domingo, 13 de diciembre de 2009

Matar en Barcelona en Bcn Week: Carmen Broto




Carmen Broto by Jordi Corominas i Julián


Are you ready boots? Próxima estació: Joanic. Bajamos Paseo San Juan hasta Padre Claret. En el número 16 nos transportamos sesenta años atrás y vemos salir a una rubia platino del truculento portal. Se llama Carmen Broto. La esperan en un coche dos hombres para tomar unas copas y alargar una noche de lunes a martes del frío enero. El trío maravillas bebe en un par de bares y con el motor a toda pastilla se encamina hacia la zona del Hospital Clínic. Son las dos de la madrugada, quizá un poco más tarde. En un abrir y cerrar de ojos se desencadenará el crimen más famoso de la posguerra barcelonesa.

Los dos jóvenes acompañantes se llaman Jesús Navarro Manau y Jaime Viñes. Se conocen desde pequeños y saben muy bien cómo ganarse la vida sin dar un palo al agua. El primero es considerado un apolíneo, moderno de los cuarenta. Viste a la última y frecuenta los bares de moda por santa gracia de sus amoríos de pago con el empresario Eusebio López Sert, propietario del vehículo con rumbo a la muerte. Su amigo Viñas es más modesto. Trabaja en una panadería y desea con toda su alma que el golpe que quieren perpetrar llegue a buen puerto. No es fácil asesinar riqueza impostada para llenarse los bolsillos de oro.

Su plan es simple. Carmen Broto, oscense que aterrizó en Barcelona justo después de la Guerra Civil, es amante de Juan Martínez Penas, dueño del popular Tívoli. Su labor es básica para el entretenimiento de la gente y eso genera pingues beneficios. Estamos en una España sin internet ni televisión. El buen hombre se encapricha de la rubiales con alegría, sus amigos la llamaban cascabelitos, y pese a no recibir mucha atención sexual la luce y halaga con alhajas y abrigos de astracán. La antigua chica de la fábrica de cajas de cartón se da baños de abundancia y presume con amigas y desconocidos. Pobre Carmen. La Historia la tildará de puta, lesbiana, espía comunista, embaucadora y un largo etcétera sinsentido. Era una mantenida que, como bien indica la palabra, se aprovechaba de los favores que le brindaba el magnate cabaretero, quien se enorgullecía de ir acompañado por su trofeo a los toros y a los más caros restaurantes, donde las clases pudientes disfrutaban ocultos tras unos arbustos para no ofender al pueblo, hundido y a la deriva tras la victoria fascista de 1939. Esas fiestas de oropel no colmaban la energía de Carmen. Era normal verla en el bar Alaska, justo al lado de su casa, junto a gente de su edad como Jesús Navarro Manau, probable amante antes de enfundarse el traje de sepulturero.

Urbe con pocas horas de luz, cartillas de racionamiento y lunes de estreno. La noche del 10 de enero de 1949 Carmen y Jesús fueron al cine a ver Alma en Suplicio. Ella con Martínez Penas y una amiga al Metropol de Roger de Llúria. Él con su novia al Capitol de la Rambla. Al terminar la sesión ambos se despiden de sus parejas. Corre el reloj. La una. Los bares. Las dos. El Clínic.

Volvamos al primer párrafo. Después de consumir coñac en dos establecimientos, Carmen y sus acompañantes se dirigen al Ensanche para consumar su afán de nocturnidad. La algarabía cede paso al dolor, luego al desconcierto. Viñas revela la verdadera intención de la velada: robar la caja de caudales de Martínez Penas, residente en el número 139 de la Calle Aribau. Por ello no nos tiene que extrañar en absoluto que la víctima recibiera el primer mazazo a escasos cien metros, en la esquina con Provença, del destino planeado por sus amigos. Verónica Lake intenta huir, un guardia del hospital la ve con sangre en el cráneo y sugiere ingresarla. Jesús y Jaime se excusan con el pretexto de llevarla a una clínica privada. Arrancan los motores. Diagonal vacía, Gracia en silencio. Les espera un tercer hombre, clave en el operativo. Es el padre de Navarro, experto espadista, número uno en abrir candados, cajas fuertes y lo que ustedes quieran. Llámenle. El delincuente progenitor les atiende en Encarnació con un chasco enorme al ver el enorme charco de sangre y el cadáver femenino. Los nervios apremian. Dejan el coche de cualquier manera en el cruce de Sant Lluís con Escorial y entierran el cuerpo en un huerto de propiedad que resuelve el entuerto en la calle Legalidad. 2:30 de la madrugada. Una hora y media más tarde un taxista halla el cuerpo suicida del padre a escasas manzanas del bar Alaska. Cianuro y adiós, lo mismo que Viñas, fiambre con una nota en una triste habitación de hotel: Soy inocente. No se culpe a nadie de mi muerte. La vida es sueño. Y los sueños, sueños son. El único detenido por el homicidio de Carmen Broto será Jesús Navarro Manau, un perla que al ingresar en prisión se casó con su novia, embarazada. El verdadero hijo del caso, quien le de leyenda y esplendor, será Juan Marsé al publicar en 1976 Si te dicen que caí, novela donde aquel crimen que despertó a Barcelona de la falsa paz de los vencedores se erige en símbolo y alarga un mito que aun se resiste a morir.


Ilustración de Nil Bartolozzi: www.bartolozzinil.blogspot.com

viernes, 11 de diciembre de 2009

Loopoesia en la Cigale: nuevo vídeo loopoético








Lo publicamos en el blog de Loopoesia, pero creo que merece estar aquí. Gracias a Juan y a todos los chicos de La Cigale.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Nueve lunas de Gabriela Wiener en Literaturas.com


Vivir un embarazo en el siglo XXI y no morir en el intento por Jordi Corominas i Julián

La medicina actual ha desmontado pieza por pieza uno de los grandes misterios de la Humanidad: el embarazo. El proceso anterior a la luz fue durante milenios un surtido de enigmas. La fuente de vida, las cigüeñas y París han cedido su testigo a cremas, ecografías y partos naturales. Ignoramos mucho de la maternidad en el siglo XXI y Gabriela Wiener ha optado por desvelarnos en primera persona todo el recorrido que media desde la lucha de los espermatozoides por llegar al óvulo hasta el abandono de la clínica con el recién nacido en brazos, y lo hace desde su estilo característico, mezcla simétrica entre sentimentalismo reprimido y dureza atenuada narrada desde el acontecer diario.

La estructura del texto está configurada desde dos puntos biográficos de tragedia y happy end. El inicial padecer de la protagonista por una serie de circunstancias negativas entre dos continentes se diluye con el estado de buena esperanza y el descubrimiento de un horizonte inédito, un microcosmos de la mujer encinta que se parece a experimentar una nueva existencia dentro de la existencia, un cambio de piel en nueve meses que sirve a la autora para ofrecernos pequeños retales, fragmentos de un ensayo incompleto sobre las novedades en la materia y el gran bazar de posibilidades que permite nuestra aborrecible sociedad de consumo e internet.

