viernes, 31 de diciembre de 2010
Podcast: Las canciones carrollianas de John Lennon en Wonderland
El pasado ocho de diciembre se cumplieron tres décadas del asesinato de John Lennon. En Wonderland de Rne4 le rendimos un pequeño homenaje basado en sus canciones con los Beatles de inspiración Carrolliana. Lennon era un gran aficionado a las obras del creador de Alicia en el País de las Maravillas, con el que compartía ingenió y un cierto amor por el absurdo, tanto en lenguaje como en forma de expresar la realidad. A partir del minuto 33 hablamos del asunto, puedes escucharlo clickando aquí
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miércoles, 29 de diciembre de 2010
El oro de Cajamarca de Jakob Wassermann en Revista de Letras
Cruces, crisis, genocidio: El oro de Cajamarca de Jakob Wassermann, por Jordi Corominas i Julián
Dice la leyenda que el techo de la Basílica romana de Santa Maria Maggiore contiene parte del primer oro procedente del Nuevo Mundo. Si visitan el templo quedarán deslumbrados, pero estoy harto de insistir en que todo tiene un motivo, y si el artesonado es áureo es porque hubo un descubrimiento que a posteriori, por eso de expandirse y crear un Imperio, derivó en matanza y genocidio. Los españoles nunca pedimos perdón, y no será este artículo el que insista en tan peliaguda materia. Hoy en día hay otros problemas más graves con los que lidiar. Sin embargo es bueno revisitar el pasado para intentar entender algunas pautas básicas del comportamiento humano.
Hace algunos meses navegaba por el monstruo Facebook, una magnífica pérdida de tiempo que tiene mucha utilidad para quien sepa aprovecharlo como dios manda. Recomiendo al bibliófilo agregar a la mayoría de editoriales independientes de nuevo cuño. Actualizan con frecuencia sus estados e informan de sus últimas publicaciones. Ese día Navona, bella por diseño y contenido, anunció la inminente edición de El oro de Cajamarca de Jakob Wassermann y pensé en una de sus obras, Golowin, donde narra relata el caos de la Guerra Civil rusa a partir de un viaje y una trascendental conversación entre cuatro paredes de un otrora lujoso hotel. Es una suerte tener sellos como el barcelonés. Recupera textos que tuvieron aceptación y que los años han sepultado en un injusto olvido. Wassermann fue considerado uno de los más brillantes narradores del panorama teutón de principios del Novecientos. Su desgracia fue ser judío, lo que implicaba no gozar con plenitud de su nacionalidad alemana, hecho que se agravó cuando Adolf Hitler subió al poder en 1933. Su condición de extraño en su propia tierra le llevó a interesarse por temas históricos donde la destrucción de una cultura predominante a manos de extranjeros exhibía la crueldad del devenir, ese río cambiante que erosiona, impredecible ruleta rusa con balas apuntando al poder para suplantarlo e instaurar órdenes desnaturalizados amantes de la codicia.
La aniquilación de los Incas es el tema del Oro de Cajamarca. El narrador es el caballero Domingo Sora Luce, quien cuenta la experiencia treinta años después en la calma de un convento donde se ha retirado hastiado, reconcomido por pretéritas acciones que quiere, pero no puede extirpar de su cerebro, imbuido del mal de 1532, cuando los españoles capitaneados por Francisco Pizarro terminaron con el esplendor de un sistema igualitario donde la pobreza era imposible porque el gobernante procuraba que sus posesiones fueran democráticas, quizá demasiado humanas. Los incas no valoraban el oro, parte de una naturaleza común en la zona, y en cambio los recién llegados lo idolatraban como un maná caído del cielo. La confesión de este individuo a los órdenes del analfabeto comandante extremeño no le exime de sus pecados, aunque logra atenuar el dolor por lo perpetrado al aceptar el error cometido con Atahualpa, soberano generoso que tras ser apresado claudicó para salvar su vida aceptando todas las imposiciones de nuestros antepasados. Éstas consistían en llenar dos habitaciones con plata y oro hasta donde alcanzará su mano. El gobernante pidió permiso para movilizar a sus súbditos para que mandaran la mayor cantidad posible de metales preciosos, lo que hicieron con celeridad guiados por un hondo sentido del deber hacia su jefe, quien mientras tanto atendía confiando en sus captores, obsesionados con la recompensa y la manera de traicionar el acuerdo.
