sábado, 30 de mayo de 2009
Pasolini/Lorca. ¿Vidas paralelas? En Calidoscopio y Pasolini.eu
Por Jordi Corominas i Julián
La reciente lectura de Lorca y el mundo gay de Ian Gibson ha reavivado en mi interior un antiguo paralelismo olvidado en el baúl de las ideas. El poeta granadino y Pier Paolo Pasolini comparten cierta trágica similitud funérea. Ambos eran seres comprometidos, poetas civiles que con su obra creaban polémicas no gratuitas, válidas y valientes para afrontar sus respectivas épocas. Su última hora está teñida por la neblina del silencio querido. Uno fusilado y torturado, el otro masacrado en una supuesta reyerta con un chapero. Supuesta. No descarten la intervención de un poder lúgubre y putrefacto que detestaba su homosexualidad y la triste alegría de quien difunde innovación para los demás y vive encerrado en un caparazón imposible de romper mientras la sociedad no evolucione, armadura que nuestros protagonistas llevaron desde ópticas similares pero divergentes.
No jugamos a las vidas paralelas de Plutarco; tenemos algunos puntos donde comparar y entrever características comunes. Quizá la infancia aborte la posibilidad de un encaje de bolillos. No lo hace desde la perspectiva del nacimiento de la atracción uránica; tanto el italiano como el español percibieron ser diferentes. Pasolini declaró que a los tres años sentía atracción por las piernas de los chicos; Lorca por su parte, y esa es la diferencia clave entre ambas trayectorias, fue percibido como una nena, un profesor lo odiaba por sus amaneramientos y sus compañeros de clase lo llamaban Federica. Esta asignación de su opción sexual mediante opiniones ajenas condiciona la actitud lorquiana. La España de la primera mitad del siglo XX, a excepción del Doctor Marañón y pequeños grupúsculos intelectuales, abominaba del amor que no puede, o no podía, decir su nombre.
Los invertidos eran una lacra, dementes contra natura que en Italia estaban marcados por el catolicismo del país y la dictadura fascista, nacida el mismo año en que Pier Paolo Pasolini vio la luz: 1922 es la fecha en que se inicia una singladura infantil-adolescente poco estable como consecuencia de los traslados militares de su padre, algo que no sufrió García Lorca, señorito andaluz traumatizado a los doce años, el decisivo 1910 de sus poemas, por abandonar el pueblo que lo vio crecer y aterrizar en Granada, amada y odiada por el niño desangelado que sin la Vega tenía Alhambra, magro consuelo para quien se ha criado acomodado en la etérea naturaleza.
La adolescencia y la primera edad adulta se convierten en el hilo que teje su destino artístico y sexual. Pasolini estudia en Bologna y la Segunda Guerra Mundial lo llevará a Casarsa delle delizie, donde resucitará el friulano y dará clases a los niños de la aldea, futuros cómplices de su academia dedicada a cultivar la lengua de su región. En sus juvenilia Amado mío y Atti impuri, inéditos hasta 1984, el director de Uccellacci e uccellini narra parte de sus vivencias en el río y sus aledaños, donde lo tupido de la maleza permitía inocentes escaramuzas sexuales entre los chavales. Esa edad, en la que el poeta ya se ha comprometido políticamente, terminará cuando una familia lo denuncie por compartir peripecias eróticas con su hijo. Pier Paolo será expulsado del PCI y emigrará a Roma, primer viaje redentor de su existencia; Federico lo tendrá cuando deje Granada y se instale en la Residencia de Estudiantes, pero antes de la genialidad se decidirá por la poesía en perjuicio de la música, escribirá textos que no verán la luz hasta 1994 y aprenderá con profesores cargados de innovación, hombres que mediante sus lecciones le permitirán viajar por España y conocer a algunos de los nombres más admirados de la cultura nacional. Uno se traslada con el beneplácito y el dinero paterno, el otro porque no tiene más remedio.
