domingo, 29 de junio de 2014

La gota contra la primavera, de Mario de los Santos



La gota contra la primavera, de Mario de los Santos, por Jordi Corominas i Julián
Mario de los Santos, La gota contra la primavera, Edhasa, Barcelona, 2014
Se intuye desde la primera página de La gota contra la primavera una tensión trágica que, sin embargo, tarda en resolverse, y en este sentido cabe considerar que la treta urdida por su autor, Mario de los Santos, es positiva al mantener el suspense hasta los últimos compases de una novela que desde su brevedad consigue ser intensa hasta los topes.

La elección de dirigirse, parcialmente, a una interlocutora fallecida es una buena excusa para desarrollar la crónica de una historia personal que vira hacia lo colectivo a partir de una anécdota que une al conjunto y lo sitúa con concreción desde un plano geográfico y sentimental.

La efeméride se sitúa en un año bisagra donde todo el país olía a fútbol mientras empezaba a instaurarse una normalidad que se consagraría el 28 de octubre de 1982 con la victoria socialista en las legislativas. Un partido de ascenso a Regional Preferente entre el Serín y el Togur deriva en lo que se conocerá como la Campal, una batalla de dos días entre lugareños y la benemérita, episodio cargado de tintes cómicos, por absurdos y propios del Celtiberia show, que asimismo contiene una serie de claves vitales para el narrador, Manuel, quien a lo largo de ese par de jornadas de incierto resultado centrará el foco en su hermano y en una chica del pueblo rival.

El primero es un futbolista de categoría, un chico destinado a dejar el campo y a volar alto hacia la cima regional que es el Sporting. El destino le deparará más sorpresas enmarcadas en el contexto de esos salvajes años ochenta, en especial para una juventud que debía aprender a caminar por la libertad. En la misma se encontrará la adolescente que captará la atención de Manuel, muda interlocutora del manuscrito, musa perdida que además del amor simboliza el amor en sentido absoluto.

También, no nos engañemos, podría apuntar a la reconciliación entre oponentes, pues muchas son las teclas que toca Mario de los Santos. La muerte de veintidós hombres en lo dantesco de 1936 encaja con la paz de los equipos enfrentados, once jugadores en cada bando, como si la matemática activara un resorte matemático, un encaje de un rompecabezas que el resto del país no ha terminado de resolver. La unión hace la fuerza sí, pero como decíamos antes la Campal es sólo una coartada que sirve para dar pistoletazo de salida a la suma de factores que configuran una existencia. El recuerdo activa y de ahí se funden pasado y presente en un solo cuerpo compuesto por la nieta que juega al fútbol mientras crece, los hijos que buscan en su edad adulta y el mismo narrador, duro observador desde una maltrecha atalaya donde las fichas se ven pequeñas sin volverse esperpénticas al estar todas las figuras en un mismo nivel.

En este sentido, el punto de vista y la conciencia decrépita, el modo de abordar la trama me ha recordado a una buena novela española de hace cierto tiempo, El golfo de los poetas del barcelonés Fernando Clemot, donde el protagonista, alcoholizado perdido, se debate en un marasmo donde siempre se alude a la mujer que representaba la verdadera tabla de salvación, desvanecida por las circunstancias, demoledoras e incontrolables, rémoras pegadas a nuestra nave, desestabilizadoras magistrales en la partida con dados marcados.



La experiencia en La gota contra la primavera, glorioso verso de Alfonsina Storni, se erige como el cúmulo que permite la comprensión de lo pretérito desde un escondite, la sombra que hace la farola, próximo y en las antípodas de los semejantes. Lo que se nos cuenta es apasionado por la fuerza de la memoria y alicaído por ausencia y lastre, como si los familiares contemplaran a Manuel desde la triste óptica del desecho. No se percibe afecto salvo en la nieta, y este hecho fomenta aun más la amargura, sólo cancelada del territorio escrito cuando salta la Campal y la génesis de la leve alegría, dulce pájaro de juventud, paréntesis previo al encontronazo de los palos auténticos.


La brevedad de la novela exige al autor aragonés canalizar muchos pensamientos en poco espacio, jugar al retazo con ciertos personajes que podrían cobrar más importancia y pese a ello cuadrar el círculo con solvencia, pues no creo que ningún argumento quede cojo en el conjunto, bien hilvanado y con un ritmo in crescendo que termina por dispararse y explotar en su recta final, consecuente con una intención y un efecto, lúcido si se analiza forma y estructura del edificio. 

Podcast de viajes en el Laberint de Wonderland


El miércoles pasado cerramos la cuarta temporada del Laberint hablando de viajes literarios. Empezamos con un viaje inesperado, hablando con Jenn Díaz en torno a Ana María Matute, proseguimos con Heródoto, pasamos por La vuelta al mundo en ochenta días, viajamos por España con ojos franceses del siglo XIX y terminamos con el Viaje a la Luna de los Mèlies. Puedes escuchar la sección a partir del minuto 29 del enlace clickando aquí

martes, 24 de junio de 2014

Miércoles 25, viajes en el Laberint de Wonderland




Para cerrar esta cuarta temporada del Laberint nos moveremos un poco e iremos de viaje. Por ello hemos optado por cuatro catas que van de lo antiguo a lo moderno.

1.- Heródoto y sus descripciones de lugares de hace más de dos milenios.

2.- Julio Verne/Jean Cocteau o como pasar de ochenta días de ficción a ochenta días de realidad

3.- La fascinación francesa por España en el siglo XIX y Prosper de Merimée

4.- El viaje a la Luna de los hermanos Meliés






Cada miércoles a partir de las 14h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

Anna de Noailles en Mujeres Malditas de Rne5



Esta pasada madrugada hablé en Mujeres Malditas de Anna de Noailles, princesa y poetisa que destacó durante los tiempos de la Belle èpoque, y no sólo por sus versos, pues además de los mismos brilló por iniciativas culturales, carisma y su salón, donde acudía lo más granado de la sociedad parisina del primer Novecientos. Una vez terminó la Primera Guerra Mundial, casi de repente, pareció ser de otra época. Puedes escuchar la charla sobre su persona aquí

domingo, 22 de junio de 2014

Jueves 26, 20 horas: Loopoesía en el Monty Ambigu de A Coruña



El año pasado Loopoesía vivió uno de los mejores momentos de su lustro de existencia en el Festival Coruña Mayúscula, donde fuimos recibidos a lo grande y tratados de maravilla. Es por eso que este 2014 nos hacía ilusión volver a la ciudad gallega, y así lo haremos el jueves 26, día de nuestra actuación, a partir de las 20 horas, en el Monty Ambigú, situado en la plaza del Papagayo. La entrada es gratuita y prometemos responder al calor que siempre hemos sentido en A Coruña.

viernes, 20 de junio de 2014

Diálogo con Juan Gómez Bárcena

GÓMEZ BÁRCENA: “NO ME GUSTA EL EFECTO GALDÓS”

