jueves, 28 de febrero de 2013

Domingo 3 de marzo, 19 horas: Loopoesía 2013 en Fnac Castellana




Tras nuestro debut barcelonés en Porta 4 ha llegado la hora de movernos un poco y por eso el domingo 3 a las 19 horas trasladamos nuestro proyecto a Madrid, concretamente a Fnac Castellana, donde presentaremos Los lotófagos. Tenéis todos la info del show en el enlace.  Siempre nos lo hemos pasado en grande cuando hemos actuado en la capital, y estamos convencidos que esta vez será igual o mejor.


Loopoesía es amor

miércoles, 27 de febrero de 2013

Podcast sobre el olvido en el Laberint de Wonderland


Hoy en el Laberint de Wonderland hemos hablado sobre el olvido en literatura desde varias vertientes. Hemos empezado con El abrigo de Proust de Lorenza Foschini, editado por Impedimenta, y la recuperación de los objetos del escritor francés. Después han pasado por la sección el legendario Archipiélago Gulag y no hemos abandonado Rusia al enlazar los campos con Limónov de Carrère. Para terminar hemos comentado la óptica de la República y la Guerra Civil en El desbarajuste de Ferran Planes. Puedes escuchar la charla a partir del minuto 39 del enlace clickando aquí

El olvido en el Laberint de Wonderland







Hoy en el Laberint de Wonderland trataremos el tema del olvido en literatura a través de varios primas.

1.- La recuperación de un pasado mediante el libro El abrigo de Proust de Lorenza Foschini, editado por Impedimenta

2.- Archipiélago Gulag de Aleksandr Solzhenitskyn o la denuncia recuperando el olvido


3.- Lorenza Foschini, editado po Limònov de Emmanuel Carrère o la memoria de un país a través de un sólo hombre.

4.- El desbarajuste de Ferran Planes o la verdad que confronta el olvido















Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

martes, 26 de febrero de 2013

Diálogo con Manuel Vicent en Sigueleyendo




Diálogo con Manuel Vicent, por Jordi Corominas i Julián 

Es viernes y he quedado para hablar con Manuel Vicent en torno a su última novela, El azar de la mujer rubia. ¿Quién es la blonda? Carmen Díez de Rivera, una de esas mujeres que a su manera construyeron la Historia de este despojo actual que conocemos como España. Hija natural del cuñadísimo Serrano Suñer, no supo de ello hasta que con 17 años se lo comunicaron para evitar que se casara con su hermano. Este inicio puede dar a suponer que su existencia fue un culebrón, y algo de ello hay si atendemos al importante número de personas con quien se relacionó, entre las que cabe destacar al Rey y Adolfo Suárez, verdadero protagonista de la trama, mezcla de novela y ensayo sobre los últimos treinta y cinco años de nuestro país.
A partir de la icónica foto de Suárez y Juan Carlos I paseando, Vicent se instala en la niebla desmemoriada del Presidente de la Transición y nos brinda un sugerente relato que, nunca mejor dicho, flota entre recuerdo fantasía, esperanza y desespero.

Al llegar al hotel veo a Vicent perdido, buscando a la jefa de prensa, que al mismo tiempo hace lo mismo en otro ángulo del Hall. Nos saludamos, vamos a una mesa circular y de ahí no nos moveremos en una hora, media de entrevista y media de charla que inevitablemente gira sobre la actualidad desde la política, el fútbol y algunos cambios de paradigma que a buen seguro nos sorprenderán. En fin, enciendo la grabadora.

Jordi Corominas i Julián: El libro, también por tu interés natural para con la Historia de España, enlaza con la actualidad porque hablas del punto que origina todo de una manera que quizás no quería terminar así. 

Manuel Vicent: Sucede que esta es una historia donde convierto los elementos de la Transición en ficción. Hubo un momento al principio de ese tiempo donde todas las fuerzas antagónicas, del franquismo a la clandestinidad, se pusieron de acuerdo para sacar lo más positivo para solucionar un problema y salir de la Dictadura. Han existido algunos momentos donde se ha dado por terminada la Transición, desde el golpe de Tejero hasta la victoria de Aznar pasando por la victoria socialista de 1982. Ahora estamos en un momento donde la Transición parece que no haya sucedido porque la política se ha vuelto tóxica.

Y no existe ninguna voluntad de cooperar para resolver el entuerto. 

Ni de escuchar ni de consenso, ni nada, sólo de tirarse las bolsas de basura encima, unos contra otros.

En este sentido un político como Suárez casi parece un milagro. 

Ahora mismo Suárez tiene todas las características del héroe romántico. Un político dotado de olfato a corta distancia. No se sabía muy bien hacia donde iba. Era un aventurero y un héroe traicionado por sus propios camaradas, un héroe que en el momento que tiene que dar la talla la dio, en el 23F, y no sólo porque no se tiró al suelo, sino más bien porque arriesgó el pellejo para ayudar a Gutiérrez Mellado. La guinda es que pierde la memoria, porque así se queda en la pura ficción.

El hecho de perder la memoria te ha ayudado muchísimo.

Exactamente, sería de mal gusto hablar de enfermedad, estúpido. Desde el punto de vista literario introduzco el bosque lácteo, la memoria perdida en que este héroe recuerda fragmentos de su pasado, fragmentos de los espectros que pueblan ese bosque y claro, todo eso es una materia de ficción a la que se incorporan personajes claves sobre un friso de personajes que va fluyendo donde destacan el que entonces era príncipe y luego rey, un político de provincias que será Presidente de gobierno y una mujer rubia que bascula entre los dos.

Y la mujer rubia juega un papel de parca, teje los hilos. 

Sí, porque es como ese elemento que desencadena un fenómeno político, como el efecto mariposa, en vez de un fenómeno atmosférico aquí es político y logra que un advenedizo sin experiencia democrático se ponga al frente de la aventura. Yo la conocí, viví en el parlamento como cronista, y ella pasaba por ahí alguna vez porque era jefe del gabinete de Suárez. Tenía belleza, un pasado y un aura melodrámatica que le dotaba de un aire extraño, pero a efectos políticos nadie la ponderaba demasiado. Los chismorreos, las maledicencias comentaban que era amante de Suárez y el Príncipe, pero eso no pasaba de un cotilleo malvado. En el libro esa posibilidad queda flotando.

Queda flotando, pero me parece normal expresarlo como lo haces, hablando claro, comentando entre comillas estos líos de faldas, nadie es un santo.

Una de las primeras reglas del arte es saber detenerse a tiempo, saber cuándo un cuadro está terminado o cuándo un artículo está terminado y no hay que insistir ni hurgar.



Un término medio.

Y sobre todo dejar que participe el lector en su propia imaginación, dejar suficiente espacio para que el lector pueda volar entre las líneas.

Obviamente sugiere. Cuando lo terminé pensé que en todo momento El azar de la mujer rubia nos da una sensación de novela, pero al mismo tiempo lo contemplo como una mezcla entre ensayo y novela.

Tendrá una parte de ensayo para quien recuerde aquellos tiempos, pero para la gente de tu generación será una novela histórica, como los Reyes Católicos o la Guerra del francés.

Al menos en mi casa sí que se hablaba de Suárez, soy de 1979 y recuerdo cosas, además me chifla la Historia.

Sí, pero de pequeño oirías hablar de Suárez en las sobremesas, y Franco era un señor que se había muerto.

Bueno, de Franco ya ni te cuento, si hasta en la escuela nos recordaban la fecha de su muerte en plan festivo.

Como a mí me contarían que murió Azaña u otro. Se le tiene presente, y además tiene un panteón faraónico a cincuenta quilómetros del Parlamento.

Presente o no, antes has hablado de bosque lácteo y memoria perdida. Probablemente uno de los grandes errores de nuestro tiempo es tender a un olvido instantáneo de la Historia.

La Historia es una máquina de picar carne y a la vez de olvidar, es todo lo contrario a lo que tendría que ser, incorporar el pasado para entender el presente y determinar el futuro. Ahora mismo el vivir es triturar el pasado para olvidarlo.

Y triturar el pasado es una perversión, porque nos da las herramientas necesarias para comprender. 
Eso es el manual, pero la gente está muy ocupada en sobrevivir.

Una cosa es sobrevivir, pero a ver. Iba a decir dejando de lado la política y no, eso es imposible. El libro plantea otro problema que es muy actual y consiste en cuestionar la Transición. 

Parecía ideal la Transición porque el tiempo la ha dorado. Aparcas las partes negativas de los recuerdos, como quien te cuenta la mili o La Guerra Civil como una época estupenda. El tiempo dora todas las cosas, y si el cerebro conservara el dolor sufrido en estado latente no se podría sobrevivir. Hasta la cosa más mediocre con el tiempo se convierte en nostalgia. Es como Lili Marleen, que en vez de llevarte a Auschwitz, de llevarte al horror de los hornos crematorios, te transporta a un mundo evanescente de una guerra con soldados y tintes románticos. Canciones españolas de una posguerra con una miseria cenicienta con mucha hambre ayudan a revivir la niñez. Esto es lo mismo en el momento vivido de la Transición. Había un aliento positivo. La primera vez en que se cruzan La Pasionaria y Fraga, que se hubieran matado, era tenso, dramático y literario. ¿Qué ocurre con ello ahora? Queda como un naipe.

Tal como lo narras son nuevos episodios nacionales. 

Exactamente, pero todo eso queda diluido en la memoria, y por lo tanto es nostálgico, la nostalgia del juguete nuestro, mío, el caballo de cartón, el triciclo. Proyectas toda la nostalgia del niño sobre esos juguetes, y hoy los niños de hoy cuando sean mayores la proyectarán sobre la PlayStation.

Será una reliquia. 

Por supuesto, reliquias llenas de nostalgias.