Lo autobiográfico en Nueve Lunas tiene interés porque permite diferenciar y ubicar a la narradora, una inmigrante peruana privilegiada al cursar estudios y dedicarse a lo suyo en la agreste Barcelona, una mujer que abortó tres veces en el pasado y mantuvo una difícil relación con sus padres, experiencias resucitadas por la situación que dibujan una dualidad entre la pobre América, dulce en otros aspectos más amigables, y la opulenta Europa de hospitales públicos donde parir se convierte en un master con cursos y asistencia individual con médicos imbuidos de extraño léxico y normal antipatía que ayudan a la parturienta a comprender mejor su propia feminidad antes de la hora P.

La situación es compleja y genera una absoluta necesidad de recabar información. Gabriela Wiener husmea en libros y en Internet. La red es el mercado soñado con contenidos de todo tipo, iglesia de fanáticos del porno con embarazadas y catedral de consejos prácticos. La dinámica de estas búsquedas aporta pinceladas ensayísticas ciertamente idóneas para un amplio reportaje periodístico, no así para un libro donde quedan diluidas por exceso de crónica autobiográfica, válido en Sexografías al tener esa obra las coordenadas precisas para emprender un relato de ese tipo al penetrar en espacios inusuales. ¿Lo es la gestación? Sí, sin duda, aunque quizá sea más útil leer un volumen científico que explique al pormenor los pasos que siguen las madres del mañana en sus 300 jornadas de convivencia interna con el feto sin necesidad de profundizar en la frivolidad del vestido que no cabe al tercer mes e impide ir a una fiesta literaria. Hay visiones y visiones del gonzo. En mi modesta opinión es un género imprescindible para plasmar recovecos inauditos, rincones marginados y situaciones que pese a estar insertadas en nuestro devenir se encubren como si fueran pecados letales . La idea de hacerlo sobre un tema universal es atrevida, si bien como experimento no funciona porque al hablar de un fenómeno por todos conocido lo explosivo se pierde y se empantana en lo previsible.


www.literaturas.com

miércoles, 9 de diciembre de 2009

A través del espejo: El beso de la sirena negra de Jesús Ferrero en Culturalia



Jesús Ferrero se adentra en el género negro y en su debut adopta formas y estructuras clásicas, recursos que la literatura criminal ha acumulado como axiomas necesarios para no errar el tiro. Lo académico del Beso de la sirena negra se presiente desde su inicio y la inevitable mención al asesino en serie más famoso de la historia: Jack el destripador. El carnicero de Whitechapel no tiene nada que ver con lo acontecido en la trama, aunque la aparición de su nombre puede ser un motivo añadido de suspense, siempre in crescendo desde el momento en que conocemos el conflicto del libro. Los ricos ocultan, los ricos son caprichosos, víctimas de su torre de marfil. Una dama de alta alcurnia pide a la detective Ágata Blanc encontrar a su hija Alize, desaparecida sin estruendo. La misión parece simple. Hallarla y cobrar la segunda parte de lo estipulado. Las dificultades crecerán al generarse en la historia una acumulación de templos impenetrables, cajas escondidas y puertas infranqueables en los que la protagonista, con voz poco femenina pese al loable intento por parte del autor de Las 13 rosas, deambulará entre erotismo e intelectualidad a partes iguales. La clave cultural de la novela se basa en Alicia en el país de las maravillas y algunos otros nombres ilustres, monumentos literarios y musicales que permiten a la detective comprender mejor su investigación y a la joven aristócrata, electrizante criatura que controla la narración por omnipresencia y seducción. Alize tiene clase y se prostituye, escribe un crudo diario y se martiriza por el pasado y sus consecuencias. Su complejidad atrae y devasta.

Si comentamos las características del personaje es por un detalle. La resolución del encargo se desarrolla en un periquete. Un investigador privado ha de aceptar las reglas del juego y no ir más allá; de hacerlo caerá derrotado en la trampa de querer saber demasiado, y ya sabemos qué sucede cuando se cruzan fronteras. Los límites se ensanchan, el peligro adquiere otra textura y se cae en un torbellino sin estribos a los que agarrarse. Ágata Blanc se deja poseer y, terminadas sus pesquisas de pago, decide penetrar en la existencia de Alize hasta verse implicada de manera emocional y salpicarse en un charco por el que flotarán monstruosidades, desequilibrios e inesperados rumbos de incesto y sangre plúmbea.


Para leer más: www.culturalia.biz

lunes, 7 de diciembre de 2009

El crimen de la maleta en La Hora-L de Radio Barcelona-Cadena SER


Primero de mayo de 1929. Las calles de toda Europa se llenan para celebrar el día del trabajo. Los obreros desfilan con la esperanza de tiempos mejores, ignorantes de la crisis que maltratará a medio mundo a partir de octubre, cuando la bolsa de Nueva York tenga su martes negro y propicie un horizonte de perfil negro, negrísimo.

En la madrileña estación del mediodía, la actual Atocha, unos empleados proceden a la apertura de varios paquetes no retirados de la consigna, a fin de subastarlos públicamente.


Uno de ellos es una caja de madera. Cuando la abran el horror y el olor se descubrirán bajo papel de periódico, un lienzo de arpillera y una enorme capa de algodón en rama. Restos humanos originarios de Barcelona.


El crimen de la maleta o de Ricardito fue magistralmente ficcionado por Darío Hernando en Matar en Barcelona. Este martes hablaremos de ese truculento asesinato,que esconde matices sociales de hondo calado, a partir de la una y seis minutos en la Hora-L de Radio Barcelona-Cadena SER.


Crímenes en la Hora-L con Jordi Corominas i Julián

Cada martes a partir de la una y seis minutos de la tarde

Radio Barcelona-Cadena SER
96.9 FM
666AM

domingo, 6 de diciembre de 2009

Último Looproject de 2009: 7 de diciembre, 22 horas, Inusual Project



A veces sorprende pensar la velocidad que adquieren los acontecimientos. Empezamos con Loopoesia en marzo, hicimos varios bolos y en septiembre decidimos crear nuestro propio evento. Desde ese momento Looproject ha funcionado en su idea de ofrecer al público espectáculos alternativos, más experimentales y corrosivos. Sin embargo en Navidad hemos optado por un par de grandes conciertos acústicos y nuestro propio show en su versión 2009...






