lunes, 23 de agosto de 2010
Mi diálogo con Rebeca Yanke en Revista de Letras
Diálogo con Rebeca Yanke, por Jordi Corominas i Julián
Por Jordi Corominas i Julián | Destacados | 20.08.10
El siete de octubre de 2009 era jueves y estaba en La Buena Vida de Madrid, al lado de Ópera. Acabábamos de presentar Matar en Barcelona y me puse a charlar con gente en la puerta. De repente, apareció Rebeca Yanke, que pasaba para saludar a Claudia Apablaza. Nos presentaron y al cabo de un tiempo una tal u minúscula dejó un comentario en mi blog: Corominas toca todos los palos. Me quedé intrigado, y cuando descubrí la asociación empecé a hablar mucho con Rebe y ahora somos muy amigos, sin que la frase sea de pacotilla, nada de carcoma del mundillo. Me sabe mal no poder entrevistarla en el coreano de al lado de su casa mientras reímos y comentamos la jugada. Sin embargo, suplimos muy bien la distancia Madrid-Barcelona con el correo, y este diálogo ha sido una continuación de nuestras conversaciones, quizá más seria, pero es que no cada día Rebeca Yanke publica un poemario, Infinitos corpúsculos, editado por la Diputación Provincial de Málaga en su colección Puerta del Mar.
En un momento del poemario hay una combinación donde se reflexiona sobre tu naturaleza de u minúscula. ¿Podrías explicar a los mortales que significado tiene para ti esa letra?
El significado que tiene para mí es absoluto, en tanto que es el nombre, o sobrenombre, que en un momento dado decidí ponerme a mí misma. Me siento una u minúscula más que Rebeca Yanke, Rebe, Rebecaria, Rebecoide o cualquier otro mote posible que me hayan puesto. Este nombre me lo puse yo, no me lo puso nadie. Esto para mí es importante. La historia comienza de la forma más tonta, una conversación con mi amiga María Robles, hace por lo menos siete años. Creo que nos preguntamos la una a la otra cuál era nuestra vocal preferida, y coincidimos en la u, en aquel momento sin pensar en minúsculas o mayúsculas. Nos pareció la vocal que nos describía, es más, la letra, y no consonante, vocal, y además la última. Nos interesó en aquel momento su fondo, sus fuertes paredes, la idea de que para alcanzar la superficie tuviera que escalar, y el abismo que se encuentra cuando llega arriba. Con el tiempo nos fuimos dando cuenta de que la u sólo se puede mantener estable cuando está del revés, y que al derecho tiende al desequilibrio, es decir, a columpiarse, pero no por propia iniciativa, sino por inercia. También tiene mucho que ver con un poema de Rimbaud, el de las Vocales y el juego de la sinestesia. U verde, dice Rimbaud, y también nos pareció correcto. Minúscula porque me parece lo más honesto, como la gracia, casi invisible, de la que habla Simone Weil:
“La Gracia es secreta, silenciosa, casi invisible, infinitamente pequeña, pero decisiva. Aunque sea infinitamente pequeña, la Gracia es una fuerza activa. Es exterior al mundo pero sus efectos son visibles. Permite al alma escaparse de las leyes similares a las de la gravedad material”.
Aunque se supone cerrada, la u es una vocal abierta, tiene cierta forma de vagina y a lo Whitman contiene multitudes.
Tienes un blog que se llama “Infinitos corpúsculos”. ¿Cual es su relación directa con el poemario visto que en el blog más bien sueles escribir aforismos? ¿Hay hermanamiento o infinitos corpúsculos tiene un significado que va mucho más allá de la red?
Me pareció adecuado que mi primer poemario se titulara como el blog, en tanto que todos los poemas del libro se escribieron en el blog, en primera instancia. Me pareció inevitable, en ningún momento concebí ningún otro título. Quizá, ahora que me haces pensar en ello, fue una forma de rendir tributo al lugar que desde 2007, ha hecho acopio de mi expresión minúscula, un espacio donde me he sentido muy libre de decir lo que me viniera en gana en cualquier momento. Tú dices que hago aforismos, yo no lo tengo tan claro, quizá algún escrito toma esa forma, pero no todos. Si algo ha primado en ese blog es la espontaneidad, todo está dicho al vuelo, en el momento en el que lo pienso, sin pensar más allá de eso. No ha habido ni hay preparación, pensamiento previo, sólo el discurrir de un pensamiento. El titulo proviene de un libro de Michel Houellebecq, el pasaje en el que el personaje de Christiane, tras acostarse con Bruno, le habla así:
“Todo es cosa de los corpúsculos de Krause… -Christiane sonrió-. Tienes que perdonarme, soy profesora de ciencias naturales. -Bebió un trago de Bushmills-. El tallo del clítoris, la corona, y el surco del glande están cubiertos de corpúsculos de Krause, llenos de terminaciones nerviosas. Al acariciarlos se desencadena en el cerebro una fuerte liberación de endorfinas. Todos los hombres y todas las mujeres tienen el clítoris y el glande cubiertos de corpúsculos de Krause; casi en idéntico número, hasta ahí es muy igualitario; pero hay otra cosa, tú lo sabes…”.