Juan Gómez Bárcena | Foto cedida por el autor
Juan Gómez Bárcena | Foto cedida por el autor
Es viernes y estoy en Madrid. Como con Pablo Mazo y Juan Gómez Bárcena, ambos cántabros, ambos asociados porque Pablo ha editado en Salto de Página la novela El cielo de Lima, texto con el que Juan se postula como uno de los narradores jóvenes más sólidos de nuestro país, y la afirmación no es gratuita ni propaganda de mercadillo, entre otras cosas porque en sus páginas se respira rigor, capacidad infinita de dar vueltas de tuerca y una precisión que en absoluto riñe con la capacidad de tener una voz propia e imaginativa.
Después de la comida tomamos un café en un bar cercano. Estamos animados y podríamos seguir hablando de nuestras cosas, pero además de para reír y comer nos hemos reunido para que leáis este diálogo. Nos ponemos serios, estallamos nuevamente en una sonora carcajada y enciendo la grabadora.
¿Cuál es el punto de partida de la novela?La primera vez que supe de la anécdota fue en el colegio. Me mandaron hacer un trabajo sobre Juan Ramón Jiménez y me sorprendió el engaño tragicómico al que fue sometido por los dos limeños que inventaron el personaje de Georgina Hübner. Más tarde todo fue concretándose. En 2010 estaba en México terminando Los que duermen y volví a pensar en la anécdota.
Salto de Página
Salto de Página
¿Y cómo se concretó?En alguna entrevista respondí que parte de mi trabajo se basa en la frontera difusa entre la realidad y la ficción. Fue entonces cuando me di cuenta que con la anécdota de Juan Ramón tenía una novela perfecta para trabajar el tema, mucho más que otra novela que había escrito centrada en temas de la realidad virtual hoy. Me di cuenta que era más interesante la efeméride, pese a su antigüedad, para explicar el juego de máscaras que se da en Internet…
Si comparas lo de Juan Ramón en 1904 con la realidad virtual hay un factor diferencial que es la espera.En este punto la idealización puede aumentar porque tardas un mes en recibir respuesta, y no es de la última carta que has enviado.
Le llegan mazos de cartas mensuales.Y eso hace que aumente la ensoñación que idealiza.
Y además 1904 nos hace pensar en la chica que espera las cartas de su enamorado en el puerto, algo que podría haber imaginado el mismo Juan Ramón.Es una imagen muy prototípica. La mujer con un vestido largo esperando en el malecón, como si fuera la única posibilidad de saber si llega el barco de las cartas, algo que no puede darse en Internet, donde las construcciones son inmediatas.
¿La lentitud de la época te ha ayudado a temperar tu novela a nivel de tiempo narrativo?Creo que sí, porque de transcurrir en un tiempo más rápido no podría haberle dado a la novela el ritmo que tiene, donde ocurren acontecimientos, pero tiene un ritmo narrativo acorde a 1904, donde todo parece un poquito más lento, desde una fotografía hasta un luto. Ese tiempo, ese sosiego, ayuda a la configuración del amor en la novela.
La anécdota inicial decía poco de los personajes, te dio juego para desarrollar la novela.La anécdota es muy mínima y de hecho pensé en un relato, pero me di cuenta que el primer capítulo me daba un ritmo lento, con exigencia de más páginas. Necesitaba configurar los personajes. De José Gálvez se sabe algo, pero de Carlos Rodríguez lo ignoramos todo. Los libros que cuentan la anécdota lo hacen con pinceladas, con poca claridad.
Así como el tiempo te permitió tratar todo con parsimonia, el no conocer a los protagonistas te permitió construirlos bien.Si se conservara la correspondencia no hubiera tenido sentido escribir la novela porque gracias a la poca información he podido desarrollar el juego creativo, lo más grato del proceso. El personaje de Carlos Rodríguez está levantado desde cero.
José para la gente del momento tiene un valor mucho más fuerte que Carlos: su familia tiene prestigio y en cambio su amigo es un nuevo rico.Me interesaba jugar con la diferencia social entre los personajes. Era imposible que entonces se entendieran un rico y un pobre, por lo que mezclar un viejo rico con prestigio con un nuevo rico era perfecto. Carlos, en una sociedad tan masculina como la peruana de principios de siglo, tiene una sensibilidad más actual por su forma de percibir la realidad.
Sí y no, por una parte a nivel de ritmo es muy de su tiempo.Sí, y su nivel de idealización es muy propio del Modernismo, pero por ejemplo su relación con las mujeres sufre porque no comparte esa trata de vírgenes y toda la prostitución que tanto gusta a los ricos.
Además es un observador finísimo, no pierde detalle. Quizá por eso acude a ese otro personaje sensible que es el escribiente.Al estar tan sometido a José es un personaje que sólo puede observar, y quizá a medida que avanza la novela va adquiriendo un cierto carácter activo.
A partir de Georgina Hübner encuentra la senda para encontrarse a sí mismo.Efectivamente, y hacia la ruptura con ese idealismo que quizá le dañaba, aunque luego dañe a otros. En ese sentido la parte de novela de Carlos es una novela de formación.
En cambio José está más dibujado a retales.Pensé en hacer un personaje más complejo, con más matices, pero quizá enturbiaba el conjunto de la novela, quería que todo estuviera visto con Carlos, por eso José tiene un pensamiento y un cuerpo más homogéneo.
Al principio de la novela el lector puede pensar que ambos serán coprotagonistas, algo que se rompe cuando llega la vuelta de tuerca. Al ser una novela larga has dado muchas para ajustar bien las piezas.Sí, porque así mantenía la tensión, y no fue nada muy pensando, más bien es la reproducción de mi propio pensamiento como autor, porque descubrí que Carlos me interesaba más mientras iba escribiendo la novela, dotándolo de más riqueza. De este modo puede decirse, aunque desde otro tiempo, que el lector descubre la trascendencia de Carlos al unísono conmigo.
No estructuraste la novela.En realidad sí, pero planifico mucho y siempre fallan mis propios esquemas. Tengo mil libretas llenas de esquemas muy pormenorizados porque no me veo con capacidad de escribir sin un plan, pero luego las cosas cambian y te sorprendes. Cuando escribo una línea necesito saber a qué conjunto pertenece.
¿Tenías claro que estructurarías la novela con capítulos cortos?Sí, eso lo tenía clarísimo. Es algo que me interesa mucho, lo mismo que los diálogos, mezclados con la voz del narrador, de este modo intentaba dar frescura a algo que de otro modo quedaría muy antigua. Por otra parte creo que eso es lo que me pedía el cuerpo, la voz que me surgió escribiendo.
Cuando piensas en como es la novela puedes llegar a verla como muy moderna porque es una novela dentro de una novela.El juego metaficcional era uno de mis propósitos, y me lo dio la práctica de la escritura, el narrador habla de 1904 pero al mismo tiempo habla del presente, mira el antes y el después con cinismo, examina esa pasión de vivir a través de la literatura de los personajes, y ellos también lo son, así como Georgina.
Tu novela es moderna, pero la que ellos quieren escribir es más que clásica.Es absolutamente clásica y ellos creen que la musa perfecta de un poeta tiene que ser la realidad, una idea pasada de moda. Su concepción de la literatura es esencialista, pero su novela, la que yo escribo, pudiera en realidad dar la idea contrario, que todo depende de la interpretación, que todo es un discurso y hasta la propia vida de los personajes.
Ellos quieren hablar de amor, pero están muy faltos de afecto.José casi es un coleccionista, mientras que Carlos tiene impotencia física y psicológica de encontrarse con una mujer real, incapacidad que a lo largo de la novela juega con la duda de si es homosexual o todo parte de un idealismo literario de la mujer.
Los dos son hijos de papá, por eso José es un seductor fácil y Carlos directamente ha de encontrar la brújula.Carlos ignora su lugar en el mundo y no le gusta el que le van a adjudicar. No sabe cómo dejar de ser ese personaje pasivo que recibe órdenes todo el tiempo.
Y poco o nada saben de la realidad.Quería hablar de la vida social de la época tal como la veían ellos, no quería hacer una novela donde diera la sensación que los obreros merecen algo. Carlos tiene un interés por la vida obrera, pero es un interés de rico, es incapaz de ver a los obreros como personas. El narrador sí puede, pero eso es parte del doble juego.
Sandoval, que introduce a Carlos en el mundo de los obreros, le da textos comunistas y anarquistas, los lee y poco le queda.No tiene las herramientas ni el interés para entender a Marx y a los demás autores que se leían por aquel entonces con afán revolucionario.
Además tanto el obrerismo como el amor entran por el puerto, que es el buzón de entrada de la época de la novela.Sí, cuando empecé a documentarme sobre el tema y comprobé lo de la huelga del muelle vi que podía incidir directamente en la trama, en este caso porque la trama social impide que su novela avance porque la huelga impide que lleguen las cartas, como cuando no te llega un capítulo de una novela folletinesca. A partir de ese punto las tramas que parecían secundarias empiezan a confluir.
Y luego lo enlazas, para mostrar lo amateur que son ellos, con el famoso manual Schnider.El famoso manual de Johannes Schneider, que por cierto es un personaje que aparece en todos mis libros, cambia de época y de registro sin perder nunca su carácter alemán. En la primera versión de la novela tenía mucho peso ese manual, hasta algún capítulo empezaba con sus frases. Pero sí, ellos son muy novatos, y al mismo tiempo sienten que están escribiendo una novela, algo que les hermana con el pensamiento posmoderno de la realidad como discurso. Schneider es su Virgilio.
¡Pero queman el manual!Sí, lo queman, y por eso a veces notan que la novela empeora e intentan recordar consejos de Schneider.
Eso tiene gracia con relación a cómo se transgrede la linealidad de la novela. Lo haces sin espectacularidad, pero la rompes todo el rato.¿En qué sentido?
En el sentido que la novela que ellos escriben sufre constantes imprevistos que rompen la linealidad de la misma.Tiene que ver con la estética de la recepción, los acontecimientos la modifican, no podían sospechar que llegaría una huelga pero la aprovechan para generar tensión. Luego aparecen más parroquianos que se apuntan a la escritura y la novela se vuelve colectiva. En cierto sentido es como una parodia de las diferentes escuelas de interpretación de un texto literario.
La vida es así, hay una evolución, no pasan las cosas como en una novela canónica.En una novela canónica desde el inicio se prevé el final y en cambio aquí están sujetos a varias cosas. Primero a lo que conteste Juan Ramón, no pueden controlar los capítulos pares, y luego está el tema de los varios autores y las propias circunstancias que van viviendo, como la huelga.
¿Pensabas a Juan Ramón como un personaje invisible que siempre está presente?Un personaje inexistente que estuviera todo el rato, Georgina, y un personaje existente que no estuviera nunca, Juan Ramón. No quería caer en la típica parodia de Juan Ramón. Con el tema de las cartas empecé a leer el epistolario de Juan Ramón para captar el tono. De haber imitado su estilo no hubiera colado, su estilo es exagerado y demasiado desgarrado, por eso opté porque fuera un personaje pasivo, casi no interviene.
En cambio sí que se construye a Georgina.No existe pero es un poco todos. Es el concepto de musa de Carlos, un poquito el que tiene José y también la proyección del deseo de Juan Ramón, que en realidad no está tan ansioso de conocerla como de inventarla en la medida de lo que él espera encontrar de una mujer, ajustarla a sí mismo, a su amor narcisista.
Hay varias trampas en las cartas, pero la fundamental es la de la foto que no llega, la espera de la imagen.Y cómo lo justifican. O lo de la hermana. En cada entrega tienen que justificar las incoherencias anteriores.
Dentro de estos dimes y diretes algo fundamental de El cielo de Lima es el trabajazo de documentación que te has pegado. Lo más importante del mismo es que apenas se nota, es sutil.Me gusta mucho que lo digas, porque lo más difícil es que ese trabajo de documentación se acople de manera natural. Es un poco como lo de la teoría del iceberg de Hemingway: saber cómo sería la vida en la época para luego contar la trama tal y como ocurría en ese mundo sin explicar los ocho novenos de información que hay detrás. No tener que explicar cada detalle, quiero que el lector lo imagine y ponerle las bases para que lo imagine en la misma dirección en que yo lo he imaginado.
Verosimilitud.Básico.
Pablo Mazo: Y eso es algo que diferencia El cielo de Lima de una novela histórica, donde se recrean en la erudición para explicarte cómo se cocinaba en la época, cosas así.
Claro.Si fuera una novela actual no explicarías cómo es un estofado. Quería que la información adicional estuviera justificada. El tema de la prostitución me interesaba mucho y lo metí en la trama, pero porque tenía un sentido. No me gusta el efecto Galdós, donde de repente el personaje llega a todos los sitios y batallas de casualidad.
Aquí todo transcurre con normalidad, sólo se fractura con las putas desnudas en la playa, pero es un episodio cotidiano, no se determina por la trama.Sí, y luego se explica el porqué, es una historia mínima.
Pablo ha hablado de novela histórica, pero esto es una ficción como una casa.Tiene Historia, pero no es la base, la trama es más importante, no explico los datos históricos para que el lector se enganche a la trama.
Y en un futuro no te vas a repetir, no puedes volver a la senda del Cielo de Lima.Siempre me ha interesado la Historia y la Filosofía, seguramente siempre escribiré sobre el tiempo y sobre choques de cosmovisiones. Seguramente el tema de mi próxima novela transcurrirá por ahí, pero vaya, no me han interesado nunca mucho las anécdotas, en ese sentido no me repetiré.
La anécdota suele ser graciosa, lo difícil es llenarla.
Claro, al final la novela no es más que un pretexto para hablar de cosas que no tienen nada que ver con la época ni la percepción del momento. Efectivamente no es el centro de lo que yo he escrito.

