domingo, 31 de enero de 2010

Golowin de Jakob Wassermann en Culturalia




Algunos acontecimientos históricos alteran lógicas milenarias y provocan desbarajustes cáóticos, como si la realidad se convirtiera en laberinto antes de aceptar el nuevo orden instaurado, destructor de la ortodoxia para engendrar horizontes sin manchas, conformes a la revolución.

La inmensidad de Rusia es una plataforma extraordinaria para todo narrador que quiera condensar su idea de mundo en un espacio geográfico bien reconocible. Corren aires de Doctor Zhivago en Golowin de Jakob Wassermann, aires pretéritos, pues la novela del gran desconocido alemán fue escrita en 1920, tres años después del fin del zarismo y el inicio de la aventura comunista. Para introducir el tema, el autor sitúa la acción en plena Guerra Civil entre rojos y blancos. La aristócrata Maria Von Krüdener huye de la apacible paz de su hacienda en Tula para reunirse con su marido. La epopeya de la noble hacia lo desconocido se articula mediante un viaje comparable a una gran mansión con varias habitaciones. La primera parada fluye en una realidad mezclada con la resistencia de la clase alta, concentrada en un hotel caucásico, a soportar la caída del antiguo telón. Una falsa alegría surca la superficie, plagada de texturas decimonónicas, fruto de una mentalidad arcaica. Los dramas de amor, la pérdida de privilegios y la tensión de la derrota erigen a Maria en una especie de heroína de la plena comprensión, deductiva más que empática al tratar con los otros huéspedes y satisfacerles en sus desesperados pero pausados diálogos. Su interior tiene un orden demasiado fuerte como para que un simple percance del camino histórico pueda trastocarlo. O eso cree.

Suban al tren. Olemos la miseria durante tres largos días. Miriam Dauster, traductora y prologuista del volumen, opina que en ese vagón de ganado se plasma el futuro europeo en los ojos de un judío alemán. La poética de la afirmación es indudable, aunque es muy posible que sólo se quede en eso. La intención del autor es describir un padecer que se transmite de generación en generación allá donde los hombres luchan entre ellos por motivos políticos y el sufrimiento se expande con irracionalidad y lujuria.

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viernes, 29 de enero de 2010

Los bosques de Upsala de Alvaro Colomer en Culturalia


Los bosques de Upsala por Jordi Corominas i Julián



Un niño de ocho años observa como su vecina favorita le dice adiós mientras se despeña, suicida desde el balcón que da con sus sesos en un buzón de correos. El episodio marcará de manera traumática la personalidad de Julio, que de pichichi del equipo de la plaza del barrio pasará a ser un crío inseguro que se mea encima, hazmerreír de sus coetáneos, taciturno involuntario por interpretar el mundo con ojos infantiles. De fuera hacia dentro.
Julio crece y prospera. Conoce a Elena, se casa y consigue una beca universitaria para descubrir el mosquito tigre en España. El día del quinto aniversario nupcial abre la puerta de su apartamento, desea una sorpresa y se topa con extraños presagios fúnebres. Su mujer se ha dejado las llaves, no contesta al teléfono. La encuentra en un armario, dormida por la ingesta de una caja de barbitúricos. Una vez en el hospital, nervioso y cariacontecido ante la loca normalidad presente en el recinto, los consejos del médico plantean una cárcel decenal de atención a la enferma mental. Todo suicida fallido querrá repetir su acto, hay que ir con mucho cuidado y prestar atención al ser querido. El amor pasional cede su lugar a obsesiones de manicomio. De fuera hacia dentro.
La timidez y la contención de dos solitarios unidos en la causa matrimonial debe desaparecer para que la cura surja efecto. Julio decide afrontar la situación y preguntar a Elena, adicta al mando a distancia, los motivos de su decisión. Una llamada de trabajo evita la hora de la verdad y lleva al entomólogo hacia la consecución, o eso parece, de su mayor éxito profesional. El hermano de la convaleciente, un drogadicto con instintos suicidas, se ocupará de ella durante su ausencia. El retorno, y algunas palabras de quien se rasca mucho la nariz, crearán un delirio de secuestro marital. Julio clausurará el balcón de su hogar y encerrará a su media naranja para impedir males mayores. El mosquito tigre en un frasco, su mujer en un universo limitado a cuatro paredes. De fuera hacia dentro.


Para leer más: www.culturalia.biz

miércoles, 27 de enero de 2010

Ficcionalizar a Jaime Gil de Biedma en Panfleto Calidoscopio



Ficcionalizar a Jaime Gil de Biedma
El cónsul de Sodoma de Sigfrid Monleón

Por Jordi Corominas i Julián


Que su vida era esto, sólo lo supe más tarde, al salir del cine ese frío mediodía de diciembre y llamar a la editorial Circe para que me enviara la biografía escrita por Miguel Dalmau. La calle era hielo y silencio. Caminé hacia mi hogar y pensé en las imágenes proyectadas en esa sala del Verdi Park, donde se aglomeraron los críticos en busca de emitir un veredicto que subsanara tanta expectación por el largometraje dedicado a Jaime Gil de Biedma, de quien hasta ese momento conocía más bien poco. Mis informaciones provenían de un amigo nocturno que tuvo el placer de entablar amistad con el poeta de la experiencia. Los comentarios de José Luis se referían a habitaciones estucadas y lujo bizantino entre copas, chismorreos y el recuerdo inolvidable de la elegancia, buenos indicios, demasiado escasos para comprender si lo visionado en la pantalla se ajustaba a la realidad.

No es por vanidad que confieso el método empleado para escribir este artículo. Visionado e investigación. Durante las dos horas que dura la película me enfrenté a prejuicios desgranados en la prensa a lo largo de los últimos meses, algo harto complicado con sólo un café en el estómago, gajes de diez de la mañana. Muchos juzgaban el largometraje como una recopilación erótica para apabullar y generar beneficios en taquilla. Sí, el sexo es el eje que activa los otros resortes, pero creo sinceramente que Sigfrid Monleón y sus guionistas han querido elaborar un retrato fidedigno del hombre y su época, seleccionando el material y alterándolo a su conveniencia para crear una figura real con pequeñas variaciones que reforzaran el hilo argumentativo. Por otra parte creo que ya toca desprenderse de tanto pudor. No hay nada malo en la plasmación cinematográfica del acto sexual, fenómeno cotidiano tan común como defecar, comer o reír. Quien piense lo contrario está cargado de manchas antediluvianas más propias del teatro francés del siglo XVII. Podemos transitar por una centuria de pésimo calado conservador, pero no por ello hemos de renunciar a la realidad tal como es, sin cortapisas de censura moral que a quien escribe estas líneas le producen vómitos y retortijones de pena por pobreza mental de esta sociedad pacata que dice vestir ropas progresistas.
La acción transcurre entre 1959 y 1988, de la gloria literaria a la conciencia de muerte por el virus del SIDA. Es más que posible que las limitaciones de presupuesto hayan dejado en el armario del contenido pasajes memorables. Gil de Biedma tuvo la suerte y la desgracia de vivir en una santísima trinidad. Era hijo de buena familia, su abuelo fue empresario de éxito en la Compañía de tabacos de Filipinas, y poeta maldito obsesionado por saciar su erotismo desenfrenado en los bajos fondos barceloneses y de ultramar. Tanta profusión vital tenía que ser recortada para adaptarse a un metraje coherente. Algunos dirán que el fracaso del proyecto es obvio. Otros diremos que no es así, que pese a las evidentes lagunas biográficas la obra consigue transmitir al espectador parte de la esencia del autor de Las personas del verbo y su contexto, importantísimo si queremos seguir reflexionando sobre las inquietudes culturales que movieron ficha durante la larga agonía franquista, ese cuento de nunca acabar.

La eterna dicotomía entre vida y obra: nicotina, alcohol y el amor que no dice su nombre

La historia del filme da sus primeros pasos en Filipinas. La fotografía nos ayuda a entender que estamos a finales de los años cincuenta, de otro modo raramente comprenderíamos el cuerpo de unas secuencias donde un joven de buena planta disfruta con exhibiciones sexuales con ecos del pugilato, espectadores que animan a la chica sometida a los rigores de una penetración que alternan tres orientales. Mirones y ejecutores. La velada culmina para el occidental en una barraca destartalada donde juguetea con otro homosexual. El siguiente plano, el despertar y el retorno a las obligaciones laborales, resume bastante bien los amaneceres de Gil de Biedma, quien nunca se cansó del goce como complemento a las duras reuniones ejecutivas para las que tan dotado estaba. Dotado y perseguido. Su doble faceta de eterno seductor y gran negociante no cuadraba en la multinacional dirigida por su padre, figura que en el celuloide adquiere los rasgos de capataz inútil en su afán por salvar a su hijo de un qué dirán fulminante porque implicaba mancillar el honor familiar y el prestigio de su retoño en vistas a un futuro ascenso que lo catapultara a los cuadros de mando de la tabacalera. Monleón y sus colaboradores realzan la dependencia paterno-filial en sucesivos momentos de la película. Ambos hombres estaban unidos por un cordón umbilical de sufrimiento y protección, odio y amor que a la postre sirvió durante décadas para ocultar a la opinión pública la disipada existencia sentimental del lírico que versificó como pocos su padecer con leves brotes de alegría.

