domingo, 13 de febrero de 2011
Las muchas vidas de John Lennon de Albert Goldman en Literaturas.com
Las muchas vidas de John Lennon de Albert Goldman, por Jordi Corominas i Julián
Imagínate siendo un monje nepalí con pocas posesiones y escasa comida. De repente recibes la biografía de John Lennon escrita por Albert Goldman. La lees, te quedas prendado por el personaje y asumes que Occidente es un mundo de locos necesitado de santos posmodernos para nadar y guardar la ropa. El proceso de canonización del Beatle rebelde no requirió instancias vaticanas y empezó en el mismo instante en que la prensa recogió la noticia de su asesinato el 8 de diciembre de 1980 a manos de Mark David Chapman. El cuerpo caliente de la popstar se convirtió en un vestigio idealizado que los arqueólogos restauraron a su gusto para generar una imagen positiva, la del ídolo que cantó a la paz y desafió lo establecido en una ensoñación que clamaba por la ausencia de posesiones. En ocasiones las palabras no se las lleva el viento, pero es muy sencillo alterar un contenido para hacerlo comercialmente viable. George, Paul y Ringo callaron para perpetuar la leyenda, y la vida continuó con un hombre encumbrado en un falso altar que se ha eternizado a base de merchandising, ocultaciones y un silencio que desaparecería si los acólitos leyeran los estudios que muchos historiadores han realizado sobre el chico nacido en Liverpool, el supuesto working class hero con la infancia truncada y una tía que saciaba sus caprichos para evitar sufrimientos.
En 1988 Goldman publicó su magna obra y atendió reacciones. McCartney y Yoko Ono criticaron su visión, que en realidad se ajusta a la que solemos encontrar en otros textos dedicados al autor de I Am the walrus, de personalidad oscilante, profundo desequilibrio emocional y una desesperada ansia de afecto para compensar su crecimiento de huérfano con padres pululando entre la desgracia y la diversión. La música fue su bálsamo, catarsis absoluta que le permitió abandonar su ciudad natal y forjarse una legendaria carrera en los sesenta junto a sus tres compañeros de grupo, entregados a la causa y felices por ser pioneros en una forma de fama insólita, puerta a la sociedad de consumo a través de melodías que desbordaron un vaso que pedía ser llenado de una nueva materia.
Lennon fue el líder hasta que su existencia tomó el sendero de la rutina. Los tres primeros años del cuarteto en la cima tienen su impronta. Acaparaba composiciones, era el rostro visible de la heterodoxia generacional y levantaba con orgullo la bandera del cambio. Sin embargo no supo aceptar su condición y sucumbió en su casa en las afueras, donde consumía televisión, tomaba un vasto catálogo de estupefacientes y mataba las horas en una inopia a la que contribuía fuertemente su desdén por Cinthya, esposa fiel y sumisa, compañera de hogar víctima de mil y una infidelidades. El otro reverso de la moneda Beatle era Paul, siempre hacia delante al residir en el centro de Londres e impregnarse junto a su compañera sentimental de la atmósfera vanguardista de ésa mágica década. McCartney, por inercia, suplantó a su socio en la cúspide del conjunto para darle un rostro irrepetible, de grupo más conocido a mejor banda de la Historia. Mientras eso acaecía Lennon sucumbía a sus inseguridades, ofreciendo grandes destellos de calidad que se desvanecieron al disolverse la formación en octubre de 1969.
Su último decenio fue atroz, como atroz es la opinión que esta biografía goza en los campos buenistas de la crítica. Ello se debe a que Goldman no se anda con chiquillas al dejar caer perlas que alimenta con buenas dosis narrativas, defecto que ensombrece su labor de abogado del diablo entregado a desvelar la bisexualidad de John con Brian Epstein, manager de The Beatles hasta 1967, y su decrepitud de la mano de Yoko Ono, quien no dudó al enamorar al británico para obtener la notoriedad que su talento le negaba. El romance de la famosa pareja fue un tormento propulsado por el fin del cuarteto de Liverpool, que ellos mismos precipitaron entre tonterías, camas, bolsas y una desagradable intolerancia a la que nadie resistió pese a intentarlo con denuedo. Abbey Road fue la tumba que dio paso a una acelerada descomposición de Lennon en los setenta, politizado, teledirigido y finalmente cautivo de su musa japonesa, ávida de dólares, heroína y notoriedad mundial. El guitarrista rítmico aceptó el juego y siguió produciendo música hasta 1975, cuando dijo basta y se sumergió en una espiral negativa de nulidad al estar controlado y atenazado por la mujer en la que quiso hallar una digna sustituta de la madre que nunca tuvo.
El lector podría pensar que Las muchas vidas de John Lennon es un despiece industrial a gran escala destinado a corromper una visión universal. No se equivoquen. Goldman parece admirar a su biografiado, por lo que su obra es más bien una elegía de lo que pudo ser y no fue entre lamentos, despropósitos, riñas idiotas y la típica ceguera de quien ha olvidado el significado de tener los pies en el suelo. El socarrón del gorro a lo Lenin y las gafas de abuelita fue un desdichado personaje, un maldito instalado en una vorágine negativa de la que no supo escapar. Desperdició un tesoro y eligió hurgar en la basura escondiéndolo a la opinión pública. Quizá, eso al menos expone el libro, en sus últimos meses caviló rebelarse y asumir las riendas. Un demente se lo impidió y los demás se encargaron de alimentar el negocio. El único fuerte reproche al volumen es que prefiere obviar las referencias científicas para facilitar la fluidez del relato, y quizá esas notas al pie que tanto añoramos serían su salvación del escarnio al que fue sometido hace veinte años. Seguramente el tiempo de la razón a Goldman, mientras tanto disfruten de la música, sean felices y recuerden que los claroscuros son una constante de normalidad. Rasgarse las vestiduras es una actividad estéril.
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2 comentarios:
Hola, me gustó mucho tu comentario de este libro. Lo estoy leyendo ahora mismo, y necesitaba algun marco de referencia. Saludos, Fernando
Gracias fernando, ya sabes que aquí estamos para cualquier consulta
un abrazo
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