martes, 13 de septiembre de 2011

Miércoles 14, escritores con manías y delirios en el Laberint de Wonderland





En el segundo programa de la temporada abordaremos un tema que a todas luces casi requeriría un año para abordar. Los escritores son tipos raros, con manías, delirios y comportamientos más bien extraños. Nuestra selección constará de los siguientes nombres:

1.- Juan Ramón Jiménez. Un caso digno de estudio entre su clausura y necesidad de no ser molestado, su querencia por el sonido entre j y g y otras cosillas que desgranaremos a lo largo de la sección.

2.- Las heroicidades y locuras de Lord Byron a principios del siglo XIX, cuando el dandismo alcanzó el absurdo, todo muy británico.

3.- Tennesse Williams y sus peculiaridades, desde todos los cigarrillos que fumaba hasta su cáncer de mama masculino.

4.- Marcel Proust y sus horarios.

El laberint a Wonderland

Cada miércoles a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

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lunes, 12 de septiembre de 2011

El arte de no decir la verdad de A. Sobczynski en Literaturas


El arte de no decir la verdad de
Adam Sobczynksi
por Jordi Corominas i Julián

La estupidez humana es infinita. Nuestros padres discutieron durante más de treinta años de temas fascinantes con la satisfacción de no atisbar ningún peligro económico en el horizonte. Tuvieron la suerte de ser la última generación con trabajo fijo casi desde jóvenes. Sí lector, ya sé que quizá no es tu caso, pero acepta que la mayoría pudo vivir hasta hace bien poco con la tranquilidad de no pensar en el mañana de manera dolorosa. Por eso era posible sentarse con amigos hasta las tantas de la noche debatiendo apasionadas cuestiones trotskistas con la creencia de haber alterado el orden. La realidad era otra, pero Occidente vivió en la anestesia del falso bienestar hasta que estallaron múltiples burbujas y la transparencia de la estabilidad cedió otra vez, la Historia es cíclica, a la preponderancia del fingimiento, única vía para salvarse, como si la sociedad fuera una corte y sus ciudadanos, súbditos capitalistas, peleles que para conseguir sus objetivos tienen que medrar en un laberinto bizantino donde para ascender hay que ser un estratega con todas las de la ley.



Adam Soboczynski es un joven periodista alemán de origen polaco que captó estas constantes de nuestro tiempo y decidió conferirles una unidad completa a través de treinta y tres propuestas, el número de Cristo y los galenos, que ejemplificaran esta nueva era de hipocresía. El resultado es El arte de no decir la verdad, editado en España por Anagrama tras su éxito en varios países europeos.



El volumen tiene difícil definición. Sus partes están enlazadas mediante personajes que aparecen y desaparecen en función del tema a tratar en este catálogo de situaciones que pretende ser una novela moderna por su frescura consistente en capítulos breves, buenas dosis de humor cotidiano y la duda de su propia clasificación, pues en ocasiones tanto consejo nos da la sensación de estar leyendo un manual de autoayuda maquillado para que el golpe pueda encajar en nuestro exigente cerebro.



Controlar los arrebatos, fingir, mostrar interés, embaucar, utilizar el humor, inspirar confianza, resultar misterioso, cambiar de opinión, capear las situaciones embarazosas, estar delgado o hacer carambolas son algunos de los trances por donde transitan las páginas del manuscrito, cargadas de fina ironía que ridiculiza con elegancia las convenciones, desde una cena de trabajo hasta la excesiva erudición o las presuposiciones de superioridad y narcisismo que tan bien caracterizan este pútrido siglo XXI en que nos ha tocado circular.

Otra cuestión interesante del libro es cómo leerlo. Quien vea en él una novela podrá devorarlo en un abrir y cerrar de ojos, aunque la mejor opción sea tomarlo en pequeñas porciones, porque por muy interesante que sea el juego de enlaces estos adolecen de coherencia. Parece que las conexiones se gesten por la imperiosa urgencia de dar una argamasa sólida al texto para que sea presentable en el sentido finito del relato que prescinda del mero apunte de la curiosidad sin más.



