lunes, 7 de marzo de 2011

Diálogo con Agustín Fernández Mallo en Revista de Letras




Conversación con Agustín Fernández Mallo
Por Jordi Corominas i Julián | Destacados | 25.02.11


Pasada la fiebre Nocilla ha llegado el momento idóneo para valorar la obra de Agustín Fernández Mallo, un escritor que desde una absoluta independencia forja su camino ajeno al ruido que generan sus pasos.

Cuando la cartelera cinematográfica nos anuncia un nuevo remake bajamos la cabeza, preocupados por la escasa imaginación de los directores. No aborden la lectura de El hacedor (de Borges), Remake (Alfaguara) desde la negatividad, es una pequeña joyita creada con minuciosidad artesanal que mezcla géneros, se divierte con la física, enlaza prosas, reparte poesía y regala al lector una magnífica oportunidad para la reflexión, ampliable con enlaces y un sinfín de posibilidades digitales que dan el libro otra valía al prolongarlo más allá de las páginas.

Pasadas las horas constato que me dejé muchas preguntas en el tintero. Elevaciones milimétricas del suelo en el aeropuerto. La fundación de la quiniela en el evangelio. La matemática de un código en Nueva York. El rastro de Anna en Lisca Bianca. Siempre repetimos ventana y la Calle Balmes nos ignora, completamente.



¿Cómo surge la idea de hacer un remake de El hacedor de Borges?


Leí El Hacedor de Borges con dieciocho o diecinueve años y me fascinó desde el principio. Narra desde elementos fríos, supuestamente poco literarios, como la matemática o la metafísica. Por aquel entonces ya veía que en las ciencias había una poesía, pero no sabía el modo de plasmarlo literariamente. Al leer el libro de Borges entendí que alguien ya lo había hecho. Eso me dio ánimos a intentar mi propia estética y mi propio camino. Pasó el tiempo, fui construyendo versos, la trilogía…

Y evidentemente tu remake tiene una estrecha relación con la trilogía Nocilla y todo tu trabajo anterior.

Por supuesto, todo esta ahí, obsesiones, temas. En 2004, entre la finalización de Nocilla Dream y el inicio de Nocilla Experience, vi que cada relectura de El hacedor me proponía en cada cuento nuevas historias, historias tangenciales a los cuentos, ideas que se disparaban solas…¿Por qué no iba a hacer un remake si me inspiraba tanto? Me lo tomé como un juego, un juego apasionado y serio.


Pero claro, al tomártelo así podías hacerlo con tiempo, sin plazos, construyendo el puzzle poco a poco.


Muy tranquilamente, estuve seis años. Lo terminé en diciembre de 2010 y ha sido un proceso muy satisfactorio. Quizá alguien piense que lo hice por crear algo raro, pero no, fue por el mero placer de investigar mi estética y como respuesta a un impulso creativo muy fuerte, muy intenso.


Releí El hacedor de Jorge Luis Borges hace poco y recordé sus constantes de pasado, permanencia y sueño. Supongo que usaste estos como excusas para desarrollar lo que querías plantear.


Según cómo se mire. Lo que hice fue coger en cada cuento la idea final que Borges me comunicaba, y a partir de la misma elaboraba mi propio cuento, un doble deformado en un espejo. Con los poemas operé de otra manera. Lo que me inspiraba el título determinaba la transformación.

En la parte de los poemas lo que resalta en relación a otros libros es que te desatas más con el humor y la experimentación a partir de las cosas.


Mucho más, y yo mismo me sorprendía, porque no soy tan dado en mis poemarios a poner un humor tan explícito, ni tampoco tiendo a ser tan visual. Suelo usar un humor más sintético.

Supongo que también influye el querer quitarle solemnidad al asunto.

Sí, con respeto. Por otra parte este experimento prueba que Borges es un escritor contemporáneo a nosotros, porque admite una relectura que vive, lo malo y triste sería que no nos inspirara nada.