Pero aquí, hablando de la Transición, y no sólo desde la novela, el personaje Suárez es la única figura que puede seguir teniendo un peso coherente en el sentido de lo que hizo. En el libro se plasma desde su oportunismo, desde la ayuda de la mujer rubia, pero aún así es el único político de su tiempo que mantiene su solidez. 
Creo que pasado el tiempo, en las páginas de nuestra Historia, se concretarán dos o tres líneas de ese momento, y las dos figuras que quedarán serán Tejero y Suárez, porque hay imágenes indelebles de ambos. Un teniente casi de zarzuela y un político aguerrido, y eso es la Historia: quedarán como iconos.



¿Y el Rey?

¿Te acuerdas de que hizo Isabel II o Alfonso XIII? De ellos sólo quedan efemérides. En el caso que nos concierne creo que el Rey quedará muy diluido, sobre todo por el remate que puede tener esta Monarquía.
Los reyes en España quedan en el anecdotario.

A Juan Carlos I le pasó lo mismo que a Suárez, ambos vienen del franquismo, lo que pasa es que el 23F los legitimó a los dos. Suárez por otra parte fue una de las figuras más vilipendiadas del país. Aquí todos los que han querido torcer el río de la Historia- Azaña, Suárez, Felipe y Zapatero- han sido los políticos más denigrados, insultados. Ahora la derecha ensalza a Azaña, ya vimos que hacía Aznar. Suárez fue exaltado cuando ya no era peligroso, y ahora se le elogia por el problema que tiene, cuando muera será un exaltación.

Era un general della Rovere.

Cuando uno lee el libro y ve en su interior a Fraga y a Carrillo piensas en ellos como algo ya muy lejano, sobre todo lo digo desde su muerte, bastante reciente.

Además el Carrillo de los últimos años no es el de la peluca ni el de la primera legislatura. Fraga tampoco era ya el zapatones de Palomares y el que quiso entrar a saco en el Parlamento.

Y hasta con Fraga encontramos la lejanía por el lenguaje que usaba entonces, desfasado, anacrónico.
Exactamente.

Pero al mismo tiempo, y te lo digo como persona de mi generación, como todo se ha acelerado una de las sensaciones que transmite el libro es la acuciante necesidad de dar un cambio de timón a la Historia de España.

Todo está tan tóxico, tan degradado que se ve imposible un pacto para cambiar las cosas. El concepto republicano de considerar la existencia de adversarios que pueden ser amigos se cambió al de vencedores y vencidos, que es muy africanista. En la Transición volvió el concepto de adversario como amigo, pero a partir de la segunda legislatura de Aznar volvimos a la confrontación total.

Y una de las claves simbólicas del libro es esa barbaridad de boda en El Escorial de Anita Aznar y Alejandro Agag. 

Eso ya funciona como un esperpento que anuncia un apocalipsis. En esa boda, tanto por un sitio como por el otro, porque hay un banquete bifronte, suenan fragmentos del apocalipsis del séptimo sello. Ya teníamos las torres gemelas, la Segunda Guerra del Golfo y varios instantes históricos que nos han llevado hasta este punto.

Tiene un aire a fresco goyesco. 

En ese sentido está escrito.

Entre Valle-Inclán y Goya, porque esa boda condensa toda la ridiculez a la que hemos llegado. 

Exactamente, es que casarse en El Escorial… Fue un desfile por esa explanada de granito de todos los personajes del drama que estaba por venir, están todos. 

Están todos y conjugan la Historia de España desde la muerte de Franco. 

Es imposible ver un desfile más esperpéntico que ese, con Correa, el Bigotes, Berlusconi y los demás. No te lo crees, te preguntas quién hizo ese montaje.

Y la relativa normalidad con que se asumía.

Y después Agag sobradísimo saliendo de un todoterreno conducido por él mismo en mangas de camisa, su suéter amarillo y poniéndose el chaqué, llegó en cazadora. Luego está la cosa de Aznar que hace esperar al Rey un cuarto de hora, como marcando territorio.

España como cortijo, ya lo dijo Montalbán antes de morir, La Aznaridad. 

Manolo no vio la boda, pero sí que era el colofón. La boda fue el gafe en que entró este país.

Sintetiza nuestra demencia. 

Estaban todos, desde el socialista amaestrado hasta el sindicalista de turno.

En el libro muestras la boda como un acontecimiento histórico, y luego saltas al tiempo presente hablando de la rubia feliz porque tiene tres contratos temporales, pero al mismo tiempo tiene miedo porque hay diez chicas con las piernas más largas que aceptan cobrar menos. 

Niña de familia bien, le han puesto un disfraz de Pato Donald para que vaya en patinete por un centro comercial, y la familia está contenta, alucinante.

La Historia a partir de eso queda muy apartada, desde lo absurdo del presente.

Al principio del relato está la metáfora de Los Ángeles de San Rafael, esa tragedia del restaurante con más de quinientos muertos, con Suárez salvando a la gente en plena desgracia. Esto encaja con el estallido de la burbuja inmobiliaria.

Jesús Gil como elemento que convierte la novela en circular, desde lo de Los Ángeles de San Rafael hasta su carrera, que sintetiza todo lo grotesco de este país: franquismo, fútbol, pelotazos inmobiliarios, telebasura y política de República bananera. 

Gil en la novela funciona como el constructor. En la telebasura tampoco es determinante, se puso en la bañera llena de tías y ya está. Luego le dio por fundar un partido, pero lo menciono muy de pasada. Sobre todo juega el papel de cómo consiguió hacerse rico, con esa anécdota de la calle Montera. Ahora a lo mejor lo salvaban las prostitutas.



La mujer rubia está presente y en la sombra, y desde ella también se entra en otra cuestión: hace tiempo que España no rige sus destinos. 

Desde la Segunda Guerra Mundial comprobamos como muchas decisiones son continuos efectos mariposa. En este caso pasa exactamente lo mismo. Esta mujer flota en la novela, y es lógico que, siendo amiga de los jóvenes que se entienden bien y se conocen cuando nadie daba un duro por ellos, ella mueva un poco las cartas.

La esencia de Suárez es abismal. ¿Lo actual va más allá del abismo?

No lo sé, porque no soy un profeta y estos tampoco han acertado nunca nada.

¿Qué dirías desde tu experiencia? Siempre, en este caso, desde las ideas de la novela. 

En la novela Suárez se mete en su propio bosque e intuye muchos peligros, que son los que vemos ahora mismo. Cada telediario es como una ruleta. El crupier hecha a rodar la bola y se mueve el universo. Ahora con los informativos te esperas todo, te lo crees todo, puede pasar cualquier cosa y la atmósfera está tan cargada que cualquier chispa puede provocar una explosión.

El 16 de julio del 36 la gente se iba a veranear. En Sarajevo, un lugar mucho más civilizado que España, gente que la semana anterior se pedía el perejil en las casas al cabo de unos días se sacaban los ojos con un tenedor. Soy aficionado a los documentales de La 2, y ahora estos se parecen a los telediarios, no hay solución de continuidad. Por supuesto que no hay que ir por eso lado irracional, pero luego piensas en los alemanes, pueblo que nos regaló la novena de Beethoven, pero que aún así sacaban el pelo a los judíos para hacer alfombras. Ese pueblo nos dio la filosofía romántica e inventó el universo de los campos. Hablamos de un bicho muy raro.

Nos quedamos con la duda del futuro.

Si a media tarde pones la tele y ves el rótulo de avance informativo espera lo peor.







domingo, 24 de febrero de 2013

Lunes 25, 19:30 minutos: presentación de "Pasajero del final del día" de Rubens Figuereido




Este lunes 25 tendré el placer de presentar en la Libreria Laie de Barcelona el libro "Pasajero del final del día" del brasileño Rubens Figuereido. El libro, premiado en Portugal, viene avalado por excelentes críticas que corresponden a la calidad del volumen, editado en España por Rayo Verde. La novela narra el viaje en autobús de Pedro, un joven librero que mientras van pasando los paisajes lee un libro de Darwin, metáfora de un orden injusto, símbolo de una idea que sacude la cabeza del protagonista, estático pero en movimiento en el doble sentido de dirigirse a dos destinos que son una toma de conciencia, personal y social, individual y colectiva. 








