miércoles, 30 de abril de 2014

La tía Jolesch, o la decadencia de Occidente en anécdotas, de Friedich Torberg



La tía Jolesch, o la decadencia de Occidente en anécdotas, de Friedich Torberg, por Jordi Corominas i Julián

Friedich Torberg, La tía Jolesch, o la decadencia de Occidente en anécdotas, Alba, Barcelona, 2014
Traducción y notas de Isabel Hernández 

El subtítulo de este libro indica que las anécdotas que lo centran son una perfecta muestra para entender la decadencia de Occidente. Ello es, aunque parezca increíble, una muestra de ceguera por parte de su autor, el notorio escritor austríaco Friedich Tolberg, desconocido en nuestra casa como gran parte de esta tradición vienesa que a principios del pasado siglo hizo la competencia a París en la pugna por la capitalidad cultural europea y, por lo tanto, mundial.

La capital del sempiterno Francisco José se diferenció de la ciudad de la luz porque su Babel era el mismo imperio Austrohúngaro. Artistas e intelectuales de todas sus naciones recalaban en ese epicentro donde el sentimiento de clase desaparecía, hasta cierto punto, en el café, punto de coincidencia con su rival francés, si bien cabe distinguir que los vieneses eran un universo en sí mismo por donde pululaban los más variopintos personajes, reflejados en estas memorias indirectas que acaba de editar Alba.

La nostalgia es otro factor que corre por estas páginas repletas de recuerdos, y lo hace como expresión de una pérdida: el famoso finis Austraie. Por eso opino que el declive no nace de las efemérides. Los protagonistas de las mismas sólo fueron peones que no pudieron evitar el desenlace, criaturas que siguieron con su modus vivendi hasta que el estallido de la tormenta fue demasiado fuerte como para salir ilesos.
Ese final de época, plasmada aquí con una melancolía que es de la Joseph Roth y la de tantos otros, acaeció en 1938 con una primera fase de lenta agonía entre 1916 y 1918, entre la muerte del padre supremo que era Francisco José y el final de la Primera Guerra Mundial. La desaparición de la monarquía bicéfala arruinó la edad de oro y empequeñeció las mentalidad.

Los figurantes de la función de Tolberg, grandes y minúsculos nombres, de Schoenberg a un follador insaciable, eran resistentes, hombres con un sublime traje viejo que querían llevar hasta su muerte, hombres ataviados con un lenguaje casi extinto y unas costumbres desmoronadas por esa pesadilla de la que Joyce intento despertar.



Pero no sólo debemos pensar en personas que aguantaron el vendaval. Su defensa de determinados valores en vías de desaparición también era la de un espacio concreto. No puede entenderse el llanto que exprime la triste alegría del recuerdo sin meditar en la metamorfosis de lo urbano. Restaurantes, salones, domicilios, balnearios, auditorios e iglesias que otrora tuvieron un sentido lo perdieron de repente, sin avisar, y ese es el trauma que aborda Torberg, lírico en ocasiones, en otras irónico y normalmente con una fría consciencia del derrumbe, a sabiendas que este llegó en marzo de 1938 con el Anchluss, la anexión nazi de Austria, verdadero finiquito de la cuestión.

Este momento encuentra al autor del volumen en Praga, donde recibe la noticia en un puente de manos de un borracho, brillante metáfora de la caída, íncubo que engendró violencia y adormeció definitivamente el pasado esplendor.

Si Roth, volvamos al ilustre literato, mostraba su amargura por el adiós en cada novela, sobre todo en La cripta de los capuchinos, Tolberg lo hace sacrificando su ego para dar voz a los que le acompañaron mientras las cosas iban bien. De este modo nos introduce en un sendero que es el de la Viena judía, moto intelectual y económico de la urbe del vals. Este grupo, también presente en Praga como baluarte de la población alemana del lugar, era una cultura propia que, pese al antisemitismo creciente desde el último tercio del Ochocientos, supo erigirse en suprema preceptora para el resto de la sociedad desde el arte y la cotidianidad. No debe sorprendernos si a lo largo de la Tía Jolesch aparecen ilustres nombres como Karl Kraus, de quien España necesitaría saber mucho más para aprender, Ludwig Wittgenstein, Gustav Mahler y otros coetáneos, de Von Hofmmansthal a Loos, que enhebraron una revolución con una aguja dorado equiparable a los poderes del Rey Midas.

Ellos son un motivo importante para zambullirse en lo que nos cuenta Torberg, aunque no quiero engañarles. La grandeza se cifra en las pequeñas historias de otros figurantes anónimos a los que se rinde homenaje del mejor de los modos: con la escritura como conservadora de lo que se fue, como magnífica llave de preservación de una memoria gigante a través del conjunto de minucias significantes.

martes, 29 de abril de 2014

Miércoles 14, Xavier Vidal de Nollegiu en el Laberint de Wonderland



Este miércoles vuelven las charlas al Laberint. Y lo hace con un invitado que abrirá un ciclo dedicado a las pequeñas librerías, que en realidad son grandes. Contaremos con la presencia de Xavier Vidal, alma mater de la ya emblemática, pese a su corta vida, Nollegiu del carrer de l'Amistat del Poblenou. Con él haremos balance del oficio de librero, de Sant Jordi y de muchas más cosas que desgranaremos a lo largo de la charla.


Cada miércoles a partir de las 14h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

lunes, 28 de abril de 2014

La muerte de la reseña en España




La muerte de la reseña en España, por Jordi Corominas i Julián 

Observo en España una alarmante disminución del número de reseñas. Muchas veces, pues es un arte que adoro, me he planteado los motivos que han provocado tan acuciantes descenso.