Tanto Madrid como Roma ejercen de comadronas de la toma de conciencia y estímulo para la creatividad a través del contacto con otras mentes inquietas. Pasolini malvivirá durante sus primeros años en la capital italiana; su sueldo de profesor y algunos trabajos editoriales no carentes de prestigio le darán el pan de cada día a la espera de su revelación al gran público. Lorca disfrutará de su estancia en el lugar más excepcional de la historia cultural de nuestro país. Los recuerdos y la mitología de la Residencia de Estudiantes constituyen una especie de paradigma educativo. El poeta tocaba el piano, hacía reír y lideraba un grupo de genios alocados entre los que cabe mencionar a los Buñuel, Dalí, Alberti, Pepín Bello y muchos otros insignes apellidos. Ese grupo y la diferencia de personalidades dieron al granadino goces y sombras. Goces por estar en pleno contacto con las tendencias más actuales de los años veinte, tendencias que empezaron a despertarle ansías de una mayor complejidad narrativa tanto en verso como en las tablas y le animaban a insistir en la música desde una vertiente organizativa junto al maestro Manuel de Falla. Sombras por torturas amorosas, hermandades académicas y la imborrable figura de un pintor catalán acomplejado antes del letal atrevimiento.
Por su parte, Pasolini experimentó un proceso similar cuando, triunfal con su primera novela Ragazzi di vita, entró en el mundo del celuloide como guionista y progresó hasta convertirse en director de culto que trasladó a la gran pantalla sus obras narrativas con la ingenuidad de quien nadie conoce y por ese mismo motivo desea reinventar el arte en el que se inmiscuye desde la inexperiencia. Agotada la vía borgatara el poeta de Le ceneri di Gramsci buscará un nuevo horizonte que le permita avanzar, descubriéndolo en el Tercer Mundo y en la importancia del mito. Mientras tanto encontró a Ninetto Davoli, un adolescente de barriada que se convirtió en alumno y amante hasta que el famoso ricitos, el mensajero de las películas, se enamoró de una mujer y aceptó que la estima hacia el maestro no tenía en su esencia una vertiente de atracción física, lo que quizá también le sucedió, aunque en este caso el oportunismo tiene un importante papel, a Emilio Aladrén, escultor de poca monta que vio en Federico una ayuda de primer orden para prosperar en su incipiente carrera. El poeta sufrió su abandono y sólo se resarcirá cuando conozca a su amor definitivo: Rafael Rodríguez Rapún.
El segundo viaje trascendental de García Lorca será su descubrimiento de América. Nueva York y La Habana crearán un nuevo Federico; el hombre que adquirió inmortalidad definitiva desde la tradición del Romancero gitano tomó conciencia de las infinitas posibilidades de su talento unido a la experimentación literaria. Ya nada sería igual. Poeta en Nueva York y El público serán la inicial punta de lanza del despegue hacia formas inéditas en las letras hispánicas. Ese segundo periplo decisivo también incide en su condición homosexual al liberarlo de antiguos tapujos y mostrarle más desinhibido en lo relativo al problema, tanto en sus obras como en su vida. Pasolini y Lorca tenían voracidad sexual y cuando la aplacaban se sentían más capaces para emprender su labor creativa. Amantes de las fiestas nocturnas, aunque cada uno en su contexto, fueron quitándose la careta con los años, hermanando su lucha personal con un creciente compromiso político. En el caso del español se afirma por sus declaraciones en muchas revistas de la República y por su dirección de la Barraca, con la que ayudó a difundir el teatro clásico y a culturizar a las almas olvidadas de ruralia. Cuando la Guerra Civil estalló el día de su santo era un hombre condenado, perdónenme la expresión, por rojo y maricón, pintada con la que los fascistas aún se atrevían a manchar los muros barceloneses en 1976, incapaces de entender que el cine de Pasolini no se limitaba a dos neologismos mezquinos que aún usan algunos para vergüenza de todos.
