viernes, 30 de abril de 2010

Viernes 30, Poetas Delaonion+Loopoesia en Inusual Project



Este viernes 30 de abril celebramos un evento especial. Recuerdo que reservé la fecha junto a Neill Higgins pensando en mi cumpleaños, pero por suerte los espectáculos ganan a sus organizadores y ahora la cosa ha ido más allá de soplar las velas. Lo que os proponemos es una velada diferente y con mucho calado poético.




foto: Ernesto Escobar


La noche empezará con un recital de los poetas Delaonion. La semana pasada recitamos en un balcón de la Plaza del sol, hoy lo haremos en Inusual Project con tranquilidad, sin tanto pirateo y quizá con más consistencia al saber que se nos escucha en un recinto cerrado, con la calma necesaria para que el verso entre bien, como nuestras queridas cebollas, segunda parte de la velada, protagonistas de un happening insólito. Risa y llanto.





Cerrará el evento Loopoesia, con muchas ganas de show tras este mes especial por la actuación de la Rambla del Raval.


Poetas Delaonion+Happening de la cebolla+Loopoesia

Inusual Project

calle de la paloma n5

2 euros

puertas abiertas a las 21 h 30 minutos

miércoles, 28 de abril de 2010

Diálogo con Jan Martí, editor de Blackie Books, en Revista de Letras



Foto © Cristian Rodríguez




XXII Editores: Jan Martí
Por Jordi Corominas i Julián | Destacados | 21.04.10

Proseguimos después de una pausa con nuestro recorrido por el sector editorial independiente a través de algunos de sus editores más destacados. Le toca el turno a Jan Martí, fundador de Blackie Books que, en pocos meses, se ha hecho con un importante lugar entre los sellos más relevantes de los últimos tiempos. La charla estuvo conducida por Jordi Corominas i Julián.



En un alarde de puntualidad ayurvédica paseo sin querer por los lugares del crimen de Carmen Broto, crónica negra antes de aterrizar en el gracienco Carrer de la Iglesia, donde la entrada a la nave de Blackie Books me hace pensar inmediatamente en mataderos y vampiras del Raval, como si entrara en un siniestro edificio decimonónico. El ascensor, una cápsula comprimida que casi encasilla mi cabeza con el techo, me transporta a una película de espías que al salir al cuarto piso, como por arte de magia, me brinda la tentación de abrir una puerta y ver un exterior industrial, escenario de crónica negra que no guarda relación con la editorial que visito. Me recibe Alice, bajamos a la Plaça de la Virreina, pedimos unas copas en una terraza y pulso el botón de Play mientras Jan Martí remueve su carajillo ronpujolero.

A modo de test…

¿Cuándo decidiste ser editor y por qué?

No soy editor porque aún no sé qué significa. Lo que sí hice fue montar una editorial, Blackie Books. Lo hice tras currar unos años en otras editoriales y ver que el oficio no era difícil. No era difícil, pero lo estaban convirtiendo en algo un poco demasiado aburrido, esquemático, organizado. Básicamente, muchos se habían olvidado de que se trataba de LIBROS, y de gente que los lee.

¿Cuál es el criterio principal de tu catálogo?

El criterio no sabemos cuál es. Queremos que cada libro que publiquemos nos guste mucho, y nos apetezca muchísimo proponerlo, como cuando te apetece mucho que un colega o una chica que te gusta escuche tu disco preferido. Cuando algo te gusta mucho la primera reacción siempre es querer compartirlo. Es más o menos eso. No nos inquieta si el libro no es una novedad, si el autor es de aquí o de fuera, si está vivo o muerto, si es ficción o ensayo, si es para niños o mayores (son más o menos lo mismo)… de todo pero no cualquier cosa, dijimos una vez.

¿Primer libro publicado?


El Do it! de Jerry Rubin. Y no por casualidad. Publicar ese libro como primera referencia significa algo. No se qué exactamente, supongo que algo que tiene que ver con cierta constatación y cierta actitud como respuesta. Y con el sentido del humor.

¿El libro más difícil? (de editar, de conseguir, de vender… interpretación libre).

Con El tutú había una dificultad: no supimos, hasta después de editarlo, si era verdad que era un libro de 1891 o no. Al final resultó que sí, y que hasta hay un único ejemplar localizable en una librería en el barrio de Saint Germain, en París. Pero no era lo mismo estar publicando un hallazgo del siglo XIX que una jugarreta de un (gran) imitador de los años ’60. Al final todos contentos. Respondo a esta pregunta desde París, por cierto; en media hora voy a ir a ver el libro. Le haré fotos, por si acaso.

¿Qué libro te hubiera gustado publicar y has debido rechazar? (por estar ya editado, por problemas de derechos, por no encajar en tu colección…).

Me gustó mucho (y recomiendo) Dios ha muerto, de Ron Currie. Lo compré en San Francisco e intenté enseguida hacerme con los derechos, y cuando estaba a puntito de conseguirlo se interesó otra editorial grande contra la que no pude competir (ni por asomo). Hubo una jugarreta ahí, pero bueno, lo he comprado esta mañana en el aeropuerto y me gusta casi tanto como si fuera de Blackie.

¿Qué te impulsa a publicar un libro, además de verlo en tu catálogo?

Pensar que nos forramos vendiéndolo y que por fin podemos comprarnos ese chalet en Torrevieja. Pensar en estar leyendo ese libro en la piscina del chalet, hecha por encargo en forma de perrito, sentados en un sillón inflable hiper-hortera. Eso, y otras cosas que no diré para no desvelar nuestros trucos.

¿Qué te impide publicar un libro?

Que sea malo, o aún peor, oportunista. O aún peor, cobarde.

Por curiosidad: ¿Por cuántos correctores pasan tus libros?

Dos correcciones “oficiales”, más el ojo avizor de los componentes de Blackie. En total son un montón de lecturas, pero es inevitable que se escape esa errata. Esa errata que descubres a los pocos minutos de recibir el libro ya impreso. Abres, y ahí está. Es durísimo.

¿Libro electrónico?

Sí, la idea no está mal, sobre todo de cara a las universidades, a los libros de apoyo, a las bibliotecas, etc. Pero que lo hagan un poco mejor, hombre, que le den un poco más al tarro, que los aparatos estos de ahora son muy feos, no aportan nada, no convencen. Solo pesan menos. Pero bueno, nadie compra un libro por el peso, ¿no? En todo caso, veo inevitable la piratería, las descargas, como con la música. Así que estoy tranquilo en ese sentido.

Confiesa: Vas a una librería. ¿Recolocas tus libros en las mesas de novedades o en los estantes cuando no están bien visibles?

Sí, y además tenemos una patrulla especializada en este tipo de operaciones. Nuestras mamás.

Imagina: En unos años, debido al éxito de la editorial, te ofrecen formar parte de un grupo o venderla. ¿Qué haces?

No, sólo la regalaría.

¿Qué hacías antes de fundar Blackie Books?

Nací en Barcelona en 1982, a los tres años aprendí a leer y a escribir. Hijo de padres keniatas, experto en cultura guatemalteca y bailes populares kurdos, hablé latín por vez primera a los cuatro años.

¡¡¡QUE NO HOMBRE, ES BROMA!!! (ahora ya no).

Lo que sí que es verdad es que leí mucho de los tres a los diez años, lo leí todo, después lo dejé hasta ahora, no volví a leer mucho nunca, la literatura de mayores…

¿Te aficionaste a la Playstation?

No, a ver, los libros para mayores no me gustan, prefiero Roald Dahl, Jan Voss, Arnold Lobel. Mi background literario es que lo leí de los tres a los diez años.

¿Y qué pasó de los diez a los veintiocho?

Me gustó más la música.

¿Y cómo volviste a sentir el gusanillo por la literatura?

Nunca dejé de leer. Lo que me atraía era ser editor. Seleccionar, proponer.

¿Cómo si fueras un productor musical?

Sí, es parecido, o como si fuera un Dj o un recopilador que selecciona música. Es un filtro modesto pero necesario.

¿Y cómo llegas a fundar y dirigir Blackie? ¿Cuál es su origen?

Trabajaba en RBA y me enganché. Hice prácticas en prensa, en la parte comercial y luego fui director adjunto. Estaba en National Geographic. Me pilló el gusanillo. Llegaban catálogos, revistas del extranjero y entendí el funcionamiento del proceso y me sentí capaz de montar mi propio proyecto. Me gusta mucho navegar por Internet, soy un buscador insaciable. Si ahora fuéramos a mi portátil lo encontraríamos con treinta y dos ventanas abiertas, que luego divido en ideas muy buenas, buenas o a considerar.

¿De cien ideas que encuentres en una búsqueda, sólo saldrá una buena?

O las dejo descansar y de repente reaparecen porque alguien menciona ese nombre que guardé en una carpeta.



Como cuando algo nos activa una información estática en el cerebro durante años que vuelve e irrumpe con fuerza.

Guardar ítems. Hoy recuperamos una idea que ya estaba en un correo de hace tres años. Es eso, no sólo son archivos interesantes, también son ideas, proyectos, esbozos que pueden cobrar vida.

En este sentido temporal es interesante remarcar que en vuestro caso hay un proceso fundacional muy largo. Estabais en Facebook un año antes de publicar el primer libro, Los Simpson y la filosofía.

Fue un proceso muy largo, mucho más de lo que tenía previsto. Nacimos en octubre de 2009 y en agosto de 2008 en la revista de verano de EL PAIS salimos en portada con una página triple interior, algo que ahora sería impensable. No tuvo ningún tipo de sentido, y fue porque entonces cobré conciencia de todas las cosas que faltaban por pensar y hacer. Diseño, cubiertas, materiales, imprenta, distribuidora, el papeleo…

Intuyo que eres una persona muy detallista.