La reseña es un género apasionante. Decía Eliot que a través de la labor crítica uno trazaba su propia biografía. Si unes todos los textos en los que hablas de obras ajenas darás con la evolución de quien los escribe, y eso, entre otras cosas, es hallar un estilo, notar cómo las capas se funden y el todo deviene uno.
No nos pongamos filosóficos. La verdad es que la crisis obedece a factores que en su interior desprenden un tufo asqueroso. La desaparición se ha gestado a partir de múltiples factores.

El más detestable, indudable fuente de descrédito, es el amiguismo. Al final, sobre todo en las redes, la credibilidad se desvanece si hurgas en camarillas, grupillos y gente ufana, carente de autocritica, que creen conseguir réditos mediante elogios, vacuidad y ésa absurda ilusión por trepar, como si tras las letras se ocultara una panacea que nunca llega.

En múltiples revistes asoman nuevos nombres, sepultados por su misma cantidad. Hace meses dije que tener muchas firmas sólo era la muestra de una ceguera insólita, porque desde mi punto de vista la acumulación sólo provoca desengaño, escaso rigor y aumentar el rebaño hasta límites desaconsejables, entre otras cosas porque la gratuidad, mayoritaria para vergüenza de todos, conlleva que los más válidos se equiparen a uno que pasaba por ahí.

Alguien avispado dirá que el lector es soberano y por lo tanto sabe distinguir entre lo bueno y la basura. Lo que no sabe es el criterio de selección, nulo si se acepta el 100% de lo que llega a redacción, de muchos editores, quienes más que pensar desde una ética privilegian sus propias obras, destacándolas con publicidad o con la simple mención en portada. Cuando no hacen eso se sienten satisfechos por favorecer determinados intereses que son un alargado letargo en una doble dirección. En primer lugar perjudican la auténtica difusión de información válida. En segundo muestran un mapa irreal que sólo se aclara si uno se empecina en hurgar en publicaciones de todo tipo.

Las de tendencias rebosan palmaditas en la espalda. Las sobrias caen en el intento de ser profesionales. Las desenfadadas saben que no ofrecen nada, pero tendrán visitas, y eso hoy en día cuenta.

También lo hace recibir muchos comentarios desde la negatividad y el sensacionalismo, que empapa hasta lo literario. Otro cáncer es el mero comentario en redes sociales, desde la sublime opinión en Facebook hasta la mención de un libro en Twitter, útil para llamar la atención y ahorrarte esfuerzo, sobre todo porque claro, no sirve de nada malgastar horas en lecturas, si nadie va a leerte ni ayudarás a que se vendan más libros en este país que nos ha tocado en gracia.

¿Y qué?

En mi caso concreto creo que entiendo muy bien a Karl Kraus, quien al final llevó su antorcha en solitario porque era lo mejor. Su idea hoy en día puede llevarse en una bitácora, pero no es lo mismo, no nos engañemos, los tiempos han cambiado y su rigor sería denostado, porque quien va contracorriente, quien se atreve a denunciar la total ausencia de autocrítica del panorama, es condenado por insumiso.

Yo mismo prefiero las entrevistas a las reseñas. Las llamo diálogos por su formato, libre de charla, sin corsés que desnaturalicen. En alguna que otra ocasión he sacrificado reseñas porque, tras leer el libro, he creído oportuno dar al autor la oportunidad de expresarse. ¿Quién mejor que él mismo para comentar los dimes y diretes de su creación?

Con las reseñas es otro cantar. Cuando me pongo con ellas siento a mi lado una voz que habla de sacrificio, subjetividad objetiva y estructura metódica. Es importante plantear un contexto, interesarse por el entrelineado y tener clara la tradición que lleva a la supuesta modernidad. Estos y otros factores, desde el estilo hasta el mensaje, configuran el conjunto.

Mi desesperación estriba en que cada vez, aunque hay honradísimas excepciones, veo menos esos puntos fundamentales y en ocasiones no veo muertos, sino el bochorno de leer comentarios donde el escritor se infiltra para obtener más repercusión. El gallinero prevalece y la seriedad dice adiós, y con ella la misma reseña, desdeñada hasta extremos que auguran su extinción, finiquitada por cinismo y un provincianismo que afecta a la mayor parte de la joven cultura española, emperifollada para la pose y negada a traspasar fronteras en lo intelectual, con una cerrazón donde el estatus interior, que puede borrarse de un plumazo cuando el juez tiempo mande sus cartas, es un objetivo primordial, casi el único, aspecto visible, perdonen que sea redundante, en redes o antologías que venden una moto donde muchos se frotan las manos por presentar generaciones y grandes esperanzas blancas de usar y tirar.

La suerte es que el mundo no se termina en la piel de toro, que debería abandonar tanta escenografía naif, amor superlativo a los libros y ponerse a trabajar de una puñetera vez en elaborar un discurso crítico sólido, que no se perciba como una escopeta nacional con ínfulas cultas. En realidad nadie quiere ser reseñista de profesión, así como de pequeños nadie deseaba ser portero en los partidos del patio.

En una de esas cenas o noches de copas donde uno se encuentra con gente del mundillo coincidí con un crítico de un periódico nacional, de esos que puedes comprar en el quiosco y que tienen suplementos culturales que enlazan muchos internautas y leen las personas que no usan habitualmente el universo donde el exceso de información genera desinformación. Le comenté que en mi opinión ellos no se fijan en lo que acaece en lo digital, y, estábamos bien tranquilos, el motivo era una especie de defensa numantina, volvamos a lo mismo, de una posición. No lo negó, pero también dijo que sabía perfectamente los nombres con alma en sus reseñas. Pocos, matizó.

La prensa escrita, expresión idiota porque no creo que exista prensa ágrafa, obviamente vela por determinados intereses, bastante más elevados económicamente que sus hermanos de la red. Precisamente el no tener que rendir cuentas sería la excusa para renovar el cotarro sin miedo, pero no sucede, y me exaspero.