Si hay remordimiento pueden imaginar cómo termina el relato. La crítica del monarca Inca tiene sentido en el presente. Todos los objetos depositados en el suelo de esas dos estancias eran obra de artesanos que habían trabajado concienzudamente para dar forma a esa nada tan valiosa. Los españoles los fundieron en lingotes despreciando una labor de siglos porque querían repartirse el botín. La avaricia rompió el saco, se aprovechó de la incomunicación entre pueblos abismales y llenó las arcas de la Península Ibérica a costa de sacrificar una civilización más avanzada que la nuestra. No es que nosotros, ciudadanos que penamos la crisis, seamos indígenas con otra cultura, tampoco es eso, aunque si se fijan la realidad actual tiene similitudes con el presente. Ya lo dice Miriam Dauster en su prólogo: Da igual dónde, da igual cuando…los destellos de oro siempre producen ceguera, y en el siglo XXI las posibilidades de enriquecerse sin esfuerzo han ocasionado una situación que aún no tiene fecha de caducidad y sigue lastimando a los ilusos que se fiaron de aquellos carcamales entregados a vendernos un paraíso que se ha revelado el infierno de la resignación, impotencia colectiva, inexistente furia hacia la esclavitud de la libertad, si es que alguna vez este hermoso vocablo tuvo sentido en Occidente.
Jakob Wassermann usó a lo largo de su carrera el recurso del pasado para ilustrar los males de su época. El oro de Cajamarca apareció en las librerías del mundo teutón en 1923, justo cuando la barra de pan costaba la friolera de 4 billones de marcos porque la inflación caminaba desbocada y la deuda crecía vertiginosamente. Por aquel entonces la opinión generalizada era culpabilizar al tratado de Versalles de la miseria de la República de Weimar. El autor de El hombrecillo de los gansos paragonó el expolio hispano con la ruina que los ganadores de la Primera Guerra Mundial propiciaron a su país en un paréntesis donde el odio antisemita desapareció antes de volver a irrumpir tras la crisis de octubre de 1929. Ya saben el resto. Los libros suelen narrar historias con una intencionalidad. Diviértanse con la lectura, cierren el volumen, siéntense en su sofá y mediten. El sol sale cada mañana para brindarnos una sonrisa de luz que oculta el ocaso de la esperanza porque aún no localizamos la caja de Pandora y siempre tropezamos con la misma piedra.
Jakob Wassermann, El oro de Cajamarca, Barcelona, Navona, 2010
Traducción y prólogo de Miriam Dauster
lunes, 27 de diciembre de 2010
Años de vértigo de Philipp Blom en Revista de Letras
De la virgen a la dinamo: Años de vértigo de Philipp Blom, por Jordi Corominas i Julián
En 1889 la Torre Eiffel causó estupor, pero sobrevivió a los siempre volátiles fastos de la Exposición Universal de Paris. La ciudad de la luz celebró la entrada al siglo XX con otra de esas muestras que congelaban el mundo en un escaparate en forma de pabellón. La imponente construcción dy hierro seguía gobernando el horizonte, aunque su otrora modernidad se había convertido en una sólida altura muy diferente a los acontecimientos de la superficie, entregados a un inédito frenesí que sacudió algo más conciencias para alterar la faz del Planeta y guiarlo hacia la modernidad que ni tan siquiera interrumpió la Primera Guerra Mundial. El reputado historiador británico Eric J. Hobsbawm considera que la pasada centuria fue corta, iniciándose en 1914 y concluyendo con la caída del muro de Berlín en 1989. Su apreciación, justa en lo político, ignora que la transformación de Occidente venía gestándose desde mucho antes, quizá desde el mismo momento en que se construyó el primer tramo de ferrocarril para enterrar lo estático y propulsar la máquina humana hacia una velocidad desmedida que marcaría su futuro entre contradictorios railes. La novedad se asumía como suprema panacea que, sin embargo, veía obstaculizada su aceptación completa por culpa de la tradición. El cristianismo y la ilustración seguían siendo los valores supremos que determinaban el punto de vista moral y estético. Picasso, Schnitzler, Freud, Joyce o Marinetti experimentaban y emitían lo auténtico que tanto costaba asumir. Buena prueba de ello la tenemos en el edificio de la sastrería Goldman&Saltasch, justo enfrente del Palacio Imperial de Viena. Adolf Loos diseñó un edificio que resumía su época, situándolo en un punto que desafiaba el viejo orden. El adorno innecesario debía retirarse y despejar el camino para lo prístino, funcional y concreto.
La locura de la aceleración fue la culminación de un proceso. El imaginario colectivo suele asociar lo decimonónico a un regusto romántico con ribetes de doble moral victoriana. Philipp Blom lo reinterpreta para todos los públicos e hila muy fino porque sabe de causas y consecuencias. El optimismo científico que desmontaba lo inmóvil bíblico se mezcló en la postrimerías del Novecientos con una aguda necesidad de incertezas para hallar claves desconocidas. Nietszche fue el oráculo de lo bueno y lo nefasto. El filósofo de la voluntad de poder y el superhombre recibió la condena de ser malinterpretado al primar todavía, y seguimos en lo mismo, intereses nacionales. Empequeñecer la superficie dándole brío no servía en un plano histórico porque cada Nación quería seguir pregonando una potencia excluyente. El colonialismo era un efecto directo bastante inútil, válido para exhibir tribus en jaulas, perpetrar genocidios en el Congo y presumir de triunfos, pero la verdadera lucha seguía siendo la de los poderosos que querían exprimir el jugo que daban los pobres de sus fronteras, peones de un juego macabro.