Yo entiendo el remake como la evolución de la historia en función del tiempo transcurrido. No podías reescribir la obra basándote en el contexto de 1960.

Claro, es una adaptación a nuestra época, y reitero, hecho con respeto, yendo totalmente a mi aire, sin meterme con nadie.

Bien que haces.

Paso de navajas y estas cosas.

Lo pensaba antes. Estás apartado totalmente de discusiones y movidas varias, bastante absurdas.

Totalmente. Paso. Gastaría tanta energía y tanto tiempo en criticar a los demás para… ¿Para qué? Sigo mi camino y mi estética. Lo que voy a decir parecerá algo altivo, pero estoy convencido. Mi literatura no necesita para darse a conocer de ese tipo de aderezos de un escritor que se pasa el día hablando de los demás para destacar y ganar notoriedad.

Mejor que hablen los libros. Me parece surrealista toda la campaña creada para identificar a un grupo de escritores a partir de la trilogía Nocilla, sobre todo porque, pese a evidentes vínculos generacionales, al fin y al cabo tienes un camino muy propio y no te veo metido en políticas grupales.

Para nada. Tengo amigos como todo el mundo. Tengo un blog bastante leído y nunca he hablado mal de nadie ni de ningún libro. Ya lo dijiste. Sigo mi camino y es lo que he hecho aquí.



¿Consideras que El hacedor es una evolución en relación a obras anteriores?

Sí, no hay ningún tipo de ruptura con mi estilo y pensamiento. Están mis obsesiones de siempre. Por ejemplo, las ciencias. Cómo las ciencias pueden ser sublimadas y llegar a un elemento poético, sacando de quicio teorías científicas. Está el asunto del doble, del clon. Hay un cuento, Mutaciones, donde rehago la caminata de Robert Smithson y de este modo abordo también el arte conceptual y el Land Art.


Tus obsesiones resaltan más que en las Nocillas.


Mucho más. En parte El hacedor es un destilado de muchas cosas que hice antes.

Expones la física de manera lúdica.

Evidentemente. Date cuenta que en Mutaciones rehago la caminata de Smithson a través de Google Earth. La hice y era fascinante.

¿Sólo en Google Earth?

Sólo con Google Earth. Se me ponía la piel de gallina viendo esa calle, pensando que por ese punto pasó el tío, y aquí había… Fue una especie de búsqueda de la isla del tesoro. ¿ Qué es Google Earth sino un clon del mapa?


Además insistes mucho en la idea de cartografía antes de Google Earth.


Sí, y también, viéndolo desde otro punto de vista, es importante el laberinto. Veo Mutaciones como una redefinición del laberinto a través de una deriva en varios escenarios.


Y eso enlaza con Borges y su idea de la permanencia. Tú revisitas espacios buscando entender sus transformaciones.


Y en ése intento de entender surgen elementos poéticos.

La idea de captar la totalidad mediante objetos pequeños.

La epifanía o la microepifanía. Para mí es fundamental. Ver cómo un objeto común se revela como algo único. Eso es el acto poético en sí. De repente cogemos esta copa (ndlr: la que estaba en nuestra mesa) y alguien la mueve y la ve como nadie la ha visto hasta ahora. Como si un marciano bajase al Planeta Tierra y le preguntaran qué es esto. Seguramente diría un disparate. Ver la realidad como un extraterrestre recién aterrizado.




Tienes que ser ingenuo con la realidad.

Sí. Este libro lo he escrito con mucha ingenuidad, sin ninguna picardía.

Y eso da libertad porque no te ciñes a ninguna premisa que te limite.

Sí, y también hay otra cosa muy importante: el corazón, el amor, entendido en un sentido amplio. Cuando narras de cualquier cosa, como este azucarillo, tienes que estar en ese instante profundamente enamorado del azucarillo para penetrar en él, verlo, aprehenderlo.

Tratando estas epifanías no haces realismo puro, pero sí una forma de realismo.

Es sorprenderse.

Un realismo poético.

Sí, porque para la poesía ése giro que le das es real.