El pasado domingo topé por casualidad con la última hora de Novecento, extraordinario fresco fílmico de Bernardo Bertolucci. Esos instantes finales son una oda a una esperanza truncada, con el poder adquirido en segundos que se esfuma cuando vuelve la normalidad. Puede que mi generación, aunque la historia es un proceso y aun queda mucha tela que cortar, tenga como gran fracaso el 15M, porque ese rayo ilumina sí, pero a poca gente, la pasividad se ha impuesto en el marasmo, tan español, de voy a lo mío. Esa derrota social tiene un pequeño equivalente en el descanse en paz de la reseña, un síntoma de ignorancia para con lo cartesiano, la ética y la esencia de la misma difusión de la literatura. Algún día pagaremos las consecuencias de tanto conformismo.

Viernes 2, 19h30 minutos: Loopoesía en el jardín del Olokuti ( Fiesta del quinto aniversario del proyecto)



A lo largo de 2014 Loopoesía celebra sus cinco años de vida. Seguimos con los shows y vamos a nuestro ritmo, pero este viernes 2 de mayo celebraremos en Barcelona el lustro de existencia con un show en uno los lugares que más nos gustan: el jardin del Olokuti, en el barrio de Gracia.

La entrada es gratuita y sólo rogamos puntualidad porque nos apetece que todo vaya como la seda. Os dejamos la info:



Loopoesía en el Jardín del Olokuti

Viernes 2 de mayo, 19 h30 minutos

Carrer Asturies 38 ( Metro Fontana)

Entrada gratuita



jueves, 24 de abril de 2014

Barcelona o la realidad esquizofrénica en Continuidad de los Libros

Me piden que trace un perfil de mi ciudad natal una vez haya acontecido la improbable independencia de Cataluña, tan a contracorriente con los tiempos que aspira a crear nuevas fronteras cuando éstas aumentan su insignificancia porque el mundo se ensancha y aspira a devenir un enjambre único.

¿Para qué hablar de un hipotético futuro si ya lo puedo reflejar en el presente? La urbe mediterránea ha sufrido, como es comprensible, varias refundaciones a lo largo de su historia. La primera acaeció en 1855, cuando se derribaron las murallas que impedían su crecimiento. Surgió el famoso Eixample, templo viviente del modernismo, el comercio prosperó y Barcelona se consagró como lugar europeo dentro del Estado español, decadente y a la deriva entre disensiones internas y un más que pronunciado declive colonial culminado en 1898.

La segunda refundación, la que nos interesa, es más reciente. Sucedió en 1992 y fue propiciada por un evento de carácter internacional: Los Juegos Olímpicos de verano. Desde entonces los ciudadanos sólo podemos estar agradecidos al alcalde Maragall, quien transformó de cabo a rabo la capital catalana y consolidó, una virtud que es un problema, su ambición enorme desde la pequeñez, porque al fin y al cabo Barcelona sólo es la undécima población europea más poblada, bien lejos de Londres, París, Moscú, Estambul, Roma o Berlín, algo que compensa con la metamorfosis que se dio tras la ceremonia de clausura, alteración de su paisaje que en veinte años la ha convertido en un fenómeno global que simboliza muy bien la mentalidad de parque temático.

La marca ganó a la calidad de vida. Fuera de los inexistentes muros condales se califica a nuestra perfilada como BCN, y es justo que así sea. Las siglas olvidan Barcelona, que sería el espacio donde un millón y medio de almas intentan convivir pese a enormes dificultades derivadas por el excesivo coste de la vida, los infumables turistas que todo lo copan y un sentimiento de ahogo que en realidad es la apoteósica victoria de la fachada, ganadora del duelo contra la coherencia.
Foto: lasmolinas.com
Este triunfo del mal, ocultador perfecto de la verdad, ha influido en la mentalidad de las gentes. Después de los juegos se apuntalaron algunos símbolos válidos para dar una determinada imagen: diseño, arquitectura, falsa modernidad, fútbol y Antoni Gaudí. De repente el pasado irrumpió y se vendió una historia que es interesante desde el punto de vista del artículo y del lector. Picasso y los popes de la arquitectura modernista, un asunto de nuevos ricos de finales del siglo XIX, saltaron a la palestra, como si fueran ejemplos del dinamismo del enclave, como si este siempre hubiera sido proclive para inventar glorias universales.

Esta falsedad se puede desmentir con suma facilidad. En su momento Picasso, hastiado de la escasez de miras, marchó a París y sólo volvió de visita porque su santa madre siguió viviendo al lado de las Ramblas, donde las poetas y las coristas intentaban soportar la dureza de la división social entre borracheras, polvos de cuatro duros y esperanzas frustradas por incomprensión. En el caso de los padres de celebérrimos edificios como La Pedrera podemos distinguir entre dos casos. Puig i Cadafalch y Domènech i Montaner recibían muchos encargos porque pertenecían a la Lliga regionalista, el partido de la floreciente burguesía. Gaudí tuvo la suerte del capricho. Era el excéntrico que recibió la confianza de locos adinerados, pero pasaron decenios hasta que sus obras fueron reconocidas hasta el nivel de la genialidad.