Lo que yo extraigo de esta lectura es que la u minúscula está formada por infinitos corpúsculos, pero no únicamente en el clítoris, sino en todo su yo, de ahí que se mencione, también en el blog, la idea de una u minúscula como una sensibilidad suspendida. Una hiperestesia que trata de controlarse a sí misma, una uminúscula que se reconoce tan capaz de gozar como de sufrir, y a veces incluso al mismo tiempo.
¿Cómo surgió la posibilidad de pasar de la red al papel?
La propuesta me llegó desde Málaga en septiembre u octubre del año pasado. La poeta malagueña Carmen López me dijo que le había hablado de lo que escribía en el blog a María Eloy-García, que en ese momento se hacía cargo, junto a Jesús Aguado y David Leo, de la colección Puerta del Mar. Carmen me preguntó si tenía algo preparado ya, pues corría prisa, al parecer. Increíblemente, ese agosto, es decir hace exactamente un año, había comenzado a ordenar algunas cosas, la primera vez que le daba un sentido más allá de lo inmediato a lo que escribía. Lo que intenté en ese momento, antes de saber lo que pasaría después, fue organizar una historia, o lo que a mí me parecía una presentación de Rebeca Yanke como uminúscula. Cuando me pidieron que enviara un poemario lo que intenté fue completarlo, sacarle verdadero sentido. Hice poca edición. Apenas hago edición, en ningún contexto. Quité algunos poemas y añadí algún otro.
Aclarado este punto me gustaría que comentaras cómo seleccionaste los poemas. ¿Buscaste una unidad temática, que en ocasiones es totalmente mental, o los elegiste en función de su variedad estética? Ya que te conozco un poco, matiza si quieres lo de variedad estética.
La unidad temática, si es que la tiene, es únicamente la u minúscula, como concepto, como personalidad, como desafío y, en ocasiones, como destrucción personal, es decir la diseminación de yoes, y la descripción de ciertos estados mentales, de las lecturas que me revolvían. También hay muchos escritos que me parecen más coloquiales, o más referenciales, ¿más pragmáticos, quizá? Más ligados a un devenir, pero el del día a día en mi vida, en el periódico, en el autobús, en el viaje que me esté sucediendo en ese momento, bien real, bien imaginario, o cosas tan tontas, pero que cobran tanto sentido tras la reflexión, como abrir la puerta a un testigo de Jehová, ya sabes, teniendo en las manos un libro titulado Lo real.
El día a día se percibe por pequeñas reflexiones que me llevan a otro punto: el carácter confesional del poemario, que parece afirmar y lanzar deseos desde una contradicción porque estás siempre dispuesta al cambio, pero preferirías no hacerlo, y eso que a veces únicamente estás. ¿Es la unión de los puntos opuestos lo que configura tu yo poético?
Es bastante probable que así sea, que sea la contradicción la que me opera, si se entiende la expresión. La que hace la fuerza o me fuerza. Me impele o me lleva. Desde luego que preferiría no hacerlo, por eso este libro seguramente ha tardado tanto tiempo en serlo. También es cierto lo del carácter confesional. Es una confesión de la primera a la última página, en ocasiones un tanto críptica, y creo que esto tiene mucho que ver con mi actividad periodística, donde prima, supuestamente, la claridad de conceptos, y también con otro tipo de forma de escritura que desarrollé durante mucho tiempo y que, posiblemente, siga haciendo en el futuro. Yo era muy story-teller, y por profesión muy ligada al reportaje, a las cosas que se cuentan, o se intentan contar, tal como son, o parecen. Quizá por eso me nace la u minúscula, la necesidad de expresarme de forma más velada, y al mismo tiempo demasiado impulsiva y espontánea. Por tanto sí, seguramente la unión de polos opuestos configura mi yo poético.
En los no lugares no llueve. Creo que en tus corpúsculos hay un gen de mostrar el espacio desde el interior de la mente, no paseas, el exterior es un punto de partida para reflejar moralidades o máximas, ¿me equivoco?