Looproject anticonstitucional


Lunes, 7 de diciembre de 2009

22 horas

Inusual Project, Calle de la Paloma número 5 (Al lado del MACBA)


Actuarán los siguientes grupos:


- Azucena 300 veces

- The Lady Sounds

-Loopoesia


El precio de la entrada es de cinco euros




Loopoesia es amor


sábado, 5 de diciembre de 2009

El escritor y su búsqueda en Panfleto Calidoscopio






Estilo e Historia en Jonathan Coe

Por Jordi Corominas i Julián


La publicación a mediados de 2009 de La lluvia antes de caer hizo emerger en quien escribe una fuerte curiosidad por la obra de Jonathan Coe. La mayoría de críticos definían la última novela del inglés como la apertura de una nueva etapa que abandonaba la sátira para inaugurar una brillante madurez. Leí el libro, lo disfrute y decidí revisar su anterior trayectoria. Me intrigaba una respuesta de una entrevista en la que el autor de Birmingham negaba esa supuesta metamorfosis basándose en la lógica evolutiva del narrador. Las fotografías que vertebran La lluvia antes de caer necesitaban madurar en sentido histórico y plasmarse textualmente con suficiente conciencia del tiempo transcurrido. Por eso una idea de los años 80 recibió digno finiquito en la primera década de nuestro siglo. La sátira es muy seria y se toma a la ligera, como si el escritor con tintes medio humorísticos mereciera ese calificativo sin más, hondo lastre provocado por pereza de algunos hombres buenos, es un decir, obstinados en abrazar la capa superficial y no penetrar con fuerza en el interior de un cuerpo que va mucho más allá de la mera hilaridad.

Temas y motivos: claves de una cotidianidad enferma


La prosa de Coe tiene, desde su debut en ¡Menudo reparto!, la virtud exquisita de dibujar sin temblores lo cotidiano mientras teje un fino hilo que se centra en la Historia a partir de las vivencias individuales de sus personajes. Michael Owen es un escritor que tuvo una época afortunada. Su talento literario le auguraba un espléndido porvenir. All things must pass, y el presente tiene otra calidad cromática, siempre más apagada. Ha dejado en suspenso un encargo sobre una ilustre dinastía británica y transcurre sus jornadas revisitando una película que en su infancia no pudo terminar de ver porque su familia se lo llevó corriendo del cine. Ahora tiene el poder de la reproducción, pero no lo conocerá en su totalidad hasta que una vecina expulse con ternura su macilento sopor, literalmente, de andar por casa. Esa sutil transformación le indicará el camino a seguir. Retomar la investigación sobre los Winshaw le permitirá afrontar otra vez la vida y dará al lector la posibilidad de adentrarse en una novela coral donde las efemérides de los ricos mezcladas con las del protagonista conforman un amplio fresco sobre los efectos directos del Thatcherismo en la sociedad británica. No podía ser de otra manera. Lo polifónico irrumpe con personajes que ostentan posiciones representativas. Un traficante de armas, una columnista imbécil, un visionario del libre mercado y una loca que no lo está tanto son algunas de las piezas que facilitan la singladura por un tiempo destructivo desde el saqueo económico, el cinismo y la anulación de lo público en beneficio de unos pocos ansiosos. La rueda se mueve y Michael Owen asiste a un viaje endiablado de pérdida cultural y resolución de enigmas que cierran un doble círculo en un ambiente propio de la mejor Agatha Christie. Sin embargo, ese escenario irónicamente detectivesco es la excusa para desarrollar la temática del reencuentro desde varias vertientes. Una navega por los mares de la coincidencia con seres poco relevantes del pasado que irrumpen de nuevo para quedarse y esclarecer situaciones. Otra funciona como colofón de la trama y ata cabos que quedaron sueltos a la espera de su gran oportunidad en la clausura.





Coe repite esquema en La casa del sueño, novela que tiene como epicentro la residencia universitaria del acantilado de Ashdown transformada con el paso de los decenios en una clínica para enfermedades del sueño. La dirige un antiguo alumno que en su etapa académica agobiaba a su novia Sarah por su fetichismo con los ojos. El trauma se expresó en un lesbianismo provisional que afectó sobremanera a Robert, enamorado de la chica aceptando su rol de testigo mudo, incapaz de manifestar sus sentimientos pese a su exacto conocimiento, sin que nadie se lo haya dicho, de la narcolepsia que maltrata a su musa. El enamorado agarrará detalles y cometerá un tremendo error cuando llegue la hora del reencuentro en las últimas y tristes páginas de esta melodía somnolienta de vigor y encaje de bolillos.

La unión entre pasado y presente se produce mediante el espacio. La clínica del sueño acoge a Terry, el cinéfilo de la cuadrilla universitaria. Cada casilla permite el salto a un conocimiento imprevisible que agita la estabilidad del castillo de naipes. Los objetos se erigen en transmisores de enlaces– un libro que asocia un amor lleva dentro versos de otro– de recuperación que modulan un rompecabezas bien hilvanado con una poética tenaz en la recreación de tragedias mediante pequeñas vivencias del día a día que dicen mucho más que una batalla o una ley política, y así ocurre con el laboratorio de los horrores del doctor o con la pobre niña rica desatendida por sus padres, alma que traducirá su lamento en felicidad de destino.

El fresco social del punk al nuevo laborismo: los alegres chicos del King David

Las dos primeras novelas de Coe persiguen un estilo y un gran tema que contar: la evolución de la sociedad británica durante la segunda mitad del siglo XX. Ello explicaría La cronología elegida en El club de los canallas, El círculo cerrado y, en última instancia, La lluvia antes de caer. La materia se hace más compleja y el autor surca cronologías más extensas. La presentación de esta nueva y sólida línea surge con El Club de los canallas. El Swinging London y la alegría pop de los sesenta se despiden y saludan una Inglaterra gris que se viste para la inminente tormenta del neoconservadurismo. Los jóvenes escuchan punk y sueñan desangelados, los adultos penan el viraje del sistema. Las fábricas cierran, los matrimonios se rompen y la calle de la existencia sigue brindando situaciones memorables que nunca nadie recordará. Amor, competiciones, música. Los protagonistas son las familias de los chicos del colegio privado King David de Birmingham. Benjamín Trotter es un genio incomprendido con la aspiración de llegar a ser un buen escritor que alcance en su trayectoria una gran obra revolucionaria. Su hermano Paul ejerce de repelente niño Vicente con sus tratados de economía y un maléfico papel de ambiciosa mosca cojonera, actitud que le va ni que pintada a Sean Harding, el anárquico bromista del que más vale la pena escapar si quieres seguir en tus trece. Philip Chase quiere formar un grupo musical, adora pasear por su ciudad y venera el superado rock sinfónico. Doug Anderton es el más cabal y redacta apasionadas notas sobre cualquier noticia de relieve. Los estudiantes son el eje de gravitación de la trama y exhiben su sentir en el periódico del instituto y en sus reacciones, bañadas por una colosal ingenuidad, imposible de encontrar en nuestros tiempos; su crecimiento se complementa con la experiencia y padecer de los mayores, reflejo del contexto de una década en la que se congeló la predicción y los hombres de la otrora Pérfida Albión permanecieron firmes en sus anquilosados valores de antaño al desconocer la auténtica marcha de ese velocímetro llamado Historia. La hermana de Benjamín y Paul pierde a su novio en un atentado de la IRA, un chico de color sufre las iras de ciertos grupos racistas en el colegio y Doug viaja a Londres para sentir la grandeza de la capital y el sexo libre con una desconocida de altos vuelos. Las ilusiones se desvanecen a un ritmo donde la esperanza aun se resiste a perder la partida, ignorante del verdadero trayecto al desconsuelo que llegará con el fin de los estudios y el brusco despertar de los adultos justo antes del fatídico 1979 y el triunfo del mayo conservador.