El auge del diseño y la propaganda bien hilvanada, no todo será demoledor, han propiciado la idea errónea que en Barcelona es fácil ser artista porque sus calles son una plataforma de eco mundial. Lo explicado desacredita la afirmación y lo que observo deprime. Mucha gente vende su producto y se imbuye de una energía inútil que es provinciana en esencia porque el sitio no da más de sí hasta nuevo aviso, hasta que los años digieran lo ofrecido. El otro día, y usted dirá que es algo normal, fui a una presentación del libro de un buen literato y entre el público sólo había compañeros de oficio. Esas diez personas gozan del reconocimiento del gremio, pero en otros sectores, aquello que llamamos sociedad, son ignorados hasta la saciedad. Que acudan veinte personas a cualquier acto cultural es un éxito, aumentado en las redes, donde la imagen ayuda a disimular la tristeza.
La fachada es la clave del conglomerado. La vitalidad de la región se arguye mediante un proceso político que esconde cómo el gobierno catalán fue el conejito de indias de los recortes en el Viejo Mundo. En 2011 el presidente Artur Mas decidió que la austeridad era una buena idea y empezó a usar la tijera en elementos esenciales como la sanidad y la educación. Sus medidas casi coincidieron con la revuelta conocida como el 15m. La plaza de Cataluña, donde antes sólo había vagabundos y palomas, se llenó de manifestantes indignados, adjetivo usado por la prensa para apaciguar los ánimos y dar a entender que la ciudadanía no estaba cabreada. Un mes más tarde de ese mayo que fue un mero rayo de sol, con Madrid mucho más sabio en la queja, la entrada del Parlamento catalán se llenó de miles de personas hartas. ¿La revolución?

No. La clase política, esos burgueses que siempre han manipulado la opinión pública barcelonesa para lograr sus objetivos, decidieron que lo mejor para desviar la ira era canalizarla en otra dirección. Así surgieron lemas como España nos roba y otras lindezas que derivaron en el actual estado, donde se pide la independencia en coincidencia, perdonen la rima, con el tricentenario de 1714, cuando la corona de Aragón desapareció y España dejó de estar compuesta por dos entidades. La reivindicación se concreta, algo sano porque es democrático, en la propuesta de referéndum para decidir, argumento reforzado desde lo mediático con manifestaciones y otras actividades que han querido compararse con los movimientos de independencia bálticos.

¿Hay opresión? Sí, pero es la de la precariedad que los mismos que proponen la ruptura han provocado con el cinismo de sus leyes. Hay más gente que pide desde la desesperación mientras rusos y chinos compran en el Paseo de Gracia, eje turístico de alto caché que une monumentos y shopping, reclamo de reclamos. Cuando vas a la tienda te das cuenta que la única salvación es que los chinos pobres, que han sustituido al emblemático camarero español, ofrecen cerveza a precio de saldo. Ya puestos hasta saben preparar patatas bravas. Estos magros, aunque grasientos, consuelos no definen con exactitud el sopor que invade al paseante, contento con la belleza, acelerado por dinámica y lúgubre por inseguridad. Nadie vuela porque han cortado las alas.

Enrique Vila-Matas dice que en cualquier caso lo mejor es irse. Él no lo ha hecho porque, entre otras cosas, ha aprendido a hacer suya Barcelona sin necesidad de rendirle cuentas. La otra explicación a su permanencia en la ciudad condal es un reconocimiento que ahora le permite viajar y perder países desde la conciencia de quien en sí mismo lleva la maleta de la literatura. Todos los artistas capaces de nuestra protagonista son seres que han prescindido de capillitas y trabajan en sus creaciones sin el estrés de la efímera figuración de medallitas de fast-food. A ellos dedico esta crónica, a los que el mañana dirá que son el santo y seña de un pueblo con vocación de trascendencia que cada vez se mira más al ombligo sin entender que fuera suceden acontecimientos fundamentales más allá de eslóganes y felaciones de mercadillo.
Ser concreto en una era de dispersión es peligroso para los que navegan la nave. La Barcelona actual me recuerda, salvando mucho las distancias, a la Viena anterior a 1914. La villa del Danubio gozaba de un esplendor que sus contemporáneos no sabían intuir. Mahler, Wittgenstein, Freud, Loos, Zweig, Schnitzler y muchos otros abarrotaban sus cafés y dejaban una impronta para la posteridad. Aquí no creo que ocurra nada de eso. La similitud viene determinada por la enfermedad. Los demás vieneses se vanagloriaban de su Nación, ese imperio austrohúngaro que agonizaba sin remedio, vetusto armatoste destinado a perecer tras la bala de Sarajevo. La carta al padre de Kafka fue una epístola de reproche que iba dirigida al progenitor aunque bien podría haber tenido como destinatario al mismísimo emperador Francisco José, ese viejo con eternos bigotes. Era un lamento de represión que impedía avanzar, un llanto desconsolado que no lamentaba la defunción del monstruo, más bien certificaba un malestar de ceguera, diagnóstico catapultado al paroxismo en La metamorfosis, donde Gregor se vio barrido por su familia, contenta por no querer entender la metástasis, felices por pasear a su niñita, bien domesticada, a pleno sol en la sordera de las convenciones. Lo mismo ocurre en Barcelona, y me preocupa.

- See more at: http://continuidaddeloslibros.com/miscelanea/105-barcelona-o-la-realidad-esquizofrenica#sthash.dvw2b2Wu.dpuf

martes, 22 de abril de 2014

jueves, 17 de abril de 2014

Horario de firmas en Sant Jordi



En Sant Jordi todo es un jaleo monumental, pero también es un buen momento para charlar con lectores. Este año firmaré ejemplares de "Al Aire Libre" en distintos puntos de Barcelona, serán los siguientes:


1.- de 12h40 a 13h20 minutos, recital en la Rambla del Poblenou en la parada de No Llegiu

2.- de 14h a 15h Radio en directo con el Wonderland de Sant Jordi en Rambla con Pelayo.

