domingo, 13 de diciembre de 2009

Matar en Barcelona en Bcn Week: Carmen Broto




Carmen Broto by Jordi Corominas i Julián


Are you ready boots? Próxima estació: Joanic. Bajamos Paseo San Juan hasta Padre Claret. En el número 16 nos transportamos sesenta años atrás y vemos salir a una rubia platino del truculento portal. Se llama Carmen Broto. La esperan en un coche dos hombres para tomar unas copas y alargar una noche de lunes a martes del frío enero. El trío maravillas bebe en un par de bares y con el motor a toda pastilla se encamina hacia la zona del Hospital Clínic. Son las dos de la madrugada, quizá un poco más tarde. En un abrir y cerrar de ojos se desencadenará el crimen más famoso de la posguerra barcelonesa.

Los dos jóvenes acompañantes se llaman Jesús Navarro Manau y Jaime Viñes. Se conocen desde pequeños y saben muy bien cómo ganarse la vida sin dar un palo al agua. El primero es considerado un apolíneo, moderno de los cuarenta. Viste a la última y frecuenta los bares de moda por santa gracia de sus amoríos de pago con el empresario Eusebio López Sert, propietario del vehículo con rumbo a la muerte. Su amigo Viñas es más modesto. Trabaja en una panadería y desea con toda su alma que el golpe que quieren perpetrar llegue a buen puerto. No es fácil asesinar riqueza impostada para llenarse los bolsillos de oro.

Su plan es simple. Carmen Broto, oscense que aterrizó en Barcelona justo después de la Guerra Civil, es amante de Juan Martínez Penas, dueño del popular Tívoli. Su labor es básica para el entretenimiento de la gente y eso genera pingues beneficios. Estamos en una España sin internet ni televisión. El buen hombre se encapricha de la rubiales con alegría, sus amigos la llamaban cascabelitos, y pese a no recibir mucha atención sexual la luce y halaga con alhajas y abrigos de astracán. La antigua chica de la fábrica de cajas de cartón se da baños de abundancia y presume con amigas y desconocidos. Pobre Carmen. La Historia la tildará de puta, lesbiana, espía comunista, embaucadora y un largo etcétera sinsentido. Era una mantenida que, como bien indica la palabra, se aprovechaba de los favores que le brindaba el magnate cabaretero, quien se enorgullecía de ir acompañado por su trofeo a los toros y a los más caros restaurantes, donde las clases pudientes disfrutaban ocultos tras unos arbustos para no ofender al pueblo, hundido y a la deriva tras la victoria fascista de 1939. Esas fiestas de oropel no colmaban la energía de Carmen. Era normal verla en el bar Alaska, justo al lado de su casa, junto a gente de su edad como Jesús Navarro Manau, probable amante antes de enfundarse el traje de sepulturero.

Urbe con pocas horas de luz, cartillas de racionamiento y lunes de estreno. La noche del 10 de enero de 1949 Carmen y Jesús fueron al cine a ver Alma en Suplicio. Ella con Martínez Penas y una amiga al Metropol de Roger de Llúria. Él con su novia al Capitol de la Rambla. Al terminar la sesión ambos se despiden de sus parejas. Corre el reloj. La una. Los bares. Las dos. El Clínic.

Volvamos al primer párrafo. Después de consumir coñac en dos establecimientos, Carmen y sus acompañantes se dirigen al Ensanche para consumar su afán de nocturnidad. La algarabía cede paso al dolor, luego al desconcierto. Viñas revela la verdadera intención de la velada: robar la caja de caudales de Martínez Penas, residente en el número 139 de la Calle Aribau. Por ello no nos tiene que extrañar en absoluto que la víctima recibiera el primer mazazo a escasos cien metros, en la esquina con Provença, del destino planeado por sus amigos. Verónica Lake intenta huir, un guardia del hospital la ve con sangre en el cráneo y sugiere ingresarla. Jesús y Jaime se excusan con el pretexto de llevarla a una clínica privada. Arrancan los motores. Diagonal vacía, Gracia en silencio. Les espera un tercer hombre, clave en el operativo. Es el padre de Navarro, experto espadista, número uno en abrir candados, cajas fuertes y lo que ustedes quieran. Llámenle. El delincuente progenitor les atiende en Encarnació con un chasco enorme al ver el enorme charco de sangre y el cadáver femenino. Los nervios apremian. Dejan el coche de cualquier manera en el cruce de Sant Lluís con Escorial y entierran el cuerpo en un huerto de propiedad que resuelve el entuerto en la calle Legalidad. 2:30 de la madrugada. Una hora y media más tarde un taxista halla el cuerpo suicida del padre a escasas manzanas del bar Alaska. Cianuro y adiós, lo mismo que Viñas, fiambre con una nota en una triste habitación de hotel: Soy inocente. No se culpe a nadie de mi muerte. La vida es sueño. Y los sueños, sueños son. El único detenido por el homicidio de Carmen Broto será Jesús Navarro Manau, un perla que al ingresar en prisión se casó con su novia, embarazada. El verdadero hijo del caso, quien le de leyenda y esplendor, será Juan Marsé al publicar en 1976 Si te dicen que caí, novela donde aquel crimen que despertó a Barcelona de la falsa paz de los vencedores se erige en símbolo y alarga un mito que aun se resiste a morir.


Ilustración de Nil Bartolozzi: www.bartolozzinil.blogspot.com

2 comentarios:

Viola Tricolor dijo...

Jordi, más que el crimen en si me gusta como lo ambientas, el lugar, los personajes, la época (muy importante esto para entender a veces las motivaciones).
En este al final me he hecho un poco de lío, la dan un mazazo en la misma calle?? porque?? y luego se suicidan todos? prefieren eso a ser detenidos supongo... no se me llama la atención.
Besos.

Jordi dijo...

Gracias cielo...ahora precisamente voy a la radio a narrar un crimen....le dan un mazazo en el coche, ella intenta escapar, los asesinos engañan a un vigilante y finalmente la entierran en un huerto....luego dos de ellos se suicidan con cianuro. Es algo extraño en este caso el tema del suicidio, es lo que levantó más ampollas, imaginate 1949,España, secretismo oficial.....besotes

ps: si quieres saber más del crimen dediqué un especial al mismo entre finales de agosto y principios de septiembre, sólo para el blog