jueves, 9 de junio de 2011

Diario de un intoxicado de Jules Boissière y ¡De eso nada! de D.H. Lawrence en Revista de Letras



Dos grandes miniaturas de lo prohibido: “Diario de un intoxicado”, de Jules Boissière y “¡De eso nada!”, de D. H. Lawrence
Por Jordi Corominas i Julián | Reseñas | 8.06.11


Diario de un intoxicado. Jules Boissière
Traducción de Robert Juan-Cantavella
Alpha Decay (Barcelona, 2011)

¡De eso nada!. D. H. Lawrence
Traducción de Albert Fuentes y Xavier Zambrano
(Alpha Decay, 2011)


Advertencia para el consumidor. Los minis de Alpha Decay son un poco como los donuts. Si sólo compras uno de los volúmenes sufrirás la maldición infernal. Tu mente quedará inconclusa. Vasos comunicantes. Sí, sé que sigues las novedades literarias. El par es la norma de la colección. En su penúltima entrega la cosa iba de autores españoles jóvenes abordando lo anglosajón. Ahora le ha llegado el turno al prohibido del pasado, cuando había otras costumbres y la moral reprimía con otros ropajes.

La interrelación salta a la vista hasta en los colores de las portadas. ¡De eso nada! de D. H. Lawrence es sangre y vino. Diario de un toxicómano de Jules Boissière evoca lo impenetrable del opio y la tranquilidad que conlleva su efecto. Hay más coincidencias. Tanto uno como otro son textos que transmiten mediante terceros el núcleo de la trama.



En el caso de Diario de un intoxicado la carta de un guarda de pagoda vietnamita de 1890 nos informa del contenido que leeremos, avisándonos de sus peligros. En ¡De eso nada! un extraño mejicano topa en el Lido de Venecia con un antiguo torero de éxito, orondo en kilos y billetes. El encuentro con lo pretérito en el presente acciona la palanca de la memoria. Luis Colmenares tuvo su edad de oro cuando conoció en París a Ethel Cane, una rica y bella norteamericana con el pelo corto que, pese o por su provincianismo, aspiraba a comerse el mundo a base de matar el aburrimiento. Su sofisticación por evitar la nada termina en México, donde llega poco después de la Revolución y se reencuentra con Luis. Su anfitrión ejerce el papel de marido virgen. Va con ella a todas partes y comparte sus preocupaciones, sin ir más allá. El sexo queda apartado hasta que el ruedo vierte su hechizo. Tarde de Lidia. Seis toros seis. El matador Cuesta es cruel y de escasa inteligencia. Sin embargo, es un maestro en su arte. Mata con soltura, elegancia y virulencia. Ethel es incapaz de contener la emoción al sentir que quizá en esa bestia que tortura otras bestias ha hallado la horma de su zapato. Ella, que prefiere imponerse a los hombres en una época donde el feminismo apenas levantaba cabeza. Ella, estilosa y fría, sucumbe a lo contrario que posee esa fuerza animal de la que ella carece. El choque de trenes anuncia un imprevisible final que fue uno de los motivos principales para impedir su publicación en España durante el primer franquismo.

En 1941, así lo cuentan los traductores en una apostilla, el poeta y editor catalán Josep Janés i Olivé tuvo la idea de publicar el relato de Lawrence como ya había hecho con algunos de Joyce y Conrad. La censura del régimen fue implacable. Denegó el permiso al tratarse de un baboso cuento que inspira repugnancia y un desagrado aumentado por la traducción.

Siempre creí que el fascismo, sin saberlo, tenía tintes dadaístas. ¡De eso nada! padeció cortes y dudas desde su mismo proceso de gestación. Lawrence lo escribió en Italia a lo largo de 1927, y sabía a la perfección que tanto la estructura del relato como su contenido eran muy osados para la sociedad que tanto repudiaba. Las editoriales rechazaron dar protagonismo a un plato tan corrosivo, que finalmente encontró acomodo en Londres y Nueva York con frases expurgadas para no escandalizar ni romper fronteras delimitadas al milímetro.




En Diario de un intoxicado lo maldito irrumpe con la sacralidad de la droga, religión que en el lejano Oriente ganaba fieles por la seducción del ritual. Intuyo que el opio marcó la vida de Jules Boissière, quien falleció en Hanoi en 1897 a los treinta y cuatro años de edad. Este diplomático francés recibió el flechazo de Indochina, en la que residió casi permanentemente desde 1886 hasta su hipotético asesinato, del que ni siquiera Wikipedia aclara los motivos. Su afición al mitificado estupefaciente está muy bien documentada en otros libros. En este, el autor galo retrata con precisión el deambular sumiso que el alcaloide provoca en sus usuarios, y lo hace como un cirujano impecable que diserta sobre su especialidad ante un grupo de neófitos. El universo del narcótico es una invitación a abrazar lo invisible. La ruta inicia con la escucha. La palabra mágica surca los aires y se instala en tu cerebro. Fumaderos. Pipas. Lo desconocido atrapa. Surgen preguntas. El ambiente es propicio. Para los lugareños el opio no entiende de clases. Para los extranjeros reclinarse, aspirar y alienarse constituía un exorcismo contra el estrés y otro canal hacia lo exótico. El lujo no sirve si lo que nos rodea abruma por su incomprensión. Los occidentales aterrizaban en esas tierras y padecían el mal del desarraigo, de la nada por incapacidad de adaptación. Una divinidad aliviará dolores y proporcionará amor desde un limbo imaginario.

“…Antes de firmar la última página, postrémonos ante su divinidad el Opio, el ídolo escaso y socarrón que nos ha probado su poder sobrenatural durante estos tres años de posesión, sin que la idea de Rebelión se nos haya pasado nunca por la cabeza, sin que hayamos creído en ningún momento que yugo alguno nos sujetaba”.

Diario de un intoxicado no se distribuyó en Europa hasta 1911. Hoy en día el cine ha configurado en nuestro imaginario los elementos típicos del opio, pero por aquel entonces encarnaba el vicio que daba pie a todos los males, una enfermedad voluntaria que aterrorizaba y deleitaba a partes iguales. Su hermana alcohólica era la absenta. Ahora, casi curados de espantos, repasamos estas notables páginas y seguimos notando la tensión y el misterio que determinados contextos y situaciones causaban entre nuestros antepasados. ¡De eso nada! con el pánico a la mujer avanzada y el aura del macho absoluto y despiadado. Boissière en compartimentos para la fuga temporal de los sentidos envueltos en un halo de ensueño. Recuerden. Los minis de dos en dos. Amamos lo completo.

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