viernes, 31 de julio de 2009

Cuando Kafka vino hacia mi en Revista de Letras



Concierto polifónico kafkiano
Por Jordi Corominas i Julián | Crítica | 29.07.09


Cuando Kafka...Cuando Kafka vino hacia mí… Hans-Gerd Koch (ed.)
Traducción de Berta Vias Mahou
Acantilado (Barcelona, 2009)

Richard tuvo la certeza de que Samuel Beckett, en algún vulnerable momento de su vida, se había visto obligado a cargar con una aspiradora. Céline también, y quizá Kafka; si es que había aspiradoras en aquella época.
(La información. Martin Amis)


Había una vez un señor llamado Franz Kafka. Nació en Praga en 1883 y murió en un sanatorio austriaco en 1924. Desarrolló con esmero su labor en el Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo del reino de Bohemia mientras dedicaba sus ratos de ocio a escribir con verdadero ahínco su corpus literario, valorado en su justa medida a partir de 1945, cuando el mundo vio en su prosa una fascinante experiencia que atrapaba con sutilidad los recovecos de la mente humana y lo complejo de sus construcciones sociales. Desde la caída del muro de Berlín su nombre cobró nueva fama en un proceso muy posmoderno. Las camisetas con su apellido trascendieron lo literario y se paragonaron a los carteles del Che, emblemas de un mundo que de tanta imagen ha olvidado deliberadamente el significado de sus símbolos.

El mercado literario lo ve como una apuesta segura y cada año salen libros sobre sus gustos, reediciones de sus obras más conocidas y biografías que sueñan con ser la definitiva. La cantidad no implica calidad por mucho que en Barcelona podamos ver su rostro en algunos muros urbanos y en chapas disponibles en las más selectas librerías de la ciudad. Ese es el problema. El checo es víctima de una cultura elitista que patrimonializa los grandes nombres de la tradición contemporánea, como si fueran puertas inaccesibles al común de los mortales, error inmenso que quizá podamos enmendar desde el relato polifónico de una vida digna de ser contada y conocida; me gustaría creer que en este sentido se enfoca la publicación en España de Cuando Kafka vino hacia mí…, volumen compendio de encuentros, sensaciones y memorias de personas que tuvieron la suerte de coincidir con el genial autor de La metamorfosis.

Podría jugar a ser abogado del diablo y desmontar mi introducción. ¿Qué sentido tiene compilar opiniones poco fidedignas, pervertidas por la fama póstuma del escritor silencioso? ¿No es una tomadura de pelo? ¿No sería preferible una biografía al uso? No, porque la voz del estudioso acallaría esos fragmentos y en su intento de rizar el rizo perdería la naturalidad del conocimiento directo.

Hans Gerd Koch ha acertado al ordenar las partes siguiendo un estricto orden cronológico. Así podemos abrir el libro y adentrarnos en la Praga Austrohúngara y sus problemas político-lingüísticos entre alemanes, judíos y checos. Como es sabido Kafka escribió toda su obra en la lengua de Schiller, pero de pequeño recibió clases particulares de checo, aprendiéndolo después de la escuela normal, donde destacaba por sus buenas calificaciones, salvo en gimnasia, y una timidez insana que le impedía abrir la boca cuando sus compañeros hablaban de sexo y otras inquietudes propias de la adolescencia. Los testimonios, que van desde estudiantes hasta sirvientas, coinciden en describirlo como un chico reservado y metódico, características de quien se toma, aunque no siempre es así, las cosas muy en serio para cumplir con su deber y no pasar dificultades de ningún tipo.

Cuando el joven crece encontramos a un chico alto y delgado, con preferencia por trajes negros que combinaba con sus ojos grises y una bella sonrisa de bondad infinita. Nadie pronuncia maldades sobre el homenajeado, nadie captó perfidia en sus palabras, aunque sí una gran ironía que aparecía cuando menos te lo esperabas. Es posible que el trabajo en la compañía de seguros le sirviera para acentuar su tenacidad en sus objetivos. Da la impresión que al contenerse en exceso exagerara externamente éxtasis y depresión. Podía pasar horas gesticulando con sus pupilas llenas de brillo, pero también era capaz de sentarse en un bar horas y horas con la sola compañía de una copa de vino que no tocaba y terminaba regalando al menos pensado. Ese tiempo en la calle era su momento de observar e intuir antes de la escritura.

Kafka en un ascensor, Kafka en un visto y no visto, Kafka en una habitación expresando con emoción detalles minúsculos, Kafka vegetariano, Kafka paseando, Kafka en sanatorios, Kafka y su padre, Kafka minucioso, Kafka condicionado e incapaz de articular su existencia, Kafka detestando la ampliación fotográfica, Kafka y un dadaísta, Kafka cohibido ante halagos, Kafka aprendiendo Hebreo en su esperanza de ir a Palestina, Kafka y su funeral. Kafka, Kafka, Kafka. Cuando el lector devora las pequeñas teselas kafkianas tiene derecho a elegir sus favoritas. Mis predilectas son predecibles hasta cierto punto. Una de ellas, narrada por Max Pulver, habla de nuestro protagonista declamando en una sala muniquesa el relato En la colonia penitenciaria. Asombra su maestría y el efecto que causa el ritmo de la narración oral, una de sus grandes pasiones:

Su voz podía sonar a disculpa, pero sus imágenes penetraron en mí como un cuchillo afilado. O sólo se describía una máquina de torturar y una tortura con las palabras de éxtasis reprimido del torturador y ejecutor. El propio oyente era arrastrado a esos martirios del infierno, también él yacía como víctima en el basculante lecho de tortura, y cada nueva palabra, como otro pinchazo, rasguñaba en su espalda el lento suplicio.

Después de este tramo una dama se desmaya. Pasan los segundos. Dos mujeres tendidas en la lona del salón con pinturas expresionistas. Prosigue y la magia de la narración capta y cobra allegados bajo ese efecto letal que sólo consiguen pocos elegidos. Sabemos que él lo era, lo sabemos y nos lo confirma una de sus mujeres, Milena Jesenka:

Creo que todos nosotros, el mundo entero y las personas estamos enfermos y que él es el único sano, que comprende correctamente y siente correctamente, y el único ser humano genuino. Sé que no se defiende frente a la vida, sino sólo frente a este tipo de vida…Contra eso es contra lo que se defiende…¿Es pues posible que este hombre haya sentido algo que no fuera correcto? Sabe del mundo diez mil veces más que todas las personas que hay en el mundo…Y, además, no hay en el mundo entero otro ser humano que tenga la enorme fuerza que tiene él: esa absoluta e irrevocable necesidad de perfección, de pureza y de verdad. Así es. Hasta la última gota de sangre, sé que es así.

Lo decía alguien que le conoció en profundidad, sin ocultación ni misterio. La vida del genio praguense es la de un asceta volcado en su búsqueda hacia una perfección que, con toda seguridad, los demás fueron incapaces de comprender. Su silencio y sus, en principio, extraños hábitos no eran tales, sino un modus operandi propio del que sacrifica todo en pos de una meta y ejerce el recogimiento interior para lograrla y crecer sin prisa pero sin pausa.

Esas personas cuando se encuentran cómodas derrochan humanidad a raudales, son deliciosas en el trato y dejan traslucir parte de su universo interior, como ejemplifica la anécdota, acaecida poco antes de su fallecimiento, de la niña y la muñeca. Kafka, al ver la pena de la muchachita por la desaparición de su amada poupée, trató de consolarla diciéndole que acababa de ver a su querido juguete, quien antes de irse de viaje había prometido escribir a su dueña. A partir de ese día Kafka escribía una misiva para la niña en nombre de la muñeca, epístolas que terminaron cuando el escritor tuvo que emprender su último iter, no sin olvidar antes de su partida dejar, asegurando que era la antigua, una muñeca a su joven amiga.

Murió con 41 años y vivirá para siempre.

Jordi Corominas i Julián
http://corominasijulian.blogspot.com

jueves, 30 de julio de 2009

Radiografía de lo absurdo: El miedo de Gabriel Chevallier en Culturalia


“Jesucristo reveló al mundo esta verdad: que la patria no lo es todo y que el hombre está en primer lugar y por encima del ciudadano”.
Renan
Imagínense vivir en un mundo estático, donde los valores culturales son sólidos y no nunca ocurre nada. De repente, este universo calmo se ve erosionado por la locura estatal. Todos los países poderosos se declaran la guerra y usted- sí, el que lee esta reseña- es llamado a filas para combatir en la defensa de una bandera que es la suya, pero que le importa poco, porque al fin y al cabo prefiere seguir yendo al bar de siempre y trabajar antes que llenarse un uniforme de barro y malvivir durante años en una trinchera.
El miedo, uno de los fenómenos cualitativos de la temporada literaria, es una novela sobre la demencia que significó la primera conflagración mundial. Una de las primeras escenas del texto simboliza su intención: se abren las hostilidades, el pueblo sale a la calle con fervor patriótico. Un hombre desentona, no comparte la emoción. Los demás se abalanzan sobre él, lo golpean y se van triunfantes, como si su acto hubiese salvado a Francia de un demonio superior. Actitudes patéticas, bailes repetidos. Cuando el protagonista del relato va al frente se sumerge en su inercia, basada en órdenes, esperas y temor.
Siempre me hizo sonreír, hasta que constaté la cruda verdad del tópico, la frase mi universidad es la vida. Para los hombres de 1914 la guerra fue la mejor clase. Chevallier tiene una prosa lírica que funciona sola por la crudeza de lo narrado. Aturde la descripción de cadáveres putrefactos, impresiona el padecer bajo tierra y cautiva la filosofía general del relato, un canto casi cósmico al uso de la razón como medicina contra la barbarie. Asimismo se traza una línea que hermana la vivencia cotidiana con la evolución cronológica en sentido histórico. Los jóvenes parecen combatir en dos campos de batalla. El primero tiene carácter oficial y se mueve poco, escasos metros ganados en hoyos mortales que alteraron el ritmo bélico conocido hasta la fecha. El segundo discurre por picaresca y se centra en los intentos de los más avispados para evitar misiones de cartas marcadas y cruces de cementerio. Dartemont comprobará entre estos dos ríos como la guerra pervierte el orden y la mentalidad de las personas, capaces de sucumbir y renunciar al ideal, consecuencia del trauma de perder lo mejor de la existencia por servir al desagradecido Estado, vencedor del envite por desgaste, no por valor marcial de las tropas, lo que implica una profunda reflexión sobre el cinismo de las autoridades y su control absoluto en lo concerniente a la ciudadanía, peón útil cuando toca al que no se le daba nada como contrapartida a su desinteresado y obligado esfuerzo.


