lunes, 30 de abril de 2012

El Cristiano mágico de Tery Southern en Revista de Letras




La advertencia del humor: “El cristiano mágico”, de Terry Southern, Por Jordi Corominas i Julián

| Destacados | 25.04.12
El cristiano mágico. Terry Southern
Traducción de Enrique Gil-Delgado
Impedimenta (Madrid, 2012)




Vayamos por décadas. La primera escena nos sitúa en Nueva York, a mediados de los cincuenta del pasado siglo. Greenwich Village revoluciona una visión de la cultura. La música, la literatura y las calles se dan la mano. En ellas, además de Ginsberg y compañía, es posible dar con el joven Terry Southern que no tardará en emigrar por un breve período a Ginebra, donde escribirá El cristiano mágico, novela paradigmática de su gran estilo satírico.

El 24 de julio de 1969 Paul McCartney decidió esperar al resto de The Beatles en la soledad del estudio 2 de Abbey Road. Corrían malos tiempos para el conjunto, y el músico mató el aburrimiento grabando en una sola hora la canción Come and Get It. Dobló su voz y tocó maracas, piano, guitarra y bajo. Al cabo de una semana ofreció el tema a Badfinger, quienes lo convirtieron en el tema estrella del filme El cristiano mágico, donde Peter Sellers y Ringo Starr escandalizaban al personal a base de mucho humor negro que había viajado geográficamente de los Estados Unidos a la Inglaterra del Swinging London, cuestiones de tendencia y predominios culturales.

A lo largo de los sesenta Southern triunfó en Hollywood. Escribió o colaboró en los guiones de célebres películas entre las que podemos citar Doctor Strangelove de Stanley Kubrick, la fabulosa The Cincinnati Kid y las legendarias, cada una en su género, Barbarella, Casino Royale y Easy Rider. El lanzamiento a la gran pantalla de El cristiano mágico, aparecida en las librerías en 1959, fue el colofón de un tiempo feliz.

¿Qué sentido tiene publicar la obra que nos concierne en pleno siglo XXI? Hace pocos estaba en un bar con varios amigos y sacamos a colación el eterno debate de nuestra integridad, siempre más nimia, y el dinero. ¿Por qué montante económico te irías a la cama con Carmen de Mairena? Risas y más palabras. Negativas en el aire y la cantidad de un millón de euros en el tintero. Cambio de tercio. ¿Lo harías?




El cristiano mágico es una novela que puede resumirse en una serie de números cómicos que, desde una perspectiva muy anglosajona, quieren ir más allá de la carcajada para plantear dilemas morales. El inicio es deslumbrante y demuestra que el vocablo hilarante puede no es un mero reclamo publicitario de críticos y contraportadas. Guy Grand es un avezado viajero. Conoce los ferrocarriles de USA al dedillo y en uno de sus recorridos un súbito de inspiración le convierte en ídolo del surrealismo. En una parada divisa a un vendedor de perritos calientes y le pide uno. Le da un billete de cinco mil dólares. El tren arranca, y mientras el pobre chico busca monedas para el cambio, nuestro hombre se enfunda una máscara de cerdo y procede a devorar el manjar. La velocidad de la locomotora aleja el dinero y la broma, bien lucrativa para quien la ha recibido, se completa.

Y diréis, el personaje es original, más aún si nos sorprendemos como lectores cuando cerramos el libro y descubrimos que con muy pocos rasgos hemos seguido sus delirantes andanzas, que si acaecieran en nuestros días provocarían un terremoto capaz de hundir el orden social. Grand es un cincuentón rechoncho y calvo con aspecto de rábano que nació con dinero en el cordón umbilical. Le encanta gastarlo y divertirse a lo grande. No invierte: desperdicia, y no por apuestas fallidas. Es un jugador de riesgo que se permite gastar con alegría, consumar barbaridades y luego ocultar su autoría mediante el pago de ingentes cantidades que compensan el disparate.

Entre ellos podemos citar algunas perlas. Mierda y orines entre billetes a la vista del respetable, periódicos que desconciertan con léxico extranjero y transforman su rúbrica para generar conflictos urbanos, combates de boxeo amañados con actuaciones amaneradas o introducir pequeños cambios en el montaje de largometrajes comerciales para alterar su trama y trastocar las neuronas del espectador, estupefacto ante esa leve chispa de lo incomprensible. Todas estas acciones pueden interpretarse desde la dinámica que en los cincuenta marcaba la vida norteamericana, alocada con la exuberancia del poderoso caballero de Quevedo. Estados Unidos poseía el 56% de la riqueza mundial y la existencia era un opulento valle de dólares donde nada era quimérico porque los billetes propiciaban la realización de los sueños. Sin embargo, un clima histórico con estas características suele generar un ambiente anodino y uniformizado que termina por generar una lógica réplica crítica desde la contracultura, que al usar con acidez los elementos aceptados por la mayoría desenmascara lo convencional y lo exhibe, sin miramientos, grotesco e inmundo.

El fragmento que da título al volumen trata de un barco faraónico, ultramoderno, una maravilla de última generación tecnológica al alcance de los más ricos. No desvelaré los desastrosos tejemanejes del viaje, pero ese navío huele a Titanic con el plus humorístico. Fin de fiesta. Intuición de exceso de opulencia narrado desde otro exceso, porque sí, las ingeniosas ocurrencias de Guy Grand son infinitas astracanadas, sandeces de máxima categoría que si se trasladaron a los sesenta al celuloide fue porque en Londres la euforia decaía y la sátira tenía su lugar en la advertencia. Quizá en 2012 su función sea la misma. Avisar con la risa, abrirnos los ojos, una vez más.

jueves, 26 de abril de 2012

Viernes 27 de abril, 19H 30 minutos, Loopoesía en el jardín del Olokuti





Loopoesia+firmas de El gladiador silenciado en el Jardín del Olokuti

Viernes 27 de abril, 19h 30 minutos

Olokuti

C/ Asturies 38 (Metro Fontana)

Entrada gratuita



Qué hace un gladiador en un confesionario en medio de un desierto? ¿Puede un hombre ser Mary Poppins? ¿Existen los cementerios de peluches?...

“Loopoesía es amor y una experiencia única e inolvidable que dejará sin duda una huella imborrable en vuestros corazones, estimulará vuestras neuronas y revolucionará vuestras conciencias.

El polifacético poeta Jordi Corominas i Julián presentará su poemario El gladiador silenciado y nos transportará a través de su impactante performance loopoética".



ada año Loopoesía se reinventa con el fin de seguir acercando la poesía a la gente con propuestas frescas e innovadoras que rompen todos los tópicos de solemnidad que rodean a este género.

En su cuarta edición, este proyecto nos propone un viaje sorprendente y alucinante con un genial maestro de ceremonias, Jordi Corominas i Julián, autor del poemario que constituye el eje y argumento de una performance que reúne música, proyecciones audiovisuales, declamación, teatro, y en definitiva una puesta en escena muy atractiva que nos permite entender mejor y adentrarnos más profundamente en su concepción poéticoexperimental, original y rompedora




Esta iniciativa acaba de ver la luz en formato papel
El gladiador silenciado – Loopoesía 2012, Ed. Versos & Reversos, Barcelona, Abril 2012 y que ha pasado por diferentes escenarios de la geografía española llega ahora a Olokuti el día 27 de Abril a las 19.30h.

¡Será una hora mágica! ¡Reservad un hueco en vuestra agenda y dejaros transportar hacia lo imprevisto!

Jordi Corominas i Julián (Barcelona, 1979) es escritor y crítico literario. Licenciado en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra, desarrolla su actividad crítica coeditando el portal www.panfletocalidoscopio.com y colabora en diversos medios de comunicación entre los que destaca RNE. Fruto de sus amplias inquietudes literarias ha cultivado diversos géneros como la novela, la poesía y el ensayo, y es integrante y fundador del proyecto poético-experimental Loopoesía.Ha publicado dos novelas en catalán Una dona que sap jugar amb els peus (Abadia Editors,2005) y Colors (Abadia Editors, 2008), una biografía histórica en italiano Macrina la Madre (Jaca Book, 2005) y el poemario Paseos simultáneos (Ediciones Vitruvio, 2010). Asimismo, en 2009, coeditó la antología Matar en Barcelona (Alpha Decay), en 2011 publicó Loopoesía(s) (Descrito Ediciones) y el cuento John Wayne (Sigueleyendo). En 2012 además de El gladiador silenciado publicará el libro de relatos José García (Barataria Ediciones) y el poemario Oceanografías (Ediciones Vitruvio).


miércoles, 25 de abril de 2012

Podcast de Cristina Fallarás en el Laberint de Wonderland




Hoy hemos estado charlando en el Laberint de Wonderland con Cristina Fallarás. Puedes escuchar la charla a partir del minuto 36 clickando aquí

martes, 24 de abril de 2012

Cristina Fallarás en el Laberint de Wonderland




Tras el especial Wonderland de Sant Jordi recopilamos muchos temas,personas y contenidos. Fue un programa muy especial que por la intensidad de la jornada se estructuró en clips que merecen ser ampliados.

