jueves, 12 de noviembre de 2009
El crimen de los existencialistas en Bcn Week
El crimen de los existencialistas por Jordi Corominas i Julián
A principios de los años sesenta del siglo XX Europa se preparaba para revolucionar el mundo a través de propuestas culturales que rompían con el rancio olor decimonónico que aún invadía la atmósfera. En España nos conformábamos con Marisol y Lola Flores, quizá por eso, en una cantinela que se repite de generación a generación, nuestra plaza Real tenía fama de ser un tugurio inapropiado, refugio de jóvenes inconformistas que preferían el jazz y otro tipo de diversiones incómodas para el Régimen. Entre sus locales más representativos estaba el Jamboree, donde solía pasar más de una noche María del Pilar Alfaro Velasco, de 32 años y con una marcha increíble que le costó la separación de su primer marido, un fotógrafo cansado de sus infidelidades con el que tuvo dos hijas. Adquirida la libertad conyugal, María decidió pasárselo en grande en compañía de varios americanos que compartían con ella gustos fiesteros y musicales: Stephen Johnston, un profesor de idiomas al borde de la treintena; John Joseph Hand, de 38 años y desempleado, y James Wagner, desertor del ejército norteamericano en un base alemana, sin ningún conocimiento de castellano. La necesidad les había impulsado a perpetrar una argucia que abrió la puerta para delinquir. María, que unía a todos ellos y tenía un lío con Stephen, conoció a un vecino, Francisco Rovirosa, propietario de un taller de lámparas en la Calle Aragón 136, esquina con Villarroel. La chica intimó a propósito con el maduro empresario y a mediados de 1961 decidieron pasar un fin de semana en la idílica montaña de Montserrat. Cerca de Olessa un hombre les paró, sacó una pistola y les robó todo el dinero que llevaban, diez mil pesetas que sirvieron para montar esa misma noche un guateque de primera en el Jamboree. El atracador era Stephen, brillante ejecutor del plan de María, quien no contenta con lo obtenido cuenta a sus amigos la costumbre de Rovirosa de acudir cada sábado después de comer a su negocio para revisar la contabilidad. La idea tarda en madurar y se ejecuta el sábado 17 de noviembre de 1962. La chica y su amante estaban en Ibiza desde unos días antes para tener una coartada y encargan el robo a Wagner, a quien avisan de la peligrosidad del atraco, como si tuvieran miedo a fracasar en su intento. Armado con una maza y unos alicates fabricados en EE.UU da con el local gracias a un detallado mapa; ve el cierre metálico levantado a medias y encuentra al lamparero revisando facturas, lo amenaza con su arma y le insta a darle la combinación de la caja de caudales. Sorprendentemente halla resistencia y en el forcejeo recibe una leve herida; finalmente domina a su víctima y le asesta múltiples y mortales cuchilladas. Sale del establecimiento, se olvida una revista Time y sube a un coche donde le espera John Joseph Hand, quien le proporciona algunas prendas para cambiarse y no levantar sospechas antes de comprar un billete para el primer barco que zarpe del puerto.
El desertor cometió su crimen con 30 centraminas en su cuerpo.
Pasados diez minutos, un amigo de Rovirosa acude al lugar de los hechos y advierte a la policía. La suerte les sonrío en forma de carta amorosa de María. La localizaron en Ibiza con Stephen y en el interrogatorio se derrumbó y confesó la trama. Algunas versiones comentan que en su pasaporte guardaba una copia del mapa que dio a Wagner, mientras otras simplemente mencionan que se cubrió el rostro y cantó la lúgubre verdad.
En marzo de 1964 el crimen ocupó mucho espacio en la prensa internacional. Una miríada de periodistas británicos y estadounidenses acudieron al juicio. El fiscal hablaba del caso como el crimen de los existencialistas, aunque es muy probable que el grupo poco o nada supiera de Sartre y Camus. La plaza Real fue tildada de lugar turbio y confuso para los vive como quieras, y los acusados recibieron merecida condena. Wagner 30 años, María 23, Johnston y Hand 21 y sus esposas, consideradas cómplices, 12. El mismo año se juzgó a María por el delito de parricidio y homicidio en grado de tentativa en la persona de su marido, Joaquín Ramírez Picas. Los planos que la mujer hizo del estudio de su ex en Sant Boi de Llobregat no sirvieron para incriminarla. El fotógrafo la exculpó por el recuerdo de su antigua felicidad conyugal. Recuerdos.
Ilustración: Nil Bartolozzi
Etiquetas:
Crónica negra,
Franquismo
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2 comentarios:
Me encantan todos tus posts de crímenes, no me pierdo ninguno :)
Besos.
Lástima que no haya podcast de lo de la radio, me encantaria que lo escucharas.
Gracias y besosos
J
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