miércoles, 15 de octubre de 2008

El peor hombre de Inglaterra: Aleister Crowley en www.calidoscopio.net





El hombre calidoscópico:
Vida y milagros de Aleister Crowley


Por Jordi Corominas i Julián

Perdurabo. Maestro Therion. Baphomet. Bestia 666. Laird de Boleskine y Abertarff. El peor hombre de Inglaterra. El ser más perverso de la Tierra. Escalador, mago, pintor, novelista, poeta, bisexual, aventurero, líder religioso, agente doble , drogadicto, notable traductor, buen ajedrecista y ante todo hombre, aunque un poco diferente de los que suelen poblar el planeta, Aleister Crowley fue mil cosas y recibió infinitos apelativos que de por sí indican lo extraordinario del inglés más excéntrico y revolucionario de su tiempo. Su vida fue la de uno de los últimos aventureros libres entre herencia económica, desfachatez moral, cinismo al cuadrado, insolvencia senil y una extraña nobleza que le permitió vivir setenta y dos años con y contra el mundo en su particular laberinto de redomado egocentrismo y divinización aún negando la existencia de los Dioses.

Justo antes del último suspiro afirmó odiarse a sí mismo. Murió en 1947. Los restos de su imperio vagaban entre la mística nostalgia, la locura real en centros psiquiátricos y el recuerdo de un carisma inigualable. Inglaterra respiró y los periodistas del cuchicheo escandaloso perdieron a uno de sus blancos favoritos. Pasaron los años y la música pop-rock tomó nota de Aleister. En 1967 John Lennon lo eligió en su cuota de personajes que aparecen en la portada del Sargent Pepper's Lonely Hearts Club Band. Cuatro años más tarde Jimmy Page compró su casa cerca del Lago Ness y la prensa creyó dar con la clave del éxito de Led Zeppelin: un pacto mefistotélico entre el grupo y el demonio. Los músicos, símbolo cultural de las revoluciones de los 60, olían en Crowley el aroma del espíritu predecesor, un magma brutal superior a los hippies, edulcorada versión de las enseñanzas de la Bestia, enfant terrible victoriano con demasiado individualismo para ser comprendido por sus coetáneos. Posteriormente artistas y grupos como David Bowie, Marylin Manson o Joy Division usaron su nombre o sus obras en más de una canción.

¿Quién era en realidad Aleister Crowley?
Su biógrafo John Symmonds inicia su monumental La gran bestia, editada en España por Siruela, con el deseo de no escribir una palabra más sobre su objeto de estudio. Suponemos que lo dice por haber terminado con un calidoscopio humano imposible de captar en su totalidad. Nacido en 1875, hijo de un millonario alcohólico y evangelista, el joven Edward Alexander no tardó en cambiar su nombre, primer desafío de una larga serie favorecida por la muerte prematura del padre, pistoletazo de salida hacia la dilapidación de su herencia.

Mientras estudiaba en el Trinity College cultivó un fuerte interés por la poesía. Decidió autopublicarse dos libros que suscitaran escándalo y oprobio. Pasaron inadvertidos, abandonó motu propio la universidad y en 1899 cobró conciencia de sus poderes mágicos. Se apasionó por la alquimia e ingresó en la orden hermética del alba dorada, donde conoció entre otros al poeta W.B. Yeats, McGregor Mathers y al futuro monje budista Alan Bennett. Desde ese momento Crowley se adentra siempre más y más en el universo pagano con una actividad que flirtea por igual con lo cínico y lo sublime. Parte de su teosofía nace en sus viajes, que le llevaron al Himalaya en 1903, medio siglo antes que Edmund Hillary coronara con éxito el Everest. Nuestro protagonista es osado e intenta, junto a su amigo Eckenstein, escalar el K2. Fracasa por muy poco, al igual que sucede con el temible Kanchenjunga.

Sus vivencias en Oriente le permitieron descubrir el yoga y la religiosidad hindú. Acrecentó su formación espiritual hacia sendas desconocidas. Durante su luna de miel en El Cairo con Rose Kelly, con quien se casó al pensar que nunca le haría el amor y por eso sería única, su mujer tuvo varios estados de trance, y en uno de ellos comunicó a su marido que el Dios Horus quería entablar contacto con él. Sorprendido, Crowley la llevó a un museo para ver si reconocía al Dios. Lo hizo y dio la casualidad que en el inventario la estela de la revelación llevaba el número 666. Era el preludio del encuentro, en abril de 1904, con Aiwass, que según Symonds es el demonio, quien durante tres días y tres noches le dictó el Liber legis, Biblia de la religión crowleyiana de Thelema, que en griego significa voluntad, si bien creemos más probable que el iluminado inglés sacara el vocablo del Gargantua (1535) de François Rabelais, donde se encuentra el episodio dedicado a la Abadía de Thelema y su lema haz lo que quieras, transformado para la Gran obra en Haz lo que quieras será la ley, frase definitiva para entender las andanzas de Crowley a partir de ese momento. No es nuestro objetivo explicar la fe en Thelema, algo ininteligible para cualquier persona en su sano juicio, como también es harto difícil saber porqué todo tipo de seres humanos, desde licenciados en Oxford hasta actrices de éxito, sucumbieron a la llamada de la Bestia 666. La culminación del sueño del todopoderoso mandamás de su propio credo fue la fundación en Cefalú de la Abadía de Thelema en 1920. Entre 1905 y esa fecha escandalizó a media Europa con la celebración de los misterios de Eleusis, sus extrañas costumbres, su bisexualidad y su exilio en Norteamérica durante la Gran Guerra, período en que, ya medio arruinado, trabajó como agente alemán, aunque siempre defendió que sus textos daban informaciones útiles para que los aliados ganaran la contienda. Lo mejor estaba por llegar.