Lo he aprendido con la música. Cuando publicas o sacas algo es un momento increíble y extraño. Quería ir con mucho cuidado, por eso tardamos más.

No fue algo alocado, fundaste la editorial con todo muy bien amueblado, nada de Viva la Pepa.

Desde 2007 quería hacerlo y tenía libros guardados. Cree y contraté cosas antes de la existencia de la editorial, lo tenía muy claro.



¿Cuál era tu prioridad? ¿Tenías un criterio para el catálogo de Blackie?

Eso no lo pensé, más que nada quise reunir libros que me gusten. No los pensé con un orden de salida, sólo quería publicar el Do it! de Jerry Rubin primero, porque me parece una declaración de actitud e intenciones de la editorial.

De todos modos, pese a lo heterogéneo del catálogo si que se puede intuir puntos de unidad.


¿Sí?

Sí.

Ah, pues ya haré lo posible para que no se note.

Es que soy un poco puñetero.

Sí, me has picado. (risas)

Literatura norteamericana, sin duda.

Me gustan mucho los Estados Unidos y su concepto de la cultura pop, entendido como algo que se puede estudiar, de manera académica, no cómo se enfoca en España.

Eliges libros de historia contemporánea reciente que la abordan desde la literatura.

Rubin es Historia, es un manifiesto, no es literatura. Un manual contracultural. Me interesa más estar en contra del concepto novedad que impera en muchas editoriales.

¿Qué consideras novedad?

No la novedad contemporánea, sino más bien proponer algo que no estaba en la superficie. Reproponer generaciones y presentar obras que hoy en día siguen teniendo validez, que sirven a nuestra sociedad.

¿Y tu labor musical te impulsa a intentar tener un catálogo de libros escritos por cantantes y obras relacionadas con el tema?

Sí, pero es muy difícil encontrar el instante en que varias disciplinas encajan bien. Cosas que los nietos deberían saber, de Mark Oliver Everett, no es un libro sobre música, simplemente lo ha escrito él y se dedica a esa profesión, lo que no le da más valor; además en las librerías no está en la sección de música. No soy muy fan de las autobiografías o biografías musicales puras, tampoco tengo ídolos así a lo bestia.

Por la recepción que han tenido los libros, qué creéis, ¿tienen un espectro de público concreto, de veinte a cuarenta y cinco años, o es flexible?


Es bastante flexible, aunque no hemos llegado a todo el mundo, y deberíamos subsanarlo.

Pese a ello, los mismos nombre de los autores, véase el caso de Werner Herzog, acercan vuestras publicaciones a un abanico muy amplio de lectores, que además pueden sorprenderse al encontrar algo diferente, no lo qué esperaban de ese nombre.

No puedo saber qué esperaban. En el caso de Do it! es para dos generaciones, la que lo vivió y la actual, la que ahora quiere quejarse u observar cómo se quejaban cuando lo hacían de verdad. El tutú también es para todos y Los Simpson y la filosofía también cumple esas premisas. No tiene ningún sentido limitarse en el target de público. Nuestro diseño de las cubiertas tampoco definen ese aspecto.

Vuestras cubiertas son muy especiales. ¿Vuestra idea es tratar el libro como un todo?


Por supuesto. Lo que se desea es que la gente se acerque al libro. El modo más directo es hacer que el volumen sea bonito, apetitoso y suculento.




Pero ya con la tapa dura y el tipo de diseño le da una especie de plus, como si vuestras publicaciones tuvieran algo de artesanal.

Pensamos mucho en el diseño, lo queríamos bonito y original. Libros que después de su lectura merezcan ser conservados o regalados. Si te fijas, su tacto es diferente.

Sí, lo palpas y lo notas. Además la tapa dura seguramente también se puede relacionar con la idea de tratar el pop de manera académica, no en plan pop de usar y tirar.

Efectivamente. Y está bien remarcarlo porque es una etiqueta peligrosa y hay que delimitarla muy bien.

Conviene matizarlas porque ahora todo el mundo se atribuye el adjetivo pop.

Sí, y ser pop no es cómo se escribe, puede tener origen en el contexto y hasta de la recepción que tenga el libro en un momento histórico, El tutú (ndlr, una obra de 1891) también es pop.

Una determinada actitud cultural sin tener en cuenta la época en que suceda.


Eso es. Somos flexibles. Reunir libros de cualquier época, tema y género. La línea debe ser variada. Nuestros libros no tienen ninguna relación entre ellos, la cuestión es identificar el sello con ellos.

Otro aspecto destacable son las ilustraciones. Se nota una preocupación por integrar la ilustración con el texto, que es otra forma de ir hacia el todo. ¿Cómo enfocáis la cuestión del diseño?

Tenemos un diseñador y desde el principio hablamos con él, lo escuchamos, nos reunimos muchas veces y pasamos horas hablando sobre la cubierta y lo que queremos decir con ella. En el caso de La conquista de lo inútil, de Werner Herzog, podíamos poner el barco y quedarnos tan tranquilos, pero optamos por una portada bonita que diera belleza al libro.

El concepto de libro objeto.


Sí, y también todo el trabajo de los ilustradores. Dedicamos mucho tiempo a buscar ilustradores.

¿Tenías alguna influencia que te inspirara en el diseño de los libros?

Penguin es un ejemplo, porque da sentido a la colección aunque los libros no tengan relación entre ellos.

Y supongo que buscabais un diseño del texto vivo, porque los textos no son aburridos tipográficamente, dan dinamismo a la lectura.


Sí, casi podríamos escribir la historia de los pasos que seguimos y lo que descartamos para llegar a la colección. Por ejemplo el siguiente libro podría ser uno para niños, y lo haría con tapa dura y lomo plano porque así eran los que leía cuando era pequeño. O sino un libro de ensayo sólo tipográfico, un poco como el de Herzog.

En este sentido, si bien antes lo has mencionado, Blackie no se cierra a ningún género.

Me encantaría publicar cómics, uno o más, también libros de ilustración, tema fotográfico, libros infantiles, reproponer libros infantiles para mayores, ensayo, mezclas y hasta la novela de una página sobre Messi que inventamos antes. (ndlr: Messi, el pirómano aburrido de tanto elogio que nunca mira para atrás).

¿Y autores españoles?

Es otro tema delicado. Produce mucha responsabilidad recibir manuscritos y pensar en publicar inéditos. Primero vimos cómo nos iba con traducciones y ahora ya pondremos en marcha varios libros nacionales.

Y aquí por fuerza debes generar una línea unitaria en la elección de temas y autores.

Sí, es complicado, no sabría dar un nombre a nuestro criterio. Nos cuesta mucho la ficción pura inédita, conviene ir con pies de plomo con la ficción.

¿Autores inéditos?

Bueno, ahora sacamos El incongruente, un libro de Gómez de la Serna con un largo prefacio de Julio Cortázar. Más tarde sacaremos cuatro novelas de Enrique Jardiel Poncela. Hay gente que alucina con eso, pero no, somos una generación que ha superado los prejuicios guerra civilistas, no lo hemos vivido y al releer los textos de alguien marginado tras la transición pues no pienso en esos aspectos que quizá antes ocultaron su obra. Habrá recuperaciones y nuevos autores.




Es curioso que en España aun no exista la mentalidad de superar determinados estereotipos problemáticos de la Guerra Civil o la Transición, que siempre se analizan desde una óptica sufrida y escasamente crítica.

Ayer estrenaron una producción típica sobre el tema. Desde hace treinta y cinco años se enfoca la cuestión desde el mismo modo. Por desgracia es un tema que nunca se solucionará, pero no lo analizamos desde esa perspectiva, sino más bien de cómo leemos o cómo pensamos hoy en día esos textos. Al haber nacido tras los hechos se tiene una perspectiva diferente de la cultura anterior. Y si se quiere, publicar la obra de Jardiel Poncela puede ser un buen test para ver si muchos siguen pensando con esa nostalgia que no deberíamos tener, entre otras cosas porque no somos nuestra abuela. (tras abordar el tema, nace una charla espontánea en la mesa entre Diana Hernández, Alice Incontrada, Jan Martí y servidor sobre varios casos de Estado y memoria, hasta que aparece la crítica en el diálogo y retomamos la entrevista propiamente dicha).

¿Dais igual importancia a la crítica de la prensa generalista que a la digital?

Sí, estamos en un período de pruebas. Por ejemplo si un blogger nos pide un libro antes miramos la calidad de su web y el número de visitas. Debemos ser selectivos porque, entre otras cosas, los envíos cuestan mucho dinero. Por otra parte también salen críticas en blogs de lectores. Cada día lo controlo con Google Alerts, es bonito encontrar críticas en blogs inesperados.

Mantenéis mucho el equilibrio entre papel y red, algo propio de las editoriales independientes.


Las editoriales grandes no pueden controlarlo, no tienen tiempo. Pasa lo mismo con Facebook. Nosotros podemos usarlo porque interactuamos, preguntamos a los usuarios, nos sirve para orientarnos y aprender, no es nuestra herramienta de difusión básica, es un gran vehículo de contacto donde recibimos propuestas, agradecimientos y todo tipo de comentarios.

¿Me puedes decir alguna futura novedad de los próximos meses?

Lamentación del prepucio, aunque el título quizá no es definitivo. Peyton Place, un best-seller de los años 50 con un prólogo de Boris Izaguirre. Un libro así amplia el mercado hasta una unión intergeneracional, y además es pop, y no sólo en el contexto.