¿Una gran ilusión? de Tony Judt en Revista de Letras


“¿Una gran ilusión?”, de Tony Judt

Por  | Destacados | 22.02.13
¿Una gran ilusión? Un ensayo sobre Europa. Tony Judt
Traducción de Victoria Gordo del Rey
Taurus (Madrid, 2013)
Tony Judt falleció en 2010, pero su lucidez tardará en desaparecer. Su ensayo sobre Europa es un ejemplo de cómo un libro de Historia cumple su función de análisis del pasado para entender el presente con explicaciones sencillas que rebosan una lógica que debería transmitirse a todo hijo de vecino, pues las conclusiones del malogrado pensador indican con claridad el cómo se gestó la Unión Europea y por qué su etapa actual comporta una serie de dificultades económicas y expansivas que ya se intuían a mediados de la década de los noventa del siglo XX, momento en que fueron escritos los textos del volumen.
La primera parte del mismo versa sobre el proceso de construcción de la idea de Europa tras el cataclismo de la Segunda Guerra Mundial. Por aquel entonces el Viejo Mundo era un espacio desolado con las constantes vitales alteradas, con el corazón destruido y un oasis de penuria en el horizonte. La configuración geoestratégica del planeta tras el conflicto y la crudeza del mismo movieron la balanza hacia la creación de un nuevo núcleo que sirviera para impedir otra tragedia al tiempo que tranquilizaba al patrón occidental: Los Estados Unidos de América.
La Guerra Fría facilitó las cosas, en el sentido que los países más importantes de Europa Occidental decidieron ponerse las pilas desde finales de los cuarenta para buscar una forma de unión, que de lo económico basado en la agricultura fue tomando vuelo hasta alcanzar en 1995 la nada desdeñable cifra de quince países integrados en la Unión. Sin embargo, en ese instante las cosas ya avanzaban hacia otro paradigma diferente al que nos resume Judt. Entre 1950 y 1989, del acuerdo por el que nació La CECA hasta la caída del muro de Berlín, el equilibrio entre Francia y Alemania, la existencia de la Unión Soviética y la preponderancia de EE. UU. ayudaron a que en la incipiente Comunidad Económica Europea prosperara lo que se dio a conocer como el Estado del Bienestar, que era posible por una serie de factores entre los que cabe incluir el baby boom y un ciclo económico, los treinta gloriosos, que empezó a declinar con la crisis del petróleo de mediados de los setenta.
Tony Judt (foto: Taurus)
El segundo segmento del libro es quizá el más interesante de la obra, centrándose en el verdadero significado de la ampliación hacia el antiguo bloque comunista. François Mitterrand pensaba que con la Unión Soviética se vivía mejor, no por ideología, más bien porque su influencia ejercía una contención sobre los mecanismos de laMitteleuropa, donde Alemania siempre había gozado de una posición privilegiada en los intercambios comerciales con sus vecinos. Esta situación, aparcada mientras Germania permanecía fracturada, revivió con la unificación, y claro, a nadie le amarga un dulce que enriquezca y permita aumentar el poder de un país que siempre ha sido decisivo en el ámbito continental.
Las sonrisas alemanas no ocultan que su beneficio dinamizador tiene algo de exclusivo. La integración del Este es una especie de ilusión utópica por condicionantes que se remontan a los tiempos del Imperio Romano, cuando la unidad entre Occidente y Oriente se dio por perdida. Siglos más tarde, Carlomagno cimentó en sus posesiones una zona que hoy en día es el epicentro de actividad de la Unión Europea. Visto así, casi se puede mostrar la división entre los dos hemisferios del Viejo Mundo desde las Guerras Médicas. En ningún momento de la Historia han estado enlazadas sin fricciones y de poco sirve la retórica churchilliana de Trieste a Stettin y su famoso telón de acero, que ha existido siempre. Los viajeros del siglo XVII consideraban Budapest como una frontera natural que separaba dos formas de entender el universo. La Europa de los Estados Nación en contraste con el magma imponente e inmenso de Rusia, inabarcable en todos los sentidos.
Sólo durante el espléndido paréntesis del Imperio Austrohúngaro existió una posibilidad de alambicar dos polos opuestos, y ello se percibe todavía en una herencia inmortal localizable en mil teselas del mosaico, desde lo arquitectónico hasta lo literario. Pese a ello, ese sueño habsbúrguico en la encrucijada entre el Ochocientos y el Novecientos se basaba sobre todo en la interacción étnica de la región, factor cancelado por Adolf Hitler y el Genocidio. Después de 1945 todo cambió y el yugo de la hoz y el martillo acentuó las distancias. Por lo tanto, Judt considera quimérico establecer un verdadero puente, más complicado si cabe por las diferencias económicas entre la Europa rica y la que aspira a serlo.
El último capítulo del ensayo ahonda en este debate, no sin lanzar una advertencia premonitoria. El disgusto de Francia, los peligros de no poder mantener el Estado del Bienestar y el miedo a que las instituciones primen sobre las personas se anuncian en consonancia con unas metamorfosis que hacen necesaria una refundación donde el Estado cobre importancia positiva con intervenciones que no lo despojen de su importancia, que también deberían tener partidos y sindicatos desde otra fórmula que la actual, caduca y totalmente desarraigada de lo que es la sociedad civil. Tendremos Schengen como símbolo de la libertad, pero eso no es suficiente, porque no sólo de estructuras vive el hombre. El siglo XXI exige que la burocracia se arremangue la camisa, salga a la calle y comprenda. De otro modo la idea de Europa será sólo un bonito esbozo en un papel.

viernes, 22 de febrero de 2013

Elsa Ruíz Bolivar me entrevista para el programa Gente audaz de Radio5



Hace dos semanas Elsa Ruíz Bolivar me entrevisto para su programa Gente audaz de Radio 5. Hablamos un poco de todo, desde los inicios, pasando por Los lotófagos y hasta un poco de la situación actual.

jueves, 21 de febrero de 2013

Entrevista para Le Cool a cargo de Ale Oseguera



La semana pasada, siguiendo con el tute loopoético, Ale Oseguera me entrevistó Le cool. En el enlace anterior está la charla con la revista que amplía en su blog. Puedes leerla aquí



miércoles, 20 de febrero de 2013

Los lotófagos en Revista de Letras


“Los lotófagos”, la lúcida embriaguez de los versos

Por  | Destacados | 18.02.13
Los lotófagos. Jordi Corominas i Julián
Prólogo de Ricardo Menéndez Salmón
Versos & Reversos (Barcelona, 2013)
“¿Una flor, el romero o
el Lilio, vale, esté viva o muerta,
la caca de un pájaro marino?
¿o el lamento de una vela?
Ni a los lilios, ni al romeros, solamente a la flor de loto, aquella que embriagaba a los habitantes de la homérica isla, recurre Jordi Corominas para convertirse en un lotófago, para convertir sus versos en la verbórrica expresión de una lúcida locura. No hay preguntas que valgan para Corominas, que,  a través de sus versos, parece querer apostillar aquellos que en su día escribió Arthur Rimbaud, el poeta que versificaba interrogantes:
“¡Nuestro siglo es un Siglo de infierno!”, escribía el poeta francés, “Los postes y los hilos telegráficos lucirán, lira de cantos férreos por tus omóplatos mágicos”. Con su poemario Los lotófagos, Jordi Corominas regresa a ese infierno secular, a ese lugar del cual Rimbaud se hizo orador; el infierno versificado por Corominas, sin embargo,  se esconde tras una onírica imagen producida por el loto, por esas flores cuya embriaguez, a diferencia de aquella que cegó a los marineros de Ulises, no atenúa la lucidez de la voz poética. La mirada lúcida del poeta es la de quien reside en los “invisibles aposentos del manicomio de la cordura”, en los que la cordura es el reconocimiento de la locura, es el reconocimiento de los lugares habitados una vez convertidos –ai lass!- en manicomio. Ya no se trata de aquella ciudad, de aquellas calles parisinas fragmentadas y plurales, aquella Rue Christine que recorría Apollinare un lunes por la mañana donde la historia urbana, todavía mostrándose, se desvanecía frente a la imperante modernidad de cemento y hierro.
Jordi Corominas i Julián (foto: Versos & Reversos)
París cambiaba ante la mirada del poeta, ahora, sin embargo, ante la mirada del poeta Corominas, la ciudad ya ha cambiado, ya se ha convertido es ese espacio ajeno, en ese no-lugar teorizado por la postmodernidad porque, como canta el poeta, “el telón era propiedad de la Historia y su caída estaba anunciada en la cartelera”. La historia ha caído, ya lo dicen las palabras de Carlo Levi con las que Jordi Corominas introduce su poemario; han pasado muchos años de aquello a lo que solíamos llamar historia, ahora, más allá de las etiquetas, la cotidianidad ha perdido su mácula y nosotros “atropellamos residuos”, mientras que la locomotora, con ruedas de “caucho maloliente”,  “para avanzar requiere anular motas de polvo, polillas personales”. El individuo se anula en el escenario recorrido con pulsión escópica por una voz que rescata los fragmentos de un escenario venido a menos, el escenario de una debacle donde los exiliados comparten espacio con los psicólogos de suculentas tarifas en busca de los yos perdidos, donde en las plazas los artistas de corte dan alpiste a las palomas mientras los turistas llenan sus bolsas de baratijas. En el escenario de Corominas, en ese manicomino donde la cordura todavía es posible para el poeta, el bar Manolo comparte acera con el frutero Mod, las patatas bravas siguen sirviéndose en las mesas, mientras en la barra un chino espera. Los cambios son veloces, el lugar se ha convertido en otro, en la hibridez de una realidad irreconocible, el poeta escucha los ecos de un pasado que, desde el generalizado olvido, regresa tras la imagen de un crepúsculo que, teñido de azul, evoca, casi en un acto involuntario, a ese “atardecer francés de 1914”.  El humo brotando de las chimeneas vuelve a describir imágenes pretéritas, tiempos pasados y, sin embargo, cercanos, todavía visible para este poeta que, a pesar de que todo ya ha cambiado, de ser un extranjero en un lugar que no ha dejado de pertenecerle. Parece imposible apropiarse de ese lugar transformado en negación de sí mismo, una vez cruzado el Leteo ya no hay regreso, la mirada de Orfeo se pierde en ese camino al que ya no se puede regresar. A pesar de esto, en esa mirada a la que Blanchot dedicó una de sus páginas más bellas está la poesía, en esa mirada Jordi Corominas encuentra la manera de hacer poesía hoy, de versificar el convulso presente. No hay pausa, no hay límites, ni siquiera un final, pues el poema termina como debería empezar: con una bienvenida a este manicomino de la locura, donde las lenguas se mezclan babélicamente, donde el pa sucat amb oli sobrevive como aquella burguesía catalana que un día se escandalizó con David Bowie, ¿de quién se escandalizará hoy?
En un verborréico retorno, Jordi Corominas no hace de su poesía un programa poético, no hace de sus versos propaganda de ninguna escuela ni de ninguna moda; la grandeza de los Los lotófagos reside en ser poesía, simplemente, y afortunadamente, poesía. En sus versos Corominas evoca la cultura clásica, los grandes nombres del canon, la alta cultura representada por Wagner, la cultura pop con rostro de David Bowie, los Beatles -¿qué sería de Corominas sin las letras del grupo de Liverpool?- las patatas bravas, la historia olvidada demasiado presente, las chimeneas, la propaganda y la empobrecida ética que trata de empapar a una opinión pública golpeada por la angustia. No es un pastiche, no es un mero ejercicio de estilo, la obra de Jordi Corominas es la irónica versificación de un escenario demasiado real y, a la vez, demasiado onírico, un manicomio del cual no poder salir, una pesadilla dulcificada por aquellas flores de loto que, como en el país de los lotófagos, nos hacen permanecer, seguir haciendo poesía tras haber irremediablemente cruzado el río Leteo.
Anna Maria Iglesia

Podcast del Laberint de Wonderland sobre Blancanieves




Hoy en el Laberint de Wonderland hemos hablado de Blancanieves y su origen, evolución y transformación. Para navegar bien por su río hemos hablado de su génesis histórica, el cuento de los Hermanos Grimm, una versión cinematográfica con Betty Boop, la legendaria de Walt Disney y por último la inevitable de Pablo Berger. Puedes escuchar la sección a partir del minuto 39 del enlace clickando aquí

Miércoles 20, Blancanieves en el Laberint de Wonderland




Este miércoles íbamos a hablar del olvido, pero al final se nos ocurrió que nunca está de más hablar de Blancanieves, sobre todo tras los Goya. Comentaremos el origen de la historia de los hermanos Grimm, pasando por Betty Boop, la versión de Disney y la última de Pablo Berger.














Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

martes, 19 de febrero de 2013

Hablando de Papas de Roma en Todos somos sospechosos de Rne3



El jueves de la semana pasada charlé en Todos somos sospechosos de mi relación con dos Papas de Roma. A lo largo de mi vida me he encontrado, de pura casualidad, con Juan Pablo II y Benedicto XVI. Conté anécdotas y de todo un poco entre Jubileos, pontífices en reposo un domingo e inesperadas misas al aire libre. Puedes escucharlo clickando aquí

Sábado 23, última función en el teatro Porta4 de Loopoesía 2013




Este sábado 23 de Febrero, Loopoesía cierra su ciclo de febrero en el Teatro Porta4 de Barcelona. No daremos ningún golpe de estado, pero el proyecto va dando grandes saltos, y creemos que este sábado todo irá muy rodado. Puedes reservar tus entradas con descuento aquí,http://www.atrapalo.com/entradas/loopoesia-2013-los-lotofagos-_e73603/ no sin antes recordarte que a partir de marzo el show empezará a dar vueltas por España, iniciándose la singladura el domingo 3 de marzo en Madrid, concretamente en Fnac Castellana.

lunes, 18 de febrero de 2013

La Plaza de Catalunya en Bcn Mes





La Plaza de Catalunya, por Jordi Corominas i Julián

Durante siglos, en especial hasta el derribo de las murallas en 1855, el centro de Barcelona fue la Rambla, avenida que sorprendía hasta a los escasos visitantes extranjeros que pululaban por nuestra ciudad. De ella valoraban su aspecto afrancesado y un aire auténtico, sin folclóricas ni toreros, algo que volvió con el franquismo y sigue en la supuesta democracia mediante el parque temático que quieren imponernos para mayor gloria de los turistas.

El principio del fin de la centralidad de nuestro paseo más emblemático llegó con el adiós a los muros que oprimían una capital sitiada desde Montjuic y la Barceloneta. El pla de batalla, inmensa cantidad de terreno que separaba Barcelona de villas importantes como Gracia. Sí, ya saben, existía el Paseo que los turistas confunden con el barrio que más me gusta, pero aún no se tenía noticia del Eixample, que en sus planes iniciales no contemplaba la posibilidad de construir la Plaza de Catalunya, zona aledaña a la Rambla que con el tiempo constituiría el extraño núcleo fundamental de donde parten todos los caminos de la rosa de foc.
La Plaza Catalunya fue un deseo popular, un espacio que poco a poco cobró identidad. Sus muchas fases de existencia demuestran un progreso hacia el estrellato mezclado con un desdén del concepto foro, como si las ágoras modernas no sirvieran para el debate y el encuentro del pueblo. En este sentido las protestas iniciadas el 15 de mayo de 2011 han revalorizado el lugar, que de amable emplazamiento para vagabundos y palomas pasó a ser el santo y seña de encuentro, discusión y debate, por mucho que en Barcelona las cosas no tuvieran las proporciones, santa y maravillosa, envidia, de Madrid, mucho más combativa en el siglo XXI en su papel de heredera de lo que hicieron nuestros abuelos.

Los mismos, esos señores que en algunos casos crían malvas y en otras son un bálsamo que nos reconforta, no pueden recordar que el primer edificio del Eixample se edificó en la Plaza. La Casa Gibert observó el crecimiento de la ciudad desde 1864 hasta 1895, justo al lado de la conocida como Estación de Martorell, preludio de una senda que dio a ese enclave que ahora destaca por sus centros comerciales la condición de templo del transporte barcelonés entre tranvías, autobuses y mil y un aparatos populares que contrastaban con la opulencia de restaurantes y hoteles que rodeaba ese diseño rectangular hasta 1927, cuando con motivo de la Exposición Internacional de 1929, la Universal fue en 1888, tomó su característica forma circular. Por suerte descartaron ideas estrambóticas que hubieran afeado el conjunto, pues al principio se planteó la posibilidad de adornarla con un obelisco y un templete, horror de horrores que no excluye el hecho que pocos son los paseantes que se fijan en sus hermosas estatuas, de las que sólo eliminaríamos el adefesio del monumento a Macià, al que queremos mucho sin ese monstruo urdido por Subirachs en 1991 y que molesta sobremanera al paisaje y a la pobre diosa de Clarà, llorando en silencio entre el agua que la circunda, mansa  y enamorada.

Bien cerca de ella hay otra característica que muchos soslayan. Los jugadores de ajedrez de Plaza Catalunya, seres mágicos que con sus peones, alfiles, reinas, reyes y torres mueven desde su invisibilidad los designios de la urbe. Ellos lo saben todo, tejen mantos y corroboran que no es quimérico actuar consecuentemente, sin miedo. La banalidad es no usar los ojos. La banalidad es tumbarse en el sofá sin respirar el aire de la calle, que será tóxico, pero forma parte de nuestra singladura. El centro de Barcelona abandonó su misérrima imagen sedada en 2011, pero el recuerdo se puede escarbar en fotografías. No quiero caballos muertos ni barricadas como el diecinueve de julio de 1936, sólo quiero que los sitios nos traspasen una energía que borre la mierda y haga de lo puro algo más que un sueño. Se llama implicarse y consiste en mojarse el culo. Aprender de los abuelos, conocer la Historia para fundar el futuro.


Ilustración by Nil Bartolozzi

domingo, 17 de febrero de 2013

Las leyes de la frontera de Javier Cercas en literaturas.com




Las leyes de la frontera de Javier Cercas, por Jordi Corominas i Julián 

Leí Las leyes de la frontera con avidez, como si cada momento de descanso fuera la excusa perfecta para adentrarme en sus páginas y engancharme, no como los quinquis a la heroína, no exageremos, pero con esas ganas que dan las buenas lecturas.

Desde el instante en que cerré la última novela de Javier Cercas tuve en mente esta reseña, y me resultaba difícil estructurarla pese a tener claro que uno de sus enfoques podría ser la versatilidad del autor y su sutil apego a la Historia española desde varios prismas. Hoy, justo al abandonar un avión, he reparado en una revista masculina de tendencia, moda y actualidad. Suelo hojearla en los vuelos porque ocasionalmente ofrece alguna que otra buena entrevista. La de este mes correspondía a Javier Cercas, quien confesaba, entre otras cosas, buscar siempre otra novela que en nada se parezca a la anterior. La idea de las notas discordes en la igualdad de quien las compone, la magia de eliminar señas de identidad para renovarlas con cada creación.

Este espíritu se confirma en su trayectoria, sin que implique, como por otra parte es comprensible, una completa heterogeneidad. En Las leyes de la frontera se percibe una herencia de Anatomía de un instante en un doble canal. El punto de partida lo tenemos en su concepción de libro dentro del libro, con un escritor que pregunta a múltiples testigos sobre el Zarco, inspirado en el célebre Vaquilla,  con el objetivo de obtener información para una biografía. La documentación se erige en primera coincidencia.

La segunda es la Historia, de la que Cercas ha probado muchas de sus hilaturas. En el caso que nos concierne penetra en la pequeña Clío, en recovecos íntimos de la musa que dejaron su impronta a nivel colectivo con un estruendo de época, breve e intenso, simbólico por sus apuntes sociales e importante porque resume en sus esencias un imaginario del que aún respiramos. Y lo hacemos desde el recuerdo y un polvo mediático que ha transformado el fenómeno quinqui en otra cosa, con su evolución hermanada con otro tipo de decadencia.

Ignacio Cañas es el hilo conductor del relato por su vinculación con Antonio Gamallo, verdadero nombre del Zarco y una de las dualidades que guían los pasos de la trama. Las otras las vive el gafitas, abogado de éxito, alias de Cañas, un charnego de la Transición que cruza límites que van desde lo lingüístico hasta la osadía de abandonar la tranquilidad burguesa de su familia para introducirse en la orilla opuesta, poblado de lumpen proletariado en el abismo de las drogas y la delincuencia. Con los años, esos rincones de la capital del Ter serán un reclamo turístico. Otra cara de la moneda. ¿Quieren más? El verano del gafitas y su metamorfosis es un brusco tránsito de la adolescencia a la edad adulta.

Y esa acumulación de oxímorons que confluyen en saltar el río hacia el chino, metafóricamente rememorado con una serie de ese período, nacen de una chica, Tere. El toque clásico de un encuentro entre chico y chica activa al resto de las piezas y las refuerza porque el amor por el desparpajo de la morena y su insolencia barriobajera unirán pasado y presente desde lo palpable, algo que acaecerá con el Zarco desde una óptica deformada.