Para leer más:www.revistaculturalia.biz

miércoles, 29 de julio de 2009

Los Buddenbrock de la realidad: La familia Wittgenstein en Culturalia



Resulta divertido y desesperante pensar que los hitos literarios del siglo pasado son ornamentos de estantería, nombres apabullantes ignorados por el lector, herido de muerte por la banalidad sintética del dos mil. Por ello quizá convendría sacar el polvo a muchas obras maestras que permitirían un avance, pecando de optimista, de la humanidad hacia el conocimiento de sus fronteras y posibilidades. Joyce y Proust son monumentales, pero quizá la obra más pura del ignorado y mencionado sancta sanctorum sea el Tractatus de Ludwig Wittgenstein, filósofo incomprendido, máximo representante póstumo de su familia, una de las más complejas e interesantes de la brillante Viena austrohúngara, mundo de ayer que dio paso a una civilización europea abocada al suicidio.
Alexander Waugh ha trazado con su ensayo un cuadro casi perfecto de las vivencia de un grupo humano árido, marcado por las costumbres educativas de una cultura basada en la doble moral de expansión intelectual y silencio casero. La falta de afecto paterno, subsanado con la música, se tradujo en carreras dispares caracterizadas por su singularidad. El padre esforzado que tardó en triunfar y revolucionó el mundo del acero aisló a sus vástagos en una torre de marfil donde crecieron desarrollando amplias habilidades que no incluían la sociabilidad, lo que creó seres individualistas, excéntricos y con dificultades para vivir la vida en condiciones normales. De los ocho hermanos Wittgenstein, tres se suicidaron y dos más contemplaron esa vía como solución para terminar con su sufrimiento existencial.
Los Wittgenstein vivieron su época como si fueran espejos de la misma. La primera parte de esta biografía colectiva capta el ambiente de la Viena finisecular, verdadera capital del Viejo Mundo, vivero de novedad y emociones vertidas en el conocimiento del límite. La familia goza de su bonanza económica y los retoños van forjándose en la dificultad de lo plácido. Ludwig es el paradigma de lo versátil desquiciado, Paul es el esfuerzo, Herminie la sumisa, Kurt el díscolo y Gretl la chica rebelde con gusto que se casa con un americano desclasado por amor y desafío a la tradición. Los dulces fuegos de esta primera fase se clausuran con la muerte del padre, el asesinato de Sarajevo y el estallido de la Primera Guerra Mundial, contienda que causará furor nacionalista entre el sector masculino del clan, abocado al frente y perdedor de lo perdido entre derrotas morales, brazos amputados, mística del combate y suicidios pocas horas antes de la paz del desmoronamiento.


Para leer más: www.revistaculturalia.biz/

lunes, 27 de julio de 2009

Mi blog en LA VANGUARDIA


El Blog de Jordi Corominas i Loopoesía
Me llamo 'Jordi Corominas i Julián', nací en Barcelona hace 30 años y desde ese momento ha pasado un poco de todo. Me licencié en Humanidades y creía encaminar mi vida a la enseñanza académica, pero lo caduco de nuestro sistema universitario resucitó mi antigua pasión por la escritura, que es mi actual dedicación.



He publicado dos novelas en catalán (Una dona que sap jugar amb els peus y Colors, ambas en Abadía Editors), una biografía histórica en italiano (Macrina la Madre, Jacabook) y estoy a la espera de publicar varios poemarios experimentales. También tengo algo de hiperactividad; me dedicó a la edición, coeditando panfletocalidoscopio.com y la revista mensual Bcn Week, donde escribo la columna Matar en Barcelona, que en septiembre se transformará en una antología de relatos que he coeditado para la editorial Alpha Decay. Asimismo soy el creador junto a Neill Higgins del proyecto músico- poético 'Loopoesia'.
Mi blog personal nació en septiembre de 2008 por la lógica de los tiempos. A nivel personal me sirve como archivo de mis publicaciones, eventos y novedades, a nivel colectivo traspasa la frontera de lo temporal y permite que los textos no tengan fecha de caducidad y sean más leídos.

Recibo unas cuarenta visitas diarias. En mi opinión el problema de un blog como el mío es que cuesta hacer participar al lector, paseante virtual que toma lo que le interesa y luego, aunque no siempre, desaparece sin dejar rastro.

Me gustaría recomendar 'La soledad del deseo' y 'Scrins', dos blogs interesantes y con buenas virtudes literarias.

sábado, 25 de julio de 2009

Matar en Barcelona


Matar en Barcelona
VV.AA. / Héroes Modernos Edición a cargo de Ana S. Pareja y Jordi Corominas i Julián


Doce jóvenes autores y doce crímenes reales, muchos de ellos recientes, ocurridos en Barcelona. Ésta es la premisa a partir de la cual los narradores de Matar en Barcelona se han enfrentado a la siempre delicada tarea de componer un relato de ficción. En esta antología, los autores han seguido la pista de una serie de asesinatos a través de artículos de prensa y otros testimonios para construir doce historias inspiradas en los crímenes más reseñables de la historia de la ciudad.

La vampira del carrer Ponent, el asesino de Pedralbes o la asesina de ancianas son, entre otros, los protagonistas de estas narraciones en las que la ficción se funde con la crónica en un ejercicio que desdibuja los límites entre la novela negra, el relato posmoderno y las mitologías urbanas; la pura invención de la mano de la crónica periodística.

Un recorrido sangriento y oscuro trazado por escritores como Javier Calvo, Francesc Serés, Sabino Méndez, Manuel Vilas, Antonio Luque, Sebastià Jovani o Gabriela Wiener.

myspace.com/matarenbarcelona


ISBN: 978-84-937269-5-9
Páginas: 304
P.V.P.: 19 €
Fecha de publicación: setiembre de 2009
Formato: rústica 20,5 x 12,5 cm
Edición: 1ª ed

jueves, 23 de julio de 2009

Calidoscopio en verano: panfletocalidoscopio.com







Este verano anodino es la excusa perfecta para sacar a la luz este monográfico dedicado a la noche, a las ciudades, a los seres solitarios que las habitan, a los que van y viene con y sin rumbo; una noche oscura del alma, plagada de misterios y sorpresas, miserias, encuentros, excesos y emociones. Te proponemos un viaje subterfugio a las últimas horas del día, al ocaso milenario del crepúsculo, desde la apasionante y distorsionada perspectiva de múltiples cristales de colores.

sumario [especial verano 09/XXXIII]




Torpe ensayo sobre la noche
Por Laia López Manrique



Después de Rimbaud (y II)
Por Jordi Corominas i Julián





La palabra noche
Por Natalia Zarco



Entrevista a Luis Miguélez
Por Hugo Izarra





Alfonso Jiménez,
el niño repelente
Por Valentina Natale



La negligencia
Por Sergi Bellver





Nocturnidad con conciencia interior
Por Jordi Corominas i Julián



Chelsea Hotel
Clara Paolini Letamendía






La noche, una desfiguración
Por Anna Maria Iglesia Pagnotta



Borracheras de verano que duran toda la vida
Por Ana Ciurans







Michael Jackson no era rockero
Por Raúl Muniente Sariñena



Espacio inventado
Ilustración de Laura San Román



The damned dont't cry
Félix Andrada







Gershwin for lovers
De Gonzalo Escarpa


No Hotel
De Claudia Apablaza


Relaciones vecinales
De José Ramón Huidobro



Maria José en el Shoko
Der Jean Martin du Bruit



Taxi-Travis
De Iván Humanes Bespín


Crónica atemporal
de una noche cualquiera
De Adrià Garriga Far


Lynch
Juan Salido Vico


Atmósfera
De Manuel Vilas


Taxi
De Rubén García Cebollero


Procesos horarios en una plaza de Gracia (pensamiento colectivo desde un banco)
De Jordi Corominas i Julián


