jueves, 12 de marzo de 2009

P's everywhere en Revista de Letras


P’s everywhere
Por Jordi Corominas i Julián | Portada | 12.03.09


Londres, viernes veintisiete de febrero de 2009. 14:38 hora británica, la misma en Canarias. Ascensor de la Tate Modern. Aprieto el botón del sexto piso, tengo hambre e intento percibir las características de mis acompañantes de elevación metálica. Hay un señor gordo y bigotudo, ignoro el motivo pero siempre asocio mostacho con trasnochado, y varias mujeres orondas. De repente, al fondo a la izquierda, una voz hispánica.

Es una histérica, hace de ella misma, por eso ha ganado, es una histérica y esa es la razón. No por nada. Es mala de cojones, pero ha ganado. El gafitas con pelo a lo Kike San Francisco esputa su verbo emocionado y sus compinches asienten. Se abren las puertas– sixth floor, sixth floor– y pienso en Penélope. Su presencia, ya diluida por la velocidad noticiera de nuestra época de desinformación, fue abrumadora durante diez días. Esta es una pequeña crónica de mis encuentros con la multipremiada intérprete entre Barcelona y Londres.

Madrugada del veintitrés de febrero de 2009: Son las dos y media de la mañana. Sí, ahora me voy a dormir, no te preocupes. Ya sé que mañana me levanto a las ocho. Fíjate pongo el despertador. Es la primera, sé la cosa y me duermo. And the oscar goes to: Penélope Cruz. No veo las imágenes de la televisión. Imagino toda la parafernalia, la pantalla dividida, varias actrices sonrientes, algún divo americano haciendo el gañán y la sonrisa de la ganadora. Los de la SER se emocionan. Nunca entendí la contradicción ibérica de considerar de todos un triunfo y luego iniciar la lenta y fulgurante crítica, gran altar de la envidia nacional. A las ocho de la mañana Francino no está en las ondas. No suena el despertador. Me despierta una voz de pito. Pedrooooooooo. ¿Regreso al pasado? No. Penélope Cruz ganó en la tarde ayer, madrugada española, la preciada estatuilla….salgo a la calle. Las ediciones de los periódicos cierran a la misma hora que los bares de copas. Compro la prensa y Penélope está en la portada. Una chica muy mona, que quizá vi en la fiesta del sábado noche, me da uno de tantos papeles gratuitos con información. La de Alcobendas está presente. Que bé que hagi guanyat, no creus? Intento sortear el caos de la escalera mecánica del metro de la Diagonal y unas sudamericanas comentan la noticia. ¡Estaba muy guapa! ¡El vestido era precioso! Sí, como Audrey Hepburn. Mis neuronas cogen un extraño camino. Cuando el consumismo se olvide la protagonista de Desayuno con diamantes la madrileña la sucederá en los bolsos y los cuadros pop de andar por casa; Bellucci hará lo mismo con Marylin.

Nueve de la mañana. Me siento en mi silla laboral. El marujeo y el porno han destrozado el equilibrio en la oficina. Ahora se añade Penélope. Una mujer sesentona con pretensiones de llevar siempre puesto el último grito, algo muy metafísico, habla del dichoso vestido y opina que la niña sin maquillaje no vale nada. Mi estupefacción es increíble. Voy al Facebook para comprobar si puedo ser amigo de La niña de tus ojos. Sí, de los tuyos. Penélope Cruz Sánchez tiene como único friend a un tal Ozgun Zeki Celenk. Desde aquí le mandamos saludos. Dudo más y más. ¿Cómo saben todas las mujeres que Penélope es más fea sin el make up? ¿La han visto cuando se levanta por la mañana? ¿Comparten tocador? ¿De señoras?

Bellas perlas de mi compañera de despacho no tienen fin. Manuela es una dama de ideas fijas. Según su parecer el glamour desapareció del Universo cuando terminaron los años cincuenta, década dorada donde seguramente creció con un preocupante empacho de largometrajes norteamericanos. Las estrellas de hoy son vulgares, Penélope es una zaparrastrosa, Vicky Cristina Barcelona un horror y Javier Bardem un palurdo izquierdoso. Miedo sin término medio.

Las disquisiciones filosóficas de Manuela hacen que nuestro relato de la omnipresencia cruziana de un salto bisemanal. Sí, estamos a 8 de marzo de 2009 y es domingo, día del señor e internacional de la mujer. En el kiosco, otra gran fuente de frescos marujeos, Antonio habla del Barça. Dos ancianitas, cogidas de la mano en ausencia de bastones, piden el DVD de la última obra de Woody Allen. No l’he vist encara? Diuen que fa molt d’espanyola. No em cau bé. Dan el dinero y no pueden correr. Han contribuido a la triple corona monetaria de los barceloneses con el mayor escaparate publicitario de la ciudad condal. La primera piedra se edificó cuando el ayuntamiento destinó dos millones de su presupuesto anual para que Vicky Cristina fuese la perfecta postal; la segunda fue la entrada del cine, siete euros más palomitas. El disco para visionar el largometraje es la cima del timo económico camuflado de simpatía.