Nietzsche habló de fusilar a todos los antisemitas. Sabía lo que se avecinaba. Cuando la masa, odiosa palabra, cayó rendida a los encantos de la sociedad de consumo cavaba, sin saberlo, la tumba de la esquizofrenia. Los mandamases no comprendieron que la era que se iniciaba movería fichas bien distintas, donde las empresas metamorfosearían la sociedad en pos de beneficio y teórica felicidad para el colectivo. La era de la reproducibilidad hizo que el universo se empequeñeciera y se incrementara la venta de relojes, porque el tiempo siempre iba más rápido y las campanas no bastaban para controlarlo. El surtido de distracciones era inmenso, una epifanía que hoy en día encontraríamos en la revolución que internet ha supuesto en las comunicaciones. Cine, carreras de coches, bicicletas, grandes almacenes, la actualidad al minuto, vacaciones en la costa y liberación femenina. El privilegio de la oportunidad encrespó el ánimo de los que desde arriba contemplaban el baile. El placer de la plebe y su arrojo recibieron réplica en la perversión de adoptar nobles presupuestos científicos para propugnar darwinismos nauseabundos. Eugenesia y manicomios, oídos sordos ante la mayor parte de las reivindicaciones y una estúpida soberbia agarrada al cetro.
En uno de los mejores capítulos de la obra, Blomm comenta cómo el terremoto de transformaciones acabó con los nervios de muchos hombres. El género masculino lidiaba con lo incomprensible al percibir que una estructura muy estable, hasta mediados del siglo XIX el transporte era casi idéntico que en el Imperio romano, se despeñaba y erigía un magma irreconocible por la dichosa fugacidad que impregnaba la materia. La neurastenia, agotamiento, selló muchos cerebros desconcertados. Es paradójico pensar que el inicio de la pasada centuria fuera el instante en que más se violó la pureza de la realidad, justo cuando ir a la Ópera ya no era una experiencia única porque el gramófono la trasladaba al hogar. Interiorizar, como un psicólogo austrohúngaro escarbando en nuestras conexiones y un malagueño yendo a lo básico mediante cubos. Este mismo pintor resolvió sus dudas en la representación de su idea abrazando lo éxito de culturas lejanas. África, las Islas Marquesas y lo oriental no eran el maná, sino una excusa para revindicar el hartazgo con la cultura establecida y volar sin las ataduras de lo establecido, en clara disonancia, ¿les suena, verdad?, con las transformaciones que acaecían en cuerpos y mentes. Los héroes de antaño eran una reliquia suplantada por actores del celuloide, viñetas gráficas, ladrones a la Robin Hood y santones, ojala alguien en España se atreva con la figura de Gusto Gräser, que renunciaban a la opulencia en pos de una paz aislada. El pueblo acogía con interés noticias criminales y desdeñaba, con la prensa asintiendo para vender a raudales, la trascendencia de asesinatos políticos. El homicidio de moda en el verano de 1914 no fue el de Sarajevo, sino la arrebatada acción de la mujer de un ministro que vació el cargador de su revólver contra un director de periódico. El honor, que el duelo eternizaba en lo arcaico, y las pulsiones elementales primaban sobre la muerte de un Archiduque que derivaría en la primera conflagración mundial. Lo vulgar, entendido desde una óptica clasista, se volvía femenino y lo elevado rebosaba demasiada testosterona. Lo fálico campaba a sus anchas en las cancillerías y en las desproporcionadas ambiciones de los jerifaltes. El Titanic fue un preludio de su fracaso que estalló, y prolongó su agonía hasta 1945, con una declaración de guerra a la que nadie, y como muestra la famosa frase de Kafka manipulada por Vila-Matas, prestó excesiva atención.
Philipp Blom ha escrito un libro espléndido cargado de virtudes. Durante demasiados años hemos visto el período 1900-1914 cómo una Belle èpoque decadente. No nos equivocábamos, pero fijarse demasiado en el oropel impide observar con más atención los aspectos que facilitaron su debacle. El autor alemán da en el blanco aunando capacidad de síntesis, buena prosa y una sabiduría que lleva a Karl Marx. La Historia se repite y nunca está de más paragonar épocas para entender mejor la presente, donde el término crisis esconde matices que sobrepasan lo económico.
