miércoles, 9 de diciembre de 2009

A través del espejo: El beso de la sirena negra de Jesús Ferrero en Culturalia



Jesús Ferrero se adentra en el género negro y en su debut adopta formas y estructuras clásicas, recursos que la literatura criminal ha acumulado como axiomas necesarios para no errar el tiro. Lo académico del Beso de la sirena negra se presiente desde su inicio y la inevitable mención al asesino en serie más famoso de la historia: Jack el destripador. El carnicero de Whitechapel no tiene nada que ver con lo acontecido en la trama, aunque la aparición de su nombre puede ser un motivo añadido de suspense, siempre in crescendo desde el momento en que conocemos el conflicto del libro. Los ricos ocultan, los ricos son caprichosos, víctimas de su torre de marfil. Una dama de alta alcurnia pide a la detective Ágata Blanc encontrar a su hija Alize, desaparecida sin estruendo. La misión parece simple. Hallarla y cobrar la segunda parte de lo estipulado. Las dificultades crecerán al generarse en la historia una acumulación de templos impenetrables, cajas escondidas y puertas infranqueables en los que la protagonista, con voz poco femenina pese al loable intento por parte del autor de Las 13 rosas, deambulará entre erotismo e intelectualidad a partes iguales. La clave cultural de la novela se basa en Alicia en el país de las maravillas y algunos otros nombres ilustres, monumentos literarios y musicales que permiten a la detective comprender mejor su investigación y a la joven aristócrata, electrizante criatura que controla la narración por omnipresencia y seducción. Alize tiene clase y se prostituye, escribe un crudo diario y se martiriza por el pasado y sus consecuencias. Su complejidad atrae y devasta.

Si comentamos las características del personaje es por un detalle. La resolución del encargo se desarrolla en un periquete. Un investigador privado ha de aceptar las reglas del juego y no ir más allá; de hacerlo caerá derrotado en la trampa de querer saber demasiado, y ya sabemos qué sucede cuando se cruzan fronteras. Los límites se ensanchan, el peligro adquiere otra textura y se cae en un torbellino sin estribos a los que agarrarse. Ágata Blanc se deja poseer y, terminadas sus pesquisas de pago, decide penetrar en la existencia de Alize hasta verse implicada de manera emocional y salpicarse en un charco por el que flotarán monstruosidades, desequilibrios e inesperados rumbos de incesto y sangre plúmbea.


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