lunes, 12 de octubre de 2009

El segundo avión en Revista de Letras


El escritor y su tiempo: el ego reflexivo de Martin Amis en El segundo avión por Jordi Corominas i Julián

Lo que hemos de hacer es declarar la guerra económica a Norteamérica. Tenemos que boicotear los productos norteamericanos. (…) Los norteamericanos cogen el dinero que nosotros les pagamos por sus productos y se los dan a los judíos para que maten a nuestros hermanos.
Osama Bin Laden

El martes 11 de septiembre de 2001 estábamos sentados y en el televisor un avión impactó contra una torre neoyorquina. Apenas un cuarto de hora más tarde el segundo misil con pasajeros rompió la calma chicha posterior a la Guerra fría, sumiéndonos en una nueva y compleja bipolaridad entre el Imperio y un enemigo escurridizo e invisible. Fue el inicio simbólico de la década que ahora se clausura empantanada en una crisis poliédrica del edificio en restauradora demolición.
Muchos son los que piensan que, desde Koba el temible, Martin Amis ha politizado su trayectoria. La lectura de El segundo avión podría avivar sospechas que se disuelven al valorar la obra en su conjunto. Esta recopilación de doce ensayos y dos relatos cortos sobre el mundo después del 9/11 muestra a un escritor reflexivo desde el mismo instante de las colusiones. El autor de Dinero parece haber entrado en una madurez filosófica que a través análisis y polémicas complementa su brillante dominio del lenguaje. El primer paso al frente de esta construcción lo dio al darse unos días para meditar y no esputar pensamientos una vez cayeron las torres. Esa semana de tiempo se reveló vital para encajar piezas y desgranar ideas sin ningún atisbo fanático. El mundo iba a cambiar y los americanos se preocuparían por el odio que el resto del Planeta siente hacia ellos. Lo peor llegaría con las represalias, excusa para completar la gran partida de ajedrez en Oriente Medio, matizar el dominio israelita en la zona, generar una guerra civil musulmana y recuperar el orgullo entre pozos de petróleo y fáciles victorias militares.
El resto es rabiosa Historia contemporánea de nefasto recuerdo. La virtud del último libro del autor británico es poder observar la evolución del conflicto desde el prisma de un literato de primera. Usaría la expresión escritor comprometido, aunque quizá se antoja corta para definir lo que Amis pretende. Los seis años (2001-2007) que cubre el volumen plasman el camino hacia una comprensión de los verdaderos orígenes de la tragedia desde una vertiente histórico-psicológica. La derrota de la coalición árabe de 1948 en su contienda contra el neonato Israel sacudió los primeros cimientos de la conciencia del mundo islámico, amenazados de ruina en 1967 tras la Guerra de los seis días. Se hizo un fuerte examen crítico. Quedaron dos opciones. Disminuir el peso de la religión y adaptarse a la modernidad o aumentar los dominios de la fe para ahondar en una deriva bañada por el germen de la irracionalidad. Se impuso la segunda alternativa, victoriosa en Irán y ampliada a gran parte del territorio amparado por Mahoma. Bin Laden es considerado el adalid del proceso al jugar el papel de rey hegemónico de las formas y el discurso, el impulsor de la energía negativa de la sinrazón, el hombre que descolocó a Occidente e ilustró las diferentes mentalidades entre dos hemisferios de una misma raza. El suicidio como forma de martirio no difiere en exceso de la abnegación de los cristianos de la Antigüedad. Nosotros, hombres conformistas en un universo de fe monetaria, vivimos nuestra existencia desde una tranquilidad previsible y tecnológica, diametralmente opuesta a la de los hermanos de la media luna. Ellos, y no es reprochable al ser su esfera completamente distinta, aun padecen el mal de lo místico que dio lugar a la presente confrontación, destinada a morir por inercia, desasosiego e inutilidad, palabra adecuada para resumir, y así lo refleja Amis, la actitud de las potencias de la coalición. Pasada la etapa Clinton la catástrofe de la ciudad de los rascacielos sirvió para encumbrar el lenguaje del padre fundador del neoconservadurismo: Ronald Reagan. Si en los ochenta se hablaba de guerra de las galaxias, en el siglo XXI la libertad duradera y el odio, furia de matiz religioso con tonos medievales, de un presidente inepto, G.W. Bush, catapultaron a Occidente hacia una igualdad de sinsentido con su rival. El primer desvarío fue, buscando equiparar la situación con la Segunda Guerra Mundial, inventar un eje del mal que sirviera para cumplir sus objetivos y aumentar el efecto paranoia entre la población. Irán y su presidente de nombre impronunciable, así como Corea del Norte, están a la espera. Irak no se salvaría. Amis afina la puntería al comentar la extraña reacción de Sadam ante la invasión. ¿Cómo no usó sus armas de destrucción masiva mientras los americanos bombardeaban sin piedad? ¿No se atrevió? La respuesta es obvia y bien conocida. La ocupación de los de las barras y estrellas es una vigilancia activa que vende una utopía imposible, la de la democracia completa en un país dividido en tres partes dispares, una marioneta al son de la música del vencedor, impotente guardián de la sangría en la que ha convertido la paz. Parte de culpa, además del ínclito Aznar, la tiene Tony Blair. El líder laborista de la tercera vía, el traidor a la socialdemocracia clásica vio como todo el crédito de una década como primer ministro se desvanecía de la noche a la mañana por apoyar, una tradición política vigente desde Winston Churchill, al primo lejano en sus triquiñuelas de dominio mundial. Amis tuvo la suerte de transcurrir unas jornadas con la víctima de la inercia histórica y comprobó la peculiar frialdad de un dirigente atónito al recibir preguntas difíciles y valeroso al aterrizar en Bagdad y palpar el peligro a escasos centímetros, un mandamás absolutamente estéril, pelele de las parcas que siguen tejiendo sus hilos hacia direcciones que no dependen tanto del misticismo deleznable del atentado como de los vaivenes de la diosa demografía, bien favorable a los pueblos marginados en contraste con nuestro escaso procrear, y mira, ya que estamos en ello, que pasamos minutos y más minutos hablando de sexo. Amis no está por la labor de joder, expone sus opiniones con datos contrastados y advierte de errores evitables que han transformado nuestra civilización en un lugar más inestable y volátil por capricho de unos pocos. La negatividad engendrada en nuestra década podría ser, así lo afirma un general norteamericano, una mezcla entre Disneyland y Apocalipse Now Redux, un caótico circo global henchido en opuestos que alzan la bandera de su lucha desde un cinismo excluyente para con el ciudadano, mudo sufridor de los movimientos de los ajedrecistas con afanes económicos y religiosos. El escritor, y ese es otro gran mensaje, debe finiquitar su pasividad y erigirse, otra vez, en interlocutor que se comunique con sus semejantes desde parámetros con voz propia para permitir otro canal reflexivo distante del corporativo al que nos hemos acostumbrado mientras parpadeábamos entre las galletas de Bush y la incontrolable insensatez bélica, pan nuestro de cada iraquí.


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