Birmingham está en medio de Inglaterra y su situación geográfica la convierte en espejo de todo el país, si bien el imán londinense anula el resto y concentra en su seno el pálpito de la nación. Lo comprobamos en El círculo cerrado, continuación del Club de los canallas que el autor enmarca en un teórico momento innovador, la muerte de Lady Di y el ascenso al poder del nuevo Laborismo de Tony Blair, que se derrumba con la violación de la voz del pueblo y la intervención vasalla del Reino Unido en la guerra de Irak. La consolidación del estilo se evidencia en la progresión y los matices de cada elemento de la trama. Los padres han cedido su trono y ahora los hijos pululan por el mundo laboral con suerte dispar. El personaje más atractivo es Paul, diputado laborista de éxito sin una opinión formada en ningún tema de actualidad. Su codicia lo llevará hacia senderos de condena por culpa de un sistema podrido, víctima de sus propios vicios y mecanismos rituales. La prensa amarilla se ha erigido en diosa de la difamación útil mientras los demás periodistas ansían, sin atreverse al cien por cien, extraviar su ética y subir cimas con más ceros en la cuenta corriente. Otros prefieren la fidelidad al trabajo bien hecho desde su ciudad. Philip Chase no se ha movido de Birmingham e investiga el creciente nacionalismo xenófobo, lo que le llevará a dar con Harding y Richards, cara y cruz de una misma moneda fundida en amarguras diametralmente opuestas. Benjamín tampoco se movió de la patria chica y ha cobrado fama entre sus conocidos de maldito que sigue empecinado en su magna obra que nunca verá la luz pública. No tiene hijos, o eso cree, y necesita superar el hastío para volver a experimentar lo que significa tener paz. Vive obsesionado por su único romance serio y es la oveja negra de una familia convencional que se mantiene alejada del furor mediático de Paul, alienado en una burbuja que estallará para darle el sentido común extraviado durante su flirteo con las altas esferas de Westminster.



Los otros personajes se han instalado en un plácido acomodamiento burgués que contrasta con sus idas y venidas, intentos de resolver frustraciones endémicas, por el paisaje narrativo. La primera mujer de Philip conoce a un empresario rico por las indemnizaciones que logra cuando lo despiden, tiburón simbólico de la época del dinero fácil para la minoría que ha bebido de la fuente neocon; los demás, y esa es la palabra adecuada, transitan por la historia, la palpan en leves flashes y reflexionan sobre ella como si no pudieran huir de su pegajosa tela de araña. El adiós a las últimas fábricas se combina con los trajes de lujo y un pakistaní adicto a la televisión, oráculo máximo de nuestro estado de cosas, templo cuadrado que recauda instantáneas para criaturas vulgares travestidas en estrellas de quita y pon por exigencias del guión. La gran mascarada, asumida con los negros ribetes de una socialdemocracia prostituida a la tercera vía, sólo puede salvarse con la vida y su infinito flujo de generaciones, jóvenes cogidos de la mano en el Berlín de 2003, capital del planeta cambiante que sepultó un muro comunista para ampliar los tentáculos de la bestia de sombrero de copa y fajos de billetes en los bolsillos.

La guinda del pastel: La lluvia antes de caer


Las premisas se han asentado. La mente ha desarrollado un engranaje con una meta precisa. Los desencuentros han desencadenado la ira de la Historia. Ha dado un puñetazo en la mesa, liberándose de un corsé estrecho ampliado en la polifonía de voces que sienten en sus propias carnes los ataques de la pesadilla de la que Joyce quería despertar. Esa parte apasionada da a muchos fragmentos de los textos de Coe una absoluta empatía con el lector, consciente de los hechos narrados y por tanto partícipe de los mismos, con opinión propia y, en la mayoría de casos, suficiente capacidad para juzgar la verosimilitud de la ficción para con la realidad.
No obstante la cuadratura del círculo sólo podía completarse desde una relativa carencia de pasión. En la lluvia antes de caer una mujer muere y lega a una desconocida ciega unas cintas que contienen la descripción de veinte fotografías. La narradora decide escucharlas con sus hijas y aceptar, sin saberlo, el reto de sumergirse en una confesión visual que es la de una vida humana que baila al ritmo del siglo. Lo provinciano del nacimiento lleva a la Guerra Mundial y a un idílico aislamiento en el campo a las afueras de Birmingham. Los cincuenta son el preludio teñido de residuos victorianos. Lo rural se mantiene a trancas y barrancas. Se suceden las décadas y ese magnetófono encendido ilumina en nuestra imaginación la retina de Imogen, la rubita a quien iba destinado ese regalo que leemos admirados por la maestría en el dominio del tempo narrativo y en la construcción de una atmósfera vívida que obtiene el efecto deseado de transmitir el énfasis en primera persona combinado con la atónita y perpleja, porque descubrir la anterior centuria en ocasiones es una revelación, audiencia, encantada con lo narrado como nosotros lo estamos con Jonathan Coe, capaz de superarse en cada novela en su intento de construir frescos históricos creíbles sin fecha de caducidad.




http://www.panfletocalidoscopio.com/2009/08Noviembre/Letras06.html

viernes, 4 de diciembre de 2009

Diálogo con Manuel Vilas en Panfleto Calidoscopio



Diálogo con Manuel Vilas por Jordi Corominas i Julián

Es miércoles y el destino me depara caminar toda la calle Balmes en dos fracciones de tiempo. Antes de fortalecer mis músculos entre viajes al centro y vueltas a Gracia voy a un hotel donde pregunto al recepcionista si está Manuel Vilas. Me giro, aparece por la puerta, nos saludamos y después de charlar de varios temas empezamos la entrevista sobre Aire Nuestro, su última novela publicada recientemente en Alfaguara, un libro necesario desde varias vertientes. El autor sabe narrar historias que desde una apariencia disparatada están llenas de contenido y reflexión. Quizá por eso mi camino hacia este diálogo estaba plagado de dudas que se disiparon al encender la grabadora y entablar la charla que sigue a esta introducción.

Jordi Corominas i Julián: ¿Ves Aire nuestro como una continuación de España?

Manuel Vilas: No, en ningún momento, pueden ser complementarios o accesorios, como primos hermanos, pero para mi son distintos. Este es más festivo y global, España estaba como quien dice más acotado a la Península Ibérica. En Aire nuestro me adentro en un mundo más globalizado; además las historias son más largas, hay más ciencia ficción. España era más ballardiano y tenía su oscuridad.

Pero al mismo tiempo muchos símbolos y temas se repiten, como sucede con la Monarquía.