El exterior es una excusa, pero una excusa poderosísima, para llegar al adentro. El Afuera, que tanto juega da, a la hora, valga la redundancia, de jugar. En general casi todo me genera una posibilidad, y en cualquier circunstancia veo otras, y en cualquier palabra infinitos contextos. Ahora bien, no tengo claro que llegue a hacer moralidades, ni máximas. Más bien mínimas, si me permites el guiño.
Bueno, pero esas mínimas son máximas de comportamiento personal imperfecto, y eso es precioso porque la poesía suele ser muy atribulada, una señora emperifollada que siempre que surcar los mares de la excelencia, y en cambio tu hablas de sentirte más yo con el error, un yo herido cíclicamente que quiere abrirse al mundo como sea: si no puedes querer a unos, quiere a otros.
Lo que yo tengo, o tiene la u minúscula, es una tendencia a recortar, a decir cuánto menos posible, a ceñirse a lo estrictamente necesario. En ese sentido sí son máximas de comportamiento personal imperfecto, expresión que me parece un corpúsculo sin dudarlo. Comportamiento personal imperfecto, y en el proceso posiblemente huyo de lo barroco, y pienso siempre, o más, en restar. Tengo un freno, creo, y esto puede ser tanto bueno como malo, pero que a veces consigue sostener un concepto en pocas palabras. Y en realidad es algo complicado llegar a decir algo diciendo poco.
Por otro lado el error me parece un arma de creación, y la excelencia sin embargo no es algo que yo tenga en absoluto presente a la hora de escribir. No es la excelencia lo que me interesa, ni en mí ni en los demás. A mí lo que me interesa es la intención. No las intenciones, la intención. Uso mi herida pero sobre todo uso mi cicatriz.
Por otra parte esa imperfección se manifiesta en una voluntad de ir más allá. ¿Lo expresas sólo en sentido vital o crees que tu poesía puede virar hacia otras formas?
En cuanto al más allá, que es exactamente donde se sitúa la u minúscula en el blog, es ése su asiento, lo cierto es que dudo. In dubbio pro nobis, titulé el otro día algo. El hecho de lo mínimo es en realidad un acto de valentía y de cobardía al mismo tiempo. Pero es que a mí me da mucha pereza hablar en largo, contar muchas cosas, decir, decir, opinar, todo eso me resulta bastante agotador, en realidad. No sé si me instalé en la brevedad, no creo. Pienso que ha sido un proceso que me ha dado mucho, pero no descarto otras formas de expresión. En ellas trabajo.
¿Y cuales son estas otras formas de expresión en las que trabajas?
No sé cómo llamarlas. No sé qué son. Trabajo en una especie de revisión de las Notas sobre el cinematógrafo de Robert Bresson, uno de mis libros preferidos, ése sí que es un libro de máximas. También trabajo últimamente con Sade y Masoch. Seguramente habrás leído a Alain Robbe-Grillet pero, ¿sabes que su mujer escribía novelas sadomasoquistas? Trabajo sobre lo que leo, en realidad. Reimpresiones y desvelos. Lectura hecha carne. A veces pienso que debería dejarme de historias y escribir cuentos para niños, o para jóvenes. Ya que me preguntas por el periodismo. Durante varios años trabajé en un suplemento llamado Aula, especializado en jovenzuelos entre 14 y 18 años. Durante ese tiempo releí todos los libros que fueron lectura en mi adolescencia para hacer reseñas, fue bastante increíble para mí todo aquello, muy revulsivo y a veces bastante doloroso.
Dices que te resulta agotador contar muchas cosas, y seguramente por eso lo haces en poco espacio. Gil de Biedma decía que escribía poesía porque lo de la novela era demasiado cansado, demasiadas horas entregado a la literatura. Sabiendo que eres periodista, ¿Qué te aporta tu profesión en tu yo poético? (Y viceversa).
Creo que la formación y la profesión periodística aporta poco a mi poesía (me parece algo grandilocuente usar esta palabra, en realidad). El periodismo es, lamentablemente, antipoético en la mayoría de los casos. Pero sí da fogonazos, instantes que sí son poéticos y eso es en realidad lo que a mí me interesa. Me interesa la gente que vive poéticamente más que la que escribe poesía. En cuanto a lo que, tra virgolette, mi lado poético puede aportar al trabajo periodístico, lamentablemente también, es de nuevo poco. A veces consigues que algo suene bien, pero en contadas ocasiones se da la oportunidad puesto que en una redacción, aunque es triste y paradójico, no manda la palabra.
¿A qué obedecen los cinco apartados del poemario?
