miércoles, 29 de febrero de 2012

Podcast de fechas significativas de escritores en el Laberint de Wonderland



¿Cómo perdió el brazo Valle-Inclán?

¿Qué pasó el 16 de junio de 1904 en Dublín?

¿Qué relación tenían Picasso y Apollinaire con el robo de la Mona-Lisa?

¿Qué dijo Unamuno el 12 de octubre de 1936?


Si quieres ahondar en el detalle de estas cuatro historias sólo debes clickar aquí y escuchar el podcast del Laberint a partir del minuto 38.

martes, 28 de febrero de 2012

Miércoles 29, Fechas significativas de la literatura en el Laberint de Wonderland





En ocasiones los temas del programa aparecen mientras Rosa y yo estamos en directo. Charlamos con plena naturalidad y, de repente, irrumpen temas impensables. La semana pasada la propuesta salió de la nada, y decidimos que hablaríamos de fechas significativas en la Historia de la literatura. Lanzamos cuatro propuestas que se irán ampliando.


La primera se ubica en el Madrid de 1899 y estriba en cómo Valle-Inclán se quedó manco.

La segunda es conocida, 16 de junio de 1904, Joyce, Nora y su Bloomsday.

La tercera vuela al París de 1911 y nos relaciona a Picasso y a Guillaume Apollinaire con el robo de la Mona Lisa.

La cuarta fue un doce de octubre de 1936 y Unamuno le dijo las cosas claras a Millán Astray: Venceréis, pero no convenceréis porque no tenéis la razón.




Cada miércoles a partir de las 15h

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domingo, 26 de febrero de 2012

¡Calcio! de Juan Esteban Constaín en Revista de Letras




La erudición de lo absurdo o el absurdo de la erudición: “¡Calcio!”, de Juan Esteban Constaín
Por Jordi Corominas i Julián | Destacados | 22.02.12



¡Calcio! Juan Esteban Constaín
Seix Barral (Barcelona, 2012)




El fútbol. Lo de siempre. Sí. Millones de individuos pierden la chaveta a lo largo y ancho del planeta mientras se dirime la suerte de un lance deportivo. Noventa minutos. Veintidós individuos, no siempre millonarios, en un tablero de hierba o arena dándole a un balón. Gol. Penalty. Córner. Lenguaje universal. Vale, bonita introducción. ¿Y?

Los automatismos y la repetición de un fenómeno asfixiante, Los Trending Topic de Twitter, siempre son del deporte rey o de famosos, sepultan el origen del celebérrimo juego. Ello sucede en parte porque damos por asumido que los británicos lo inventaron a mediados del siglo XIX, pero claro, los precedentes cuentan, y hasta dan para idear una novela que alterna fantasía y erudición.

Se llama ¡Calcio! y su autor es Juan Esteban Constaín. Dentro del alud de novedades me intrigó por la presencia en su dramatis personae de Arnaldo Momigliano, un intelectual imprescindible y desconocido de la cultura europea del Novecientos. Su protagonismo está justificado por los vaivenes de la trama, que desde Oxford volará a la Florencia del Cinquecento para enarbolar una teoría documentada que encrespa a los eruditos de la otrora Pérfida Albión.

Momigliano tuvo una vida marcada por el fascismo y su progresiva sumisión a los postulados nazis. Las leyes antisemitas de 1938 apartaron a los profesores judíos de la enseñanza y el joven sabio transalpino se vio a obligado a emigrar. El estallido de la Segunda Guerra Mundial no fue un obstáculo para su carrera, consolidada y admirada por sus iguales tras el conflicto bélico. Es en estas cuando él y su compañero Sutcliffe, quien rememora y recupera los documentos de aquellas lejanas jornadas, son invitados a una anómala reunión, casi una gamberrada en el restringido círculo de los estudios clásicos.

Los elegidos que dominaban la Antigüedad se reunían un fin de semana en el zoológico de Wellinborough para perpetrar un aquelarre en forma de sorte virgilianae. Profesores borrachos citados entre bestias con un sombrero desde el que extraer un papelito que contiene un tema grecorromano a desarrollar ante el experto y beodo auditorio.

Sutcliffe y Momigliano son novatos en el evento, por lo que sufren todos los males habidos y por haber. Sin embargo, los nervios no impiden su triunfo. El italiano sortea sin dificultad el complejo argumento de los juegos de pelota en la Antigüedad mediante una argumentación ágil en la que combina efemérides infantiles y datos contrastados que culminan en lo abrupto de la irreverencia: los británicos no fueron los padres del fútbol, sus raíces hay que situarlas en la florentina Plaza de la Santa Croce donde los ciudadanos de la capital toscana disputaban partidos de algo con ribetes de rugby y notas similares al balompié.

La disertación del debutante fascina, pero provoca un cónclave de urgencia. La cuestión puede acarrear consecuencias diplomáticas en su infamia de denostar el ingenio anglosajón, tanto como para ser juzgada la disputa en un tribunal. Momigliano alucina y se conjura para recabar informaciones para su propia defensa por lo que, con apoyo de la cúpula de Oxford, regresará a su país natal y a sus insignes bibliotecas.

Su investigación, bien armada en lo ficticio por Esteban Constaín, aguanta en lo novelesco por la diversidad de ingredientes históricos que amalgama. Carlos V, Michelangelo, Leonardo o el conquistador Xulio Ximénez de Quesada son sólo una minúscula porción del reparto. Primavera de 1530. Florencia está sitiada por las tropas imperiales, temidas por su implacable crueldad en el Sacco di Roma. El soberano de España y Alemania, a punto de ser coronado por el Papa, ve tan clara su victoria que prohíbe el carnaval a sus enemigos.

Cuenta la leyenda que la rebelión fue ingeniosa. Uno puede sentir en el cogote la muerte, mascar la tragedia en la montaña. Los florentinos se burlaron del asedio y organizaron un partido de calcio. Desde la colina sus rivales apreciaron la afrenta y dispararon una bala de cañón que naufragó en sus intenciones.

Hasta aquí lo real del asunto. La novela recoge ese trazo pionero y lo amplía en una especie de Barça-Madrid de la época que modula las reglas a medida que avanza el duelo. Nada mejor, y utópico, que montar un envite futbolístico entre los contendientes de la guerra. Los florentinos presumen de experiencia y los españoles son una multinacional inesperada con sudamericanos, los primeros indígenas en suelo europeo, dotados de talento para el balón. Su defensa tiene robustos esclavos negros, y el resto es la flor y nata de la cantera patria. La balanza de goles decantará el resultado de las armas, moneda al aire, fantasía a lo Evasión o victoria.

Quizá por ser un adolescente de los noventa y un adulto del primer 2000 he hallado en ¡Calcio! elementos que guiñan el ojo a Harry Potter, Oliver y Benji y a Diego Armando Maradona, lo que es ciertamente meritorio en una obra con tono docente que no decae en su ritmo narrativo, jocoso en la ocurrencia, serio en el planteamiento y hasta si se quiere con una profundidad que penetra allende lo deportivo y se instala en lo absurdo del argumento y la tesis del pobre Momigliano, obligado a sacar la chistera por culpa de cuatro malditos ingleses con resaca victoriana obstinados en el honor de ser pioneros para ahondar en un ridículo que desterraría la década de los sesenta.

jueves, 23 de febrero de 2012

Viernes 24 de febrero, 19h, Loopoesía 2012 en Fnac Castellana



Loopoesía 2012

Viernes 24 de febrero, 19 horas

Fnac Castellana

Paseo de la Castellana 79 (Metro Nuevos Ministerios)

Madrid







Cada año Loopoesía se renueva con intención de seguir acercando los versos a la gente. En su cuarta transformación el proyecto apuesta por proponernos un viaje alucinante dirigido por Jordi Corominas i Julián, autor del poemario que articula una perfomance donde además mezcla música, construye proyecciones audiovisuales y elabora una escenografía que permita al público entender mejor su propuesta, única en el panorama nacional y hasta fuera de nuestras fronteras.