jueves, 19 de junio de 2014

Diálogo con Santiago Roncagliolo, en Continuidad de los libros

Santiago Roncagliolo
Por Jordi Corominas i Julián
A Santiago Roncagliolo no le gustaba jugar al fútbol. Odiaba la educación física por que “la educación física odia a los intelectuales”. Gracias al fútbol, dice, la ciudad se convierte en una especie de animal al acecho, que está tenso y de repente salta cuando llega un gol, ruge y se abalanza sobre ti. La Copa del Mundo de 1978 es el escenario ideal para que Félix Chacaltana, personaje de su reciente novela Pena Máxima, vuelva a las andadas.
Santiago Roncagliolo
¿Cómo ha resultado retomar el personaje de Félix Chacaltana?Como volver a ver a un viejo amigo al que ya no quería ver. Me encantó el éxito de Abril rojo, pero luego eso genera una presión, sobre todo porque casi te exigen repetir novela, pero de eso quería seguir huyendo, no me apetecía en absoluto.
Pero Abril rojo ya es un recuerdo lejano, ¿por qué retomarlo?Él me obligó. Quería evitarlo. Tenía la historia de Joaquín Calvo, ese hombre que nace en una guerra y muere en otra, en el fondo la misma guerra que sigue pasados los años y los kilómetros. Sin embargo la historia no me salía y Chacaltana se me apareció, me propuso retornar para sacarme las castañas del fuego y pese a que le dije que no quería ser su rehén llegamos a un acuerdo, pese a eso y su maldad de guiarme, porque en 1978, así lo afirmó, él estaba ahí.
Tú tenías tres años.Y ni siquiera estaba allí, en ese momento estaba en México. Cuando entró Chacaltana todo se volvió muy fácil. Uno de los problemas era que yo no soy ni argentino ni español, pero con él se contaba desde Perú. La colaboración entre las dictaduras peruana y argentina es algo que mi familia, militante de izquierda, siempre recordó. Por otra parte la gesta trágica de Perú en Argentina 78 me daba otra vertiente para la novela, una posibilidad más en la trama.
Chacaltana te dio la voz; y el fútbol, la estructura.Sólo podía hacerlo si entraba Perú. Ese mundial encarna el espíritu peruano en… Iba a decir en todos los mundiales, pero claro, tampoco hemos jugado tantos.
¿Estáis clasificados para el de este año?¡No! El último fue el del naranjito, España 1982. En los setenta fue el gran momento del fútbol peruano, y acabó con el seis a cero contra Argentina. Empezamos siendo favoritos y terminó con esa goleada y los rumores sobre si la dictadura compró al equipo peruano.
El fútbol es algo que te sirve para estructurar la trama y la sobrevuela.Sí, y luego le da mucho pulso. Los mejores narradores son los deportivos de la radio, son genios al contar con vibración, emocionándote, algo que no estás viendo. Además me iba maravillosamente el hecho que un partido de fútbol es fantástico para matar a alguien.
Los partidos de fútbol y el día de Navidad son los mejores días para matar a alguien.Bah, el día de Navidad no, que me pongo triste. (Risas)
No he estado en Lima, pero se puede entender el callejeo del principio de la novela, el silencio y la persecución, ese punto tenso que generan.Y la idea de que por el fútbol la ciudad se convierte en una especie de animal al acecho, que está tenso y de repente salta cuando llega un gol, ruge y se abalanza sobre ti. El escenario de la Copa del Mundo me resultaba espectacular y la progresión de Perú en el 78 marca el progreso emocional de Chacaltana, de la ilusión a la derrota.
Pese a que le da absolutamente igual el fútbol, no tiene ni idea.Le da igual, pero tiene mucho que ver con Perú. Al fin y al cabo el gran tema de la novela es la pérdida de la inocencia, del país y de Chacaltana en lo político y lo vital, fíjate que también quiere perder la virginidad, lo cual es simbólico.
Sin duda, de hecho Chacaltana me recordó al protagonista de Óscar y las mujeres, porque ambos son personajes ingenuos que ven su mundo, no el exterior: tienen la visión tan interiorizada que son incapaces de escapar de la misma.Me gustan los personajes perdedores. Nos despiertan simpatía y ternura. En este caso la ternura, al enfrentarse al horror, le da un contraste que genera matices a la novela. Creo que estoy obsesionado con personajes que tienen una construcción del mundo muy rígida que se derrumba: el mundo se les viene abajo y se aferran a su idea.
Quizá por eso la comparación con Óscar, que tiene un mundo muy marcado y, de repente, se le desbarata.Yo soy un inmigrante siempre. Me fui a México cuando era niño, luego volví a Perú, luego fui a Madrid, me mudé a Barcelona y siempre pasa lo mismo, que se cae una concepción del mundo, tienes que volver a armar las partes y empezar de nuevo. Son momentos de giro, como la adolescencia o como cuando tienes hijos. Chacaltana también está así.
Además es un adolescente anacrónico, tiene valores que no son los de su tiempo.Relativamente. Acaba de terminar la universidad, está en un momento de tiempo. Sí son los valores de su tiempo porque la revolución sexual llegó tarde a Perú.
Pero su novia Cecilia sí se ve liberada.Lo tiene, pero no todo el mundo. La revolución sexual llegó a los pijos, pero el 99% era beato y puro.
Hasta en el lenguaje se nota un cierto anacronismo, habla como un acta funcionarial, como un robot.Se siente seguro. Así como su madre es una beata, él ha encontrado un sistema de creencias, o por lo menos de papeles, donde sentirse seguro y lejos de las amenazas del mundo. Tiene una historia oscura del pasado con su padre y por eso se siente tan apegado a su madre. Así se protege, se parece un poco a la madre de Borges, una presencia sempiterna.
Lo que desencadena el desorden, la acción son los defectos de forma de los papeles y de la misma existencia.Chacaltana es un tipo de detective que hace lo posible por no investigar nada. Lo único que quiere es poner sellos en sus expedientes y guardar los papeles, pero justo los crímenes de Estado tienen una particularidad: cuando tú ves y preguntas no hay nada, ni testigos ni cómplices porque el poder hace que todos se plieguen, pero siempre queda un rastro de papel, desde certificados de defunción sin cadáveres hasta funcionarios que no sellan papeles.
Por eso te digo, que él, al fin y al cabo, intuye. Es un analista del papel, porque tiene mente de archivo y, si ve que falta algo, encaja las piezas.Claro, ahí es donde aprende a ver lo que tiene que ver.
Los demás no tienen esa mentalidad y por eso se sorprenden de su eficacia investigando.Los demás no tienen una épica, son más corruptos y se han acostumbrado a que el mundo es ilógico, no ético, y tratan de sobrevivir. Chacaltana es un pequeño héroe. No sólo quiere sobrevivir, quiere hacerlo con orden.
Pensar que todo es ordenado es absurdo, pero él no lo sabe.Pasa algo más grave, que es que él trabaja para el Estado, pero quien comete los crímenes es el Estado, por eso hay algo que no funciona en su estructura mental.
Créditos: eluniversal.com