Por ello, tener mañana a Cristina Fallarás para hablar de últimos días en el puesto del Este y de su proyecto Sigueleyendo harán del laberint de este miércoles una magnífica oportunidad para seguir en una especie de día del libro perpetuo.







Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

Podcast del especial Wonderland de Sant Jordi





Ayer estuvimos en el Ateneu barcelonés en directo con motivo del día de Sant Jordi. Hablamos, entre otros, con Arthur Conan Doyle, Alex Reig, Cristina Fallarás y un sinfín de personas que pasaron por nuestro particular estudio, puedes escuchar el programa clickando aquí

domingo, 22 de abril de 2012

Radio y firmas en Sant Jordi




Llega Sant Jordi, y este año toca firmar. Os dejo horarios por si os interesa pasar.


1. De 15 a 16 horas estaré en el Ateneu Barcelonés, en la calle Canuda, junto a Rosa Gil con motivo del especial Wonderland de Sant Jordi. Hablaremos con muchos autores y repasaremos la actualidad del día del libro.


2.- De 16h30 a 18horas firmaré El gladiador silenciado en la Plaça de Sarrià. Puedes acercarte con el FGC y bajar en Sarrià o Reina Elisenda.


3.- De 19h a 20h estaré en Sigueleyendo, en la calle de la Luna, justo al lado de la Rambla, firmando El gladiador silenciado y también Paseos Simultáneos.


jueves, 19 de abril de 2012

Sábado 21 de abril, 19 horas, Loopoesia 2012 en Fnac Diagonal Mar





Hará cosa de un mes, tras lo bien que resultó la performance en Fnac Castellana de Madrid, su centro en Diagonal Mar nos contactó para montar un acto potente en el fin de semana previo a Sant Jordi. Aceptamos y se celebrará el sábado 21 de abril a las 19 horas.


Justo una antes del Barça-Madrid, lo que malas vibraciones que, esperamos,no se cumplan. Será una tarde especial donde presentaré, pues suyos son los versos que estructuran el show, mi poemario El gladiador silenciado.

Así pues os esperamos entre Loopoesía, gladiadores y firmas en


Sábado 21 de abril, 19h horas

Loopoesia 2012+firmas del poemario El gladiador silenciado

Fnac Diagonal Mar

Diagonal,3 Metro Maresme i Fòrum








Aquí tenéis el resto de la agenda Loopoética de abruil y mayo


21 Abril – Fnac Diagonal Mar (Barcelona) – 19:00 h – Avda Diagonal, 3 (C.Cial. Diagonal Mar) – Barcelona

23 Abril – Firma de libros Sant Jordi 2012 (Barcelona) – En el stand de Versos & Reversos – Ubicación por confirmar

27 Abril – Olokuti (Barcelona) – 19:30 h – C/d’Astúries, 38 – Barcelona

16 de mayo- Lletraferit (Barcelona)- 19:00- C/Joaquín Costa 43 - Barcelona

18 Mayo – Fnac Callao (Madrid) – 19:30 h – C/Preciados 28 – Madrid

26 de mayo- Castells de la Muntanya (Barcelona)- 20h- Carrer de Grau i Torras, 14- Barcelona




Loopoesía es amor

miércoles, 18 de abril de 2012

Podcast de fechas significativas de escritores (II) en el Laberint de Wonderland





Hoy hemos dedicado el Laberint de Wonderland a comentar algunas fechas significativas de escritores, empezando por el 23 de abril de 1616 y las muertes de Cervantes y Shakespeare. ¿Pero acaecieron de verdad ese día? En esa misma fecha nacieron Josep Pla y Vladimir Nabokov. De la jornada dedicada al libro saltamos a octubre de 1922 con La Tierra Baldía de T.S. Eliot. Cerramos la sección con el 22 de febrero de 1939 y el 5 de julio de 1961, fechas de la muerte de Antonio Machado y el suicidio de Ernest Hemingway. Puedes escuchar el Laberint a partir del minuto 37 clickando aquí

martes, 17 de abril de 2012

Miércoles 18, Fechas significativas de la literatura en el Laberint de Wonderland


Tras los diarios, pensamos seguir con las fechas significativas de la literatura. Pueden ser muchas, pero hemos elegido cuatro, una muy obvia, las otras, salvo la excepción de turno, lúgubres.

23 de abril de 1616 o la confusión Shakespeare-Cervantina

Un día de octubre de 1922 y La tierra baldía de T.S. Eliot

22 de febrero de 1939 o la muerte de Antonio Machado

2 de julio de 1961 y el suicidio de Hemingway






Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

La prostituta callejera en Peligro de extinción de Bcn Mes



La prostituta callejera, by Jordi Corominas i Julián

Al ayuntamiento, sin que importe demasiado su color político, de esta ciudad se le va la olla cada dos por tres. La esquizofrenia es nacional, pero la última ocurrencia producto del supuesto estrangulamiento pepero, inevitable para sacar adelante las votaciones, es vaciar las calles babilónicas de prostitutas. Convergència i Unió vive en Alicia en el país de las maravillas.

En peligro de extinción también queremos tomar el pulso a la actualidad. Dicen que la ocasión la pintan calva, y el caso que nos concierne lo demuestra. Estamos ante la quintaesencia del civismo. Fracasada la reforma cool del Raval en tierra de pakis toca legislar. De nada sirvieron la pétrea filmoteca, el hotel de las luces rosas o la herejía de plaza dedicada a Vázquez Montalbán, un atentado estético, una burla denigrante de memoria y uso del espacio público.
Aprobar tal medida es firmar en papel mojado. Es inaplicable. Los recuerdos afloran y dibujan un rostro decadente con instantes sublimes. Les dones que fumen de 1909 fueron guías de obreros durante la Semana Trágicas por los recovecos del chino. Heroínas populares con residencia estable en Robadors, Sant Ramón y Sant Pau, tríptico que en cada esquina recoge una fotografía. La primera con el pasillo tercermundista que caracterizaba su entrada. El segundo con Carmen de Mairena en un balcón. El último una pintura de Marsella, tacones y policía.

En la Rambla, la otra arteria célebre del negocio, era escandaloso el contraste entre las trabajadoras preolímpicas, un epígono de mala resaca, y las subsaharianas de las últimas décadas. Los pervertidos se hacían pasar por ingleses para regalarse tocamientos a tutiplén. Las manos palpaban hasta el paquete, y la actitud era más bien agresiva. Poco importaba si tu interés por el sexo de pago era nulo. La ofensiva era total, una blitzkrieg que te podía desarmar hasta en la cartera, desaparecida como por arte de magia y si te he visto no me acuerdo. Memorable fue la noche en que volvía a casa tras la locura del Kentucky y presencié una reunión sindical del colectivo, ciento diez mujeres reunidas al lado de Colón, agrupadas en círculos para discutir con coherencia sus problemas en un idioma incomprensible.

Su condena, postergada por capricho municipal, se decretó en las columnas de la Boquería, soporte interestelar para atender a la clientela. Rejas en el recinto. Otro golpe midió distancias y las alejó de escuelas. Nada que objetar.

Si leemos los periódicos, comprobaremos que la cuestión aparece con enorme frecuencia. El arrinconamiento ha sido progresivo. Arbustos podados en la Villa Olímpica. Residuos en Glorias. Supervivencia en los dos enclaves ya mencionados, siempre rodeados por lecheras y uniformes. Aún así, quien circulaba por esos lares intuía una complicidad de fondo, un laissez faire laissez passer que sólo se quebraba con titulares de postín. La rutina siempre era la misma. Vetustos bares, aire cansino y la repetición congelada, nada nuevo bajo el sol.

La aprobación de la propuesta da pie a elucubrar sobre cómo será la gestión cínica del despropósito. El asco radica en la explotación gratuita de la polémica para desviar la atención, algo agravado por la deliberada cara dura de anunciar su decisión a sabiendas que es utópico finiquitar la prostitución callejera. Si su disgusto estriba, fijándonos en su visión habitual, en la fachada de la reputación y lo especiales que somos deduciremos que dentro de poco no quedará rastro de cruising en ningún parque, postrer hachazo a tanta desfachatez, colofón, broche a lo que debutó con el pudor por torsos desnudos y turistas en bikini.