¿Qué hace un gladiador en un confesionario en medio de un desierto?

¿Puede un hombre ser Mary Poppins? ¿Existen cementerios de peluches?

¿Se pueden pedir besos a desconocidos? Las luces no se apagarán cuando termine el espectáculo, seguirán en vuestra mente. Loopoesía es amor y una experiencia que no cancela su impronta, permanece en el cerebro, obliga a pensar y dispara balas a nuestras conciencias.

Esta propuesta, que también ha visto la luz en forma de e-book en 2011, pasó por Fnac Callao en mayo de 2011 y ahora aterriza en Castellana el viernes 24 de febrero a las siete de la tarde. Será una hora bruja. Reservad cita, dejaros transportar y lo imprevisto acudirá a vosotros y os sacudirá desmintiendo lo solemne de la poesía y creer en la posibilidad de renovarse sin morir.

Podcast de Novelas inacabadas en el Laberint de Wonderland




Ayer en el Laberint de Wonderland, pese a una tos que me llevaba por la calle de la amargura, hablamos de novelas inacabadas de escritores como James Joyce, Franz Kafka, el Marqués de Sade o Irene Nemirovsky. Puedes escuchar la sección a partir del minuto 37 clickando aquí

martes, 21 de febrero de 2012

Miércoles 22, Novelas inacabadas en el Laberint de Wonderland (Rne4)




El frío no sólo es climático, en ocasiones se instala en la muerte o sobrevuela infortunios y decisiones que impiden terminar novelas. Algunos de los más grandes literatos de la Historia pasaron por tal trance. Nosotros hablaremos de Los 120 días de Sodoma del Marqués de Sade, Stephen el héroe de James Joyce, América de Franz Kafka y Suite francesa de Irene Nemirovsky.










Cada miércoles a partir de las 15h

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lunes, 20 de febrero de 2012

Cristo y los cinco millones en "Peligro de extinción" de Bcnmes





La salvación, Cristo y los cinco millones, by Jordi Corominas i Julián

La primera escena es idílica. Transcurro mis vacaciones de Navidad en Italia muy bien acompañado. Un amigo decide regalarnos un momento especial. Acciona su coche, duda en el momento de aparcar y tras depositar el vehículo en las estribaciones de un mirador nos conduce ante una vista espectacular de la ciudad donde yace enterrado Virgilio. Sí, la vista es espectacular, pero lo interesante de la anécdota es que estamos al lado de una Cartuja cerrada a cal y canto porque dejó de ser útil para la vida religiosa del lugar.

Segunda escena. Han pasado tres semanas y vuelvo a caminar por Barcelona. Un hombre me ofrece un panfleto en la entrada del metro de Camp de l’Arpa. Me sorprende tanto folio bien hilvanado, algo extraño en un enclave estratégico donde lo normal es que un chino te ofrezca, siempre que tengas pinta de macho ibérico, una tarjetita de orientales a 40 euros con una bonita foto de una chinita en ropa interior. Abro el regalo, procedo a leerlo y mis ojos no dan crédito. ¡Han vuelto! Y no, los testículos de Jehová reposan en la imaginación de nuestra infancia. Los replicantes no tienen nombre, y pese a ello ofrecen lo de siempre. Calmado, de manera muy sutil, deposito el pliegue de hojas en una esquina de la escalera y procedo a escuchar la charla del buen pastor a un tipo que atiende la llegada de su novia. Sí, nosotros queremos que la llegada del señor sea un acontecimiento a escala planetaria. ¿Cómo llegará tu Dios? ¿En monopatín? ¿En avioneta? No haga broma con temas tan importantes, nuestro señor sabe que todos somos pecadores y nos reserva el mayor estruendo posible para su adviento, el fin del mundo se acerca y es por nuestros méritos. No podemos limpiar nuestros errores, toca aceptar la nada y la nulidad de cualquier acción. Él tiene la verdad en su seno y abrirá la puerta de un mañana mejor donde nuestra pútrida mortalidad sea ceniza, porque más allá del Planeta el Reino de los cielos es la salvación de la carne. ¡Hola Jordi!

Tercera escena. Otra jornada rutinaria. He visitado la exposición de los impresionistas en el Caixa Fòrum, y durante más de un instante he sentido que el público asistente levitaba a mi alrededor. Efectos de la mercadotecnia. Saco dinero del banco sin pisar su templo y cojo el primer autobús para llegar a casa y descansar de tanto trajín. Leo el periódico. Nada nuevo bajo el sol. Siempre hay una oportunidad histórica para remediar la crisis y un Barça-Madrid. De repente, una voz me despierta de la normalidad incitándome a ingresar en otra vía más espiritual. Un adolescente distribuye opúsculos y grita bien fuerte que el señor prepara las maletas para rescatarnos, como si se tratara del Banco Central Europeo o el Fondo Monetario Internacional. Mi compañero de asiento, aturdido por el mensaje, suelta la frase de la semana. ¿Por qué no viene el señor y nos da trabajo a los cinco millones de desempleados de este puto país? Tímidos aplausos de fondo. El predicador enmudece.

No hay cuarta escena. Sería alucinante si os contara más casualidades epifánicas. Hace décadas era relativamente frecuente lo de observar una miríada de calvos vestidos de naranja con su letanía. Hare Krishna, Krishna, Krishna. En épocas de depresión económica no es anómalo refugiarse en la fe. La caída del Imperio romano propició la llegada del Cristianismo a base de decretos ley que ahogaron al mármol pagano. Desde pequeñines configuramos una determinada visión del mundo donde las figuras divinas juegan su rol en el tablero. Con ello no digo que sean determinantes ni nada por el estilo, pero sí es cierto que pululan a nuestro alrededor. Por suerte, somos seres libres y tenemos la opción de declinar credos y proclamas, lo que no impide que los dinosaurios invadan el espacio público a la búsqueda de nuevos acólitos.

Roma es la ciudad con más iglesias por metro cuadrado del Universo. La falta de fieles y la ausencia de vocación provoca que algunos centros de oración usen una grabación para alentar el rezo. Eso demuestra que el panorama no es halagüeño para los viejos disfrazados con estridentes sotanas, poder enfermizo con bula para despotricar y soltar barbaridades. Sus aliados en la calle son una minoría que tiene el viento a favor por un motivo muy simple: nunca desaparecerán y su microclima lanzará chispas que los demás, eso espero, ignoraremos mientras oteamos un horizonte que redima la pesadilla y la transforme con nuevas coordenadas que quizá aún no hemos sido capaces de escribir o vislumbrar.


Ilustración: Nil Bartolozzi

viernes, 17 de febrero de 2012

Diálogo con Maurizio de Giovanni en Revista de Letras


III Ciclo de Autores de Novela Criminal (I): Maurizio de Giovanni
Por Jordi Corominas i Julián | Destacados | 13.02.12



Lo versa en gran parte de estaciones. En otoño Lumen publicó El invierno del comisario Ricciardi de Maurizio de Giovanni. Me impactó, y lo comprobaréis a lo largo de la entrevista, el personaje del comisario, que desde mi punto de vista añadía nuevos elementos a un modelo clásico de investigador, ya visible en la tradición italiano desde el Pasticiaccio de Carlo Emilio Gadda. Roma no es Nápoles, y por eso Ricciardi y los mismos crímenes viven de otra atmósfera y agitación. Frío y atormentado el protagonista. Caliente y vibrante la ciudad, envuelta en una átona neblina fascista que enturbia los pasos sin anular una esencia propia que impregna los tejidos de la novela, teatral, analítica y muy entretenida, de lectura rápida.


Hace escasas semanas recibí la segunda entrega de la serie, La primavera del comisario Ricciardi. La segunda estación depara una trama más rica de elementos, con una vertiginosa estructura en la que los personajes se bifurcan, convergen y ejecutan un rompecabezas con muchos sospechosos, una muerte extraña y la pasión desatada más allá del asesinato que vehicula el relato, repleto de acción reflexiva en un escenario donde la investigación es una clave para comprender lo que nos rodea. Llego al hotel, espero, estrecho una mano, me siento y enciendo la grabadora.