Cañas confiesa en las entrevistas ser el fan número uno del antiguo líder de su grupo de fechorías, sabiéndose de pe a pa su anecdotario, de la cárcel a la droga, de las persecuciones a las declaraciones que coparon portadas. Ello conlleva que su relación el mito de lo quinqui va más allá de un trato personal en esos meses de robos, locura y despertar en un exilio de protección. El gafitas nunca ha olvidado su interludio rebelde, y ve a su defendido como un ídolo a perpetuar, un gigante caído con una aureola que veta su objetividad.

Esas escalas entre lo vivido y lo ensalzado, la realidad y la ficción, sumergen lo narrado en una nebulosa que alterna ritmos de intensidad y pausa. Las correrías nada inocentes de aquella lejana canícula del setenta y ocho han devenido una burbuja que al explotar se bifurcó en esferas que convergen desde su vértice. El destino de cada una de las teselas del mosaico progresará en función de su origen social, como si la valentía de traspasar el limes fuese una curiosidad en la cronología, un accidente que no muta el camino marcado.
La recuperación efectiva del Zarco, que genera un in crescendo en el tramo adecuado, llegará cuando Cañas se encargue de luchar por su salida de una existencia entre rejas. Los dos amigos iniciarán otra senda, fundiéndose lo pretérito y lo actual en una denuncia a un absurdo de las prisiones hispanas, factor que únicamente es el escalón de la crónica de una degeneración comunitaria, con el siglo XXI ofreciéndonos en una pantalla la deformación del icono a través del circo televisivo. La comparación entre el arresto en la Plaça de Francesc Macià, que una cámara registró por caprichos del azar, y la aparición en los deleznables programas del corazón muestra la banalización del todo, la sedación a la carta del individuo y las tuercas de la  gran maquinaria, que engendra monstruos para comérselos a cambio de cuatro perras sin afán de rehabilitación.

Asimismo el tratamiento de los quinquis como antihéroes no es sino una partícula de nostalgia que con su simple mención enciende un matiz extinto, una mecha de una enfermedad que aún recorre las venas del país en otras epidermis. La resistencia puede que resida en toreros, duquesas, putas baratas, freakies y folklóricas, el universo de bandoleros y cupletistas se despide en su agonía propiciada por la modernización global en medio de esa marea llamada crisis.

Javier Cercas domina un arte complicado. La superficie de sus novelas no retumba transgresión como la de algunos que dicen experimentar, y sin embargo se llena de multidireccionalidad y un juego narrativo muy estimulante, que siempre convence y exhibe a las claras lo que es el oficio de escribir, sin aspavientos, con una silenciosa lucidez que destaca en su compromiso y en una innata facilidad para contar historias que son ideas.

viernes, 15 de febrero de 2013

Sábado 16, Loopoesía 2013 en Porta4



Este sábado 16 Loopoesía realiza su segunda función del año en Porta 4. Para adquirir tus entradas con descuento puedes clickar aquí. Si el sábado pasado fue bien, en este prometemos superarnos.


Loopoesía es amor

jueves, 14 de febrero de 2013

Mi cuestionario Proust en Sigueleyendo



    Hoy los chicos de Sigueleyendo han publicado mi cuestionario Proust que respondí hará un tiempo, para leerlo sólo debes clickar aquí

Podcast de Escritores ermitaños en el Laberint de Wonderland


Ayer en Wonderland hablamos de escritores ermitaños. La cata se compuso de Emily Dickinson, Cormac McCarthy, La torre de Chia de Pier Paolo Pasolini y el inevitable J.D. Salinger. Puedes escuchar la sección a partir del minuto 40 del enlace clickando aquí

martes, 12 de febrero de 2013

Miércoles 13, escritores ermitaños en el Laberint de Wonderland







Este miércoles en el Laberint de Wonderland hablaremos de escritores ermitaños. En la cata del día figuran Emily Dickinson, Cormac McCarthy, el episodio de la Torre de Chia de Pier Paolo Pasolini y el inevitable J.D. Salinger.






Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

La visita de Benedicto XVI a San Giovanni in Laterano (Texto de 2006)







La visita de Benet XVI a San Giovanni in Laterano


Roma, dijous 26 de maig de l’any 2005, entre les sis i les set de la tarda.
Les següents línies pretenen ser un intent, i empro aquest terme perquè mai m’ha agradat cenyir-me a un sol gènere dins d’un text, de crònica de la visita que Joseph Ratzinger féu a la Catedral de Roma el 26 de maig de l’any 2005. Com que l’efemèride històrica es mescla amb l’anècdota personal, vaig presenciar la missa per pura casualitat, l’escrit cercarà de copsar ambdós punts de vista i assolir una mínima objectivitat, quelcom difícil donades les circumstàncies. Pot ser objectiu l’imprevist?

La cantant deia que trobava de pèssim gust la pornografia occidental i jo tenia les cames destrossades. Eren les cinc i mitja de la tarda i portava vint-i-quatre hores a Roma, de visita sentimental i, per primer cop, professional. Havia passat el meu temps entre amics, llibreries, cerveses, fotografies i una espectacular i desconcertant festa de l’aristocràcia romana a Villa Borghese entre vasos de Martini i noies amb vestits d’Armani i Dior, festa de la que recordo molt, sobretot els focs de l’entrada i la poca vergonya de l’Ottavia i d’un servidor, vestits de carrer quan la majoria, noblesse oblige, lluïa les seves millors gales. La seva classe i la meva condició d’italià adoptiu ens salvaren del clàssic safreig i del menyspreu dels diners i la finesa.
Allò havia passat, com també el llarg passeig ressacós del matí i la reunió amb una productora per parlar d’un projecte basat en l’obra poètica de Pier Paolo Pasolini, el que m’havia dut, caminant des de Termini!, fins al ric barri de Parioli, quelcom antitètic perquè Pasolini era amant de la perifèria i els seus pobres de puresa del món, amb uns resultats més aviat ambigus expressats amb el somriure de comiat, mescla de sí i no sense emoció.

Al cap d’un quart d’hora era a dalt del tramvia número 3. Em feia mandra caminar i volia veure rostres i sentir-me anònim amb altres persones sense saber on ens duien els rails; l’estona claustrofòbica, la canícula havia trucat a la porta abans d’hora, fou entretinguda gràcies a algun que altre joc de mirades i a la xerrera compulsiva d’unes andaluses que em miraven i reien sense saber que les entenia a la perfecció, el que em divertí perquè em conferia una invisibilitat visible i la certesa que la veu és la principal arma d’identificació, el que després em confirmaria un micròfon.

L’aparell de color taronja prosseguia el seu recorregut i ens apropàvem a la Porta Maggiore, des d’on era fàcil anar a Termini, a prop de l’hotel i d’un merescut bany de peus. De cop i volta, just davant de la porta amb la tomba avantguardista del forner, s’aturà i es produí el desconcert. El conductor m’explicà que rebia ordres dels seus superiors i que no podia fer-hi més, que per avui ja n’hi havia prou i que cadascú hauria de prescindir del transport públic i buscar-se la vida, el que no m’hagués importat en qualsevol altre moment, però sí aquell dia de cames destrossades i calor asfixiant.

Què fer?


La meva primera reacció fou orientar-me. Hi havia molt tràfic, i no era normal. Eren les sis de la tarda i sentia un cert clima d’histèria, d’aquells que preludien esdeveniments amb certa importància.
Sense saber ben bé perquè, vaig desestimar l’opció Termini i una vella, la clau, em digué que Santa Croce in Gerusalemme, que no veia des de feia cinc anys, era a poc menys de cinc minuts. Li vaig demanar com arribar-hi, i seguint les seves instruccions tot anà sobre rodes. Unes quantes fotos cobriren l’expedient del rècord. L’església era més majestuosa del que recordava, sensació que darrerament percebo a llocs que no he vist des de fa temps; ma mare diu que és perquè m’he fet gran i tot m’impressiona menys. Suposo que té raó.




Aleshores no hi havia ganes de fer aquesta reflexió. Havia decidit visitar el meu carrer preferit de la ciutat, el Clivo di Scauro, i m’esperaven vint minuts de passeig. La primera condició per fer-lo sense ensurts era creuar el carrer i evitar que els cotxes em seguessin la vida. Els clàxons sonaven i els conductors feien gestos ensopits de modernitat resignada.


Com que no hi havia cap altra possibilitat, vaig sortejar els metalls amb motor per esquivar l’atur de l’activitat, el que no semblava importar gaire als rellotges, que fan que res es pari i que els minuts existeixin.
Ja em trobava a un carrer sense soroll. Fals. Molts homes corrien exaltats i no entenia el motiu. Vaig preguntar a una jove. Ella no corria. No sabia res de res. Hauria de caminar un xic més per resoldre l’enigma, el que- l’asfalt s’havia buidat, la música de la tarda sonava a crepuscle i Roma tenia aire de desert fictici- s’acomplí quan el so d’uns llunyans altaveus esputà una veu didàctica i amb vocació familiar. No era un locutor de ràdio. Vaig parar l’orella amb més atenció. Era, no podia ser ningú més amb aquell discurs pedagògic i amb gestos de gran cultura, Joseph Ratzinger, el que es feia palpable, i papable, per la proximitat geogràfica, menys de mig quilòmetre, de San Giovanni in Laterano, Catedral de la Urbs.


El que no quadrava per enlloc eren les coordenades temporals. Què feia el Papa, al que molts seguíem anomenant amb el seu nom de pila perquè no ens habituàvem al recent canvi, un dijous fora del Vaticà? Quin sant queia en vint-i-sis de maig? Perquè un altre cop jo i ell, o més ben dit jo i la figura del cap de l’església catòlica?