Philipp Blom, Años de vértigo. Cultura y cambios en Occidente, 1900-1914, Barcelona, Anagrama, 2010
Dicen que estás muerta de María Zaragoza en Revista de Letras
Laberintos délficos en Madrid: “Dicen que estás muerta”, de María Zaragoza
Por Jordi Corominas i Julián | Reseñas | 25.12.10
Dicen que estás muerta. María Zaragoza
XV Premio Ateneo Joven de Sevilla
Algaida (Sevilla, 2010)
Viernes 3 de diciembre de 2010. Quedo con Maria Zaragoza al lado del Ministerio de Justicia. Nos abrazamos y acto seguido guía mis pasos hacia Casa Federica. Bebemos un vino blanco y le pregunto por su novela Dicen que estás muerta. A medida que el licor desciende por nuestras gargantas me desvela algunos secretos y juega con lo que me falta por leer. La lectura, pese a las casi quinientas páginas perfectamente estructuradas, es agradable, un suspiro cotidiano entre las calles de Madrid. El restaurante es una de los lugares emblemáticos del volumen, XV Premio de novela Ateneo Joven de Sevilla. La editorial Algaida lo promociona desde lo negro, y negro podría ser si nos atenemos a los elementos que configuran la trama: un asesinato y una investigación, pareja siempre enlazada, clásica en su esquema, que sin embargo clama por respirar aires nuevos que sepulten una repetición demasiado conocida por los aficionados a cuchillos, sangre y detectives.
Conozco a María desde hace poco más de un año y sé que, a su manera, tiene una cierta afición a lo lúgubre, pero no desde un punto de vista monótono y previsible. Su querencia se engloba en una tendencia que asume un formato conocido hasta convertirlo en algo irreconocible, soberano en detalles que el pasado obviaba para centrarse en la resolución canónica. El criminal debe ser arrestado y penar sus crímenes en una celda oscura y nauseabunda.
Dicen que estás muerta altera el tópico yendo al interior de sus personajes. Una chica, actriz de medio pelo con ínfulas de diva decadente, aparece asesinada en un popular barrio madrileño. Su nombre irrumpe en los noticiarios y tanto sus allegados como la extraña pareja protagonista de la novela se sobresaltan. Luján Menéndez tiene un asombroso parecido a la ex de Sansprénom, un gigante francés con muchas dudas que afectan a su nuevo amor, Paula, una joven decidida que oculta una parte de su ser a través de los guantes que protegen sus manos. Ambos coincidieron con la víctima en un desastrado restaurante donde la vedette de pacotilla ha recibido un soberano plantón a instancias de su amiga Minerva, una Tiresias, cuidado con los Idus de marzo, envidiosa que, sin saberlo, ha firmado la sentencia definitiva de una desdichada incapaz de reconocer su amor por un profesor de literatura.
Y ahora viene cuando ustedes dicen, sí, vale, muy bien, esto se asemeja a un melodrama. No es así. El punto que articula los movimientos en Dicen que estás muerta es la ciudad. Cada capítulo es una calle de la capital de España, por lo que circulamos en un apasionante laberinto que reafirma los seis grados de separación. Paula denuncia a su novio porque durante la cena ha dicho que sería capaz de matar. La sospecha queda en agua de borrajas y se expía con una investigación privada que dé con el Asesino, así, en mayúsculas, malhechor que simboliza la búsqueda de la verdad porque todos y cada uno de los implicados en la trama luchan por un cambio que asiente sus existencias en pos de un excitado sosiego que anule malestares latentes que sólo se desvanecerán cuando las piezas encajen en la comprensión de la realidad.
Paula y Sansprénom son Sherlock y Watson sentados en la mesa de un bar con colaboradores de excepción y la casualidad elevada al altar de la bendita panacea por los cruces que avivan calles, rincones y amores ansiosos por desprenderse de la dispersión y abrazar la concreto. Pedro fue amante de Luján, es el tío de Paula y arde por una respuesta que disipe la confusión. Didier, camarero con vocación analítica, quiere olvidarse de tanto frenesí sexual y dar con la quimera de la estabilidad. Raúl y su tesis satánica como estéril combate de quien tiene el futuro resuelto y tiene la mente empapada de insatisfacción. Hay otros epígonos que saltan sin dificultad hacia el centro. Arthur, Rosa y Sibila conviven en una extraña guerra fría en el barullo del DF, contentos por reencontrarse pero con cuentas pendientes que quizá desaparezcan en sus vacaciones madrileñas. La convergencia de las fichas del tablero puede recordar a Fantasmas de Paul Auster, si bien la tensión es otra, la percibimos a cada paso, como una caricia de crecimiento personal donde Luján es una excusa y lo diario hace el resto mediante masturbaciones metropolitanas, charlas desenfadadas, seriedad reflexiva, piques ocasionales, sufrimientos interiorizados y una colectividad abocada a regenerarse mientras el cadáver permanece en la conciencia y se pudre en su tumba repleta de flores frescas.
