martes, 18 de noviembre de 2008

Matar en Barcelona en bcnweek: El crimen de la indigente


Rosario Endrinal era guapa, triunfaba; secretaría de dirección en una cadena de supermercados, se enamoró de un potentado de la firma, fue rechazada y abrazó el vagabundeo alcohólico de la desidia.
Ricard, Oriol y Juan José eran jóvenes y ricos. Hijos de barrio bien, su futuro era plano, sin complicaciones. La noche del viernes dieciséis de diciembre de 2005 decidieron salir a tomar unas copas por Gracia. Según uno de sus abogados bebieron muchos chupitos de absenta y, eufóricos e idiotizados, pasaron por el cajero automático del número 28 de la Calle Guillem Tell, donde una mendiga llamó su atención: Rosario.
Era la una y treinta y ocho minutos de la madrugada. Ricard y Oriol, ambos con la mayoría de edad recién cumplida, no eran novatos en esas lides. En octubre de 2005 fueron a las zaragozanas fiestas del Pilar y grabaron vídeos, que mostraban orgullosos a sus amigos, donde maltrataban a mendigos. Ese día querían más de lo mismo. Entraron en el cajero, increparon a su futura víctima y le lanzaron varios objetos. La botella de plástico, la naranja y un cono de señalización no bastaron. Rosario ofreció resistencia hasta nuevo aviso. Cerró la puerta con cerrojo.
A las cuatro y veinte volvieron a la carga. En esta ocasión usaron como cebo a Juanjo. Menor de edad, era desconocido para Rosario, quien le abrió la puerta sin pensar en el peligro que se avecinaba. Oriol y Ricard entraron y salieron, le dieron golpes y, después de subir por un andamio para recogerlo, apuntalaron su acción rociando a la pobre vagabunda con un bidón de disolvente, prendiéndole fuego con un cigarrillo. Rosario, con quemaduras en el 65% de su cuerpo, murió a las nueve de la mañana en el Hospital de la Vall d’ Hebron.
Las cámaras de videovigilancia grabaron la escena, lo que permitió detener a los asesinos el diecinueve de diciembre. Juanjo fue recluido en un centro de menores donde cumple su pena de ocho años más cinco de libertad vigilada. El juicio que debe determinar la condena para Oriol y Ricard se celebró hace pocas semanas y algunas de sus frases tendrían que pasar a la antología del disparate. La abogada de Oriol afirmó que “no se puede culpar al que no sabe que va a pasar”. Wittgenstein de la mediocridad. Por su parte Ricard dijo que al recordarlo se sentía bastante estúpido. A buenas horas mangas verdes.

JORDI COROMINAS I JULIÁN

No hay comentarios: