viernes, 25 de marzo de 2011
Crónica del show loopoético en La Papa, sábado 19 de marzo de 2011
Sábado 19, San José. Loopoesía tiene un padre y una madre, que lo sé yo. Dieron al niño muchas patatas y, bien alimentado, pudo volver al Poble Sec para actuar en 2011 justo al lado de la Iglesia en que bautizaron a Joan Salvat-Papasseit. La Papa era el objetivo. Actuamos en ella otro día 19, pero de 2009. Fue un éxito que sólo se vio mermado por las paredes del local, grises y compresoras, como si achicaran el espacio creando un extraño efecto para el público.
Llegamos al local pronto para preparar las cosas. Encendimos el mágico ordenador, salió nuestro nombre en el proyector y, de repente, Roser Amills y Víctor Amela vinieron a saludarnos. Charlamos un rato, reímos menos de lo que debemos, ya saben que el tiempo apremia, y nos pusimos manos a la obra. Al cabo de un rato aparecieron los Delaonion, que venían con ganas de liarla a la italiana, con un jersey a rayas, mozzarella y la estupenda corbata mafiosa de Juan Vico, más padrino que Vito Corleone, también más guapo.
Fue relativamente sencillo preparar el conjunto. Iniciamos el recital poético con pocas personas, fieles a las que se fueron añadiendo otras caras menos conocidas a lo largo de la velada, lo que siempre es de agradecer porque estos recién llegados no saben con que se encontrarán, algo que estimula una barbaridad. Delaonion estuvo excelsa, se nota el paso de los recitales. Los cinco poetas afinaron su voz, deleitaron y hasta alguno hizo, Iván Humanes, que el público se muriera de la risa. Hubo variedad lírica, buen rollo y una cebolla proyectada que devoramos de madrugada en un plato de pasta.
Loopoesia es amor. Ese día Jean Martin no tenía muy buenas sensaciones. Por la tarde preparó el show y se notaba flojo, escaso de energía. Se vistió en el camerino, abrazó a Farigola y procedió al anuncio del inminente show, bien condimentado por las proyecciones, espectaculares e inmensas en el muro. Era tarde, los vecinos unos quejitas y la música sonó más bajo de lo normal, pero no importó en absoluto. Fue subirse a las tablas y entender que el mundo estaba en orden. Los cincuenta y siete minutos pasaron volando y permitieron innovar sobre la estructura, algo que en parte se debió a un ligero despiste en minucias significantes y a la necesidad que tenemos de reinventarnos en función del espacio, que al ser ligeramente esquivo hizo que Lola intensificara su esfuerzo y Jean saliera de su guarida para desarrollar una serie de gestos mímicos relacionados con lo narrado. Fue el negro con lanza, un cadáver y hasta se atrevió con el número especial de tú eres cristina, donde imitó hasta el extremo las muecas de un retrasado mental. Algunos dirán que hacerlo es excesivo. No, porque en ningún momento hay una intención burlesca, más bien lo contrario ya que el poemario narra la similitud entre nuestro querido bosquimano y el chico que sólo tuvo un momento de amor que le marcó para el resto de sus días. Ese fragmento es difícil de comprender porque mezcla versos, música que quiere ser el cerebro del joven y un delirio a pruebas de bombas. Potenciando el trozo conseguimos coherencia, que al fin y al cabo permite incitar aún más a la reflexión mediante el contenido.
Hablábamos de despiste, pero la verdad, no fue para tanto. Cometimos dos leves errores que subsanamos alterando muy levemente el orden. Tiramos los confetis en otro momento y ondeamos el palo con la cabeza de la muñeca verde, Cristina, un minuto más tarde de lo normal. Lo demás fue como la seda, aunque cabe reconocer que el sitio coartaba un poco nuestros movimientos. ¿Qué sucede cuando percibes eso? Lo das todo. Jean Martin intentándose comer el escenario y el micro, su amigo, con cambios vocales, mil posturas físicas, rabia expresiva y deseo de transmitir. Lola con su talento siempre in crescendo, deslumbró, no es ninguna novedad, pero yo estaba detrás, escondido ejercitándome para volver, y palpaba su desatada racionalidad en acción. Se me caía la baba. Lo bueno del nuevo show es que encontraremos por la carretera factores que nos desestabilicen, pero ya sabemos, y aquí somos objetivos, que la cosa funciona, que hemos dado con una tecla justa. No tuvimos la magnífica exhuberancia del Inusual, aunque sí la profesionalidad que Loopoesía requiere, clave básica que simplemente es la exigencia de perfeccionarse a cada espectáculo y hallar matices que lo completen, como se observa en el momento amoroso, el mejor hasta la fecha, o el striptease final, acompasado en función de la música, con la ropa por los suelos a toque de instrumento y tensión interpretativa.
Los cuatro primeros shows del año concluyen con un extraordinario balance. En el Freedonia inauguramos la estación del negro sobreexcitados y de ello salió un show cargado de adrenalina que nos dio pistas de lo que debíamos hacer y abandonar. En el Macondo moderamos los tempos y en el Inusual los concretamos aún a sabiendas de determinados fallos subsanables. En La Papa faltó la comodidad del espacio, pero aprendimos otras lecciones para el futuro. La solidez nos ampara y prometemos que si os hemos gustado hasta la fecha lo que viene será el no va más. Nuestro hijo es muy especial, hay que domarlo. Work in progress. Felicidad.
Próxima agenda loopoética
Jueves 7 de abril en El Colmado (Calle de la Cera 35, Barcelona, barrio del Raval)
Viernes 29 de abril en la Nau Iwanov (a confirmar)
Miércoles 11 de mayo en Elèctric Bar ( Travessera de Gràcia 233, Barcelona, Barrio de Gracia)
Viernes 13 de mayo en Fnac Callao (Madrid)
Lunes 16 de mayo en El Arco de la Virgen (Carrer de la Verge 10, Barcelona)
Loopoesia es amor
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