Del archipiélago asiático saltamos a Barcelona. El ragazzo di vita de la antigua colonia cede su posición en la cama a un español recio acompañado de un escritor negro con el que han paseado por los suburbios de la ciudad condal. El amante ibérico protesta, es un ferviente creyente del tres son multitud, problema que tendrán las parejas del burgués entregado a la voracidad, siempre dispuesto a consumar sexo como alivio a su padecer interno, como si los cuerpos fueran cicatrices que cerraran las heridas de una homosexualidad forzada por una violación infantil que no se menciona en El cónsul de Sodoma, donde las correrías amorosas se exhiben sin tapujos, pero sin la supuesta ostentación que algunos han proclamado a los cuatro vientos. De ser así, la carne entrelazada hubiese copado bobinas y más bobinas de lujuria, frenesí y amor entre sábanas, entrega a Eros sazonada con sentimiento, pues el poeta era un sátiro dulce y obstinado en la búsqueda de un amor que le cuidara y le diera compañía, dios Pan bisexual que tuvo su última oportunidad con las mujeres entre 1966 y 1967, cuando mantuvo una apasionada relación con una de las musas de la Gauche Divine, Isabel Gil Moreno de Mora, Bel, joven arrebatadora interpretada en el largometraje por Bimba Bosé. El director, seguramente a instancias de Miguel Dalmau, ha dado a este episodio la importancia que se merece al tratarse de la encrucijada fundamental, el único momento en que Gil de Biedma pudo cambiar las tornas de su destino y vencer el lejano trauma que le atenazaba. El carácter de ambos, su promiscuidad y la muerte de Bel en 1968 evitaron cualquier posibilidad de redención, y con ello no expresamos ningún favoritismo para con la heterosexualidad, simplemente nos atenemos al perfil biográfico analizado, cargado de culpa por ser lo que era un tiempo poco propicio donde esconderse era la norma. Es interesante comprobar como en la película se insinúa el suicidio de la protagonista del poema A una dama muy joven, separada, cuando los testimonios de quienes la conocieron hablan de un accidente automovilístico durante una tremenda lluvia después de una visita a un amigo en Lleida. El fracaso de lo femenino llevará nuevamente al autor de Moralidades a la senda de la desesperación, que intentará evitar mediante su noviazgo con un ayudante de fotografía gitano al que pigmalionizará y educará sin mucha fortuna. La violencia durante los siete años de convivencia fue constante por culpa de una lucha no muy soterrada de egos entre el señorito y su objeto de delicias plebeyo, si bien una de sus más sonadas efemérides es deformada hasta la absoluta invención. Resulta que en una de sus estancias en La Nava los celos estallaron en medio de la frivolidad. Toni, así lo llaman en el largometraje, se dejó seducir por la mujer de un prometedor poeta madrileño que a su vez besaba a Gil de Biedma. El acomplejado partenaire no aguantó más y propinó una paliza al invitado. En el filme quien la recibe es el ejecutivo de la compañía de tabacos, exhausto en el pavimento tras la contienda, helado en la puerta y expulsado de su propio paraíso. No sabemos el porqué del cambio, la manipulación de la realidad, como tampoco sabemos los motivos que acortan a un suspiro la relación definitiva del poeta con Josep Madern, un actor del Teatre Lliure que convivió en dos etapas distintas, el paréntesis es una ruptura, con el sibarita de la generación poética de los cincuenta. El segundo tramo, cuando ambos estaban contagiados por el VIH, está mal explicado, pues parece que todo vaya a las mil maravillas, cuando era todo lo contrario, con un trato pésimo entre dos figuras que repetían, otra vez, los papeles de amo y esclavo, con éste último a la vera del rico para recibir la prometida herencia. En ocasiones, el afán de síntesis del séptimo arte es demasiado pernicioso para la auténtica comprensión de almas complejas con un sinfín de vicisitudes.



Gil de Biedma amó mucho y fue correspondido con gran profusión de afecto. En el filme se realzan varias amistades célebres, por lo que el espectador podrá divertirse asociando rostros con personalidades. Colita, Enrique Vila-Matas, Gabriel García Márquez y otros desfilan por la pasarela vital del poeta, aunque los que se llevan la palma son Carlos Barral y Juan Marsé. El primero es caracterizado con su típica barba y su lengua afilada, siempre preparado para soltar un comentario punzante y ácido. Burgués como Gil de Biedma, ambos crecen juntos desde la Universidad hasta la fama literaria. Sus diálogos culturales sufren, como sucede en cualquier película que trate este universo, de cierto forzamiento, como si las palabras hubiesen sido prefabricadas para condensar en pocas líneas todo su discurso. Aun así la amistad entre ambos queda bien reflejada, como también sucede en el caso de Juan Marsé, aunque sinceramente no sé que pensará el autor de Últimas tardes con Teresa de su traslación al celuloide en compañía de sus camaradas. De origen modesto, el novelista es representado como un individuo que escribe para vender libros mientras sigue la vorágine de su época. Además no creo que el otrora aprendiz de joyero tuviese ese acento catalán tan pronunciado que lo ridiculiza en extremo. Más probable es que opinara eso de que dejamos morir al Dictador en la cama sin lograr nada digno de ser recordado como resistentes. El grupo del compromiso social queda reflejado en sentido político como un círculo de adinerados señores que dedican el tiempo libre a la tertulia, beber buenas copas y conspirar desde la resignación de la eternidad dictatorial, revolucionarios con corbata en 1959 acatan a rajatabla las coordenadas del Partido Comunista, demasiado fiel a la carta de Lenin de 1895 donde se negaba la admisión de cualquier homosexual en la organización porque son seres víctimas de su naturaleza que pueden hacer peligrar la seguridad. Gil de Biedma fue rechazado por Manuel Sacristán.




¿Tuvo otro tipo de amistades el poeta? Sí, variopintas y selectas. Una biografía tan extensa ha implicado una selección (in)natural a veinticuatro imágenes por segundo. Fuera de la convocatoria quedan nombres como Vicente Aleixandre, Alberto Oliart, Josep Maria Castellet, Alfonso Costafreda, Felipe González, Pablo Picasso, Jaime Salinas, Joan Manel Serrat, Jaime Camino, Ana María Moix, Terenci Moix, Alex Susana, María Zambrano, Maruja Torres y muchos otros que no cupieron en la terna final.

La poesía como refuerzo lírico a la imagen: el verso y el cinematógrafo

Hace un lustro creía en el cine como motor revolucionario. Recuerdo proponer a una productora italiana un documental poético sobre la figura de Pier Paolo Pasolini. Sus versos serían la voz narrativa que acompañaría al espectador en un recorrido por los espacios clave en la vida del poeta. La idea fue desechada por su escaso interés comercial. Sigfrid Monleón se ha centrado poco en la lírica de Gil de Biedma, pero cuando lo ha hecho ha superado el examen al dejar que los poemas hablaran y se asociaran en determinados momentos con la imagen. Los actores se mueven, las composiciones fluyen y los versos dan más fuerza lo narrado, como ocurre, por ejemplo, en la sublime escena de Calafell, cuando los maduros intelectuales se extasían al tomar conciencia de su decrepitud física mientras Yvonette, una de las hijas de Carlos Barral, danza con vigor junto a su primo, criaturas asexuadas con la inocencia de quien aun no ha sucumbido a las trampas que depara el destino adulto.

A qué vienes ahora,
juventud
encanto descarado de la vida?
Qué te trae a la playa
Estábamos tranquilos los mayores
y tú vienes a herirnos, reviviendo
los más temibles sueños imposibles,
tú vienes para hurgarnos las imaginaciones

Ningún guionista puede conseguir tanto con tan poco. Flotan los versos y nos transportamos, sentimos verdadera empatía con la película y, embobados, contemplamos el baile de la rubiales que tarde o temprano dejará la niñez para sucumbir a la rutina de los dieciocho en adelante, y lo mismo con otras composiciones del Cónsul honorario de Filipinas en Barcelona, hombre excepcional que dentro de los límites de toda biografía fílmica ha sobrevivido a la adaptación salvo por algunos pequeños detalles que desdibujan su figura. Resulta lamentable abandonar la sala con el recuerdo de la última escena, con un Gil de Biedma enfermo que, miedoso con la deriva de su letal contagio, contempla a un joven chapero bailando música ochentera en un sórdido cuartucho de hotel. La escena sucedió, pero sin explicar precedentes y la resignación ante la imposibilidad de encontrar el verdadero amor queda como una anécdota morbosa sin más. Aplaudo al equipo por su valentía en determinados aspectos, pero quien escribe considera que lanzarse a la piscina y nadar, deporte favorito del aedo barcelonés, implica terminar el recorrido, quedarse a medias siempre deja un regusto amargo.

martes, 26 de enero de 2010

Martes 26, La viuda negra de L'Hospitalet en la Hora-L de Radio Barcelona-Cadena SER




1992 fue el año de los Juegos Olímpicos que cambiaron para siempre la visión urbana de Barcelona. A nadie le importó, la euforia era más que absoluta,que el 3 de agosto una excéntrica anciana muriera en misteriosas circunstancias en su apartamento del barrio de Sants. Rosalía fue la primera víctima de Margarita Sánchez, La viuda negra de L'Hospitalet,de la que hablaremos largo y tendido en nuestra sección criminal de la Hora-L. Quien quiera saber más antes de la emisión puede leer el artículo que publique en Bcn Week en marzo de 2009: http://corominasijulian.blogspot.com/2009/03/matar-en-barcelona-en-bcn-week-73.html


Crímenes en la Hora-L

Cada martes a partir de las 13.06

Radio Barcelona-Cadena SER

96.9 FM

666 AM

lunes, 25 de enero de 2010

Loopoesia 2010 en Revista de Letras




Loopoesia 2010: Bitácora para navegantes, por Jean Martin du Bruit
Por Jean Martin du Bruit | Destacados | 25.01.10



Dice la leyenda que un jueves por la noche Neill Higgins y Jordi Corominas i Julián hablaron largo y tendido en el bar Fantástico. El inglés pinchaba y el catalán bebía. Hablaron de sus ideas y decidieron poner en marcha Loopoesia, así, de la nada. El único material disponible era un poemario a musicalizar. Otro jueves repitieron charla y perfilaron elementos. Máscaras, gominolas para el público, íconos desafiantes y dos gritos emblemáticos: Carmen, la poesía, y yo soy Isabel la Católica, lema símbolo de un proyecto experimental que a base de tesón y voluntad innovadora ha llegado mucho más allá de lo previsto en un principio. Lejos queda el debut del 14 de marzo de 2009. Loopoesia abandona Barcelona y viaja a Madrid para presentar su espectáculo de 2010 en La casa de los jacintos y el Badulake. El grupo ha consolidado su propuesta y llegará a la capital acompañado de The Lady Sounds, conjunto excepcional que enlaza con la mentalidad pop de Jean Martin du Bruit y el Anónimo toledano, quienes fieles a su espíritu decidieron enterrar la sardina del debut y mostrar al público una actualización que incluye un nuevo poemario con sorprendentes músicas y una puesta en escena radicalmente distinta a la que os teníamos acostumbrados. El decálogo que sigue a esta introducción pretende ser una bitácora que motive y permita entender los ríos que mueven nuestra recién estrenada nave.