Y una publicación así hace que la gente mayor vea que hay nuevas editoriales en el mercado que ofrecen novedades que hasta ahora sólo se podían encontrar en el rastro.

Hay una anécdota (ndlr: aquí interviene Alice) de un librero al que un señor de 60 años le pide cada día Peyton Place. Señores que.

También sacaréis uno de Warhol…

I’ll be your mirror, una recopilación de entrevistas de Warhol, entrevistas imprevisibles que permiten conocer muy bien al personaje. El libro es un testimonio directo, es él quien habla.

Al mercado español, quizá hay alguna excepción en Global Rhythm, parece haber una especie de rechazo a publicar libros de entrevistas.

Sí, y es bastante absurdo. En el caso de Warhol sus palabras recorren tres décadas de su trayectoria.

(…)

Durante un momento pensamos terminar repitiendo el concepto de novedad, pero está más arriba, así que poco sentido tenia hacerlo. Seguimos un rato más bajo la amenaza del frío, nos levantamos, nos despedimos y ahora, a las 16:51 minutos del viernes 9 de abril he transcrito el diálogo, no hay más. Larga vida a Blackie Books.

lunes, 26 de abril de 2010

Martes 27, El crimen de la Calle Aribau en la Hora-L de Radio Barcelona-Cadena SER



Uno siempre se sorprende buscando crímenes, bonita actividad, y esa sensación nace más que nada por la incesante búsqueda que reafirma el olvido que causan las muertes violentas, primicia informativa en el momento de los hechos que se desvanece con el tiempo, y en nuestra época ello supone toparse con escasas entradas de Google como símbolo del paso de los años.

Sin embargo, a veces el servidor de servidores permite tremendas, y tremebundas, asociaciones de hechos. Entre 2000 y 2003 la Calle Aribau fue el escenario de tres crímenes relacinados, directa o indirectamente, con bares. El caso del martes 27 inaugura esta particular trilogía. El diez de septiembre de 2000 Hamid Saada salió de fiesta con unos amigos para celebrar que su hermano había conseguido el visado para estudiar en Barcelona. A las dos y cuarto de la mañana Hamid se adelantó a sus dos acompañantes, se paró al lado del Tal Cual, un bar que retornará a la crónica en 2003, y recibió un disparo a bocajarro en la cabeza, así, sin comerlo ni beberlo.

¿Quien fue el asesino?

¿Por qué mató a este Bereber nacionalizado español?


Estos y otros enigmas serán resueltos como cada martes en la sección criminal de la Hora-L.


Crímenes en la Hora-L

Cada martes a partir de las 13.06 minutos

Radio Barcelona-Cadena SER

96.9 FM

666 AM

domingo, 25 de abril de 2010

Matemática Beatle(II) en Panfleto Calidoscopio


Acercándose a la perfección (1965-1966)

Por Jordi Corominas i Julián

¿Los ven? Otoño de 1965. Los cuatro están grabando y tienen el control absoluto de lo que hacen, ya no están en el estudio para obedecer ciegamente las órdenes del productor. Ahora proponen y George Martin dispone. El aprendizaje completo de lo elemental conlleva querer experimentar y navegar por mares desconocidos. Para declararlo ante el mundo, impaciente por escuchar su nuevo trabajo, bastaría con la música, pero ellos desean más. La portada es un portal de información del interior. Las posteriores a Please Please Me, una típica instantánea de relleno, fueron adquiriendo categoría artística con el rotundo blanco y negro de With the Beatles, los negativos coloreados de A hard days’s night o el juego cromático de Help. Rubber Soul debía superarlas y emitir un mensaje de cambio. Los encargados de plasmarlo serán Robert Freeman y Paul McCartney, quien desde este disco fue el principal impulsor de nombres y diseños. El fotógrafo organizó una sesión en el jardín de John. Buscaba una imagen desde una perspectiva anómala que mezclara rojo, marrón y verde para conseguir un efecto monocromo. Mientras les enseñaba los resultados repararon en cómo el boceto se alargaba y los rostros se distorsionaban. Querían ese efecto para saludar a sus seguidores desde la metamorfosis. El título sin el nombre del grupo indicaba su conciencia de haber adquirido un rango con el que podían transformarse, extender miras y revolucionar la palabra pop como un lugar capaz de englobar un amplio abanico melódico. La advertencia estaba lanzada en la foto. Los demás rivales podían reverenciarles. Brian Wilson confesó que su inspiración central para el extraordinario Pet sounds fue Rubber soul, alma de goma hasta el infinito.


¿Por qué lo mencionamos en la matemática?

Aviso al lector. Nos hemos acostumbrado al Cd y no entendemos el valor estructural de las dos caras de un disco, algo inaugurado en Rubber Soul, que también es pionero en privilegiar la escucha interrumpida, con lo que se postula como una saludable alternativa al single, lo que no deja de ser un intento de ser sinfónico. En su primer larga duración con cupo de temas propios, The Beatles dividieron su trabajo en dos caras de siete canciones. La inicial es una ecuación que nace en Drive my car y fenece en Michelle, versos de McCartney caracterizados por el deseo, uno de modo fogoso, el otro con dulzura a lo Nina Simone, con un estrepitoso bajo cerrando la sección, que en medio bebe de Lennon renovado, con Norwegian food, cantando con dulzura la acción del pirómano despechado. Ese rechazo parece protagonizar este septenio musical donde el hombre, si tomamos a los cuatro como una unidad indisoluble, reflexiona y se vuelve menos alocado, capaz de analizarse, deprimirse, dar consejos y seguir insistiendo en que la clave es el amor pese a despojarlo del ideal y conferirle naturaleza abstracta. McCartney aun no ha esputado su proverbial don para crear personajes cotidianos, pero su lenguaje se ha sofisticado por mucho que se queje de amoríos en You won’t see me. Instrumentalmente rebosa progreso a cada canción. Lennon afina la puntería porque ha empezado a quitarse las capas que le reprimían como letrista. Mordaz, introspectivo y filosófico. George Harrison se agiganta y da con la cuerda justa en Think for yourself, pieza solvente donde Paul arrasa con el fuzz.

¿Y Ringo?




En su lugar y con el honor de inaugurar la segunda parte del álbum con What goes on, principal escollo para hablar de una absoluta unidad temática, aunque la conclusión de la B-side con Run for your life podría llevarnos a deducir que el desamor y las dificultades son la tónica dominante. El qué pasa deriva en una canción que cierra el telón con misoginia intolerable para nuestro tiempo, como muchas otras cosas de John, siempre incorrecto con gracia y clase, que no es poco. La segunda cara quiebra su enlace por una de sus perlas, In my life, donde la nostalgia y el declarado amor a todos los que pasaron lleva la cuestión hacia el plano colectivo y atemporal simbolizado por ese piano a lo Bach, siendo los otros temas fragmentos que aluden al sentimiento de manera individual, lo que les daría una totalidad que tampoco se pretendía con rigidez científica. El objetivo era acercarse a ella mejorando incesantemente. Prueba superada con holgura en una obra que aún destila leves destellos de pasado apuntado muy firmemente hacia el futuro. En este sentido George Harrison opinaba pasados treinta años que el dúo de álbumes que precedieron al Pepper eran el mismo con la sola diferencia de la fecha de publicación, como si ambos fueran la misma secuencia del camino hacia la excelencia. Ese punto de vista ignora, el guitarrista nunca fue muy entusiasta cuando le preguntaban por la banda que le hizo famoso, que si bien guardan similitudes, la riqueza de Rubber Soul queda empequeñecida con Revolver, última bestia pop de un conjunto situado en otro estatus, casi indefinible.


Revolution in my head: volar fuera los campos de la autoridad en un ignoto mañana.


Notificar la inminente explosión de un artefacto es un arte harto complicado. The Beatles lo notificaron con el single Paperback writer/ Rain. Dear Sir or Madam will you read my book? es una gentil invitación que contrasta con la potencia de los instrumentos, con mucho más volumen que en precedentes entregas, y encaja con los coros burlescos donde Harrison y Lennon cantan la clásica Frère Jacques. Rain es una cara B malograda porque es una de las mejores canciones del cuarto y un claro aviso de por donde irían los tiros en Revolver. Varios aspectos son remarcables. La letra alude a la lluvia con una sonrisa, una despreocupación ante la inclemencia meteorológica que rompe con un tópico demasiado manido que asocia tormenta con depresión y tristeza. Ello se refuerza con la alegría del bajo, la omnipresencia de la batería, hasta el modesto Ringo se sentía orgulloso de su interpretación, y la gamberrada final de poner la voz de John Lennon al revés, expresando así el anhelo de ir contracorriente e instalar la sospecha de un aire insólito en la atmosfera. Rain es una canción frontera, porque con los medios de la época no podía tocarse como en la grabación en un concierto. El grupo tenía más que claro como imponer su propia concepción. Cuando debutaron formaban parte de un sistema anacrónico demasiado restringido por conservar la mentalidad prebélica, con exhibiciones públicas muy respetuosas, nada que ver con Hamburgo, como motor ganancial y los Lp’s como un complemento comercial más, objeto de consumo sin ningún tipo de valor cultural. The Beatles se dieron cuenta de las posibilidades que almacenaba el estudio y lo que era capaz de brindarles en materia musical. Se reconocieron artistas y alteraron las normas desde un edificio de hábitos retrógrados, porque eso y no otra cosa era Abbey Road, donde los empleados iban con la impoluta camisa blanca y acataban con sumisión cualquier resolución de los mandamases. Los de Liverpool ya no estaban en esa onda y no necesitaban subirse a un avión para hacer el paripé en el escenario, que ya nada les aportaba salvo disgustos e insatisfacción. Times they are a changing que diría Dylan y para muestra el botón de start en Revolver, con las mismas coordenadas que en Please, Please Me –1,2,3,4...– desde una completa inversión de la mismas. Hasta se oye tos en ese conteo que abre la puerta de un álbum magnífico y frenético, desbordante energía innovadora de antes y después, monumento de definitiva despedida a la juventud e ingreso en una espléndida edad adulta. Taaaaaaaaxman!