Taxonomizar es fundamental, también el instante en que abrimos cualquier tipo de volumen para darle nuestro visto bueno. Si hubiera leído El arte de no decir la verdad antes del 15M hubiera esbozado una sonrisa sincera. Cuando asisto a fiestas sigo viendo los aspectos que destaca Soboczynski, pero la perspectiva se ha alterado. Los farsantes seguirán campando a sus anchas y los que creen en el mérito sufrirán por culpa del modelo instaurado. Sin embargo, la esperanza vuelve a brillar. Las revueltas de 2011 no son sólo una protesta contra la crisis económica, sino más bien un firme posicionamiento de muchos estratos para que lo prístino vuelva a tomar las riendas e impida el desbarajuste de basura multidisciplinar en la que nos hallamos, excrementos aliñados con control, paranoia y un miedo que impide a las personas la autenticidad que nos gustaría palpar en el ambiente.



En este sentido podemos dar con otra lectura, más ensayística, lo que seguramente sería lo correcto al abordar temas de este calado, nada banales al ser el espejo que por desgracia está marcando a más de una hornada de la actualidad. El problema puede radicar en que el mismo mercado se está gustando mucho al impulsar obras sintéticas accesibles a cualquier hijo de vecino. Y que yo sepa es importante mimar al lector dándole huesos duros de roer para que aprenda lo que vale un peine en el mejor sentido de la palabra, que es el de la inteligencia que aprecie el esfuerzo y el ansía de aprehender. El escritor teutón es periodista y se ha decantado por la formula más sencilla. Esperemos que sea la antesala de un cuerpo más profundo que aproveche los conceptos esgrimidos para ir más allá de lo fútil, así sus ideas predicarían adecuadamente con el mensaje transmitido.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Podcast "Literatura y publicidad" del Laberint de Wonderland



El miércoles pasado inauguramos temporada del Laberint de Wonderland y hablamos de literatura y publicidad, clickando aquí se puede escuchar el programa y la sección en la que tuvimos como protagonistas a Miguel Hernández, Julio Cortázar, Antonio Machado y otros ilustres literatos.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Viernes 9 de septiembre, 20 h 30 minutos, recital en los Diablos azules


Este viernes 9 de septiembre los Diablos Azules de visten de gala para dar cabida a los siguientes personajes


- Marina Sanmartin

- Iñaki Echarte Vidarte

- María Zaragoza

- Jordi Corominas i Julián

- Federico Fernández Giordano

- Claudia Apablaza


Recital en los Diablos azules

Viernes 9 de septiembre de 2011

20h 30

c/ Apodaca 6

Metro Tribunal

Ingreso gratuito

miércoles, 7 de septiembre de 2011

El mapa y el territorio de Michel Houellebecq en Revista de Letras


La mejor novela del camaleón: “El mapa y el territorio”, de Michel Houellebecq
Por Jordi Corominas i Julián | Reseñas | 4.09.11


El mapa y el territorio. Michel Houellebecq
Traducción de Jaime Zulaika
Anagrama (Barcelona, 2011)


En un mundo donde parece inevitable informarse de todo si uno quiere fue imposible no leer El mapa y el territorio sin ciertas referencias críticas previas que a servidor le recordaron la época del infantilismo más profundo, una especie de caca culo pedo pis de la reseña. Que si he leído el libro del tirón, que si el francés va de filósofo y sus sentencias las puede formular hasta el Tato. No sigo, no hay lugar para el etcétera. Mi experiencia con el polémico Michel Houellebecq se remonta a un entusiasmo veinteañero por la literatura, cuando creía saber mucho y desconocía todo. Sus tres primeras novelas causaron en mi ser una progresiva desilusión. Ampliación del campo de batalla era el entusiasmo por una manera de mostrar la contemporaneidad entre aislamiento, tecnología y demencia. Las partículas elementales ahondaba en determinados aspectos frívolos de su tiempo, era decadencia pura y dura con clase. Plataforma fue un punto y final, un decir basta que con los años ha ganado peso. Estábamos en pleno apogeo del terrorismo global y los paraísos asiáticos eran una constante en la prensa; la estrella literaria del Hexágono supo rentabilizar a lo grande, porque si por alguna cosa destaca nuestro protagonista es por ser un camaleón que sabe leer muy bien los procesos que laten en la sociedad hasta sacarles partido desde una óptica, en principio, adaptada a todos los públicos.