Los jugadores de Ajedrez de Plaza Catalunya de Jordi Corominas i Julián

Es el nuevo poemario loopoético, construcción lírica que se caracteriza por su estructura de suite, 12 poemas se convierten en uno mediante sus conexiones temáticas y formales, que permite su musicalización. En 2009 usamos dos composiciones parecidas pero que juntamos por las circunstancias. La nueva pieza, que podréis leer desde el 5 de febrero en http://letratlantica.blogspot.com, es una sinfonía urbana dirigida por los hombres que cada día se reúnen para jugar con peones y damas al lado de la estatua divina de la barcelonesa Plaza de Cataluña. Ellos lo saben todo y acompañan al lector-espectador en el recorrido por las facetas más importantes de una ciudad que podría ser cualquiera. Un hombre abandona su casa y su amor, pisa el centro y deja que los versos se nutran de personas atendiendo a su cita, gente ingenua entre la ilusión y la cruda realidad; sus acompañantes avanzan, aunque uno de ellos se ha suicidado en una habitación de hotel encaprichada en contarnos todo lo que ha sucedido en su interior. El muerte debe demorar en el cementerio, visto desde una perspectiva humorística por sus trabajadores, fumadores empedernidos que odian las urnas llenas de ceniza y la triste fila del camposanto, parecida a las estanterías de un centro comercial. Las similitudes entre disparidades crónicas existen. La composición salta a los modernos y se para en un bar de diseño vacío, oda a todos los silencios que ignoramos entre cuatro paredes que desaparecen cuando las señoras que limpian abren los locales y danzan con su fregona. El homenaje a la esencia del barrio se asusta cuando irrumpen los políticos, último vals antes de la despedida, donde el protagonista vuelve a tu humedad, que es mi calor.



La unidad absoluta de Los jugadores de ajedrez de Plaza Cataluña, sobre todo si lo comparamos con la fusión de Las nocheviejas del Patriarca y La balada del delineante, hará que la música abrace otros extremos. Si en 2009 fuimos pop, en 2010 jugaremos con muchos estilos y elementos que marquen claramente los espacios que exhibe el poema, más largo en el verso y más complejo, tanto en estructura como en profusión de imágenes.

Viejos hábitos, trucos de viejo: La performance y sus recovecos


Muchos recuerdan nuestras antiguas barbaridades. Fornicar con un pony, bajarnos los pantalones, soltar dadaísmos extáticos. Nos encanta la locura, pero ante todo queremos que se entienda nuestro proyecto como una prueba hiperrealista de extrema racionalidad, y lo mismo queremos transmitir desde el escenario con los múltiples acompañantes que circulan por el show. A finales de 2009 incorporamos novedades para ver la reacción que causaban entre el respetable. Jean Martin du Bruit y el Anónimo toledano tienen su papel muy definido. El licenciado en Cambridge recita poesía automática y se mueve en función de la música, los versos grabados y sus emociones. Viste estrafalario, recita poseído, asusta con su máscara blanca, tiene ataques epilépticos y ahora hasta se permite irse un rato durante el interludio para emerger oralmente desde un punto inconcreto y reaparecer con más energía antes de decapitar a su enemiga, la muñeca fascista. Por su parte, el Anónimo toledano, tigre bengalí nostálgico y guasón, mezcla con fantasía y profesionalidad la melodía y entona identidades oscilantes, aunque por lo que sabemos confiesa ser George Harrison. Su doble letalidad se ve acompañada en 2010 por la bailarina Lola Farigola Romaní, perfecta en su labor fruto de la espontaneidad y una gran técnica. Por desgracia aun somos pobres, y la perla de la danza no nos acompaña a Madrid. Brindaremos los shows a su ausente presencia.

Una cosa son los protagonistas, héroes fugaces que dependen en gran medida del batiburrillo conceptual instalado allá donde actúan. ¿Lo conocen? ¿No?¡Será posible! Temblamos por las risas de los controladores aéreos. Piernas de maniquí, tridentes diabólicos, una muñeca del chino, animales loopoéticos. ¿Quieren más? Hay seis íconos, tres debutantes en nuestras lides. Audrey Hepburn, colgada de la espalda de Jean Martin, es un grito contra la anorexia estereotipada, ridícula delgadez impuesta por los cánones del consumismo, lo cual no deja ser paradójico; Paul McCartney y George Harrison son las presencias positivas, el bajista por interesarse mucho en el concepto de suite musical y el quiet Beatle por sus creencias religiosas que nos confieren paz de espíritu. Esta trilogía permanece y convivirá durante estos meses con Enriqueta Martí, una asesina eterna, el negro de Banyoles, el primer inmigrante de España, y Pericles de los palotes, ídolo de masas instalado, como estadista que fue, junto al micro para infundirnos sus convicciones.





Los cambios sirven para crecer: Proyecciones, interludio y una mesa de té

El 27 de diciembre de 2009 actué solo en el Heliogabal. El reto era potente y mi compañero toledano tenía que atender unos asuntos en Inglaterra, por lo que opté por adelantar algunas novedades, entre ellas las proyecciones. Surgieron después de un show. Fuimos a una fiesta de cumpleaños y descubrimos que su ambiente fantasmagórico podía hundirnos. Resistimos y, de repente, unas imágenes de la homenajeada iluminaron nuestras mentes. Hay fotografías que sólo importan a quien sale en ellas, teniendo nula trascendencia para el resto del género humano. Desde esa premisa hicimos un montaje de 185 instantáneas que sigue el ritmo de la música y la poesía. Las proyecciones son el principal motivo de otra decisión importante: abandonar la libreta automática y recitar espontáneamente a pelo. Limitamos movimientos y los engrandecemos dándoles más significado escénico, algo que también consigue el nuevo interludio, composición musical con una pista base al revés que confiere dramatismo a la supuesta pausa entre los cementerios y los modernos. Nos llamamos Loopoesia porque usamos loops de canciones, pero siempre quisimos crear un sonido que nos perteneciera. Lo consigue el interludio donde el vacío preformativa será sólo teórico, pues dos hombres victorianos beberán té en una amartelada mesa, pequeño guiño al sombrerero loco de Alice in Wonderland, uno de nuestros libros de cabecera.

Los retos y el futuro

El cambio es para mejorar, una evolución de progreso. Nuestra intención es que así siga siendo. Trasladarnos a Madrid durante un fin de semana es como dar un salto enorme. Seiscientos kilómetros de distancia y un sueño. Juntamos poesía, música, imagen, simbolismo y performance. Algún espectador piensa demasiado. Queremos veros disfrutar. Ya habrá tiempo para el análisis. Aterrizamos en una ciudad que nos tiene enamorados de antemano y queremos que nuestro amor se amplíe durante estas mágicas jornadas. Loopoesia es amor.





Loopoesia en Madrid

.Viernes 5 de febrero

21 horas 30 minutos

La Casa de los Jacintos presenta The Lady Sounds+Loopoesia

C/ Arganzuela 11 (La Latina)

. Sábado 6 de febrero

21 horas

Badulake presenta The lady Sounds+Loopoesia

Salitre 30 (Lavapiés)


http://www.revistadeletras.net/loopoesia-2010-bitacora-para-navegantes-por-jean-martin-du-bruit/

domingo, 24 de enero de 2010

Diálogo con Agustín Fernández Mallo en Revista de Letras


Mi visita a un céntrico hotel barcelonés es el primer paso de un día cargado de emociones. Siento mucha curiosidad por respirar a Fernández Mallo en persona y ver qué se esconde detrás del autor que ha dado nuevos bríos al panorama nacional. Algunos discutirán su trascendencia, que sólo podrá juzgar el paso del tiempo, pero nadie podrá reprocharle nada. Ha dado un paso al frente y ha planteado, quizá desde esquemas existentes en otras literaturas, la necesidad de ir más allá de lo tradicional. Esta charla recoge parte de este debate y se centra en su última novela, “Nocilla Lab”, última y multiforme entrega de su combinación de leche, cacao, avellanas y azúcar.



ORÍGENES, MÉTODO Y NOCILLA

Jordi Corominas i Julián: Cuando empezaste a escribir Nocilla Dream, ¿ya tenías claro que era el inicio de una trilogía?

Agustin_Fernandez_MalloAgustín Fernández Mallo: Cuando estaba terminando Nocilla Dream me di cuenta de que quería seguir investigando más cosas en esa línea. Pero por investigar, por ver hasta donde podía llegar. De repente me empezaron a surgir muchos mundos que quería mezclar, e intuí que tenía para tres libros, pero tampoco sabía cómo iban a ser, aunque sabía que tenía algo, porque al ser poeta, vengo de la poesía, y un poema es absurdo programarlo me enfrento a la narrativa de la misma manera. Mi intuición me dijo que sí tenía para dos libros más.

Cuando se habla de una trilogía muy estructurada en su contenido… ¿Es eso una tontería?

Yo no la estructuré, eso lo tengo muy claro.

¿El orden de los fragmentos está elegido a conciencia o son totalmente intercambiables?

No, no son tan intercambiables, porque concebí los libros para ser leídos de principio a fin, aunque es verdad que están más o menos ordenados según yo iba descubriendo y escribiendo el propio libro.

