martes, 5 de enero de 2010

Los libros que quería editar en 2010: “In his own write” y “A Spaniard in the works”, de John Lennon en Revista de Letras





La aparición de una editorial barcelonesa que apuesta por la tapa dura y las ediciones de calidad me incitó no hace muchos meses la posibilidad de proponer, cuarenta y cinco años después de su publicación en el Reino Unido, la traducción de las dos obras literarias de John Lennon. Me imaginaba un volumen bilingüe donde los dibujos brillaran y los textos, perlas que anticipan la vertiente surrealista que el genio de Liverpool conreó entre 1967 y 1969, recibieran un papel digno para su calidad. La nochebuena truncó mi sueño y alivió mi maltrecha cartera. ¿Qué libro compro a mi madre? ¿Me oyes? Sí, espera. Una portada violeta con la foto del marido de Yoko Ono hablaba alto y claro. Por su propio cuento. Un españolito en obras. Mi gozo en un pozo. Siempre, en estos casos, me quedará la crítica y felicitar a Papel de liar por anticiparse a mis deseos y sacar al mercado el delirante dúo de enrevesados juegos de palabras, neologismos e ingenuidades del mayor compositor, con permiso de su socio, del siglo XX.

Retrocedamos cuatro décadas. El 18 de junio de 1968 era día de estreno teatral en Londres. In his own write pasaba del libro al escenario. Lennon aprovechó la efeméride para escribir una nota más en su atribulada existencia de escándalo. La supuesta Inglaterra que se anticipaba al gusto de la época observó con estupor como el bienamado, el viperino chico de endiabladas ocurrencias, llegaba acompañado de una pequeña figura oriental. Yoko Ono irrumpió, cancelando definitivamente el pacto intergeneracional que el famoso cuarteto empezó a quebrar con Revolver y el club de los corazones solitarios del Sargento Pimienta. ¡Una japonesa! Nuevos rumbos en la existencia de un condenado a la fama cansado de ser un Beatle, frustrado y empecinado en quitarse de encima sus males de un pasado desconocido en gran medida por un público que al verlo tantas veces lo consideraba un privilegiado sin problema alguno. El tormento que marchitaba sus horas pareció remitir, al menos desde su personalísima visión, con la llegada de la artista famosa menos conocida del mundo. El principio del fin. Heroína, amargura, ultramar, fines de semana perdidos, un hijo y un asesinato de pasaporte a los altares.

Cuatro años antes del turbulento 68 su destino era otro, alegría y amor a raudales con la represión de un manager que moderaba sus ímpetus verbales. La aparición, el 23 de marzo de 1964, de In His Own Write, supuso la confirmación absoluta de la Beatlemanía, fenómeno que más allá de la música demostró tener una consistencia interdisciplinar como atestiguaron las cuarenta mil copias que el libro vendió en veinticuatro horas. El éxito permitió la publicación de un segundo volumen, A Spaniard in the Works, más maduro, donde la fuerza lírica se complementaba con un mayor vigor de las piezas narrativas, bien estructuradas y chispeantes de ingenio y energía. Crítica y público se rindieron a los pies del guitarrista rítmico. Normal. Los vientos hubiesen sido favorables hasta con basura. Era el momento de los dos discos anuales y las películas para todos, cuando la sorpresa por la aparición de los no tan melenudos se veía con simpatía global porque aun no habían sacado los auténticos conejos de la chistera, magníficos animales que en el último lustro de los sesenta les dieron merecida inmortalidad.




Un paseo por los orígenes: La ingenuidad del adolescente

Conviene pasear por el pasado norteño de Lennon para entender los entresijos de In His Own Write y A Spaniard in the Works, si bien este último tiene en su seno aire de encargo y profundidad de quien en vez de recopilar fragmentos se dedica entre canción y canción a elaborar con tino y precisión el tejido textual.

Es de todos sabido que el autor de Come together tuvo una infancia más bien complicada. De poco o nada sirvió la tutela de su exigente tía Mimi. Las cartas estaban marcadas. El niño de Woolton desarrolló una rebeldía que en sus infinitos instantes de soledad le sirvió para exaltar la imaginación. La escuela le aburría. Las únicas verdaderas diversiones consistían en hacer el gamberro con sus amigos, perseguir a las chicas y esperar que llegara la luz providencial de Elvis. El seis de julio de 1957 Paul McCartney vio a su futuro partenaire tocando en la fiesta de la Iglesia de Saint Peter. No se sabía una letra y la inventaba para salir del aprieto. La velocidad de su cerebro era imparable. No era de esos adolescentes que se conforman con no hacer nada, la urgencia de crear le daba un poso de futura grandeza que el encuentro con su alma dispar pero gemela concretó y especializó. Sin embargo las aulas eran frías y las explicaciones de los profesores le aburrían sobremanera. lennon2Imaginároslo garabateando en su libreta y encontraréis parte de las claves de estos libros que ahora tenemos la oportunidad de leer. Dibujos simpáticos de fácil trazo, caricaturas inteligentes que salían de su pluma para paliar el tedio de la incertidumbre en Liverpool y su encasillamiento provinciano. Aún no existían The Beatles. Las costumbres imperecederas de la ciudad marinera seguían vigentes. John no encajaba. Quedaba la calle y la locura de esos críos del baby boom que para matar el reloj sacudían sus charlas con vocablos impronunciables y enrevesadas construcciones creadas para provocar la risa de sus semejantes. Si a ello unimos el ambiente de la escuela de Bellas Artes, con Stuart Sutcliffe y su prometedor camino pictórico, entenderemos cómo el desamparado de clase media pudo hilvanar esos bocetos surrealistas en los que la influencia de Lewis Carroll sobrevuela y estrecha la mano a su heredero. Las aventuras de Alicia fueron uno de los consuelos favoritos del joven, y ello se nota en el lenguaje que encontramos en el volumen, que también debe, y mucho, a las delicias cómicas de The Goons registradas, casualmente, por George Martin en los estudios de Abbey Road.