A principios del siglo XXI vivimos el auge de lo superficial. Houellebecq lo reflejó sin temor. Habló cuando los demás callaban y lo hizo con arrogancia, algo imperdonable en ese universo de la nada y la opinión que él mismo clausura en el inicio de su última novela. Damien Hirst y su calavera, diamantes que desprecian lo artesanal y caen en lo tremendo del cinismo al por mayor. El artista británico es el objeto de estudio de Jed Martin, quien quiere retratarlo junto a Jeff Koons. La obra, casi acabada, fracasa y sufre desperfectos que impiden su futura exposición en la serie de oficios que el protagonista de El mapa y el territorio presentará en una galería de postín. Todo un síntoma que muestra por dónde van los tiros de este esperado volumen, indudable fenómeno mediático de la rentrée, centrado desde la biografía de un brillante taciturno en el auge de la apariencia y el ocaso de la industrialización tradicional.

El bombo previo obliga a disipar ciertas dudas que conducen a la confusión. Puede que dentro de pocas décadas los libros de Michel Houellebecq sean más que válidos para entender el caos de Occidente en el nuevo milenio. En el caso que nos concierne la trayectoria de Jed Martin sigue una senda que anuncia el descalabro. Las frías fotografías de objetos son la autopsia de un interés personal y un desdén colectivo por las herramientas que invaden el espacio e ignoramos por sistema, utensilios que pueblan ciudades entregadas a un ocio canceroso que se expresa, sin alcanzar el nivel de American Psycho, mediante las innombrables referencias a marcas y enfermedades. Si los personajes se alejan de la multitud y viven en un reloj congelado, casi ajeno a lo que les rodea, es por un deseo de fuga del presente, del que se captan representaciones estáticas que nadan contracorriente. Buena prueba de ello es el motivo que da título al manuscrito. Martin es un creador que renuncia a la velocidad, necesita meditar y hallar la inspiración como si de un flechazo se tratara. Su segunda etapa se centrará en los atlas de carretera Michelin. El mapa es más importante que el territorio. Sacará instantáneas de planos de la famosa empresa gala y los manipulará para crear un efecto. Geografía en miniatura que hiela el trazado y se contrapone a la actual exuberancia que proporciona la red con sus construcciones en las que vemos fotografías, elevaciones y datos históricos. Esas imágenes aturden por ser de una naturaleza común que la realidad ha pervertido por movilidad y ansias de una sempiterna transformación que imposibilite comprender lo que acaece. El éxito es apabullante y conduce a una nueva pausa que se cierra con la pintura y la plasmación de una serie de trabajos del dos mil en los que caben desde una escort hasta una metáfora del capitalismo con Steve Jobs y Bill Gates jugando una partida de ajedrez, la conversación de Palo Alto.

Los productores han desplazado al producto, volvemos al antiguo régimen. Los capitalistas quieren ser retratados mientras en la calle la estupidez fluye por doquier, a borbotones mientras el tejido se desangra en una ilimitada fiesta que observamos desde charlas ridículas en restaurantes, galas del famoseo y patéticas actitudes que caracterizan nuestro período histórico. La forma sobre el contenido, la palabrería sobre todas las cosas.