Entonces el fragmento sale a partir de tu experiencia poética…

Claro, absolutamente. Incluso en Nocilla Lab. La primera parte, el monólogo, empecé a escribirla sin saber hacia donde iba. Seguí, y cuando me cansé de la primera parte pase a otra cosa, pero podría haber durado mucho más. Emprendí la segunda parte, el diario de viajes, y al cansarme fui hacia la tercera, ese relato del penitenciario, medio gótico-medio Lynch. Y al final surgió el cómic.

Con el cómic me dejo intrigado lo de Enrique Vila- Matas. ¿Por qué?

El personaje se va diluyendo, y en el fondo desaparece. Vila-Matas es quien más, al menos en España, ha trabajado el asunto de la desaparición del escritor. Casi no lo pensé. Cuando vi que el personaje desaparecía se impuso Vila-Matas con pasmosa facilidad.

Pero en el monólogo interior se intuye un poco su figura, hablas de las Azores y algunas cosas típicas del autor barcelonés.

Sí, pero en ese instante no pensaba en Vila-Matas, la idea se impuso después. Como no sabía donde acababa el libro en ese momento no pensaba ni en el cómic ni en la disolución del autor. Si parece que flote por ahí es pura casualidad.

Sí, pero en el libro hay varias repeticiones que parece que tengan que llegar a esa disolución en la unicidad, hasta con la presencia de los dos Agustines, que es la gran repetición.


Eso es, el ritornello donde finalmente sólo puede quedar un Agustín, como la Coca-Cola, que no hay dos, es una.

Volvamos al monólogo. Esta parte de Nocilla Lab me sorprendió comparándola con las dos anteriores novelas. Del fragmento te transformas e hilvanas un monólogo de más de 70 páginas. ¿Cómo surgió?

Puede que se deba a un cansancio de lo fragmentario, pero también hay que considerar la variedad de la literatura dejando de lado las Nocillas. Antes de la trilogía tenía una vida literaria poética anterior, con Carne de Píxel o Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus, libros que se parecen mucho a la primera parte de Nocilla Lab, monólogos obsesivos escritos mucho antes de las Nocillas.

Te doy la razón porque quizá a partir de Nocilla se te etiqueta, pero anteriormente hay un bagaje.


Sí, había vida antes de Nocilla, y es una parte tan importante como otra de mi literatura.

¿Cierras el círculo con Nocilla Lab?


Sí. Además hice una película de setenta minutos, colgada en mi blog, que son los extrarradios poéticos del proyecto, de dónde viene, cómo me inspiré. También hay cuatro entrevistas, entre ellas una a Antonio Luque. El proyecto, sin yo pretenderlo, cobra una unidad que trasciende la literatura, porque está la literatura, el cómic y el audiovisual. Se transforma un poco, aunque no tendría que decirlo, como una obra de arte contemporáneo.

FORMAS Y TRANSVERSALIDAD


Bueno, pero a partir del libro te picó el gusanillo de ir más allá, no creo que sea nada malo afirmar tal cosa. La transversalidad de los libros crea otras formas.

La película la hice entre 2006 y 2009, justo cuando salió Nocilla Dream, quería ver qué tal me iba con el audiovisual, cómo me desenvolvía y hacer algo para no aburrirme. (risas).

¿Cuándo escribiste las Nocillas?

Las escribí de verano de 2004 a verano de 2005 y no quería aburrirme, y lo digo en el sentido más noble. Me gusta investigar, conocerme, seguir caminos poéticos desconocidos, ponerme a prueba…

Eso desde mi punto de vista es fundamental. Muchas veces se toma la literatura, y eso que ya estamos en el siglo XXI, como un asunto de las musas. Muchos desprecian la investigación, y sin embargo es una de las claves básicas para progresar, al menos desde mi punto de vista. ¿Cómo ves esta cuestión?

No se entiende bien lo de investigar porque en España hay la idea de escritor que sigue unas pautas muy determinadas desde un ideal platónico, y no se lo tiene como un investigador poético, que al final es lo que somos.

Además en cada obra por lógica vital, siempre que no pase algo muy raro, tiene que existir una evolución.

Sí, porque de otro modo se caería en el manierismo más absoluto.

Desde tu vertiente de físico puede entenderse que investigues, pero creo que cada escritor tendría que tener una dinámica investigadora. Cambiando un poco de tema… ¿Cómo enfocas la estructura de Nocilla Lab? ¿Una fragmentación que aporta unidad a posteriori? ¿Aburrimiento que genera novedad?


Aburrimiento no es la palabra, porque si te aburres es que no te gusta. En mi caso la composición vino de tener una parte muy trillada, llegas a un punto donde estás satisfecho, optas por parar, hay otra técnica que te llama la atención y optas por ver qué pasa. Es como ir cambiando de escenario dentro de un bosque mientras paseas. Te llenas de un camino y pasas al segundo. Es algo mucho más natural de lo que se pueda pensar. Aquí en España hay la idea de que cuando el escritor se sienta a escribir se enfunda el traje de voy a ser escritor… Yo no soy así, podría parecer que tengo todo calculado, si así fuera dejaría de escribir porque sería insoportable.

Pero alguna pauta tendrás cuando escribes. El caso de la repetición en Nocilla Lab te surgirá de una reflexión previa.

No, te prometo que no. Es como dejarse llevar por el momento, como si sonara una música que llamaba. No fue algo pensado en absoluto, como quien escucha música o compone un tema.

Y en ese sentido es interesante notar que quizá tus mayores influencias no son literarias.

Quizá, aunque hay influencias literarias muy claras. Borges, Cortázar, Thomas Bernhard, puede ser incluso, aunque no se detecte mucho, Marguerite Duras, una forma de escritura muy seca. Asimismo el cine, las ciencias y la publicidad me influyen muchísimo.



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Hablando del cine, la portada va que ni pintada con la idea de la isla y la desaparición a través de la mención a L’avventura de Michelangelo Antonioni.

Eso fue a posteriori, cuando tuve que buscar una portada, y como hacia poco que había visto la película vi que encajaba, porque en L’avventura hay una desaparición inexplicable, absurda, en un islote muy pequeño… Lo mismo que en Nocilla Lab.

Además Antonioni fragmenta la realidad y luego une piezas.

En algunas películas, en L’avventura o Deserto rosso, tiene una poética del silencio y los espacios vacíos con la que me siento identificado, creo que también está en mi obra.

En la parte de la penitenciaría hay un momento en que, antes de llegar, deciden no avanzar aunque luego se desdicen y optan por ir hacia adelante. Creo que en Postpoesía hay un trozo parecido con el artista que conduce por una carretera en obras. Eso me hizo pensar en los enlaces entre partes.


Sí, la experiencia de Tony Smith y el Land art, que impregna mi obra. Las piezas y acciones del arte conceptual… Bebo mucho más de ahí que de la literatura.

Todos los elementos que plasmas en Postpoesía emergen en las Nocillas.

Sí, en cierto modo así es. La poesía debe evolucionar y debe plantearse otros retos, es lo que intento, pero hablo mal, no es que diga quiero hacer eso porque tal, me sale tal. Has pedido un té y es porque te apetecía en ese momento, no es que pretenda cambiar el mundo, en realidad escribo para mí mismo.

Sí, pero desde tu yo escritor expresas y reflexionas sobre la necesidad de estos cambios.


Sin querer ser dogmático. Yo pienso esto, a quien le guste muy bien, a quien no, pues ya está. Es como lo de meter materiales no literarios, lo hago porque me apetece.

¿Cómo percibes la visión que se puede tener, a nivel general, al introducir otro tipo de materiales?

Supongo que hay cierto interés, por algo estamos aquí sentados. No lo pienso demasiado, no me gusta pensar lo que está ocurriendo, creo que uno si lo medita mucho puede estancarse. Cuando sucede ya estoy en otro lugar.

Es como hablar de un yo pasado…


Absolutamente, aunque como es normal me reconozco en mi obra cuando se publica, pero se escribe el día a día, se pelea casa por casa, esto no te garantiza nada, tu próxima obra tiene que ser lo que quieres que sea, porque sino te conviertes en una parodia de ti mismo.

Y en este sentido la lucha de Agustines en Nocilla Lab, el yo y el doble, la misma disolución implica el punto y final de un cierto Agustín.


Puede ser, pero no lo garantizo, porque, como siempre, no me gusta programar estas cosas. Puede que inconscientemente quisiera decirlo… Se cierra un proyecto, ya veremos qué pasa. Ahora mismo estoy trabajando en cosas de poesía con imagen. Ya veremos que sucede con la novela.

El concepto trilogía es algo clásico que siempre surge.


Es lo que te contaba. Escribiendo Nocilla Dream vi que tenía carrete para dos más y así salió.



¿Cómo surge la idea del cómic en Nocilla Lab?

Cuando me acercaba al final del libro vi que quería contar la última parte con otra herramienta, no me gustaba expresarlo con palabras, sólo con ellas no hubiese tenido la potencia deseada. El creador contemporáneo no debe limitarse a los utensilios de toda la vida, tenemos un amplio espectro con el que jugar. Contacté con Pere Joan, quien también vive en Mallorca, le pasé mi guión escrito y a partir de ahí nació el cómic.


Con ese final impactante. Esto es todo, amigo. ¿Todo? Sí.

(carcajadas) Ahí se vuelve al existencialismo de los sesenta. ¿Qué ocurre? Nada. Y eso es todo.

EL FUTURO Y LA POESÍA

Habiendo leído las dos anteriores, cuando observas el progreso del yo en Nocilla Lab si que puedes ver una especie de colofón, una clausura del Agustín nocillero que desaparece.