¿Cómo nace el personaje del comisario Ricciardi?

Por pura casualidad. Tenía cincuenta años y no pensaba para nada en la escritura. Un día, teniendo la tarde libre, me inscribí en un laboratorio de literatura humorística. Siempre he leído mucho, sobre todo narrativa, me apasiona. Los chicos del laboratorio mandaron, sin decírmelo, un texto mío a un concurso para escritores noveles de crónica negra. Era un concurso duro, tenía varias etapas y Nápoles era la penúltima antes de la final en Florencia, en Le Giubbe Rosse. Fui y nos dieron novecientos once minutos, lo organizaba Porsche, para escribir un relato en el Café Gambrinus, que siempre aparece en las novelas de Ricciardi para homenajear esa anécdota.






Con tanto tiempo por delante era inevitable que pasara algo especial.

Sí, tenía mucho tiempo para mirar desde la ventana. Era junio, y una chica de la calle se paró a mirar lo que ocurría en el interior del Café. Al cabo de un rato se aburrió y se fue. Sin embargo me di cuenta que entre todos los que estábamos sólo yo me fijé en el detalle. Así se me ocurrió uno de los motivos clave de Ricciardi. ¿Qué sucedería si una persona viera siempre imágenes terribles e invisibles para los demás? A partir de ahí decidí ambientar sus historias en los años treinta por estar en el Gambrinus, con su decoración tan Liberty.

Y de ahí, a la novela.

Gané el premio, y luego me pidieron otro relato del personaje. Ricciardi es extraño.

Tiene un aire misterioso muy particular.

No es guapo, ni fuerte, y ni siquiera se interesa en exceso por la comida, tampoco por las mujeres. No disfruta la vida.

Pero es porque interioriza muchos sus emociones y sentimientos.

Sin duda. El mutuo desdén que se profesan él y lo exterior incide en que sea un hombre enigmático, y eso produce atracción y el surgimiento de preguntas sobre su personalidad.

¿Desde el principio de Ricciardi pensaste en crear una serie de novelas?

No, ni mucho menos. Escribí la primera novela. Ricciardi tuvo éxito. En todo el proceso me ayudó mucho Paola, mi mujer, que trabaja en el editing del libro. Piensa que aunque la serie tenga tan buena acogida yo nunca he dejado mi empleo de toda la vida en la banca. Quiero conservar mi independencia de la escritura.

¿Antes de Ricciardi escribías sin pretensiones de publicar?

No, nunca escribí antes de cumplir los cincuenta, una edad que por otra parte no parece propiciar la eclosión de un talento, siempre pensé que si eso existe se descubre en la juventud, y no pensaba, en realidad nunca he contemplado la posibilidad, tenerlo.

Lo decía porque en las novelas del comisario Ricciardi hay muchos pasajes cargados de licencias poéticas, párrafos sumamente líricos que sorprenden en una novela negra.

Cuando escribes metes dentro del texto todo lo que tienes, lo que has vivido. Amores y pasiones. También metes toda lectura, película o experiencia que te ha dejado alguna cicatriz, y eso significa que te ha impactado. En las novelas de Ricciardi introduzco mi todo: hijos, fracasos. Supongo que al fin y al cabo lo poético que mencionas es una emoción.

Que por otra parte quizá aparezca por estar las novelas ambientadas en los años 30. ¿Qué te motivó, además de la efeméride del Gambrinus, para situarlas en otra época y no en la actualidad?

La verdad es que no soporto las investigaciones científicas, y tampoco creo que hagan mucho para encontrar al culpable por una serie de excepciones de procedimiento de los abogados defensores que producen la imposibilidad de dar con el culpable.

¿Ves? Desde la renuncia de lo científico y neutro el acercamiento vira a lo cotidiano y a su poética de la búsqueda, los detalles y la reflexión intuitiva.

Quería situar las novelas en una época donde las investigaciones se movieran desde la pasión. Los detectives o comisarios sólo podían dar con el culpable investigando la vida de la víctima para entender cuándo una pasión positiva devino negativa. ¿Qué generó tanto envidia, odio y celos como para asesinar?

Y el crimen generalmente irrumpe por hambre, amor o dinero, como menciona Ricciardi en La primavera.

Son los elementos clásicos del crimen. Ahora existe una industria del crimen, pero también es por hambre, hambre de poseer. Tiene razón Ricciardi, las constantes son las mismas de antaño.

Pero en los años treinta en Nápoles imagino que el crimen era más pasional, cargado de mil pulsiones.

Una ciudad de pasión como Marsella o Palermo, no es una ciudad organizada y fría. La violencia nórdica, que en los últimos tiempos tiene tanto éxito, parte de la locura o de crímenes de extrema frialdad.

Quizá es una violencia más prototípica de nuestra época.

Seguramente sí.





¿Ricciardi se inspira en algún investigador previo de otros autores? Mientras leía El invierno todo el rato acudía a mi mente la imagen de Pietro Germi en Un maledetto imbroglio, la película basada en el Pasticiaccio brutto de Gadda.

Creo que no me inspiré en ningún investigador de otras historias. Si te fijas, Ricciardi tiene una pose casi sacerdotal.

Casi un asceta.

Se distancia voluntariamente de las pasiones. Le dan miedo. Observa desde la ventana a la mujer que desea, pero no interviene. Nació así, piensa en su vida, que le ha dejado muy marcado. En la cuarta novela de la serie pensé que Ricciardi moriría y escribí sobre su adolescencia, todos esos recuerdos de alguien que ve el último momento de los muertos. Al final optó por sobrevivir.

¿La idea de las cuatro estaciones, una por novela, la pensaste para estructurar toda la serie o también surgió casualmente?

Escribí El invierno del comisario Ricciardi pensando que sería la primera y última novela de la serie. Una vez comprobé la buena acogida que tuvo entre los lectores pensé en probar de crear una novela ambientada en una estación bonita, para ver si lograba transportar el horror a la primavera.

En El invierno se sentía el efecto de la estación, pero en La primavera se percibe todavía más, mencionas más la estación. Además de esta diferencia, se percibe un progreso entre ambas. El invierno es más corto y quizá lineal, mientras que La primavera es una obra muy compleja, con muchos personajes y tramas.

Es mucho más coral. Yo veo cada novela de la serie como parte de una sola historia. Los personajes evolucionan. El Ricciardi de la quinta novela ha crecido, no en vano ha transcurrido casi un año desde que empezó su historia con muchos casos y cosas.

Es un personaje que vive mucho los casos, pero también insistes mucho en su contexto cotidiano, desde su amor platónico hasta la relación con sus compañeros.

Sí, su mismo comportamiento viene determinado de sus fantasmas y del don que tiene. Es un observador, pero naturalmente sus relaciones personajes juegan un gran papel. Su Enrica, el ayudante Maione…

Que en La primavera gana protagonismo con una historia paralela al caso principal.

En El invierno está siempre al lado del comisario y en La primavera tiene más libertad. En breve una televisión producirá una serie sobre Ricciardi y siempre pienso que el personaje más complicado de interpretar es Maione. Ricciardi no llora, raramente expresa emociones. El problema es Maione. En El verano, que llegará en español a lo largo de los próximos meses, será un personaje cómico. Tiene mucho calor y por obligación debe llevar el uniforme de invierno. Pesa más de cien kilos y para respirar aliviado se mete a dieta. Y su mujer sufre porque puede aceptar cualquier cosa menos que su marido no coma en casa. Y es un cambio trascendente, porque en La primavera Maione es trágico y padece una situación que lo pone contra las cuerdas.

Y en ese aspecto entra el contexto. Ya lo has explicado antes. En los años 30 el investigador se implicaba en los casos, que repercutían en su existencia de manera directa.

Absolutamente. Hoy es un trabajo. En esa época existía una fuerte implicación personal.

En La primavera tanto el comisario Ricciardi como Maione se ven afectados a nivel personal por la evolución del caso que investigan.