Hasta el momento esta cuestión es la más complicada, Jordi. Lo cierto es que cuando comencé a pensar en la respuesta agarré un ejemplar de los corpúsculos y sentí si no verdaderamente que lo observaba y lo tocaba por primera vez, es decir como hago con cualquier libro de cualquier persona que llega a mis manos, al menos sí de una forma distinta. Un encuentro con la textura del libro, no sé si me explico. Y una observación desde lo más Afuera que haya podido sentir hacia él. Todavía sigo ahí. Pensando en la división de capítulos. Pero ya he pensado bastante rato. Los capítulos, per se, me parecieron necesarios en el momento en que, además de estar yo con unos textos, alguien se interesó por ellos. Supongo que necesité, o me pareció adecuada, algún tipo de estructura. Pero esto te lo digo a posteriori, no creo que fuera pensado.
Estados rudimentarios donde todas las estupideces andan sueltas. Qué largo, ¿no? Me parece que es una mención a mi concepto de uminúscula, a qué se cree ella que es, río un poco aquí. Estado rudimentario. Su forma de encajar en un abecedario. En un alfabeto. En una frase. En un compendio. En un libro. No sé si me explico bien. La segunda parte, que es muy breve, me parece que contiene alguna de las reflexiones más difíciles, de hacer, aunque quizá no tanto de sobrellevar. O sea, entre vivirlo en carne y ponerlo en papel, que es carne también, y que conduce a la tercera parte, Eg(g)o, que es en realidad donde está una idea que me parece bastante general. Esa lucha, esa g que se interpone. Ser huevo y encontrar el ego. El capítulo 4, el de las Austeridades, me gusta especialmente, porque contiene algo de humor. Cosa que tampoco pretendí en su momento, o cuando lo escribí. Pero hay gente que dice que ha reído leyendo esos poemas sobre mis encuentros con los Testigos de Jehová, y eso me parece genial, porque yo cuando he reído leyendo poesía me he sentido muy feliz. Me parece algo muy grande. Y el quinto, Entre púa y punzón, es la quinta punta. Un espacio ofrecido a la lujuria. A una lujuria minúscula pero, no diré poderosa, diré capaz.
Entre tus referentes siempre parecen estar en un podio imaginario Derrida, Deleuze, Bresson. ¿Qué influencia tienen en tu poesía y en tu pensamiento?
Es posible que los periodistas tengan una parte de responsabilidad en esta crisis de la literatura. Es obvio que siempre los periodistas han escrito libros. Pero, cuando lo hacían, se introducían en otra forma diferente de la del diario, se convertían en escritores. La situación ha cambiado, porque el periodista ha llegado a convencerse de que la forma libro le pertenece de pleno derecho, de que no cuesta ningún trabajo llegar a esta forma. Inmediatamente, el cuerpo periodístico ha conquistado la literatura. De ahí una de las figuras de la novela estándar, algo así como Edipo en las colonias, los viajes de un reportero, incluyendo su búsqueda personal de mujeres o de padres. Esta situación repercute sobre todos los escritores: el escritor ha de convertirse en periodista de sí mismo y de su obra. En el fondo, todo queda entre el periodista–autor y el periodista–crítico, y el libro no es más que un testigo que ambos se pasan, apenas necesario. Porque el libro no es más que un resultado de experiencias, de actividades, de intenciones, de finalidades que se despliegan en otro lugar. Se ha convertido él mismo en un registro. Así que todo el mundo parece llevar un libro dentro (y se siente como si lo llevase), a poco que tenga un empleo o simplemente una familia, un padre enfermo, un jefe abusivo. Cada uno tiene su novela en su familia o en su profesión… Se ha olvidado que la literatura implica, para todo el mundo, una búsqueda y un trabajo muy especial, una intención creadora específica que sólo puede tener lugar en la propia literatura, que no se encarga para nada de recibir los residuos directos de las actividades o intenciones de otra naturaleza. Es la “secundarización” del libro, bajo la máscara de promoción mercantil.
Ahí te dejo ese Deleuze, por lo pronto. No sé, me gusta leerlos. Me gusta sentirme atacada por hacerlo. Hay una especie de batalla, lo noto. Hay apasionados por Deleuze y Derrida y hay quien no puede soportarlos. Mi amigo Ángel me explicó una vez que eso es lo que suele pasar con las personas que realmente son interesantes, que a veces, sobre todo cuando comienzas a conocerlas, no sabes con seguridad si te parecen muy grandes o bien gilipollas. Como si en esa inquietud, en esa intriga, se encontrara la grandeza. Me gusta leer filosofía pero creo que a estos dos los leo como poetas. Y Bresson… es que tengo predilección, sobre todo por la peli del burrito, Au hasard Baltasar, y porque las Notas sobre el cinematógrafo me parecen, hablando en plata, acojonantes.