La cosa no va d’aixó. Silban, se publica y basta. Por otra parte el presente artículo no es favorable a la trata. Las que se ofrecen cerca del Liceo o en el Raval no son profesionales independientes, sino mera mercancía de abuso y destrucción física y psíquica. ¿Qué tal dar hachazos a sus chulos y redes que las traen a nuestro país? ¿Qué tal rehabilitar la Rambla y sepultar su putrefacción de parque temático, sombreros mexicanos y anulaciones históricas? Declaración de la renta, Seguridad Social y si quieren ser más que los holandeses, a los que no deberíamos imitar sólo en el fútbol, un subsidio de desempleo para las jóvenes y viejas que se vean abocadas al oficio más antiguo del mundo. La prostitución se reguló en Babilonia hace más de una centuria, en 1864. Se creó la sección de higiene especial, los controles médicos proliferaron y hasta se atrevieron a criticar posturas abolicionistas, no sin hacer hincapié en la necesidad, que en el presente seria una acicate para combatir a las mafias, de aplacar a las madames inhumanas con su personal. “Deseamos, lean a nuestros antepasados, como el que más la extinción completa de la prostitución más, para lograr este fin, no creemos prudente el sistema represivo, ni el de una absoluta libertad, sino más bien la reglamentación higienizada, la persuasión, la práctica moral y la difusión de la enseñanza.” Casi cambiare tutto per non cambiare niente. Franco prohibió para regar el caos. Las corbatas y los trajes siguen matriculados en su escuela.


ilustración: Nil Bartolozzi

lunes, 16 de abril de 2012

Gente peligrosa de Philipp Blom en Revista de Letras





Sospechosos ilustrados de eterna vigencia: “Gente peligrosa”, de Philipp Blom
Por Jordi Corominas i Julián | Destacados | 15.04.12


Gente peligrosa. El radicalismo olvidado de la Ilustración europea. Philipp Blom
Traducción de Daniel Najmías
Anagrama (Barcelona, 2012)




En 2010 descubrí la capacidad de Philipp Blom para tratar temas espinosos bastante manidos y sacarles partido mediante insólitos puntos de vista que les conferían otra dimensión. En Años de cambio, magnífico ensayo sobre los años previos a la Primera Guerra Mundial, el autor alemán ofrecía un panorama espléndido que fluía con naturalidad entre tejidos de muy diversa índole, de la religión a la arquitectura, de la política a los urinarios públicos.

Por eso, y por una necesidad de recuperar conceptos necesarios pero olvidados desde la Universidad, sentí curiosidad por su nueva obra. Gente peligrosa afronta la Ilustración europea desde una doble intención. La primera radica en reivindicar nombres que fueron cancelados del mapa filosófico por imperativos de la Historia. El siglo XIX privilegió pensamientos que justificaran los valores burgueses predominantes. Se celebró la razón y se ocultó, hasta que su explosión fue inevitable, lo científico. La aventura colonial y la revolución industrial requerían un mapa de ideas moderado con la fe para preservar la unión de curas y magistrados que dominaba el cuerpo social. Asimismo ello conllevaba usar con fuerza la llave que cerraba los instintos oscuros en una región remota, prohibida por imperativo. Kant y Voltaire combinados con Rousseau eran la fórmula perfecta, la matemática de ostracismo para dos hombres avanzados a su época: Denis Diderot y el Barón d’Holbach.



La segunda premisa es construir un ensayo exigente que pueda leerse casi como una novela. Blom lo logra sobre todo porque ha dado con personajes que permiten coser la narración con amenidad que no se desliga de lo erudito. Lo que se nos cuenta en realidad es un enorme pedazo de la Historia cultural europea del Setecientos. El centro es un salón de París que resume la trama. Se hallaba en la actual Rue des moulins y su anfitrión era Thiry d’Holbach, que durante más de dos décadas vio circular por su domicilio a la flor y nata de la filosofía del Viejo y del Nuevo Mundo. Por su hogar circularon Cesare Beccaria, Adam Smith, David Hume, Laurence Sterne, Horace Walpole, John Wilkes, Claude Helvétius Jean D’Alembert y hasta es probable que entre sus visitantes se encontrara Benjamin Franklin. Su alianza con Diderot era dinamita pura. Ambos eran dos inconformistas reacios a claudicar ante el absolutismo de su época, tanto que sus enemigos tuvieron bien fácil definirlos con un término vejatorio: los ateos.

Eran los herederos definitivos de una tradición que renunciaba a Dios con miedo. Sus padres fueron Lucrecio, Spinoza y Jean Meslier, un coadjutor de un pueblucho francés de las Ardenas que en su Testamento comparó el orden establecido con el mito de la caverna platónica. Los hombres son seres felices, súbditos de un Dios que les hace andar por la tierra con los ojos vendados hasta que alguien les arranca el obstáculo para la claridad. La adoración es un abuso y una ilusión que parte de una invención humana para controlar a los mortales.

La base de los predecesores sirvió para desafiar a la censura y postular a los miembros del Salón como temibles personajes que además de alabar a la razón analizaban el todo sin olvidar la importancia de la pasión en todo comportamiento humano. Ello se percibe en sus obras, más comprensibles si disponemos de una noción biográfica completa. D’Holbach era alemán y estudio en Leiden, templo académico de la libertad. Al instalarse en la ciudad de la luz no descuidó las convenciones. Se casó y mantuvo a lo largo de su existencia un perfil idóneo para su cometido. Encabezaba el grupo por dinero, capacidad para ofrecer las mejores viandas a sus comensales y tener el espíritu corrosivo que sus compañeros mejoraban con su afilada prosa. En este sentido su contrapunto en igualdad era Diderot, quien tras renunciar a la carrera eclesiástica trabajó duro y acarició un sueño épico con la Enciclopedia, que fue su cénit y su tumba por la dedicación que implicó ese monumento, absoluta vuelta de tuerca, piedra miliar de la modernidad.

Además de escribir y meditar, Diderot no se olvidó del amor. Se casó en un arrebato y posteriormente mantuvo una atribulada relación sentimental con Sophie Volland, mujer culta que fue víctima del siglo al estar marginada en casa de su madre, como si fuera un mueble inteligente a no desplazar en exceso de su posición establecida. Otra fémina, Madame d’Épinay, fue amante de Melchior Grimm, el tercer hombre del Salón, principal publicista de la Ilustración con su revista Correspondance littéraire, libre de prohibiciones al ser enviada por valija diplomática. Grimm se equiparaba al ausente, aunque siempre altera, por antonomasia de las charlas de la Rue des Moulins: Voltaire, exiliado en Suiza y celoso de perder su fama de príncipe del movimiento, un demonio que ridiculizaba a sus rivales cuando la oportunidad lo requería mientras financiaba a mandamases sin ruborizarse.



Voltaire al fin y al cabo fue la punta de lanza moderada de la Ilustración. Los integrantes de la tertulia d’Holbach y sus concepciones del universo eran un estorbo. También lo fueron para Jean Jacques Rousseau. El enfermizo ginebrino y su amistad con Diderot explican la división teórica de toda una centuria. En 1758 rompieron porque el autor de Emilio creía que tanto Denis como el barón deseaban destruir su reputación, ya bastante mancillada por su paranoia, factor que no impidió su victoria en la esfera de la inmortalidad. Su romanticismo prematuro abrió caminos y sirvió para instaurar una tendencia decimonónica que aún goza de muchos adeptos, pero estaremos de acuerdo si consideramos que sus escritos dan oportunidad de caminar por una senda que conduce al perdón divino a través del arrepentimiento.

El siglo XIX y su capitalismo clamaban por un culto que elevara lo racional a los altares. Lo exigía la industrialización y la planificación de la sociedad hasta llegar al paroxismo nazi del asesinato en masa organizado. La productividad y el control se impusieron. La dignidad humana y la libertad, bastiones del Salón de la gente peligrosa, no estaban en la agenda de prioridades, como tampoco lo está hoy en día lo exhaustivo. Enterrar las notas a pie de página es una traición infame, una masacre con afán de inutilizar los dispositivos que amplían el horizonte, y Blom lo capta al valorar el matiz por encima de la síntesis.

Más tarde, cuando el Ochocientos tocaba a su fin, Diderot y d’Holbach cobraron vigencia a través de Friedich Nietzsche, Karl Marx y Sigmund Freud. Los tres filósofos de la sospecha vieron que tenían antepasados en París. Nietzsche se emparejó con el barón y su implacable oposición al cristianismo. Marx comprobó que alguien se había anticipado en su posibilidad de igualdad. Freud se inspiró en Diderot y su exploración de las pasiones y actos irracionales de nuestra especie, que en la época donde surgían estas ideas volaba oprimida como siempre con excepciones de relumbrón. No me aturde si Casanova tiene, al menos en mi imaginario, estatus de faro pionero de la modernidad. La ecuación, repetida hasta la saciedad por los valientes, consiste en desmontar la fachada para que el aire adquiera un tono más respirable. Pueden soterrar los libros en un sótano polvoriento, pero estos, si tienen esencias que transmitir, terminan por volver a ocupar el puesto que merecen en las estanterías.