Sí, y es a partir de las madres y los hijos. La mujer de Maione sufre por la muerte de un hijo fallecido años atrás. También tenemos a la tarotista Carmela Calise y hasta a la madre de Ricciardi, que sueña con ella. Rosa, su tata, es como una madre. Y no podemos olvidar a Filomena, con su hijo Gaetano. Trabajé en estas relaciones materno filiales. El amor de madres a hijos y viceversa es el más perfecto, pero también puede causar mucho dolor. La primavera es la novela del amor materno, que hasta se condena con un testigo.

Sí, un hombre de sesenta años con una novia de su edad que no puede casarse porque su madre no quiere. Y claro, la mujer ya tiene noventa años y esperan su muerte para liberarse y cobrar la herencia.

Sí, y además él aún aspira a tener familia numerosa. También su historia está muy relacionada con la madre, algo que no deja de ser muy napolitano.

Y en las novelas introduces muchos elementos que caracterizan Nápoles, entre ellos el aspecto teatral que siempre rodea a los crímenes que centran la trama.

Intento dar siempre un elemento teatral a los crímenes. En Nápoles hablar del teatro es hablar de la ciudad, en la calle y en la platea, es inherente a nuestra condición.

Y estos elementos napolitanos, tan especiales, marcan con naturalidad la atmosfera de toda la novela, la ciudad es otra protagonista que modula los eventos y las personalidades.

Y no hay necesidad de usar los clichés como la pizza o la mandolina. Se trata de que el lector reconozca una Nápoles verosímil, creíble a todas luces.

Los espacios en que transcurren las novelas son siempre los del centro de la ciudad, más reconocibles, lugares donde todo el mundo se conoce.

Nápoles, más allá de sus calles principales donde hay dinero, acoge una serie de barrios populares que son otro mundo, con una musicalidad muy diferente, se habla otra lengua y hasta la teatralización de los sentimientos es opuesta en ambos lados, que casi se tocan, lo que no impide una gran diferencia de potencial que provoca constantes descargas eléctricas de gran intensidad.

Y Ricciardi puede entender a las dos Nápoles por ser de origen noble al tiempo que sabe tratar a la gente humilde.

Ricciardi es el único habitante de una ciudad donde vivos y muertos se ignoran. Y él capta ambas voces a la perfección. Si lo miras bien es una metáfora muy clara, porque solemos caminar en nuestro mundo alienados, sin penetrar nunca en el otro. El napolitano suele pisar raramente la periferia. Ricciardi es equidistante entre ambos mundos y ello le permite comprender mejor las situaciones que se generan.

Y por otra parte no nació en Nápoles, tiene algo de observador externo, un antropólogo.

No, es de la provincia de Salerno, no lo suficientemente lejos de Nápoles como para no conocerla, pero tampoco suficientemente cerca como para integrarla al cuerpo, interiorizarla y no poder escapar a sus garras.

Lo que contrasta con Maione.

Que de tan napolitano se integra en el tejido de la ciudad. Será corpulento y vestirá de uniforme, pero sabe moverse y desaparecer por las calles, conoce el laberinto y sabe esconderse, como si la ciudad fuera consciente de su presencia, y aparecer en el momento oportuno.

En La Primavera lo demuestra siempre que visita a Filomena, la belleza con una cicatriz en el rostro. En La primavera lo polifónico gana mucho terreno y las tramas son múltiples. ¿Cómo organizaste el material y su complejidad?

El invierno era una autopista, muy lineal. Hay un solo flashback con el barítono, y es más bien la mera narración de un hecho. En La Primavera articulé las cosas de manera muy diferente. Su primer borrador era muy onírico, sin los nombres de los personajes secundarios, como en un sueño. Ya en el segundo estructuré mucho más el conjunto. A veces pienso que sin definirlo tanto hubiese logrado que fuera más vívido.





Pero la estructura ayuda a crear tensión. Lo polifónico del relato y la división de sus acciones mediante párrafos cortos y el uso de la simultaneidad producen inquietud, todos cobran protagonismo y nos preguntamos por su destino.

Quería crear inquietud, inquietud en parte por todo el delirio del amor equivocado, con los personajes moviéndose sin parar en lo físico y en lo mental. El suicidio del pizzero es una historia fuerte, porque su muerte implica que paga un sueño. Filomena se sacrifica por otro motivo. Por la belleza, un lujo que determinadas clases sociales no pueden permitirse, para Filomena es un obstáculo, con gente poco fiable a su alrededor que condiciona su modo de afrontar la vida.

El mismo Ricciardi parece sacrificarse con su pasividad amorosa y la renuncia a vivir la normalidad, de casa al trabajo, del trabajo a casa con ligerísimas pausas para comer siempre lo mismo, un hombre de rutina hasta las últimas consecuencias.

El comisario debe juntar los elementos para resolver la investigación, pero no puede evitar que lo imprevisto se cruce en el camino, y en La primavera los nombres de la libreta de la tarotista asesinada llevan a Enrica al despacho de Ricciardi, y claro, ni uno ni la otra reaccionan con normalidad, el shock es tremendo. Por otra parte el comisario tendrá más sorpresas amorosas, su misterio no deja indiferente y Livia, la influyente viuda del tenor y amiga personal de Edda Mussolini, volverá más que decidida a conseguir lo que desea.

Otro contraste con Ricciardi, que pese a vivir durante el fascismo no profesa simpatía por el régimen mussoliniano ni tampoco abre mucho la boca para quejarse, no se pronuncia. ¿Querías realzar lo político?

Quise dar una visión realista, y me explico. Nuestra visión de la época viene determinada por todo lo que supimos a posteriori de los veinte años de fascismo. La lectura de este período se nutre de datos que juzgan su totalidad con una negatividad absoluta.

Por algo en la historiografía se le llama Il ventennio nero.

Sí, pero esa es la visión histórica, el análisis del pasado desde el presente. Los italianos en los años donde sitúo las novelas de Ricciardi tenían otra percepción. Mi trama acaece en los primeros años treinta. En 1929 un 97% de votantes aprobaron el fascismo. No había una adhesión absoluta. En Nápoles, acostumbrados como estamos a la dominación de un sinfín de pueblos, siempre hemos pensado que la nueva dominación seria mejor que la anterior. Luego se daban cuenta que no era así, sino que era aún peor. Quería reflejar el desinterés general de los napolitanos por el régimen. Naturalmente existía una cuota de disidencia intelectual que representa el Doctor Modo, el forense, pero el resto de napolitanos sólo lo utilizaba si podía. En caso contrario se distanciaban.

Ricciardi sólo entra en riesgo con el fascismo por su superior.

Garzo, que en su diplomacia asciende no tanto por méritos como por habilidad en el trato con los que mandan. Ricciardi, pese a no sentir simpatía por el fascismo por su tono militar, cree que la naturaleza humana es la que debemos combatir, y esta no cambia con el fascismo, siempre es la misma.

Y en su renuncia a la normalidad no lleva sombrero ni frecuenta los ambientes que le corresponden por clase y origen.

No se preocupa por las formas, lo que desconcierta a Garzo, le da miedo porque no entiende su proceder y cree que su conocimiento de los criminales sólo puede deberse a que él también lo es.

Y para Ricciardi otro problema del fascismo es que la prensa no mencionaba ningún crimen, eran imposibles en un Estado de orden y seguridad.

Y lo combate, sabe que la prensa no puede hablar de estos temas, y eso dificulta su tarea y la reduce a la nada, como si su labor fuera invisible pese a que toda la calle sepa de crimen, sangre o cualquier otro chismorreo.

Ya para terminar. ¿Te imaginas un investigador al estilo de Ricciardi en 2012?


Me lo imagino, pero lo veo más necesario que real. Es compasivo y se preocupa por los demás. Nosotros lo somos cada vez. Vemos un accidente y no sufrimos, simplemente somos espectadores, y eso es desagradable ética y estéticamente.

Una actitud ética.