Por otra parte este ensayo encubierto tiene un mérito que no puede soslayarse. El mapa y el territorio expone a lo grande el background de su autor. Las múltiples inserciones eruditas se hilvanan muy bien con la trama, y podríamos sospechar que estamos ante el intento de un hombre que quiere equipararse a sus compatriotas del pasado que tan bien relacionaron el arte con el sentir de su época. No nos engañemos. O sí. Esa práctica, desde el mismo Baudelaire y su Pintor de la vida moderna, siempre ha sido una excusa para ejercer una notaría del malestar. Antes hemos mencionado a la señora de guadaña, que aparece desde múltiples vertientes. La existencia personal de Martin es casi nula. Su padre es una cita de navidad que esconde muchos matices. El otrora esperanzado arquitecto que levantó a su familia es carne de vegetal que circula de residencia en residencia, siempre más lujosas como consecuencia del auge en el mercado de su hijo, a quien le tiene sin cuidado su ano artificial y una creciente desmemoria que no es tal, pues encierra una de las claves interpretativas de la novela: La conversación sobre las ilusiones y la labor artesanal de William Morris deriva en la frustración por la imposición de lo funcional y la derrota heterogénea ante la dinámica capitalista de falsa igualdad que impregna cualquier paisaje, físico y mental sin que exista un mínimo hueco para la rebelión, pues para sobrevivir hay que pactar con el sistema y acatar sus normas.

Algunos dirán que muy bien, que eso ya lo sabemos. No es tanto el qué, sino el cómo, por eso considero El mapa y el territorio un ensayo encubierto. El más que previsible óbito del padre significa el adiós de la antigua mirada ingenua que creía a un solo hombre capaz de poder engendrar alternativas. El hijo, integrado en la estructura, acepta el nuevo contrato a sabiendas que sólo podrán escapar de la masa, vocablo que en breve volverá a estar de moda, aquellos que dispongan de varios millones en su cuenta corriente. Lo rural será el reducto de los privilegiados, tanto en el turismo como en lo residencial. Alguien muy consciente de ello es el propio Michel Houellebecq, que en un acto de supuesta osadía se otorga un papel estelar en la trama. Retirado y desastrado en su casa irlandesa recibe la llamada de Martin, quien le requiere para el catálogo de su última muestra. El encuentro ha servido a cierta crítica para sacar a colación el tema de la ironía del autor, empecinado por su hiperbólico ego en quitar parcelas narrativas para enarbolar la bandera del exhibicionismo. Se equivocan a medias. Durante la primera parte de la novela la figura del Houllebecq personaje se equipara, por paralelismos de diálogo, a la del progenitor. Es más, suple el vacío protector del mismo y se erige en único interlocutor útil, un confesor del que no se atienden grandes revelaciones, sino que ejerza un papel de guía y consuelo para el protagonista, quien agradecido rubricará la amistad a través de un regalo de suma importancia.

La madurez del primer tramo puede desconcertar a un lector prototípico del francés. Pasan las páginas y aumenta la excitación por la llegada del gran sobresalto que despedace el esquema planteado. La placidez de ese vinto vincitore que es Jed Martin se entrelaza con el resto del relato y la bomba típica y tópica no explota por ningún lado. ¿Seguro? En la segunda parte las tornas toman otros derroteros y el análisis, quien sea perspicaz olerá a máxima lampedusiana, vira a lo policial desde un tono calmo con la intensidad de un polar a la Jean Pierre Melville con otras connotaciones filosóficas. La disección continua y más no diremos, pues no es nuestra intención chafar el plan a nadie. Sólo diremos que la relación entre los dos segmentos que componen el volumen tiene absoluta coherencia y sólo puede ser criticada desde una extrema puntillosidad. Su personaje público dentro de la obra se carcajea de los que anhelan escandalizarse a la más mínima anomalía. Lo sabe, lo aplica y sonríe. Y bien que hace.

Quien reseña no está capacitado para juzgar si El mapa y el territorio merecía ganar el Goncourt, entre otras cosas porque doctores tiene la iglesia y el mercado editorial recetas para dilucidar estas cuestiones tan manidas y que tanto sirven para rellenar párrafos sin ton ni son desde idiotas controversias. Corten la vegetación. Michel Houllebecq tiene la extraña virtud de adaptarse y desgranar el contexto con pasmosa facilidad. Lo ha vuelto a hacer y seguirá repitiéndolo, no se preocupen. Es un antropólogo vestido de cínico que en esta ocasión endosa un estupendo traje de madurez. Prescinde de alardes efectistas, sienta cátedra en el sillón del presente imaginando el futuro y solventa su asunto con elegancia. Relean la novela dentro de unos años y comprenderán más y mejor su mensaje. Y no menosprecien la trascendencia de un calentador, se lo ruego.

martes, 6 de septiembre de 2011

Miércoles 7, Publicidad y Literatura en el Laberint de Wonderland (RNE4)





Tras una merecida pausa estival el Laberint de Wonderland retoma su pulso semanal y empezamos fuertes, con publicidad y literatura con los siguientes contenidos.