50 números de Calidoscopio: especial agujeros






Agujeros
especial monográfico


Como en un calidoscopio te ofrecemos pequeñas cuentas que satisfagan o piquen tu curiosidad. Sobre cualquier tema en miscelánea, o bien sobre música, cine y literatura.
Sin el apremio de la modernidad y la vanguardia, con la tranquilidad de quien revisa lo pasado. Visiones calidoscópicas de nuestra cultura, eso es lo que pretendemos mostrar.

sumario abril [nº50/2012]




Sexenio
Por Sonia Antón Ríos



Cómo sobrevivir con un agujero de 36.000 dólares al año
Por Adolfo López Chocarro





La memoria, los agujeros
y el hueco
Por Jordi Corominas i Julián



Anne Perry
Por Miguel Baquero





Los agujeros negros
y la metáfora de la culpa
Por Isabel Martín Cordero



My funny hole
Por Salvador J. Tamayo





Exégesis, un acercamiento personal a la obra
de Francesca Woodman
Por María Sevilla



La extraordinaria idea
del capitán Symmes
Por José C. Vales





Los huecos del durante
Por Jordi Corominas i Julián



Qué bien te queda el poema
Por Fusa Díaz





Especial espacio inventado:
agujeros


¿Es que nunca te has comido
a un editor? Por María Zaragoza

Tres agujeros en una pared
Por Marina Fernández Bielsa

Órbita geosíncrona
Por Nuria Ruiz de Viñaspre

Paseo
Por Roberto Fernández Sastre

Agujero estival
Por Cósimo de Ronda

El punto
Por Kiko Pérez

Recursos humanos
Por Julio García

Plantas de interior
Por Carmen Juan Romero

Poesía
Por Miguel Ángel Muñoz

viernes, 13 de abril de 2012

Podcast de diarios en el Laberint de Wonderland






Ayer en Wonderland hablamos brevemente de diarios, concretamente de los de Goebbels, Ana Frank, Pavese y de su futuro con internet. Puedes escuchar la sección a partir del minuto 44 clickando aquí

jueves, 12 de abril de 2012

Los peces no cierran los ojos de Erri De Luca en Revista de Letras




Recuperar el verano, no olvidar: “Los peces no cierran los ojos”, de Erri De Luca
Por Jordi Corominas i Julián | Destacados | 9.04.12



Los peces no cierran los ojos. Erri De Luca
Traducción de Carlos Gumpert
Seix Barral (Barcelona, 2012)




Reza el tópico que Vedi Napoli e poi muori. La ciudad partenopea enamora desde su excepcionalidad, que no se limita a la belleza de sus monumentos y paisajes. Lo anómalo está en el especial carácter de sus habitantes, forjados en una educación callejera y un mundo que convierte a las niñas en mujeres y a los chicos en hombres en un santiamén. Ver no es vivir. Curtirse, más aún en la inmediata posguerra, momento en que Erri De Luca ubica Los peces no cierran los ojos, pequeña delicia donde el narrador italiano cuenta su particular historia de crecimiento a lo largo de un inolvidable verano donde confluirán una serie de elementos que dirán adiós a la puericia para empezar a construir una visión propia de la realidad.

Tener diez años en el siglo veinte era una aventura superior, o al menos diferente. Abrir una ventana no significaba navegar por la red, era salir a la calle, respirar con cada detalle y deleitarse en la inconsciencia de una ingenua ignorancia. También es importante darse tortas, y el protagonista del relato parece saberlo pese a su corta edad. Ha suspendido matemáticas, pero ama el mar y tiene callosidades de viejo lobo, indudable preludio de futuras cicatrices que desea poseer para sentir que mente y cuerpo van de la mano.

Es extraño hurgar en un pasado tan remoto. Se podría pensar con toda legitimidad que el texto fluye a partir de una excusa que es un ejercicio mnemotécnico y de estilo. Echar la vista atrás e intentar recuperar recuerdos de una encrucijada infantil en la frontera de los dos dígitos. Esforzarse y articular un texto que no se limite a reflejar lo acaecido, teñido de inevitable iniciación que en sus teselas intenta resumir una idea oscilante entre la progresión del chaval y los elementos que configuran el mosaico, puro y hostil, fresco y descarnado.

El púber de Luca leía muchos libros, rellenaba crucigramas y así creía abrazar los dimes y diretes de los adultos. Entre letra y letra siempre aparecía la palabra amar, verbo carente de sentido hasta esos meses de sol y playa con el padre en América, la madre expectante y una inesperada compañía. Sí, una chica, del norte y deslenguada, una preadolescente que se define escritora y encandila con su sabiduría sobre los animales y sus formas de protección y expansión. No tiene nombre porque la memoria lo ha abandonado en alguna parte del camino, pero eso no importa, sólo su aura de guía iluminadora ya justifica su rotunda y calmada presencia. Con ella nacerán los conflictos que engarzarán el trabajo en los barcos con la vida y la dureza de la metamorfosis, forzada con mil y un golpes que son penetraciones del espíritu. Eso y los besos, que no falten nunca.




El tono no es el de una fábula. Los cuentos terminaron con la industrialización. En la atmósfera aún retumban los ecos del fascismo y la liberación, y precisamente una de las consecuencias culturales del período, el auge del neorrealismo, sirve para enmarcar con diáfana precisión el estado de las cosas en el cerebro del chaval. Se duerme en el cine porque aún no tiene la consistencia para alcanzar la meta absoluta, que por otra parte sólo intuimos. Sabemos, como en las películas de Vittorio De Sica y Roberto Rossellini, que transcurre en la épica de la cotidianidad. Emergen voces desconocidas y el pavimento depara la posibilidad de una vuelta de tuerca que haga trastabillar nuestro destino. Historias mínimas, identificables al estar insertadas en nuestro ADN, universales desde una igualdad ficticia, similar en cada ser humano hasta que el contexto determina el rumbo.

Y es precisamente el contexto del cronista de sí mismo el que condiciona el cambio desde dos premisas. La primera es el amor en clave femenina, del amor materno y la transmisión del cordón umbilical al concepto familia, el clan como nudo gordiano que uno no debe romper porque puede resquebrajarse sin previo aviso. Asimismo Cupido también irrumpe en lo físico, que aquí adquiere otra condición mediante las conversaciones en la arena con la anónima norteña que percibe lo rutinario de cada jornada como una lucha deshumanizada en la que conviene separar el grano de la paja para salir ileso. La mayoría de animales muestran más signos de comprensión que nosotros, bestias capaces de dar palizas a un buen chico, que precisamente por serlo ha de afanarse más en superar sus barreras para aprehender las enseñanzas del entorno.

El lirismo de Erri De Luca es hermoso al beber de una aplastante normalidad que en Los peces no cierran los ojos se cuenta sin nostalgia, sólo con belleza de análisis y sin claro ánimo confesional. Es natural que en sus páginas haya, de otro modo el volumen carecería de cualquier tipo de sentido, remembranza de lo perdido, que se enfoca desde la ganancia de entender lo pretérito desde la literatura, como si así este consolidadísimo escritor transalpino se fundiera con el muchacho que fue, abstraído entre el Quijote, la ensoñación del Mediterráneo y el ejemplo de los peces, no siempre recomendable si se quiere gozar con plenitud.

Vídeo de la presentación de Aire de Dylan





Tras la presentacion quedan los recuerdos, y por suerte hay video. Puedes verlo clickando aquí

martes, 10 de abril de 2012

Una tarde con Enrique en Sigueleyendo




Una tarde con Enrique, por JORDI COROMINAS I JULIÁN


Me aturden las casualidades del calendario. Hoy hace exactamente siete años de mi primer encuentro con Enrique Vila-Matas. Han cambiado las distancias, que son diferencias geográficas de callejero en la misma zona de Barcelona. De Balmes a Buenos Aires, de una televisión local a la Librería +Bernat, donde charlaremos con motivo de la presentación de Aire de Dylan.

Todo en abril. Hemos roto un código secreto de quedar los lunes y esperamos el ascensor para salir a la calle y ultimar los detalles de la conversación. Nada, no hay manera, pero eso es bueno. Empezamos con Scott Fitzgerald y pasamos tras tratar mil temas entrelazados al padecer de Cristiano Ronaldo, el hombre más atormentado del fútbol español.

Un traslado, un cambio de barrio sirve para renovar temas. La Travessera del Mal ha quedado atrás y el nuevo espacio de Enrique parece hecho a su medida. Ya lo dijo Víctor Fernández. Urgiría convocar un referéndum vecinal para que la capital de Argentina desapareciera del nomenclátor barcelonés, que así incluiría en su elenco el nombre de un escritor que de un plumazo ha revitalizado con su prosa una manzana escasamente literaria.