3.- de 16h30 a 18h firmas en la Plaça de Sarrià en la parada de Versos&Reversos

4.- de 19h a 20h firmas en la Plaça de la Vila de Gràcia en la parada de Pequod


Asimismo con Pequod hemos pensado un sistema para firmas de libros dedicados para la gente que no esté en Barcelona. Si entras en su página y compras, por ejemplo, un ejemplar de Al Aire Libre lo recibirás en tu casa libre de gastos de envío.

martes, 15 de abril de 2014

Suzanne Valadon en Mujeres Malditas de RNE5



Esta semana en Mujeres Malditas de RNE5 Valle Alonso y servidor hemos abordado la figura de la pintora Suzanne Valadon, un personaje bastante desconocido en nuestro país que, sin embargo, supone una referencia en varios aspectos centrados sobre todo en la independencia femenina. Puedes escuchar el programa aquí

Miércoles 16, Salvador Dalí en el Laberint de Wonderland






Este miércoles dedicaremos el Laberint a Salvador Dalí. Se cumplen 25 años de su muerte y creemos que es bueno recordar algunos puntos no tan conocidos de su trayectoria. Son los siguientes:


1.- La Lidia de Cadaqués, ese ser fascinante

2.- La Expulsión de la Academia de San Fernando

3.- La Conferencia con Escafandra en Londres, 1936

4.- Su timidez













Cada miércoles a partir de las 14h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

sábado, 12 de abril de 2014

Clientes de bares en Todos somos sospechosos


El pasado miércoles Laura González y yo mismo nos dedicamos a hablar de clientes de bares en Todos somos sospechosos, sus filias y fobias, tipologías y escándalos varios. Puedes escuchar la charla clickando aquí.

jueves, 10 de abril de 2014

Diálogo con Fernando Aramburu en Número Cero



Hace unas semanas tuve la suerte de hablar con Fernando Aramburu en torno a "Ávidas pretensiones", novela con la que ganó el Premio Biblioteca Breve. Puedes leer el diálogo aquí.

miércoles, 9 de abril de 2014

Podcast del Laberint dedicado a envidias literarias


Hoy en el Laberint hemos hablado de envidias literarias desde varias vertientes. Empezamos con la dualidad Nietzsche/Wagner, seguimos con el enfrentamiento de los surrealistas con Cocteau, continuamos con el pique absurdo entre Dalí y García Lorca y finalizamos con la envidia que es ignorancia a través de Unamuno. Puedes escuchar la charla a partir del minuto 42 del enlace clickando aquí

martes, 8 de abril de 2014

Podcast del Club Dante dedicado a literatura y transgresión



Hoy he pasado por el Club Dante de Radio 4, donde me han entrevistado sobre mi trayectoria para luego juntarme con Marçal Font para hablar de literatura+trangresión y recitar unos poemas. Si quieres puedes escuchar la charla clickando aquí

lunes, 7 de abril de 2014

Miércoles 9, Envidias literarias en el Laberint de Wonderland


Este miércoles en el Laberint de Wonderland hablaremos de envidias artísticas y literarias. A partir de varias frases literarias sobre la envidia nos centraremos en cuatro historias que versan sobre este tema. Son las siguientes:

1.- Nietzsche contra Wagner

2.- Breton contra Cocteau

3.- Dalí y Buñuel versus Lorca

4.- Unamuno y la vejación de Salamanca



Cada miércoles a partir de las 14h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

En directo:Rne4

Viernes 11, 19 horas: Loopoesía 2014 en Fnac Arenas



Este abril Loopoesía mueve los proyectos, como siempre, a la espera de Sant Jordi. El aperitivo, tras el recital madrileño del jueves, llegará el viernes 11 a las 19 horas en Fnac Arenas, donde esperamos recuperar buenas sensaciones con Barcelona tras nuestro buen paso por Roma.



Loopoesía en Fnac Arenas

Gran Vía de les Corts Catalanes 273-385 ( Metro Espanya)