Sí. Hoy en día me imagino a Ricciardi más político que policía.

jueves, 16 de febrero de 2012

Podcast del Laberint de Wonderland sobre el frío (literario)






Este miércoles en el Laberint hemos circulado por frías corrientes que hemos capeado como buenamente hemos podido. La culpa de todo no la tiene Yoko Ono, no. Más bien es de Stieg Larsson, Vasili Grossman, Cormac McCarthy y Maurizio de Giovanni, que han sido los protagonistas de la sección. Puedes escucharla, a partir del minuto 37, clickando aquí

miércoles, 15 de febrero de 2012

Jueves 16, 22 horas 30 minutos, recital en el Nostre racó junto a Sonia Serra




Tras todo el trajín loopoético aún queda espacio para recitar otra vez sin el show. La ocasión acaecerá este jueves 16 en El nostre racó a partir de las 22 horas 30 minutos. Será algo breve entre Sonia Serra y servidor. Seguramente recité la suite que musiqué hace poco de las Nocheviejas del Patriarca y fragmentos del Gladiador silenciado.


Recital de Jordi Corominas i Julian & Sonia Serra

Jueves 16 de febrero, 22 h 30 minutos

El nostre racó

C/Bòria 22

Barcelona

Metro Jaume I

Crónica del debut de Loopoesía en el Llantiol, lunes 13 de febrero de 2012




Cada año Loopoesía ofrece cambios que son evolución de la propuesta inicial que presentamos en el ya lejano 2009. Las campanadas de nochevieja sin patriarca suponen para servidor el despertar de un letargo que conduce a un sitio muy concreto. De septiembre de 2011 a enero de 2012 dejé de escribir poesía porque notaba, en una repetición otoñal en el camino hacia la nueva Loopoesía, la llegada de ideas que perfilarían el camino para darle la fuerza necesaria del verso al todo, de la parte más importante, la suite que articula el espectáculo, a música, proyecciones, escenografías y movimientos.

Antes de ese parón medité algunos posibles temas. Enriqueta Martí tuvo durante cierto tiempo muchos números para ser la protagonista absoluta, pero deseché la posibilidad porque empecé a interesarme por el extraño psicoanálisis del paseo de Leyden entre Sigmund Freud y Gustav Mahler. La charla entre ambos genios acaeció en 1910, y poco después la falsa vampira del Raval, mala aunque vilipendiada en exceso por mera rumorología, secuestró a Teresita Guitart. Me gustaban las dos historias y opté por juntarlas a partir de otro enlace puente. Creí tener el argumento.





Y era lícito pensarlo. Sin embargo, luego llegó otra imagen más potente que dio sentido a mi búsqueda. Un gladiador en un confesionario en medio del desierto. Un hombre abandonado en la inmensa soledad donde nadie escucha sus súplicas. Un ídolo caído con la virtud de ver más allá de la rejilla y contarnos una serie de hechos que se conectan con naturalidad entre sí. Escribí, conjugué y terminé la suite a mediados de enero. La música salió sola en su intención de no ser sólo una melodía. Los versos, repito, siempre son el motor que activa las otras piezas, y la música, así como las proyecciones, sirven para entender lo que transmite el poemario, que saldrá en abril y se titulará el gladiador silenciado.


Escasos días antes de la presentación en el Llantiol cuadré mi particular circulo con las proyecciones. El show de este año es veintiún minutos más cortos que el de 2011 porque actúo solo, y eso exige cuadrar mucho mejor la mezcla multidisciplinar que propongo. Medité mucho sobre los fotogramas a elegir, y al final resultó que suman doscientos más que en el anterior montaje porque están más sincronizadas con la voz grabada y los loops que la sobrevuelan.
Otra importante novedad de Loopoesía 2012 radica en que se alternan poemas registrados y en directo. Probé el experimento en noviembre y funcionó, entre otras cosas porque ayuda a comprender los enlaces entre cada fragmento, algo que asimismo queda más consolidado con mis movimientos en escena, más minimalistas tanto por los objetos como por mi interpretación.





Dicho esto quizá convenga resumir lo que fue el estreno en el teatre Llantiol, un clásico que nos recibió de manera estupenda, facilitándome mucho el trabajo previo por su buen criterio técnico y organizativo. Ojalá vuelva a su platea, me encantó, y desde ella tracé la base para lo que viene, un decálogo de sensaciones, aciertos y errores de una experiencia que me hizo recordar lo bien que está uno al terminar y percibir el cuerpo agitado, la mente en blanco y las venas cargadas de flashes de intensidad, pausa y una energía que tras treinta y seis minutos en el teatro equivalentes a tres horas de actividad cerebral normal nada hacia la calma de meditar lo transcurrido.




Preparar, respirar: Debía actuar junto a otro grupo que causó baja a ultimísima hora. Fantástico. Pude familiarizarme con el lugar, imaginar la actuación en el escenario y relajarme un poco. Estaba de los nervios, y me gustaba, me confería seguridad y tensión que almacené hasta que me presentaron, se apagaron las luces y el todo hilvanó su partitura. Imágenes de desiertos, gladiadores y confesionarios. Música amenazante, tenebrosa. La platea vacía, sólo los elementos y el público observando. Una nota de piano me incitó a salir con mi casco romano y unos ojos extraviados, de lunático puro y duro. Accedí a la silla, cogí mi piano naranja, y poseído hice sonar esas teclas infantiles, hierático y atento a escuchar la voz del primer poema. Continué con lo mío, sintonicé mi radio de pasos a dar a lo largo del show y me levanté agitando mis maracas del Coliseo muy animado y hasta con ritmo, bailando hasta que sonó una batería, brotaron silbidos de los cincuenta y tomé el cetro de otra identidad sin casco y con mis pupilas de toda la vida. Así,con la chaqueta naranja y el negro cubriéndome, procedí al abrazo con el micro, listo para recitar la invasión babilónica de los soldaditos de plomo.


El micrófono: Fue más un enemigo que un amigo, y lo supe desde que cruzamos miradas. Estaba viejo y no tenía ni la mitad de clase que el resto del teatro. Se paró en dos ocasiones, pero como había ensayado el recitado en vivo con mil tonos y variaciones no hubo problema, marqué los tiempos, cuadré el recitado con las imágenes y sus engarces musicales y sólo me trabé en una parte repleta de aliteraciones, pero fue un lapsus que dio pie a inventar trabalenguas y otras tretas de fontanero.





Yo y los objetos del escenario: Un abrigo, paraguas, un gorro de Napoleón, los soldaditos, un extravagante plástico destinado a la metamorfosis, pianos, maracas, un muñeco de Freud, ropas ocultas, monedas en mis bolsillos, pócimas policromas. Debía, nunca mejor dicho, interactuar con tal marabunta y sacarme el carné de metrónomo. Mientras actuaba tuve en algún momento la sensación de que el reloj se comería mi plan, pero no fue así, y además todos los chismes permanecieron firmes en el escenario, ninguno voló por los aires y…


Volar: ¡Mentira! Sí,uno voló, el paraguas que lleva a un hombre, que de repente ha adquirido poderes made in Mary Poppins, para viajar al delirio de la verdad. Cerré la umbrella, descubrí el nuevo mundo y Liza Minelli me susurró al oído un golpe de efecto. Tira las monedas. Money, money. Loopoesía es el único show del mundo donde el público recibe dinero por asistir, y comestible. Tanta moneda indica algo, la proyección deriva en unos conocidos trajeados y con corbata, entra frío, me pongo el abrigo, recito las aliteraciones y corro, corro hacia el gorro napoleónico que pulsa el botón de play para otra sorpresa sonora clamando aparecer. Moc Moc.





La era de las metamorfosis lógicas: Gladiador, supercalifragilísticoespialidoso, Napoleón y…rumbo al terror. Los deseos recitados cerraron el primer segmento del show y procedí a llenar de aire el elemento más característico de doña muerte. No triunfé en exceso, el plástico tardo en adquirir forma y asustar en su advertencia de lo venidero. Sombras chinas en las pantallas, bailes renacentistas y referencias contemporáneas. Mahler en la sinfonía, Sigmund en mis manos. Eros, Tanatos. Comentarios andaluces y terminar siendo Enriqueta Martí en una transición hacia su habitáculo de la Calle Poniente 29.