Revolver aún no puede ser una perfecta unidad de estructura musical por una razón técnica que nos disuade de tratar nuestra adoración de los enlaces desde una perspectiva cien por cien melódica. En 1966 existía un silencio de tres segundos entre canción y canción, por lo que nadie hubiese notado intencionalidad al conectar temas. Aun así, podemos observar que la división de las caras, cada una con siete canciones, responde a especificidades conceptuales de juego entre significados y títulos de las composiciones. La A side irrumpe con Taxman, una denuncia política con mucha sorna- and my advice for those who die, declare the pennies on your eyes entre otras líneas memorables- donde George Harrison carga contra la dureza de las tasas, que en aquellos instantes se llevaban la mayor parte de las ganancias del cuarteto. El solo de guitarra es de McCartney, quien prosigue la visión de la sociedad con la desgarradora Eleanor Rigby, de la que no me cansaré de loar sus excelencias, irrepetible poema que retrata la soledad cotidiana y cede el testigo a una serie donde la rotundidad se diluye en tres letras muy propias de sus autores. I’m only sleeping es la primera de las canciones de Lennon dedicada al sueño, Love you to exhibe a George en pleno fervor indio y Here, There and everywhere es una deliciosa, y a veces pegajosa, balada plagada de armonías muy del gusto de McCartney, quien cambia registro con Yellow Submarine, cantada por Ringo e ideal para terminar con esta cara, pues así el deseo de protesta contra lo establecido quedaría más que constatado, aunque el tema de cierre, She said, puede apuntarlo por su legendaria frase I know what is like to be dead, que fue lo que Peter Fonda le dijo a Lennon durante un viaje de ácido en Los Ángeles en 1965. De haber existido una voluntad conceptual Yellow submarine hubiese ocupado su puesto porque es la composición que da rienda suelta a la imaginación de pisar océanos extraordinarios. El paso del tiempo la ha convertido, y para eso la escribió Paul, en un tema divertido, infantil y casi de borrachera, pero mientras la grabaron la capacidad del prohibido prohibir fue excelsa. Se puso un micrófono dentro de un vaso de agua, se probaban cosas con cualquier instrumento y la vitalidad era desmedida, irradiando de luz el estudio 2, una fiesta flower power, algarabía y experimentación, muy seria aunque no por eso solemne.




En Summer of love, the Making of Sgt. Pepper, George Martin comenta muy por encima cómo montó el disco más emblemático del grupo. Dice que lo fundamental era colocar dos canciones potentes al inicio para luego distribuir las restantes y acabar la producción ubicando temas contundentes al final, si bien esa estructura dependía de algunas canciones especiales que por sus particularidades ya tenían un puesto fijo en la parrilla de salida, como ocurrió en el Pepper con el homónimo tema o A day in the life. Estas palabras permiten comprender el porqué desde 1965 las dos primeras composiciones de cada trabajo forman parte de un engranaje perfecto que las identifica al instante al tiempo que da a entender un escaso intervencionismo de los chicos en el proceso. Lo desmentiría lo obcecado que McCartney estaba con lo narrativo y lo daría por válido la manía de Lennon con ser un rocker amante de condensar todo su impulso en 3 minutos. Sin embargo, la cara B de Revolver está enlazada de principio a fin, abriéndose con Good day sunshine y emitiendo el pitido final con Tomorrow never knows, canción que entre loops, canto monocorde y significación filosófica cierra y expande, como el mismo bucle que centra su recorrido. Por lo tanto las siete canciones, sin querer compararlas con Ulysses ni nada por el estilo, pasean a lo largo de un día bien repleto de emociones, sobre todo desilusión amorosa expresada en varios frescos.

Para leer más

sábado, 24 de abril de 2010

Matemática Beatle (I) en Panfleto Calidoscopio







Matemática Beatle: Hacia el arte trascendiendo el pop (1965-1966)

Por Jordi Corominas i Julián


“I think Rubber Soul was the first of the albums that presented a new Beatles to the world. Up to this point, we had been making albums that were rather like a collection of their singles and now we rally were beginning to think about albums as a bit of art in their own right”. (George Martin hablando sobre Rubber Soul, 1965).

“Unlike our previos Lps, this one is intended to show our versatility rather and haphazard collection of songs. We use trumpets, violins and sellos to achieve new effects”. (Paul McCartney hablando sobre Revolver, 1966).

¿Matemática Beatle?
Te has vuelto loco. No, en absoluto. Todo creador tiene un camino que se nutre de experiencia y avanza, si las circunstancias lo permiten, hacia senderos maduros, evoluciones lógicas de crecimiento. Mi intención a lo largo de esta serie de artículos consistirá en explicar cómo el cuarteto de Liverpool fue sofisticándose hacia una transformación melódica que revolucionó y revalorizó el concepto de LP, entendido como algo más que una simple colección de canciones desde una vertiente meramente comercial de un mercado que, hasta ese momento, privilegiaba el single sin creerse con la capacidad de crear obras de arte musicales. Un crítico simplista solventaría la cuestión mencionando el abandono de las giras y el enamoramiento de los chicos con el trabajo en los estudios de Abbey Road. La ecuación tiene más matices. Las analizaremos en esta apertura para proseguir en las siguientes entregas, donde nos centraremos en el concepto y el enlace como premisas fundamentales.

A las diez de la mañana del lunes 11 de febrero de 1963 The Beatles se reunieron con su productor George Martin para registrar su primer LP, Please please me. Lo liquidaron en 9 horas y cuarenta y cinco minutos después, tras cantar durante tres sesiones en las que intentaron recrear el sonido en directo que lograban en su emblemática caverna de Matthew Street. La sesión, terminada con John Lennon desgañitándose cantando Twist and shout, costó 400 libras.
El sábado 1 de abril The Beatles concluyeron las grabaciones de Sgt. Pepper’s Lonely Heart’s Club Band, finiquitadas el viernes 21 de ese mismo mes añadiendo el batiburrillo final, never could see any other way, de A day in the life, punto y final de 700 horas de estudio que costaron a EMI la friolera de 25.000 libras, si bien algunas fuentes aumentan la cantidad hasta 45.000. El considerado mejor LP de la historia de la música popular nació de un largo esfuerzo de 129 días psicodélicos, experimentales y libres en toda la esencia de la palabra, pues el grupo, que en sus inicios iba a Abbey Road para tocar en sesiones de tres horas, pudo hacer registrar todo el tiempo que quiso, sin trabas de ningún tipo por parte de la multinacional británica.

¿Qué sucedió durante esos cuatro años?

Muchas cosas. El período inicial de la beatlemania (1962-65) fue una pesadilla agridulce. El maquillaje externo vendió una imagen desdibujada, ideal y resultona, fantástica para inaugurar el fenómeno fan. El interior era ebullición vital e imposición comercial, con la obligación de publicar un larga duración cada seis meses, lo que asimismo significaba escribir antes los singles para el público sediento de novedades, y así seria hasta la publicación en diciembre de 1966 de A Collection of oldies (but goldies!), un recopilatorio navideño para cumplir con el expediente. Si a ello añadimos los conciertos y las películas veremos que los Fab Four estaban atados de pies y manos en un alto viaje de miras limitadas. Las buenas burras deben dar mucha leche. Brian Epstein lo aprovechaba. Su genialidad, o eso parecía, les condenaba. Abrieron la gran pista de despegue con armonías, composiciones propias y un estilo unitario que podía ir mucho más allá. Era necesario un respiro a la imposición, descansar de la rutina para dar un salto gigantesco y derribar otro tipo de fronteras.





Seven wonders: Descubrimientos de precoces veinteañeros

El 28 de agosto de 1964 The Beatles se reunieron con Bob Dylan en el Delmonico Hotel de Nueva York donde se alojaban con motivo de su segunda gira estadounidense. El encuentro con Robert Zimmerman se reveló extraordinariamente fructífero. Dice la leyenda que el cantautor les ofreció marihuana. Ringo rió y McCartney entendió el sentido de la existencia. De las pastillas a la hierba media un paso decisivo. En Hamburgo, en el limbo hacia el estrellato, los de Liverpool afrontaron maratonianos shows en directo. La única garantía para afrontarlos en condiciones era el Preludin, anfetamina que les permitió resistir y que debemos asociar con el Rock and Roll, donde las canciones son intensos gritos desgarrados que raramente superan los tres minutos de duración. La marihuana expande la mente y abre huecos insólitos que permiten soltar amarras temáticas. Hasta Rubber Soul The Beatles fueron juglares que cantaban al amor desde mil facetas. Sus trabajos iban ganando en madurez sin alterar la esencia sentimental, óptima para sus seguidoras. En 1965 se activa un click. Help es la canción pionera a la que siguen Norwegian wood y su cinismo, Nowhere man y la desesperación personal y The word, himno donde el amor deja de ser mero sentimiento para erigirse en vocablo clave. Say the word and you’ll be free… is the word love. Dylan influenció desenmascarando posibilidades. Gracias a su hechizo, que no sólo dependía de la bendita Mary Jane, el monstruo de cuatro cabezas rompió los barrotes de la cárcel compositiva y vislumbró otros horizontes que ampliarían posteriormente con el LSD, consumido accidentalmente en abril de 1965 por Lennon y Harrison cuando John Riley, un amigo dentista, introdujo el ácido en sus cafés. Now I find I've changed my mind and opened up the doors. La progresión musical se conjugó con el uso de estupefacientes cognitivos, modernos oráculos délficos perfectos que desbloquearon el mito de los 180 segundos para abrazar largas composiciones con mayor contenido filosófico, algo corroborado en Revolver, donde las piezas pese a su relativa brevedad ganan en profundidad, yendo desde la crítica al poder en Taxman hasta, Got to get you into my life, la adoración a la planta más fumada del mundo pasando por siestas en I’m only sleeping, traficantes con pedigrí en Doctor Robert, y lecturas del libro tibetano de los muertos en Tomorrow never knows. Revolver disparó y, respuesta al enigma del título, revolvió desde su nada ingenua frescura.