Taxi
Ilustración de Laura San Román

sábado, 18 de julio de 2009

Matar en Barcelona Bcn Week 77



La asesina de ancianas

El 22 de julio de 1957 nació en Cristovo de Dormeá, provincia de La Coruña, Remedios Sánchez. Hermana de 11 varones, la situación económica de la familia la empujó a emigrar hacia Barcelona, donde llegó con 16 años y la esperanza de prosperar.
Entre noviembre de 1978 y enero de 1979, Juan Ignacio Orduña asesinó a tres ancianas– Pilar Odena Sánchez, Serafina Díaz de Zulueta y María Angeles Díaz de Zulueta– e hirió a otras seis. Conocido como el asesino de Lesseps, perpetraba sus atrocidades en jueves, el día que libraba de trabajar en una óptica en la Calle Pelayo, y sentía fascinación por las mujeres de avanzada edad a partir del recuerdo, primera memoria sexual, de su abuela. La prisión, donde pasó 18 años, no cambió sus hábitos: asesinó a una anciana de 80 años y violó a dos más.
El martes 4 de julio de 2006 Remedios Sánchez se presentó a las seis y media de la mañana en el Bar Cebreiro de la Calle Balmes, donde trabajaba desde hacía dos años y medio. Entre sus clientes figuraban policías de una comisaría cercana que, como todos los habituales del recinto, adoraban a la cocinera, la maga de la tortilla de patatas, una mujer fría, cumplidora y amable. La Reme pasaba por una mala temporada. Después de veinte años de matrimonio se divorció, sus hijos eligieron ir con el padre y ella, frustrada, mantuvo dos relaciones sentimentales que acabaron minando aún más su moral. El fin de la primera le supuso pasar un tiempo en un casa de acogida. Las cosas mejoraron, conoció a un taxista, compraron un ático en Sant Andreu. El piso fue su pérdida. Cuando Rafa decidió dejarla tuvo que cargar con el pago de la hipoteca.
Ese martes fue su última jornada laboral. Salió del trabajo a las cinco y media. Fue a un Bingo situado en Provenza con Paseo de Gracia. A las nueve de la noche salió y las fuerzas del orden la detuvieron. No se inmutó, era como si lo esperase. La acusaban de tres asesinatos de ancianas, de intentar matar a otra media docena y de robar en los inmuebles de las víctimas.
Los hechos acaecieron entre el 10 de junio y el 3 de julio de 2006. Durante esas tres semanas de furia, la Reme tejió un plan en el que demostró escasa pericia criminal. Su táctica fue astuta. Aprovechándose de la debilidad de las personas mayores, urdía una estratagema para entrar en su casa mediante excusas superfluas como beber un vaso de agua, entregar un paquete o llamar por teléfono. Una vez en el domicilio las asfixiaba con tapetes de ganchillo, toallas o trapos y les robaba joyas, tarjetas de crédito y dinero en efectivo. Varias supervivientes relataron su experiencia con la asesina en serie. Estas vecinas de Gràcia, Sant Andreu y Sarriá son la prueba fehaciente de la inexperiencia de Remedios, quien con los desmayos de las mujeres daba por concluida su tarea, creyendo que la inconsciencia era muerte.
La señora de la guadaña le sonrió en tres ocasiones. El sábado diez de Junio de 2006 Josefa, 83 años, apareció sin vida en su apartamento de Vía Julia. Al cabo de tres fines de semana, el 30 de junio, Adelaida, 95 años, fue encontrada muerta en su piso de la Calle Villarroel 233, número que se repitió en el último asesinato, pero en la Calle Muntaner, donde vivía María Sahún, de 76 años de edad.
Una imagen tomada por una cámara de seguridad, una herida en la mano y la obsesiva afición al juego de la sospechosa permitieron a los Mossos, que se enfrentaban a su primer caso de envergadura, cuadrar el círculo y acabar con el terror que se expandió durante ese verano por la ciudad. En el juicio, la asesina, con síndrome de piernas inquietas y aspecto visiblemente mejorado desde su detención, alegó que la verdadera culpable era una tal Mary, nombre que usó para identificarse a la persona que le presentó a su primera víctima.
¿Qué impulsó ese deseo incontenible? La Reme pedía prestado dinero para jugar, tenía dificultades económicas y en su piso se encontraron joyas valoradas en 7200 euros. Sin embargo, el robo parece más el complemento, no el motivo. Frustraciones vitales. Inseguridad. Desesperación. Remedios Sánchez fue condenada a 144 años, cinco meses y 29 días de prisión.

JORDI COROMINAS I JULIÁN



Ilustración: Nil Bartolozzi, bartolozzinil.blogspot.com

viernes, 10 de julio de 2009

Reflexiones a partir de Postpoesia: hacia un nuevo paradigma de Agustín Fernández Mallo en Rdl



Reflexiones a partir de “Postpoesía: hacia un nuevo paradigma”, de Agustín Fernández Mallo
Por Jordi Corominas i Julián | Crónica | 7.07.09


Postpoesía: Hacía un nuevo paradigma. Agustín Fernández Mallo
Anagrama (Barcelona, 2009)

“Los límites de tu mundo son los límites de tu lenguaje”
(Ludwig Wittgenstein)


Esta historia va de cronologías. Hace cinco o seis años leí Homero, Iliada del sobrevalorado Alessandro Baricco. Sentí una profunda decepción. Centraba su planteamiento en humanizar el relato épico de la guerra de Troya liquidando de un plumazo toda la ardua tarea de los Dioses. Su postura se justificaba desde la accesibilidad al lector contemporáneo. Olvidaba, por educación y cinismo, mencionar las palabras clave del asunto: banalización cultural.

Virgilio, por pasar de lo griego a lo romano, no se sentiría incómodo en la poesía contemporánea. No hay divinidades y sí muchos monstruos, figuras monocordes que repiten la misma melodía desde la noche de los tiempos. El martes pasado me invitaron a participar en un recital poético. El susto fue antológico. Unos jóvenes veinteañeros con mucho ímpetu y más ego hablaban del verso desde una perspectiva desfasada, insistiendo sin cesar en la importancia de recitar para mantener viva la llama lírica. Respeto todas las opiniones, pero mi semblante fue agriándose a medida que avanzaba la velada, extraña mezcla entre reunión vecinal y desbarajuste alicaído de bachiller sabiduría. ¿Cuál es la idea poética? Estupor y escozores. La situación adquirió tintes espinosos cuando inicié la lectura de una de mis suites poéticas. Sus rostros eran de condena, parecía haber violado a una virgen en el templo. Aguanté el vendaval, reí para mis adentros y, ya en el metro, concluí que la diferencia no era de estilo, sino de grado y evolución poética. Ellos seguían anclados en la corona caída en la calle, yo avanzaba hacia otro paradigma. Ruinas romanas versus yacimientos rumanos.

Como cualquier escritor soy un poco egocéntrico, negarlo seria absurdo. Sin embargo, creo que la paciencia adquirida con la experiencia me ha dado aquello que solemos llamar conciencia. Hará casi dos años sufrí como un animal. Llegué a un límite narrativo en lo real. Me salió una erupción cutánea, no podía ser de otro tipo, en el tobillo y pasé varios días en Roma con gripe, fiebre y sudores fríos. Durante tres meses pené por las calles. Apuntaba charlas ajenas, pensamientos propios, diálogos de bar y ocurrencias varias que me daba el espacio público. Pensé en la simultaneidad como única forma posible de captar la realidad en estado puro. El resultado, que espero vea la luz en un plazo relativamente breve, fue Paseos simultáneos, suite poética de 130 poemas que durante una temporada presenté a amigos y conocidos. Los más sagaces la aplaudieron, los conservadores me tildaron de loco. Jordi, fumas demasiado. Seguí esa senda y amplié su vendaval con experimentaciones que iban más allá de la poesía partiendo de la misma. Música, armonía, simbolismo y experimentación. ¿Qué sentido tiene seguir lo clásico si lo percibes obsoleto?

Hace poco más de un año, no me gusta tanto repetir un vocablo en un mismo texto, di con Agustín Fernández Mallo. Nocilla dream fue una constatación de seguir el camino correcto, una iluminación fragmentaria que apuntaba viejas melodías ya conocidas desde lo beat y la América de los sesenta. Nocilla experience atenúo el impacto pero me reafirmó en la idea de no perpetrar ningún crimen desde la libertad, apoyo básico donde sostenerse en un mundo tan complicado como el de la literatura.

En abril, ¿o era mayo?, leí en el periódico que el primer Fernández, el otro es barcelonés y escribe como los ángeles, había quedado finalista del premio Anagrama de ensayo. Pedí el libro y hasta ayer, 2 de julio de 2009, tuve miedo de abrir la primera página. Hacerlo fue terapéutico.

No creo en la muerte de la novela, no creo en las escuelas literarias, no creo en los modernos ni en Dios, y en ocasiones tampoco creo mucho en mi persona. No creer es expandirse hasta poder abarcar parte del universo porque no te atas a ninguna visión predeterminada. La poesía se ha mirado demasiado su ombligo, creyéndose una cúpula dorada de Santa Sofía cuando sus pies son de barro frágil y moribundo. Cuando me preguntan cuales son mis poetas favoritos respondo The Beatles, Joan Salvat Papasseit, T.S. Elliot y Federico García Lorca. Este último fue un innovador que pudo alternar lo tradicional con una modernidad muy suya que quizá hubiese encontrado verdadero acomodo en el teatro, si bien nadie puede desdeñar la absoluta grandeza de Poeta en Nueva York como obra revolucionaria en el panorama lírico de nuestro país. Los tres primeros fetiches de mi colección fueron grandes al cavar la tumba de la tradición y renovar sus géneros con maestría.
The Beatles, sobretodo entre 1966 y 1969, fueron un grupo pop devorador, insaciable ante la novedad y las posibilidades que les ofrecía su arte. George Harrison introdujo la instrumentación hindú y el sintetizador moog, John Lennon compuso letras delirantes de gran calado poético y jugó con la música clásica dentro del pop, factor donde fue superado por Paul McCartney, quien además se adentró en parámetros melódicos que rompían con el axioma de la canción de tres minutos mediante enlaces. El grupo en general se caracterizó por su heterogeneidad sin tapujos ni fronteras, centrándose en su glorioso periodo final en la experimentación en el estudio dos de Abbey Road. ¿Pop? El pop puede ser todo. Explicar su importancia, merecería un artículo aparte.