Viernes 11 de abril 19 horas

Entrada gratuita

domingo, 6 de abril de 2014

Anna María Iglesia reseña "Al Aire Libre" en El Cotidiano

El Aullido de Jordi Corominas

POR ANNA MARÍA IGLESIA , 6 ABRIL, 2014
Por ANNA MARIA IGLESIA
“Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas, arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo”, estos versos, escritos por un joven Allen Ginsberg en 1956, daban inicio a Aullido, un largo poema en prosa donde Ginsberg. Heredero de Walt Whitman, el autor de Aullido se presenta en el campo literario norteamericano de entonces como un “enfant terrible” que, tras los pasos de Arthur Rimbaud, convierte en poesía lo más abyecto de una sociedad falsamente engalanada en la que el yo poético busca sobrevivir en los márgenes de lo prohibido, únicos resquicios para una libertad individual convertida en mera ensoñación. Con aquellas palabras,  el poeta de la denominada Beat Generation penetraba en la abismática realidad de su tiempo, destripando, sin pudor ni comedimiento, las máscaras “de la arpía tuerta del dólar heterosexual”, de esa misma arpía que “no hace más que sentarse en su culo y cortar las hebras intelectuales doradas del telar del artesano”. Perdidas en el Averno de un mundo condenado de antemano, aquellas mentes que todavía vislumbró Ginsberg, se han desdibujado en “la amnesia voluntaria”, versificada en el último poemario de Jordi Corominas,Al aire libre, publicado por Versos&Reversos. Título paradójico para una obra que canta la ausencia del aire, la mecánica y programática falta de libertad, un poemario que, como señala el propio autor, gravita entorno a la pasividad de un tiempo en el que, convertidos en “lavadoras automáticas” marchamos, como “gallinas cluecas”,  con “paso firme” reconvertidos “en lacayos de una negación con sobredosis de fachada”.
aire libre“¿Qué esfinge de cemento y aluminio abrió sus cráneos y devoró sus cerebros y su imaginación?”, se interrogabaGinsberg en aquel desesperado aullido: “¡Departamentos robots! ¡Suburbios invisibles! ¡Tesorerías esqueléticas! ¡Capitales ciegas! ¡Industrias demoníacas! ¡Naciones espectrales! ¡Invencibles manicomios! ¡Vergas de granito! ¡Bombas monstruosas!” enumera el poeta norteamericano. Espectros, manicomios, cárceles… imágenes, todas ellas, demoníacas que colapsan el poemario de Corominas, no como un juego referencial de alusiones intertextuales, sino como reflejo de un presente programáticamente construido, un presente alienante dominado y retransmitido, articulado a modo de mediatizada opresión, un presente en el que, quien camina, ni tan siquiera sabe dónde pisa –“no reconozco lo que piso”- pues, como dictan los versos de Corominas: “desde mi linterna mágica, soy extranjero de la cuna, juez espectral del decorado, interiorizado e irreconocible, postal sin datos, tienda fotográfica, vetada a la ciudadanía”. La linterna mágica que iluminaba los pasos del flâneur parisino que, incluso en su más perverso retrato realizado por Grandville en Le diable à Paris, recorría la ciudad recuperando los fragmentos perdidos e iluminando los lugares más oscuros de la fachada urbana, se ha apagado: en el decorado homogeneizante que convierte la diversidad en unidad y el sujeto en inconsciente autómata, nada escapa de esta farsante teatralidad. “Pan y circo” contra la mirada, contra el deseo de ver: “tertulianos deslumbrados por el destello de sus asesinos”, describe así Corominas a los títeres del sistema, a quienes, ingenuos confiados en una visión convertida en ceguera, “propician encarnizados corrillos, duelos dialécticos, agua de borrajas, chafarderías folklóricas embetunadas con rigores de pacotilla”, mientras nos invitan a “abrazar la armónica rutina del panóptico”. Pasivos, “gallinas cluecas” del sistema, nos abandonamos a la narcótica pasividad, renunciando a aquella libertad de la que todavía gozaron los héroes vencidos de Ginsburg que, en su último aliento, “escribieron frenéticos toda la noche balanceándose y rodando sobre sublimes encantamientos que en el amarillo amanecer eran estrofas incoherentes” para finalmente “sus relojes desde el techo para emitir su voto por una eternidad fuera del tiempo”. Ellos escaparon de Madison Avenue, de los “férreos regimientos de la moda” y del “gas mostaza de inteligentes editores siniestros”, nosotros, en cambio, somos reclusos “del desdén absoluto”, porque, al fin de cuentas, “la valentía cotiza a la baja y los exploradores visten bien en estanterías de anecdotario”.
corominasEn aquel sueño quemado por el fénix deMallarmé, las cenizas permanecían dispersas, nunca recogidas en el ánfora funeraria, cenizas que, ahora, el yo poético de Jordi Corominas recoge en “el buró del fomento de la idolatría” y “entre plañideras solicitantes de “soplos de miasma”, para luego escamparlas “en la tabula rasa” de un presente desmemoriado. Vaciar el ánfora funeraria es desprenderse de los restos de un sueño quemado por la inane pasividad de meros “maniquíes animados” y, a la vez, es recuperar la tabula rasa a partir de la cual es posible reconstruir aquel sueño que demasiado pronto se quemó. Y es así que un globo libre, desprendido de la atadura del hilo, se propone cómo único rescate posible ante lo contemporáneo o, en palabras de Ivan Repila –quien firma la introducción-, como imagen intuitiva “de esas tijeras” con las que poder “cortar la correa umbilical de un desacuerdo íntimo con lo contemporáneo”. Si bien a lo largo del poemario, parece no haber salida de esta cegadora y, a la vez, transparente cúpula llamada sociedad, los últimos versos Jordi Corominas se abre hacia la posibilidad de un rescate, de una salida hacia aquel “aire libre perdido”. Aquel globo se convierte así en el aullido de libre irreverencia de Loopoesía, el proyecto artístico a través del cual Jordi Corominas da vida a unos versos que exigen algo más que la lectura. “Loopoesía no es un ejercicio lúdico o un simple estallido poético de libertad o un arrebato procaz sobre las tablas diseñado para alargar la sombra de su creador”, escribe Repila, “sino un manual –experimental, críptico, arriesgado- para no claudicar: seguir haciendo, seguir imaginado.
El arte multidisciplinar y, sobre todo, el arte como performance, como puesta en escena pública se configura como acto de reivindicación, cómo un aullido contra los límites de los géneros, buscando en ellos la máxima potencia posible, dando lugar al desorden artístico y expresivo, un desorden, indica una vez más Repila, “en el que el músico, el actor, el director, el poeta se entrega con todas las articulaciones encendidas al público, a los lectores, a los participantes”. Y como el globo, cuya libre parsimonia “se hermana con mi curiosidad”, el desorden supera los límites del texto y de la escena, convirtiéndose en metáfora de aquel desorden vital, individual y social sinónimo de libertad: el desorden es la salida del enclaustramiento, del impostado decoro de los transeúntes, es la readquisición de la visión perdida en el “anquilosamiento redoblado” por el “incienso bendecido de apariencia con su decadencia retransmitida para elevar nuestra farsa a los altares de una orgía”. El desorden de Jordi Corominas es el aullido de Ginsberg, es el canto poético de la desesperada lucidez que clama por abandonar los altares consagrados por otros y abandonarse, bajo la indudable influencia nietzscheana, al apolíneo desorden a partir del cual recuperar la individualidad perdida en un mapa urbano desnudo de fachadas. Aislarse de los impostados, mediatizados y homogeneizantes discursos proveniente del falansterio para reconquistar aquel desorden que sólo y únicamente puede encontrarse “al aire libre”.

El disparate de las primarias



El disparate de las primarias, por Jordi Corominas i Julián
Uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es el naufragio de lo que podríamos llamar izquierda institucional. El desprestigio de la clase política es aun más profundo porque los partidos socialdemócratas parecen ciegos a los cambios que pide la sociedad, más rápida en pequeños grupos, contrarios a la pasividad reinante, a la hora de proponer ideas para el futuro.