Las vidas personales de los Fab Four movieron ficha. Los cuatro eran un núcleo indestructible que, pese a las apariencias de marketing, llenaba su tiempo individualmente. Paul McCartney siempre fue el más ambicioso, teniendo la inmensa suerte de ennoviarse con Jane Asher, joven actriz de buena familia que acogió al autor de Hey jude en su domicilio de Wimpole Street, calle de hondo calado burgués. El bajista se introdujo en un universo propicio para incrementar su ya de por si natural curiosidad. Asistió a obras de teatro, conciertos, se inmiscuyó en la música clásica, aprendió a tocar el piano solo, conoció a compositores de otras tendencias como Luciano Berio o Karl Heinz Stockhausen y disfrutó de la agitación del Swinging London más vanguardista, algo que hicieron en menor grado los otros integrantes del grupo al vivir en la periferia de la capital y tener que aprehender a lidiar con las asperezas del matrimonio. McCartney absorbía como un demonio, rompiendo la caja de pandora de la experimentación inventando el loop en Tomorrow never knows mientras se atrevía a penetrar en territorios inexplorados en la música pop con Eleanor Rigby, poema de extraordinaria calidad literaria sobre la soledad de la gente común, donde lo clásico invade lo moderno trascendiéndolo, operación confirmada por el multinstrumentalista en la banda sonora de The familiy way, obra que compuso en el interludio entre el fin de las giras y el inicio de las sesiones del Pepper. McCartney siempre fue el más meticuloso de The Beatles, un adicto al trabajo que entre 1965 y 1966 empieza a interesarse por la producción para dar más fuerza a las canciones del grupo, factor compartido por Lennon, aunque este último era más abstracto en sus peticiones a George Martin y sus ayudantes. En Tomorrow never knows pidió que su voz sonara como cien monjes tibetanos, lo que exigió una verdadera revolución en los modos de grabación, creándose para el evento el sistema ADT, guinda al canto monocorde de Lennon pasado por el Leslie Speaker. La imaginación volaba al poder. Por su parte, McCartney consiguió gracias a los avances en las técnicas de estudio que su bajo sonara más fuerte, como en los discos americanos, e imprimiera su lirismo a las composiciones, lo que se percibe desde Day tripper y alcanza cotas majestuosas en Paperback writer, Think for yourself, con el uso del fuzz, The word, Michelle, If I needed someone, Taxman, Rain y otras muchas canciones de 1965-66. Paul flotaba en la conciencia melódica, inexcusable etapa hacia la comprensión del enlace entre canciones, concepto que quizá acarició prematuramente al ser un gran aficionado al cine y montar sus propias cintas experimentales, alabadas en su momento por Jonas Mekas, rey del séptimo arte en su vertiente experimental.









George Harrison y el abandono de las giras: cristos y gritos


"The million children
the thousand words
bounce in their seats, bash
each other's sides, press
legs together nervous
Scream again & claphand
become one Animal
in the New World Auditorium". Allen Ginsberg, Portland Colisseum, 27-8-1965.

Hay una escena de Help que demuestra lo bendito de las casualidades. The Beatles están comiendo una surrealista sopa en un restaurante hindú y escuchan a la banda del sitio. George Harrison se interesó por los instrumentos de la formación y entró en contacto con la cultura que le marcaría hasta el fin de sus días. Su relación con el hinduismo no fue un capricho de joven millonario occidental. Se compró una cítara y puso en práctica sus escasos conocimientos en Norwegian wood, dando al tema un inusual sonido que hasta sorprendió a Ravi Shankar, con quien entablaría una hermosa relación amistosa que se cimentó en su alba mediante las clases que el astro indio impartía al guitarrista del Mersey. El sumergimiento del quiet Beatle en las aguas del Ganges le daría el vigor necesario para atreverse a expresar sus pensamientos en sus composiciones. En Rubber Soul lo logró con Think for yourself, canción que anticipa toda la vena mesiánica de Harrison, empecinado en sentar cátedra con sus letras, donde se erigía como un dios amonestador capaz de discernir y avisar, cualidad que en 1966 hallará acomodo en Revolver, álbum que contiene su particular trilogía de la advertencia con Taxman, Love you to, primer gran tema pop con claras raíces indias, y I want to tell you, falso tema romántico que oculta en su interior una búsqueda personal que requiere tiempo, que no llega de la noche a la mañana. La única pega del autor de Something durante la transformación del cuarteto fue su lentitud musical en relación a los otros componentes, problema que emergerá paulatinamente entre 1967 y 1969, en especial durante la grabación de Let it be, cuando abandone las sesiones harto de los consejos de McCartney, quien solía finiquitar en segundos solos para los que Harrison dedicaba horas hasta conseguir dar con la tecla justa.







Para leer más

jueves, 22 de abril de 2010

Sant Jordi en la Plaza del Sol con Barataria y los poetas Delaonion




Es difícil hablar de un Sant Jordi diferente, jornada absurda en que es imposible pasear. Sí, se pueden comprar libros, pero parece un mero tramite, por eso os recomiendo pasaros por la Plaza del Sol del barcelonés barrio de Gracia y acercaros al Stand de Barataria, donde firmarán Claudia Apablaza y Pablo Manzano mientras la sombra de Fernando Clemot, en Budapest, sobrevuela por nuestras horas, que serán siete, pues al lado de la paradita de la editorial estaremos los poetas Delaonion recitando poemas de todo tipo y condición. Os dejo con unas pequeñas bios a modo de referencia.


Iván Humanes Bespín, nacido en Barcelona (España) en 1976. Licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona. Codirector de la revista literaria DADO ROTO (www.dadoroto.com). En el 2005 publicó el libro La memoria del laberinto (Biblioteca CyH), diecinueve relatos cortos. En 2006 el ensayo Malditos. La biblioteca olvidada (Grafein Ed.), del que es coautor. Y en 2007 en la obra 101 coños, que aúna hiperbreves e ilustraciones (Grafein Ed.). Colaboraciones en diversas revistas (Literaturas, Sibila, Crítica, Comunidad inconfesable, El perro blanco, Lanzallamas, etc.) Su sitio en la red es www.ivanhumanes.com. Prepara la publicación de su próximo libro de relatos Los caníbales.


Álex Chico (Plasencia, 1980). Licenciado en filología hispánica por la Universidad de Salamanca, obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados de literatura en la Universidad de Granada, con un estudio sobre la relación entre el cine y la literatura en el primer tercio del siglo XX. Actualmente prepara una tesis sobre la obra de José Antonio Gabriel y Galán. Es profesor de lengua y literatura en un instituto de Barcelona, ciudad en la que ha residido la mayor parte de su vida. Ha publicado el poemario La tristeza del eco (Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2008), y las plaquettes Nuevo alzado de la ruina (Vebo Blues Ediciones, Salamanca, 2005) y Las esquinas del mar (Vitolas del Anaïs, Granada, 2004). Ha ejercido la crítica literaria en diversos medios (Falsirena, La prensa de Zamora) y publicado sus poemas en diferentes revistas y editoriales (Papers de Versàlia, Letra Clara, Contra Tiempo, Papel Salmón, La plaza humana, Nadadora). Fue antologado en el libro Poesía en La Tertulia, Vitola de vitolas (Cuadernos del Vigía) y en Brindis 00 (Homenaje a Javier Egea). Es autor de la novela Telón de fondo y del ensayo Antes del simulacro. Cine y literatura en el primer tercio del siglo XX. Codirige, junto con Sergio Sastre, la Revista de Humanidades Kafka. Asimismo, dirige la programación literaria de La Cigale de Barcelona, junto con el poeta Juan Salido-Vico.


Juan Salido-Vico
(Badalona, 1975) es licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Autónoma de Barcelona. Obtuvo el D.E.A. en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la misma universidad con un trabajo de investigación sobre la poesía de Emilio Adolfo Westphalen. Recibió el Premio Arcipreste de Hita con su primer poemario, Víspera de ayer (Pre-Textos, 2005), y un accésit del Premio de Poesía Ciudad de Zaragoza con el cuaderno Gozne (Ayuntamiento de Zaragoza, 2009). Recientemente ha sido seleccionado para participar en el ciclo de lecturas La Voz + Joven, organizado por la Obra Social de Caja Madrid. Ha colaborado con artículos y reseñas sobre cine y literatura en numerosas revistas culturales, y ha formado parte de diferentes iniciativas relacionadas con la poesía visual. Uno de sus cuentos ha sido incluido en el volumen Nuevos relatos para leer en el autobús (Cuadernos del Vigía, 2009). Es coautor del ensayo Johnnie To: Redefiniendo el cine de autor (Ediciones Cine Asia, 2005). Mantiene el blog literario Improntuario.