Enriqueta: Supone un mínimo retorno a la máscara y el travestismo de calavera y magia negra con un significado que la apariencia estética no muestra. Puedo actuar, moverme y todo, pero si no se escuchan los versos el resto del conjunto es baldío. Manipulé venenos y recetas en mi rinconcito de las pócimas, pasee saludando al respetable en mi mítica feminidad y bueno, lo confieso, no me puse bien ni el chal ni el pañuelo, no volverá a ocurrir, y levanté el puño en la antesala dla apoteosis de los anónimos, preludio del punto y final donde vuelvo a ser Jordi, hago la habitual reverencia y dejo que los aplausos esbocen su sonrisa.

Bragas: Sí, dos entusiastas completaron la platea con treinta y dos bragas del chino, eso es espíritu loopoético y lo demás son tonterías.




Feliz estupor: El que proporciona comprobar con posterioridad a lo acontecido que el debut fue a las mil maravillas. Las partes encajaron con mucha naturalidad, la sincronización de toda la secuencia fue precisa y los comentarios de la gente indicaban que el espectáculo pasó rápido, se hizo corto y gustó. La primera vez pierdes la virginidad, en la segunda sólo puedes mejorar, y por eso auguro que la próxima Loopoesía, el viernes 24 de febrero en Fnac Castellana de Madrid, será, simplemente, espectacular. Lo sé.

Loopoesía es amor


martes, 14 de febrero de 2012

Miércoles 15, Frío en el Laberint de Wonderland (Rne4)





Estas últimas semanas hemos pasado mucho frío, y no sólo climatológico. Ello nos ha dado oportunidad de preparar un monográfico de hielo relacionado con la literatura. Abríguense.


1.- El frío determina muchas de las acciones de los personajes en el Best-seller "Los hombres que no amaban a las mujeres" del difunto Stieg Larsson.


2.- Vida y destino de V. Grossman hiela, tanto por el largo proceso hasta su publicación como por la trágica historia que tan magistralmente narra. Obviamente no olvidamos al General Invierno.


3.- El mundo post-apocalíptico de La carretera de Cormac McCarthy está bajo cero en algo más que la temperatura.

4.- Frío de muerte, misterio y crimen en la mente del Comisario Ricciardi, personaje protagonista de las novelas del napolitano Maurizio de Giovanni










Cada miércoles a partir de las 15h

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La fachada en Sigueleyendo





La fachada, por Jordi Corominas i Julián

El sistema educativo español ha sido siempre una basura de muchos quilates, oro puro de bazofia. Lo dice un licenciado en Humanidades que amó su carrera y sólo recibió cursos dedicados a la Guerra Civil Española durante el Doctorado. Por suerte hay algo que se llama ser autodidacta, resuelve problemas y te permite caminar por la vida con un mínimo de garantías que no sirven para encontrar trabajo, aunque al menos te dan ciertas satisfacciones: rellenar huecos, ganar partidas del trivial pursuit.

No hablaré de Brunete ni del 18 de julio. La Segunda Guerra Mundial sí mereció la atención de mis profesores a lo largo de mi periplo académico, del EGB al postrer instante en que pisé las clases como alumno. Los docentes la explicaban de manera sintética, ya saben, lo de profundizar en principio se aplica en estados avanzados, que nunca llegan, se quedan en el camino, siendo baldíos los elencos biográficos que en la mayoría de casos producen sopor y ancestral pavor en los pobres chicos y chicas, más pendientes de la nota que del contenido, lo que por lógica pura conduce a empollar sin meditar los procesos históricos ni formular preguntas que traspasen el mero ámbito mnemotécnico. Una fecha por aquí, otra por allá, cuatro anécdotas y listos.

Y no debería ser así. Pasa el tiempo, acumulamos experiencia, el cerebro se desgasta en aquelarres y gana prestancia en análisis, curiosa contradicción. Reconozco que siempre he sentido una natural fascinación por la tragedia del suicidio europeo entre 1914 y 1945, final y principio, éxtasis cultural y derrumbe de una belleza burguesa e inaudita que nos transporta a la conclusión de este largo prefacio. París suele asociarse al esplendor y ya que estamos también daremos puntos a Viena. El estudio de la primera relega a la segunda en la constatación de que, y no sólo en España, preferimos lo obvio saltándonos la exigencia, que suele ser la que en su interior concentra la esencia. Acaece con Viena y se repite en lo que nos sueltan sobre episodios básicos de Historia Universal.

Algunas editoriales de nuestro país intentan poner remedio a tal desaguisado, que no quita el sueño a nadie. A mediados de diciembre recibí en mi buzón, ocasionalmente amenazado por un vecino ladrón al que saludo desde esta modesta columna, Tierras de Sangre de Timothy Snyder, editado por Galaxia Gutenberg. La obra versa sobre las políticas exterminadoras, hay que usar con mucho cuidado la palabra Genocidio, de la Unión Soviética y el Tercer Reich entre 1933 y 1945, políticas que desarrollaron con especial ahínco en los territorios de Ucrania, Bielorrusia y, a partir de 1939, Polonia.

Tras la muerte de Lenin un hombre desplegó sus redes, sin piedad. Stalin sabía que para ganar la partida del liderazgo debía eliminar al cuerpo más sólido de la manada. Pactó con Zinoviev y Kamenev, ejecutó su despiadada melodía y así desapareció del campo de batalla Trotsky, enemigo que impedía consolidar su programa de la Revolución en un solo Estado, que a partir de entonces sería marxista en la fachada y suyo en el interior. La colectivización de la agricultura fue un fracaso que condujo al hambre, lo que le obligó a culpar a determinados grupos, que poco a poco se vieron desposeídos de toda dignidad y alimento, sin ninguna posibilidad de salvar su existencia. Los ucranianos se llevaron la palma. Snyder, que ha realizado un trabajo ciertamente imprescindible, cifra en cinco millones la cifra de fallecidos por la hambruna de 1933, número que asombra, aunque no tanto como el dispositivo para conseguirlo, desde la confiscación de semillas para la cosecha hasta la pantomima de ocultar la masacre cuando visitó el país el primer ministro galo, Edouard Herriot. Los moribundos con el vientre hinchado se esfumaron como por arte de magia para preservar la imagen del bolchevismo en el extranjero, donde el sueño de la utopía en el lejano Este excitaba cerebros e ilusiones.

La realidad era otra e iba gestándose en quincenios. En 1938 el Zar georgiano completó el segundo proceso de su plan. Martin Amis habló con su habitual exceso en Koba el temible de la naturaleza de esos actos. El profesor de Yale lo hace desde el rigor científico con toques literarios que no son licencias poéticas, sino mera constatación de un pasado que corroboró el papel premonitorio de Franz Kafka en un universo carente de ficción. El Gran Terror sesgó la vida de setecientos mil individuos con la culpa escrita en su documento de identidad. Convenía menguar la demografía de nacionalidades y judíos. Los testimonios de absurdas detenciones, juicios de pacotilla e inexistentes leyes empapan la narración con una sangre que aún no había llegado al final del trayecto.

En la tercera fase Hitler irrumpe en escena. A diferencia de su homólogo soviético, el caporal austríaco se contuvo en la paz. Sus conciudadanos, excepto en las sonadas noches de los cristales rotos y los cuchillos largos, no debían temer. Diez mil alemanes fueron asesinados por el Régimen antes de 1939 y muchos otros penaron su diferencia en campos de concentración, que no debemos confundir con el exterminio programado que nació con la Solución Final, plan B que simbolizó el fracaso de las aspiraciones militares de los Nazis una vez aceptaron que la Operación Barbarroja no llegaría a buen puerto por el general invierno y la reacción del ejército rojo con la Wehrmacht a las puertas de Moscú.