Si hablo de la Monarquía, mi obsesión, es porque está ahí. Pones la televisión y sale el Rey.

En una de las críticas que he leído del libro se criticaban las bromas que haces a esa institución. Lo que es un error, porque no son bromas, es algo más profundo.
No son bromas. Mi tratamiento de la Monarquía es complejo. No es satírico ni a favor de la Corona, este lo descartamos, pero tampoco es un tratamiento como el que cabria esperar de una sátira feroz. Es posmoderno desde el análisis inusitado.
Y siendo sutil sin necesidad de arremeter con malas maneras.


El ataque grueso contra ellos no escandaliza a nadie. Más que criticarla la ficcionalizo, la convierto en un ente de ficción, y así termino ficcionalizando al país entero (risas). Esa es la clave porque de este modo, ficcionalizando toda España, también se ficcionaliza la vida de la gente, porque forma parte de una colectividad.

Me refería por ejemplo al episodio 29 de junio de 2008, donde Juan Carlos y Felipe
se convierten en personas normales aunque sea evidente quienes son.


La novela tiene capas y si el lector quiere entretenerse leyendo historias puedo hacerlo. Y también puede indagar más. La historia que dices, la de la final de la Eurocopa, parece una historia divertida, pero claro, si afinas con los nombres resulta que los que patrullan las calles son el Monarca y su hijo que están de acuerdo con el presidente del gobierno, y luego resulta que hay un SEAT Ibiza, un símbolo de identidad de la clase media española.


Si vamos a un análisis más profundo vemos que este relato se engloba en un apartado del libro llamado fútbol donde el otro episodio es la muerte de Juan Carlos I. Monarquía como opio del pueblo.

Efectivamente. Eso esta hecho con toda la intención. ¿Qué es lo que da cohesión? Las copas del Real Madrid en el siglo XX. Para él es el comprobante de haber vivido. Es lo único grave que para él ha existido. Y además el Rey pide a Felipe que le mate y funde algo que no sea Frankenstein, y en el último capítulo del libro hay una ironía final sobre eso. Aire nuestro tiene en alguna medida un toque de militancia anarquista, quizá más desde un punto de vista estético, no político.

Además de personajes criticables en tus novelas siempre incluyes a tus héroes.

Sí, por supuesto. En realidad es una novela donde los cantantes Pop son fundamentales. Dedico un capítulo entero a Elvis. Sale por todas partes.
Actúa como hilo conductor de la novela.

Sí, todo el mundo escucha sus canciones, cuando suena su voz se serenan, se calman y se ponen amorosos y les nace la promiscuidad, se abrazan, se besan y de repente el mundo se vuelve maravilloso y placentero, y eso lo produce Elvis.

Es la divinidad.

Es como si se apareciera Dios y les diera buen rollo. Elvis cambió el mundo, es una obviedad, en esta novela tiene ese papel; en Funny games viene del futuro con ánimo de hacer justicia sobre el presidente de los Estados Unidos, quien lo deterioró su vida física y lo convirtió en un obeso prematuro, con cuarenta años pesaba 120 quilos y eso le llevó a la muerte. Aquí hay la reflexión de la obesidad como forma de destrucción generada por el Estado, engordar a la gente para que se muera antes.
Elvis es el elemento positivo.

Sí, y Johnny Cash quiere perder peso en España y se entiende que termina yéndose más gordo de lo que entró.


Los dos cantantes son los únicos que en la novela muestran o quieren mostrar su pene.
Elvis quiere enseñarlo, Cash lo hace. Es un ritual. Enseñar algo que no has mostrado a nadie y que en realidad es más yo que lo que la gente dice que soy yo, algo así.

¿Cómo nace la idea de la tele como base de la estructura?

He visto mucha televisión y me gustaba mucho. Ahora veo menos. Tenía una imaginación televisiva. Creo que fue porque mi poemario Calor se abre con la retransmisión de la boda real del Príncipe y eso me hizo pensar en mezclar la televisión con la literatura.

Y los relatos de Aire nuestro pueden leerse como guiones televisivos.

Sí, cada historia podría ser un relato, pero creo que todas estaban casadas, unidas en algo que, en teoría es la novela (risas).

Un poco como en España.


Un programa informático generaba de una manera casi anecdótica la unidad de la novela. En este sentido todo este debate, la disquisición que hay en España sobre géneros literarios, no me apasiona porque creo que si un libro está bien poco importa que sea una cosa u otra. Umbral dijo hace treinta años que en España la novela es una superstición.

Además en este sentido la crítica hace mucho daño.

Con su deseo y ansiedad de etiquetarlo todo hace mucho daño, encorsetan la literatura constantemente. Hay que celebrar los buenos libros vengan del género que vengan.



Casi parece lo anecdótico de donde colocan los libros los libreros, en relato, novela…Quizá un crítico de hace veinte años diría que Aire nuestro es de relatos, pero si tu dices que es novela, novela es.

La voluntad es el género. Y eso tiene su tradición. Cela dijo que novela es todo aquello que permita escribir novela en la portada del libro. El mismo concepto de novela es un invento decimonónico que ha hecho mucha fortuna porque ha tenido una sustancia comercial importante que ha permitido el ocio de las clases occidentales durante mucho tiempo. Por ejemplo el Quijote es una novela muy libre, no es Madame Bovary. El concepto novela se dilata, y en el siglo XXI lo hará más, esa es la gracia de la invención de Cervantes, la posibilidad de de dilatar algo, jugar con el concepto y extremarlo sin límite.

Sí, y aquí entraríamos en toda esta dinámica actual de vender al lector el libro con lo de Otra manera de escribir, más que eso es una manera diferente de enfocar lo que la gente da por hecho.


Ante todo esto es un problema comercial. El tema fundamental cuando se discute si es una novela u otra cosa en realidad lo que quieren decir es si vamos a vender un millón de ejemplares o nada. Es una discusión para saber si un libro será un Dan Brown o no.

Obviando la forma del libro, algo muy interesante en su cuerpo es que tanto lo puedes leer para divertirte como para ir a cuestiones más sesudas.


Es una novela que quizá reclame un lector culto, quizá algunos tienen la historia de la literatura en la cabeza y por eso la novela les sonará de una manera concreta. Hay mucha intertextualidad, pero también hay otras cosas. Toda la novela tiene un relieve poético que plantea el tema de la plenitud de los seres humanos, como pueden sentirse dichosos, calmados, colmados en este mundo. No hay una gran respuesta. Enloquecer, bailar, follar, comer, saltar, matar, ir en coche….siempre desde un plano festivo, hay ese deseo en toda la novela, hasta en las páginas más dolorosas. Es un libro muy carnavalesco. También un afán de travestismo. Hay muchos Vilas, hasta una Manuela. (risas)

¿De dónde nace tu afición por meter Vilas en tus libros? Por ejemplo, en tu relato de Matar en Barcelona tu supuesta hermana tiene un papel estelar.


