jueves, 27 de noviembre de 2008

Centenario de Cesare Pavese en Calidoscopio

Ci vuole la ricchezza d'esperienze del realismo e la profondità di sensi del simbolismo. Tutta l'arte è un problema di equilibrio fra due opposti".
(Cesare Pavese, Il mestiere di vivere)

Por Jordi Corominas i Julián

Perdono a tutti e a tutti chiedo perdono. Va bene? Non fare troppi pettegolezzi. Las últimas palabras escritas por Cesare Pavese fueron la constatación de su derrota ante el vicio absurdo del suicidio. Los días previos a ese 26 de agosto de 1950 sirvieron de preparación para el último viaje. Quemó cartas, mandó notas, intentó encontrar alivio y tiró la toalla. Nació el mito. Los años lo propagaron con su habitual forma contradictoria de exaltación e ignorancia.

Desde que leí Dialoghi con Leucò, mis esfuerzos por abrir las primeras páginas de cualquier libro del turinés se convirtieron en una lucha mental de miedo y deseo. Miedo respetuoso. Deseo de aprendizaje. Y una duda. La imagen del hombre delgado con gafas y semblante serio contrastaba con mi recuerdo de la lucidez del mito y la plasmación precisa de una simbología humana que quizá sólo encuentre parangón en las páginas de Elio Vittorini, amigo, rival y contemporáneo. La dificultad de la lectura, de empezar otro esfuerzo, estriba en el dualismo del hombre imponente y la obra reveladora, como si sus palabras encerraran una verdad insoldable y, por tanto, dolorosa.
En 1960 Davide Lajolo escribió, quizá sin saberlo, la biografía definitiva sobre Cesare Pavese. Sorprende que, en el año del centenario del autor de Lavorare stanca, ninguna editorial se haya preocupado por reeditar esta obra cumbre. Pude leerla después de una búsqueda no muy extenuante por anticuarios de Roma. La compré, la conservé como oro en paño y un día, con la reverencia rendida al cofre lleno de secretos, la abrí. El temor arcano, en ocasiones Pavese parece hablar desde una cima deshumanizada, reapareció teñido de comprensión.
No creo que fuera fácil estar en la piel de ese hombre. Vivió su época y le aportó desde la constancia el color necesario para que Italia abandonara lo provinciano y se adentrara en la modernidad sin perder de vista el pasado y la esencia nacional.

casa nata de Pavese

El niño que nace el 9 de septiembre de 1908 abre los ojos en pleno mundo rural. Esa casualidad de crepúsculo veraniego tiene suma importancia. Santo Stefano Belbo y el campo serán su remanso de pureza, el lugar donde exteriorizar su sentimiento de realidad hacia el mundo por contraposición a su verdadero centro de actividades, Torino, ciudad ferviente de intelectualidad y luchas políticas donde desarrollará su universo interno a partir de las contingencias de un enrevesado contexto histórico. No es de extrañar que el pequeño Cesare disfrute cuando llegan las vacaciones y la naturaleza se funde con la naturalidad de las gentes del lugar. Hasta la adolescencia, la capital del Piamonte será un centro de maldición marcado por el hermetismo y la dureza del trato familiar, acrecentado por la prematura muerte del padre cuando nuestro protagonista contaba con escasos seis años de edad.

La pasión aparecerá en el instituto D'Azeglio. El fascismo domina la política. Se estila una cultura hueca y servicial. El profesor Augusto Monti ejercerá en los jóvenes estudiantes una influencia decisiva. Sus clases no eran la típica vomitona de datos, nombres y memoria. Monti comentaba los clásicos con el ardor de quien ama la libertad y cree en la literatura como manantial benéfico para comprender la existencia. Pavese y otros alumnos aprenderán la lección y se inmiscuirán de por vida en la senda de la creación y el combate de las ideas con la esperanza de frenar el ocaso de camisas negras. Las lecciones serán el acicate para experimentar. El ansia de conocimiento come las horas. Pavese estudia inglés por su cuenta, se licencia con una tesis sobre la obra de Walt Whitman y deja su primer sello inmortal. No podríamos entender los posteriores movimientos culturales transalpinos sin acercarnos, aunque sea levemente, a su labor de traductor de su admirado Herman Melville y otros nombres como Sinclair Lewis, Charles Dickens, James Joyce, William Faulkner o William Defoe, labor que le acercará a una literatura donde el dialecto cuenta y los hombres son retratados con su propia carne, sin aditivos retóricos ni imbéciles colorantes de despiste para con la realidad. Elio Vittorini completaría al círculo con Americana, quizá la primera antología de nuevos escritores estadounidenses publicada en Europa.

Dowling

Sus años de juventud juguetean con la idea del suicidio al tiempo que expanden una energía enfermiza, como si Pavese quisiera enjugar su martirio interior con trabajo y más trabajo. Al no tener carné del partido fascista da clases en condiciones precarias, pero su mutismo político le permite ejercer una importante actividad editorial en la prestigiosa Casa Einaudi, dónde dirigirá la revista La cultura y creará una innovadora sección de etnología. Sin embargo, pese a su discreción, la inclemencia del fascio caerá sobre su ser, condenándole en 1935 al confín de Brancaleone por tres años, de los que cumplirá sólo uno, inmerso en la soledad de quien poco tiene y poco pide: libros, noticias y algo de comida para aligerar horas pesadas por la tensa espera entre muros reales y físicos, como el mar, que por culpa de la condena se ha convertido en una pared sin piedra.