Joan Salvat Papasseit ha sido y será el mayor poeta en lengua catalana. Su arrojo juvenil le permitió crear poemas vanguardistas con influencia francesa, obras donde el caligrama, la fotografía y las luces de neón no estaban reñidas con el verso; T.S. Elliot y su Tierra baldía son un prodigio de léxico sublime y estructura superior al mero arte poético. Si me apuran, incluiría en mi elenco a Michelangelo Antonioni, hombre que desde el cine supo captar los recovecos de la cotidiano destrozando el aburrido proceder del celuloide basado en bandas sonoras de emoción y tramas obligadas a introducción, nudo y desenlace. Adaptó el cine a los parámetros de la novela moderna de principios del siglo XX, casi nada. Sebald y su negación del punto y aparte con fotografías, Warhol y su reproducibilidad, Picasso y la versatilidad, Casanova y su pluralidad denostada. Falta un largo etcétera. Un largo etcétera.

Ir más allá de

Estamos en un mundo transversal, transnacional y, si me apuran, transexual. Todo trans. La poesía española, la de grupillos y camarillas, no ha entendido el mensaje. Se ha quedado postrada en su balancín estático. Tiene las puertas abiertas para progresar y se empecina en un plano fijo que ahuyenta al público y desilusiona a quien espera avances, coto privado de las máquinas tragaperras. Hasta la monarquía ha evolucionado más. El arte contemporáneo se caracteriza por no ceñirse a un solo ámbito expresivo, paganismo del dos mil, neoplatonismo válido para nuestra era, el uno es todo, el todo es uno. El lector pensara que no he dicho nada del libro del gran gallego licenciado en ciencias físicas. Lo que plantea en su ensayo es el eterno debate de superar la tradición o aprovechar sus mejores armas adaptándolas a la (pos)modernidad. Nuestra época fluctúa, es inestable y perecedera, como todas. Nuevos formatos entierran los viejos como nunca antes sucedió. La publicidad avasalla y encandila con sus creaciones, las avenidas urbanas respiran logos, lemas, emblemas y bella fealdad, concepto decisivo si se quiere abrazar la totalidad que nos proporcione la realidad en sentido completo.

No olvidéis la red, estáis leyéndome en su interior, ni los nuevos formatos tecnológicos.

Mi mente enfermiza dice que el texto se siente incompleto, así que quizá convenga apuntalarlo con un último pensamiento. Cuando van a tomar una copa y son escritores pueden toparse con una mayoría de individuos que les abrume con preguntas sin pies ni cabeza. ¿Qué escribes? ¿De qué escribes? ¿Tarda en llegar la musa? ¿Estudias o trabajas? ¿Eres del Barça o el Madrid? ¿Macarrones o Spaghetti? ¿Apostrofado o espachurrado? ¿Eres original? Damos demasiada importancia a querer ser originales cuando la cuestión se limita a buscar desde la multitud de fuentes que tenemos a nuestro alcance. Bebamos de todas las aguas, juguemos con ellas y quizá encontremos la novedad sin la pretensión de ponernos el laurel, frágil y caduco. Pensemos en presente.

“Mientras los artistas radicales buscaban el regreso a un lugar originario, los artistas radicantes están en el camino, sin lugar al que regresar”
( The Radicant)


Ps: Este texto nació como reseña al libro mencionado a lo largo del mismo. Algunos no lo ven así. Les diría que tampoco lo juzguen como si de un manifiesto se tratara. Esta nota es algo excepcional. He recibido felicitaciones de los que sé que me entienden y de gente desconocida, que también ha cargado duro contra reflexiones a partir de...por sus comentarios siento cómo si sintieran rabia ante la posibilidad de romper barreras. Y me duele, porque noto una incomprensión irracional.

Jordi Corominas i Julián
http://corominasijulian.blogspot.com

miércoles, 8 de julio de 2009

De quinquis y borgataros en Calidoscopio


Marginalidad social en el Mediterráneo



Por Jordi Corominas i Julián


Start. En una Barcelona en la que vivo y no, varias personas dirimen una endiablada persecución a la americana, ya lo dice la señora del negocio. 1984 sin Orwell. “Esto parece Chicago. Oí disparos y mucho ruido, no sabía si eran ambulancias o coches de la policía”. Por aquel entonces los vehículos de los cuerpos de seguridad estatales eran patéticos, identificación y blanca carrocería. Todo era muy celtiberia show, últimos reductos de la picaresca adaptada a la modernidad antes de sofisticarse en corrupción a mansalva, Marbella, pelotazo, ladrillo, traje, Copa América, Cristiano Ronaldo y pandereta. El protagonista de este filme de la vida real se llamaba Juan José Moreno Cuenca y España entera siguió sus delitos. El vaquilla y la unidad de destino en lo universal. Sí, Franco tiene mucho que ver en la proliferación de elementos marginales, desechos sociales producto, entre otras cosas, de una mala planificación urbanística de mucho prometer y dar migajas en forma de casa, miserables habitáculos en nuevos barrios creados en la frontera de las ciudades, mundos sin horizonte que llenarían el vacío con delincuencia, heroína y una épica desesperada, mortal por querer sobrevivir.
No quiero ejercer de hagiógrafo de la miseria, de ello se encargan las instituciones. El lector que acuda a Barcelona podrá ver en el innovador CCCB la exposición Quinquis de los ochenta, muestra brillante que vuelve a poner, como si fuera una advertencia ante futuros comportamientos críticos, de moda el fenómeno que asoló la juventud que despidió a la dictadura y entraron perdidos en la democracia. No todas las herencias son fáciles de sobrellevar. No se extrañe si usted o sus allegados no han visitado El pozo del tío Raimundo o Santa Coloma. La culpa es del mito. El extrarradio es peligroso. Mejor no tentar a la suerte. San Blas y La mina.

Una explicación italiana

Para entender mejor la cuestión volemos a Italia. Retrocedemos cincuenta años. Benito Mussolini arde en deseos de convertir Roma en la gloriosa capital del imperio redivivo. Para cumplir con su plan derriba los barrios medievales colindantes al Coliseo y hunde en mil pedazos el laberinto callejero que daba acceso al Vaticano. Alberto Sordi, quien aún vio esa maravilla vecinal vivita y coleando, decía que su belleza consistía en recorrer sus caminitos con la conciencia de saber que al final del túnel aparecería la mayor basílica de la cristiandad. Ahora el turista la ve a lo lejos; por aquel entonces te la encontrabas de repente, sin avisar, como una digna bofetada estética. Olvidemos la postal. Los habitantes de esas zonas de la capital italiana fueron trasladados a la periferia, donde el siempre generoso Estado les preparó un nuevo hogar con todas las carencias imaginables. ¿Agua, luz, gas? Eso era para los ricos. Las calles estaban sin asfaltar y las comunicaciones con el centro histórico, su antigua morada, eran más que inexistentes. Los ghettos del fascismo generaron núcleos de violencia, vidas truncadas y un resurgimiento cultural por obra y gracia de Pier Paolo Pasolini.
El escritor friulano fue expulsado de su tierra natal y llegó a Roma en 1950. Era año santo, y la urbe estaba preciosamente engalanada para tan magna ocasión. Los fastos son de quien paga, el disfrute se reparte con migajas del pastel. El poeta y su familia vivieron en casuchas sin techo y padecieron el infortunio junto a otras víctimas del ostracismo, los hijos de los que en los primeros tiempos de camisas negras dieron con sus huesos en la podredumbre marginal, el tercer mundo del primer mundo, cercano a las ventajas convencionales y alejado en todo a un estilo de vida reservado a seres que empezaban a acariciar las consecuencias del boom transalpino, que basó parte de su éxito en el ladrillo, muy útil para subsanar las ruinas de la Segunda Guerra Mundial y especular con el suelo, sumamente democristiano.
Es la época de los grandes bloques de pisos, el momento de nuevas divisiones que ceñían Roma entre el cielo y el infierno. El paraíso era para los que recibían educación y aprovechaban la bonanza económica para trabajar. La puerta del Hades estaba reservada a gente sin recursos ni estudios, pobres almas perdidas vetadas a la normalidad aunque dotadas de la ingenuidad no corrompida por la homologación burguesa que afectó a Italia durante la década de los cincuenta, cuando la mayoría de italianos dejaron el traje paisano para lucir corbata y maneras burguesas. Gérmenes de Berlusconi, cinismo de poder en el gran engaño del rebaño popular.