Quizá desaparezco y no vuelvo a escribir más novelas, no lo sé. En este momento estoy más con la poesía y la investigo desde mis rarezas. No me mires así, no te puedo contar nada, es como un secreto inconfesable, si lo verbalizara sería destruirlo. Aun estoy conociéndome en ese campo y si te comentara algo quedaría ridículo, porque quién sabe donde estaré dentro de unos meses. Será una evolución de Joan Fontaine Odisea, tiene más que ver con el arte conceptual, pero aun puedo sorprenderme, por lo tanto hablar de ello no tiene sentido.

¿Qué vía crees que es la correcta para que la gente se interese otra vez por la poesía? ¿La perfopoesía?

Eso creo que lo comento en Postpoesía. Las acciones de perfomance enganchan a la gente, pero no voy tanto por el medio que se usa, sino en el contenido. Se tienen que articular metáforas creíbles, sea en papel, en spoken word… el medio no asegura el éxito, lo interesante es el cuerpo.

Y a veces el mismo verso provoca rechazo. Este domingo vi una calle con una fila de 50 metros de sujetadores, y me salió un verso que era los sujetadores determinan el pavimento. Lo mandé a unos amigos y me dijeron que era un cachondo… Me dolió porque vi que la gente rehuye esa forma.

Puede que al principio no sea creíble, pero si persistes y sabes hacerlo termina por conformarse en una estética, si crees en ello. Y al mismo tiempo hay que considerar los derechos del lector y escribir pensando que es inteligente para que nuestra propuesta sea verosímil.

Seguimos hablando un rato más hasta que un nuevo entrevistador ocupa mi lugar. Por la noche nos volvemos a encontrar y me alegra ver en Agustín a una persona con la que se puede hablar con tranquilidad. No todo lo supuestamente denso lleva a una persona difícil, lo importante es que las ideas fluyan y aporten otros horizontes, y aunque se cierre la trilogía siempre tendremos que interesarnos por la obra del gallego afincado en Mallorca porque en su conformismo está la base del crecimiento, mirar más allá e intentar innovar sin pretensiones, sólo por el placer de escribir y encontrarse.

sábado, 23 de enero de 2010

Amberville en Revista de Letras



Querer rizar el rizo y morir en el intento con dignidad: “Amberville” de Tim Davys
Por Jordi Corominas i Julián



George Orwell no está sobrevalorado, pero su presencia hasta en la sopa, válido tanto para un roto como para un descosido, suele alertarme cuando se le menciona con ánimo de ecuación parvularia. Si salen animales toca hablar de Rebelión en la Granja y loar su instinto revolucionario de cerdos magnates y caballos indignados. Eso mismo han hecho muchos críticos al hablar de la prometedora e ingeniosa Amberville. ¿Flora y fauna? Orwell y tiro porque me toca. Ya puestos podrían sacar a relucir Homenaje a Cataluña por la lucha y el sutil combate en la viciada atmósfera de la ciudad imaginaria. ¿Quieren más relaciones? Roger Rabbit no casa nada mal porque la esposa del protagonista es una coneja casada con un oso, que nos llevaría, y aquí si escribo por mero capricho estúpido que imita y vilipendia lo trivial de muchos reseñadores, a el mejor libro con bichos, sapos y culebras del reino donde en mi universo infantil el león era el rey: La famosa invasión de Sicilia por los osos de Dino Buzzati, obra maestra apta para niños y adultos, mágico tesoro que en nada se parece al clima viciado que presenta Tim Davys en su debut literario. Empecemos, venga, de una maldita vez.

En primer lugar dentro de la alegoría topamos con un autor que prefiere mantenerse en el anonimato. Usa seudónimo y debe sentirse muy realizado por esa foto donde sólo vemos estanterías y un rostro borroso, demasiado pixelado para dar con su ADN. Sin embargo, el sueco residente en Nueva York, lo que no deja de ser muy cool según los cánones posmodernos, nos informa de sus licenciaturas en literatura y psicología al tiempo que proclama a los cuatro vientos lo iletrado que era hasta cumplir los veinte años. Desconocemos su edad y nos importa un rábano. Su carta de presentación quiere ser un manifiesto de pistas para orientar al lector en sus pesquisas una vez haya iniciado la novela, reconstrucción de reconstrucciones en pos de crear un universo real que se diferencie de la normalidad por detalles heredados de mil referencias fílmicas y alguna que otra hora de teoría literaria, lo que se aprecia en el uso de múltiples voces narrativas y la habilidad de mantener ciertos enigmas bien ocultos hasta el final de la trama. ¿Trampa o truco? La sorpresa, que pretende ser original, está pasada de moda y parece más un recurso adolescente, por eso quien escribe critica pese a divertirse con la lectura, porque opino que una novela debe ser algo más que tópicos manidos y artificios de desconcierto que sin duda podemos achacar a una sobredosis de séptimo arte en las sinapsis del autor. Demasiado poco para creer la frase de Jorge Herralde, quien al recordar su lucha por la adquisición del manuscrito en Frankfurt llegó a considerar la ópera prima del anónimo no toledano como unas de las piezas más codiciadas del certamen alemán de 2008.

Eric Oso tiene cuarenta y ocho años y es más feliz que una perdiz. Casado con la bella Emma Coneja tiene todo lo que desea y un trabajo de lujo en la mejor agencia publicitaria de Mollisan Town, ciudad regida por una estructura, lo más interesante del relato, piramidal con muchos cajones herméticos, inaccesibles e inasequibles para el ciudadano de a pie. El dichoso matrimonio vive en Amberville por nostalgia de un tiempo pasado que no fue mejor. Eric Oso creció en ese barrio junto su gemelo Teddy y sus importantes progenitores. Su madre es jefa del ministerio de Medio Ambiente, mientras su padre es un eficiente rinoceronte director de escuela. La tutela y el cariño no bastaron para que el protagonista tirara por caminos de rectitud. Después de confirmarse ingresó como matón de medio pelo en el Casino, donde conoció a sus amigos del alma, una corneja depresiva, una gacela homosexual y drogadicta con un solo cuerno y una serpiente escurridiza y erudita. La mala vida se desvaneció con la irrupción del amor, y desde ese instante el peluche se dedicó a proteger a su amada y a incrementar su prestigio en la sociedad, ingresando en los puestos más importantes de la misma, entre los que cabe destacar la Mano Auxiliadora, Supremo sanedrín de la Urbe, centro de poder reservado a los más insignes proanimales, porque lo de prohombres desentona en este contexto.

Una noche está en casa, cansado y con ganas de irse a descansar. De repente, el miedo. Una de sus antiguas pesadillas irrumpe en la vivienda. Nicholas Paloma no se anda con chiquillas. Quiere algo y amenaza, no le importa que sus gorilas destruyan sofás de diseño y antigüedades de postín. Eric aguanta el vendaval y escucha. Su querida coneja morirá si en pocos días no se da prisa en hallar la lista de la muerte, mítico documento que finiquita la existencia por decreto, si bien para muchos es una leyenda transmitida de generación en generación, papel acuoso perdido en la desmemoria de la Historia. Manos a la obra. El oso llama a sus compinches, les convence de abandonar sus ocupaciones y la unión hace la fuerza. Eric es el jefe, la corneja el descaro, la gacela un cóctel de pastillas, verdes, rojas y amarillas. La serpiente completa los elementos con su ambición reflexiva. Durante las dos siguientes semanas espiarán los movimientos de los conductores, entrarán en dependencias ministeriales, agredirán a sus enemigos y hasta se meterán en el vertedero, reino de la Rata Rut, soberana de la pocilga urbana, diosa con muchos secretos en su tugurio, misterios que ayudarán a desvelar el intríngulis de la operación y darán al melancólico cuarteto, que se toma la tarea en plan campamento vacacional con altas dosis de acción, los enlaces necesarios para constatar que, efectivamente, existe el elenco mortuorio. Las volteretas se vuelven más enrevesadas. Sólo se puede tachar un nombre y resulta que hay dos personas vitales en el escrito: La paloma y Teddy, el gemelo, el oso que sacrificó su amor por la coneja al sentirse el complemento perfecto de su hermano, ying y yang indivisibles para mantener el orden cósmico que propugna el narrador.





Hay más personajes que se encadenan y se relacionan. Una hiena propulsada al abismo por culpa de la frustración de la serpiente, un pingüino sacerdote. Los mecanismos que articulan la alegoría hacen de Amberville una elaborada construcción social que mantiene el pulso con el lector al condensar en su interior un crisol de atmósferas familiares. Desde el pastiche se consigue generar la atención y fomentar la intriga por lo nocturno y un ritmo narrativo variable que adquiere sus más notables texturas en los pasajes de lentitud, cuando creemos avanzar con las asombrosas criaturas que debaten sobre su condición a partir de querer derrumbar los fundamentos anquilosados de su hábitat. Porque si extraemos una conclusión positiva de la tarea de los cuatro podremos deducir que su hercúlea misión consiste, nada más ni nada menos, en refundar desde sus cimientos Mollisan Town y derrumbar viejos muros, casi atávicos, que interrumpen el normal desarrollo entre la vida y la muerte. En un momento determinado Emma Coneja, que cuando habla confiesa verdades inesperadas, menciona su voluntad de operarse las rodillas. De nada sirve el progreso si la base sigue impertérrita en sus trasnochados trece. Por cierto, ¿lo dudaban?, en algunos casos nada es lo que parece.

¿Nuevas influencias? ¿Paranoia crítica? El entretenimiento también puede ser literatura posmoderna.