El contexto, la obra y la edición: Lennon contra Lennon

En 1964 John Lennon era el líder indiscutido de The Beatles. Las fans lo identificaban por su gorra leninista y sus moderados sarcasmos. Si analizamos el número de composiciones por álbum podemos apreciar, por ejemplo, como en A Hard Day’s Night el autor de Mind games escribió la mayor parte de los temas del álbum, tendencia que fue cambiando a partir de Rubber Soul, cuando McCartney le iguala para superarlo en tesón y esfuerzo a partir de 1967, cuando toma las riendas del cuarteto para evitar una prematura disolución de la magia. Las letras de Lennon en 1964 hablaban de amor y exhibían rasgos brillantes que el paso de los años acrecentaría. Eran canciones que aún no hablaban tanto en primera persona y seguían una fórmula de éxito que iba afinándose pese al estrés de giras, obligaciones contractuales y estúpidas actividades que desaparecieron una vez el grupo dejó los conciertos y pudo centrarse en el trabajo de estudio.

Lo que sorprende de In his own write y A spaniard in the works es hallar el germen del surrealismo de I am the walrus o Happiness is a warm gun desde una perspectiva inocente. Lennon tenía en su esencia la potencia enfermiza, en sentido positivo, del absurdo basado en la realidad. En 1964, y seguimos con la cantinela, no estaba actualizado de las últimas tendencias y tampoco parecía poseer interés alguno en conocer la vanguardia. En esto McCartney, residente en Londres y en contacto con los artífices de la contracultura inglesa, llevaba la delantera. No sería hasta el flechazo de año y medio con Yoko que Lennon entendería que podía sacar buen partido de las enseñanzas de esos señores tan intelectuales y renovadores. En 1964 se conformaba con seguir su instinto, lo que por otra parte era lo que había hecho toda su vida. El flujo de libertad de los poemas y narraciones de sus libros bebe de esa inconsciencia, por eso cuando leemos sus extravagancias sentimos el alma del niño que juega en su mente y, mucho antes de la marihuana y el ácido, escribe lo que surge sin hacerse demasiadas preguntas. Ese método le permitió neologizar con maestría y relacionar personajes, términos e historias que sin su agudeza no hubiesen encajado ni con calzador, experiencia que luego repitió en sus mejores canciones de la etapa final de The Beatles, donde, como ocurre en parte de los volúmenes analizados en este artículo, se quitó la máscara y no tuvo miedo alguno en criticar al tinglado de poder que atenaza la existencia de cualquier mortal. Las instituciones y los medios de comunicación son justamente satirizados con estilo y elegancia, lo que quizá, unido al perfil suave que Brian Epstein procuraba dar a sus chicos, evitó una censura parcial del texto, espada demoledora de la que Lennon no se libró cuando la BBC dictaminó que A day in the life aludía a la droga, I’d love to turn you on, y I am the walrus a obscenidades sexuales, you let your knickers down, jujuju jijiji, jajajaja.



La edición de Papel de liar merece varias menciones positivas al haber entendido que sólo presentando la discutible y complicada traducción española junto al original en inglés se haría justicia. La labor de Andy Ehrenhaus es loable, como loable es su sinceridad en la introducción al afirmar que no se ha dedicado a traducir, sino que ha intentado aproximarse a lo creado por Lennon, pues es tanta la riqueza de su propuesta que la exactitud se reveló imposible. Esa premisa es fundamental para quien decida adentrarse en la acelerada versión hispánica, tan sólo deslucida por la colocación de los originales justo detrás, lo ideal hubiese alternar el castellano con el anglosajón, como si el editor se hubiese hecho un lío enorme y hubiese dudado demasiado, temiendo que la mezcla de dibujos y palabras acabara creando un tutti fruti imposible de consumir, error mayúsculo que se subsana por la valentía de publicar, finalmente, estos preciados manuscritos. Ahora el siguiente reto, y espero que me llame quien quiera intentarlo, es hacer una dignísima edición española del poemario Blackbird singing de Paul McCartney, librito que demuestra cómo la poesía en The Beatles no era sólo cuestión de arrojo y descaro. Eleanor Rigby y Julia deben estar al alcance de todos también en las librerías.


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