Los chicos de la barriada preferían bañarse en el río, robar bolsos, atreverse con las chicas y buscar comida con ahínco canino. Las drogas aún no eran un problema, y hasta puede sorprendernos que Pasolini suscitase escándalo con sus novelas Ragazzi di vita y Una vita violenta, obras que más que delincuencia exhibían las penurias de un universo desconocido por indeseable e ignorado para no carcomer conciencias de clase media. Ese era el efecto, y el cine tomó nota. Entre 1953 y 1962, de Ai margini della metrópoli a Mamma Roma, el séptimo arte transalpino plasmó en una decena larga de cintas los males de los desfavorecidos. Muchas de estas producciones juegan con la lágrima fácil o la espectacularidad. Jóvenes guapos y chicas estupendas llenan la pantalla, como sucede en La notte brava, historia del desguace con ribetes de esperanza donde Pier Paolo Pasolini jugó un papel esencial, hecho que se repite en gran parte de las películas de este subgénero, pues para muchos de sus realizadores el poeta de Le ceneri di Gramsci llevaba en su interior el misterio del suburbio. Así lo entendió el implicado, quien después de ayudar a Federico Fellini en Le notti di Cabiria recibió su rechazo cuando quiso debutar en el cine con Accatone, sublime sinfonía fílmica con un asistente de dirección, un joven de veintiún años llamado Bernardo Bertolucci, que recordaba el rodaje como una reinvención del celuloide. No iba muy errado. Pier Paolo Pasolini fue un cineasta excepcional porque en su sangre circulaban glóbulos líricos, cambió de texto sin perder la esencia de lo literario. Su inocencia no fue obstáculo para expresarse desde formas clásicas y revolucionarias.
El poeta amaba a la gente di borgata. No quiso contar con actores profesionales y contrató a muchos de sus amigos de la barriada para que los rostros, fundamentales al ser realzados por múltiples primeros planos, y las interpretaciones fueran verosímiles, factor acrecentado por la excepcional ambientación y el uso de un léxico dialectal impropio para la gran pantalla, jerga lumpen, vocabulario restrictivo a partir del límite geográfico. La moraleja de Accatone indica las escasas rutas hacia la salvación de esos seres condenados de antemano. Vittorio avanza al abandonar su condición de chulo putas y emprender la carrera del anónimo ladrón que finaliza su odisea existencial muerto sin lamentarse. Estoy bien. Última frase de una película que sacraliza la cotidianidad mediante la Pasión de San Mateo, música de iglesia carente de imágenes para evangelizar a los olvidados, bienaventurados de espíritu hacia un metafórico reino de los cielos. Tres lustros más tarde la heroína invadiría las borgate y la ingenuidad se desvanecería ante la lógica aplastante del crimen organizado como forma de victoria para cancelar injusticias. Pasolini fue derrotado por la cronología y el capitalismo.

Sonata española

En 1977 parte de la juventud de nuestro país padecía el caos de lo que ha venido a llamarse la ejemplar Transición. Los nuevos barrios nacidos para albergar la emigración del sur, lo que explicaría el porqué de la rumba como banda sonora de los quinquis, se crearon como una solución inerte, estúpido conglomerado destinado a albergar purria, y ya se sabe que los pobres no viven en palacios ni comen caviar. La mediocre estructura del sistema educativo, que dejaba a muchos niños en edad de escolarización sin plaza académica, y el descuido de las autoridades hizo el resto del camino demencial en el que se vieron involucrados parte de los principales mitos del periodo; la heroína circulaba y ahogaba, en vena. Uno piensa, y no lo dice muy alto, que todos estas andanzas de droga en aglomeraciones sin Pandora huelen demasiado a conspiración, a forma sutil de control ante la rebelión; otra manera de hacerlo fue la fatal elección de determinados directores decididos a recrear la violencia callejera en los cines. Máquina del millón, salas recreativas y atracos sin ton ni son. Los más bien conservadores Ignacio F. Iquino y José Antonio de la Loma y el integrado Eloy de la Iglesia fueron las puntas de lanza del género.

Los primeros buscaban reflejar la sórdida situación de los desangelados sociales, mientras el segundo intentaba ser fidedigno al conocer el ambiente soterrado del relato. Perros callejeros, Las que empiezan a los quince años, Los violadores del amanecer, Nunca en horas de clase, Los últimos golpes del torete, Miedo a salir de noche, Navajeros o El pico eran cócteles explosivos de violencia, sexo, perversión, maldad y otras cosillas que sorprendían a los españolitos de la época, escandalizados y extasiados ante el viento de novedad de estas obras que enseñaban la parte más oscura de la plácida e inestable pirámide ibérica. Estos realizadores, a los que añadiríamos nombres del prestigio de Carlos Saura con Deprisa, deprisa o Pedro Almodóvar con ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, abrazaron la chispeante, por tremebunda, estética de lo marginal y le fueron dando una vida que traspasó el mero hecho artístico. Muchos de los protagonistas de estas cintas eran chicos de la calle, quinquis auténticos que a partir de sus interpretaciones deformaron su propio código para darle un toque fílmico. Cuando en 2007 hablé con Roberto Saviano, me dijo que uno de sus mayores impactos en Secondigliano, nido de camorristas napolitanos, fue observar el modus operandi de los delincuentes, más propio de Scarface por atuendos y actitud. En España lo real cedió paso ante la ficción y los delincuentes supieron aprovechar el tirón, y no el del bolso, sino otro mucho más dañino. El vaquilla fue célebre por sus performances ante las cámaras -chute en directo, persecución hollywoodiense- pero el mal no se cebó en las apariciones televisivas. Cuando el crimen adquiere tintes sensacionalistas, los medios sacan petróleo de la tinta. Chicos normales, desamparados por las circunstancias, fueron portada de algunas de las más importantes revistas y rotativos del país. La chabacanización hispánica, la que permite tener a verduleras como grandes tertulianas sabelotodo, se inició en los ochenta y la culpa no fue del pueblo, sino de los que generan y mueven la información, lobotomizadores de profesión que sobredimensionaron el canto del cisne de la picaresca y le dieron carta de defunción para preparar otros deleznables futuros. Stop.

domingo, 5 de julio de 2009



Obsesiones, experimentos y buenas noticias: Diario de las especies, de Claudia Apablaza
Por Jordi Corominas i Julián | Crítica | 1.07.09


Diario de las especies. Claudia Apablaza
Lanzallamas Libros (Santiago de Chile, 2008)
Editorial Jus (México, 2008)

Entre los veinte y los treinta años el humano del espécimen narratorus in crecimiento vive una segunda infancia repleta de curiosidad. Aunque nada sea nuevo todo lo es y algunos nombres que salen en las portadas de los libros generan obsesión, una enfermedad que el tiempo cura una vez el estilo se afirma y el aprendizaje prosigue bajo otras coordenadas fruto de asentar ideas y consolidar convicciones.

Claudia Apablaza (Rancagua, Chile, 1978) desborda pasión por la literatura. Tal es su enamoramiento con nuestro arte que confiesa dificultades para desengancharse, para no pensar en otra cosa. Su última novela publicada, que verá la luz en España a principios de 2010, es una prueba fehaciente de su adicción. El tribunal que juzgará su forma y contenido la absuelve de cualquier pecado y le da la bienvenida a bordo.

¿Les suena la expresión “cuaderno de bitácora”? En mi modesta opinión Diario de las especies se asemeja a esos diarios de navegación de los marineros. La embarcación circula por una supuesta red de redes donde la autora de un blog plantea varias problemáticas relacionadas con la novela, temas que trazan un perfil autobiográfico de infinitas voces mediante la inclusión de los comentarios de los visitantes del espacio virtual, que pierde esa condición al estar impreso en papel, transformándose en mero artefacto, forma de formas en el eterno camino hacia reconvertir la novela, género con un diccionario donde no existe definición de límite.

Una traba que todo narrador tiene que franquear es la de la evolución a partir del trabajo. Cuando somos jóvenes queremos comernos el mundo hasta que nos damos cuenta de las barreras que implica la edad. Escribimos relatos para progresar y poder avanzar hacia estructuras más complejas. En este sentido la primera novela de Claudia Apablaza podría definirse como un intrincado Bildungsroman que desde una teórica quete de teselas novelísticas intenta encontrar una vía que permita crecer desde el exorcismo de filias y fobias. La sinceridad de la autora es indudable y se desnuda mediante la duda organizada con una voz central que abarca otras, como cuando conversamos con nosotros mismos y creemos en una certeza aún sin estar plenamente convencidos de nuestra opinión. Esa seria la función oculta de los comentarios del blog, pensamientos plurales de un mismo cuerpo que desea alcanzar la unidad y sufre el dulce agobio de lo incierto.

Dos son las fuentes de obsesión. Quien escribe estas líneas devoró ambas, y por eso, y porque conoce a la autora, puede entender la extraña amalgama creada desde la indudable influencia de Enrique Vila-Matas y Amèlie Nothomb. Ahora que termina la primera década del siglo no se me caen los anillos si reconozco que el autor de El mal de Montano será recordado por mi generación como el nombre que modeló nuestro gusto. Todos hemos pasado una etapa absortos en el hombre de la Travessera del Mal y su prosa metaliteraria de humor, requiebro y reflexión. También, aunque en este caso era más una cuestión de velocidad lectora, me sentí cautivado por las novelas teatrales de Amèlie Nothomb, la chica que nunca falta a su cita anual para ganar lectores e ingresar buenos dividendos. La belga impacta, provoca deseo de nuevas lecturas, se repite y se agota. Su aceleración vertiginosa y sus planteamientos posmodernos de quita y pon son olvidables. No creo que el futuro le depare ningún puesto de honor. Su mérito radica en haber apostado desde un ego incurable por supuestas formas novedosas de tono cansino que después de varias lecturas se instalan en lo previsible.