Él no quiere aceptar que el Estado tiene cloacas.No quiere, pero se ve obligado a verlas. Crece durante la novela por las situaciones y con veintidós años le llega la hora de ser hombre.
Hay un momento donde se va de casa y no sabe qué hacer.No sabe adónde ir. Es como un niño pequeño y tiene un crecimiento complicado a partir del apego para con la madre. También tiene miedo de crecer, que es lo que pasa cuando termina la adolescencia, entiende que el mundo no es como nos dijeron. Lo intuye y su jefe quiere abrirle los ojos.
Es un hombre desengañado.Pero está el fútbol. Hay mucha gente como el jefe. No está contento con nada. Su vida, su matrimonio y su trabajo son horribles, pero el domingo hay fútbol, y eso le salva. Por eso los seguidores de equipos perdedores son hinchas, sabemos que nos vamos a desengañar, pero eso nos da la ilusión del domingo.
Como el Atleti, que es un perdedor que gana, por eso motivó a tanta gente.Me encantan los perdedores. Fíjate que los del Barça querían que ganaran los del Atleti por muchos motivos.
Y el perdedor siempre tiene más matices.Nos inspira más ternura porque todos tenemos uno dentro, todos sabemos lo que es perder. Un ganador es alguien que ha sabido esconder sus fracasos, es raro que alguien gane en todo, incluso un triunfador tiene un perdedor dentro que no puede confesar. La sociedad nos exige contar lo bien que nos va.
Chacaltana no dice que le va bien.Cree que sí, se ve como un nuevo fichaje, pero sólo es un pinche que está en el sotano. Cree que el Estado es digno y descubre sus lados oscuros.
El orden le obsesiona, hasta con Joaquín, el español, juega al ajedrez.Yo no jugaba a futbol en el cole, odiaba educación física. La educación física odia a los intelectuales y nosotros odiamos a la educación física. Descubrí que los que estaban en un equipo escolar deportivo estaban exonerados, por lo que me metí en la selección de ajedrez y me libré para siempre. Los campeonatos de ajedrez eran una gran congregación de freakies.
El ajedrez implica seguir un orden y, en cambio, Joaquín es quien activa el gran desorden del tablero.Y no sabe a qué tablero está jugando. Lleva la guerra clavada en la espalda. Nace en la Guerra Civil, se mueve cuarenta años y diez mil kilómetros y muere sin saber que está en la misma guerra, que la misma guerra continúa, porque de alguna manera las dictaduras latinoamericanas de los setenta son herederas de los fascismos europeos de los treinta. Chile tuvo mucha influencia alemana y Argentina tuvo un fuerte ascendente italiano. Perón había estado en Italia y no era fascista, pero mucha gente de su entorno sí.
Es nacional- populismo.Y anticomunista que en los setenta toma el cono sur latinoamericano con los mismos discursos, símbolos, estética e ideología que sus predecesores europeos. De hecho la legión que bombardeó Gernika se llama Cóndor y la operación de secuestro internacional también. No es extraño que sea el buitre más grande del mundo, el símbolo. Joaquín es un peón que no entiende donde juega, mientras su padre es muy consciente del tablero.
Tampoco hay tantos personajes de la novela que entiendan bien en qué tablero juegan, quizá el Almirante sí…Era muy difícil verlo en ese momento. Videla organiza su mundial para taparlo, y en ese momento todavía se creía que podía no haber torturas, que esto podía ser una campaña de los montoneros y los opositores de Videla. Al inaugurar el mundial Videla habla de derechos humanos y paz entre los pueblos a dos kilómetros de la ESMA, donde estaban torturando a la gente. Le preocupa que los que se han escapado a otros países hagan campaña contra el gobierno. Es entonces cuando pide permiso a Perú para entrar y llevárselos. Perú le responde que ya que está ahí para llevarse a los suyos también estaría bien que se llevará a peruanos, así todo el mundo tendría la fiesta en paz en ese sentido.  Y en efecto secuestran a un grupo de peruanos para las elecciones, que coinciden cronológicamente con el mundial.
Hay esta doble conexión. Por cierto, me parecen fundamentales el televisor y la radio, la comunión de la tecnología.Los argentinos pagaron un dineral para ver la tele en color, pero todas estaban en blanco y negro. Ahora vemos los partidos de ese mundial en color, pero todos lo vieron en blanco y negro.
La metáfora de querer vender algo en color y que todo fuera en blanco y negro.Esa metáfora es increíble. Hablé con gente que había estado presa y la policía veía los partidos en la carceleta, siempre en blanco y negro.
¿Te has documentado mucho para atar todos los cabos?Sí. Todo es real, como mucho he cambiado de sitio cosas para situarlas en escenarios que fueran lo más cercano posibles a los hechos de 1978. Sí hubo argentinos persiguiendo a argentinos por las calles de Lima, sí hubo peruanos llevados a Jujuy para quitarlos de en medio, sí hubo torturas a argentinos en instalaciones militares peruanas. También me importaban mucho los escenarios del centro de Lima, sus detalles. En la primera versión Chacaltana trabajaba como fiscal en el Ministerio Público. Tenía casi todo escrito y un viejo abogado me dijo que en 1978 no existía el Ministerio Público, los fiscales estaban en el palacio de Justicia, y en realidad fue bueno, porque es un escenario mucho más imponente.
Por una cuestión de mentalidad europea equiparaba el sótano de ese Palacio con el de Roma, por la inmensidad del espacio, como algo grande y sórdido.En los sótanos de esos sitios están los archivos y las carceletas, la gente y los papeles que quieren ocultar.
Sitios inmundos, que en realidad ya explican que es lo que el Estado quiere del personaje, como una rata de archivo, ¿lo quiere él o el Estado?Depende lo que consideres al Estado. Una vez el escritor sueco Jens Lapidus me contó que mis entrevistas serían imposibles en su país, porque en el fondo el malo es el Estado, para nosotros es esencialmente bueno aunque a veces algunos de sus miembros hagan cosas malas.
¿No crees que en España hacen faltan autores que se ciñan a esa concepción, que vean al Estado como algo cavernoso y subterráneo?Los españoles se han puesto a dudar del Estado sólo en estos últimos años. Los Estados europeos son lo mejor que puedes tener en el Planeta, porque pese al retroceso, aún hay protección social e institucional, libertad para protestar…
Pero el Estado aquí también ha asesinado.Perú, Argentina y Chile afrontan su pasado con mucha más tranquilidad que España.
Le cuesta mucho a la novela española tratar su Historia.La Guerra Civil se ha tragado demasiado, como si desde entonces no hubiesen surgido problemas. Es lógico concentrarse en grandes hitos de derramamiento de sangre, momentos críticos. Hasta hace pocos años un español podía creer que desde entonces todo ha ido a mejor. Ahora piensa que todo se ha hundido, pero…
Se ha hundido, te lo aseguro.Pero el sistema no es tan malo, en realidad todo consiste en moverse, hacer algo para no echar a perder lo que se tiene.
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miércoles, 18 de junio de 2014