Laia López Manrique
nació en Barcelona.
Es licenciada en Filosofía y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la UB. Sus intereses literarios se centran, principalmente, en la poesía y el relato breve. Ha publicado textos críticos, reseñas, poemas, relatos y microrrelatos en varios medios y soportes, como las publicaciones Panfleto Calidoscopio, Revista Literaturas, Lletra de Dona, la sección Literaria de la revista Tendencias 21 y diversas antologías. En 2005 obtuvo el segundo premio del concurso de microcuentos “El Basar” por su relato Tres, publicado en el volumen colectivo Microvisions (Montcada Comunicació, Ajuntament de Montcada i Reixach, 2005). En el año 2009 obtuvo el Premio Voces Nuevas de poesía de Ediciones Torremozas y participó en las antologías poéticas Voces Nuevas XXII Selección de Ediciones Torremozas y Aldea Poética IV SXO-Poesía Lúbrica de Ediciones Opera Prima. Actualmente se dedica a la docencia de la literatura y a la preparación de su primer libro de cuentos.
Lleva un blog: www.palidofuego.wordpress.com


Jordi Corominas i Julián (Barcelona, 1979) ha publicado dos novelas en catalán ("Una dona que sap jugar amb els peus" y "Colors", editadas por Abadía Editors) y una biografía histórica en italiano ("Macrina la Madre", 2005). En 2009 coeditó la antología "Matar en Barcelona" (Alpha Decay). En 2010 publicará su primer poemario, "Paseos Simultáneos". Es integrante y fundador del proyecto poético-experimental Loopoesia. Como crítico es coeditor de www.panfletocalidoscopio.com, además de colaborar en varios medios, entre los que destaca la cadena SER.

miércoles, 21 de abril de 2010

Ojos que no ven de J.Á. González Sainz en Revista de Letras



“Ojos que no ven”, de J. Á. González Sainz
Por Jordi Corominas i Julián | Críticas | 19.04.10



¿Qué tendrá nadie contra lo sencillo?, se había dicho en otras ocasiones, ¿qué hará que pase tan inadvertido el esplendor de lo sencillo y el fragor de la tormenta que siempre, si se está a ver, trae en ciernes?

La vida es un enlace entre dos puntos, y la mayor parte del tiempo recorremos caminos a los que no damos mayor importancia. Felipe Díaz Carrión es un sano animal de costumbres, habituado a caminar desde su casa a la huerta, y esa repetición no le es molesta. El cambio se expresa bajo otros parámetros, no depende exclusivamente de la novedad convencional, aquella marcada por la velocidad y la apariencia, que poco tiene de madre de la ciencia.

Este hombre sencillo vive en el pueblo que le vio nacer. Habla poco porque de pequeño le taparon la boca, pasea, admira los dones de la naturaleza y trabaja desde que tiene uso de razón en una imprenta local para ganarse el pan y dar de comer a su mujer Asun y a su primogénito, Juanjo, primer miembro de la familia que no hereda el nombre del padre, futura oveja descarriada que descubriremos cuando la transformación del sector atice a la empresa y el clan deba desplazarse al próspero norte guipuzcoano para seguir la senda del progreso, porque la tierra da para comer, pero para vivir se necesita algo más. Así era la España de los cincuenta, un cuerpo enfermo desprendiéndose de la autarquía y accediendo a marchas forzadas, escasamente comprendidas, hacia el paraíso de la modernidad.

Felipe Díaz Carrión es un hombre taciturno que en ocasiones, aunque quizá eso obedezca más al estilo del enorme narrador que es J.Á González Sainz, recuerda a los personajes de La terra trema de Luchino Visconti con una diferencia fundamental: Ntoni Valastro es un vinto vincitore que arriesga y decide intentar tener su propia embarcación. El protagonista de Ojos que no ven es un hombre antiguo, de descarnada lucidez interior, donde procesa todo lo que le envuelve sin soltar palabra, atento y deprimido por las transformaciones al ver que se confunde innovación con complejidad, al palpar que el desdén por lo viejo y la integridad derrotan al lenguaje y lo convierten en palabrería banal de barra de bar donde hasta el más ínfimo de los humanos se arroja el poder de juzgar a los demás. El País Vasco y los estertores del régimen lo sorprenderán en una doble marea que intuirá y no querrá aceptar. Le han contratado en una fábrica de productos químicos. Dos puntos son una trayectoria, y esa se repite cada mañana. Cumple con su cometido y retorna a ese horrendo bloque de pisos con un bar en la planta baja, donde los parroquianos le ignoran porque su silencio no es bienvenido. Nace un segundo retoño, Felipe, con quien compartirá el amor por el campo y las plantas. Juntos andarán millas clasificando verde, gozando aire y colores, sintiendo un vínculo sanguíneo que va más allá, lazos mentales que contrastan con la frialdad de Juanjo, víctima de la época, mediocre mequetefre que se atreve a insultar al padre llamándolo fascista, vocablo fácil de usar, término ridículo en boca del joven que ni siquiera experimentó el trance de la Guerra Civil, donde sí tenía un significado, donde unos señores vestidos con una camisa azul dieron un golpe de Estado y desde la ilegalidad desmontaron la voluntad del pueblo, otra unión de fonemas mal empleada, como si pronunciándola se exorcizaran fantasmas y una misteriosa potencia adquiriera otra textura que es válido vacío para llenar titulares y proclamas.

Felipe Díaz Carrión se resigna y de vez en cuando explota para callar a los demás y aplacar su prepotencia, nadería de quien se crece a la mínima oportunidad. Asume el distanciamiento hasta que levanta la vista y encaja las piezas del rompecabezas: Juanjo pidiéndole informaciones sobre la fábrica y el secuestro del jefe, felizmente solucionado pero con el amargo sabor de las palizas a la puerta del hogar, el escarnio de la burla y el desprecio de los henchidos, carne de su carne abocada hacia el asesinato y el terrorismo, esa actividad liberatoria que sólo oprime y engulle hasta cortar alas que quieren volar en un cielo despejado. Sin quererlo, sin merecerlo, el viejo patriarca topa con los alimoches, instalados entre sus cuatro paredes, deleznables carroñeros que de la nada esperan recoger la cosecha de un todo abstracto e impreciso, bichos espantosos, repugnantes engendros, pavos reales sin la nobleza del verdadero quebrantahuesos.

Felipe Díaz Carrión volverá a su villa, a esa casa cerrada durante décadas, con su puerta de madera y la broncea aldaba. Se sentirá feliz con la cruz cerca de la cima del Pedralén que honora a su padre y a otros fallecidos de la barbarie falangista, pero sucumbirá cuando la Historia penetre en sus venas y entienda, otra vez más, que nuestra condena es no aprender y cometer los mismos errores con constancia metronómica. Él, hombre sencillo, también aguanta la comparación con el Ignacio Abel de La noche de los tiempos de Antonio Muñoz Molina, su normalidad les hermana y les hace ser rechazados por los extremos, ese cáncer ibérico que conlleva sangre, incomprensión, excrementos orales, retórica ampulosa, tiros en la nuca y podredumbre. Quedará la reflexión y saber conferir el valor justo al léxico como tabla de salvación, esperanza en un mañana, que quien escribe juzga imposible por nuestro castizo catetismo, mejor sin acritud ni violencia.

Ojalá existieran más literatos como J. Á González Sainz, a quien probablemente su dualidad soriano-triestina le haya dado lo mejor de cada región, la sobriedad castellana y el don que la ciudad de la Bora da a los que se atreven a residir entre sus muros, calmada exhuberancia y un más que apreciable dominio del lenguaje que ya demostraron, por mencionar a dos monstruos inmortales, James Joyce e Italo Svevo. El autor de Un mundo exasperado, Premio Herralde de novela en 1995, da la mano a su personaje por su prosa simple y honesta, con amor al lenguaje preciso sin artificios ni epatantes añadidos por la conciencia que flota de rehuir lo innecesario, que nada aporta, que nada da salvo quebraderos de cabeza y dificultades comprensivas del texto, dignísimo en su sincera desnudez. Esa es la fuerza de su hipnosis, narrar cómo quien cocina un buen plato sin trastocarlo para destacar, sabiendo que con la receta original ya deleitará nuestro paladar. Su grandeza, su magnitud irreprochable, se basa en embriagarnos con un caldo llamado literatura que para ser saludable debe servirse con ese tipo de cucharones soperos, utensilios perfectos para enamorar y notar pálpitos que ya no se estilan pese a ser esenciales.

En este inicio de siglo XXI la crítica se ha dejado timar en un juego de engañabobos que enciende inútiles debates sobre la técnica, los formatos y las mal llamadas vanguardias posmodernas, debates de si te he visto no me acuerdo que en breve serán agua de borrajas. J. Á. González Sainz escribe literatura. Y eso es lo que cuenta.

martes, 20 de abril de 2010

Poema "Cristologías" en Panfleto Calidoscopio


Cristologías por Jean Martin du Bruit


12,7, 3
cristológicos inferiores,
Doctor, diga 33
ya tenemos el número
de los cojones.



33 muerte de Alejandro
33 César llorando en Cádiz
33 primaveras de Cleopatra
con Marco Antonio
33 de Juliano el Grande
muerto en Persia
por la flecha de un
Cristiano. 363 AD



3+3+3
+
9-6+5
+
8x2
=
33



Los primos indivisibles
de tanta unidad
son vírgenes
impenetrables.