1.- Todo mensaje literario en publicidad es una manipulación de su sentido original. Sin embargo, algunos lo hacen muy bien, cómo ocurrió con el uso de Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj, cuento de Cortázar. Su voz es la del spot

2.- Sólo quien ama vuela. Pero ¿quién ama tanto
que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.

Estos versos de Miguel Hernández se usaron en un anuncio de Iberia. Naturalmente se trastoca el significado original de los versos en función de interes comerciales, lo que también ocurrió con la canción Revolution de The Beatles que Nike usó en una publicidad.

3.-
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

Machado y sus proverbios y cantares en el anuncio de la Guía campsa protagonizado por Camilo José Cela, póngame unas pochas. ¿Qué escritores han protagonizado anuncios? ¿A quien veríamos en esa tesitura?


4.- Para culminar es obvio hacerlo con Mad Men y sus aspectos más literarios.



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domingo, 4 de septiembre de 2011

Poema "Alfarería de la nocturnidad"


Alfarería de la nocturnidad, por Jordi Corominas i Julián


Revivo alquimias de Cabiria en las estribaciones
Del viaducto de Segovia, submundo de sombra
Escarchada, inyecciones pisoteadas, droga
En vena que el arco proyecta a la carretera
De focos acelerados en castizos asfaltos,
Mayordomos de una cueva y la vesania.

Pago la entrada, franqueo el control de acceso
Y las poltronas de skay son el idóneo palco
Escénico para contemplar añosos espejos
Del horror espontáneo, metros cuadrados,
Baldosas minimalistas de San Isidro
Para retratar la parada de los monstruos.

Los descamisados llevan la voz cantante,
Hispano pelo en pecho de la barbarie,
A mis espaldas la doble de Ana María Matute
Apura una colilla ajena al flirteo de travestis
Con tunos de permiso escanciando cubatas
En el hombro de enanos camuflados en el boscaje
De jamelgas dando tumbos en columnas desahuciadas,
Sicalíptico alquiler de si te he visto no me acuerdo,
Vísperas esporádicas, preservativos del desahogo.

Una recua, secundarios de Trhiller, obstruye la entrada
Al lavabo, copia casposa de la naranja mecánica
Donde anidan ratas apostólicas del rapé posmoderno,
Narices empolvadas a sesenta euros el gramo.

Se va el caimán para Barranquilla,
A dos estaciones de metro vence el diseño
Y los jóvenes bohemios levitan en Ópera
Pertrechados con sus auriculares, antídoto
Al alboroto, quita multas para el propietario
Que proyecta a Vittorio Gassman con su sombrero
Saludando en el surrealismo de otra cloaca
Adaptada para niñatos adeptos a la tendencia
Con pastillas coloradas en la punta de la lengua.


El calendario es de barro, el alfarero sólo reparte caramelos
Con envoltorios de distintas texturas en párpados agotados
En la maquinaria del fin de semana, anécdotas de unos,
Remordimientos de otros, efemérides resacosas
Para reafirmar el control del torno sobre las singladuras.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Poema "Zapping"