O lo peor. Ya advertimos. Un calidoscopio tiene muchos prismas. Crowley volvió al viejo mundo con una nueva musa, Leah Hirsig. La designó Mujer Escarlata, una especie de elegida del gran dios Aleister, y vivió una temporada en París, útil para preparar la Abadía y dejar embarazadas de un plumazo a dos mujeres. Ni la sirvienta quedó libre de su desenfrenada sexualidad maquillada en forma de ritual mágico. Los tres se trasladaron a la prometida Cefalú. La comunidad varió con el paso de los años, la mayoría terminaron locos de remate y transcurrieron los días drogados, llenos de religiosidad mientras fornicaban todos con todos hasta la extenuación por amor y veneración al gran maestro, quien por aquel entonces incrementó su adicción a la heroína, entre otras muchas drogas, que le acompañaría hasta el fin de sus días, lo que no le impidió escribir centenares de escritos inevitablemente condenados en el Reino Unido. Nadie es profeta en su tierra. Nadie es considerado el hombre del saco por sus conciudadanos. Nadie se atrevía a escribir The diary of a drug friend justo en 1921, cuando el gobierno británico prohibió la mayoría de drogas.



Tampoco nadie podía salvarse de una orden de expulsión por pertenecer a una sociedad secreta. El ascenso al poder de Benito Mussolini fue el principio del fin de la gran ilusión. Crowley tuvo que hacer las maletas y lo que se intuía una pesadilla para los demás se convierte en el infierno. Su primera mujer murió en un psiquiátrico en 1911. Los compañeros de la singladura crowleyiana vieron casi siempre y sin excepción como su ídolo les ninguneaba. Estaba tan obsesionado consigo mismo que apuntaba en un diario con quien iba a la cama, cuantas substancias tomaba, su situación monetaria. Necesitaba a la gente, vivía en sociedad pero fuera de ella. Sus adeptos eran bienes materiales. Sus mujeres escarlatas objetos magníficos. Y aún así fascinaba y levantaba odio, viajaba y se movía sin dinero y sobrevivía, siempre sobrevivía. Inventaba técnicas de collage, se sacaba de la manga el famoso saludo V de la Segunda Guerra Mundial. Destrozaba vidas. Enloquecían. Se suicidaban. Perdían el camino por el camino.

Sus últimos veinte años fueron la culminación del espectáculo, con el burlador burlado ante tanto ímpetu. Nada es eterno. Haz lo que quieras será la ley. No pagues en los sitios. ¿Qué importa si te echan? El dinero llegaba. La droga circulaba. Las palabras se imprimían y los juicios, durante un tiempo Aleister fue noticia por sus múltiples pleitos, proseguían, no como las erecciones, siempre menores. Cuando se acabó el deseo, la magia se esfumó. El hombre que accedió a la invisibilidad, el dios que se afiló dos colmillos para besar como las serpientes, el individuo contradictorio, admirado por Pessoa, murió en una casa de huéspedes en Hastings el primer día de diciembre de 1947 acompañado de una enfermera.



Su voluntad era ser enterrado en Westminster. Fue incinerado. Como tantos. El aire le acogió y reflexionó durante un tiempo. No sabía si el legado de esas cenizas era una cuestión de energía o de revoluciones aceleradas. Nihilista, orientalista e iluminado. Interesantes vocablos. Llegaron los nubarrones. Se sumaron al debate. La importancia del mal no debía ser desdeñada, máxime cuando el mal logró convocar a tantas almas y vivir de ellas con ahogos, aunque sin problemas, para desarrollar una obra literaria con aspiraciones filosóficas. Llovió. We're Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band. We hope you have enjoyed the show. No está mal. Aún no suena. Concepto de vida como espectáculo. Hombre orquestra vestido con extraños ropajes. Shiva. De repente apareció Napoleón. Cruzó los brazos, observó las minúsculas partículas de la bestia y estalló en una enorme carcajada cósmica. Habló Crowley. Su vida, como dijo el emperador un siglo y medio antes, fue una novela.¡Menuda novela! Se esfumó. Aún pulula en el cielo gris.


http://www.panfletocalidoscopio.com/2008/08Octubre/Letras03.html

1 comentario:

e dijo...

"Perdían el camino por el camino." M'ha encantat aquesta frase teva!!
Ostres, el tal Aleister aquest, vaya pieza!, no? El que trobo més fort és que malgrat com tractava la gent, el seguissin, o l'ajudessin d'alguna manera a sobreviure.
T'haig de dir que ara mateix estava amb el Pepper a toda mecha, jajaja. Aquestes casualitats em congratulen tant! Y viva John Lennon que lo escogió para portada! Seria per la heroina o per què Hitler quedava fatal? :D