Ahora, casi por arte de magia, pasear a su lado cerca de Francesc Macià es una recreación en directo de los ambientes de Aire de Dylan. Entramos en la +Bernat, y ahí está Montse, la librera, emocionada, feliz con los preparativos y el milagro del streaming. Funciona, y eso ya es mucho, sobre todo porque un teatro de ratonera no debe tener límites.

Quisimos tomar algo en la +Bernat. Estaba abarrotada por otra presentación. Pensamos en sillas y nos despedimos a la búsqueda de otro local. Elegimos por proximidad la terraza del bocinet. Nadie nos atiende. Hace frío. Nos levantamos, llegamos a Urgell y un horno de toda la vida, donde al cabo de un rato descubrimos que los clientes transportaban bandejas con la absoluta aquiescencia de los camareros. Mudarse o no consumir.

Aceptamos que a la tercera no sería la vencida y subimos hasta la Diagonal para desafiar la ira de Sandor. Su terraza está poblada de extraños personajes, de los que formamos parte desde nuestro anonimato. Bebemos, finalmente, una taza de té, comentamos anécdotas de rudos fajadores, y, de repente, un hombre toma sitio en la mesa de al lado. Hojea un álbum de la liga de fútbol, vacío, encuadernado a la perfección, como si se tratara de la mismísima Enciclopedia Británica. Estallamos en un ataque de risa, y la situación me recuerda mi primera entrevista con Enrique Vila-Matas y su opinión sobre la jerga de algunos personajes, Isabel Pantoja y Pepe Bono, que usaban la expresión los de espías. El señor de Panini aspiraba a serlo.

Nos despedimos, y bien, todo lo narrado sucedió esta tarde, y mientras éramos Bartlebys de bar en bar, escritores ágrafos a tiempo parcial, atamos cabos para la presentación de Aire de Dylan, nada al uso, un diálogo que desvele misterios, encienda preguntas y sea digno de interrumpidores. Cuando oscurece, siempre necesitamos a alguien.

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La presentación se retransmitirá en directo. Para conectarse: www.tinyurl.com/masbernat.

lunes, 9 de abril de 2012

Miércoles 11, 19h 30 minutos: Presentación de Aire de Dylan de Enrique Vila-Matas en la librería +Bernat




Este miércoles 11 a las 19 horas 30 minutos de la tarde tengo la suerte de charlar con Enrique Vila-Matas en la Librería +Bernat con motivo de la presentación de su última novela, "Aire de Dylan". El evento contará, cosas de la modernidad, con streaming mundial. Tienes todos los datos, desde la dirección hasta el link para seguirlo en directo, clickando en la imagen que encabeza el post.

¡Os esperamos!

domingo, 8 de abril de 2012

Miércoles 11, Diarios en el Laberint de Wonderland





Tras tratar a lo largo de estas semanas varios géneros autobiográficos cerramos la trilogía dedicada al tema con un Laberint dedicado a los diarios, y no sólo de escritores. El cuarteto protagonista de la sección será el siguiente:


1.- Los diarios de Joseph Goebbels


2.- El diario de Anna Frank

3.- Il mestiere di vivere de Cesare Pavese


4.- Los diarios de la actualidad, la blogosfera y el infinito autobiográfico en la red


Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

El asesino hipocondríaco de J.J. Muñoz Rengel en Sigueleyendo








La muerte y el ibuprofeno, por Jordi Corominas i Julián


Siempre los lunes. Nueve de febrero de 2009. Tengo un trabajo de mierda que alterno con la inminente aparición de Matar en Barcelona. Mi curro es de frenopático y consiste en calificar películas junto a personas más que variopintas. Me sacan de quicio, y por eso he aprendido a cerrar los ojos y desconectar mientras visualizamos perlas del celuloide, joyas fétidas, carnaza. Amo llegar cinco minutos tarde para ahorrarme saludos hipócritas. No llevo reloj. Metro Diagonal y pateo veloz. Rutinas y dinámicas que se rompen esa mañana por culpa de una ambulancia y el típico gentío curioso que se aglomera a la altura de Santaló con Travessera de Gràcia. No han tapado el cuerpo. Hay sangre por la acera. Mana de la cabeza de un empresario que acaba de ser asesinado por un sicario. Nuevos tiempos para el crimen, que siempre simboliza la lógica de una época.

Horas más tarde salgo mareado y en la esquina del homicidio hay una pelea. La relaciono con lo acaecido y me equivoco de pleno. Son dos rufianes que han intentado robar el bolso a una rubia motorizada. Una cámara de TV3 alucina. Tengo hambre.

Tres años más tarde es cinco de marzo de 2012 y atiendo mi turno en el embarque de un avión del puente aéreo. Es horrible repetir la cantinela de Vueling, la única compañía que gustaría a Don Draper por su lobotomía con la música de Nouvelle Vague que uno identifica con las siglas del Imperio Piqué, y no hablo del novio de Shakira. La cosa va más de reverencias patéticas. Me siento y abro El asesino hipocondríaco de Juan Jacinto Muñoz Rengel. Varias personas de confianza me lo han recomendado y llega en el momento idóneo. He superado la ronquera de mi garganta y una farmacéutica de Melilla afincada en Lavapiés me ha reconocido y por familiaridad se ha erigido en mi personal coach de pastillas, sprays y fliumiciles.

Vivo obsesionado con mi garganta. La gasto en clases, recitales y radios una media de quince horas a la semana, y además me encanta charlar, quizá porque transcurro parte del día solo en casa, lo que me sirve para probar mis cuerdas vocales y calibrar su estado. Jengibre con miel y limón. Hierbas medicinales. Sobres. Hace más de cuatro años que el termómetro no registra treinta y siete grados en mi cuerpo. Eres un mal enfermo, tu hiperactividad te impide aceptar que a veces la maquinaria pide reposo. Sí, es cierto.

Me gusta el mundo de la crónica negra, y sé muy bien que es quimérico imaginar a un personaje como el protagonista de la novela de Rengel en el ambiente. Pienso en House y las enfermedades raras que no aparecen ni en la enciclopedia británica. El hombre es un culto paranoico que equipara sus supuestos males con los de filósofos y literatos de la mejor calaña. Kant y su paseo metrónomo apuntan a una obsesión que se adapta a las mil maravillas a toda la labor que un buen killer debe realizar antes de asestar el golpe de gracia.

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Me gusta el mundo de la crónica negra, y sé muy bien

que es quimérico imaginar a un personaje como el protagonista de la novela

de Rengel en el ambiente. Pienso en House y las enfermedades raras

que no aparecen ni en la enciclopedia británica.

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Me queda más de un día de vida, aunque quizá cruce la calle y un coche me atropelle. También cabe la opción de sufrir un infarto en una performance o fallecer de muerte natural por capricho de lo de muere joven y deja un bonito cadáver. No. El asesino hipocondríaco siempre nota el aliento de la señora de la guadaña, portera de sus neuronas, diosa de sus delirios e indudable fuente de beneficios pecuniarios. Para ganarlos el narrador- que al practicar tan noble arte sobrevive, lo que constituye otra estupenda burla- deberá matar a un compatriota argentino llamado Eduardo Blastein. Y no es blast the past ni nada que se le asemeje. Es refinado, cagón y el vecino que desdeñaríamos por su petulancia de gourmet y tener una amante de rompe y rasga que luce por garitos de postín.

La mayoría de crímenes son por amor o dinero. Los de salud no están contabilizados. No te cargas a nadie por estar enfermo, o sí, porque todo encargo del género tiene un innegable punto de desequilibrio, pero si este corresponde al asesino ja podem tancar la paradeta. M.Y. nació en Rosario, a lo Messi, y desde su más tierna infancia acudió con regularidad al matasanos, y mientras escribo se enciende una lucecita y constato que el sicario lucha por fundirse con el galeno. Taxonomiza hábitos, memoriza taras y las aplica con meticulosidad a su oficio. Detectar, diagnosticar y solucionar. Unos cobran por extirpar dolencias. Los otros por cancelar suspiros. El cliente siempre tiene razón y el cheque es de papel.

El mismo título de la novela dispara al humor. El protagonista se duerme cada dos por tres y sólo ingresó en prisión al asesinar por inercia a una vieja en el metro de Madrid. Es alérgico a todo y se identifica con el hombre elefante. Se olvida sus propias preguntas y rehace trayectos físicos y mentales. Blastein se histeriza, su novia pierde los estribos y la amenaza de la muerte flota por doquier más ridícula que nunca, dejando en pañales a los que la intuyen en el horizonte. El mismo narrador, y aquí Rengel da en el clavo, usa un tono que en ocasiones recuerda a las esmeradas descripciones de Bret Easton Ellis en American Psycho.