En Barcelona el PSC ha gobernado durante treinta y dos años. El desgaste de esos tres decenios debía pasar factura en forma de desorientación, no lo dudamos, pero, a la espera de que surjan casos de corrupción municipal de una era pasada, su regeneración está siendo de chiste, una desesperada derrota que perjudica a los ciudadanos en grado sumo, pues nuestro actual Alcalde es una enorme mediocridad que amenaza convertir la Ciudad Condal en lo que quiso Porcioles: una urbe de ferias y congresos, muy provincial y con fachada por doquier, eso sí, aliñada con una magnífica demagogia que hace que muchos de sus habitantes piensen que vivimos en el mejor sitio del universo, genial para postales e innovar en el parque temático.

Y bien, en determinados aspectos eso es cierto, pero esto no nos concierne en estas líneas. Los últimos fines de semana hemos asistido a un ridículo histórico de la oposición, que sí, habéis acertado, son los socialistas. La voluntad de democratizar la democracia se ha iniciado con una debacle. Las primarias son, eso nadie puede negarlo, un sano ejercicio donde se pretendía que cualquiera de nosotros eligiéramos al candidato que deberá disputar la Alcaldía al fan de las privatizaciones, el señor Trías, el del tarifazo del Metro y Los Encantes, un hombre que como primer ciudadano navega tranquilo porque gobierna silencioso mientras el patrimonio se va a pique y las calles se llenan de negocios iguales en un sentido bastante contrario al dogma marxista.



En fin. Tenía esperanzas en las primarias. Se presentaron seis candidatos y uno se salió del plano antes del definitivo pistoletazo de salida por no tener suficientes avales. El más sobrio de todos ellos, al ser muy crítico con su propio grupo municipal, era Jordi Martí, quien desde mi punto de vista era el más capacitado intelectualmente, lo que asimismo lo alejaba de los presuntos votantes. Por otra parte Martí ejerce hoy en día de líder de la oposición, y si algo se quiere renovar es comprensible que se tire la ropa vieja a la basura.

La candidata popular, porque presume de activismo y es muy querida en Nou Barris, era Carmen Andrés. La fresca, por juventud y discurso, era Rocío Martínez-Sampere, Maragalliana de esencia, cualidad que quien escribe valora como algo más que positivo. Los dos que nos faltan son Laia Bonet y Jaume Collboni, que a la postre ha resultado ganador, pésima noticia para su propia formación: era el candidato oficialista y los cinco mil votantes de la ronda final parece que le hayan puesto al lado de una imaginaria guillotina para que termine de hundir la nave que dirige, con nula efectividad y muchos titubeos, Pere Navarro, ese ser, el Clooney catalán, o eso decían.



Las primarias han sido una risa amarga. Los ciudadanos han demostrado que no creen ya a los políticos, quienes para paliar el mazazo de la nula participación en el proceso hasta hicieron votar a pakistaníes. A ver, los pakis, mis queridos pakis, son empresarios gloriosos que dan vida al sur del Raval, a esa parte baja tan denostada por los socialistas y sus sucesores convergentes, más avezados al norte del chino, con museos y universidades. No creo que esos nobles asiáticos que sintieran ningún deseo de pagar un euro, obligado para los no afiliados, para depositar una papeleta en una urna. ¿Realmente pensaron que nos íbamos a tragar lo de la participación inmigrante? ¿Les dieron un bocata y una entrada para ver al Barça?

El ardid ilustra el desapego generalizado, la incomparecencia por hastío en un disparate mal programado donde pocos de los que optaban el puesto han desarrollado una trayectoria municipal sólida. Eso para empezar. Luego, insisto en ello, la escasa repercusión en la calle de la astracanada, que en otro momento histórico podría haber sido un verdadero espaldarazo para recuperar credibilidad, deslegitima al ganador, que para más inri era el que apoyaba la dirección y un personaje anclado en la nomenklatura socialista como Miquel Iceta, uno de los que echaron a Maragall porque más que las ideas lo que le importa es tener poder. Que Collboni rechazara la presencia de Navarro en su triunfal proclamación como candidato es otra prueba que ellos mismos saben de su derrumbe, pero ocultando vergüenzas, y vistiendo traje y corbata de político de toda la vida, no se convence al electorado, normalmente bastante reacio a catapultar al preferido de la cúpula, lo que incrementa las sospechas de algo poco limpio, totalmente podrido. 



Puede, es sólo una reflexión, que la victoria de una mujer hubiese propiciado un poco de aire fresco. Estoy convencido que una candidata recibiría apoyo de las de su género, algo que a la postre serviría para dar posibilidades a los socialistas, contentos por ocultar sus flaquezas a través de este factor. Si Rajoy, por poner un ejemplo, se fuera y presentara a Soraya para las legislativas quizá otro gallo cantaría en Génova. Quizá. Fachada versus contenido. Otra vez. El engaño, los camaleones y el vertedero. 


Si les soy sincero, volvamos al inicio, este disparate no me preocupa por los socialistas. Mi temor se centra en nosotros. Pasaremos de la crisis económica a la política, con un 2015 donde en España veremos, siempre que no viren mucho las tornas, un gobierno de coalición PPSOE, alucinante, una monstruosidad que sepultará el sistema de partidos de la Transición de forma definitiva. ¿Seguro? En Cataluña las encuestas auguran un fuerte descenso de CiU, el tercer hombre de la farsa. El trauma es que podrá demolerse la bestia, pero sin una nueva izquierda las cosas sólo irán a peor, una izquierda adapta al siglo XXI que piense en las personas y no en caciquismos, una izquierda que de la torre de marfil burocrática pase a empaparse los pantalones de barro. De momento Barcelona confirma que la solución queda bien lejana, y si las cosas siguen así conviene que otros, porque los de siempre han demostrado llevar una enorme venda en los ojos, se arremanguen la camisa. 

viernes, 4 de abril de 2014

Jueves 10, 19 horas: Recital en La Casa del Libro de Fuencarral



Este jueves 10 de abril aterrizaré por La Casa del Libro de Fuencarral para recitar partes de mi poemario "Al Aire Libre" y leer algunos inéditos que van acumulándose para cuando llegue su hora. La cita es a las 19 horas en la calle Fuencarral 119. Obviamente firmaré ejemplares para quien así lo desee.