Apablaza mezcla ambos autores, algo que la honra por la dualidad unitaria de su prosa, y no se confunde, sigue firme en su recorrido y consigue hilar ideas con personalidad propia porque su magma, por mucho que beba de fuentes conocidas, tiene la solidez de quien tira los dados y no se arrepiente del riesgo asumido. Pasan las páginas y las letras tienen un no sé que familiar diferente por pensamientos, sentido del humor que posibilita lo fragmentario y atrevimiento de una obra desprovista de tensión, porque tampoco quiere tenerla, pero con pequeñas confesiones que le dan su justo valor, como cuando la autora menciona residir en Barcelona por Pasavento y el recuerdo de una frase paterna que mostraba la ciudad condal como una gran biblioteca. Lo es sin serlo, acoge, destruye y crea mitos que se esfuman desde la necesidad del presente.

El eterno desfilar de nombres por la trama carente de trama es otro indicio del proceso formativo de la autora, devoradora innata con una prodigiosa biblioteca mental que aprovecha para lograr su objetivo y divertirse con sufrimiento por la multiplicidad de caracteres que aparecen entre los comentaristas del falso blog.

La parte final de la novela es un no monólogo interior con ribetes de Oulipo y delirio cósmico de confusión lógica. Apablaza apuntala las últimas páginas con soltura conceptual, quizá ese sea el único problema de Diario de las especies, una sensación de teoría para aplicar en sentido práctico, ausencia de frescura en el ritmo que se subsanará con la experiencia y el soltar, valga la redundancia, amarras para que las aguas no aprieten y sean un placer. En su mano y en su cerebro está conseguirlo, ha superado una segunda prueba, después de su libro de relatos Autoformato con nota y sólo le queda aprobar la asignatura de sentirse libre para que su armazón flote y fluya. Las crías van a nacer.

Jordi Corominas i Julián
http://corominasijulian.blogspot.com

sábado, 4 de julio de 2009

El Palau del passat com a somni de puresa en Bagant


El Palau del passat com a somni de puresa: Colors

Fa poc menys d’un més, vingueren a visitar-me uns amics de Barcelona que volien veure l’escenari de Colors(Abadia Editors, 2008), la meva darrera novel·la; en realitat no transcorre a Palautordera, però els espais i la inspiració venen del poble. Per això considero una veritable llàstima que els habituals problemes de distribució no l’hagin fet arribar al poble, on seria apreciada com un sentit homenatge d’algú que, malgrat no sigui de la Vila, l’aprecia com si hi hagués nascut, quelcom que en certa manera és veritat, doncs hi vinc sovint des que tenia dos anys.
No vull jugar a la promoció de pa sucat amb oli. Aquest és un passeig escrit, un recorregut d’infància, idealització i sentiments. Vaig escriure Colors l’estiu de l’any 2006. El cel al capvespre era rogent, sense núvols, i em sorprenia, no perquè fos anòmal, sinó perquè la seva llum era el símbol d’escapatòria enfront el monstre urbà situat a poc més de cinquanta quilòmetres. Quan l’astre rei desapareixia la pau rural s’imposava amb el seu silenci de grills i motors llunyans. Pel matí la normalitat m’evocava allò de qualsevol temps passat fou millor i la memòria actuava amb voluntat ferma d’esborrar modernitats i tornar a un passat senzill, de puresa inexistent, que és com el meu cervell recorda el Palau de fa vint-i-cinc anys, quan agafava la lletera, l’omplia i eliminava el greix amb el dit, quan el Remeï era un camí de sorra sense cases a l’americana, quan els homes es saludaven pel fet de reconèixer un ésser de la seva espècie, quan el bosc era bosc i no un paratge decoratiu, ornament del passat que no vol veure nans antiestètics de jardí.
Ara me’n adono que el protagonista, l’home del banyador, és tothom, però sobretot és el Jordi gran, un cosmopolita obligat, que frisa per trobar l’esperit del temps antic amb ingenuïtat que es saviesa. És com si l’ara volgués traslladar-se als indrets d’antuvi i donar-los, des de la seva parcial nuesa, al present per fugir del malson que hem deixat crear amb el conformisme que implica l’absència de protesta. La pau és, vés per on quin rodolí, a Palau, i ho serà mentre m’atorgui la bellesa de poder sentir-me un home més lliure que vola sense que el rellotge el condemni a malviure.

JORDI COROMINAS I JULIÁN

jueves, 2 de julio de 2009

Rimbaud después de Rimbaud en Panfleto Calidoscopio






Rimbaud después de Rimbaud (I): Antes de África.



Por Jordi Corominas i Julián


“L’heure de sa fuite, hélas!
Sera l’heure du trépas”.

(Arthur Rimbaud, Ô saisons, ô chateaux, Une saison en enfer)

“Dieu des humbles, sauvez cet enfant de colère!”(Paul Verlaine, Malhereux! Tous les dons, Sagesse)

“Me gustaría recorrer el mundo entero que, bien mirado, no es tan grande. Quizá entonces encontrara algún sitio que me agradara bastante”. (Arthur Rimbaud)


“A parisian (20) of high literary and linguistic attainments, excellent conversation, will be glad to accompany a Gentleman (Artist preferred) or a family wishing to travel in southern or eastern countries. Good references. A.R. No. 165, King’s Road, Reading”. Este anuncio se publicó en The Times el nueve de noviembre de 1874. Su autor era Arthur Rimbaud.
El prodigioso trienio tocaba sus últimas notas. Atrás quedaba el abandono de los estudios y la renuncia a una más que probable carrera académica, como atrás quedaba el viaje a París y la liaison poética y sentimental con Paul Verlaine, preso en Bruselas desde el verano anterior por haber intentado asesinar a su amigo y amante. El Rimbaud de 1874 era un joven sin ilusión por su futuro literario, frustrado después de la fría y otoñal acogida parisina que le llevó a quemar sus manuscritos, triste por la nímia recepción crítica de Une saison en enfer. Poeta revolucionario, convirtió en cenizas parte de su legado, que sólo sobrevivió cuando su compañero infernal lo resucitó en el segundo lustro de los años ochenta del siglo XIX.



El Rimbaud que despierta el nueve de noviembre de 1874 ya no es el orgulloso enfant terrible que desafió a Dios y quiso superarle. Ahora las tornas han cambiado y analiza los acontecimientos de su trienio prodigioso como un error de presunción entre paraísos artificiales y excesos inconsecuentes. Su depresión como artista significa su ingreso en el mundo de la mortalidad, polvo y barro humano, pan de cada día. Hasta cierto punto. La historia tiende a recordar hechos memorables, vivencias de excepción. La vida de Arthur Rimbaud fue una epopeya de la que apenas quedaría rastro si de los dieciséis a los diecinueve años no hubiese escrito algunos de los mejores versos del Parnaso universal. Sin embargo, su posterior existencia fue una aventura inusual en un ser de su época, lo que corrobora la excepcionalidad del personaje, harto de la normalidad y con vistas a quimeras ignotas para sus contemporáneos.
De Londres a Charleville. Pese a temer la estación invernal, sabía aprovecharla para reposar antes de emprender nuevos viajes. En 1875 decidió irse a Stuttgart, donde fue huésped de una familia apellidada Wagner. Dotado para los idiomas, aprendió el alemán en un periquete y trabajó en tareas manuales para poder subsistir. Asimismo, pasaba largas horas en la biblioteca y amaba, era un incansable caminante, pasear para conocer la ciudad y sus alrededores. Ese mismo mes Verlaine salió de su cautiverio belga y, en plena falsa conversión católica, intentó reconciliarse con sus seres queridos. Visitó a Rimbaud y su encuentro fue la sólita pesadilla. Pese a llegar con el rosario entre las manos, negó a Dios al cabo de tres horas y se emborrachó como siempre. Los otrora compañeros cerraron cantinas y revivieron viejos comportamientos. Rimbaud volvió a su habitual cinismo violento y Verlaine repitió su papel débil y sentimental; al no estar acostumbrado a la bebida cayó bajo sus efectos, quiso rememorar instantes pasados y fue rechazado sin ambages, lo que trajo su ira, unos cuantos puñetazos y la derrota por su inferioridad física. A la mañana siguiente unos campesinos lo hallaron inconsciente en la orilla del Neckar.
Los dos poetas no volvieron a verse las caras. Rimbaud abandonó Stuttgart en verano y, convencido de dominar suficientemente el italiano, emprendió marcha hacia el Belpaese, cruzó los Alpes a pie y en Milán fue acogido por una viuda, encantada con la cultura de su huésped, quien quiso regalarle su única obra publicada, Une saison en enfer, sin poder hacerlo al no tener ningún ejemplar en su escaso equipaje.
El objetivo de este viaje era alcanzar Brindisi y embarcarse hacia Paros, donde conocía al dueño de una fábrica de jabón. No alcanzó su meta. Caminó toda Italia, pero las altas temperaturas estivales derrotaron su empeño. Sufrió una insolación y fue repatriado a Marsella, donde trabajó durante varias semanas en el puerto limpiando escombros y descargando barcos. Una noche conoció a un extranjero que le ofreció enrolarse en el ejército carlista para luchar en España. Aceptó la propuesta, recibió la prima y huyó a París, donde frecuentó ambientes literarios y recayó en su fama de indisciplinado y bebedor. A finales de agosto volvió a Charleville. Flirteó con la idea de inscribirse al bachillerato científico, luchó con obcecación por aprender a tocar el piano y en última instancia prefirió centrarse en el estudio del ruso para visitar los territorios del zar. Cuando florecieron los árboles y abandonó su hogar, una vez más. En Viena un cochero le robó dinero y equipaje. Mendigó por las calles y fue expulsado. Lo depositaron en la frontera alsaciana y volvió a Charleville robusto y encolerizado. Su fracaso le obligaba a resarcirse, y lo hizo a lo grande: en junio de 1876 se trasladó a Holanda y se alistó en el ejército rumbo a Java. Su barco salió a la mar el 10 de junio y navegó por Sudán, la costa arábiga y la somalí, que al cabo de unos años conocería al dedillo. La nave atracó en Batavia el 23 de julio. La vida militar, estricta y con horarios marcados, no le motivaba. Desertó el 15 de agosto, exploró la selva, se embarcó en el buque británico Wandering Chief y regresó a Charleville el día de nochevieja, previo paso por Santa Elena, Las Azores, Queenstown, Liverpool, Le Havre y París.
Rimbaud ya no escribía. En 1875 Delahaye dijo a Verlaine que la inspiración del portento se había secado hacía mucho, y tenía razón. En 1879, al ser preguntado sobre la cuestión, el chico de pelo rubio con rostro angelical que sacudió París afirmó no estar interesado en la literatura, una vieja novia caída en el pozo del olvido.