Pero en prosa no se estila en absoluto.

En prosa prima la acción, y francamente sólo me interesa la acción como complemento a algo, como un vehículo de narración, pero no me interesa en si misma.


Y en El hacedor la acción son los enlaces entre textos.


Eso es, pero ya es una acción que no depende tanto del tiempo, porque normalmente la acción presupone un verbo, alguien que hace algo. En la unión entre objetos el tiempo no interviene, es un tiempo topológico, no cronológico.

¿Me lo puedes concretar un poco más?

El tiempo del reloj no anima tanto mis historias y mi poética, lo hacen enlaces abstractos que puede haber entre diferentes objetos. Y esos enlaces se desarrollan en superficies reales o abstractas, a la manera matemática. Ahora mismo estoy trabajando mucho en la idea que en Internet prima mucho más el tiempo topológico, con los enlaces, que el cronológico.



En este sentido me sorprendió la dos versiones que haces de Blind Pew mediante su casi infinita traducción progresiva en Google Translator. Internet nos da la posibilidad de transformar el lenguaje de manera brutal.


Coges una herramienta que en principio es para apretar tornillos y con eso haces un objeto poético.

La primera versión es comprensible, la segunda es surrealista.

Sí, algo pasó por el camino (risas).

Es una pieza símbolo, quizá el colofón de la parte lírica del libro.


Para mí la pieza más redonda, es El arrepentimiento de Heráclito, no le sobra ni le falta nada. SMS y e-mails que la gente enviaba en las Torres Gemelas antes del atentado. Se compone de tres elementos: un título, un bloque y al final los mensajes. Con esa trilogía redefines el pensamiento occidental. ¿De qué se arrepiente Heráclito?


Y la parte lírica cierra el volumen, pero el libro tiene una continuidad en la red y en sus contenidos electrónicos, materiales que facilitan la comprensión de toda la idea.


Y están los vídeos que hice este verano en Buenos Aires, Montevideo y Nueva York, una experiencia fascinante.

El libro trasciende el propio libro, no abarca todo lo que una persona puede decir. No creo que desaparezca el libro tradicional, pero sí es necesario que exista la posibilidad de extenderlo fuera de la página.

Incluso te puedo decir que mientras hacía los vídeos y la música sentía como si trabajara con barro, con algo muy primitivo que está empezando. Podía haber encargado el material audiovisual, pero quería hacerlo con una cámara que me cupiera en el bolsillo, tocar las imágenes con mis manos, montarlas, soltarlas y ver como mi poética se iba creando a través de imágenes, aunque fueran de mala calidad. ¿Qué más me da trabajar con barro que con mármol?

Es básico expresar lo que deseas, sin trabas.


Y me permitía no salir del rectángulo de mi mesa de trabajo, la independencia del escritor haciendo cine y música.

Quizá, por la inclusión de nuevos materiales El hacedor tarde más en ser entendido plenamente. Hay mucha gente que aún no tiene, por ejemplo, tabletas electrónicas.

Pero no tengo culpa, ya he planteado mi proyecto literario. No sé si es el primero que se plantea con experimentos sonoros, vídeos y links a la red. Lo hice por inquietud.



Y ya lo hiciste antes.

Sí, hice el documental de sesenta minutos sobre el proyecto Nocilla, no hay intención alguna de épater le bourgeois.

Tardaste seis años en escribir El hacedor. ¿Qué proyectos barajas actualmente? Vas poco a poco pero juntas muchas cosas.

Tengo muchas cosas en marcha, pero, y siempre me pasa, no sé muy bien qué son. Estoy con un ensayo fuerte, duro, donde investigo las conexiones entre matemática y poesía. También tengo tres textos que aún no sé si serán novelas, cortas o muy largas. Finalmente estoy trabajando en un poemario que me tiene muy ilusionado, quiero editarlo el próximo año.

Siempre me hablas con más cariño de la poesía.

Claro, pero porque para mi en todo lo que hago ha de haber algo poético, porque de otro modo no tiene ningún valor.

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