Dicen que estás muerta no es una novela de iniciación por mucho que beba y asuma como máxima la inscripción que daba la bienvenida a los visitantes del Oráculo de Delfos: conócete a ti mismo y, añadimos, hazlo en compañía porque de otro modo la soledad acabará marchitándote en una desencantada pocilga. Lo polifónico brilla y se funde en una unidad propia de la obra bien hilvanada que ha elegido un espacio urbano como metáfora de la condición posmoderna donde cada individuo emprende un combate contra la nada al no recibir ningún tipo de protección que cobije o conceda tranquilidad. Esa excitación de los personajes brota desde un crimen que esconde sus principales preocupaciones, antiguas como la Humanidad. Amor, sortear los obstáculos del camino y reposar tras la continua batalla que en algún momento nos deparara asueto mental. El exterior se impone en la supuesta descripción, pero todo el recorrido es íntimo, con el cerebro cavilando porque quizá no hay tanta diferencia entre sinapsis y callejuelas.
Si nos ponemos solemnes podríamos lanzar estúpidas teorías sobre si estamos ante una falsa novela negra. Hay cuestiones más importantes para el lector. La prosa es un goce complejo por su simplicidad que da a las páginas un ritmo veloz que activa el ansia por seguir adelante al perpetuar el misterio con pequeñas y acertadas gotas de suspense que parten del asesinato hasta caer en un suelo donde la trama es la que engancha porque, sin quererlo, paseamos cogidos de la mano de los protagonistas por la empatía que nos da licencia de Madritauros hasta el último tramo del libro, donde la tensión se relaja porque el final es la recompensa a tanta agitación donde, y sin que sirva de precedente, un homicidio brinda más que un mero caso cerrado sin especulaciones ni voluntades de épater le bourgeois, simplemente escribiendo literatura, que ya es bastante.
sábado, 25 de diciembre de 2010
Vida y opiniones de Juan Mal-herido en Culturalia
De la edición y la crítica arriesgada: Vida y opiniones de Juan Mal-herido por Jean Martin du Bruit
El mercado editorial español se ha acostumbrado a una crítica que canta loas y raramente opina con criterio. Todo es bueno, y las nuevas generaciones se han cansado de hojear los suplementos culturales de los periódicos, páginas perfumadas de soporífera neutralidad para consolidar el poder de unos pocos. Internet ha cambiado el panorama y las revistas digitales se han convertido en cantera de jóvenes reseñadores que siguen un estilo tradicional con más mala leche, sin miedo a decir verdades cuando así corresponde. Su creciente aumento de visitas invita a pensar que estamos ante una apuesta segura que los lectores prefieren por cuestiones de criterio e independencia. Este estilo de crítica tiene su contrapartida radical en los blogs, donde el ego y el no depender de una idea colectiva causan estragos y permiten un viva la virgen que tiene su máxima expresión en Juan Mal-Herido, anónimo internauta de quien Melusina, con una edición al cuidado de Alberto Olmos, ha editado una selección de sus mejores textos. Su blog nació hace un lustro y desde entonces ha ido acumulando un buen número de fieles que disfrutan con su afilada pluma, ajena a cualquier premisa del mundillo, nimiedad para el kamikaze madrileño que lanza sus comentarios contra cualquier barco sin importar su categoría, puede ser grande o pequeño, innovador o ecléctico, brillante o mediocre. No se preocupen. Mal-herido, con guión Vilamatiano, tiene sus dardos preparados en un ritual atendido por sus fieles. Quien escribe tiene ciertas sospechas sobre la identidad del terrorista del seudónimo(ndlr: la reseña fue escrita antes de desvelarse lo obvio: Alberto Olmos), aunque lo trascendente es juzgar si su obra merece ser leída por el gran público. La respuesta es afirmativa al tratarse de formas contemporáneas que basan su popularidad en el extremo. Las víctimas son múltiples y pocos se salvan. Cercas queda retratado como uno más de tantos que nos machacan con la cantinela de la Historia reciente. Marías es grande y agota por ser consciente de su genio. Los italianos son mediocres y sobrevalorados. ¿Qué decir de Zweig? Maestro de vida fácil, cura de panegírico en el burdel del pasado. Salinger es un listo y los mitos caen por la dinámica de vender una construcción con demasiadas falacias desde el impacto. Las jóvenes promesas son nulas, marketing de alta escuela. Muy bien Mal-herido, comparto algunos de tus pareceres, pero en otros creo detectar el tan manido recurso de atacar con contundencia para provocar habladurías y más entradas en el blog. No esperen que defina al autor como cobarde, no lo es en absoluto, pues su máscara es una armadura válida en un universo de animales feroces, dispuestos a destruir cualquier cuerpo que atente contra su líquida integridad. El mérito de Melusina es tener el coraje de presentar estas reseñas, con lo que la editorial barcelonesa juega el doble rol de aceptar las miserias del mundillo y plantear, si bien esta reflexión debería extenderse a todos los formatos de la blogosfera, que hay vida más allá de Babelia o El cultural.
