martes, 23 de julio de 2013

La ruleta catalana de Artur Mas en Bcn Mes



La ruleta catalana de Artur Mas, by Jordi Corominas i Julián
En 2008 tuve una revelación en la peluquería, donde entendí que muchos catalanes son como una serie de tv3, la televisión pública que en estos tiempos de anulación de la Democracia no necesita telebasura porque tiene nacionalismo a todas horas, el menú perfecto para convencer a muchos habitantes de las santas razones de sus gobernantes. Escribí la reflexión en forma de poema y dejé que avanzara la crisis hasta que el once de septiembre de 2012, un martes más de manifestaciones, descubrí que Barcelona sufría una histórica invasión de banderas que provocaron un súbito enriquecimiento de los chinos, esos señores tan amables. Los previsores compraron esteladas, trapito que recuerda el estandarte cubano tras 1898. Los que se arruinaron a medias apostaron por senyeres, que de nada sirvieron, porque el lema ya no era Llibertat, Amnistía y Estatut d’Autonomia: ahora, treinta y cinco años después, el grito por la independencia era un clamor que seguramente congregó a seiscientos mil catalanes, una cifra respetable que ni por asomos se aproximaba al millón y medio que vendieron los organizadores.

Llevábamos casi dos años de la legislatura donde el gobierno monocolor de Convergència i Unió presidido por Artur Mas se gustaba como cobaya del futuro, con esos indecentes, por no usar un adjetivo más grueso, recortes en sanidad y educación, salvajes cargas policiales y un sinfín de atentados contra los derechos por los que nuestros antepasados lucharon y perdieron la vida, pues Barcelona, algo que no interesa mucho que se recuerde, fue la rosa de foc, la ciudad de la lucha, cargada de voluntad por enfrentarse a una serie de prohombres que querían patrimonializar Catalunya en pos de los intereses económicos de unos pocos.

El doce de septiembre Artur Mas quiso reencarnarse en Francesc Macià, Lluís Companys y Enric Prat de la Riba sin llegarles a la suela de los zapatos. Los dos primeros rompieron la hegemonía de la Lliga regionalista y apostaron por un republicanismo que en ocasiones perdió la cabeza, pero que también tuvo muchos aciertos en un período histórico más que complicado. El tercero en discordia fue un hombre que siguió la senda de fortalecer Catalunya sin perjudicar a España, creyendo en un destino común de mejora cuando la tierra que piso era el motor económico del Estado.

Mas malinterpretó la Historia. En un momento de recesión comparable a la de 1929 decidió usar la demagogia para salvar el pellejo y huir hacia delante. Convocó elecciones plebiscitarias y sus asesores le diseñaron un cartel donde era un mesías que dirigía la voluntad del pueblo, eslogan que recordaba sospechosamente al título de una película de Leni Riefenstahl.   
         
El cartel circuló por toda Catalunya y se organizó una campaña demencial que llegó al paroxismo con la retransmisión en directo de la llegada del President, como le llama ajustándose a la verdad desde el exceso la televisión pública, a la Plaça de Sant Jaume tras recibir negativas de Mariano Rajoy en Madrid. El acto supuestamente espontáneo era parangonable a la acción policial de los secretas del 25S en Madrid por los mástiles. Tan del alma salió la bienvenida al héroe que esas astas medían igual. ¡Qué perfecta organización! ¡Qué maravilla de entendimiento entre desconocidos!

La gente no hablaba de otra cosa y al poner toda la carne en el asador dio la sensación que nos habíamos vuelto locos. Acudimos a las urnas el domingo 25 de noviembre con el mal augurio de una abrumadora mayoría absoluta que desestabilizaría todavía más la atmósfera y propulsaría el adiós a las medidas verdaderamente necesarias para proseguir la farsa, legitimada por los votos. También el Partido Popular sacó mayoría en 2011 y ya ven el amor que despierta entre la ciudadanía.