Zapping, por Jordi Corominas i Julián



Agitación bursátil , Tom y Jerry, obispos pederastas, en exclusiva
la campaña tiene mucha menos repercusión de lo que a nosotros nos gustaría,
en Barcelona hallaron en una maleta el cuerpo de una mujer descuartizada
¿Se puede entrar doctor? Taxis del mundo, primera entrega
Rex, ¿Qué haré si te vas? Francamente querida me importa un bledo
proyectaremos la crucifixión de Jesucristo en un ambulatorio renacentista,
hay 265 millones de jugadores de fútbol en el planeta,
porque para nosotros tú eres lo más importante, nueva temporada
uy, que buena esta de doscientos euros, podrás con ella o pasas el turno,
vamos a entrar en una enfermedad poco conocida que es la endometriosis,
mira, vamos a ver, vengo a defender mi trabajo que son mis líneas de 806
zumo de naranja, los sindicatos han intentado boicotear el acto,
sufre en silencio las hemorroides, la máscara de hierro
tengo ciento cincuenta y siete caras amarillas en mi cuenta, Madonna
muy buenas tardes, ambiente lluvioso, en esta última jornada de agosto
su inopinado vecino es un océano gélido y la estrecha franja
de la costa sirve para atraer a las hembras de la manada,
sé que tienes una sorpresa para el final del directo Manolo, cuéntanosla,
¿No habrás venido a presentar tu dimisión? Bésame Paco
ya no hay stop, un policía desaparecido, una revelación
12 céntimos por minuto, con la participación especial de Sharon Stone
no soy muy fuerte en Historia, turno para Eusebio de Granada,
lagarto, lagarto, aparenta tranquilidad, de venta en farmacias
Ley y orden, Son los más fieles aficionados al motociclismo
contra las picaduras, celebró su cumpleaños en el plató,
politono duquesa al 7777, el presidente
no voy a opinar de esta persona por dignidad, el mejor gazpacho,
volvemos en cinco minutos, cerca de la puerta de Tannhaüser,
todos con la roja, se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia,
las moscas revolotean en el sofá impregnado de plasma,
el asesino tira el mando a distancia a la basura,
desconecta la señal y limpia el parqué
meticulosamente con lejía conejo
yéndose del lugar del crimen con el lamento
de la ininterrumpida parrilla que impide el fílmico
y perfecto estupor de la carta de ajuste.

viernes, 2 de septiembre de 2011

La mampara de Marta Brunet en Revista de Letras


La pérdida y lo femenino burgués: “La mampara”, de Marta Brunet
Por Jordi Corominas i Julián | Reseñas | 30.08.11


La mampara. Marta Brunet
Prólogo de Paz Balmanceda
Barataria (Barcelona, 2011)


Las fronteras siempre han sido demasiado dañinas. Sin embargo sirven para entender el progreso de determinadas sociedades. El mundo no se para, es circular y reparte suerte y coincidencias en todos sus hemisferios. Mientras leía La mampara de la chilena Marta Brunet imaginaba la historia del joven Alberto Moravia paseando por Roma aquel lejano día de octubre de 1922 en que los fascistas iniciaron veinte años de negritud para el país transalpino. Un septenio más tarde el pequeño gran Pincherle sorprendió a propios y extraños con Gli indifferenti, ópera prima que tras sortear la censura marcó un antes y un después que en mi opinión aún no valoramos en su justa medida. Su demoledor retrato de la burguesía se movía por un clima ultradecadente donde la ciudad parecía congelada en un magma infinito del que no se podía escapar. El movimiento existía, pero las cosas permanecían inmóviles por el orden de una clase social demasiado arraigada a unos banales privilegios de los que nunca ha querido desprenderse. La crítica, maquillada en una historia de amoríos y posesiones, de ese sopor supuso un azote al régimen de Mussolini y exhibió unas constantes que acompañarían el resto de la trayectoria del escritor romano.

El ingrediente que excitó mi pensamiento comparativo entre Chile e Italia se debe a una característica compartida de la obra que motiva esta reseña con la que inauguró la singladura del autor de Il disprezzo. En ambas el núcleo central de la narración se configura a través de una familia huérfana del patriarca que ha posibilitado un pomposo estilo de vida, lo que implica una lucha por la supervivencia y mantener la apariencia de un estatus. En ambas hay una madre y dos retoños, que en La mampara son féminas. La única diferencia de peso en el armazón de personajes es que Brunet elige una aparición masculina menos peligrosa que el Leo de Moravia, pues coincidirán conmigo en que es más saludable el antiguo propietario de la casa que un amante con ambiciones inmobiliarias. El susto, la traca, espera en otra residencia, porque en el siglo XX una trama burguesa sin dudas de sensualidad y seducción quedaba coja.