Trentatré trentini
entrarono a Trento
tutti i trentatré
trotellerando.



Modificar la variable y sacar petróleo.





Jean Martin du Bruit ( Vladivostok, 1966) Jugador de ajedrez y lampista. Licenciado en Cambridge dedica su tiempo libre a Loopoesia, además de amar la jardineria y la buena mesa. Es amigo íntimo de Mijail Gorbachov y toma café con sus hijos. En el campo literario ha participado en panfleto calidoscopio, Bcn week y Revista de Letras, además de ser secreta fuente de inspiración de muchas escritoras reuniónicas

lunes, 19 de abril de 2010

Martes 20, El caso del 33 en La Hora-L de Radio Barcelona- Cadena SER


Recuerdo emocionarme en mis años mozos con la película Un día en Nueva York. Una tarde, en la escuela, le dije a uno de mis mejores amigos que mi sueño era ser marinero. Sueños, historias. Así debió pensar el pobre pescador que, mientras vaciaba sus redes, se encontró la noche del 21 de septiembre de 1962 con una cesta artesanal. ¿Su contenido? Una calavera con ojos, escasa carne, manos y una cruz marcada en la lengua del misterioso fallecido.

Al cabo de unos días, pocos, la mujer de Federico Sánchez Cortés denunció su desaparición. Las pesquisas del CSI de la época complementaron el rompecabezas y enfocaron la investigación hacia la Calle Escudellers, el Chino y el contrabando de la época. Iban bien encaminados y se encontraron con un relato de hambre y codicia muy propio de la España del milagro económico, ocultador de penosas realidades sociales. Los dos protagonistas del crimen residían en el número 33 de sus respectivas calles.


Crímenes en la Hora-L

Cada martes a partir de las 13.06

Radio Barcelona-Cadena SER

96.9 FM

666 AM

domingo, 18 de abril de 2010

Los números, un poema del Poeta Soldado



Los números, un poema del Poeta Soldado

Plantar cruces
sembrar caminos


Los números no están solos
no son dioses
los números son personas
muy normales,
tienen un trabajo,
unos sentimientos
y
patologías como
la mayoría sexagesimal.


Los números son huesos
sepultados en fosas,
secretos tullidos,
arqueología emparedada
en el fango fraternal,
bajo palio y occidente.


Los números claman
ser útiles
zombies invisibles,
consultando la estadística
mascan reflejos triturados,
espejo ibérico consternado
porque
los silencios muerden
jibarizando Repúblicas
en
Bachilleres y pactos,
perpetuación del puro vertical.


Los números, aura maldita,
capa ferrolana
pegada a la tierra,
infinitesimal cáncer
que aturde, acongoja y destruye
democracias con calzador.



Cuando los números emerjan,
cuando floten en nuestra calculadora
las dos partes de la ecuación
podrán completarse
y
el texto llenará
sus lagunas.


Juntar colores
blandir la enseña
asesina de divisiones.



Aparecido originalmente en el monogáfico especial Los Números de la revista digital Calidoscopio (http://www.calidoscopio.net/)

El poeta soldado nació en Burgos en 1943. Tras finalizar su servicio militar, decidió formar parte del ejército español, en el que permaneció hasta 2002, cuando desapareció durante la invasión de la Isla de Perejil. Un personaje límite dentro de las letras españolas. Pronto tendréis más noticias de él…

sábado, 17 de abril de 2010

Coming soon...¿Puede hundir la poesía al Imperio Británico?



Esa, y no otra, es la pregunta que Juan Salido-Vico y servidor nos preguntaremos cada mes a partir de ahora en Literaturas Tv, canal televisivo de literatura por Internet que os sorprendrá en breve. Por ahora os mostramos la careta del programa, esperamos que os guste.

viernes, 16 de abril de 2010

Poema "Barcelona"


Barcelona por Jordi Corominas i Julián

No hay un buzón de correos y el cadmio
languidece en el bolsillo
de la
replicante de Audrey Hepburn,
armada con una sombrilla descastada
en el suburbio de un jueves a las nueve,
donde te planteas la validez
de
los cajeros amarillos como contrapartida.


Una rubia mastica en el sex shop
y dos semáforos más tarde
confundes una cornisa con un letrero,
bruma de la calle medieval parlamentaria
en meandros mentales atisbados
por el tailandés que masculla mondadientes
en la puerta del restaurante, fiel capataz
de tu desmemoria.



Ya no hay ley en la ficción del civismo,
ya no hay humor en el uniforme,
te vestirías de monja
para quitar las placas
a los de azul, perros
que trafican aguinaldos
con lápices digitales,
última tecnología en plazas
sollozando por la privatización.



No hay un buzón de correos y el cadmio
es criptonita en la cuadrícula, desierto
con despojos del orden en edificios
que desde su estabilidad son ruina
de inanición ciudadana barnizada
en espurias postales de marca.





Foto: JCJ

Las matemáticas ocultas del genio (Lewis Carroll) en Panfleto Calidoscopio




Homenaje aforístico a Lewis Carroll

Por Jean Martin du Bruit


1. Sólo una persona con una honda comprensión de la matemática puede escribir una obra como Alice in Wonderland. Lewis Carroll reunía la principal condición al entender los mecanismos estructurales del lenguaje, dominándolos desde una absoluta racionalidad. Los vio como una ecuación, un castillo de naipes perfecto que cae al tocar una sola pieza. Sin embargo su derrumbe no altera los elementos, simplemente los modifica.

2. Empezamos al revés. Lo primero es recordar que otrora las matemáticas y las lenguas clásicas eran materias imprescindibles en Oxford. Ambas sirven para que el cerebro pueda entender la lógica de la estructura. Quien domina la precisión puede quebrantarla.


3. Otro aspecto es la geometría. Charles Dodgson estaba obsesionado con Euclides. Un triángulo isósceles es una metáfora de los vericuetos de la realidad.

4. Avancemos un poquito. Alice trough the looking glass bebe ajedrez en sus movimientos. La cuadrícula del blanco y negro como perfecta encarnación de una danza matemática de observación, estrategia y baile con reglas fijadas que dan la victoria mediante la inteligencia.

5. Elijan un número de tres cifras, de forma que entre el primero y el último de los guarismos la diferencia sea de más de uno. Escríbanlo al revés y resten el números más bajo del mayor. Escriban el resultado de la resta al revés y sumen estas dos últimas cantidades. La respuesta siempre será 1089.

6. Un hombre soltero es un número primo. Si es hiperactivo las posibilidades creativas que produce son infinitas.

7. En otra vida fui fotógrafo. Lewis Carroll lo fue durante un cuarto de siglo. Quien quiera dominar la imagen debe comprender la importancia del rectángulo como límite donde ubicar objetos o personas. Una vez haya superado ese obstáculo podrá ser armónico con sus lienzos o instantáneas porque situará las piezas en función de un orden. Esa fase es primordial para experimentar, porque sólo desde una base racional podremos jugar e ir más allá de lo convencional.


8. Lewis Carroll era un compulsivo escritor de cartas. De 1861 a 1898 llevó un inventario de toda su correspondencia. La última entrada contiene la cifra 98.721. Si la dividimos entre 37 comprobaremos que el autor de The hunting of the snark escribió 2668 misivas al año. Cada jornada mandaba 7 epístolas. ¿Qué hubiese hecho en la era de Internet?

9. The hunting of the snark termina con el inolvidable verso For the snark was a bojum, you see. Ceci n’est pas une pipe es casi vulgar por mucho que nos guste Magritte. La manzana es una cabra piamontesa. Hay infinitas combinaciones de palabras, aunque solemos usar significados y significantes convencionales. A veces cambiar los muebles de sitio higieniza el hogar.






10. En 1880 el Christ Church se hallaba en graves apuros económicos. Charles Dodgson redujo voluntariamente sus emolumentos para permitir ahorrar dinero a la institución. Eso es restar benéficamente.

11. El feliz no cumpleaños demuestra la avaricia humana. Sólo celebramos el natalicio un día de trescientos sesenta y cinco. Si festejáramos los restantes seriamos más felices.

12. La justicia deportiva se basa en los números. El profesor de Oxford no practicaba ningún ejercicio físico competitivo. Paseaba y observaba. En 1883 dedujo que los torneos tenísticos de eliminación progresiva no premiaban siempre al mejor. El sistema de emparejamientos era incorrecto. Dodgson intuyó que los cuadros clasificatorios en función de la superioridad de los jugadores podían resolver el entuerto. Su idea se confirmó en 1940 cuando se implantaron cabezas de serie.

13. Dejemos que hable de ciencia política. Todos los electores han de tener las mismas posibilidades de estar representados en la Cámara de los Comunes. Todos los diputados han de serlo en representación de idéntico número de votantes, medida que ha de extenderse a todo el reino. El número de electores no representados en el Parlamento ha de ser el más bajo posible. El porcentaje de escaños de los partidos políticos presentes en la Cámara de los Comunes ha de ser, en la medida de lo posible, similar a los porcentajes de confianza de que éstos gozan en el país. El procedimiento de votación, de recuento de votos y de proclamación de resultados ha de ser el más sencillo posible. Ha de evitarse, en la medida de lo posible, el despilfarro de votos que se produce cuando un candidato obtiene más votos de los que son necesarios para salir elegido. En la medida de lo posible los electores de cada circunscripción no se dejarán influir por los resultados escrutados en otras circunscripciones electorales. Charles Dodgson, noviembre de 1884.