La sorpresa fue el fracaso. Subió ERC, el laxante para que muchos optaran por creer más la cantinela porque Oriol Junqueras es historiador, como Toni Soler. Vivimos en un país donde un humorista puede soltar barbaridades y recibir aplausos porque dirigió un programa de la caja tonta que fue muy gracioso. Pero el futuro no son risas enlatadas.

Me quedaré corto, de poco servirán mil palabras. Ha pasado más de medio año desde la cita electoral. Las encuestas hablan de sorpasso, los casos de corrupción salpican a CiU. Bárcenas está en la cárcel y Millet en la calle. El Palau de la música es un templo burgués que simboliza todo lo que ha pasado en este pequeño país, que diría Pep Guardiola, desde hace decenios. Los de siempre toman el pelo y parte de los que no llegan a fin de mes festejan sus proclamas bombardeadas por tierra, mar y aire, hasta con conciertos por una libertad que no hemos perdido pese a los mercados y la desfachatez de los que nos mandan.

He visto varias veces en mi vida a Artur Mas, la primera cuando cumplí veinticinco años, la última en la radio. Es político, quiere serlo y se le nota, pero también es un supremo estafador que no menciona casi nunca la paralización de los presupuestos de 2013, los que perpetuán las tijeras mientras se desvía la atención hacia las banderas en una época donde cede el Estado Nación y las fronteras desaparecen porque el mundo ha virado sentido y la solidaridad va camino de imponerse entre los que no ostentan corbata ni imputaciones.

Lo más triste es que hemos llegado a un punto donde alguien podrá calificar este artículo de antipatriota o fascista, cuando sólo quiere expresar un descontento y la obligación de una transparencia, de un realismo para con el presente. Me defino catalán, español, europeo y ciudadano del mundo, una persona que detesta el vocablo tolerancia porque de por sí ya implica una hipocresía mezquina, pues tolerar significa consentir sin aprobar expresamente. Navegar hacia una misma dirección y salir de la crisis es vital. Montar aquelarres de feria para escurrir el gran bulto es desvergüenza y oprobio.

En 2014 la cuerda se tensará. Cada vez piso menos Barcelona porque así lo requieren mis obligaciones profesionales, pero al mismo tiempo siempre la quiero más desde el lamento. Llegará el tricentenario y los flamantes próceres culturales que nos asemejan siempre más a una provincia con parque temático incorporado seguirán lanzando proclamas incendiarias que nos alejarán de Europa. El cosmopolitismo será una camiseta. La última vuelta de tuerca la han dado desde el otrora partido interclasista, esa ERC que compara lo que vendrá con las rutas que tomaron en 1809 Bolívar y no hace tanto Kosovo, dos paseos repletos de sangre que ellos enarbolan con entusiasmo, vendiéndolos blancos e impolutos.


Aún así el gran irresponsable es Artur Mas. No puedo discutir el dret a decidir porque es lógico que cualquier pueblo merece expresar lo que quiere a través de la justicia democrática, pero usted no está vendiendo eso, lo que usted vende es humo para eclipsar las manchas que embrutecen su casita con un huerto del que sólo crecen hierbajos. Es época de cambio, nadie lo duda, pero asimismo es una era de prioridades que faciliten el bienestar de la población que gobierna. Es posible que un día despierte y se encuentre fuera de su butaca y el sistema de partidos haya destrozado lo vigente para enhebrar un orden nuevo que espero, desde mi ingenuidad, sea más justo desde una perspectiva social. Mientras usted se siente en su trona de niño pequeño que se burla de los demás sólo consigue división y crispar, empobreciendo el panorama en cualquier ámbito, homologando que es gerundio desde el cinismo más absoluto, el de aquellos que anteponen su voluntad y la de los suyos a la del pueblo por muchas consignas que vomite en papel mojado. La Historia es un tribunal sin reloj.       

Ilustración de Nil Bartolozzi               

2 comentarios:

Carmen Berasategui dijo...

Mi aplauso, Jordi, un artículo excelente!

César San Juan dijo...

Hacía tiempo que no encontraba tantas coincidencias con alguien.
Gracias por el oxígeno.
www.revolverlosbeatles.blogspot.com