Europe, Asie, Amérique, disparaissez.

Se dice, se comenta, se rumorea que en la primavera de 1877 volvió a la ruta y se trasladó a Hamburgo para trabajar en algún barco que le llevara a Oriente, su pasión. Algunos biógrafos dicen que fue contratado como intérprete en un circo y viajó hasta Estocolmo, donde descubrió su poca resistencia al frío del norte, por lo que se hizo repatriar. Enid Starkie, autor de una más que prestigiosa biografía de nuestro protagonista, investigó en el consulado francés de la capital sueca sin encontrar ningún documento que atestigüe la expatriación a expensas del Estado galo, lo que desmentiría una caricatura de Delahaye donde Rimbaud bebe ajenjo con un oso polar.
El eterno retorno a Charleville no solucionó su malestar. El viajero es un ser inquieto que busca su lugar en el mundo. Sin saberlo, el poeta ganó la posteridad antes de vivir la parte madura de su existencia. Su desorientación después de la literatura le convirtió en una pequeña gran alma sin rumbo. Su siguiente destino fue Alejandría, donde llegó después de embarcarse, enfermar, volver un año a Charleville, trabajar en la granja y emprender nuevamente la marcha en octubre de 1878. Hamburgo volvió a ser el primer peaje. Conoció a un individuo que le prometió empleo en la ciudad de Alejandro Magno si se presentaba en Génova y embarcaba camino de Egipto. Atravesó Francia, volvió a cruzar los Alpes a pie, cerrados por el invierno, bajo una intensa tormenta y alcanzó la segunda parada de su itinerario para cumplir su sueño. En el país de los faraones trabajó en una plantación agrícola y puede que visitara Luxor, pues en los pilares de su famoso templo está grabado el apellido del aventurero. No creemos que en 1878 los turistas invadieran el lugar, por lo que es muy posible que Rimbaud dejara su huella en silencio, solo con las piedras y el pasado.
Se cansó de la plantación y descendió hasta Suez, donde su compatriota Suel, propietario de un hotel, proporcionaba empleo relacionado con actividades ilegales que iban desde la construcción de faros para evitar naufragios hasta la contratación de ladrones de barcos. Durante la primera quincena de diciembre Rimbaud gastó sus energías en recoger el botín de uno de tantos buques caídos en desgracia en las costas de Gardafui y luego, con dinero en el bolsillo y contento por su anonimato, se trasladó a Chipre, isla que los turcos acababan de ceder a Inglaterra. La pérfida Albión quiso arreglar el desaguisado que los otomanos causaron en la patria de Venus. Se destinaron grandes cantidades para mejorar puertos, canales y carreteras. Rimbaud fue contratado como capataz de una cantera del desierto un sitio en el que, según sus propias palabras, sólo había rocas desprendidas y una canícula infernal. Las condiciones eran lamentables. Escaseaban los alimentos y siquiera tenían un refugio donde guarecerse, grave problema en una zona donde los mosquitos y el paludismo eran una grave amenaza. Además de vigilar la prosecución de las obras, Rimbaud estaba encargado de pagar a los indígenas que tenía a su cargo. Dadas las pésimas condiciones laborales, no es de extrañar que se enfadaran, rebelándose y robando el almacén; el tacto humano del hijo de las Ardenas hizo que recapacitaran y al final la sangre llegó a pedir armas a sus patronos para protegerse, no llegó al río.



Rimbaud abandonó Chipre en junio de 1879 al contraer unas fiebres tifoideas. Se restableció en Francia, pero había cambiado. Sus mejillas estaban hundidas y el pelo se había encanecido; el rostro chupado con la piel tersa, sin rastro del cutis infantil que tuvo en su adolescencia. Sólo los ojos transmitían el vigor de antaño.
En octubre de 1879 cumplió veinticinco años y se le veía sobrio, como si el vagabundeo hubiese concluido para avanzar hacia un estado maduro. A finales de año, ya recuperado de la enfermedad, sus viejos amigos le invitaron a pasar la noche en un café de la Place Ducale. Apareció con ropa elegante. La compró a crédito. Tenía decidido marcharse. Quería llegar a la cima. A las once de la noche se despidió de sus allegados y desapareció en la oscuridad.

http://www.calidoscopio.net/2009/05Junio/Letras02.html


miércoles, 1 de julio de 2009

Entrevista popular loopoética



Entrevista popular loopoética

Después de nuestra entrevista en Com radio(http://blocs.lamalla.cat/bloc/extraradi/post/loopesia) pensamos en proponer a nuestros seguidores una entrevista popular. La iniciativa no nos inspiraba temor, la única duda era comprobar si realmente las personas se interesarían ante la posibilidad de poder preguntar lo que quisieran. Este es el resultado.

Inicios

¿Cuándo se conocen el Anónimo toledano y Jean Martin?

La respuesta precisa es el sábado 14 de marzo de 2009 en La cova de les cultures; fue su primera actuación. Antes de ese día hablamos por teléfono con los dos, y corre la leyenda que se reunieron sin avisarnos. El anónimo cogió un avión en Barajas y Jean Martin lo hospedó en su casa de Cambridge.

¿En qué noche loca y etílica se os ocurre esta gamberrada?

Seguro que fue una noche de jueves. Neill y Jordi se conocieron en una reunión en septiembre de 2008 y desde el principio se llevaron de maravilla. Fue el otoño-invierno del fantástico, donde quedaban y comentaban cosas mientras bebían vinito y cerveza. Una de esas noches Jordi le comentó a Neill su deseo de musicalizar Las nocheviejas del patriarca, suite poética publicada en Calidoscopio, y a partir de ese momento el motor carburó.

Concepto

"Popular" y "loopoesía" no se pueden pronunciar muy seguidas, suenan feo juntas, se trata (usando otra palabra fea fea) de una cacofonía... ¿acaso el lenguaje nos señala un quiebre esencial entre lo "popular" y lo "loopoético"? ¿Es loopoesía un reducto de élite?

En cierto sentido podríamos darte la razón desde un punto de vista conceptual al mezclar ideas complejas como poesías enlazadas, bucle, performance, poesía automática, armonías, decapitaciones varias, proyección audiovisual y mil cincuenta y dos influencias. Aún así no nos consideramos elitistas porque nuestro show está abierto a todos los públicos, y lo positivo es que cada espectador puede visualizar y pensar el espectáculo desde su propia perspectiva. Creemos que actuar en vivo es la fuerza que conjuga lo popular con lo loopoético; desde esa premisa hasta el futuro cd+dvd+libreto puede convertirse en un producto no sólo para sibaritas.

¿Influencias?

Al querer transmitir muchas sensaciones las influencias son múltiples. Es una de esas preguntas complicadas, porque todo está muy construido al tiempo que bebe una absoluta libertad. Las ideas salieron espontáneas, y en cada cerebro loopoético hay ríos de imágenes, ideas e influencias. Lo curioso es que Jordi y Neill tampoco eran de ir a muchas movidas de performance, con lo cual en ese sentido no hay rastro de contaminación positiva. La madre de todo el proyecto es la experimentación. Estamos muy aburridos de ver tonterías, queríamos crear diferencia con sentido, esperamos haberlo conseguido.

Musicalmente, ¿con qué influencias jugáis?

El primer punto a considerar es saber que en Loopoesia usamos una pista base con las nocheviejas del patriarca+ su música, que se mueve en función del significado lírico de las palabras; sin embargo en directo el anónimo añade contenido con sus mezclas, relacionadas también con los versos y el montaje músicopoético. Las influencias no se pueden basar en simples nombres. A Jordi le gustan mucho los sesenta y a Neill los ochenta. Esa sería una respuesta de parvulitos, casi en pañales, respuesta inexacta porque a medida que avanza el proceso vamos añadiendo desde música Hindú hasta ruidos de la calle. No hay límites en la música ni el sonido. El último reto son las armonías, dan al espectáculo una complejidad sonora que dinamiza loopoesia.