miércoles, 2 de abril de 2014

Podcast de cantantes escritores en el Laberint de Wonderland



Hoy, pese a una ligera afonía que arrastraba de actuar sin micro en Roma, hemos desarrollado el Laberint con el tema de cantantes escritores, entre los que han salido en nuestra cata están John Lennon, Sabino Méndez, Santi Balmes y Nick Cave. Puedes escuchar la sección a partir del minuto 43 del enlace clickando aquí

martes, 1 de abril de 2014

La bestia de París y otros relatos, de Marie-Luise Scherer




La bestia de París y otros relatos, de Marie-Luise Scherer, por Jordi Corominas i Julián

Marie-Luise Scherer, La bestia de París y otros relatos, Sexto Piso, Madrid, 2014
Traducción de José Aníbal Campos

Creo que lo buenos reportajes más que dar respuestas deben generar preguntas, ser capaces de llegar al alma del lector para que siga indagando en las cuestiones que los textos presentan. Antes de que cayera en mis manos La bestia de París, y otros relatos, no conocía a Marie Luise- Scherer. El libro, otro acierto de Sexto Piso, resulta atractivo desde un primer momento, los ojos se lo comen por la imagen de la cubierta, terrorífica, tanto que hace pensar en un volumen macabro que sólo lo es hasta cierto punto.
El primer plato es criminal y traza una línea muy oscura. Durante algún tiempo investigué casos de mujeres asesinas en Barcelona. Los asesinatos con acento femenino son raros, una excepción que sorprende, como también lo hace que las víctimas sean ancianas desvalidas. En la Ciudad Condal la bestia se llamaba Remedios Sánchez y preparaba tortillas a la policía a mediados de pasada década. Veinte años atrás la capital francesa tembló por un caso parecido con bastantes más ingredientes, entre otras cosas porque los protagonistas del suceso simbolizan un tiempo y una época.

Thierry Paulin era un joven de provincias con ínfulas. Se deslumbró por París y quiso mimetizarse. Tenía muchos elementos en su contra, desde su homosexualidad hasta el color de su piel. El mulato con ambiciones se enamoró de un chico similar. Juntos pensaron en ser reyes, y para lograrlo necesitaban un dinero que no proporcionan sus correrías por el mundo del espectáculo. Así fue como optaron por una vía rápida y contundente: cargarse a viejecitas indefensas.



Con el paso de los meses llegaron las desavenencias amorosas. Paulin y Mathurin se separaron como amigos y el primero siguió la estela de sangre porque deseaba seguir viviendo a todo trapo. Sus presas eran tortugas que no esperaban terminar así sus días. Su verdugo estaba poseído por una inercia que le impulsó, mientras se bebía la existencia con drogas y noche, a matar a más de veinte mujeres hasta que la fiesta, como siempre ocurre, dio paso a la detención. No hay crímenes perfectos, sólo malas investigaciones.
Mientras escribo la reseña he pensado que sus cuatro relatos son homicidios con tendencia a recorrer el siglo XX. El segundo se centra en un maltrecho poeta que disfrutó de las mieles del reconocimiento junto a grandes compañeros de viaje. Philippe Soupault, como la mayor parte de los protagonistas de esos gloriosos años veinte parisinos, es poco conocido en España. Fue uno de los grandes impulsores del surrealismo, conoció a Apollinaire y fue una especie de gemelo de André Breton, hasta que este, uno de los egos más insoportables de la pasada centuria, optó por pontificar lo que exigía el más alto grado de libertad. De Breton se ha escrito demasiado, y no conviene olvidar su caminar como si fuera una estatua de bronce. Más que el arte quiso ser inmortal antes de morir, y eso se refleja en las reflexiones de este paseo por lo que fue Soupault, contrario a tanta doctrina absurda que se cargó un grupo heterogéneo que pese a su avidez de éxito aportó conceptos clave para la cultura contemporánea, pilares que hoy en día se tergiversan desde el disparate y una idealización nutrida de ignorancia.



La tercera crónica parece sacada de la fiesta de los nobles de La Dolce Vita. Tras el fracaso de Luchino Visconti, quien a buen seguro hubiese realizado una joya inmortal, el alemán Volker Schlöndorf recogió el testigo y plasmó parte de la Recherche proustiana en el séptimo arte. El plató del rodaje sirve a la autora para trazar un retrato donde nobles de capa caída alternan con actores que, desde mi punto de vista, apuntan al fracaso del proyecto. De nada sirve la presencia de Delon o la bella Ornella Muti. La cámara que es la prosa se vuelca al pasado, recuerda cómo Proust hilvanó su leyenda entre salones donde se dedicaba a observar mientras nadie daba un duro por su trayectoria literaria. Las anécdotas del gran Marcel y ese París desaparecido entre las brumas dan paso a una última historia que podemos relacionar con los dimes y diretes de la filmación. La moda es un escaparate que Scherer capta con ironía desde la enorme ridiculez de la pose, el oropel y la figuración de egos rotos, pues al fin y al cabo el volumen es eso, un largo desfile de personalidades fragmentadas entre baches de la singladura concentrados en el punto más especial del
planeta.



Cada uno de los cuatro estudios, con mucho brío y un serio desenfado, abordan también como los seres humanos colisionamos contra antagonistas afines. Paulin topa con su propio reflejo, Narciso muerto de imposibilidad. Soupault ve en Cocteau a su Némesis por envidia, de ahí el colectivo y las barbaridades para epatar. Schlöndorf sucumbe ante el monstruo que quiere reproducir. Finalmente, sin ser menos que los otros, las ropas y embustes descritos alrededor de la pasarela son frustraciones sociales devorados por la única victoriosa de esta trama perpetua: París.