sábado, 15 de diciembre de 2012

El noviembre de los tres funerales en Bcn Mes






El noviembre de los tres funerales, by Jordi Corominas i Julián

Es 2025 y los barceloneses aún no han aprendido a caminar por la calle. La culpa es del catolicismo y su anarquía, tan distante al orden del envidiado norte europeo, donde el nivel de vida, tras superar la terrible crisis y la guerra que empezó en Oriente Medio, no ha parado de crecer.

En los últimos días del gélido noviembre los catalanes hemos enterrado a tres de nuestros prohombres. El día de todos los santos falleció Jordi Pujol. Barcelona se volcó en el entierro como no se veía desde los tiempos de Buenaventura Durruti, y ya ha llovido desde entonces. Cinco días más tarde, bajo una tormenta, el chip informativo que tengo insertado en mi cerebro informó de la muerte de Pasqual Maragall, el último político de altura que tuvo esta Nación. Su deceso no llenó tantos titulares, en parte porque veinticuatro horas después le llegó el turno a Artur Mas, el constructor del monopolio de lobotomía simbolizado en TV3, un canal desprestigiado que, sin embargo, cubre todos los eventos de Convergència i Unió y sus montajes propagandísticos que gran parte de la población cree a pies juntillas.

El adiós de Artur Mas llegó de forma inesperada, lo que no impidió el habitual despliegue hagiográfico de su figura, con imágenes de su machada de 2012. Felip Puig leyó el discurso fúnebre, reproducido en mil rotativos y colgado en cada esquina barcelonesa como si se tratara de las 95 tesis de Lutero o el hemos perdido una batalla, pero no la guerra del general De Gaulle.

El combate se dilucidó en silencio. La sociedad se empobreció y da la sensación que, desde la profunda división en la que nos hallamos sumidos, hemos retrocedido un siglo. Mi columna Peligro de extinción ha quedado como un monumento al optimismo. He fracasado como analista porque todos los oficios que di por finiquitados han resucitado con fuerza, tanto que durante la semana de los sepelios asistimos al típico lavado de cara fascista de las grandes ocasiones. De repente, afiladores, recolectores de colillas, traperos y prostitutas desaparecieron de la cuadrícula urbana para no dar mala imagen en el extranjero. La nueva corte de los milagros fue desterrada al recinto del Fórum, no lugar para excelencia que durante unas jornadas se convirtió en un improvisado campo de concentración para la mugre detestada por la clase dirigente.

Me quedé en casa pese a lo histórico del momento. Estamos paralizados y la única esperanza recae en pequeñas cooperativas que ayudan a los desfavorecidos. Lo consiguen con escasos medios y la amenaza de prohibiciones. Decía una novela de principio de siglo que la solidaridad ha fracasado, y en gran parte ha sido por la ley. Está prohibido bajar a la zona de vías, sí, y también asistir a los necesitados. La avaricia ha roto el saco y sólo se contempla al colectivo para manifestaciones multitudinarias orquestadas por los de arriba, eventos que suelen centrarse en reivindicaciones anacrónicas y victorias futbolísticas.

El tema más comentado en la capital es el Barça, sobre todo desde que el partido hegemónico dio un golpe de timón y colocó a un hombre de paja en el cargo más importante del sistema, al menos de cara a la galería. Josep Guardiola fue encumbrado de manera excepcional y recibido en loor de multitudes. El otrora entrenador de las seis copas renunció a su trabajo en Inglaterra y aceptó encantado representar al pueblo desde su sillón de la Generalitat. No es president, eso ya no existe. Ahora su función es la de imagen y portavocía de Catalunya, y la verdad que borda el papel, hasta el punto que las actuales relaciones con España, dirigida por Vicente del Bosque, son pura concordia en el seno de la Federación Ibérica.

Por lo que a mi campo de acción concierne, debo contaros que he sobrevivido al no casarme con nadie. En 2015 estalló la burbuja literaria, imposible de continuar con el ritmo de los ciento diez mil libros anuales en un país donde casi nadie lee. En la actualidad sólo se publica lo esencial, lo que ha generado una pequeña elite de la que han desaparecido todos los voceros de las redes sociales. La época es un horror, hay que reconocerlo, pero el darwinismo ha impuesto su lógica, relegando la perpetua velocidad de antaño a una especie de reducto similar a los manicomios, que es donde residen los que prefirieron vender humo. La ola neoliberal ha consolidado un mundo asqueroso con elementos positivos. El individualismo exacerbado se ha mantenido a costa de crear realidades paralelas donde los esclavos viven con la ilusión de ser felices.

Soy un habitante de la Barcelona de la clase media. Me concedieron un permiso para desarrollar mi labor crítica alegando que una reducida minoría debe aceptar ese rol para que el simulacro funcione y la gente albergue la falacia de una normalidad que ya no volverá, como tampoco lo hará Carmen de Mairena, que acaba de expirar tras una larga agonía. Game Over.

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