Las casualidades mencionadas no son tales, sino que simplemente articulan contextos diferentes en sociedades que transitan por carreteras de diversas velocidades. El volumen que presenta Barataria en España fue editado en Buenos Aires allá por el lejano 1946, cuando su autora ya llevaba más de dos decenios sorprendiendo con una prosa atrevida, sumamente rítmica y muy moderna por los temas tratados, en los que privilegiaba una psicología de la mujer insólita para su época.



Vayamos al meollo. La muerte de su marido ha dejado a la madre de Ignacia Teresa y Carmen desconsolada y con la misión de cargar con el duro de peso de cambiar un rumbo de opulencia. Su experiencia le permite adaptarse al nuevo contexto. Renuncia a la mayoría de lujos y sólo se aferra a la mansión de siempre por amor, recuerdo o mera subsistencia. Ignacia Teresa es su mejor aliada. Trabaja en una empresa que la sume en la normalidad y cumple sus deberes de hija ejemplar, modesta y consciente del infortunio, rasgo que la aleja de Carmen, empeñada en soñar con una permanencia del esplendor pasado que simboliza su apego al teléfono como objeto de prestigio y contacto con una realidad de rompe y rasga. La chica, guapa y con clase, acude a fiestas galantes, se queja y pulsa con tenacidad un inexistente acelerador para no marchitar la flor de su condición, pues ella no ha nacido para ganar dinero con el sudor de su frente, está destinada a lo exclusivo, sea lo que sea, cueste lo que cueste.

La novela, estructurada en capítulos que por su duración crean una especie de tobogán de emociones, atiende con precisión el devenir de las tres protagonistas. La madre es la guardiana que cuida de cuatro paredes y pretende lo mismo con sus dos niñas. La luz que brilla en la noche es su padecer en la imposibilidad del control. Ignacia Teresa, más presente en el primer tramo, desaparece tras la parte más brillante, puro arte donde en pocas páginas se condensa una poética de lo cotidiano de muy altos vuelos.

“Desde pequeña asocia ideas, busca símiles, piensa en imágenes. No es que le guste, porque eso indicaría preferencias y en ella esto es algo tan innato, como lo es tener los ojos azul oscuro, de uva, que parecen negros y que de pronto se observa que no lo son”.

Estas pocas líneas viran hacia una introspección absoluta de la mujer que se funde con el paisaje urbano porque tiene hambre y busca saciarla. Su apetito es culinario y vital, pues quien escribe supone que Ignacia Teresa es un alter ego de la narradora. Entra a un bar, duda y sigue el consejo del camarero. La escena que sigue, con sus manos y las de un inmigrante español queriendo entrelazarse, son una metáfora de la soledad y la ausencia de dos mundos que no volverán.

Si La mampara fuera una película imaginaríamos un fundido en negro. De repente saltaríamos a estancias nobles con jóvenes ávidos de una diversión que se presume, por poses y composición de la imagen que el texto forma en nuestra cabeza, más bien aburrida. Es el discreto encanto de la burguesía hundida en sus propias heces. Ignacia Teresa es clara, diáfana, por eso no ocupa mucho espacio. Carmen es complicada y confusa. Sus aventuras copan el final en una lágrima sostenida que abraza cuerpos en el baile, bebe whisky y se pavonea desde su inferioridad, que es temor a que un día se vierta la última gota de opulencia y aparezca su particular cenicienta.

La contraposición entre ambas hermanas vertebra un discurso basado en la aceptación de una metamorfosis en la que ganar no es quimérico. La asunción de la pérdida es la clave que apaciguará el dolor y engendrará otros horizontes en un canto a la capacidad de lo humano para sobreponerse a las adversidades y tumbarlas con capacidad de adaptación.