Dos años antes, el 23 de agosto de 1939, Joachim Von Ribbentrop y Viacheslav Molotov tejieron en el Kremlin el Pacto Germano- Soviético que dio vía libre a la Segunda Guerra Mundial y al rien ne va plus de homicidios premeditados y masacres a granel. La división de Polonia entre las dos potencias totalitarias va más allá del trazado de líneas fronterizas y supone el génesis de una demoníaca obra de desprecio al género humano. Cada uno de los bandos, aliados por conveniencia pese a sus diferencias ideológicas, procedió al afinamiento de una implacable y masiva cadena mortuoria. ¿Prisioneros de guerra? El vocablo no existía en el diccionario de la barbarie, era mejor disparar y enterrar en fosas que más tarde, véase el ejemplo de Katyn, serían usadas para esconder el rostro nacionalsocialista en el Este y acusar a los otrora amigos del alma, en una farsa de dimensiones colosales, de salvajismo.




Salvajes eran los que comandaban la nave. Hitler quería triunfar contra Stalin para cumplir sus designios de espacio vital para su pueblo y fundar en la Unión Soviética un Imperio colonial agrícola que se gestaría tras la conquista. Una vez sometidos los eslavos los dejaría morir de hambre. Su objetivo era matar de hambre a treinta millones y luego deportar a los judíos soviéticos para limpiar, siempre según su léxico, Europa de su plaga. La cuarta operación preveía la deportación, el asesinato, la esclavización y asimilación de las poblaciones restantes y el asentamiento de de colonos germanos en el Este en los años posteriores a la victoria.

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Tal maléfica arquitectura no se cumplió, precipitando la estrategia del gas y la muerte industrial. En vez de emplear a sus nuevos súbditos como mano de obra, absolutamente necesaria para la supervivencia del Reich, Hitler y Himmler optaron por intensificar la eficacia de sus delirios antisemitas. ¿No podemos con los rusos? Lo haremos con los judíos. Duele pensar en Wagner y la tergiversación a la que fue sometido en teatros históricos dispuestos por y para el último suspiro, y asimismo duele imaginar que seres supuestamente normales acataran ordenes y las cumplieran con tanta frialdad. No sé si alguien ha hecho un estudio del tema, pero sería más que interesante comprobar las secuelas que tanta bestialidad dejó en soldados rasos que luego, por caprichos de la Musa Clío, fueron ciudadanos de una democracia integrada en las instituciones occidentales de la Guerra Fría. Y oigan, todos tan panchos, por interés te quiero Andrés, y no importa que las personas que copan tus regiones fueran asesinos desprovistos de ética al servicio de una operación quirúrgica de despiece humano.

Tras la lectura de Tierras de sangre, libro que merece más de un paseo por su complejidad, me acordé de un título que en su momento quise adquirir. Tres dictadores de Emil Ludwig constituye un impagable testimonio porque su autor, que con buen tino incluyó a Prusia como cuarto elemento de la terna Hitler-Mussolini-Stalin, fue protagonista del período de entreguerras. Sus escritos fueron quemados en la orgía destructora propiciada por Goebbels, del que alguna editorial española debería publicar sus diarios completos y no sólo años sueltos, y en su labor periodística pudo conversar u observar en la cercanía a muchos de los mandatarios del Viejo Mundo, algo que le dio arrojo para emitir diagnósticos sobre el futuro, como si el contacto con tanta celebridad fuera una garantía de éxito en el arte de la predicción.

Su retrato de Hitler, el convulso demencial, es certero en su taxonomía de un perfil en la cima e incide en cómo la encarnación sapiens del diablo supo leer el pulso básico de los alemanes, amantes del orden, la disciplina y embriagados por lo insólito de un líder con dotes oratorias. Los datos fiables y la profecía de un futuro Núremberg se mezclan con el odio por el amoral y ególatra dictador, característica compartida con Stalin, quien no miraba nunca a los ojos, y Mussolini, quien sí goza de las simpatías del periodista al ser inofensivo y escasamente predispuesto, ya cambiarían las tornas del oportunismo, para inmiscuirse en lances marciales.

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Uno devora Tres dictadores. Si esto fuera una reseña al uso diría que está bien escrito y fluye de principio a fin. Sí, así es, pero si engancha, si permanece, es porque el mal nos atrae y nos gusta desentrañar su laberinto. Ludwig no lo consiguió. Sus páginas tienen un punto heroico de idealismo, en especial cuando teoriza sobre dos Alemanias, una cultural y libre por el sistema de las Ciudades Estado que competían entre ellas y brindaban al país un esplendor artístico en claro contraste con Prusia, culpable y militar, férrea y ambiciosa en su práctica mediocridad. Es hermoso comparar y es magnífico dar en el clavo con tesis de gran calado que no evitan otra interpretación, siempre a posteriori, más dura, seca de ahogamiento: somos de una ingenuidad hiperbólica que se transmite generación tras generación porque el hilo de noticias, artículos y tertulias de bar apunta a la fachada de las cancillerías, aceptando sus mensajes sin preocuparse de lo que se cuece en pasillos, escaleras y despachos. La cámara no controla todo y la información es selectiva porque nos así lo ordenan. Si supiéramos más de los entresijos del interior del Palacio otro gallo cantaría. Se pueden intuir. Lo hizo Pasolini, denunciándolo con claridad meridiana, y así le fue.

Hace poco leí, quizá en un estado de Facebook o en algún enlace del marasmo, que un intelectual, fenómeno en peligro de extinción por fallos propios y aciertos ajenos, declaraba con solemnidad, otra lacra más que extirpable del barullo, que él sobreviviría al ser incómodo. Argumentaba que el poder necesita pensadores que pongan en duda el sistema, porque de otro modo no hablaríamos de democracia, sino de dictadura. Ya en el siglo XX el Humanismo crítico cayó en una autocomplacencia, muy propia de maniqueísmos demasiado trillados, de somos los buenos y advertimos, y eso es inútil, un poco como el poeta que sólo registra lo que el ojo ve sin penetrar dentro de objetos, personalidades, minucias y atmósferas. La banalidad automasturbatoria es perfecta para que el bucle se perpetúe y la queja se regocije en su esterilidad. Penetrar y desenmascarar.

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jueves, 9 de febrero de 2012

Lunes 13, 21 horas, estreno de Loopoesía 2012 en el Teatre Llantiol (Barcelona)




Cabizbajo, el gladiador atiende respuesta en un confesionario
del desierto de la zozobra, tras la rejilla no hay un solo oído
que escuche sus súplicas, recogidas en yermos espacios
que concentran silencios sonoros, palabras del desahucio
archivadas en estanterías de amnesia destinada al prójimo,
huésped que compró a precio de saldo plumas de pavo real, tapió
su muro ante el apagón eclesiástico y dio rienda suelta al ego
para encerrarse en la impostura de la libertad de un castillo
con pantallas que la confundieron con hipnosis de cretinismo,
me gusta, virtualidad, hipertrofia comunicativa, aislamiento
e identidad esquizofrénica para aferrarse a los barrotes del rebaño.


Así empieza el poemario de Loopoesía, un show totalmente distinto a sus versiones anteriores que este año debuta en el Teatre Llantiol de Barcelona, concretamente el lunes 13 de febrero a las 21 horas. Podéis reservar vuestras entradas clickando aquí


En las pasadas ediciones ya mezclé la música, escribí el poemario y monté las proyecciones, pero este año actuo solo en un show más corto, mucho más intenso, pero también más pausado. Es un reto y espero que lo disfrutéis.


