jueves, 14 de mayo de 2009

Lo contrario de la muerte de Roberto Saviano en literaturas.com




Lo contrario de la muerte
(Traducción de Francisco J. Ramos Mena)


Roberto Saviano


Debate, 2009


Jordi Corominas I Julián




Nunca olvidaré cuando el autor de estos dos relatos me dijo en mayo de 2007 que una de las más firmes posibilidades para alargar su existencia consiste en seguir escribiendo sobre los deleznables seres humanos que han podrido la tierra donde nació. Un lugar donde creces con la culpa marcada en la frente, donde no importa ser inocente porque la justicia tiene ojos de bala y ceguera asesina. Roberto Saviano vive condenado a seguir viviendo en una cumbre incómoda, como si de un Sísifo sin caída se tratase. Su fama ha sido su noche. El escritor transalpino ya no puede dar marcha atrás, obra y vida se han mezclado hasta un punto donde su nombre, por mucho que publique novedades, parece haber cambiado por el de Gomorra, símbolo de búsqueda de la verdad en regiones desdichadas, magma consolidado por la sinceridad fílmica de otro gran hombre de la pequeña Italia actual: Matteo Garrone.

Lo contrario de la muerte reúne dos relatos de rabia, llanto y desesperación. El primero, que da nombre al librito, se traslada a la guerra de Afganistán sin abandonar el sur de Italia, principal centro de reclutamiento del ejército italiano, organización que convence por necesidad de dinero fresco y falso engaño de mejora personal al participar en misiones de paz. El sueño acaba cuando una llamada informa de un herido y el avión transporta la muerte en forma de joven en vísperas de su boda. María, que puede ser todas las mujeres campanas, quiere tocar el cuerpo de su prometido, Enzo, fallecido a los veintiún años por amor y la seguridad de poder pagar con su sueldo una casa y la futura felicidad de su mujer, para quien fotografiaba montañas de Kabul a la espera del retorno.

Tanto dolor provoca unidad. Es una lástima que Saviano se vea obligado a escribir siempre sobre el mismo tema. Lo hace por los motivos ya mencionados y como expiación del mal terrorífico que expulsa con palabras. El chico que investigaba en Secondigliano tiene un don innato para la descripción realista, a la que da toques líricos excepcionales. Con su prosa el detalle adquiere importancia y los objetos cobran categoría de emblema, como sucede cuando aúna el conflicto asiático con lo aberrante de la Camorra mediante la placa que los soldados llevan en su pecho. Hierro identificador, único alivio después del último suspiro de vidas sesgadas antes de las justas campanadas.

Los soldados que van al frente afgano no son mercenarios. Si lo son los hombres del clan de los Bidognetti, sicarios de primera categoría empeñados en acabar con quien sea para justificar su estipendio. Saviano es italiano hasta la médula. Su narrativa bebe de la gran cultura que su país generó en el siglo XX. El apego a la realidad seca da a sus textos un tono neorrealista evolucionado por sus vivencias personales y todo el bagaje propio de un hombre de su generación. A ello ayuda también la misma actitud de los mafiosos, que el escritor napolitano define con el término hollywoodiense. Fabrizio de Andrè y Quentin Tarantino se conjugan en El anillo, donde la sed de sangre no se aplaca ni con fugas ante temibles cretinos con el cuerpo hasta los topes de cocaína. Los cretinos son peligrosos. Pueden tener un cerebro raquítico, pero están programados para una sola acción: matar. El amor es lo contrario de la muerte. Soñar existe en el sur de Italia bajo la conciencia de su imposibilidad. ¿Cuál es el valor de una voz fuerte si su patria cae en la barbarie? Las patrullas urbanas de Silvio Berlusconi ocultan la gran angustia, el cáncer que corroe: El Estado italiano no mueve un dedo para salvar a sus ciudadanos de conflictos internos mucho más graves que los causados por la inmigración. Oculta y vencerás.

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