martes, 18 de junio de 2019

Pequeña crónica de Valls




Se usa cada vez menos el adjetivo camaleónico, y es curioso, pues pese a los continuos giros de guión de la primera temporada del Procés, clausurada el 27 de octubre de 2017, no ha dado la época para figuras capaces de descolocar hasta romper con dogmas escritos en piedra con tinta china.
La secuencia Valls es fascinante. Su preludio se sitúa en Francia, donde su papel como Primer Ministro lleva una buena retahíla de estigmas, entre ellos la vergüenza, por usar una palabra, podría ser otra del mismo calado, de la expulsión de miles de gitanos.

Su actuación correspondía y se asociaba con el desmorone del socialismo francés entre sus gangrenas internas, de las que en parte salió Macron para dinamitar el sistema de partidos, con el hoy en día concejal en el disparadero, salvándose con una sonrisa ni siquiera de naufrago, aceptándole  la Republique en Marche como un favor, sin el casi.

En la televisión del Hexágono era blanco de burlas fáciles. Recuerdo una noche en Rouen y un programa donde su ingreso en la política nacional se basaba en paella, el buen clima y dialogar en castellano. Todo muy esperpéntico, todo muy de alguien caduco para una reconfiguración del campo de batalla con socialistas y gaullistas borrados del mapa.

Aún así llegó a España con su maleta de valores republicanos, su factor del desconcierto para el lenguaje de nuestra clase política, enfurruñada en bloques inamovibles en el Congreso, conviene matizarlo, y con unas ideas esenciales de mercadillo, y ahí es donde el discurso galo aparece como una anomalía positiva. En su concepción la República no es la izquierda ni se vincula con el 14 de abril al originarse en otra región geográfica con querencia a formular valores universales desde lo cívico.

Lo dicho queda precioso. El personaje tiene disonancias y vaya por delante que en mi imaginario es más bien tóxico por imágenes infantiles, como un Gargamel o una gárgola maléfica, con un toque claramente mefistofélico. Es un profesional de su oficio y lo ejerce a rajatabla. Traje y corbata. Siempre.

En eso es de una pieza. Vayamos un poco a una clave. En lo moral Valls debe tener una idea estrictamente constitucionalista del Estado, visto este desde una visión europeísta, eso sí, siempre con las cartas en la mesa. Lo relativo a la unidad de España explica, sin justificarla por otros puntos de vista de su puño y letra, su asistencia en ese pavoroso domingo de Colón, con VOX.
Y Vox está en sus desvelos y arremete contra los pactos de Ciudadanos con los de Abascal desde una tesitura moral al ser ideológicamente reacios a lo que cabe en su formulación del Estado, fuera fascismos de esos dominios. El pero es que esa enmienda debiera ser a la totalidad, de ahí el chirrido de la plaza madrileña, muy estridente.

Barcelona(s)

La apuesta por Barcelona, intento reflexionar en perspectiva, se engloba de lo local a lo nacional, con un guiño europeo. Valls llega a mi ciudad y es posible que aún la tenga más en su cabeza desde el poder económico, pues dudo mucho que a pie la conozca. Por lo tanto tiene un asidero importante, con el añadido de otro enfocado a los independentistas, considerados como culpables de querer fracturar el Estado , y desde ese límite condenables como VOX, yendo exactamente en el mismo saco, y en eso es el único en ser tan tajante.

Por eso mismo el 29 de mayo declaró dar el voto de los suyos, al final tres eran tres, para la investidura de Ada Colau. Aquí el rechazo a los soberanistas se esgrime desde lo político, de un realismo poco frecuente por estas latitudes. Si Barcelona cae en manos de Esquerra la inoperancia de la Generalitat se transmitirá a la ciudad. Y eso, desmenuzado desde su reflexión, no puede tolerarse en una capital mediterránea con proyección mundial.

Como es comprensible mientras escribo el texto no desaparece su financiación, como tampoco lo hace la de Jordi Graupera, uno de los grandes misterios poco comentados en la campaña. Como no sé de estos temas comprendo que un sueldo de veinte mil euros mensuales para las necesidades de su proyecto huele a barbaridad. Nada a decir sobre ese punto, o más bien sí.

Bien. Segunda función. Llegan los pactos municipales en el resto de España. Él mantiene una posición y con su todo al rojo de Colau ha retorcido más la trama del conflicto con los naranjas. El sábado en el Saló de Cent se queda a gusto como prima donna con su alusión a la inexistencia de exiliados y presos políticos. Uno de aquí, de los residentes desde hace tiempo, no hubiera osado decirlo con ese desparpajo, pesa en demasía el aire viciado.

Su performance se completó al no darle la mano a Torra y apuntarlo con el dedo. Sabe usar el momento para salir en las noticias y no deja indiferente. En sus postulados el silencio no tiene entrada en el diccionario.

En fin, Valls da el sí a Colau, ya veremos lo del gratis, viene en la siguiente entrega, y C’s (se) entrega a VOX. Habemus Papam.

Para culminar la obrita hoy supimos del divorcio con Ciudadanos. De nuevo vuelve a estar en el candelero. Sólo tiene representación en Barcelona y desde este giro de los acontecimientos puede aspirar a crecer entre el electorado de la ciudad al poder trabajar en cuerpo y alma, es un decir, en ese cometido concreto. Podría ser un eje de geometría variable. Como es comprensible puede configurarse como un grupo municipal muy afín a un determinado sector económico o proseguir, ambas cosas no están reñidas, en la difusión de ese republicanismo que ahora mismo es su seña de identidad, como ese hablar en catalán decente con acento francés, metáfora de la figura y sus intenciones.

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