Lunes 13 de febrero de 2012

21 h. (la taquilla abre a las 20,30)

Loopoesía 2012

Teatre Llantiol

c/ Riereta 7

08001 Barcelona






Loopoesía es amor

miércoles, 8 de febrero de 2012

Podcast de Calles de infancia de escritores en el Laberint de Wonderland




Hoy, además de tener un verdadero programazo que recomiendo escuchar de principio a fin, hemos hablado en el Lbaerint de Wonderland de algunas calles donde transcurrieron su infancia cuatro ilustres escritores de Barcelona: Juan Marsé, Enrique Vila-Matas, Josep Maria de Sagarra y Joan Salvat-Papasseit. Puedes escuchar la sección a partir del minuto 38 clickando aquí

martes, 7 de febrero de 2012

Miércoles 8, Calles en la infancia de algunos escritores en el Laberint de Wonderland





Tras dos semanas moviéndonos por calles de todo tipo, hemos decidido clausurar nuestra particular trilogía visitando las casas y lugares donde transcurrieron su infancia algunos escritores catalanes. El elenco es el siguiente:

1.- Juan Marsé y la Calle Martí 104, en Gracia

2.- Enrique Vila-Matas y Roger de Llúria 108, en el Eixample

3.- Josep Maria de Sagarra y la Torre Balldovina de Santa Coloma

4.- Joan Salvat Papasseit en la Calle Urgell 93








Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

lunes, 6 de febrero de 2012

El poeta asesinado de Guillaume Apollinaire en Revista de Letras





El poeta asesinado”, de Guillaume Apollinaire
Por Jordi Corominas i Julián | Destacados | 6.02.12



El poeta asesinado. Guillaume Apollinaire
Traducción de Manuel Hortoneda
Barataria (Barcelona, 2012)



Siempre he querido imaginar cómo algunos hombres nacidos a finales del siglo XIX sintieron el cambio que se avecinaba. La tecnología debe estar siempre presente en las revoluciones artísticas, pues la creación no puede desligarse de las transformaciones que afectan a toda la sociedad. Esa época canceló un mundo lento y propició un universo veloz que sólo unos pocos elegidos supieron captar porque sus condiciones así lo propiciaron.

Entre ellos, inevitablemente, destaca la figura de Guillaume Apollinaire, ayudado por su azarosa vida que tanto difundió con invenciones de gran calado para agrandar su leyenda. El poeta vanguardista, defensor de la novedad a ultranza pero con la sabiduría de estudiar lo viejo con erudición y pedantería, captó antes que nadie la importancia de lo que se cocía en bajos fondos que con el tiempo asumieron categoría de altos vuelos, y buena parte de culpa fue del loco y polifacético bardo fallecido de manera prematura en los estertores de la Primera Guerra Mundial.

Por circunstancias que no vienen al caso tuve la suerte de mamar desde bien pequeño el impacto de la bande à Picasso en la cultura mundial. El joven pintor malagueño y sus amigos del Bateau Lavoir se deleitaban con la aparición de Apollinaire en sus pocilgas. El desastrado y pulcro esteta encandilaba noches y voces con sus ocurrencias, delirios y teorías de apoyo al cubismo en su instante fundacional. Sin su cometido hubiera sido mucho más difícil que el riesgo triunfara, y el riesgo no sólo era aspiración a saltar de Montmartre a Montparnasse, era pasión auténtica, bien simbolizada por la astracanada del autor de Les Demoiselles y su socio de Las once mil vergas al robar estatuillas ibéricas en el Louvre y padecer el duro trámite de interrogatorios y amenazas, ellos, intocables, e imperecederos por méritos únicos bien plasmados en cuerpo y forma en El poeta asesinado que edita en España Barataria.

Vayamos al grano. El poeta asesinado es una autobiografía parcial que rebosa la energía surrealista, no en vano Apollinaire fue el verdadero inventor del término y la idea, de su autor, entregado a la tarea de escribirse y reescribir los cánones de la modernidad.

La primera parte del volumen es un ajuste de cuentas con la infancia y sus desgracias. El genio de Alcoholes vio la luz en Roma y estuvo ultraprotegido por su madre. En el libro que nos concierne es concebido por la casualidad y su madre, tras muchos dimes y diretes, termina encontrando la estabilidad con un noble parisino que decide ir a Roma para recibir la bendición papal. Quiere que el futuro retoño nazca en Mónaco, pero un despiste les conduce a Múnich, donde la cerveza bávara dará felicidad y anunciará la dicha de Croniamantal, pues ese y no otro será el nombre del poeta dotado de mil talentos que protagoniza la trama, ser a la deriva, solitario a la contra abandonado por muerte y circunstancias por sus progenitores.

La baronesa fallece en el parto y el padre se suicida en Mónaco. El rumbo, Apollinaire fue un nómada en su niñez, vira drásticamente. Un pastor políglota holandés le acoge y educa, haciéndole renunciar al amor en Et in Arcadia Ego y el adolescente, al fin, aterriza en París, su estación natural que cierra el intenso y disparatado prolegómeno de acelerado ritmo y prosa poligámica, con espacio para insertar fábulas, diálogos teatrales, poemas y todo tipo de textos al servicio del conjunto, pues su autor no aceptaba que las palabras se limitaran a unas leyes concretas.




Tal valentía se confirma en la segunda parte del manuscrito. La llegada al centro del universo cultural del primer Novecientos, con permiso de Viena, direcciona la acción hacia una crítica despiadada con la virtud de la burla bien hilvanada para anular determinadas imposiciones. En este sentido son remarcables el episodio del teatro, donde Croniamantal escuchará con sopor los consejos de un cenáculo erudito trasnochado en su decálogo, y el dedicado a la moda, magnífico escaparate de uniones contradictorias, fantasía, desbordante imaginación y un irreverente estilismo de sombreros pelota, redecillas de ojos de cristal y trajes de sastre con lomos de libros viejos encuadernados en piel de becerro que satirizan lo convencional con suma elegancia, pues como ya anticipamos previamente Apollinaire podía plantar cara a lo vetusto al dominar con maestría el legado de la tradición.

En el segundo tramo de la novela dos son los elementos autobiográficos que sobresalen por calado histórico. El pájaro de Benín es la encarnación del Picasso extasiado por las estatuillas africanas y su potencial de ruptura. Es la creación y también un buen amigo que aconseja a Croniamantal ir al bosque para dar con la tecla del amor. Tristusa Bailarineta es Marie Laurencin, pintora con quien el poeta mantuvo una relación hasta que un alemán finiquitó tan extraño amor, anécdota reflejada en la obra a través de la fuga de Tristusa con Paponat a lo largo y ancho de Europa Central hasta el retorno a Marsella y el estallido popular, causado por un artículo periodístico, contra el exceso de versificadores.

El poeta asesinado incluye una premonición de muerte que no debemos ignorar. Escrito en 1916, el volumen, aunque no puedo confirmar el dato, puede que fuera redactado poco después de las heridas que su autor recibió en combate. ¿Sentía que llegaba su hora? La razzia contra los aedos apunta alto y claro con un dedo hacia la estupidez de la masificación, bien sea informativa, bien de acumulación inútil de artistas que no eran tales. Pasa hoy y ocurrirá siempre, pero no está de más denunciarla. Apollinaire lo hizo y barrió literalmente con todo el Parnaso. Aún así el presagio tuvo un bonito final cuando una década después Picasso se inspiró en unas palabras de su rol en la novela para realizar su estatua más anómala en homenaje al desaparecido, una estatua de nada, como la poesía, y como la gloria.

viernes, 3 de febrero de 2012

Buenas menciones de Manifiestos vanguardistas latinoamericanos





Parece que 2012 será un año movidito, con muchas y buenas novedades. A finales de 2011 tuve la suerte de poder prologar la recopilación de manifiestos vanguardistas que Claudia Apablaza preparó para Barataria. Además de su buena presencia en librerías algunos periódicos y blogs han mencionado en artículos y posts la publicación.

Albert Lladó en La Vanguardia, nota también usada por Clarín


Elvira Ramos en La Biblioteca imaginaria


Encuentro de lecturas también escribió una breve nota

jueves, 2 de febrero de 2012

Podcast de Libros con nombre de calle en el Laberint de Wonderland




Ayer en el Laberint de Wonderland hablamos de libros con nombre de calle. Paseamos por el Carrer de les Camèlies con Mercè Rodoreda, visitamos la Calle Morgue junto a E.A. Poe, paramos a contemplar la Main Street de Sinclair Lewis y culminamos la ruta con una Calle de dirección única ideada por Walter Benjamin. Puedes escuchar la sección a partir del minuto 37 clickando aquí