Podcast de amistades multidisciplinares en el Laberint



Hoy en el Laberint hemos hablado de amistades multidisciplinares. Por nuestra sección han pasado cuatro duplas excepcionales: Delacroix-Chopin, Manet-Mallarmé, Freud-Mahler y Picasso-Apollinaire. Puedes escuchar la charla a partir del minuto 38 del enlace clickando aquí

martes, 17 de junio de 2014

Miércoles 18, amistades multidisciplinares en el Laberint de Wonderland




En este penúltimo Laberint de la temporada abordaremos un tema siempre fascinante y que es fundamental a la hora de entender la amplitud de miras de determinados creadores: la amistad multidisciplinar. Por ellos hemos recogido cuatro dúos que, de uno u otro modo, tuvieron historias compartidas:

1.- Chopin y Delacroix

2.- Manet y Mallarmé

3.- Freud y Mahler

4.- Picasso y Apollinaire








Cada miércoles a partir de las 14h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

lunes, 16 de junio de 2014

Sábado 21, 13 horas: el loko, el precario y el loopoeta en Pequod llibres



Pues sí, aquí los tienen. el loko, el precario y el loopoeta. Sergi de Diego, Javier López Menacho y servidor. Un buen día de hace unos meses se nos ocurrió que para celebrar la entrada del verano lo mejor es montar una lectura poeta con música y vermouth que ofreceremos al respetable. ¿Donde? En Pequod Llibres, sí, en Gracia, en el 59 de la calle Milà i Fontanals.