Su retorno a Torino es el principio del fin. Mientras padecía el exilio carcelario la editorial Solaria publicó, bajo recomendación de Elio Vittorini, su primer poemario, Lavorare stanca, benjamín de una trayectoria sólida y evolutiva. Su hilo sólo se romperá por la guerra de su alma, martilleada por el fracaso amoroso. Davide Lajolo comenta que, justo un día después del retorno a casa, un amigo le comunicó que su gran amor, la mujer de la voz rauca, había contraído matrimonio. Desde ese instante Pavese desconfía del género femenino. Las adora, se emociona cuando se cruza en su camino alguna dama con clase e inteligencia y respira al notar su diferencia, insuficiente para contentarle al tener definida en su mentalidad una conclusión irreversible. Las cartas están marcadas: las mujeres siempre le abandonarán, impidiendo que el solitario pueda fluir mediante el complemento de comprensión y amor. Su último intento dejará el cargador vital de la ruleta rusa con una bala final. El rechazo por parte de Constance Dowling fue, simple y llanamente, la gota que colma el vaso desde su visión del infortunio y la incomprensión.

El hombre, la guerra y el futuro

La carrera literaria de Cesare Pavese toma hálito y empuje desde 1939, cuando escribe Paesi tuoi. Su primer paso narrativo es visto por muchos como un intento de americanizar la literatura italiana, obviando que el bagaje del turinés le permitía generar nuevas vías desde su aprendizaje, no imitando, sino transformando para anunciar a Italia y al mundo la última gran oleada de la antigua cultura naturalista. En este sentido tanto Pavese como Vittorini pueden ser considerados los padres fundadores del neorrealismo por su visión poética y antropológica de la realidad de su tiempo, visión que asimismo servía para denunciar al régimen y su concepción del Bel paese.

Queda poco para la guerra, y cuando estalle, los conflictos internos se harán palpables. El traslado a Roma para relanzar en la Ciudad Eterna el edificio editorial de Einaudi le permitirá introducirse en un nuevo ambiente truncado en 1943 por los bombardeos americanos y la caída del fascismo el 25 de julio. Aparece en su horizonte la Resistencia y su imposibilidad de adherirse a ella con las armas por culpa de su asma le llevará otra vez al campo, donde escribe, medita y vuelve a sentirse hombre solo entre los hombres al no poder ayudar a la causa. Ello marcará con hierro su singladura. Gran parte de sus textos de su última década de vida –Il compagno, La luna e i falò– se centran en episodios de la guerra heroica de liberación contra el nazifascismo. Conocedor del terreno, recibirá ayuda de sus amigos implicados para describir los episodios bélicos, tensos pero en cierto sentido anecdóticos. Pavese usa el mundo, lo objetivo, como símbolo de un universo subjetivo, apasionado y frío que alcanzará, como él mismo intuyó, su cumbre narrativa en Dialoghi con Leucò, desnudos y pungentes diálogos de personajes mitológicos en donde se puede encontrar un importante fragmento de la esencia humana.

Los últimos cinco años son los de la lucha definitiva que intenta emparejarlo con la sociedad y sus circunstancias. Pese a no entender el marxismo, se inscribe por pudor y arrepentimiento de partisano sin pistola al Partido Comunista Italiano, donde volverá a topar con la incomprensión del aventurero solitario que no logra transmitir a sus semejantes su implicación en los andares colectivos. Entre 1948 y 1949, su ingente actividad le permite publicar Il compagno, Prima che il gallo canti, La bella estate –dónde, además de la novela del título se incluyen Il diavolo sulle colline y Tra donne sole, adaptada al cine por Michelangelo Antonioni en 1955– el poemario Verrà la morte e avrà i tuoi occhi y La luna e i fado, libro que cierra la trayectoria pavesiana por decisión propia del autor, quien a lo largo de sus últimos meses de vida repetía en mil y una misivas y dedicatorias que con las fúnebres hogueras del prado terminaría su relación con la escritura.

Su punto y final con la vida se intuye en las temáticas de algunas de sus últimas composiciones. La perversión, notable para la época, de Poli, personaje masculino de Il diavolo sulle colline, tiene su contrapunto premonitorio en Clelia, víctima del vicio absurdo de punta a punta en Tra donne sole. El suicidio de su personaje no era pura ficción. De nada servía, era más bien la cuadratura del círculo, el reconocimiento del Premio Strega, de nada sirvieron las charlas nocturnas con meretrices ni la desaforada actividad sexual de agosto de 1950, escapatoria de callejón sin salida de un condenado sobrio ante su último reto. Tutto questo fa schifo. Non parole. Un gesto. Non scriverò più. El último suspiro bebió somníferos. Despertaría al día siguiente mediante sus propias palabras, imponentes testigos que corroboran que el hombre que amaba el trabajo bien hecho hizo muy bien su tarea.


http://www.panfletocalidoscopio.com/2008/09Noviembre/Letras02.html

2 comentarios:

Laia dijo...

Jordi, ja es veritat ja aixo que diuen que nunca te acostaras sin saber una cosa mas....jaja! molt interessant...as always ;)
Joder! m'encantaria veure't presentar colors...hem de quedar (quan vingui per terres catalanes) i em fas una mini presentacio okis?!
Jo tambe tinc ganes de fer mil coses... :) la vita e bella :P

Borja Franco dijo...

Hola,
Em dic Borja, i sóc un estudiant de periodisme. He de fer un treball sobre Gomorra, el llibre de Roberto Saviano, i buscant informació he anat a parar al teu blog. L'article que has escrit sobre el llibre que destripa la mafia italiana m'ha semblat interesantíssim. Així és que seguiré visitant el teu blog i, tan de bo, siguem capaços d'intercanviar visions, opinions, coneixements i experiències sobre el món literari.

Borja