14. Charles Dodgson se entretenía en la adolescencia fabricando The rectory Umbrella, una revista familiar donde saciaba sus ansias creativas. En 1849 planteó el problema de la rotación de la tierra y la hora solar. Hasta 1884 no se fijó el meridiano cero para dar respuesta a las inquietudes de nuestro querido y polifacético individuo intrigado. Alicia comenta el tema con la duquesa.


15. Extraño meditar sobre los kilómetros recorridos por genios como Kant y Dodgson. El primero fue el reloj de su pueblo por su paseo matinal con el que, de tanta repetición, logró desnudar las cosas de su apariencia. El segundo vivió cuarenta y siete años en Oxford. Viajó una vez hasta Rusia y frecuentaba Londres, oasis de diversión, pero era eminentemente sedentario. ¿Fueron los últimos monjes de una estirpe? ¿Era menester de la sabiduría travellíng without moving? Jamiroquai no tiene quien le escriba.




16. Si opté por los aforismos fue por mi manifiesta incapacidad de poder abarcar todo el conocimiento matemático acumulado por Lewis Carroll. Aun así discrepo con lo que la tortuga le dijo a Aquiles.


17. Charles Dodgson fue el tercero de una camada de once hermanos. ¿Tiene alguna relación ser integrante de familia numerosa con tener un abanico de intereses más amplio?
18. Asimismo, el campo y la ciudad son ecuaciones dispares. En la urbe no puedes debatir con animales durante la infancia.


19. ¿Qué me importa a mí este jolgorio si mi mente está llena de potencias y quebrados? x2+7x+53= 11/3


http://www.panfletocalidoscopio.com/2010/03_Marzo/Letras01.html

miércoles, 14 de abril de 2010

Estrella Roja de Alexander Bogdanov en Revista de Letras



Imaginar el futuro desde la utopía: “Estrella roja”, de Alexander Bogdánov
Por Jordi Corominas i Julián | Críticas | 12.04.10


Estrella roja. Alexander Bogdánov
Traducción de James y Marian Womack
Nevsky Prospects (Madrid, 2010)

Hubo un tiempo en que la izquierda creía en sus ideales porque las desigualdades extremas exigían actuar con celeridad para socavar el edificio capitalista. Pasados casi cien años desde la Revolución de Octubre es desesperante observar como se ha perdido la partida de manera tan deshonrosa. Hay una crisis más que económica, cuatro millones de parados en España y nadie mueve un dedo, y eso no es sólo salir a la calle y protestar, sino una actitud filosófica y vital. Una vez cayó el muro de Berlín los poderosos despertaron con inenarrable satisfacción; el camino estaba abierto para eliminar las clases sociales y vender la moto del fin de la Historia para comercializar en nuestras mentes un mundo ideal de consumo, despilfarro y medianía. Los sindicatos eliminaron su activismo y dejaron manos libres para la silenciosa condena del control absoluto en el que nos vemos sumidos, con el conformismo por bandera que ejerce en las personas mecanismos de adaptación hacia el sacrificio relativo. No viajaremos durante una temporada, ahorraremos pocos euros y esperaremos a que pase el vendaval. No se trata de eso. Cuando un sistema se agrieta conviene reventarlo sin piedad mediante la acción, pero para que esta actitud prospere urge meditarla y teorizarla, atacar a lo bestia conduce a la derrota por falta de previsión.

Los libros que hoy en día plantean reformas beben de los que mandan, son estériles punzadas con escasa originalidad temática y estética escritas por falleros que se cuelgan estériles galones, desechables en una tarde, pútridas e infectas medallas del autobombo. No ocurre lo mismo con Alexander Bogdánov. En 1905 fracasó el primer intento de acabar con la tiranía del Zar y la izquierda volvió a las catacumbas. La represión y las duras medidas legislativas aceleraron el proceso, aunque los futuros héroes no se rindieron y siguieron con su labor para terminar de una vez por todas con la eterna opresión simbolizada por la Dinastía Romanov. Alexander Bogdánov era uno de esos hombres, diferenciándose de sus compañeros por su afán experimental que le llevó a la muerte en 1928 tras una transfusión que se realizó a sí mismo. Veinte años atrás decidió reflexionar sobre los recientes acontecimientos y creó Estrella roja, novela que Nevsky Prospects presenta al público español en una estupenda edición de la que conviene analizar su contenido desde varias vertientes, pues tanto puede servir para divertirse como para meditar sobre nuestra propia época, demasiado carente de propuestas válidas para el futuro.

La estela de la modernidad y el sueño de superar la Tierra: alucinantes marcianadas socialistas.

Bogdánov redactó su espléndida novela de ciencia ficción nutriéndose del espíritu de principios del novecientos, cuando todo era posible y así lo transmitían la técnica y la cultura. Al leerla pensé inmediatamente por asociación en El viaje a la luna de George Méliès, filme de 1903 donde los selenitas son tratados como los habitantes de las colonias. El ruso es mucho más moderno y desde un principio nos presenta la superioridad de la sociedad marciana, capaz de realizar una misión a nuestro planeta para buscar al ser humano más dotado para comprender el universo marciano. El elegido es Leonid, quien se embarcará en el Eteronef, neologismo acuñado por el autor que significa astronave, y vivirá una aventura que en realidad es un relato de ciencia ficción cargado de ideas para construir un mañana mejor desde una estructura narrativa de corte clásico que, sin embargo, se sumerge en ámbitos inexplorados dándoles forma para que el contenido se hilvane con el mensaje.

El primer paso es el viaje, donde conocemos a los tripulantes mientras compartimos junto al protagonista su asombro por el alud de fantásticas novedades que ofrecen los marcianos, desde su insólito físico hasta su lenguaje, que Lenni aprende en un santiamén porque como buen investigador no renuncia a empaparse de lo desconocido. Además, el trayecto hacia el Planeta Rojo depara otras sorpresas que en gran parte quieren dar a conocer el modelo de sociedad socialista. El comandante de la nave no es superior al resto de los pasajeros, es el jefe porque conoce mejor lo que debe hacerse durante la singladura, pero no presume de dotes de mando ni intenta imponerse con dureza, sólo ejecuta su sinfonía laboral intentando armonizar con los demás miembros, piezas básicas que con sus conocimientos ayudan a que la misión llegue a buen puerto pese a una irreparable pérdida, la muerte es igual para todos, que atormenta al homínido y le sume en un desamparo de desconfianza que se desvanece con el aterrizaje, bien calculado pese a la extrema velocidad del Eteronef, sueño vanguardista surgido de la imaginación medio siglo antes de Yuri Gagarin y la perrita Laika.

El segundo punto es un trayecto turístico por Marte, singladura que no repara en paisajes y sí en comportamientos y metodologías. Lenni pasea y conoce los avances de una civilización espejo de lo que Bogdánov deseaba para Rusia. Las estadísticas permiten controlar la producción, el arte prescinde de ornamentos, el trabajo es el objetivo primordial y nadie se molesta por desarrollar sus tareas al ser útiles para la comunidad y proporcionar beneficios que van más allá de la mera esfera individual. El egoísmo ha pasado a mejor vida y la violencia sólo se ejerce excepcionalmente. Niños y adultos viven juntos pero no revueltos porque cada edad necesita ámbitos diferentes para desarrollarse y evolucionar. Para que la perfección lo sea debe ser imperfecta, y en la sociedad marciana existe el suicidio y la escasez de recursos, factor que nos llevará al tercer punto. Como nosotros, como si el autor hubiese intuido el desastre, los marcianos pagan un precio por su prosperidad. Explotan sus dominios y temen quedarse sin agotar sus fuentes productivas, lo que les obligaría en un futuro a navegar hacia otros confines para permitir la supervivencia de la especie.

Esa será la clave del tercer fragmento de Estrella roja: El debate de la nueva colonización para no perecer de éxito. Lenni sólo se dará cuenta de la magnitud del problema cuando aparque por causa mayor sus amoríos con una marciana y empiece a sospechar, y así se inicia la parte detectivesca del relato, que no es oro todo lo que reluce. Si un mundo se queda pequeño ir a por otro es lo más razonable y esa marciana diatriba permitirá que el protagonista asuma su condición humana y el amor que siente hacia sus semejantes.

Explicar un programa de manera entretenida: Socialismo para todos los públicos.


Lenni abrirá los ojos y la historia se avecinará a su conclusión en una atmósfera perfecta porque el colofón alía lo narrativo con la ideología. Cerramos el libro, respiramos y aplaudimos a nuestros antepasados. Bogdánov mostró con sencillez cómo es posible explicar un programa socialista sin caer en complicadas construcciones incomprensibles. El texto se lee con facilidad y los conceptos van entrando en el cerebro suavemente, sin indigestas cucharadas soperas, y seguramente ello se debe a la conciencia del autor de servir la Revolución para el pueblo, no para una minoría elitista. Quizá esa es la gran lección de su obra, dar al público páginas doctrinarias que en ningún momento traicionan el artefacto ficcional al adaptarse a la gran tradición fabulística consistente en aportar contenidos mediante un sutil continente apto para cualquier persona. Al fin y al cabo el Comunismo y el Cristianismo son sistemas humanos con libros sagrados que transmitieron a sus fieles moral e ideas desde letras comprensibles para cualquiera. Ambas construcciones sabían que la letra sin sangre sí entra. Tendemos a despreciar lo sacro. Estrella roja merece un altar, pero no tanto por su credo, sino por permanecer tras una agitada centuria y seguir siendo sólido con elementos que nosotros, hombres y mujeres del tiempo pasivo, deberíamos agarrar como un clavo ardiendo para quitarnos las máscaras y proponer soluciones ante el marasmo.