Partiendo de esa base, y de otras, todo libro es un artefacto, pero el periodista, al dominar determinadas técnicas más efectistas, puede ser más artificial en la construcción del manuscrito, y eso choca con tus Infinitos corpúsculos, que en mi modesta opinión tienen una especie de pureza pensada, hay una naturalidad que nunca se halla en el relato periodístico. ¿Me puedes decir algo en relación a eso o es que se me va demasiado la cabeza?
Como diría el poeta Neorrabioso, hay que devolver a la bondad todo lo que le hemos robado. No creo que se te vaya la cabeza, a ti, nunca. En serio. A mí el periodismo me sostiene y me gusta. El periodismo me importa. Hacer entrevistas es algo precioso, reportajes a veces más. Preguntar, preguntar, aprender y entender. Puede ser algo maravilloso. Pero yo necesito bordear. La u bordea, quizá a veces incluso se extralimita y, sobre todo, elige donde, o hacia donde, se da.
Ya casi a modo de conclusión me parece adecuado resaltar que hablas de extralimitarte, verbo contradictorio porque significa que aceptas la existencia de un límite, cuando en poesía, pese a todo el agobio de la tradición y lo pacato del panorama, lo ideal seria no ponerse ningún tipo de traba.
Lo ideal es que las personas hagan lo que les nace. Lo ideal es también que los limites de cada uno no sean los de los demás. Pero yo creo mucho en los límites, sí. Creo que existen, creo que a veces pueden superarse y creo que sirven. Por ejemplo, el concepto de responsabilidad puede ser un límite: ¿Qué estoy haciendo, de verdad quiero decir esto, de verdad quiero que alguien lo lea, de verdad creo que es algo, que merece la pena?
La mera decisión de publicarlo implica que algo en tu inconsciente cree que merece la pena que otros lo vean. ¿Qué le dirías como motivo para leer y empaparse de tus Infinitos corpúsculos?
Bien visto. No hubiera podido publicarlo sin el ánimo que me infunden muchas personas. No creo que el libro sea un acto personal. No únicamente, al menos. El Neorrabioso me dice que mi aparato de propaganda es fatal, que es casi contrapropaganda. No lo sé. Me da pudor. Esta entrevista me da pudor, ya te lo he dicho, en la pregunta cinco, creo, pero aquello era off the record, ¿no? Un mail muy Rebe: Jordiiiiiiii, me da pudorrrrrrrrr. Así que la razón que puedo dar para que alguien lo lea es precisamente ésa, que intenté atravesar un límite, superarlo, y que fue el límite del pudor.
Pudor en catalán significa peste, tufo, y en la literatura española de los últimos años lo que dices de superar esa barrera del pudor me parece un ejercicio de honestidad, máxime cuando día a día nos quieren vender a grandes escritores mediante fotos, una notable sobreexposición de actitudes modernas y desfiles de moda en dominicales que poco o nada tienen que ver con lo literario, porque se ignora el contenido y se tiende hacia un estúpido barroco mediático. Cómo analizas el fenómeno desde la doble óptica poética y periodística. ¿Es una especie de suicidio de la calidad para privilegiar la banalidad?
Qué pregunta tan difícil. Lo que puedo decir, desde la óptica periodística, por ejemplo, es que a menudo lo que sale adelante en los medios está más impregnado de arbitrariedad de lo que podamos imaginar. Eso es un problema. Si nos atenemos estrictamente a lo literario, es realmente complicado ‘colocar’ un libro, para que se escriba sobre él, para que alguien diga algo de ese libro, una crítica elogiosa, o no, o que lo incluya en un reportaje sobre algo, preferiblemente, ‘novedoso’, o que aglutine una serie de conceptos que, en ese momento, pueden interesar, y esto es así, a la persona encargada de turno. Arbitrariedad y dificultades varias. ¿Poesía? Venga. Yo soy la rara de un periódico porque todo lo relaciono con poemas. Otros lo serán por su afición a la numismática o a las setas. Así que una forma de hacer interesante la poesía, si es que me preguntas exactamente sobre sus mecanismos hacia fuera, una forma de conseguir que hagan algo de caso a esa poesía, entiendo que es, inevitablemente, decir que es nueva, distinta, diferente, revolucionaria, generacional, moderna, innovadora, o eso que se suele decir en casi todos los reportajes de moda femenina: dinámica y urbana. Moda dinámica y urbana. Poesía dinámica y urbana. Mujer dinámica y urbana… No sé si me explico un poco. Si debo analizarlo desde una óptica poética, según tu pregunta, la verdad es que no sabría cómo. Déjame pensarlo un poco.
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