viernes, 20 de marzo de 2009

Matar en Barcelona en Bcn Week 73




La Viuda Negra


by Jordi Corominas i Julián

Hacía calor. El verano de 1992 fue histórico para Barcelona. Los Juegos Olímpicos presentaron al mundo entero la nueva imagen de una ciudad que iba transformándose en marca. En la superficie, lejos de la historia en mayúsculas, el paso, aún imperceptible, de la Guerra Fría a la globalización se expresó con veneno y avaricia. Dos sones antiguos que enlazaban con la modernidad.

La familia real británica tuvo en 1992 un annus horribilis. Everybody had a hard year, que diría John Lennon. También lo fue para Carmen Nuez, anciana de 74 años que a lo largo del año perdió a su marido y a su hijo. Desde que su nuera Margarita Sánchez vivía con ella en su domicilio de la calle Caballero todo fueron problemas y hasta, algo insólito, su salud empeoró, siendo ingresada cinco veces en el hospital.

Margarita Sánchez, la viuda negra de L’Hospitalet, nació en Málaga el 26 de diciembre de 1953. Se trasladó a Barcelona y conoció a Luis, conductor de metro, con quien acabaría casándose. Nunca fueron una pareja bien avenida. Marga tenía un carácter difícil que se manifestaba en su tendencia a protagonizar trifulcas callejeras. Los dos hijos del matrimonio tampoco dieron la felicidad al marido, alcohólico y ludópata, lo que, unido a la chirriante personalidad de su esposa, empeoró la convivencia matrimonial desde 1983.

Ocho años después abandonaron su piso en la calle Riera Blanca, en la frontera de Barcelona, para acompañar al padre de Luis en su delicada convalecencia de una operación del cuello. Esa era la excusa caritativa. La realidad era otra: los habían desahuciado de su piso.

Carmen Nuez y Margarita Sánchez nunca se llevaron bien. La vieja y la cuidadora de ancianas se odiaban y no había marcha atrás, sólo crecimiento compulsivo. Su aversión se transformó en miedo el 3 de agosto de 1992, fecha en que apareció muerta a escasas calles de su casa Rosaria, una vecina de setenta años que vivía entre basuras pese a tener una más que respetable cuenta corriente de la que desapareció un millón de pesetas. ¿Y si su nuera la estaba envenenando?

A mediados del mismo mes, el temor de Carmen cristalizó en pánico cuando su hijo Luis se desvaneció en Travessera de les Corts. Falleció el 26 de octubre por paro cardioespiratorio y encefalopatía posanoxia cerebral. El fallecimiento del conductor de metro fue el drama perfecto para echar a Margarita de su casa. La reemplazó una sobrina y desde ese momento la salud de la anciana no hizo sino mejorar.

El 11 de mayo de 1993 Margarita volvió a L’Hospitalet. La acogieron, justo enfrente de su anterior domicilio, su hermana y su cuñado José Aracil, ignorantes del infortunio que alojaban en su propio hogar. Marga tenía buena relación con un vecino del inmueble donde otrora habitó, Manuel Díaz Rojas, de 57 años de edad: apareció muerto en mayo de 1993. En Julio, José Aracil ingresó dos meses en el hospital, falleciendo el 14 de agosto.

Se instaló una calma chica hasta que a finales de verano de 1995 José Antonio Cerqueira y Piedad Hinojo, vecinos de la viuda, pasaron una larga temporada en el hospital como consecuencia de sendas intoxicaciones. Durante el ingreso de José, desapareció medio millón de pesetas de su cuenta corriente.

Marga vivía con una constante necesidad de dinero. Por las mismas fechas de su retorno a la segunda ciudad de Cataluña, varias fueron las personas que hablaron con la policía sobre una mujer que, acompañada por sus hijos, timaba a los usuarios del metro ofreciéndoles electrodomésticos de alta gama a bajo precio. Provocaba compasión con los papeles de su difunto marido y vendía el inexistente producto a cambio de una paga y señal sin recibo.

No fue difícil seguir a la viuda negra. Desdichada desde su infancia por su estrabismo, muchos la conocían como la tuerta; su defecto visual hacía de sus paseos por la calle un espectáculo que desconcertaba. Se giraba constantemente, aunque siquiera pensaba que alguien la seguía: hacía recorridos sencillos y era una morosa reconocida que pagaba a crédito.

Estaba en el punto de mira, pero algunas piezas no encajaban. Margarita era analfabeta, por lo que la policía no llegaba a entender cómo podía conocer los efectos de la cianamida cálcica, compuesto principal de un fármaco que se suele administrar como complemento de otros medicamentos psicoterapéuticos para sanar a los alcohólicos. Su ingestión combinada con el vicio más tolerado en nuestra sociedad provoca confusión generalizada, dificultades respiratorias, baja de tensión, vómitos y sudoración. Fue la sustancia encontrada en el cuerpo de sus víctimas.

En abril de 1996 las fuerzas del orden registraron una de sus moradas y encontraron la cartera de José Antonio Cerqueira junto a las joyas y la documentación de Piedad Hinojo. El 19 de junio del mismo año Margarita Sánchez y su hija Sonia, quien declaró desconocer el significado de la palabra homicidio, fueron arrestadas por cometer cinco asesinatos.

El juicio deparó sorpresas. La sentencia condenó a la viuda negra –apelativo que recibió por su ilustre antecesora, Marie Bernard– a 34 años de prisión por tres delitos de lesiones, otros tantos de robo con violencia y un delito de falsedad. La absolvieron de su carnicería de terciopelo al no detectarse casos de muerte por cianamida y porque la intención de Marga era drogar a sus familiares y vecinos para robarles, no para acabar con su existencia, algo que desde aquí nos permitimos poner en tela de juicio, en especial si pensamos en su pobre marido y en Carmen Nuez, quien pasó a mejor vida al poco de ser detenida su querida nuera.


Guión y dibujos: Jordi Relaño/Iván Córdoba

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