Toda obra literaria es susceptible de un mensaje oculto. La paranoia vertebra El asesino hipocondríaco, y al jugar con las dos caras de la moneda, el candidato al delito y su presa, la traspasa al cuerpo social, afectado e infectado por una paranoia que nos corroe y viene impuesta desde arriba. La inseguridad es control, el control es providencia de calma y bocas calladas. Chitón. Aclarar la impostura abre la puerta a otra realidad que está a nuestro alcance si cortamos las ramas que oscurecen y deforman la auténtica visión. Mientras tanto puede que tú seas otro/a asesino/a hipocondríaco, y hasta en la machaconería de lo masculino y lo femenino acrecientan el trastorno.

sábado, 7 de abril de 2012

Podcast d'Autobiografías en el Laberint de Wonderland




Este miércoles hablamos de autobiografías en el Laberint. Desfilaron por la sección Agustín de Hipona, Rousseau, el mítico Giacomo Casanova y Salvador Dalí. Puedes escuchar la charla a partir del minuto 36 clickando aquí

jueves, 5 de abril de 2012

La primera guerra de Hitler de Thomas Weber en Revista de Letras



La primera guerra de Hitler de Thomas Weber, por Jordi Corominas i Julián

Thomas Weber, La primera guerra de Hitler, Madrid, Taurus, 2012
Traducción de Belén Urrutia


“He vivido las cosas que describo aquí- y peores que las que describo-. Aqquellos oficiales, que cultivaban champiñones para ellos, en vez de ocuparse de los soldados enfermos; que se escondían en un refugio cuando llegaba el fuego artillero; que querían castigar a un enfermero porque no llevaba el distintivo de enfermero que tenía que llevar; que estaban borrachos cuando era decisivo que estuvieran sobrios: puedo decir los nombres de aquellos oficiales y tengo testigos que podrían corroborar la veracidad de lo que he descrito.”
( Alexander Moritz Frey y su visión sobre el Regimiento List)


Una de las fotos del Novecientos se tomó en la muniquesa OdeonPlatz. Adolf Hitler es el ser más fascinado del Planeta. El segundo Reich alemán acaba de anunciar su participación en la Primera Guerra Mundial. Por lo pronto sorprende el entusiasmo del don nadie austríaco, una fracasada calamidad que en la capital Bávara apura la tacha de su cigarrillo vital. Sí, Hitler pone su rostro de delirio. Tiene veinticinco años. Es uno más de la no tan apabullante multitud, el ángulo de la instantánea siempre importa, que corea al Imperio y a la orgía de testosterona patria que es un conflicto bélico y su canto a lo desconocido, a la euforia de triunfos y muerte. Romper la normalidad y desatar la tormenta de la prohibido.


El futuro genocida se alista como voluntario e ingresa en el Regimiento List, efeméride que en público y en privado vendió como un punto cardinal de su trayectoria, el momento decisivo en que una luz le reveló los misterios de Fátima, la funesta verdad que condicionaría la Historia europea durante decenios. Las trincheras francesas como escuela de vida e ideología en la mente de un soldado que tergiversó su propio relato hasta hacer creíble algo que nunca sucedió. La Gran Guerra contempló a un Hitler apático, un correo del puesto de mando que raramente se vio expuesto al fuego enemigo y recibió dos cruces de hierro para lucir en su pecho nulo de valor.
¿Qué hizo en el frente? El hombre que por interés elevó a los altares la camaradería entre soldados e hizo de ella un santo y seña del nazismo fue un marginado antisocial en el RIR 16. Condenó las sucesivas treguas de navidad entre ingleses y germanos, gozó de la lejanía del oponente, comió sin inclemencias meteorológicas y dibujó como de costumbre. No perdía sus aspiraciones artísticas desde un perfil discreto y oportunista que le granjeó la desconfianza de sus pares, certeros en definirle cómo el cerdo de la retaguardia, el tipo que ni siquiera disparó una bala a lo largo de cuatro años y medio de contienda.


La primera guerra de Hitler de Thomas Weber tiene entre sus mayores virtudes el modo en que se ha enfocado la investigación. Con la primera parte se desmiente el mito del aguerrido caporal. Ni eso. Nunca ascendió de rango y tampoco mostró dotes de mando ni capacidad de liderazgo. Era uno más en menos, un taciturno privilegiado sin grandes amigos. Escribía pocas cartas, y cuando recibía permisos no acudía raudo y veloz a ningún destino en particular, prefiriendo viajar en plan turista por Alemania sin detectar ni por asomo el lamentable y alicaído estado de ánimo de la población. El único rasgo que permite vislumbrar al fanático del mañana es su nulo derrotismo, su fe a prueba de bombas la victoria final.


Hablamos de un individuo que se alista con veinticinco primaveras en una fuga hacia delante carente de contenido político, neutro hasta en su antisemitismo. Fue un judío del regimiento, Hugo Guttmann, quien propuso a Hitler para la cruz de hierro de primera clase, hecho que motivará una de las múltiples tramas detectivescas que el dictador emprenderá en la cumbre de su poder para hacer desaparecer cualquier indicio que se desviara del guión marcado en el relato oficial de valor, coraje y apoteosis.


Sí, fue herido dos veces, la última en 1918, dato que nos traslada al segundo sector del ensayo, el período oscuro de la inmediata posguerra entre una ceguera psicosomática, la surrealista participación del Führer en el sepelio de Kurt Eisner, artífice de la revolución que derrocó a la monarquía en Baviera, y su apuesta por un modesto partido de trabajadores, plataforma que derivó en el Nacionalsocialismo, estructurado en su jerarquía desde esquemas cuartelarios, con títulos rimbombantes que proporcionaban ego a sus portadores, magnífico ardid en pos de obtener rendimiento y compromiso para la causa.


La Historia de las vicisitudes de Hitler es bien sabida. Weber le confiere otra dimensión al escarbar en lo concreto centrándose en la afinidad de sus antiguos compañeros de regimiento. Tal análisis exhibe una escasa adhesión a los postulados nazis hasta 1933, un ligero incremento hasta la invasión de Polonia y un continuo desentenderse hasta abril de 1945, con los rusos a las puertas de la cancillería. La evolución cuadra con la del resto de la ciudadanía del Reich. Los que le siguieron la corriente lo hicieron, salvo contadas excepciones, desde una óptica conservadora que esperaba del nazismo un retorno al orden tras las convulsiones de la República de Weimar, rematada y en coma profundo desde el crack bursátil de 1929.


Max Amann y Fritz Wiedemann formaron parte de la élite del nuevo régimen. Su fidelidad al obediente correo del regimiento List les propulsó a escalafones que nunca hubieran imaginado. Otros colegas de la Gran Guerra desarrollaron tareas para el nazismo o se afiliaron al partido, pero una gran mayoría cometió el error de criticar al farsante antes del su ascenso a la cumbre o guardar silencio para salvar el pellejo y evitar las turbulencias. Este sector padeció la paranoia, ya expuesta en Mein Kampf, de Hitler, quien sacó dos conclusiones fundamentales de su experiencia bélica: una guerra debe ser ideológica y la propaganda es una arma inefable si se controla desde el Estado. Esta premisa conduce a otro núcleo duro de sus teorías del Mein Kampf: la imposibilidad de ser fuertes sin extirpar los miembros enfermos del cuerpo, lo que en su lenguaje se traduce en exclusión de judíos, gitanos y otras minorías.


Sin embargo el segundo punto ofrece complicaciones añadidas. Una de las claves que articula las tesis de Weber es que el regimiento sintetizaba por su composición el tejido social alemán, que en su conjunto nunca profesó un antisemitismo acérrimo pese al estruendo de la noche de los cristales rotos y toda la maquinaria industrial del Holocausto. ¿de dónde sacó Hitler su ansía exterminadora? Podríamos creer su cantinela, descubierta en noviembre de 1918 mientras se recuperaba en un hospital militar, de la puñalada por la espalda. Weber lo refuta con la contundencia de fuentes objetivas y reconoce que el gran misterio sigue siendo clarificar el proceso hacia el viraje demoníaco que aceleró el suicidio del Nuevo Mundo, tema que abordará en su próximo libro.

martes, 3 de abril de 2012

Miércoles 4, Autobiografías en el Laberint de Wonderland






Esta semana en el Laberint de Wonderland una serie de programas dedicados a la literatura en primera persona, y como es comprensible lo haremos con la autobiografía, tratando cuatro casos más o menos ejemplares. El primero es San Agustín, luego pasaremos a Rousseau y cerraremos la sección con Giacomo Casanova y Salvador Dalí.



Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

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lunes, 2 de abril de 2012

Ocio de Fabián Casas en Literaturas.com




Ocio de Fabián Casas, por Jordi Corominas i Julián


El año pasado tuve la suerte de entrevistar a Fabián Casas, un tipo muy simpático y lúcido que al hablar mostraba con naturalidad su creencia en lo que escribe, por lo que espero no se dedique sólo al kárate. Pese a su prestigio en Argentina aún no le había llegado la posibilidad de publicar en España. Lo hizo con Los lemmings y otros, libro de relatos donde es fácil reconocer una poética que nace en el barrio y se impregna de lo descarnado de la normalidad, cruel con sus personajes, partículas que se sienten especiales y sin embargo sucumben a la común repetición de los derrotados.


Estos rasgos caracterizan gran parte de Ocio, unión de la homónima novela breve y Veteranos del pánico, textos con los que el autor inauguró su periplo en el mundo de las letras. Quizá por eso hubiera sido conveniente publicar este volumen antes que los Lemmings, pues en él comprendemos con claridad que Casas ha seguido un camino ascendente que ha pulido pequeños defectos y ha mantenido la pureza de antaño, fiel a sus objetivos que tan bien definen su lirismo: “Y a veces también recuerdo lo que pienso. Inventar no invento. Recuerdo cosas, historias. Por lo general recuerdo algo y lo modifíco. Así es más fácil. Igual me parece que si está todo inventado no vale la pena.”


Por lo tanto se idealiza el punto de partida y se adereza con literatura. El proceso recuerda sobremanera al llevado a término por Pier Paolo Pasolini con sus novelas romanas de los años cincuenta, Ragazzi di Vita y Una vita violenta, que impactaron en su momento por usar la jerga de la periferia de la Ciudad Eterna y desenmascarar un tercer mundo dentro del primero, con situaciones infrahumanas que no obstaculizaba la ingenuidad de los protagonistas, contentos e inconscientes con lo dado, supervivientes de robo, adultas risas infantiles y funestos desenlaces.


La generación narrada por el poeta de Le cenere di Gramsci se desarrolló hasta un pecado que se alejó del original hasta organizarse en los setenta y dominar drogas, prostitución y otros negocios nocturnos. Italia no es Argentina. El parecido de Casas y Pasolini se forma por la elección del barrio como espacio que condensa en su interior la esencia de un universo que adquiere coherencia al ser manipulado desde la contemplación del narrador. Las calles y los locales son partes de un todo donde interactúan marionetas de carne y hueso dirigidas por una voz que conoce los recovecos del lugar y acepta la tragedia con escaso, casi nulo, lagrimeo, como si dijera que esto es así, no penséis más, la filosofía está en cada partícula de lo narrado. Sacad conclusiones si queréis, tampoco os obligo. Pasolini en tercera persona, caliente desde una frialdad analítica que aún bebe de una cultura antigua. Casas confesándose mientras acelera el ritmo y la intensidad de la zozobra nos delata en lo moderno, no por quedar bien de cara a la galería ni nada por el estilo, sino simplemente con un desparpajo que sólo embellece la forma y deja que el cuerpo fluya con parsimonia, feliz al no ser juzgado ni apuntado con dedos moralistas. Vida. Autobiografía fragmentada con pies en el suelo.


Ocio es un puzzle de Boedo, colindante con Almagro en la inmensidad de Buenos Aires. La música de sus caracteres aspira a sonar como la segunda cara de Abbey Road, una suite armónica imposible en la realidad porque las peripecias del protagonista son discontinuas, propias de una iniciación con tintes epifánicos. La pérdida de la madre convierte el hogar del protagonista en una pocilga que insufla pasividad y evoca una luz siempre apagada que seda los ánimos. La pasividad y la hipocresía de las relaciones familiares se desvanecen al salir al aire libre, caer en el delirio urbano y aprender en cualquier cantina. En la que nos concierne los amigos se juntan, toman drogas y hablan de literatura, lo que despierta la inquietud del narrador. Irrumpe Celine y los símbolos se instalan. No hay paz. La energía y la locura nos guiñan el ojo, y no importa que ya no aparezcan panteras negras en el comedor. Un boliviano. Más libros. Edificios decrépitos. Una oportunidad en el bucle y mucho deambular por la gran ciudad y reposar como quien espera algo que se desconoce o ni siquiera existe.

El poco apego a la negatividad se verifica en Veteranos del Pánico, breve fresco que homenajea a los mitos de barriada, hombres satisfechos de residir en los rincones que les vieron a cualquier edad, oda al héroe anónimo que es célebre en lo minúsculo que le rodea. Comparto la veneración de Casas por estas parcelas que rebosan autenticidad y mutan de generación en generación para que la rueda gire y los panteones sagrados de la cotidianidad se reflejen en una literatura que nunca se despidió de nosotros. Con ello no reducimos la prosa del de Boedo a un canto de lo anecdótico, sino más bien a la capacidad, extraño don, de dotarlo de una fuerza que confiere a la efeméride rasgos capaces de captar la totalidad en un suspiro.

domingo, 1 de abril de 2012

Diálogo con Olga Merino en Revista de Letras





Diálogo con Olga Merino, por Jordi Corominas i Julián
Por Jordi Corominas i Julián | Entrevistas | 26.03.12

Miércoles de perros en Babilonia. Llueve, la gente, como siempre, se queja de la injusticia de la primavera y nadie atiende a las chicas que reparten folletos operísticos en la Rambla. Cojo el metro, evito a los chicos de una ONG mientras simulo una llamada telefónica y me dirijo a Casa Fuster, donde quizá sospechen de mi constante presencia en el bar para hablar con desconocidos.


Al llegar Olga Merino (Barcelona, 1965) se despide de alguien con lamentos sobre el destino del periodismo. Es una persona cercana que habla con familiaridad y confianza, por lo que su pregunta sobre la suerte futura de la profesión me anima al debate. Intercambiamos opiniones, pero tras varios minutos le recuerdo el motivo de mi presencia: he venido para que me hables de tu libro, Perros que ladran en el sótano. Una historia que navega simultáneamente entre presente y pasado de dos hombres resignados, valientes por aceptar cartas marcadas y proseguir su andadura. Emilio es el padre, Anselmo el hijo, epicentro de la novela, artista y homosexual en la España franquista que en su decadencia observa y recapacita mientras su progenitor agoniza y los recuerdos de Marruecos y una saga emergen. Enciendo la grabadora.

En Perros que ladran en el sótano se nota a lo largo de toda la novela una fuerte labor documental. ¿Qué búsquedas previas hiciste para afinar ambientes y personajes?


Sobre todo dos. Sí me veo capaz de meterme en la cabeza de un hombre, pero en la de un hombre homosexual me daba mucho miedo el deseo. ¿Cómo abordarlo? Me ayudaron mucho los diarios de John Cheever y su tormento de culpa alcoholizado al sentir deseo por hombres. También me resultó muy útil el Retrato del artista en 1956 de Jaime Gil de Biedma.

Y sus andanzas filipinas…

Me llamó mucho el fragmento en que comenta que sobre todo buscaba en la cama un estado de ánimo que ellas no saben suscitarle. Las mujeres no le suscitaban ternura, que es lo que le provocaba el deseo. A partir de esta base fui construyendo el personaje de Anselmo.

Y la otra búsqueda es la de la Historia del Protectorado Español en Marruecos.

Sí, siempre me ha interesado mucho la Historia. Anselmo crece en el Protectorado. Hay mucha bibliografía de lo bélico, no así de lo cotidiano, por lo que hice una búsqueda más bien oral de antiguos residentes en Marruecos a través de la Asociación de Antiguos Residentes La Medina. Me explicaban cómo era su vida, qué sintieron en la desbandada de 1956 y una serie de experiencias del día a día.

Yo en relación a esa zona sólo he leído Mimoun de Rafael Chirbes, donde también aparecía el tema de la homosexualidad y un cierto delirio de la ciudad que atrapa a sus habitantes.

Un ensueño y una apatía que devora.

Y en tu novela el delirio se traspasa al sufrimiento y a la condena de la familia. Una atadura irrompible.

Los Rodiles son una familia peculiar, una especie de anomalía, como si vivieran de prestado en una burbuja irreal, que es lo que era el Protectorado. Era inevitable que Marruecos declarara tarde o temprano su independencia.

Y además en la misma familia se producen cruces inesperados y psicologías casi demenciales que marcan mucho a Anselmo. ¿Cómo ideaste un malestar tan fuerte?

Para que explicara la existencia de Anselmo. Todas las familias tienen su muerto en el armario y porquerías debajo la alfombra. La hermana de Anselmo, María/Margot, se parece mucho a él. Son personajes creativos e imaginativos, que tienen el punto de locura de la creación artística. Si te dejas llevar puedes trastornarte.

María tiene algunos momentos muy eróticos y sensuales. En cambio Anselmo da la sensación de ser una persona que no puede liberarse del todo.