Está todo inventado. Lo de cambiar la identidad a través de la literatura es una constante en el siglo XX desde Pessoa y sus heterónimos. También puede tener una vertiente psiquiátrica de vivir una sola vida y querer ampliarla. Pessoa era oficinista en Lisboa, tenía una vida gris e inventó la marabunta, de forma pudorosa.

Y tú eres Manuel Vilas.

Y mis Vilas son más festivos. Una reclamación que hago a la narrativa española es que ahora ya se puede hacer todo, hace muchos años que se puede, podríamos ser más transgresores, festivos y juguetones.

En Nocilla Lab Agustín Fernández Mallo se encuentra con otro Agustín.

Y lo mata. Vila-Matas es otro ejemplo de creación de identidades. Eso da alegría y se puede extremar muchísimo. Concibo la literatura como un riesgo, sino no me interesaría. Correr riesgos e intentar salir bien parado de los mismos, pero no me interesa hacer libros normales, para eso me hago notario, firmo un par de cosas cada día y cobro una pasta. No me veo elaborando historias tradicionales.

Sí, porque al menos desde mi punto de vista para leer una típica historia tenemos a los clásicos.


Sí, aunque eso es complejo. Me intriga Dostoievski por el tremendo éxito que tuvo entre las clases populares, sobre todo si pensamos en las barbaridades que escribía. Eso sólo puede significar que los rusos están locos.

Sí, pero además, como ocurre en Aire nuestro, metía el dedo en la yaga.


Si Aire nuestro fuera un éxito brutal significaría que los españoles están locos. (risas y carcajadas).

Lo pensaba ayer con lo de Vilas, tus heterónimos se oponen a las vacas sagradas, siempre en creciente decadencia después de su momento álgido. Desde tu punto de vista los ídolos tendrían que quedarse en formol en un museo o congelarse su imagen.


Esa parte es complicada, porque también me invento que unos tíos quieren asesinar a Bob Dylan. Y no es nada irreal. Es delirante, pero posible. Creo que vivimos un delirio político, económico y social al que nos hemos acostumbrado, lo aceptamos e incluso nos da felicidad. Pero es un delirio, como el chaleco de ese guardia urbano. Nos hemos habituado, eso es lo triste.

Hay gestos y cosas de nuestro tiempo, que vemos cada día en la calle, que volverían locos a nuestros abuelos.


Nuestros abuelos se volverían majaretas. Verían las cosas que hacemos y alucinarían. Esa progresión me interesa centrándola en el futuro. Vamos al 2060 y que ocurre. Estamos muertos o somos viejos y la gente está creando cosas increíbles y asombrosas. Lo que me pasa, y eso es extraño, es que tengo la sensación de verlo ya, y es porque me parece que la linealidad del tiempo, una creación muy reciente en la historia humana, es algo escaso en comparación con los verdaderos parámetros del tiempo que genera el Universo. Por eso cuando me preguntan porque no soy lineal en mis novelas les respondo que no tengo nada claro que esto sea el presente o lo otro sea el pasado.

Aunque los episodios de Aire nuestro se ubican en 2008.


Todo está situado en 2008, pero es por comodidad o falta de imaginación mía. No es funcional. Es una de las cosas que menos me gustan de mi novela, no intentar otro tipo de tiempo. Es así porque la escribí durante ese año. Sin embargo en el 2398 muere el Rey Juan Carlos III y vive 140 años. Eso está al caer. Dicen que en nuestro siglo alcanzaremos los 100 años sin problemas. Te confesaré una cosa. Tengo la sensación de que yo ya me he muerto y me han resucitado. (risas) Esto lo desarrollé en España, el muerto que levantan a la vida. También hay el tema, como en el sexto sentido, el personaje que está muerto y no lo sabía.

Esto aparece también en tu libro con los personajes que están en el purgatorio y tienen la capacidad analizar desapasionadamente porque ya entienden lo vivido.


Me pareció que había de llenar la muerte de contenido. Las religiones lo hicieron con el purgatorio, el infierno, que no es más que el deseo de seguir narrando la vida después de la muerte. En el Hades todo el mundo hace cosas.



Lorca está en el Purgatorio y muchos personajes son miembros de la generación del 27. ¿Su presencia es un grito a renovar nuestros mitos?

También es un vislumbre sobre una cultura que desaparece. Se marcha. Dámaso Alonso, que en el libro está en el purgatorio, es una reliquia de nuestra literatura. Los del 27 ahora son vacas sagradas inexistentes. Quizá sólo están en la Universidad. Ahora son nombres de calles. Yo, como muchos, me formé en esa tradición, en el culto al 27 como la edad de plata de la literatura española, pero sin embargo resulta que todo se ha ido al traste.

Y sin ellos no hay nada.


No, sólo la Monarquía. (risas)

Y la selección

La Monarquía y la selección de fútbol. Si un país no genera cultura no tiene nada. Y más este. Además la generación de los cincuenta no se considera, Blas de Otero…
No existen. Es un momento sociológico jodido. Hay mucha literatura que cae en el olvido.

Relacionándolo con eso tu libro es un libro de crisis.


En ese sentido sí, porque la pérdida de identidad de esa cultura es importante. Sin embargo, porque el tema ya lo traté en España, en Aire nuestro se enfoca con un toque festivo. Dámaso Alonso y Laín Entralgo están en el purgatorio pero ya da igual, son felices porque son amigos, se contentan con ser buenos hombres y quieren hacer muchas cosas estando en la nada.

Y la aparición de los poetas del 27 como muertes con mucha vida sirve para darles su verdadero carácter.

Lorca es feliz con Walt Whitman. Cernuda tiene más dureza, pero también acaba yéndose a la playa. Todos terminan besándose o abrazándose, probablemente porque es la única solución que tiene el ser humano. Hay en libro mucha orgía emocional y quizá es porque buscarse un amor es la clave. A título colectivo ya interviene la política, pero a nivel personal esa dimensión no trasciende, cuenta el sentimiento.
Y a nivel político hay un lamento incesante que también implica lo individual en lo colectivo, como cuando se reflexiona sobre Goya y Machado, hijos ilustres que murieron en Francia.
Aunque con Goya interviene otro tipo de fascinación, concretamente por la aristocracia. De nuestros abuelos podemos tener una foto, pero no un retrato de Goya, eso es fortísimo. Pensé en Juan Carlos I mirando el rostro de Carlos IV. Yo no sé si es capaz de entender la significación metafísica e iconográfica que hay en que él sea el único hombre de España que puede ver el rostro de su tatarabuelo.

Eso turba.

Lo es. Claro, se podría decir que es el monarca y representa a todos, sólo puede tenerlo uno y tienes que sentirte feliz y contento porque él tiene el tuyo en tu representación, pero claro esa representación ya no sirve, antes parecía que con uno que representase a todos podías quedarte tranquilo. Ahora ya no.

En el libro mencionas varias veces que los ricos y poderosos están más alienados que los demás.