¿Vivimos la vuelta de la voz? ¿De la poesía hablada, recitada, cantada y
gritada? ¿Qué opináis de ello?


La voz nunca se ha ido, a no ser que te refieras a Frank Sinatra, que si murió hace ya unos años. En Loopoesía la voz jugaba un papel relativamente secundario al principio del proyecto, cuando Jean Martin gritaba Carmen, la poesía, en plan poseído. A partir de la segunda actuación su rol va adquiriendo más y más importancia, el mito de Isabel la Católica, factor confirmado en el tercer show, cuando el anónimo adquirió voz y proporcionó la complejidad armónica que tanto nos gusta.
La voz es necesaria, porque la poesía leída es genial, pero con público logras transmitirla y quizá lograr que la gente se aficione; en el tiempo donde todos podemos saber todo, aunque eso desoriente a lo bruto, los espectáculos pueden tener una función pedagógica y vital para difundir el arte, al fin y al cabo el ser humano siempre ha sido forofo de la narración oral.

¿De las vanguardias? Qué influencia es mayor en vuestra puesta en escena:
¿el dadaísmo o el surrealismo?

El surrealismo, o eso creemos, es exceso de realidad. Eso nos chifla. La gente dice que somos surrealistas porque decapitamos a muñecas fascistas, vestimos raro, vamos enmascarados y el ambiente del show es algo psicodélico e irreal. Pero resulta que somos de carne y hueso, lo que mostramos es real, si se analizan los elementos simplemente mostramos un tipo de realidad que quizá es excesiva....
El absurdo es maravilloso. El dadaísmo surgió durante la Primera Guerra Mundial, nosotros durante la crisis. Ambas cosas tienen en común convivir con el malestar de su tiempo y querer ir hacia formas mentales y representativas más extremas. Por otra parte adoramos el humor inglés. Y el lacón de Gredos.

Si un loop es un bucle y, según la RAE, un bucle es un rizo de cabello en forma helicoidal..........¿por qué todos los personajes que aparecen en el cuento loopoético tienen el pelo liso? ¿Coincidencia o discriminación capilar?

Jordi Corominas declara no acordarse de si en la suite poética los personajes tienen el pelo liso, aunque matiza que la morsa Gertrudis, el bogavante o el pastor Nicolai tienen los pelos como escarpias y berberechos. Jean Martin y Jordi tienen el pelo liso, el anónimo tigrado y Neill ondulado tirando a rizado. Nos lo cortamos en peluquerías del baboso, Calle Isabel la Católica 1492. El bucle es bello.

Pensamientos y Loopoesia way of life

¿Es cierto que los loopoetas efectúan respiración cutánea, y no pulmonar, como el resto de los seres humanos?

Eso es una verdad como un templo. En el escenario efectuamos respiración cutánea, la máscara nos impide hacer otra cosa. En la calle respiramos con las manos, así sudan menos en verano.

¿Para cuando ese vino blanco?

Tenemos que hablar con nuestro abogado. Antes de quedar analizamos las sustancias a consumir, no queremos deformarnos. Vino blanco forever, velocidad seca y amarilla de fórmula 1 en la garganta, como Messi en Verdaguer.

¿Qué fobias persiguen a los loopoetas?

Helado de calimocho, vestidos de abuelas, manchas de color crustáceo, Angel Acebes, señores de uniforme, los tucanes de Palamós, agua de Sarrià, el voleibol sobre patines, laca industrial, marujas en el autobús, los mirones, los anacolutos, la hierba caducada, los grados Kelvin, los ricos, el asfalto en navidad, los canguros de Austria y los que les da pereza acudir a nuestros shows.

¿Qué beben los loopoetas?


Jordi vino blanco, cerveza y gin tonic cuando va de disco, lo que nunca sucede. Neill mojito, cerveza, vino. Ambos tienen buen saque. Jean Martin y el anónimo toledano sólo ingieren zumos de fruta y se tiran agua por la cabeza.

¿Os gusta ir en pantalón corto?

En verano sí, en casa vamos en pelotas.

¿Qué acción os parece más loopoética: el entierro de la sardina o la muerte del salmón?


Veneramos el naranja y la muerte del salmón es triste, sobre todo cuando vas al Condis y lo ves envasado. El entierro de la sardina tiene mas gracia, es súper ridículo que los humanos vayan al mar a tirar un pez muerto porque dejan de disfrazarse, es uno de los grandes misterios de la humanidad.

¿Los loopoetas también lloran?

Sí, lloramos por el dolor del mundo ofendido, que diría Vittorini. Lloramos con la vichysoisse pasada y nos caen lagrimones si el cartero llama dos veces.

Ideas para hacer nuestra vida más loopoética

Reír mucho, dejarse llevar, pensar las cosas de manera estructurada, pasear muchísimo, soñar cada día, comer Spaghetti al pesto y patatas bravas en los bares, hablar con desconocidas, adorar unidades poéticas, saber que no hay una sola música, experimentar, jugar al parchís los martes a las cuatro de la madrugada, dominó erótico, criticar construyendo.

Carmen e Isabel

¿ Carmen, además de la musa es la samu loopoética y os da agua de ídem?


Nos da agua de amen. Carmen es musa porque, reiteramos, es la poesía. En el escenario tenemos una botella de vino, pero no podemos beber, es una trastada. Por eso consumimos litros de cerveza poco antes de nuestra hora. No se lo digáis a nadie.


¿ No creéis que dos Isabeles, encima católicas, son demasiado para un sólo George Harrison?.De todos es sabido que juegan sucias.

George, última incorporación a nuestra lista de personajes, era hinduista y de Liverpool. Todos somos Isabel la Católica. No entendemos el éxtasis que genera su nombre. George y Paul juntos pueden derrotarla, si bien su fama es insuficiente ante el empuje sonoro de la monarca, tiene tela la cosa.


¿Isabel la Católica lleva lencería de encaje o de algodón?


De piedra, y sujetadores de menhir.

¿Ha estado realmente confinada en el castillo del Puente Congosto?

¿No era en el de Greyskol? ¿O era Cronenburg?

Máscaras


¿Cómo laváis las máscaras para que huelan a tigretón?

Con un detergente lleno de chocolate, cremas de esas que comíamos de pequeños y un poco de esa píldora que os dan.

Sobre las máscaras (personalmente me gustan mucho): ¿qué creéis que aportan
a vuestro show?


Son una elección de Jean y el anónimo. Aportan misterio y puede que den una especie de tono sacro al mensaje que transmitimos, como si los dos del escenario fueran oráculos. Algunos espectadores opinan que dan miedo, no es nuestra intención. Todos llevamos máscara.

Sobre el show

Y por último, esta me la he preparado consultando fuentes autorizadas: ¿En base a qué criterios organizáis las actuaciones?

Esta pregunta tiene varias respuestas. Hay una serie de locales y eventos que nos gustan. Mandamos mail de prensa y generalmente tenemos el sí. La otra parte de la organización es relativa a los aspectos de la misma actuación. Actualmente estamos desarrollando Loopoesía 2.0, pero siempre ampliamos la idea y ya tenemos en mente el formato 3.0

¿ Para cuando una sponsor jamona?.Las otras, nunca mejor dicho, están en los huesitos y conste que adoro a la Hepburn.


Audrey Hepburn y Lady Di son nuestros emblemas femeninos porque las consideramos mujeres sobrevaloradas. No negaremos la elegancia de la primera, pero si es el icono pop más dañino de los últimos tiempos, sus objetos de consumo promueven la anorexia. Los loopoetas preferimos mujeres carnales y carnosas, Monica Bellucci, Marylin....Por su parte George Harrison y Paul McCartney nos inspiran desde varias perspectivas muy largas de contar.

¿Qué pinta un gato, una muñeca, una máscara inexpresiva e Isabel la
Católica?


El gato es el anónimo toledano. Su biografía del blog (http://loopoesia.blogspot.com/2009/06/loopoetas-varios-anonimo-toledano.html) lo explica todo. La muñeca encaja con el infierno musical preludio del último poema. Es una plastic girl fascista que merece la decapitación, entre otras cosas por seguir los parámetros marcados por la sociedad. La máscara inexpresiva es Jean Martin, su único punto, nunca mejor dicho, es una peca. Isabel la Católica es proverbial. El todo es uno y el uno es todo.

Pregunta final

Hacia donde va loopoesia? Cual es el límite de loopoesia?

1) Loopoesía va primero a Cambrils, luego a l’elèctric bar y así hasta el infinito, tenemos varias actuaciones programadas, así que os iremos informando de las fechas y del futuro Spanish tour.
2) Loopoesía sabe bien sus caminos. Lo que nos entusiasma es que sentimos cómo el proyecto madura, como salen siempre más ideas que adquieren complejidad en muchos sentidos. Como ya reiteramos antes creemos que las armonías darán un punto extra al conjunto, pero al mismo tiempo se contemplan cambios audiovisuales y en la forma de mostrar la poesia automática.
3) No existen límites.

El equipo de Loopoesia quiere agradecer a todos los participantes su amabilidad al enviarnos preguntas para nuestra primera entrevista popular.


http://loopoesia.blogspot.com/2009/06/entrevista-popular-loopoetica_30.html