Celebramos la publicación de La mampara y deseamos que lleguen a nuestras manos más libros de Marta Brunet en la colección “Humo hacia el sur”, recuperadora de las vanguardias del Novecientos del otro lado del charco y titulada cómo una novela de la autora chilena. Lo anhelamos desde unas coordenadas de recuperación de un legado que sirve sobremanera en la actualidad, pues sin lo pretérito, sin lo clásico que es moderno a rabiar, no seremos capaces de lograr una literatura que no sólo sea fast food y voracidad de mercado, sino que innove, apueste por el riesgo y no olvide que lo que muestra el retrovisor es fuente de aprendizaje con sólidos cimientos, útiles para el presente, armas de calidad que den al viaje libresco fuegos nada artificiales.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Poema Historias del sombrerero loco


Historias del sombrerero loco, por Jordi Corominas i Julián


Tengo una cita con los dioses en Oxford, me prestarán una chistera
De mercurio decimonónica y naipes anárquicos de la reina
De corazones, quieren desvelar el misterio de Alicia
Dándome mando de sombrerero loco en la periférica
Oficina de un periódico embaucador de gran tirada.

Compro tazas de té en los chinos, bolsitas de ácido
Lisérgico al camello de la barriada, bandejas de plata
En el Cash Converter y robo en el autobús una garrafa
Con líquido elemento para travestir la amenidad de la ofrenda
En una granada que explote en pulcros hipotálamos sin levita
Victoriana, labriegos a sueldo en la redacción del tanatorio.

Firmo el ingreso, lirios de plástico, el recepcionista
Licua el sudor de su frente en una toalla republicana,
Sorbe el brebaje con deleite, arquea la espalda
Contra el yeso, ráscalo con contundencia anglicana,
Ve a la sala de reuniones, toma el mantel de mi abuela
E invita al no cumpleaños de la desidia a la jirafa
Del director, apriétale sus tirantes, su jaqueca
Parará las rotativas, máquinas de trucada imprenta,
Linotopias con la tipografía malograda por voluntad propia.

¿Qué se le ofrece? ¿Interrumpo? Preparen la mesa,
Gusten del elixir, brinden con mi dádiva en el gaznate,
Si me permiten desharé ese ábaco, el manifestante
Agradecerá el viraje de precisión para remediar el disparate
De esa España vuestra donde la representación de Belchite
Es un croquis arrugado titulado en la impostura.

Resbalan los cronistas, el golpe es epifánico,
El cultural acaricia la ceniza de poses pop, pirómano
De instantáneas, plácida estética para lobotomizar lectores
analfabetos y equiparar la escritura al pronóstico de anticiclones,
El contable reparte cheques y en la sección de política
Se han amotinado aceptando que ser amanuenses del negocio
No es lo que les incitó a tener un carnet de prensa, vanagloria
Que los becarios arguyen para ligar en la discoteca.

Unos twittean a Cánovas del Castillo, otros a Garcilaso de la Vega,
Vicepresidenta del gobierno, los ordenadores son Lady Gaga,
La cafetera un pinball del rastro, las señoras de la limpieza
salivan chorizo de cantimpalo y cada maquetador un surrealista
Editor de portadas que escandalizarán al mundo entero
Por proclamar tautologías de Perogrullo, madre del verbo
Archivada en el decálogo que vetan consultar en la rubrica
Del contrato, papel de fumar, víspera cauterizada, paja
En ojos que de tanto empotrarse en redacción abrazan la pantalla
Con devoción mariana, pero la virgen pide otro tipo de sexo.


Apago el hilo musical, cierro la puerta, salgo propulsado a la calle
Con una libreta de notas y custodio la chistera en la caja fuerte
Con la esperanza que los durmientes que babean por mi droga
Sientan su influjo en el amanecer donde no asociemos la gaceta
Con espías asomando por sus hojas con chicha, limoná
Y ternura barata, Pinocho está en un cuento y la gravilla
De polvo y análisis en una vitrina a hollar con un hacha
Que extermine bacterias impronunciables y dignifique la medicina
Que los padres fundadores dieron con su receta en la notaría.