Es otra cosa que me corre por la cabeza. Estos casos de corrupción son patéticos. ¿Qué quieren? ¿Un coche más? ¿Un apartamento? ¿Qué es eso? Uno puede intentar cambiar el mundo, transformar una sociedad puede ser una ambición, pero querer tener un piso más lo entiendo como una alienación.

Al fin y al cabo es la vulgarización máxima de lo que antes era una voluntad de cambio.

Efectivamente. La alienación a esos niveles, la de los grandes mandatarios es terrible. Están más enajenados que los mendigos.

Aquí en Barcelona la alienación se percibe por las leyes. Multas de mil euros por mear o trescientos por beber cerveza.


Eso es una especie de fascismo. Eso es querer conducir a la desesperación económica tal como esta la vida en España. Te quieren convertir en terrorista.

Otra cosa que planteas es el revivir utopías, como podría ser el Comunismo.


Salen comunistas en mi novela porque me fascina lo que le asusta a la gente esa palabra. Me gusta hacer miedo. Dices Frankenstein y nadie se asusta, dices comunista y la gente se espanta. La uso por el temor que inspira, eso la convierte en muy interesante.

Un lector que no se lo tome irónicamente, que no capte las capas, puede pensar que estás como una regadera.


Puede, pero ahí está el terror, el Comunismo es terror y asusta. Un nazi te asusta de manera nauseabunda, el comunismo lo hace de manera abismal. Es una utopía cerrada de la que aun subsisten cosas. Pongo muchas veces al Che y es porque le da miedo a la gente, es paradójico como todo de esta sociedad, otros los llevan en las camisetas y muchos no saben quien es. Ahora hay menos ropa con su efigie, pero han hecho una película y sigue siendo con Elvis, Marylin y los Beatles unos de los mayores íconos del XX. Pero Elvis es el más importante.

En ese mismo relato del Che hablas de Lennon y se habla de él como el señor rico que le dio por ser bondadoso.

Capitalismo y bondad, increíble. Soy rico pero soy bueno, contra eso no puedes luchar. Todo eso, insisto, bajo una idea de fiesta, no hay intenciones morales ni ideológicas. Una reflexión humorística, y el libro cuaja como una comedia, que es la de los seres humanos entreteniéndonos en la historia y el tiempo que nos toca vivir, como cualquier novela.

¿Cómo percibes la escritura? ¿Qué opinas de todos esos titulares estériles de lo experimental en la nueva literatura española?

Me resulta muy laborioso escribir, me cuesta mucho, cada vez más es un trabajo físico que creativo. Podría estar tomando el sol o viajando. Es trabajo y estás sólo. Me lo paso bien cuando escribo, pero no deja de ser un trabajo. Luego me pongo y es eso, me divierto, sigo disfrutándolo si escribo cosas exageradas, historias salvajes, en realidad todas las historias de Aire nuestro luchan por descabalgar el aburrimiento, que es lo previsible, lo estandarizado, lo pactado, es como crear una metafísica contra el aburrimiento.

Seguimos hablando de la necesidad de arriesgar y jugar con la literatura para darle sentido hasta que llega el turno del siguiente entrevistador. Más tarde, en el Raval, coincido otra vez con Manuel, feliz por lo bien que ha ido la presentación. Desde aquí seguimos deseándole diversión con su cometido para que el aire sea respirable y no sólo nos encontremos con cansadas y repetitivas piezas, supuestas novedades, en las estanterías bibliófilas. Aire nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre y que siga la senda de experimentar con naturalidad, porque quizá esa es la verdadera razón de lo fresco que suenan las páginas del aragonés, honesto en su obra y contundente sin rasgarse las vestiduras.



http://www.panfletocalidoscopio.com/2009/08Noviembre/Letras01.html





















miércoles, 2 de diciembre de 2009

Jueves 3 diciembre, Festival Delaonion en La Cova de les Cultures






Festival poético Delaonion
La Cova de les Cultures
Carrer de l'Angel 12 ( Metro Fontana, L3)
Jueves 3 de diciembre 21 horas
Socios 3 euros, no socios 6 euros



Festival Delaonion, La Cova de les Cultures, jueves 3 de diciembre de 2009, 21:00 horas
El festival poético Delaonion nace con la intención de reunir poetas de toda la Península en recitales poéticos que sigan un corte clásico pese a que sus protagonistas tienen poco de eso. Mensualmente Delanion presentará líricos consolidados, noveles o que están a medio camino entre ambas cosas. Cada uno de ellos recitará sus creaciones durante veinte minutos para mostrar la pluralidad, característica fundamental de nuestra propuesta. Los artistas de la noche del debut son los siguientes:




ROSER AMILLS BIBILONI, poeta, escritora, filóloga, ensayista y periodista catalana nacida en Algaida, Mallorca, Illes Balears el 17 de diciembre de 1974. Filóloga Románica (Universitat de Barcelona), periodista en ejercicio desde 1995. Vive y trabaja en Barcelona desde 1992. Ha recibido diversos premios y renocimientos, entre ellos: Primer Premio de Narrativa Breve Sant Jordi 1997, de la Universitat de Barcelona, donde cursaba los últimos curso de Filología Románica. El jurado estaba formado por: Dra. Rosa Vila - Presidenta -, Dra. Rosa Navarro, Dra. Marisa Sotelo, Dra. Mercedes Serna, Dra. Rosa Cabré, Dra. Marina Gustà y Dra. Glòria Casals, Vocales. Entregó el premio el escritor Joan Perucho. Ese mismo año, gana el Primer Premio de Poesía que otorgaba la Universidad Politècnica de Madrid, y que posteriormente publicó la editorial Calambur bajo el título "Uno solo, por favor", 1998 (edición agotada). Reconocida el mes mayo de 2005 en el ciclo "L'escriptor santcugatenc del mes" que organizan desde ese año la Galería de Arte Canals y el Ayuntamiento de Sant Cugat, coincidiendo con la celebración del Año del Libro y la Lectura. Su obra ha sido traducida al castellano y el francés. Ha publicado: Lais per amants distingits i altres paraules. Vilobí d'Onyar: Abadia Editors, 2004 [poesía; catalàn]; Uno solo, por favor, Calambur Editorial, Madrid, 1998 [poesía; castellano]. 1er Premio de Poesía de la Universidad Politécnica de Madrid; Mejan, biografia del pintor, Anuart Edicions, Barcelona 1998 [biografía artística; castellano, catalán y francés]; Nos casamos, Maeva Editorial, Madrid 2004 [ensayo; castellano]; La ciencia de la serenidad, Océano Editorial, Barcelona 2004 [ensayo; castellano]. Redactora de artículos sobre los temas más diversos para publicaciones especializadas de Grupo Zeta, La Vanguardia, RBA, Globus, Larpress y BPMO. Directora jefa de redacción entre 1999 y 2001 de las revistas Interiores, Estilo Clásico y Summum. Es miembro del Staff internacional de Letra de Cambio. La Nueva Literatura de Analecta Literaria.



