lunes, 14 de enero de 2013

Chavs de Owen Jones en Revista de Letras


Un ensayo lúcido y necesario más allá de Inglaterra: “Chavs”, de Owen Jones

Por  | Destacados | 14.01.13
Chavs: la demonización de la clase obrera.
Owen Jones
Traducción de Íñigo Jáuregui
Capitán Swing (Madrid, 2012)
Ya no nos sorprende pasear por la calle y topar cada dos por tres con personas que husmean en los contenedores o que piden limosna con carteles que muestran su desgracia. El proceso ha sido rápido, velocísimo, tanto que ya queda muy lejos el tiempo en que los españolitos pensábamos que el proletariado era algo del pasado. A fuerza de recortes y privaciones vamos dándonos cuenta que ha vuelto y que la utopía de una clase media universal se ha desvanecido entre burbujas, deudas y cinismo político de gran magnitud.
En Inglaterra siempre nos han llevado ventaja, su camino hacia el neoliberalismo ha forjado nuevas coordenadas sociales que sirven de aviso para todos aquellos países que observan con desazón el progresivo y letal desmantelamiento del Estado del Bienestar forjado, precisamente, en el Reino Unido tras la Segunda Guerra Mundial. Para entenderlo mejor conviene leer Chavs, la demonización de la clase obrera, otro estupendo ensayo publicado en España por Capitán Swing.
Owen Jones (foto: owenjones.org)
Su autor es el joven Owen Jones, quien disecciona a la perfección causas y consecuencias del fenómeno, y lo hace con clarividencia pedagógica. Muchos piensan que los ensayos son aburridos, quizá porque su enciclopedia mental los asocia con volúmenes insufribles que no empatizan con el lector. El autor de Chavs habla claro, contrasta datos y expone su propia opinión justificada desde la ciencia que observa el comportamiento humano en un territorio concreto donde intervienen política, medios de comunicación, alteraciones del paradigma y un contexto feroz y despiadado.
El parto de la desgracia surgió del vientre de una madre que no tuvo reparos en destruir el ABC del sistema británico. Hasta finales de los años setenta la estabilidad de obreros y trabajadores se basaba en el poder sindical que permitió un continuo aumento de sueldos y la seguridad del pleno empleo, paraíso en la tierra que finiquitó la llegada de Margaret Thatcher al diez de Downing Street.
Se abría la era contemporánea, ocultada por los últimos coletazos de la Guerra Fría, idónea tapadera para enmascarar deslocalizaciones industriales y la despedida y cierre del universo fabril, concentrado en enclaves para los que esta pérdida de un modus vivendi que aglutinaba la comunidad significó la irrupción de la pobreza y una total imposibilidad de recomponer los pedazos rotos por el programa de la dama de hierro.
El sector terciario subió con fuerza, Inglaterra jugó a la guerra, cayó el muro de Berlín y la ogra que todo lo lograba desde su supuesta humildad desapareció del mapa. Después de Major llegó el turno del nuevo laborismo de Tony Blair. ¿Nuevo? Sí, pero sin laborismo. La famosa tercera vía, pregonada a los cuatro vientos como una panacea que refundaba la izquierda, no era sino la aceptación de los principios neoliberales ante la frustración de no saber proponer recetas socialdemócratas. Y así seguimos, tres lustros más tarde.
Este conjunto de medidas y evoluciones culmina, por el momento, con el gobierno de David Cameron, el no tan joven líder que al ganar las elecciones fue anunciado a los cuatro vientos como un soplo de aire fresco. ¿Seguro? Obviamente no, pues sus medidas se enmarcan en la corriente actual desde una óptica, si quieren, aún más dañina. Es el enviado que cumple unos designios ya escritos que mucho tienen que ver con la transmisión de un mensaje que conlleva odio y genera estereotipos destinados a marcar tendencia para apuntalar una serie de postulados que de otro modo no podrían plasmarse en la realidad: demonizaciones, antesala de exclusiones y marginación.
Grupo identificado como “chavs”, con su característico atuendo deportivo (foto: Capitán Swing)
Los Chavs son un colectivo social que ha visto como poco a poco sus derechos desaparecían en medio de una campaña de ataques y rabia contra ellos. Los tópicos brotan y la gente los acepta, entre ellos el más detestable es el de situar a millones de personas en el grupo de los que no pegan sello porque viven de las prestaciones estatales. Curiosamente la mayor parte de estos individuos viven en las otrora prósperas zonas que Thatcher desmanteló en su afán desindustrializador. El trabajo creaba comunidad, ahora su ausencia produce monstruos en forma de depresión, alcoholismo, adicción a las drogas y desesperación de quien no puede aspirar a ganarse el pan.
El gobierno, en la mejor tradición neoliberal, acusa a los ciudadanos de su ruina, lo que es más falso que un duro de cuatro pesetas. Owen Jones demuestra que no hay suficiente oferta de trabajo, por lo que el desempleo es lo más normal del mundo. Aún llenando los huecos del paro Gran Bretaña siempre tendría un número fijo de personas sin posibilidad de optar a un mínimo estipendio.
Por lo demás, las causas de esta decadencia tienen raíces que en nada dependen de los que las sufren, que año tras año observan desde la pantalla de sus hogares cómo los medios, aliados con los que ostentan el cetro, se dedican a esputar mierda contra su miseria. Ellos, que han visto cómo la vivienda social, ese mito de la Pérfida Albión, se derrumbaba, que han comprobado cómo los gerifaltes del partido conservador soltaban sus perlas de quien no trabaja no come. Ellos, que han observado cómo el secuestro de una niña de clase media daba la vuelta al mundo y la desaparición de una chavalita del suburbio servía para condenar de antemano a todo un colectivo.
Ellos son los que aparecen en series televisivas como bebedores con hijas que son madres antes de los veinte años. Ellos quedan relegados y son pasto del racismo posmoderno, que privilegia, tapándose la nariz, la multiculturalidad y se regodea, en un apestoso engaño, de volver a la época victoriana, pero ahora el metáforico Whitechapel del siglo XXI no está en el Este de Londres, se extiende por toda la isla y sirve como alivio para todos aquellos que viven en la ilusión de ser clase media pese a que las encuestas muestren que muchos aún se consideran de la working class, denostada hasta el punto de asemejarse, en el imaginario colectivo, a detritus, víctimas de la desigualdad y la imposición de los de arriba, siempre más seguros de su mandato de victoria contra los pobres..
El desmantelamiento del poder y carisma de los sindicatos desde 1989 ha servido para controlar mejor a la población y usarla como un titiritero usa a sus muñecos. El autor de Chavs dice mucho más, y hasta analiza los turbulentos sucesos del verano de 2011, cuando miles de jóvenes salieron a la calle tras la muerte de Mark Duggan. Sin embargo, el potencial de Owen Jones va más allá de su patria, pues los datos expuestos y analizados en su ensayo sirven para reflexionar sobre lo que quizá acaezca en España y en Europa en un futuro bastante próximo, Chavs es, sin duda, uno de los volúmenes más lucidos para comprender los efectos de la crisis, y es así porque, a diferencia de muchos otros textos que se han vendido como la panacea, su disección es seria y no busca fuegos artificiales, sólo ofrece lo que hay en un desierto que por suerte, y se agradece que una voz clame y albergue esperanza, entre todos podemos solucionar.

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