Volvamos al lunes veintitrés de febrero. Salgo al asfalto urbano, dejo atrás el mareo oficinista y en la calle Aribau topo otra vez con Pe mientras una mujer que camina diez metros por delante de su marido grita que irá al cine. Me fijo en el cartel publicitario y la chica sale estupenda. En Diagonal con Paseo de Gracia diviso la misma imagen. En el metro de Verdaguer creo completar la trilogía. Martes de Carnaval. Miércoles de ceniza. El jueves no entierro sardinas y espero en Plaza Catalunya un autobús para ir al aeropuerto. Penélope, parte sobreviviente de un papel rasgado, me mira desde el suelo y sonríe en otra foto a cincuenta metros de distancia. Han pasado cuatro horas y me aturde la muchedumbre de Oxford Street. Tiendas y tiendas. Marcas. Mango. Una instantánea en blanco y negro me presenta a las dos hermanitas ligeras de ropa. Las Cruz toman Inglaterra. No. No nos engañemos. Salen pequeñas y sólo yo observo su belleza castiza, que según El jueves sólo puede ser filmada con un racimo de uvas y un escotazo. Alguien interrumpe mi concentración. Míralas. ¡Descaradas! Dos abrigos de pieles se alejan. Son españoles y tienen la lengua afilada.

Buckingham Palace. Penélope se casa con el príncipe Guillermo. La gente se arremolina en la puerta de la residencia real. Miles de flashes ciegan mis ojos. ¿Qué ha sido de Cruise y Cruz? ¿Y el documental del Plus? ¿Tendrán que rehacerlo para añadir la boda del milenio? La cámara cambia bruscamente de plano. El viento dice silencio. Volvamos a la realidad. En Buckingham Palace Penélope vuelve a pisar la lona. Un ejemplar del Daily Telegraph muestra a la actriz junto a los compañeros de reparto de su exitosa película. Más tarde la propaganda de un autobús rojo como sus labios en Jamón Jamón eterniza mi secuencia de choques con la galardonada musa de Almodóvar. Su incansable presencia– la de la morena, no la del manchego– disminuyó en Heathrow, pero en El Prat se elevó hasta cotas impensables. Hello. Hola. Lecturas. Semana. Diez minutos. Aloha. Todas alineadas. Todas con la misma instantánea con Oscar.

Decidí ponerme manos a la obra. Estaba atascado con las crónicas y mi mayor deseo era hallar un tema interesante. Penélope me redimió. El lunes dos de marzo, esperanzado con que siguiera tejiendo su hilo, salí armado de mi cámara de fotos para ilustrar el artículo que leéis. Una llamada impidió mi propósito y la agenda semanal lo entorpeció hasta demorar la caza de P’s hasta anteayer, cuando descubrí, si bien ya intuía alguna cosa, que el encantamiento había desaparecido y el niño Torres cobraba protagonismo, idea que la noche confirmó en Anfield.

Aún así la omnipresencia de la madrileña no se esfumó. Suelo leer los dominicales el miércoles por la mañana, que es cuando el reloj me deja reposar de sueldos y maneras para ganarme el pan. En la portada del suplemento de EL PAÍS, otrora diario independiente de la mañana, Peedroooo y Penélope posan. Abrazos rotos será la continuación de la pesadilla mediática. Apuesto que será una estupenda obra. Abrazos rotos y envidia patria. Ha ganado. De aquí cincuenta años se comentará como un hito histórico. Nadie recordará los palabros del pueblo y la esencia española seguirá en sus trece. Encumbramos y luego soñamos con ejercer de sepultureros, única posibilidad de queja, sobretodo por el conformismo imperante, ante nuestro malestar. Decir que por eso no progresamos sería mentir, pero no creo que en algún matiz de la afirmación haya parte de verdad. Mientras tanto, sumidos en la inercia del consumismo creador de ídolos con fecha de caducidad, seguimos el juego y navegamos carentes de creencia atemporal. Mapfre no hay más que una. Que cruz.

Ps: las fotos que acompañan el texto son de las sesiones a la búsqueda de Penélope.

Jordi Corominas i Julián


http://www.revistadeletras.net/p%E2%80%99s-everywhere/



Ps del blog: Os recomiendo leer el artículo en el link de la revista, se ven las fotos; Albert Lladó y Diego Giménez han hecho un trabajo increible de edición incluyendo un vídeo de Pe sin gritar Peeeeedro.

1 comentario:

e dijo...

En el metro de VERDAGUER??!!! Como Messi en Verdaguer...