Vida y opiniones de Juan Mal-herido, Barcelona, Melusina, 2010
Edición al cuidado de Alberto Olmos
ISBN 978-84-96614-94-9
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Seductores, ilustrados y visionarios. Seis personajes en tiempos adversos de Josep Maria Castellet en Culturalia
Recuerdos útiles para perfilar horizontes: Seductores, ilustrados y visionarios de Josep Maria Castellet, por Jordi Corominas i Julián
No hace mucho caminaba por Paseo San Juan y vi al otro lado de la calle la espigada figura de Josep Maria Castellet. Parecía un pantocrátor contemporáneo, alto, elegante y singular, reconocible a cien mil metros de distancia. A sus 84 años el antólogo de los nueve novísimos sigue en la brecha, y como es comprensible dedica parte de sus esfuerzos a recordar para que su memoria no se desvanezca y el recuerdo sea algo más que nostalgia individual. Al compartirla nos hace partícipe de su experiencia, con lo que el pasado cobra rabiosa actualidad, y en su última obra los seis nombres que llenan sus páginas pasan a ser un testimonio vital de un tiempo y un país. El sexteto es de altos vuelos, y su orden en el volumen sigue premisas cronológicas que hacen el todo más comprensible desde una evidente evolución cultural. Manuel Sacristán es el comunismo, el compromiso y la inocente amistad de la adolescencia y la primera edad adulta, cuando el franquismo acababa de instalarse y el ambiente aún bebía de las fuentes tópicas de un mundo anclado en referentes que la vorágine del siglo XX devoraría sin piedad. La tuberculosis, el intercambio epistolar, la revista Laye y el desencuentro por la ideología, que también afecto a Gil de Biedma, marcan un episodio que se enlaza con naturalidad en el salto hacia Carlos Barral, padre de todos los editores, personaje de carisma inigualable que el autor humaniza con sus virtudes y sus defectos, destacando sobremanera la proyección internacional del ilustre barbudo en una época donde llegó a temer por su permanencia en el interior de esa piel de toro fascista donde sus ideas progresistas se equiparaban con el mismísimo diablo. Algo parecido puede decirse de Gabriel Ferrater, quizá el personaje más interesante de los tratados en el manuscrito por su extraña personalidad combinada con una increíble inteligencia que asimismo transportaba una lucidez a prueba de bombas; no quería llegar a viejo, pero supo aprovechar sus horas en el valle de lágrimas para deslumbrar a propios y extraños con versos, impresiones y la increíble seducción que escondían esas gafas oscuras que veían más que nadie, anticipándose en juicio y sabiduría literaria, cercana y distante, todo lo contrario que en el caso de Joan Fuster, poeta y gran poeta de las letras catalanas que Castellet enfoca en un texto leíble en varios prismas que abarcan desde Espriu hasta la acuciante necesidad del grupo de Barcelona por darse a conocer fuera de la Ciudad Condal, y la reflexión es interesante al demostrar que nada ha cambiado en el horizonte hispano, donde los poetas que escriben en castellano desde Catalunya siguen condenados a sentirse periferia cuando sus versos tienen nivel para ser conocidos allende sus fronteras geográficas.
Finalmente, Alfonso Comín y Terenci Moix se sitúan en un marco que preludia otro aire. La hiperactividad del primero sufre por contradicciones internas bastante bien llevadas en su lucha de compartir catolicismo y comunismo, trabajar en puesto menores, padecer un cáncer, malvivir entre barrotes y caminar esperanzado sabiendo que la muerte acechaba. Terenci era otra cosa, y por mucho que se le mencione en una pose más que divertida ya se intuye en el inconfundible chico del Raval una materia diferente desde lo singular, con su amor enloquecido por Egipto, su nada disimulada homosexualidad y una vertiente lúdica más propia de la segunda mitad de la centuria, sin la seriedad de sus predecesores, hombres inolvidables que merecen ser celebrados para que su estela perdure y se transmita en los, porque es menester, herederos de su magia.
J.M. Castellet; Seductores, ilustrados y visionarios. Seis personajes en tiempos adversos, Barcelona, Anagrama, 2010.