¿Qué hacer?


Simplemente pasarlo bien el sábado 21 a las 13 horas, no hay más.

sábado, 14 de junio de 2014

Transatlántico, de Colum McCann




Transatlántico, de Colum McCann, por Jordi Corominas i Julián
Colum McCann, Transatlántico, Seix Barral, Barcelona, 2014
Traducción de Marta Alcaraz

Veo en la cubierta de Transatlántico, última novela del irlandés Colum McCann, a una serie de personas montadas en unos mágicos columpios. Visten como hace un siglo y me mente empieza a fantasear. Abro el libro esperando una historia de antaño, con piezas de lentitud y relaciones pausadas, sin la velocidad que nos devora en la actualidad. Al empezar la lectura me transporto con el viaje de dos aviadores que cruzan por vez primera el Océano, de Terranova a Irlanda, y me fascina esa tensa calma de la duda, de ignorar si el viaje llegará a buen puerto entre defectos tecnológicos, avatares del destino y la naturaleza, musa a la que el hombre se empeña en desafiar, quizá por encima de sus posibilidades. Estas divisas ya determinan el tono del volumen, donde el azar se llama vida y las circunstancias abarcan generaciones, de ahí que la clave del embrollo sea una carta en un bolsillo, perdida para su destinatario y recuperada una centuria más tarde, como si las palabras esperaran su oportunidad para reaparecer en el momento justo, que en este caso es narrativo, como si así el autor corroborara su maestría en la arquitectura de su creación.

Porque si por algo destaca Transatlántico es por el magnífico encaje de sus piezas. La trama es un recorrido histórico y sentimental donde no sólo son protagonistas los hombres, peones de un escenario que se erige en actriz estelar de la tragedia: Irlanda, prima donna devorada por los personajes desde distintos ángulos que abarcan el tobogán de un país glorioso y maldito. En este sentido el viaje inaugural es un aperitivo que sirve para introducir la cuestión del vaivén entre la isla y América, que no termina de concretarse, porque la disposición cronológica de los episodios permite mantener el suspense, hasta que el relato avanza y descubrimos que los saltos temporales y espaciales no obedecen a ningún capricho: tienen una lógica que está en el armazón de Transatlántico desde su capítulo fundacional.



De este modo McCann salta de nuestros queridos aviadores de 1919 a un negro liberado de 1845 que triunfa con su libro y alucina con el contraste entre dos mundos mientras la crisis de la patata acecha en el horizonte y una criada cruza a pie la isla para emprender el sueño americano. Esta chica, antigua sirviente de la casa que acogió al otrora esclavo, es el hilo que unirá el rompecabezas mediante la familia, donde predominarán mujeres como símbolo de lucha, crecimiento y frustración de libertad.

La explicación del clan tiene otro extra añadido que es importante recalcar. Transatlántico se concibe desde un armazón que privilegia la Historia como factor que condiciona nuestra existencia. Quienes más la sufren siempre han sido los desheredados de la tierra, la vasta mayoría que compone la normalidad, presente aquí en el centro del escenario para moldear una épica que prescinde de héroes canónicos y se inmiscuye en hogares donde el día a día transcurre dentro de una rutina que sólo se rompe con dos vectores arquetípicos: amor y muerte, sendas que convergen en el replanteamiento existencial que conllevan, vueltas de tuerca, virajes para surcar otras profundidades inesperadas antes de la colisión.


Este caudal, contar una evolución del mínimo y el máximo, del grupo y la Nación, no es obviamente nada nuevo. Si nos pusiéramos quisquillosos, nada pasaría si así fuera, podríamos esgrimir que McCann oculta con los pilares de su edificio un interior que bebe de la tradición decimonónica, enmascarada por los giros y su desorden ordenado, reivindicada desde la perspectiva de un mundo donde siempre será posible, ya lo apuntaba Muñoz Molina en un artículo de un suplemento cultural, hallar nuevas historias para goce de la pluma y satisfacción de los lectores. Este pensamiento se metaforiza con la carta ya mencionada, ejemplo de cómo siempre el horizonte puede depararnos argumentos que atienden nuestra llegada para salir del sobre y abrir una puerta que potencie la curiosidad desde un sosiego que es un acicate para la investigación, el conocimiento y la luz que es escarbar sin prisa, a sabiendas que nuestros pasos pueden transportarnos al punto justo, que en literatura muchas veces se desdeña, empeñados como están ciertos narradores en excusar su falta de imaginación con artefactos que dicen ser estilo, sin más. 

viernes, 13 de junio de 2014

Diálogo con Jenn Díaz en Número Cero




El pasado mes de abril tuve el placer de charlar con Jenn Díaz en torno a sus dos últimas novelas: Mujer sin hijo y Es un decir, editadas respectivamente por JotDown y Lumen. Puedes leer la entrevista en dos clicks


Primera parte


Segunda parte 

jueves, 12 de junio de 2014

Trabajos raros en Todos Somos Sospechosos



La pasada madrugada Laura González y servidor hablamos de trabajos raros, propios de un tiempo de precariedad. Todo empezó por un paseador de perros y ha alcanzado dimensiones increíbles que puedes escuchar si clickas aquí

miércoles, 11 de junio de 2014

Podcast de Escritores bibliotecarios en el Laberint



Hoy en el Laberint hemos hablado de escritores bibliotecarios. Hay muchos, y por eso hemos centrado el tiro en Giacomo Casanova, Lewis Carroll, Marcel Proust y Eugeni d'Ors. Puedes escuchar la charla a partir del minuto 38 del enlace clickando aquí

martes, 10 de junio de 2014

Miércoles 11, Escritores bibliotecarios en el Laberint de Wonderland


A lo largo de la Historia muchos escritores han compaginado su labor creativa con la de bibliotecario. Como abundan los ejemplos hemos optado por una cata acorde a nuestro gusto y han salido estos cuatro nombres:

1.- Giacomo Casanova y sus años finales en Dux

2.- Lewis Carroll o el hombre multitask de Oxford

3.- Marcel Proust o el bibliotecario que no fue

4.-  Eugeni d'Ors y la red de bibliotecas populares de la Mancomunitat


Cada miércoles a partir de las 14h

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domingo, 8 de junio de 2014

Nos vemos allá arriba, de Pierre Lemaitre



Nos vemos allá arriba, de Pierre Lemaitre, por Jordi Corominas i Julián

Pierre Lemaitre, Nos vemos allá arriba, Salamandra, Barcelona, 2014
Traducción de José Antonio Soriano Marco

No parece casual que dos de los grandes premios del panorama actual, si bien con distinto prestigio, hayan premiado recientemente a autores provenientes del género negro. En el caso español creo que se intentó dar un aire distinto al Planeta a través de la figura de Lorenzo Silva, fuerte por número de lectores y presencia tanto en redes como en medios de comunicación.