Jordi Corominas i Julián (Barcelona, 1979) es poeta, escritor y editor. Ha publicado dos novelas en catalán: Una dona que sap jugar amb els peus y Colors, ambas en Abadía editors; una biografía histórica en italiano, Macrina lamadre (Milán,2005 Jacabook); y acaba de coeditar la antología Matar en Barcelona (Alpha Decay, 2009). Como poeta publicará en 2010 su poemario Paseos simultáneos (Vitrubio) y tiene pendiente de publicación dos poemarios. Dirige junto a Neill Higgins el show perfopoético Loopoesia, expresión performática de su voluntad experimentadora. Es editor de panfletocalidoscopio.com y Bcn Week, además de colaborar en varias revistas de ámbito nacional e internacional.




Álex Chico
(Plasencia, 1980). Licenciado en filología hispánica por la Universidad de Salamanca y doctorando en la Universidad de Granada, actualmente ejerce la enseñanza de literatura en Barcelona. Es codirector de la revista Kafka y miembro del consejo editorial de La isleta del Moro. Ha publicado el poemario La tristeza del eco (Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2008), y las plaquettes Nuevo alzado de la ruina (Vebo Blues Ediciones, Salamanca, 2005) y Las esquinas del mar (Vitolas del Anaïs, Granada, 2004). Ha ejercido la crítica literaria en diversos medios (Falsirena, La prensa de Zamora) y publicado sus poemas en diferentes revistas (Letra Clara, Contra Tiempo, La plaza humana, Nadadora). Fue antologado en el libro Poesía en La Tertulia y en Vitola de vitolas (Cuadernos del Vigía). Es autor de la novela Telón de fondo y del ensayo Antes del simulacro. Cine y literatura en el primer tercio del siglo XX. Mantiene, además, el blog Isla de Elca.






Juan Salido-Vico
(Badalona, 1975) es Licenciado en Comunicación Audiovisual y DEA en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Obtuvo el Premio Arcipreste de Hita con su primer poemario, Víspera de ayer (Pre-Textos, 2005). Ha publicado artículos y reseñas sobre cine y literatura en diversas revistas culturales, y ha participado en diferentes iniciativas relacionadas con la poesía visual. Es coautor del ensayo Johnnie To. Redefiniendo el cine de autor (Ediciones Cine Asia, 2005). De vez en cuando ejerce de blogger en Improntuario.



Sebastià Jovani
(Barcelona, 1977) es novelista, poeta y performer. Ha transitado de los estudios de Filosofía hasta la creación artística y la agitación cultural, ha integrado la célula de intervención Usted es un Colectivo y ha formado parte del área de dirección artística de Gràcia Territori Sonor, entidad dedicada a la creación sonora experimental y su relación con otras disciplinas. Ha publicado el ensayo Los libros del diablo (Ediciones de la tempestad, 2006) y la novela negra-cabaretera Emulsió de ferro (La magrana, 2009); asimismo ha participado en la antología poética Nueve fresquísimos de España( Produccions Escopeta, 2009) y en la Antología Matar en Barcelona (Alpha Decay, 2009).Su faceta de rapsoda le ha llevado a ser la voz quebrada de proyectos musicales como Massa Fosca, Garfio de Doma o Aixónoéspànic.




Laia López Manrique
nace en Barcelona en el año 1982. Es licenciada en Filosofía y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Barcelona. Sus intereses literarios se centran en la poesía y el relato breve. Algunos de sus textos críticos, poemas, relatos y microrrelatos han sido editados en diversos medios y soportes. Ha publicado poemas en el libro Esbozos 3, del taller de Creación Poética de La Casa Elizalde (2000), y microrrelatos en Oficio de Brevezas (Editorial Acumán, Toledo, 2004). Asimismo, fue el segundo premio del concurso de microcuentos El Basar, de Montcada i Reixach en el año 2005 por su relato Tres, publicado en el volumen colectivo Microvisions (Montcada Comunicació, Ajuntament de Montcada i Reixach, 2005). En el año 2009 obtuvo el Premio Voces Nuevas de poesía de Ediciones Torremozas y participó en las antologías poéticas Voces Nuevas XXII Selección de Ediciones Torremozas y Aldea Poética IV SXO-Poesía Lúbrica de Ediciones Opera Prima. Actualmente se dedica a la docencia, a la dinamización de varios talleres de escritura creativa y de lectura y a la preparación de su primer libro de cuentos.


Asimismo participarán Judit Ortiz y Hamid Atif.



Festival poético Delaonion
La Cova de les Cultures
Carrer de l'Angel 12 ( Metro Fontana, L3)
Jueves 3 de diciembre 21 horas
Socios 3 euros
No socios 6 euros

martes, 1 de diciembre de 2009

El golfo de los poetas de Fernando Clemot en Culturalia



Blues toscano: El golfo de los poetas de Fernando Clemot
por Jordi Corominas i Julián



Hay algo meritorio si un narrador se fija en la influencia que el espacio puede generar sobre sus personajes. Ser humano implica oler y prenderse de las auras que rezuman los lugares. En el caso de Leo Carver, escritor de éxito sumido en una destructiva vorágine, volver al golfo de los poetas es una última oportunidad de encontrarse y cerrar agrias cuentas con sus años mozos. La vida le ha sonreído y el exceso ha sido su fiel compañero de viaje. Sin embargo, entre el vicio múltiple y las noches en blanco emerge un hombre lúcido que en plena edad madura revisita su existencia, balcón al que se asoma desde una casa toscana en la que transcurre sus vacaciones junto a su hija Selma, su segunda mujer, una amiga de la misma y un infinito surtido de licores, dulce y borrosa compañía de angustia y reflexión.
Fernando Clemot(Barcelona, 1970) ha creado una novela centrada en dos ejes de delirio y búsqueda. El primero articula todo el estilo narrativo y desde el empecinado alcoholismo del protagonista surca líneas en las que la confusión del pensamiento se expresa en redundancias amorosas y un deslizarse por marasmos conocidos a los que se vuelve por inercia y un cierto deseo de inmortalidad. Carver está en decadencia pero aun así conserva su halo carismático, lo que le permite tener una solvencia para con los demás que alarga su agonía entre devaneos amorosos, juergas demenciales parecidas a una ejecución cronometrada y un proceder que se sabe patético y sobrevive sólo porque el cuerpo resiste con plena independencia respecto a su dueño, obcecado en acceder a clavijas de su primera edad adulta, factor clave de su quete en pos de alcanzar verdades y saber si la muerte de su gran amor fue un accidente o un fatal error de sexo, drogas y rock and roll. Para descubrirlo y superar un dolor muy profundo quedará con el marginado de su pandilla de la universidad, un jurista con el que comparte abandono y pérdida bajo el signo de trágicas circunstancias ante las que el hombre común poco o nada puede hacer.


Para leer más: www.revistaculturalia.biz