Els meus amics de Barcelona sempre reien quan parlava de temes vaticans durant el mes de mort, interregne i resurrecció de la púrpura i la tiara. Reconec que vaig sentir una fascinació sense precedents amb els esdeveniments d’aquells dies, i no precisament pel non stop dels mitjans de comunicació. Era natural. Sentia que el que passava a Roma em pertanyia a la distància, i m’informava dia i nit, volia saber qualsevol cosa relacionada amb aquella mostra d’irracionalitat fanàtica, de molts, i dolor humà d’uns pocs.
L’altre fet era la inequívoca evocació del passat i, amb ell, del ritual, del secretisme que feia romandre mig planeta a l’atesa de notícies i amb ganes d’apostar, l’inconscient col·lectiu prengué la successió com una gran partida de ruleta al Casino de Montecarlo, quan ningú sabia res dels candidats a ocupar el tro de Sant Pere. No em pregunteu el motiu; el meu favorit era Angelo Scola, Patriarca de Venècia, i crec que ho era per italià i home amb cert passat humanista. No sabia res més.

L’altre cosa que em deixava sense paraules era intentar saber perquè un home com jo, que mentre visqué a Roma patia un fort rebuig per la institució vaticana, havia canviat tant com per sentir veritable interès per tot allò que concernia la Plaça de Sant Pere i els seus amos, el que es confirmà quan vaig comprar el bitllet d’avió i vaig pensar en anar el diumenge vint-i-nou de maig al Vaticà per veure l’espectacle de la missa i, de pas, contemplar al nou Vicari de Crist, el que, de no haver intervingut el missatger de la casualitat, no s’hagués produït perquè el nou Papa tenia aquell dia molta feina a Bari a una espècie de congrés eucarístic de l’església italiana.

Ara ho tenia, el tenia, a quatre passes.


I vaig tornar a córrer. La veu s’apropava. Parlava de Sant Pere i Sant Pau i m’agradava perquè- retòrica per retòrica, pedagogia de la convicció suau per no semblar imposada-  no els mencionava com a sants, sinó com a persones. Explicava història de la humanitat, o la seva versió d’aquesta, i ho feia com l’avi que explica contes assegut a un balancí mentre el foc crema i els nens escolten embadalits perquè els ancians tenen més experiència i descobreixen coses que els petits encara no coneixen.


Ja veia l’església i la seva façana amb Crist al centre. Per ser una missa papal i havia poca gent. No era rar. Els diaris, o això creia, no havien informat de l’esdeveniment. Veia poc més, que ja és prou, de mil persones. Seguia amb la meva cursa. L’herba de la Plaça era fresca. Unes monges em miraren. Somrigueren. Semblava un jove que tornava de la feina. Anava amb americana, una camisa blanca i texans. Calia anar bé, la fotesa d’elegant però informal, per parlar amb el productor i transmetre, aparença d’aparences, una bona impressió visual. Horrible. I cert.




Ara ja veia les tanques que separaven, com tres anys enrera a Sant Pere, el sagrat del profà. Era fàcil apropar-s’hi. Vaig optar per quedar-me a un punt on podia fotografiar tothom mirant cap a un punt, el lloc on el vell explicava la seva faula. Un rosari de monges ocupava la part central. Vestien un hàbit blau celest i al seu voltant, com si elles fossin divines protectores, molts civils les custodiaven i escoltaven les paraules de l’alemany, que jo encara no havia vist. Arribava més gent.


Calia alçar el cap. Sí, era ell i no feia la missa dins del temple. El vaig veure, petit per la distància, assegut al seu tro amb vestit i tiara de color daurat. Portava ulleres i la seva aparença era serena. Vaig prémer un botó de la màquina fotogràfica. El zoom no donava per tant. Si li feia la foto- la primera preocupació fou molt banal, ho reconec, banal i humana- em sortiria pixelada. Vaig apropar-me. Continuava lluny; podia obtenir una bona instantània si no forçava el zoom. Una, dues, tres. Ara tocava la gent, que no girava el cap. Hipnosis papal.


Benet XVI, si no li diem pel seu nou nom sempre serà Ratzinger, parlava del camí històric que els cristians recorregueren per arribar a tenir un San Giovanni in Laterano; per fer efectiva la seva oració intercalava punts de vista personals i parts de l’evangeli. Com que la cerimònia, i la plaça s’omplia de mica en mica, era popular parlava en italià, el que sorprenia a molta gent que creia que el neopurpurat només s’expressava en llatí, el que fa en actes intramuros, quan tan sols l’escolten els Cardenals.


Si parlés als fidels en llatí faria les delícies de la premsa, que des d’un principi jutjà l’antic professor de Ratisbona com un conservador recalcitrant. Dirigir-se al públic, l’univers és una obra de teatre i Joan Pau II ho entengué com si fos el mateix Pirandello, en la llengua de Virgili seria un error imperdonable. Cal que el poble entengui als sobirans i que els identifiqui pel que diuen, no per com vesteixen, el que seria espuri perquè el símbol ha d’anar acompanyat d’accions que li proporcionin prestigi.


No sóc catòlic. Si ho fos hagués aplaudit l’elecció de Benet XVI. És un home lúcid pel seus interessos i sap el que s’ha de fer- un inquisidor selecciona la informació apta,  ja deia Wilde que qui la té ostenta el poder- i coneix com ningú els fils del difícil entramat vaticà. Qui sinó per dirigir, amb o sense transició, la casa de Déu? Ells diuen que el seu món no pertany al nostre. No és Zapatero, que legisla per un país durant un breu instant històric. El Papa regeix conceptes abstractes i, aquí el que ens emprenya, ha de dictar sentència als assumptes terrenals. Pel que fa a la seva jurisdicció és impecable. Emet veredictes i escriu cartes. Parla del diví i s’atreveix amb l’humà. I aquest pontífex, perillós perquè sap, té el do del que ha obtingut un somni, per molt que digués que no volia la púrpura. És un ancià motivat i amb coneixement de causa. Ho sabien els qui l’escolliren i ho sabem els que l’observem des de fora. Regeix l’Estat més petit de la terra i com a contrapartida té poder sobre mil milions d’éssers humans. I ho sap. Tan perfecte sembla el control que exerceix que fins i tot la seva elecció es salvà d’una possible xacra. Fou escollit un dinou d’abril de l’any 2005; si el conclau hagués trigat un dia més el nomenament hagués coincidit amb l’aniversari del naixement de Hitler, el que hagués propiciat bromes i bromes que igualment s’han donat sense la força que haguessin adquirit per la casualitat de la data, el que de ben segur pensaren els senyors del Vaticà.




A les distàncies curtes la seva imatge física era millor que a la televisió. Se’l veia relaxat amb energia d’anys que no pesen, molt sobri i sense indicis de senilitat, el que deu ser per la seva frenètica activitat intel·lectual, amb la que ha aconseguit ser Papa i vèncer la lluita contra la pèrdua neuronal. El que ja no sé és com deu ser la lluita contra la malaltia; fa uns anys tingué certs problemes cardivasculars que potser reactiva l’assumpció del poder. De totes maneres crec que el nou Pontífex no serà un Papa de mal per a la humanitat, doncs l’acompanya un sentit de la fe molt íntegre, i no penso que les seves decisions puguin trasbalsar el panorama mundial.


Els homes diuen menysprear la història perquè avorreix. S’enganyen. Quan l’ensumen cauen víctimes del seu encís. La volen perquè els herois moriren. Ja no hi ha romanticisme. No moren fills a una guerra per idealisme, l’home normal no sol passar de la vida a la història. Per això aquesta, sense oblidar la perniciosa influència dels mitjans de comunicació, atrau quan ens la trobem davant dels nassos. I per això- repetim, que a vegades no és nociu- la plaça s’omplia de gom a gom de desconeguts curiosos. L’època del veure i no fer comporta aquestes conseqüències. És més important explicar el que s’observa que el que un concreta amb les seves energies, amb la facilitat que les noves tecnologies donen per demostrar la visió, com corroborava una guapa italiana que tornava de la feina i es trobà amb el sidral papal sense esperar-s’ho. La noia em parlà, somrigué al veure que feia fotos i tragué el seu aparell digital per immortalitzar l’instant.

Dos minuts després s’havia acomiadat per sempre. Una llàstima pel que escriu i per la fugacitat de la seva acció.
L’hora de les paraules deixà pas a la dels càntics, que eren diferents perquè anaven acompanyats d’un tempo allargat, que suggeria musicalitat a l’amen i al pare nostre i el ralentia. Els homes cantaven amb emoció i algun revivia el desig de ser tenor. Reconec, he assistit a molt poques misses al llarg de la meva existència, que no entenia gran cosa, el que feia que tot allò que veia i sentia em fascinés. Benet XVI continuava assegut, impertorbable, amb posat seriós i el paper ben après. La situació tenia un punt irreal. Feia un sol mes que era Papa i veure’l amb aquests vestits d’or i pau no formava part d’Oniria. Dos religiosos el flanquejaven, també sense moure’s ni obrir la boca. Al cantó esquerra del recinte religiós, l’apartat del profà, els Cardenals s’ho miraven amb poca passió, autòmats de la seva funció, merament presencial.


El Papa ordenà donar la pau, el que em sobtà. No coneixia aquesta tradició de la missa i em feu pensar que jo era un marcià entre humans, el que em disgustà per ignorància. Quan ho vaig comentar a Barcelona tots els meus amics sabien el que era donar la pau a una missa. M’agradà pel calor humà que implica l’acte d’oferir una mà desconeguda i dir pau; nens petits i gent gran s’apropava i em recompensaven amb aquesta simplicitat, ritual efectiu i d’estètica punyent perquè sap aixecar sentiments de germanor, el que em deixà satisfet. La gent del verd prat de San Giovanni in Laterano no tenia por de reconèixer la seva solitud, no necessitaven portar la màscara de l’orgull quotidià, fenomen típic als nostres dies, on tothom creu ser un Déu amb temps finit.