Si cruzamos la frontera y vamos a Francia veremos que el Goncourt de 2013 sigue unas coordenadas parecidas porque Pierre Lemaitre proviene del Polar, que es como se llama en el Hexágono a la novela policíaca, y ha usado alguno de sus recursos en Nos vemos allá arriba, obra que aborda la posguerra del primer conflicto mundial con mucha inteligencia y una trama más que perfecta para el séptimo arte entre enredos, personajes perfectamente cincelados y mil vueltas de tuerca aderezadas con muchas dosis de suspense.

Tras el último párrafo creo que cualquier lector podrá entender que he disfrutado mucho con el libro de este autor desconocido en nuestro país, tanto que hasta en algún momento, como ocurre en las buenas producciones de ficción, he sufrido por el destino de sus criaturas, víctimas desheradadas, desmovilizados del frente con graves problemas para reingresar a la vida cotidiana. Padecí con las historias de Albert y Édouard, quise todo el mal del mundo al pérfido Pradelle y deseé que todo terminara bien, casi como si fuera un niño pequeño sin capa de crítico, sólo un lector dichoso por disfrutar de intrigas y emociones.



Esto me lleva a pensar en la alteración del paradigma que supone para el Goncourt Nos vemos allá arriba. No cabe duda que la coincidencia del centenario de la Gran Guerra habrá sido una razón añadida para conceder el laurel a Lemaitre, pero si sólo nos ciñéramos a este argumento iríamos bastante perdidos, pues no creo que exista un solo motivo. Es probable que el insigne jurado viera en la historia de los dos excombatientes y su cínico capitán una gallina de los huevos de oro que permitiera prescindir de lo intelectual, me viene a la mente el descabellado año de Las benévolas, desde la literatura popular con denuncia nada encubierta, ideal para nuestra época de crisis, genial por cómo se plantea en la novela, donde ese par de antihéroes ninguneados urdirán un plan pluscuamperfecto para vengarse de tanto desdén para los que lucharon por lograr la victoria contra el enemigo alemán en las trincheras, lo que encaja con el presente a partir de las grandes estafas perpetradas por los poderosos.

Estos factores dan un aliño muy interesante que, sin embargo, no se sostendría sin calidad. Y aquí hay que rendirse ante Lemaitre porque ha sabido usar con inteligencia una serie de circunstancias históricas para crear algo propio y verosímil, un rompecabezas parisino donde todas las piezas encajan sin atisbo de error, impecable en la elección de una serie de espacios que evolucionan al son de los protagonistas, desde el episodio inicial en esos absurdos últimos días de contienda hasta la miseria periférica de la espera del desgarbado Albert y su compinche Édouard, desfigurado sin rostro pero con muchas ideas para cumplir su estratagema al límite.

Si nos limitáramos a estos elogios olvidaríamos otras tretas que son las que conducen a una cierta magia. El maniqueísmo entre ricos y pobres se nutre de otros ingredientes que generan una totalidad apasionante. Pradelle es diabólico porque no tiene ningún tipo de caridad. Su pasado bélico está coronado por medallas, pura fachada como todo su ser, más interesado en recuperar el prestigio de sus apellidos y burlar a una autoridad que considera vetusta porque considera que la nueva era será de los audaces que abrazarán a la fortuna con métodos nada ortodoxos que, en realidad, siempre han existido. Su labor se contrapone a la de la pareja del suburbio, sus rivales en un juego del gato y el ratón repleta de embustes con opuestas intenciones y un peligro bien distinto. Pradelle se siente seguro desde el cobijo de su círculo de relaciones, mientras Albert y Édouard, sobre todo el primero, temen quemarse como es normal en los que nada tienen y siempre reciben el duro peso de la ley, siempre favorable a los de arriba.




Podría calificar sin riesgo Nos vemos allá arriba como una gran novela de aventuras y un doble fondo que recorre la Historia desde una perspectiva inusual, muy fílmica y con gran tino a la hora de enhebrar su tejido, con capítulos que combinan bien acción y diálogo, trances cómicos, mucha intriga y roles medidos al milímetro hasta en la repartición de sus atribuciones, por eso quizás no podemos terminar esta aproximación sin mencionar al funcionario Merlín, compendio de muchas otras zonas grises de la literatura francesa, ejemplo idóneo para exhibir cómo Lemaitre triunfa con su obra al saber mezclar valores antiguos tanto en contexto como en forma y adaptarlos a nuestra modernidad desde lo trepidante que impide soltar un libro diseñado para ser devorado en una sentada, cúmulo de felices coincidencias muy difíciles de encontrar con o sin crisis, con aniversarios conmemorativos o sin ellos. 

jueves, 5 de junio de 2014

Podcast de escritores con una sola novela en el Laberint de Wonderland



Ayer en el Laberint hablamos de escritores con una sola novela. Empezamos la cata con el paradigma que es Salinger y su El guardián entre el centeno, seguimos con Oscar Wilde y el retrato de Dorian Gray, continuamos con Kennedy Toole y La conjura de los necios y apuntalamos el tema con Emily Brönte y Cumbres borrascosas. Para terminar comentamos brevemente el premio Príncipe de Asturias para John Banville. Puedes escuchar la charla a partir del minuto 35 clickando aquí

martes, 3 de junio de 2014

Miércoles 4, Autores con una sola novela en el Laberint





A lo largo de la Historia se ha producido el fenómeno de autores con una sola novela. Rebuscando en el archivo hemos dado con cuatro casos muy emblemáticos de los que hablaremos este miércoles en el Laberint.

1.- Oscar Wilde y el retrato de Dorian Gray

2.- John Kennedy Toole y La conjura de los necios

3.- J.D. Salinger y El guardián entre el centeno

4.- Emily Bronte y Cumbres borrascosas




Cada miércoles a partir de las 14h

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domingo, 1 de junio de 2014

La ciutat cremada



La ciutat cremada, por Jordi Corominas i Julián

Es domingo, día en el que tiendo a ser británico, puntual como cualquier reloj atinado. Me despierto con el informativo de la cadena SER porque de este modo siento que todo empieza de cero desde la activación. La voz de la locutora ha abierto mis ojos con una frase que resume muy bien la actitud de BCN versus Barcelona, la marca contra la realidad: los servicios de limpieza han dejado el centro de la ciudad como si nada hubiera pasado.

Estaba demasiado aturdido como para sentir escalofríos, pero esas palabras han activado mi recuerdo a Karl Kraus y el gusto por la precisión en el lenguaje, y así ha sido porque en tan poco se mostraba la impostura de un tiempo y un lugar.

Las elecciones del pasado domingo han alterado el panorama político del país. Nos gusta, porque la épica de la actualidad lo exige, que algo rimbombante penetre en las mentes, se perfila como necesario por el gusto contemporáneo a comentar cualquier cosa para provocar el alzamiento de los pulgares. Esa triste realidad no oculta la auténtica, la basada en lo que acaece en la superficie.

La preocupación de la clase dirigente estribó en dos frentes. En Cataluña lo que se ha vendido como victoria soberanista exhibe dos lacras duras de digerir para los supuestos próceres apoyados por el pueblo: Convergència i Unió ha sacado un resultado paupérrimo y ERC ha ganado porque la CUP no se presentó. Esta última afirmación es más discutible, pero la primera debió poner de mala leche a nuestro alcalde Xavier Trías, pues a primera mañana del lunes 26 Can Vies empezó a ser fuente de incesantes noticias, inaugurando la serie el desalojo y la cruel acción de la excavadora contra algo que se juzgaba antisistema, un centro que con diecisiete años de existencia cohesionaba actividades para la juventud del barrio de Sants, un espacio importante que ha excedido su trascendencia por ser la gota que colma el vaso.