ISBN 978-84-33972-18-7
miércoles, 22 de diciembre de 2010
El barco ebrio y otros poemas de Arthur Rimbaud en Revista de Letras
Accesibilidad de la poesía en el siglo XXI: “El barco ebrio y otros poemas”, de Arthur Rimbaud
Por Jordi Corominas i Julián | Reseñas | 20.12.10
El barco ebrio y otros poemas. Arthur Rimbaud
Traducciónde Carmen Morales y Claude Dubois
Ilustraciones de Alicia Martínez
Nórdica (Madrid, 2010)
“¿Qué buenos brazos, qué hermosa hora me devolverán esa región de donde provienen mis sueños y mis menores movimientos?”.
(Arthur Rimbaud, “Las ciudades”, Iluminaciones)
Algo huele a podrido en la literatura,. El hedor nació hace siglos y se extiende como una mancha de aceite desde la falsa veneración a los dioses del Parnaso, tan mencionados pero tan poco leídos, idolatrados en carpetas y perfiles de Facebook, nombres insignes que sufren el síndrome del Che: la imagen über alles, el contenido caricaturizado en lema para vender productos. En la época donde los más pequeños identifican a Homero con el personaje de Los Simpson, otros poetas sufren peor fortuna, relegados a ser un referente en un pedestal tan alto que impide acercarse a su obra, causante de pavor, temor, sudores fríos y un injusto alejamiento que ha desnaturalizado su producción hasta convertirla en un reducto al que acuden los connaisseurs, inmunes al contagio de lo banal porque saben muy bien el terreno que pisan. Por lo tanto, es menester una política editorial que sitúe a T.S. Eliot, Federico García Lorca, Giacomo Leopardi o al mismísimo Arthur Rimbaud en una órbita accesible, y en este sentido la propuesta de Nórdica Libros supone un acierto que plantea varias dudas. ¿Quién está dispuesto a gastarse casi 30 euros en una selección de los mejores poemas del genio de Charleville? Lo dicho, seguramente lo harán los amantes de su lírica por un afán obsesivo propio del coleccionista. Otros posibles compradores serían los iniciados, deseosos de acceder al material mediante un camino que allanan las ilustraciones de Alicia Martín, quien en un esfuerzo digno de aplauso ha captado la esencia de los versos, contribuyendo a conferir mayor atractivo al volumen. No estamos entrando en contradicción con lo anteriormente dicho. El siglo XXI tiene un problema en su interior: el exceso ha invadido todas las facetas de la existencia. Hace dos decenios era posible que los niños escucharan a su profesora de literatura, seguramente porque el modelo cultural imperante seguía aferrándose a los estertores de lo clásico, con grandes dosis de texto y poca interactividad. El cambio ha sido abrupto. Los niños de hoy en día son audiovisuales, por lo que les costaría mucho lidiar con los supuestos tostones de antaño; quizá la mejor idea para facilitar su comprensión lectora de los clásicos modernos, y no tanto, sea editar libros ilustrados de calidad que den al adolescente herramientas útiles para entender la actualidad del tema a estudiar.
Arthur Rimbaud -como ocurre con Baudelaire y Mallarmé, los otros dos malditos de las antologías bilingües de la editorial madrileña- reúne los requisitos para apasionar a cualquier adolescente desarraigado. Escribió durante tres años y desapareció de la escena pública porque sus demonios le empujaron al vagar del aventurero. Atrás dejó tres poemarios verdaderamente inusuales que condensan el tránsito hacia el hombre moderno que inauguró Charles Baudelaire al perder el laurel entre el barro urbano. Este nuevo ser no tiene problemas en desafiar a Dios y se ha cansado de la normalidad pregonada por los que mandan, escapando por vericuetos transformadores, alquimia y surrealismo. Capta los aspectos más inusuales de lo palpable y no se corta un pelo en proclamar oráculos que dotan a sus composiciones de un aura mística y un tono enérgico destinado a perdurar, como si sus palabras escondieran misterios irresolubles que sólo podemos intuir porque el ritmo las esconde en un universo que resume lo arcano, crisis como pesadilla y factor positivo que establece un inaudito crecimiento lírico que sabe mantener mezclar la equidistancia entre mente y exterior para crear piezas únicas, de asombrosa modernidad de la que muchos deberían tomar nota, devorar, asumir y reinventar.
Otro de los aspectos que deberían propiciar, pero quizá nunca se ha explicado con suficiente convicción, el encuentro de Rimbaud con todos nosotros es su apuesta por lo complejo desde la simplicidad. Algunos podrán alegar que sus propuestas se nutren de un desconcertante hermetismo, pero si leemos su producción sin tantos rodeos podremos comprobar que a veces los cobardes venden lo fácil como complicado para que el mensaje no trascienda. El autor de Le bateau ivre e Illuminations tenía en sus genes un don providencial casi propio de un elegido para difundir la buena nueva y esfumarse tal como había llegado a la superficie, como si sus vocablos fueran un mensaje en una botella que clama ser descubierta, por eso, y muchos más motivos accesibles para quien quiera, vale la pena embarcarse en la nave y sorprenderse con el poder, llamadme iluso, de la literatura para sacudir conciencias y trazar rutas de sueño tapiadas por el conformismo imperante.