En ocasiones me disgusta ser demoledor cuando abro la botella del escrito. Miren la última de Batman. Una moneda con dos caras idénticas. Lo mismo pero diferente. Otra posible lectura de Amberville nos lleva a parajes que desde lo iletrado circulan por influencias a tener en cuenta. Visualizo lo leído y creo respirar aire de videojuego. El filo estructural de la narración de esta industria del entretenimiento va inmiscuyéndose, sin que aquí el verbo revista connotaciones negativas, en la literatura reciente, y ello no ha de extrañarnos, porque al fin y al cabo estos productos de consumo beben profusamente de la antigüedad. El héroe ha de ir superando obstáculos que asimismo pueden remitirnos a las proezas homéricas o a la celebérrima quete medieval. Las pruebas en la senda hacia la gloria son duras y abren nuevas pantallas una vez se ha descubierto el elemento fundamental que permite avanzar. Este tipo de montaje narrativo se halla muy presente en esta historia de animales que flirtean con el mal e inevitablemente nos lleva a concluir que tales formas expresivas buscan una economía de medios que permita la distracción lectora, al hacerse todo más comprensible desde parámetros básicos, y modernice el artefacto novelístico. Quizá a quien escribe le duele comprobar como su máxima referencia amarilla haya virado hacia esa curva donde ya no importa asombrar con talentos inéditos, sino más bien con volúmenes dignos para devorar en dos tardes de asueto puro y duro. Serrat tenía razón con eso de ara fa vint anys que tinc vint anys i encara tinc força, aunque mi instinto huele que estamos asistiendo lentamente a un reposicionamiento de las editoriales hispanas, siendo hoy el futuro de las pequeñas casas, destinadas a darnos las palabras que auguren metamorfosis y nombres en la libreta en blanco de las próximas décadas.


http://www.revistadeletras.net/querer-rizar-el-rizo-y-morir-en-el-intento-con-dignidad-amberville-de-tim-davys/

viernes, 22 de enero de 2010

Looproject, sábado 23 de enero de 2010 en La Cova de les Cultures


Este sábado 23 se produce un triple debut en esta nueva década: Looproject inaugura Enero con un buen cartel que como siempre quiere alternar poesía y música.


A las 21h 30 actuarà Menja'm, conjunto formado por Judit Ortiz en la poesía y Laia Centellas al piano que durante 45 minutos nos presentarán su proyecto, que ya ha visitado varios de los más importantes sitios performativos de Cataluña.


En esta ocasión, hacia las 22 h 25 minutos, la transición hacia Loopoesia viene ocupada por Radiobrain, terceto de bajo,voz y batería que rendirán un genial tributo acústico a Radiohead.


Finalmente Loopoesia cerrará el evento. La gran movida, la presentación definitiva del proyecto 2010, acaecerá en Madrid, pero este sábado en La Cova prometemos novedades como nuestra bailarina Lola Farigola Romaní, las proyecciones delirantes y un nuevo método de transmitir la poesia automática. La libreta dejará,parcialmente, lugar a la voz.


La información del evento es la siguiente.


Looproject, Sábado 23 de enero de 2010

La Cova de les Cultures

Carrer de l'Angel 12 (Metro Fontana)

Socios 3 euros

No socios 6 euros (carné de socio incluido)

Puertas abiertas a partir de las 21 horas

jueves, 21 de enero de 2010

El tutú en Panfleto Calidoscopio




Perlas que superan encartonamientos:
El tutú y las postergaciones de la moral

Por Jordi Corominas i Julián


“A menudo hay que dar juicio al aire de la locura, a fin de que pueda ser tolerado”. Denis Diderot.


Siempre he pensado que los finales de siglo tienen un je ne sais quoi especial. Empecé a fabricar la teoría remontándome a la Antigua Roma. Según Varrón, La Ciudad Eterna fue fundada en el 753 a.C.; siete siglos después Craso cayó en Persia y tendió el terreno para la conflagración fraticida entre Pompeyo y Julio César, génesis del futuro Imperio. Si damos un salto temporal comprobaremos como la Revolución francesa se gestó en los últimos años de la centuria, momento glorioso en que Kant paseaba por Konigsberg y Casanova moría lejos de su amada República veneciana, caída en los estertores del dieciocho tras un milenio de independencia.

Otra teoría sobre lo finisecular reside en lo que hemos aceptado como convención evolutiva de las artes. En este sentido, el siglo XIX es el perfecto escaparate para corroborar mis disparates. La Historia cultural necesita marcar períodos, trazar líneas divisorias que enmarquen cada estilo de manera definida para propiciar la comprensión. En poesía saltamos de Baudelaire a Rimbaud, Verlaine mediante, y tiro porque me toca con Mallarmé mirando de soslayo. En arte movemos la ficha romántica, saltamos a la realista y derivamos al impresionismo, que a su vez nos lleva al simbolismo y a los tres genios del post: Gauguin, Van Gogh y Cezanne. Si nos trasladamos a la narrativa Stendhal, Balzac y Flaubert son el camino que dirige a Zola. Muy bien. Ha sacado un sobresaliente. Excelente memoria, óptima capacidad asociativa y mejor persona.

¡Alto!

La sacrosanta obsesión por delimitar etapas y períodos hace caer en el pozo de la desmemoria, que es el olvido, creaciones que tarde o temprano vuelven, fascinan y sorprenden, casi sin avisar, y si lo hacen es porque alguien las recupera. En este caso no es el hombre que lo hace todo en España, sino Blackie Books, editorial barcelonesa que nos presenta El tutú, irreverente y desconcertante novela francesa que no influye pero sí precede toda la vanguardia que depararía parte del siglo XX. Quien quiera lanzarse al vacío apreciará nuestra disección en tres partes, pues somos píos y cristianos.

El primer cachito es el origen del volumen. Situémonos. París, 1891. Una editorial apuesta fuerte. Publica El relicario, debut de las recopilaciones poéticas rimbaudianas, y la segunda edición de Los cantos de Maldoror. Por si fuera poco, el editor, un tal León Genonceaux, tiene la osadía de publicar un misterioso libro llamado Le tutu, moeurs fin de siècle, firmado por la críptica Princesa Safo,que desata la caja de los truenos judicial y le obliga a huir de París, donde volverá en 1902 para escapar nuevamente, esta vez acusado de ofensas para con Leopoldo II de Bélgica. El tutú desaparece de la circulación hasta abril de 1966, cuando Pascal Pia – erudito, escritor y famoso falseador literario– lo menciona en un artículo de La quinzaine littéraire. Finalmente en 1991, centenario de su aparición, se reedita en la modesta casa Tristam, con lo que se resuelve el vagar histórico de un texto del que sólo se conservan dos ejemplares completos del original.




El segundo corte de nuestra tarta se aísla del delirio y explica la trama de El tutú prescindiendo de su contundente mensaje. Sería, el orden de los acontecimientos es bastante relativo, algo como lo que sigue. Había una vez un joven que desbordaba energía. Había descubierto las delicias de Venus, pero aun así deseaba poseer a su madre, una mujer aficionada a devorar ricos manjares. Mientras habla con ella un amigo irrumpe en escena. La progenitora de Mauri de Noirof gasta a manos llenas. Urge inventar y lo ideal es una boda. La elegida será una gorda alcohólica forrada de francos que muestra escasa apetencia sexual. Ya se sabe que las apariencias engañan. Mientras tanto nuestro amigo se entretiene en bares de mala muerte con cocheros, cantantes sonrojados y chicas ludópata. Se lo pasa en grande el chaval, y hasta se acuesta con un espécimen extraordinario, una tipa bicéfala con la que tendrá una criatura. La situación es grave, la circunstancia apremiante. Los progresos de la ciencia salvarán al mundo y Mauri se aprovechará. Revoluciona la técnica ferroviaria con un tren de alta velocidad, le implantan leche en los pechos para que alimente al recién nacido y es proclamado ministro de Justicia, cargo que ejerce con ética y responsabilidad intachable. Yo también husmearía los archivos. Y me da que vosotros tres cuartos de lo mismo. Hay desmanes, desbarajustes y despiporres. Viajes, acantilados y embarazadas. Coitos, enemigos y vagones.

La tercera columna de la construcción es el interior de la bestia, su verdadera naturaleza que no se esconde en caricias y vuela libre para morder la cola de lo políticamente correcto, tocarla y hundirla. El surrealismo dio carta de legitimidad definitiva al absurdo y validó experimentos y pensamientos que anteriormente se anunciaron pero fueron tomados por sandez ilustrada. Una de las diferencias de peso entre los rechazados y los que gozaron de aceptación tiene, desde mi punto de vista, una notoria diferencia en cuestiones de transparencia expresiva. Breton y compañía, víctimas de la era psicoanalítica, desarrollaron sus premisas desde una esfera mental que les distingue del preludio, más terrenal, pies en el suelo que con sus planteamientos rozaban el hiperrealismo al pisar sus locuras racionales la calle auténtica sin volar por las nubes, conscientes que sus ideas serian más impactantes, y no en un sentido contemporáneo, si se referían a espacios reales, comprensibles para el lector que ya tendría bastante trabajo intentando entender los entresijos del contenido escrito, que en más de un pasaje bebe del espíritu simbolista.
Lo dicho encaja con El tutú en todos y cada uno de sus aspectos. Mauri vaga por una calle parisina y halla un ladrillo del que no se separará durante un largo trecho de la narración. Mientras sostiene el pedrusco reflexiona sobre su origen y exhibe una pasmosa precisión horaria. El reencuentro, similar a las novelas bizantinas, con su amado odiado Jardisse pone en tela de juicio la condición humana y el error del molde divino, sin imagen ni semejanza, lo que nos transforma ipso facto en tontainas. ¿Quieren más? El protagonista confiesa a su idolatrada mater amantísima su deseo casamentero y, si siguen el diálogo teatral que entablan me entenderán, ambos se enzarzan en una disertación sobre los culos, la gordura, la delgadez y la defecación. Todo lo que comemos sale por el mismo conducto y es mierda, por lo que no tiene que escandalizarnos la boda de Mauri, bonito verbo policiaco, con Hermine, oronda, fan de sus mocos y el aguardiente. Ese matrimonio es una excusa de orden en el caos que no fructificará porque la vida del jovenzuelo está demasiado llena de bohemia, perversión y proyectos. Bohemia con cocheros con los que comparte catas de gato en directo y vomitonas colectivas, perversión con ponedoras y obispos negros con los que disfruta en orgías y gloriosos enfundamientos de tutú para danzar cual grácil figura de Degas. Proyectos científicos que le enriquecerán mediante el hallazgo del TGV París-Lyon en treinta segundos, alteración locomotriz que multiplica al infinito las visitas a la ciudad de la luz y modifica la existencia del hexágono, aun más trastornada por un doctor chiflado que da la salud absoluta y tiene un árbol étnico en su jardín. Tanto empeño otorga la cartera ministerial al desastrado marido de la mocosa foca, atildado parlamentario que tras un romance con Mani-Mina, la hidra de dos cabezas y cuatro brazos, se encargará de una criatura con cuatro testas y dieciséis extremidades que alimentará gracias al implante de leche en sus pechos. De mayor no quiero ser Mauri. Demasiadas ocupaciones y mucho lío, ya me entienden. ¿No? Es un hombre casado, un paterfamilias que se debe a su clan, enfrentado por las suegras y el desamor conyugal. Su mujer, que como todo hijo de vecino está dotada de hormonas, sucumbe a los encantos de Jardisse. ¿Holmes contra Moriarty? Casi, porque el hilo argumental desgrana una rivalidad que no se pierde entre el festival acelerado de la novela, con deudas, embarazos, incestos, siete y treinta y cuatro, referencias emblemáticas que recogen las notas, muertes y el respiro del punto y final, apto para la sonrisa y varias jornadas de reflexión, porque si algo tiene el libro es que permanece en el cerebro como una buena droga. Tendemos a identificar demasiado lo anómalo con el desvarío, fácilmente rechazable porque la mayoría prefiere leer novelas tradicionales que contengan la clásica estructura y unas temáticas universales en sentido canónico. Tradicional, clásico, canónico. Mare de Déu! El progreso en las artes, desprovisto de parcelas epocales, se basa en la libertad y el experimento, único caudal que cruza fronteras a la búsqueda de renovar y avanzar. El tutú conquista estas virtudes y brinca derribando lápidas sin atender a cronologías. Amamos lo atemporal y danzamos travestidos.