Al cap d’uns minuts la gent s’agenollà i el Papa recità una plegaria. Com que volia fer fotos, em vaig agenollar. Així no em llençarien esguards malcarats. Els nens seguien els gests dels adults i com que no entenien les paraules de l’ancià s’agafaven les mans i esperaven. Les monges s’extasiaven. Una plorava i donava gràcies a Déu. Més lluny, gairebé fora de la plaça, una dona d’uns trenta anys resava agenollada mentre la seva filla es pujava a un fanal i cantava una cançó infantil. Molts marxaven.



És dissolia la missa? Arribava al seu punt culminant. Ratzinger s’aixecà i donà la comunió als poderosos. Al sector profà un Cardenal s’apropava, sempre amb les tanques com a barrera que parlava d’una relació desigual bastant indigna, i repartia la hòstia. La gent s’apilonava, hi havia lluita per rebre el cercle insípid. Com que mai l’havia pres, per decència ètica i rebuig al que significava, vaig observar l’escena. Just quan m’havia decidit per prendre’n una, vaig veure que s’obria un forat a la tanca central, des d’on es podia veure el Papa i fer fotos sense forçar el zoom, i vaig apropar-m’hi. Amb les fotos fetes, i el caos present per fuga de la multitud i ganes de rebre la comunió, vaig intentar d’escapar sense resultat. Les cues m’ho impedien, el que feu que em trobés immers sense oposar resistència a una d’elles, on a la fi el Cardenal em donà la hòstia, que no sabia a res i era bastant aspra. La sensació al rebre-la de l’home purpurat em deixà atordit. La tragué d’un calze daurat i me la dona dient Il corpo di Cristo, sense que el que escriu tingués la opció de refusar l’oferiment imposat.

Al matí següent vaig anar a casa d’un amic, el professor Gaetano Passarelli per parlar de la futura publicació d’un llibre que he escrit sobre una santa. Ell sempre riu perquè diu que sense voler m’estic cristianitzant, que amb el temps m’agraden més els valors que propugna l’església. No negaré que em plauen més que fa cinc anys. El que no reconec, ell digué que per haver acceptat la comunió ja era cristià, és que formi part del cristianisme com a membre integrant.

Si aquest text fos un relat inventat, és possible que el seu protagonista s’hagués convertit després del lleu contacte amb el Cardenal. A mi em creà impacte sens més. Em semblà bonic compartir l’emoció de tantes persones. Quan caminava envers el Clivo di Scauro ho vaig tornar a pensar. Aleshores, com al llarg de la missa, es mesclaven curiosos amb religiosos, ara ja immersos, sense el Pontífex a la vista, a la plena quotidianitat. L’objectiu de la celebració eucarística era servir de prolegomen a una processó que unia San Giovanni in Laterano amb Santa Maria Maggiore, dues de les quatre grans basíliques romanes, inici i final, i viceversa, de la Via Merulana. Sense aquest imprevist, anar fins al Clivo era bufar i fer ampolles, una línia recta en descens i un gir a l’esquerra per pujar un tros fins veure l’arc de Dolabella i, després, la màgia del meu carrer d’ensomni.



L’imprevist papal feu que tingués que suportar, sense acritud, més càntics i la impossibilitat de travessar el carrer per prosseguir amb la meva normalitat interrompuda per l’excepció. Quan vaig creuar el riu de creus amb el permís d’un policia, jo i molts altres que clamàvem monotonia trobarem el buit. Els carrers eren deserts, el temps s’havia congelat i transportat a San Giovanni in Laterano. La primera senyal de vida la vaig rebre per part d’una dona que cridava un gos, el seu gos. Fins que no vaig arribar al Trastevere, un cop vist el meu petit racó secret, no vaig percebre normalitat, que arribà i es trenca quan una noia que sopava al meu costat em digué emocionada: Has vist el Papa?


I aquella nit l’anècdota permeté generar-ne d’altres.


Todas las fotos del texto se sacaron el jueves 26 de mayo de 2005 por Jordi Corominas i Julián

lunes, 11 de febrero de 2013

Primeros vídeos de Loopoesía 2013







El sábado debutó el show de Loopoesía 2013 en Porta 4 y ya tenemos algún que otro vídeo que sacie vuestra curiosidad. Corresponden a partes iniciales del espectáculo: la sala de Los Lotófagos y el crupier universal. Os recordamos que el show seguirá este febrero los sábados 16 y 23 en el mismo escenario. Puedes atrapar tus entradas con descuento aquí

Diálogo con Patricio Pron en Sigueleyendo





Diálogo con Patricio Pron, por Jordi Corominas i Julián

La vida interior de las plantas de interior es el título del último libro del escritor argentino Patricio Pron. Llego a la sede de Random House en Barcelona, enseño mi documentación, subo hasta el séptimo piso y sí, me encuentro al autor de El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia casi recibiéndome junto a Eva, la jefa de prensa. Nos saludamos, intercambiamos cuatro palabras y nos dirigen a una sala tranquila para que charlemos sin ruido, que llega por el camino cuando Patricio choca con un archivador mal colocado en una estantería y se masca la tragedia. Por suerte, nada pasó, pero aún nos esperaba el colofón del absurdo. Al llegar a la habitación nos sentamos. Preparé mis cosas, deposité la grabadora en la mesa y Eva nos dio un par de botellas de agua. Al abrir la mía me percaté demasiado tarde de que ya estaba abierta, por lo que la mesa se convirtió en un Pollock líquido improvisado.

Tanto golpe y desastre de la nada preludiaba una serie de catastróficas desdichas que, al final, no aparecieron. Antes de darle al play, Patricio y un servidor calentamos motores intercambiando pareceres sobre el estado actual de la crítica literaria. Ese, y ningún otro, es el motivo por el que el diálogo se inicia in media res. ON.

Jordi Corominas: A veces ves mucho tipo de crítica joven que deriva hacia una cierta banalización.

Patricio Pron: Tengo la impresión que ese tipo de crítica tiene su validez y su espacio. Desde luego debemos estar atentos a ella. Se ha desplazo del ámbito de los libros a otro de tipo más generalista, de crítica cultural. Desde luego esto no es malo…

Pero tampoco creo que, en muchas ocasiones, alcance el nivel de crítica cultural.

No, no alcanza si no se tiene una formación literaria. En los últimos tiempos aquello que se reclama a un crítico literario excede el ámbito de los libros, y existe esta percepción en jóvenes críticos, que desplazan su atención de los libros a otros ámbitos. Puede que ahí haya algo, a mi me cuesta mucho verlo, pero creo que en cualquier caso estos esbozos de crítica provenientes de autores muy jóvenes tienen su sitio y, como todas las señales de algo que está comenzando, no pueden ser juzgadas objetivamente. En algún momento cristalizará en una producción muy valiosa y de la que aprenderemos mucho, pero ahora mismo sacar conclusiones sería prematuro. A menudo me fijo en los índices de las antologías periódicas en las que colaboraba cuando empecé.

Hasta sale en un relato del libro, el del escritor vivo. 

Estos índices dan miedo, y mucha pena, porque muestran de qué forma aquellos escritores que empezaron muy bien quedaron atrás, o sencillamente están produciendo en silencio. Y te preguntas mucho qué hicieron, y también me pregunto qué hice yo para que no me haya sucedido esto a mí.

Una mezcla entre constancia, adquirir un estilo propio…

Sí, es posible. También hay otros factores. Factores principalmente personales como no tener hijos, no tener que cargar con una familia…

Es curioso porque En la vida interior de las plantas de interior hay una ligera obsesión del hijo de escritor como desgaste.

Sí, pero mi actitud es un poco más ambigua. Ahora mismo no tengo hijos, quizás algún día los tenga, no lo sé, pero el hecho es que estoy rodeado de escritores con niños y he visto cambiar su actitud, no sólo para con su existencia, sino más bien en relación a su oficio literario desde que son padres.

Una cuestión de prioridades.

Les ha hecho bien tener niños, puso las cosas en su lugar. Creo que pienso en las listas de jóvenes promesas porque en los últimos tiempos ya no me ven así, ni como un autor que comienza.

¿Y cómo crees que te ven?

Bueno, al menos cierto sector de la crítica me considera un valor establecido de alguna forma. Es algo muy reconfortante, la demostración de que algunas cosas han salido bien contra todo pronóstico pero, sin embargo, y esta es una de las razones por las que he pensado en ello, no me veo muy diferente a como era cuando comencé. Me considero comenzando de forma más o menos permanente.

Cada libro es una evolución del anterior. 

Sí, y cada uno es la oportunidad de enmendar tus errores pasados y hacerlo bien por primera vez. Para un autor que huye de su propio pasado, como yo, no existe nada que podamos llamar la sensación de estar consagrado.

En tu caso el cuerpo narrativo de tu obra no puede entenderse sin tu discurso teórico, y eso te da unas tablas que quizás otros escritores de tu generación no poseen. 

Dedico buena parte de mi tiempo útil a leer y escribir, lo que inevitablemente deja algún tipo de poso. No sé si los demás lo hacen. En mi caso no existe una gran diferencia entre el tipo de producción crítica y la de ficciones.

Son vasos comunicantes.

Provienen de una misma subjetividad y son el resultado de que, cuando me siento a escribir ficciones, casi siempre pregunto con una pregunta de alguna índole. En la vida interior de las plantas de interior el interrogante era si podía escribir un relato con personajes muy distantes, geográfica y temporalmente, que estuvieran vinculados por el uso de un objeto pueril. ¿Qué nos dicen estos vínculos en relación a lo que denominamos literatura realista?



En este sentido pensé en Perec y Vila-Matas por aquellos intentos de agotar un lugar. En tu caso no agotas el lugar pero a partir de las concatenaciones lógicas agotas el origen de un objeto cotidiano. 

