miércoles, 14 de octubre de 2009

Cirlot en Vallcarca en Culturalia


Dando sentido a lo intangible: Cirlot en Vallcarca por Jordi Corominas i Julián

Victoria Cirlot (ed.), Cirlot en Vallcarca, Alpha Decay, Barcelona, 2008, pp. 112
ISBN 978-84-936540-2-3


“Amigo Juan Fernández Figueroa: Dios sea contigo. ¿Te atreverías a publicar esto? Es lo mejor que un español ha escrito en ortodoxo surrealismo. Te ruego- y en ti confio- que si no lo publicas en Índice, lo destruyas. Un abrazo. Juan Eduardo Cirlot.”
Estas palabras entre la presunción y el miedo dieron sus frutos. El poemario La muerte en Vallcarca vio la luz y posteriormente se republicó bajo el título La dama de Vallcarca. Han pasado cincuenta y dos años y sigue teniendo mucha magia y fuerza como para justificar la publicación del librito editado por una de las hijas del polémico poeta, obra atrevida dentro de nuestro panorama editorial porque juega con varios textos para documentar y entender versos en gran parte incomprensibles, lírica genial repleta de imágenes con tonalidades pictóricas, simbolismos arcanos y misterios marcados bajo la estela de una efeméride histórica: el período en que Arnold Schönberg vivió en Barcelona mientras trabajaba en su ópera Moisés y Aarón.
El músico austriaco es el santo y seña del pequeño volumen que nos ofrece Alpha Decay. De La dama avanzamos hacia otros homenajes útiles para entender ciertas facetas de nuestra historia cultural. A finales de los años cuarenta el grupo Dau al set- del que formaba parte Cirlot junto a Brossa, Tàpies y otros ilustres apellidos- quiso animar el desangelado horizonte español. Por ello no es de extrañar que organizaran actos como la colocación de una placa en homenaje al inventor del dodecafonismo, así como tampoco tiene que sorprendernos el poema in memoriam que el grupo escribió en homenaje al gran intelectual vienés.
Cirlot era un hiperactivo con un ego descontrolado. Suponemos que sintió un orgullo desmedido cuando André Breton decidió convertirle en el único español digno de aparecer en una de sus encuestas surrealistas. Sus respuestas consolidan las pistas trazadas en La dama de Vallcarca y ahondan en el sentir mágico de este barrio barcelonés que entonces, como bien se remarca, estaba fuera de la ciudad, casi campestre, zona virgen de la demencia urbanizadora por su carácter propio y el aislamiento que implican sus pendientes. El hallazgo de un arbusto quemado sirve al poeta para abrazarse con su adorado músico, arbusto mas sentido y útil que cualquier partitura o composición.

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