http://www.panfletocalidoscopio.com/2010/01_Enero/Letras05.html

miércoles, 20 de enero de 2010

Cinco acciones revolucionarias de la ciudadanía en Bcn Week


Cinco acciones revolucionarias de la ciudadanía by Jordi Corominas i Julián

El pleno municipal del 23 de diciembre de 2009 supuso un antes y después en la mentalidad de los barceloneses. Los votos contrarios al aumento de las tarifas del transporte público cayeron en saco roto y se extraviaron en las catacumbas de la desidia. Los billetes subieron un 2,5% y el ciudadano, solidario con Madrid, despertó de su letargo pasivo y amodorrado. Cinco acciones revolucionarias han marcado este 2010 que ahora analizamos, cinco heroicidades del pueblo que alteraron nuestra relación con el poder que durante tantos años se ha burlado de nosotros. Sin duda alguna podríamos usar métodos tópicos del lenguaje actual. Si lo hiciéramos traicionaríamos la voluntad popular que impulsó el cambio desde la rabia de quien se ha hastiado del ninguneo y prefiere respirar con justicia que evite atracos legislativos poco respetuosos con el sentir y el bienestar colectivo.

La primera chispa apareció en forma de octavilla. Jóvenes vestidos como repartidores de telepizza empezaron a distribuir en las estaciones de metro papelitos que incitaban a no coger el metro el primero de marzo de 2010, justo 59 años después del inicio de la famosa y triunfal huelga de los tranvías de 1951, cuando los barceloneses desafiaron el abuso franquista yendo a caminar a sus puestos de trabajo durante casi una semana. La huelga, entonces como hace escasos meses, fue un éxito absoluto. No es delito pasear y fortalecer las piernas. La aplicación de la resistencia pacífica contra el aumento de tarifas hizo que la empresa municipal de transportes viera desangradas sus arcas, pues el boicot duró más de un mes y medio y supuso un importante descenso en el tráfico de pasajeros. El día del libro el alcalde emitió un comunicado mediante el cual se rebajaba en un 10% la T-10, joya de la corona del underground condal. Sin embargo, su medida contentó a pocos. Quien escribe este artículo ha observado como muchos jóvenes compran la tarjeta rosa para ahorrarse dinero y seguir saboteando uno de los servicios que reportaba más beneficios al erario público.

La segunda brizna de aire puro acaeció durante las celebraciones por la victoria del Barça contra el Real Madrid en la final de la Champions League celebrada en el Santiago Bernabéu el sábado 22 de mayo de 2010. Tras el hat-trick de Messi y las dos dianas de Pedrito, los aficionados acudieron en masa a la Rambla sin saber que algunos miembros del comando “Guardiola president Catalunya independent” perpetraban en la sede técnica de BSM una de las mayores anécdotas urbanas del decenio. Tres jóvenes desmontaron el sistema que amarra las bicicletas del bicing, liberando a las rojas móviles de sus cadenas. Anunciaron su acción con un cartel que caía suavemente de la fachada del bar Núria. Los gritos mofándose del eterno enemigo viraron y se transformaron en una desenfrenada carrera hacia el saqueo de los infames velocípedos. El robo por el robo no tenía sentido, por lo que se decidió agrupar a los ebrios seguidores y emprender una ruta ciclista hasta el aeropuerto del Prat para esperar a los campeones, de retorno al hogar con la orejuda por segundo año consecutivo. La policía no intervino por miedo. Los biciclos al paso de la expedición azulgrana simbolizaron la entrega absoluta hacia quienes hacen sentir emociones y son honestos con su estilo. Visca el Barça! El servicio de pago ciclista se restableció con toda normalidad al cabo de dos semanas.

El tercer brote surgió en Facebook y sacudió la legislación desde su propia base. El grupo “Pasea desnudo por la Rambla en San Juan” alcanzó los diez mil seguidores en veintitrés días. El objetivo manifiesto de sus creadores era conseguir la plena transgresión de la tradicional verbena. Su pistoletazo de arranque tuvo lugar en la playa de Sant Sebastià, donde se reunían la mayor parte de ociosos fiesteros. Dos chicas en cueros incitaron a la mayoría a desprenderse de sus ropas y caminar en cueros hasta la Plaça de Sant Jaume para realizar la gran hoguera de la libertad. Spencer Tunnick quedó en ridículo y el Ayuntamiento asistió impotente a la máxima permisividad de su tan cacareado civismo. La ley impidió multar tan anómala manifestación, limpia de sexo, llena de risas y cargada de significados que iban más allá de las carnes visibles.

La cuarta barrera se derribó en septiembre con visos tragicómicos. Las constantes incursiones de las fuerzas del orden en el Raval recibieron justa réplica ciudadana mediante la invasión del solar donde se está edificando la nueva Filmoteca. Centenares de Pakistaníes y prostítutas ocuparon el enclave e instalaron tiendas de campaña como protesta al acoso que padecen a diario por la voluntad municipal de convertir el otrora Barrio Chino en otra zona despersonalizada destinada al turismo y al falso oropel que anuncia espacios privatizados a la vera de lujosos apartamentos que sustituirán los vetustos inmuebles que, casualmente, se queman cada dos por tres. La acampada duró poco más de una semana y el desalojo levantó olas de indignación en los medios de comunicación del Planeta, y hasta el deleznable programa Sálvame se hizo eco del caso. Belén Esteban prometió casarse con un latero en pos de una regularización masiva de estos personajes de nuestra auca del Senyor Esteve del siglo XXI. Cerveza Beer ya no es un simple mensaje a un euro, amigo.

La quinta marcha es más un indicio que una certeza. En las elecciones autonómicas del domingo 6 de noviembre la participación alcanzó un escaso 35% que deslució la apabullante victoria de Convergencia i Unió, partido que no podrá gobernar porque mientras escribimos estas palabras sus votantes se muestran reacios a un pacto con el Partido Popular de Catalunya, máxime después de la sentencia del Tribunal Supremo que invalidaba los principales puntos del Estatut de 2005. La gran abstención registrada constituye un serio aviso para Jordi Hereu, quien fue recibido con silbidos y abucheos en su colegio electoral. En los días posteriores a la consulta muchas calles de la ciudad amanecieron con pintadas pidiendo al votante más absentismo de cara a los inminentes comicios municipales de 2011 con la clara misión de desactivar BCN y fundar una nueva Barcelona más pendiente de las preocupaciones del ciudadano de a pie, una Barcelona con todas sus letras que construya cultura sin necesidad de expandir su imagen con campañas inútiles para quienes residen entre sus muros, ansiosos de abandonar el parque temático y vivir en un entramado digno e igualitario.





Foto: Jordi Corominas i Julián

martes, 19 de enero de 2010

Do it! en Literaturas.com


Jordi Corominas i Julián
Jerry Rubin, Do it! Escenarios de la revolución


Hasta quienes negaban todo lo establecido sintieron la necesidad de ordenar sus ideas en un manifiesto, diferente, pero con la misma sustancia que ha llenado hojas y mas hojas de papel a lo largo de los siglos.

Durante los años sesenta Jerry Rubin se erigió en uno de los principales líderes del movimiento Yippie. Todo nació en 1964, en la Universidad de Berkeley, aunque quizá el verdadero arranque deba cifrarse en la ruptura que implica Elvis, capaz de transgredir los valores convencionales mediante canciones y movimientos de cadera que iniciaron la liberación de una juventud que no aceptaba heredar, sin más, los valores paternos. La protesta partió de lo generacional, no te fíes de alguien mayor de 30 años, y tomó cuerpo con el contexto histórico. Baby boom. Bob Dylan. Marihuana. Lucha por los derechos civiles. LSD. Vietnam. El conflicto bélico del Sudeste asiático fue la mecha que prendió un malestar generalizado y encendió los ánimos hacia posturas más radicales que en el caso concreto del chico de Cincinnati se enfocaron hacia la lucha permanente contra el gobierno, sus leyes y argumentos. Las formas fueron múltiples y variopintas. Presentarse a la alcaldía de Berkeley, integrarse y moldear el flujo de manifestaciones a lo largo y ancho de los Estados Unidos de América, provocar al poder en sus propias sedes, defender el uso de estupefacientes, el amor libre, la libertad de lenguaje, la desnudez y la trasgresión para finiquitar un sistema obsoleto que, como siempre, tomaba el pelo a sus ciudadanos con prohibiciones y medidas tendentes a unificar el gusto para dominar al gran rebaño yanki y, por ende, a la entera humanidad capitalista, aquejada del mal de la Guerra Fría.