Su exaltación política, la lucha contra la injusticia con sus escritos y acciones, les condenó. La agonía de Federico García Lorca en la Vega es la del niño que sufre al saber anticipadamente el final de la pesadilla por su fatal error de abandonar Madrid. El fallo también está en Pasolini, víctima de un adolescente borgataro que ya no era como sus primeros personajes, ingenuos, cerebros incorruptos con posibilidades cristológicas transformados en monstruos homologados, aspirantes a burgueses que por frustración, al no poder alcanzar el nivel anhelado, emplean los mismos métodos criminales que sus antiguos enemigos.
La figura del hijo de Dios abrazó la trayectoria de los dos mediterráneos. Lorca se sintió identificado con la actitud de Jesús desde su adolescencia y hasta su asesinato, fusilado entre un torero y un profesor tras ser sometido a crueles burlas e infames torturas, puede recordar al del Mesías. Pasolini buscó a Jesucristo y antes de hallarlo en sentido puro lo plasmó en forma intermedia en La Ricotta (1963), cine dentro del cine en que Stracci, un pobre hombre, muere por una solar indigestión en la cruz. Al año siguiente, fallecido Juan XXIII, el maestro transalpino construirá una maravilla fílmico-filosófica con Il vangelo secondo Matteo, la mejor película sobre Jesucristo y quizá la única donde la trascendencia de su mensaje se expresa con simplicidad obsesiva hasta en la elección de los espacios. En este sentido conviene visionar Sopraluoghi in Palestina, documental donde el director viaja a Tierra Santa y comprueba con gran disgusto como ya no es posible rodar una película sobre el redentor en los lugares históricos del evangelio: la industrialización ha desnaturalizado y anulado su esencia.
Ruego disculpen lo superfluo de mi ensayo. He analizado algunos aspectos que pueden acomunar a dos grandes poetas; aún así mi búsqueda no pretende ser absoluta por las mismas dimensiones del texto que están leyendo. Sin embargo, si creo poder concluir con otra coincidencia de hermanamiento. Federico García Lorca y Pier Paolo Pasolini murieron antes de la hora acordada en el gran tablero, justo cuando ambos estaban soltando las definitivas amarras de lo clandestino para adentrarse en una sinceridad asombrosa. No sólo hablamos de Los sonetos del amor oscuro del español o de la Sodoma y Gomorra del italiano, que ya había traspasado la frontera de lo tolerable en gran parte de su producción, de la que podríamos destacar la pieza teatral Orgía o Saló, pruebas irrefutables de una deriva radical en su tratamiento de temas tabú, idea confirmada en 1992 con la publicación de la novela inacabada Petrolio, donde lo fragmentario realza lo explícito de las escenas sexuales.
Nuestro Federico, que merece reposar en paz pero con honores, fue cauto y pese a su progresiva liberación publicó a cuentagotas las obras con claras alusiones a la homosexualidad. Su excepcional Oda a Walt Whitman fue editada en México para cincuenta afortunados lectores. El San Miguel del Romancero gitano es una excepción a la que acompañan simbologías y metáforas que recorren su trayectoria poética. Durante años se evitó hablar del tema, como si fuera una especie de condena para un genio excelso, hombre deslumbrante del que no se puede entender la obra sin profundizar en una vida siempre más comprometida en lo social y despojada de miedos en lo personal, maravillas que la peor burguesía de España cortó de raíz con su habitual estilo infecto, ratas de cloaca que se reproducen en otros países. ¿O no puso Pasolini en boca de Orson Welles que la burguesía italiana era la peor y más ignorante del Viejo Mundo? Sí. España 1936. Italia 1975.
http://www.panfletocalidoscopio.com/2009/04Mayo/Letras03.html
http://pasolini.net/saggistica_Pasolini-Lorca_Corominas.htm
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Buen artículo. He disfrutado con su lectura.
Publicar un comentario