No lo había pensado así, pero creo que tienes razón. Hay un intento de hablar de ciertas cuestiones de las que se habla mucho y constituyen los temas principales de la literatura. Mi intención es no caer en lo convencional, ensayar maneras de hablar de estas cuestiones de forma que se puedan producir nuevas significaciones. Creo que hay, tanto en Perec como en algunos de mis libros, un intento de pensar y trascender la soledad de los personajes o incluso de ir más allá de una cierta visión rutinaria de la literatura que presente a los personajes más bien aislados. En el caso de Perec demuestra que una enorme cantidad de personas, que no tienen vínculos entre ellos, comparten un mismo espacio. En mi caso los personajes comparten una determinada cantidad de objetos. Supongo que hay una propuesta de vuelta de tuerca a la cuestión de la literatura social.

Y dar la vuelta de tuerca a cómo percibimos en literatura la velocidad de los espacios. A principios de siglo XX Manhattan Tranfer, Ulises o la película Berlín sinfonía de una ciudad mostraban a los ciudadanos ocupando espacios, pero la ciudad era la verdadera protagonista. En cambio ahora la ciudad ha perdido su importancia por la misma globalización, y tú lo expresas en los relatos. Un objeto nace en Brasil o China, pasa por un proceso en otro continente y termina en tus manos en Madrid o Barcelona.

Estaba en Santiago de Chile y me pilló una chica que tiene un blog de moda, un fenómeno en ebullición en esas latitudes. Ella me pidió una foto. Le dije que sí, y me pidió que completara una ficha con el origen de la ropa. Al enumerar la procedencia de las prendas tomé conciencia que ninguna de ellas había sido producida ni donde me encontraba ni donde vivo habitualmente.

Es una experiencia directa que luego plasmas en los relatos del libro. 

Sí, pero también hay una pregunta posterior vinculada con cómo narrar el presente histórico, que es particularmente turbulento y del que se nos ofrecen dos versiones diferentes y en consecuencia complementarias.

Mezclar lo grande con lo pequeño, algo que siempre ha hecho la literatura, pero creo que ahora mismo, al menos en Europa, tiene problemas para conjugar ambas cosas.

Es un presente relativamente novedoso en Europa. No porque no existieran crisis en el pasado, más bien que las anteriores se encuentran alejadas en el tiempo como para que las formas de narración hayan sido olvidadas. Estas dos maneras complementarias de narrar el presente histórico no dan cuenta realmente del hecho que la imbricación de los fenómenos colectivos e individuales es mucho mayor de lo que suponemos. De manera que algunos de los relatos de La vida interior de las plantas de interior estaban pensados para sostener esta pequeña hipótesis personal. Comenzando por El cerco, que comienza con una anécdota banal, y va de lo microscópico, las larvas que están en el interior del perro, y luego accede a una instancia donde hay una visión global.

Es una forma de mostrar, no la crisis, sino más bien las crisis del presente. Aquí en España se habla mucho de la novela de crisis, y  parece que tengamos que privilegiar la narración de la económica, que es una instancia superior a nosotros. En cambio creo que con los relatos reflejas lo que denomino las crisis de la crisis: la moral, ética, banalidades con un poso de profundidad detrás…

En España se cree con demasiada frecuencia, por una razón o por otra, que existe una escisión entre la sociedad y los sujetos individuales, soslayando que son los sujetos individuales los que conforman la sociedad. Esta escisión es muy notable, y peligrosa. Además, afecta a las novelas de la crisis, un fenómeno muy reciente que me parece singular por aplicarle un adjetivo bondadoso, entre otras cosas porque si la crisis es de la magnitud que se nos dice que es, y tengo la impresión que la alcanza y eventualmente la supera, esta permeará todos los productos literarios que se realicen en este período histórico, incluyendo la lista de la compra que es el primero de los textos afectados por la crisis. Me parece que hay una visión bienintencionada pero errónea de la sociedad, que o bien oculta una cierta ignorancia de los procesos sociales por parte de sus autores, o bien una especulación de índole comercial, como si ahora que se habla tanto de eso algunos escritores se volcaran a escribir sobre ello porque toca.

Algo que no me parece que sea tu motivación a la hora de escribir.

Sin embargo creo que algunos de los relatos del libro tienen un carácter contemporáneo y una dimensión política.

Lo cotidiano es político, es una premisa fundamental que olvidamos con demasiada frecuencia. 

Una parte de estos relatos hablan de los vínculos que se establecen entre personas, los cuales en sustancia son muy políticos, pero también dan cuenta de momentos donde estos personajes se ven impedidos a ejercer el juicio moral.

Callan muchas veces, piensan en lo obvio, pero sólo lo piensan, no lo plasman.

Todos buscan una especie de salvación, entendido esto como la posibilidad de dejar atrás hechos trágicos de su pasado. Y lo buscan en diferentes sitios, algunos de ellos en la religión, y este, de alguna manera es un libro muy religioso.

El relato Un jodido día perfecto sobre la tierra es muy simbólico en el sentido que mencionabas, con el narrador subiendo unas escaleras a la espera de llegar a una nueva puerta, en ese sentido sí que existe una salvación. En cambio, muchos otros personajes, se quedan en un punto de no retorno, un abismo donde no hay esperanza.

Posiblemente el relato de la actriz porno, Nuevo orden en la última lluvia, es el único en el cual no hay salvación posible. Sin embargo, creo que en los otros los personajes acceden a una instancia donde aquello de lo que huían parece dejar de producir efectos en su presente, ya no los alcanza.

Como cambiar nuestros yoes, algo que hacemos permanentemente.

Algunos personajes recurren a operaciones que pueden estar enmarcadas en cierta magia animista del tipo querer vivir otra vida, lo que les conduce a apropiarse de objetos de una persona con otra vida y a partir de ese objeto quieren construir la ficción de otra existencia.



Eso es claro en el relato del bloguero que se apropia de la identidad virtual del escritor que admira. Además ese relato es central porque se enlaza con los otros relatos literarios que tejen uno de los temas centrales de La vida interior de las plantas de interior, libro que por otra parte recorre de manera sutil varias temáticas. 

Me alegra que digas que está claro, sin embargo nunca está claro para mí. Los autores somos pésimos críticos de nosotros mismos, y la percepción de nuestro trabajo está absolutamente viciada por la proximidad. De modo que, cuando se presenta la posibilidad de armar un libro de relatos te das cuento de afinidades, vínculos y obsesiones que no creías que recorriesen una producción bastante diversa y muy extendida en el tiempo. El hilo conductor de los relatos que hablan de literatura se me escapaba, no lo percibí mientras trabajaba.


Todos estos relatos no nacen con una idea de unidad entre ellos, pero al ver el ensamblaje, notas relaciones, desde los perros a las mujeres, pasando por el porno y hasta llegar a la literatura. Además todo vira de lo pequeño a lo grande. 

En buena medida sí. Son minúsculas y muy triviales sorpresas que se producen cuando conformas el libro, y que muy posiblemente otros autores procuren reprimir. Por mi parte no lo hice con la expectativa de que esto que era sorprendente para mí lo fuese también para algunos lectores. El tipo de cosas que me interesan son cosas que son el resultado de una disociación entre los propósitos iniciales y su realización. Si en aquello que media entre lo que pretende hacer y lo que hago finalmente no se produce una sorpresa o desviación doy mi esfuerzo por malogrado.

Buscas epifanías dentro de un  proceso.

Y sobre todo procuro que la literatura que escribo produzca en mí el mismo tipo de impresiones que provocan otros textos que han sido relevantes. Que lo que escribo me alce por encima de mi modesta altura y me conduzca a un sitio que no conocía. Si no es así siento que he fallado, que no lo he hecho bien, que he reducido el marco de posibilidades.

Una negación del conformismo. 

Claro. Hay autores que admiro mucho que son estilistas y escriben una vez tras otra el mismo libro.

Ayer hablaba con Matías Néspolo de poesía y hablábamos que con el transcurso de los libros perdemos la inocencia. Sin embargo, coincidíamos que el objetivo de todo literato debería consistir en franquear umbrales, no repetirse y crecer. 

Me gusta que lo digas porque a veces me siento bastante solitario al sostener este tipo de ideas. También es legítima la labor de aquellos autores que se consideran estilistas y quieren aproximarse una vez tras otra a un libro ideal que sería todo lo que tienen que decir acerca de la literatura y de la vida. En otras circunstancias le negaría todo valor a ese tipo de propuestas, pero son muy legítimas y han llegado a producir monumentos como A la búsqueda del tiempo perdido.

La suerte de la literatura es que hay muchas literaturas. ¿Usas más los relatos como campo de pruebas? Me refiero a si usas los relatos para afianzar descubrimientos que luego explotas más en las novelas. 

También lo practico en las novelas. Si has leído El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia habrás observado que hay al menos un intento de ensayar y echar por tierra buena parte de los géneros que se utilizan para narrar cierto tipo de acontecimientos. Podemos discutir si el intento es fallido o logrado, pero también hay un intento por probar nuevas cosas.

Se desarrollan de manera distinta. 

Una novela te permite ensayar una voz narrativa y profundizar en ella durante un cierto período de tiempo. Por el contrario, los libros de relato te ofrecen la oportunidad de ensayar, de jugar con muchas voces narrativas que, por su naturaleza, deben desplegarse en un espacio reducido de tiempo. Ambas formas requieren habilidades diferentes por parte del autor y ofrecen satisfacciones distintas. Desde luego es mucho más conveniente ensayar una voz narrativa en un relato breve, pues si el experimento falla has perdido menos tiempo. De todos modos si ello sucediera creo que me negaría de plano a admitirlo.

Hay muchos relatos que lees y tienes la sensación de hallar en su seno una futura novela. En tu caso creo que, por estilo y técnica, los cierras. No son apuntes para una futura novela.

Tenemos muy poco tiempo. Tengo poco tiempo, estoy enfermo y no puedo disponer del tiempo que querría para desarrollar lo que pretendo, de ahí una perentoriedad y urgencia. Por otra parte prefiero que los crédulos lectores que se toman el trabajo de leer mis libros piensen que los relatos daban para novelas y no que las novelas no daban más que para un relato.