Precisamente la condena absoluta de la ideología es el mayor legado de la obra. Rubin opina con razón, cuarenta años antes del actual desencanto, que tanto izquierda como derecha deberían ser meros lados espaciales porque a nivel político lo caduco de sus propuestas era plena incompetencia para alcanzar resultados útiles para la ciudadanía, única agrupación capaz de salvarse a si misma. Estas ideas siguen vigentes hoy en día y surgen por un descontento inigualable y una mayor frustración que imposibilita avanzar hacia un verdadero progreso. Rubin lo entendió con los métodos de su época. El movimiento yippie aunó su fuerza filosófica con alternativas a lo convencional que llegaron al paroxismo en el intento de sabotear la convención del Partido Demócrata en la primavera de 1968. El asalto a los depósitos de agua para disolver LSD, algo más propio de los Merry pranksters de Ken Kesey, y las marchas terminaron con detenciones y el juicio a los ocho de Chicago, estiletes de una voluntad expresada en su actitud durante el proceso, transformado en una especie de feria surrealista que culminó la insurrección y abrió la puerta a los setenta, donde los símbolos de la esperanza fueron desapareciendo hasta caer olvidados en una extraña noche de los tiempos.

Además de por su contenido escrito, Do it! destaca por su diseño. Quentin Fiore debió imaginar que un corpus de tamaña magnitud, al menos para la juventud, merecía mostrar frescura gráfica que acompañara la reflexión textual. Las imágenes, viñetas y su ubicación el volumen constituyen un regalo para cualquier lector con ganas de encontrar un tipo de edición diferente, que hasta podríamos calificar de interactiva por no limitarse a las palabras e ir más allá de las mismas. Blackie Books debutó con un título efectista que a buen seguro le permitirá desarrollar apuestas más arriesgadas que mezclen inconformismo del pasado con ansias renovadoras para el mañana, literatura de calidad que se aparte de lo mascado y ofrezca calidad alejada de estereotipos que ya conocemos demasiado bien.



Do it! Escenarios de la revolución
(traducción: Pablo Alvárez Ellacuria)


Jerry Rubin


Blackie Books, 2009


www.literaturas.com

lunes, 18 de enero de 2010

Martes 19, El crimen de Gracia en La Hora-L de Radio Barcelona-Cadena SER


¿Quieren emociones? La Historia de Angie las cumple todas. Nunca en los tiempos recientes un crimen tan rebuscado estuvo a punto de llegar a la perfección. Hay de todo señoras que y señores. Una jefa y una empleada. Dinero. Dudas sexuales. Estratagemas rocambolescas. Unas cenizas. Un apartamento alquilado. Bolsas de papel. Trenes. Pelucas. Semen en frasquitos. Y claro, un asesinato resuelto por exceso de seguridad de Angie, nuestra protagonista este martes en la Hora-L de Radio Barcelona-Cadena Ser.

Para refrescar vuestra memoria adjunto el artículo que publiqué hace 11 meses en Bcn Week: http://corominasijulian.blogspot.com/2009/02/matar-en-barcelona-en-bcn-week.html


Crímenes en la Hora-L con Jordi Corominas i Julián

Cada martes a partir de las 13.06

Radio Barcelona - Cadena SER

96.9 FM

666 AM

miércoles, 13 de enero de 2010

Una novela de otra década: “Lowboy”, de John Wray en Revista de Letras


Vayamos por partes. Detesto las contraportadas. Maravilloso libro. Un futuro clásico que inaugura la senda del siglo XXI. Una obra de esas que se leen de un tirón. Señoras que amarán cada instante de la narración. El consumidor de literatura ha de ser inteligente y prescindir de esas frases made in mercaderes del templo. Elegir una novela es casi tan importante como comprar un coche o una taladradora, porque es una inversión útil para nuestro goce ocioso. En el mundo americanizado que nos ha tocado vivir, donde lo chino por ahora es diferente hasta que la flauta suene notas más gruesas, es un peligro agarrar narrativa estadounidense, sobretodo si es nueva y nos la quieren vender como la revolución de la revolución.

A mediados de los años noventa se puso de moda lo alternativo, término multiusos con muchos cajones. Macaulay Culkin y Kids, bandas musicales de vida efímera y filmes de bajo coste que centraban su mirada en adolescentes desamparados, víctimas de las drogas y la incomprensión paterna. Sexo, drogas y rock and roll. El tema se nutría a nivel narrativo de varios ingredientes que pasaron a formar parte del largo elenco de tópicos cansinos que tanto gustan a los medios de comunicación y a los jurados de los festivales. Chicos con problemas mentales, no lugares y una resolución familiar si se daba el happy end o un final dramático y de impacto en caso de querer ser radical a ultranza.

Mientras escribo este artículo tengo “in mente” Juno, hermoso y divertido filme que quizá fue el epígono de esta tendencia en el séptimo arte. El lector habrá pensado otros ejemplos de este fenómeno cultural de rápida asimilación y fácil olvido, ideal para charlar en los bares e impresionar al amigo que no está a la última, víctima propiciatoria de egos demasiado resabiados, conformistas posmodernos que por seguir la tendencia creen atesorar cultura.

Lo alternativo sigue siendo efectivo y sobrevive bajo su capa indie pese a ser Mainstream de la A a la Z, a la acera verdadera pim pom fuera, la vaca lechera. Mi crítica a su estatus no implica un desdén absoluto, pues en la homologación también hallamos propuestas de cierta calidad. Lowboy, tercera novela del neoyorkino John Wray, es un artefacto notable por la sagacidad que demuestra su autor en el arte de la escritura. A veces tener tablas y demostrarlas en trescientas páginas no es suficiente para pasar el examen.



Una de las premisas de toda obra alternativa es jugar con los géneros para intentar crear una forma nueva que sorprenda y nos haga ver cuan inteligente es el narrador. Wray lo es, pero todo lo que expone está mascado, es un chicle pudriéndose en el pupitre de cualquier instituto occidental. Vayamos por partes, lo diga o no Jack el destripador.

El primer punto huele a chamusquina. El protagonista es William, un adolescente enfermo de esquizofrenia paranoide. Ha escapado del sanatorio porque no quiere tomar más la medicación y tiene una misión en la vida: salvar al Planeta del cambio climático. Naturalmente su voluntad es estéril y lo que verdaderamente busca es perder la virginidad, pero esa es otra historia. William conoce el metro de Nueva York y sus cuatrocientas sesenta y nueve estaciones de cabo a rabo. La metáfora del subterráneo indica un conocimiento ajeno a la realidad de la superficie, pues cómo pueden entender el protagonista vive sumido en falsas impresiones producto de su desquicio mental.

Todo hijo tiene una madre. La del personaje central de Lowboy se llama Violet y a sus treinta y nueve años, que no son tantos, conserva su atractivo austriaco. Está preocupada por la desaparición de su cachorro y acude a la oficina de personas desaparecidas para hablar con el Inspector Lateef, nombre adoptado por Rufus White, apuesto servidor de la ley que mientras avanza la investigación se enamora de esa dama que consume pastillas y se equivoca, el humor léxico es algo típico en estos textos, de vocablos cada dos por tres. Ambos emprenderán la búsqueda siguiendo las pistas que el joven va dejando por el camino. Ya tenemos la doble traza: el vagabundo volátil por sus problemas internos y las pesquisas detectivescas, perfecta excusa para dar aire de thriller, y no de Michael Jackson, a la novela.

Hay un tercer elemento que nunca falla: la chica. Se llama Emily, es guapa sin exagerar y es la causa directa del destierro sanatorial de William, quien la empujó a la vía del underground en un loco abrir y cerrar de ojos. El rubio quinceañero la quiere penetrar, y se lo sin muchos rodeos. Ella, en una de esas entrañables escenas que conmueven por algún extraño motivo, decide adecentarlo y lo acompaña a una tienda de ropa a la que llegan después de evitar las garras del inspector, obstinado en cumplir su tarea cueste lo que cueste. Finalmente el acto carnal llegará en otro momento y cuerpo, porque así se rompe la previsibilidad del relato, pero Emily seguirá con la llave maestra en su haber.

¿Quieren más? Una vagabunda hispana que tiene un edredón en un túnel, un holandés errante entre vagones, una maleta robada con seiscientos dólares, un psiquiatra poco dado a jurar hipocráticamente y muy aficionado a la hipocresía, un anciano hindú, una chica con auriculares y una estación abandonada de enorme belleza, axioma del rincón oculto que todo personaje que se precie debe ostentar para entrar en la dinámica alternativa. Recuerden American Beauty y me entenderán.

Lowboy se sostiene porque el ritmo narrativo tiene una envidiable solvencia que sabe mantener la tensión hasta el punto final, aunque eso, tras muchas lecturas y unos cuantos decenios en la tierra, no es suficiente para quien busque algo más y desee respirar sin contaminación. La leve mención a la Zona Cero, ideal para un guión hollywoodiense, es la puntilla que remata esta novela que hubiese disfrutado con dieciséis años, cuando cualquier obra me aportaba un aprendizaje en los misterios de la literatura. Ahora, con canas escondidas entre mi cabellera, me parece una mera repetición de la repetición, ineludible constatación de la profunda necesidad que tenemos de renovar contenidos en pos de sentir que las letras no se rigen por reglas canónicas válidas para los noventa, armamento exhausto en el baúl de los recuerdos.