De repente llegó el cataclismo, y lo hizo en la semana de la leve condena a Millet, un contraste que es símbolo y metáfora. Hay gotas que colman vasos y en esta parte del mundo toda la cháchara independentista, legítima porque es digno discutir del tema ante el descontento generalizado, ha borrado de un plumazo para los medios al 15m catalán y la maldad gubernamental de recortes sanitarios y educativos.
Por eso no me extrañó ver que las calles ardían, como tampoco me pareció sorprendente que en la televisión pública catalana se debatiera el tema en medio de una fuerte crispación donde se hablaba de vándalos, sólo faltaban suevos y alanos, en contraposición con los mossos, fuerzas del orden que, según los tertulianos de turno, cumplían con su deber.

A estos señores encorbatados hay que dejarles claras dos cosas. Una se centra en que el incremento de la desigualdad social puede generar episodios como los vividos en estos últimos días de mayo. El segundo punto estriba en que es muy fácil decir que los que queman contenedores son estereotipos fascistas desde la justificación del monopolio de la violencia por parte del poder. Mediante este argumento se intenta crear una opinión deleznable porque exime de crimen la barbarie corrupta y cínica que la crisis ha sacado de las cloacas del palacio.

La indignación ciudadana en Barcelona también surge de un profundo descontento por el modelo de ciudad que los políticos, desde la última legislatura de Maragall hasta hoy en día, han montado de acuerdo a una serie de intereses privados que tienen su apoteosis en el turismo, del que volveremos a hablar dentro de unos párrafos. Por ahora cabe decir que el modus operandi en Can Vies fue lamentable por autoritario y desafortunado en la gestión de los tiempos, como si la gente fuera estúpida y derribar un edificio con valor colectivo el día después de un fracaso en las urnas fuera algo atinado.



Las calamidades posteriores invitan a un profundo debate. El modelo Barcelona, con sus campañas que encrespan los nervios, y el amor al parque temático son un problema con múltiples desaciertos y metáforas que van desde la pista de patinaje en Plaza Catalunya hasta la eliminación del Paseo de Gracia, convertido en un bazar para ricos orientales, súbditos de Estados dictatoriales y democracias maquilladas. Estos dos ejemplos son dos pilares más de una larga serie que incluye represión policial, postales de película, cruceros, ferias y congresos como si Porcioles fuera el alcalde, publicidad engañosa, creciente pobreza y un tejido urbano que sólo resiste mediante la solidaridad, pues de nada sirve embellecer si el interior se resquebraja.
Este sábado la manifestación que recorrió el centro de la ciudad fue pacífica hasta que lo previsible se produjo, no hay más. Ver a los mossos con máscaras antigas y protegiendo la Rambla, que ya no es paseable para el barcelonés, para el bien del turista fue la última bala mortífera de un revólver que terminó rodeando a un centenar de personas mientras se apartaba a los periodistas y el zumbido de un helicóptero complementaba su control con luces que enfocaban a los vecinos protestando. Alguna grieta habrá en esas cazuelas disconformes, ensordecedoras y certeras.



He titulado este texto La ciutat cremada porque a lo largo de estos días he pensado que, en cierto sentido, es sencillo paragonar los hechos con La Semana Trágica de 1909. Entonces el abuso de los autoridades, aliadas con los intereses de Güell y Comillas en Marruecos, provocó la leva de muchos quintos catalanes que se vieron ridiculizados en el puerto por señoras de clase alta que les daban chocolatinas, medallones de la virgen y cigarrillos mientras sus hijos, exentos del servicio militar tras un módico pago que equivalía al sueldo anual de un obrero, sesteaban en sus lujosos domicilios. Por aquel entonces era verano y la lucha surgió de una mayor organización que, sin embargo, se expandió por la fuerza de unas reivindicaciones locales con aire internacionalista. Pacifismo y obrerismo se mezclaron con la desesperación del cinismo, siempre mudo ante la pobreza y la injusticia. Mientras ardían iglesias los políticos de Solidaritat Catalana optaron por el silencio, cortar la comunicación con Madrid para que no se extendiera la llama y atender acontecimientos. La nube pasaría, lo sabían y sólo al final acudió el ejército para apagar los últimos fuegos.


Mientras duró el jaleo prostitutas y obreros montaron barricadas, escaparon de las fuerzas del orden mediante la guerra de guerrillas y tuvieron un rayo de esperanza que propiciaba el desconcierto y su recorrido urbano por zonas donde era difícil controlar sus movimientos, y lo mismo puede que pasara esta semana en Sants y en Gracia, aunque en menor grado, lugares donde resulta complicado domar rebeldes por muchos contingentes que se empleen para lograrlo. De ahí parte del miedo, como si la ciudad, caprichosa, recordara que la reforma parisina de Haussmann que deseaba impedir altercados, como si la capital catalana albergara un temor a repetir episodios que mancharan su enarbolada marca que, piensan mientras se dan palmaditas en la espalda, ha catapultado a la ciudad al primer plano del panorama mundial.

En Al Aire Libre, mi último poemario, hablo de urbe de Messí y Gaudí, como si lo demás no importara. También está el templo de la manzana de Plaza Cataluña y todo el postureo que invade calles y escaparates, conocimiento de trivial pursuit y grandes dosis de hipocresía, a raudales, infames y proclives a dibujar un mapa átono donde, sin ir más lejos, el Primavera Sound sería un ángel enfrentado a la Primavera de Sants, agria y reivindicativa de un hartazgo que va más allá de la excavadora con flores.



Joan Maragall escribió su Ciutat del perdó para La Veu de Catalunya para pedir que se perdonara la vida a Francesc Ferrer i Guàrdia, condenado por la Semana Trágica, cabeza de turco perfecto para unas instituciones que no toleraban su progreso pedagógico y sus ideales libertarios, y entiéndase la palabra desde su doble vertiente. En el mismo texto, culminación de una serie, se hablaba de la grave responsabilidad de la burguesía en lo acontecido durante ese julio incendiario, clamando por un equilibrio entre ricos y pobres, entre mandamases y malqueridos. El texto fue censurado porque Enric Prat de la Riba, director del periódico y futuro presidente de la Mancomunitat, y Antonio Maura, presidente del consejo de ministros de Alfonso XII, así lo decidieron. No se publicó hasta 1932, durante la Segunda República.

Su eco llega hasta 2014 en este escrito pensado por alguien bastante más irrelevante. Los que manejan los asuntos municipales y los que mueven la economía de Barcelona deberían sentarse a meditar su grado de culpa en los sucesos que nos han sacudido durante esta semana porque lo que realmente se plantea es conseguir un término medio entre lo que ellos quieren vender y las necesidades esenciales de una ciudadanía que clama ser de una maldita vez, por pura lógica de buen gobierno, el foco de interés fundamental: como siempre debería ser, como hace demasiado que no ocurre. Tomen nota o se arrepentirán.