y la música bailaban al son del texto?

A.F.M. –Sí, el texto era lo más importante, pero las imágenes y la música le daban un ritmo, aportaban una atmósfera necesaria, si bien no hice el libro para hacer performances. En Antibiótico, que creo que es donde he llevado mi idea de postpoesía a un punto importante dentro de mis posibilidades, es un poema de cien páginas en verso donde quizá está todo, es muy conceptual y es la evolución natural de Joan Fontaine Odisea.

J.C. –Y siempre se tiende más, al menos en un determinado sector poético, a arriesgar, a apostar por el todo y prescindir del poema de toda la vida, de algunos versos, la pieza simple e individual, se privilegia el conjunto.

A.F.M. –Mira, ya está aquí el libro. Es probable que en un sector reducido exista esta tendencia. Con Antibiótico el proceso fue el siguiente. En diciembre de 2005, terminadas las Nocillas y sin saber si se publicarían, me fui a León a un pueblo donde sólo vivía otra persona, a la que nunca vi por otra parte. Quería ver qué ocurría yendo a un lugar tan apartado de lo urbano, en la montaña leonesa, sin cobertura móvil ni teléfono fijo. Fui solo con un ordenador y mi cámara de fotos, y para colmo nevó y me quedé incomunicado. Y ahí en veinte días me salió el poemario. Es un lugar ligado a mis lugares de infancia, y quizá por eso aparece mucho el tema de la muerte, un tema que por algún motivo, totalmente inconsciente, no abandono, pero tanto en Yo siempre regreso como en Antibiótico aparece, y vuelven a coincidir en la mención a la sociedad de consumo, la mística y la metafísica.

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J.C. –Me da la sensación que crees que cuando se te lee, el lector no capta estos aspectos.

A.F.M. –Bueno, el lector atento siempre los ha tenido en cuenta, pero sí que es verdad que mucha gente que ha leído la trilogía se ha quedado con una parte más superficial. E incluso hay gente que en los poemarios se queda en la anécdota, pero con Antibiótico o Yo siempre regreso es inevitable fijarse.

Agustín hojea el libro y se para en unos versos que transcriben un anuncio de Neutrex.

J.C. –El anuncio encaja en un juego poético muy válido que es meter las cosas cotidianas en los versos y darles una trascendencia, como si antes fuera algo prohibido.

A.F.M. –Cosa absurda, porque no se entiende cómo, hasta siendo muy clásico, puedes encomiar que Proust hiciera algo tan importante con una magdalena. ¿Por qué no puede hacerse ahora con un detergente?

J.C. –Y es curioso cómo a partir de un punto tan concreto creo que tú eres de los pocos en España que concibes tu literatura como un proyecto, como un todo estructurado.

A.F.M. –Sí, pero cuidado, que también es engañoso: puede que sea un proyecto, pero eso no implica que yo sepa hacia dónde va.




J.C. –Pero teorizas sobre él, como en Postpoesía.

A.F.M. –Esto tiene que quedar súper claro. Teorizo sobre él, pero a posteriori. Cuando escribo no estoy pensando en mis teorías, me sale solo, y luego a posteriori le veo un sentido. Si editas un libro y no estás un poco arrepentido de haberlo editado es malo. Todo libro tiene que tener esa aparente imperfección que da el riesgo, eso es importante.



J.C. –Cuándo lo terminas reflexionas sobre lo hecho.

A.F.M. –Reflexiono o comparo como ahora.

J.C. –Aquí no has reescrito nada.

A.F.M. –Cero.

J.C. –Aquí sólo ha reescrito Eduardo Moga con su prólogo.

A.F.M. –Ni me había fijado. Yo solo quité una palabra y un par de erratas, y ahora he detectado un par más, pero nada.

J.C. –¿Qué evolución crees que está tomando el panorama poético español? ¿Mirará más hacia lo transversal o seguirá anclada en una tónica clásica?

A.F.M. –Siempre existirá una poesía de toda la vida, y también habrá espacio para lo nuevo. Si sales a la calle verás edificios al estilo del siglo XIX, pero también encontrarás nuevas construcciones. La poesía está dando pasos importantes hacia una evolución y una transversalidad.

J.C. –Y tiene que dar el paso de adaptarse a su tiempo.

A.F.M. –Evidentemente, pero no siempre ocurre.

J.C. –Es una de las artes que más le cuesta dar ese salto.

A.F.M. –Y misteriosamente es así. ¿Por qué escribí las Nocillas? Porque sólo escribía poesía, que es escribir algo que nadie lee, de modo que te puedes permitir experimentar y hacer lo que te da la gana sin ninguna cortapisa, por lo que no entiendo como en poesía no se da ese ámbito de libertad mucho más que en otros lugares.

J.C. –Porque al no leerte nadie tienes una capacidad de riesgo mucho mayor.

A.F.M. –Como si hiciéramos pelis aquí con los colegas que nadie verá en un cine. El conservadurismo en la poesía es lo más antinatural, se da mucho y no lo comprendo. No entiendo eso, y me da igual si el poeta es joven o viejo. Hay gente pretendidamente conservadora, otra lo es porque inconscientemente le sale, y está bien: cada uno puede escribir lo que quiera. Pero otros se creen que transportan una llama y conservan el legado. ¿Qué legado, si tú naciste ayer? Hay que deformarlo y transformarlo.