Se encuentra ante un dilema. Las mujeres le dan miedo y vértigo, pero los maricas le dan repugnancia. Busca un varón heterosexual y le surge un complejo de culpa. Además todo homosexual mayor de 45 años ha vivido tal sentimiento. Sus contradicciones son muy profundas.

Y enlazas la homosexualidad con otro desarraigo de un hombre sin tierra ni patria. Tampoco puede mostrar su verdadera identidad.

Y termina arrastrándose hasta la buhardilla de su padre en Tirso de Molina.

Una ratonera.

Me gustaba colocar al personaje en esa tesitura. Un artista homosexual, venido a menos, ya en su decadencia artística total, se encuentra con que debe cuidar a su padre anciano desvalido. Y es fuerte porque en su infancia había sido un padre tiránico y déspota. ¿Qué puede hacer? Es el tema del perdón.

Hay desprecio y sumisión porque no existe otra posibilidad. Anselmo se conforma con lo que le ha tocado.

En las novelas me cargan los personajes autocompasivos. Y Anselmo no lo es. Tiene resistencia dura y se come lo que la vida le pone en el plato. No se queja. Ha sido libre, y la libertad tiene un precio. En su conciencia tiene claro que de haber trabajado más duro le habría ido mejor. Pero no se lamenta.

Y encima nunca se para, siempre da vueltas, casi es un nómada que no pertenece a ninguna parte.

Para colmo al final de sus días se enrola en una troupe artística, España en pequeño: histriónica y esperpéntica.

¿Hay alguna intención en la similitud de Anselmo y Emilio? Lo digo porque su parecido nominal, sobre todo al principio, me confundía, como si jugaras a mezclar sus identidades.

No lo había pensado, pero sí hay algo de eso. Anselmo dice que están hechos del mismo barro. La impronta del nombre pretendía más remarcar una semilla de fracaso. En cambio en las mujeres hay más fantasía. René y Margot. Hay más exhuberancia e imaginación.

¿Y ellos?


Emilio tiene resentimiento, algo que le distingue más de Anselmo.

Aún así, pese a ser figuras dominantes del clan y también del relato, se ven condicionados por las acciones y el recuerdo de las mujeres.

María y Anselmo tienen una misma identidad. Emilio se ve arrastrado por el recuerdo de su mujer, presente de un modo u otro durante todo la novela.

Algo que puede apreciarse sobre todo por la estructura de Perros que ladran en el sótano. En la primera parte alternas un capítulo dedicada al olor de finitud de Emilio en Madrid con las vivencias familiares en el Marruecos español.

Fue una estructura pensada, más si cabe en la segunda parte, donde hice los capítulos de la agonía del padre deliberadamente cortos porque los temas son muy duros. Por ejemplo cuando Anselmo se enfrenta al dilema de aplicar morfina a su padre moribundo. No quería regocijarme en la pena y el dolor. Por eso en la segunda parte la peripecia de la troupe es un contrapunto tragicómico, más liviano.

Y la estructura de la segunda parte, muy parecida a la de la primera, parece centrarse en la muerte paterna que enlaza con la muerte de una España que fallece con Franco.

Me interesaba cómo lo que fuimos condiciona lo que somos. La contradicción inmensa de acabar sus días con un padre al que odió no se puede entender sin explicar todo lo que hubo antes y causó el distanciamiento durante años entre los dos.

La buhardilla al ser tan pequeña hace casi inevitable que ambos se sientan más unidos.

Los dos mundos son claustrofóbicos. El Protectorado y la buhardilla con sus techos oblicuos. Son encierros. En el fondo la gran felicidad de Anselmo fue su corto periplo artístico, que es cuando disfruto algo.

Y justo cuando tiene éxito se lo bebe.

Algo muy español. La farándula y la vida errante son hedonistas y repiten comportamientos. Si hay dinero se lo funden, son incapaces de ahorrar. Vivir a quemarropa. Fiesta y mañana Dios dirá.

Anselmo vive el presente para escapar del pasado.

La vida es aquí y ahora. Anselmo no es triste. Tiene gran capacidad de disfrute. Bebe, se compra trajes caros sin saber si tendrá para comer mañana.

Pero es desdichado en el amor, elemento que mueve sus cambios.

Carambolas de billar. El amor desencadena movimientos. En la novela tiene un componente trágico o dura poco.

Me sorprende la visión positiva que tienes del personaje.

Sí, no lo veo triste. A veces me preguntan porqué son tan tristes mis novelas. No lo sé. La vida no acaba precisamente bien. Anselmo ha sido muy libre, ha hecho lo que le ha dado la gana. La melancolía no tiene porque ser triste. Es el recuerdo de un pasado. Anselmo siempre avanza.

Y el padre es más estático.

Antes hablaba de su resentimiento, pero pese a ello tampoco creo que debamos verlo como el malo de la película. Tiene sus puntos buenos. Cuando Anselmo vuelve de sus periplos y aparece después de tanto tiempo se comporta. No le pregunta nada. Abre la puerta y ejerce su oficio de padre. La servidumbre de la sangre.

Algo que Anselmo acata. En la segunda parte alternas la inminencia de muerte paterna con la del fin de una fiesta que simboliza la de troupe de Lucio Aguirre.


Acababa una España que coincide con la decadencia de las troupes que se pusieron de moda entre una cierta burguesía, que casi se burlaba de ese arte periclitado. Este episodio de la troupe era distinto en mi concepción inicial del libro, que en un principio incluía en todos los capítulos de la troupe un encabezamiento que relataba la agonía de Franco mediante citas de artículos, libros y reportajes. Abarcaban toda la agonía del Dictador.

Lo que quizá hacía demasiado evidente la conexión entre la agonía del padre y la del régimen.

Quizá demasiado mascado. Pese a ello encontré fragmentos memorables, desde los dos potes gallegos que comió Franco, así se lo dijeron al Marqués de Villaverde, el día de su infarto hasta sus paseos por los pasillos del Hospital con marchas militares. Luego también está el sainete del Palacio del Pardo con el botiquín y los trastos viejos, con Franco transportado a la vetusta sala de operaciones con una alfombra porque la camilla no pasaba por las escaleras.

Historias que encajan con la decadencia de la compañía de Lucio Aguirre.

Totalmente. Pretendía ser la metáfora del esperpento de la España de Franco.

¿Temías reacciones negativas por hablar de una época que suele considerarse muy tratada en novelas?

Hay ciertos territorios, la intrahistoria, que no aparece en los libros de Historia. Sí que ha habido un gran boom de novelas de la Guerra Civil, pero por ejemplo aún debe explorarse mucho la época de los años setenta. Quizá nos faltaba perspectiva histórica.

¿Y crees que se deben derribar mitos y ajustar cuentas con los setenta?

Es complicado. La Transición fue un ejercicio de amnesia colectiva. Se hicieron cosas que seguimos pagando. Hay que ponerse en la tesitura de esos hombres y mujeres. A lo mejor no se podía hacer otra cosa. No lo sé. Había miedo en la calle y no teníamos nada claro cómo reaccionarían los militares.

En la novela no aparece la Transición, sólo en la Barcelona canallesca del chino, un fragmento rápido que parece preludiar la conclusión de Anselmo, su fracaso.

Fue una Barcelona muy golfa, muy creativa, quizá para Anselmo se apague una luz, pero la fiesta continuó. Los setenta fueron salvajes en Barcelona, muy creativos.

¿Has pensado en continuar la historia de Anselmo?

No. Ahora mismo me interesa el concepto histórico de conquista, pero me gustaría tratar el tema de las relaciones afectivas en el mundo contemporáneo, tan líquido. Estamos todos muy confusos en las relaciones afectivas. Nada dura, todo es efímero y vamos buscando el amor. Cuando lo encuentras, o te defrauda porque no era lo que esperabas o sales corriendo. Me apetece dejar un poco la Historia y entrar en ese terreno.

¿Te da mas miedo escribir sobre el presente o preparar con minuciosidad algo sobre el pasado?


Me da más miedo el presente porque caminamos sin certezas, entre arenas movedizas. Conozco el proceso de conocer el pasado. Fabular sobre el presente da miedo porque está cambiando cualquier tipo de relaciones, desde lo afectivo a lo económico.

Dentro de un tiempo será curioso ver como durante la crisis hemos generado muchos personajes producto de la época, más allá de lo económico.


Sí, porque es una crisis de valores. Se habla mucho del componente del esfuerzo en anuncios, como si fuera algo nuevo, pero lo que yo veo es que la gran mayoría sigue esforzándose mucho sin obtener recompensa. Además las relaciones se vuelven contradictorias y absurdas. Las mujeres sufriendo, casi con sentimiento de culpa, por estar embarazadas y el miedo a perder su trabajo. No soy futuróloga, pero estamos asistiendo a un cambio de era.