“Siendo niño, ciertos cielos afinaron mi óptica: todos los caracteres matizaron mi fisonomía. Los fenómenos se conmovieron. Hoy, la eterna inflexión de los momentos y el infinito de las matemáticas me persiguen por este mundo donde sufro todos los sucesos civiles, respetado por la infancia extraña y por afectos enormes. Sueño con una guerra de derecho o de fuerza, de lógica de lo más imprevista.
Es tan sencillo como una frase musical”.
(Arthur Rimbaud, “La guerra“, Iluminaciones)
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Miércoles 22 de diciembre, Recomendaciones literarias en el Laberint de Wonderland (Rne4)
Hoy el Laberint de Wonderland se va de vacaciones hasta enero con un programa diferente. Olvidaremos por un día nuestros paseos y nos centraremos en recomendaciones navideñas que no pretenden ser el típico y egocéntrico elenco de lo mejor del año. sino más bien propuestas, así sin más. Entre los libros que mencionaremos figuran El don de Vorace de Félix Francisco Casanova, Leviatán de Philip Hoare, Ojos que no ven de J.Á. González Sainz, Conversación en Sicilia de Elio Vittorini y La sisena flota a Barcelona de Xavier Theros.
El laberint a Wonderland
Cada miércoles a partir de las 18h
Radio Nacional- Rne4
100.8 fm Barcelona
En directo: Rne4
martes, 21 de diciembre de 2010
Coses que no m'agraden de Palautordera en la revista Bagant
Coses que no m’agraden de Palautordera per Jordi Corominas i Julián
Bé, ja torno a passejar per Barcelona, em fan mal les cames i les jornades passen volant, i no m’agrada perquè enyoro les lentes hores de l’estiu a Palautordera i tot el que em donen, com si la jornada durés més hores, regal que la ciutat em roba amb la seva indecent velocitat, inútil, irrespectuosa i poc considerada amb els que treballen i volen créixer. La capital catalana té un problema ben greu: és esquizofrènica. La imatge de marca, BCN, oculta la veritable cara, la dels ciutadans cofois de viure la multiculturalitat que permet avançar amb la mescla, doncs una única cultura indica exclusió i, deixeu-me fer aquest ridícul rodolí, un horitzó ben estret amant de les fronteres, paraula que pel meu gust hauria de desaparèixer del diccionari. Per això mateix espero que el lector m’entengui quan tot seguit exposi el meu pensament de les coses que em disgusten de Santa Maria de Palautordera. Són dues, vés per on, poquetes. Potser la llista s’eixamplaria si hi visqués, però com que, per desgràcia, només hi passo temporades seré breu, i punyent.
La primera em retorna a l’època de passeigs amb rumb fix i disgust per no ser un personatge de còmic capaç d’arribar a tot arreu amb les meves passes. De petit, i fins no fan gaire, veia camp. El Remei era sorra, el camí cap a Sant Celoni. Què hi trobem ara? Horribles cases adossades i fàbriques sense cap tipus de personalitat. Traint la terra fem desaparèixer part del nostre esperit, anul.lem la bellesa i ens tornem ciutadans d’un món sempre més uniforme, i no parlo de vestits militars ni de cuina. Hem aniquilat un do i tard o d’hora ho pagarem. Alguns semblen queixar-se per les malifetes dels diners. Segur? No ho crec. El conformisme impera i quatre arreplegats malgasten el seu temps omplint les parets de pintades polítiques. Són covards que no s’atreveixen a plantejar les seves propostes a la plaça, enraonant-les com fan els éssers humans. A l’entrada del poble des de Sant Esteve es titllava de feixista un bar on la clientela em sembla ben normal. S’han begut l’enteniment? Fins i tot a casa meva hi ha un adhesiu que embruta la façana. Qui s’han cregut què són? Les idees es respecten, però també és important com s’exposen, i aquesta gent sembla no entendre que fotent la guitza als demés poc arreglaran, més aviat destrossen, espatllen i cansen, molt perquè menyspreen la democràcia i el regal que suposa dialogar per emprendre camins compartits.
lunes, 20 de diciembre de 2010
Los urinarios, BCN y la crisis
En 1900 Jean Sauvage, alemán pese a sus apellidos, visitó la Exposición Universal de París. La ciudad de la luz era la reina del mundo. Sin embargo, nuestro cronista se fijó en un detalle muy particular: "Me llamaron la atención los numerosos urinoires que hay por todas partes, colocados con gran falta de recato. También hay montones de cabinets d'aisance (lavabos públicos): cerca del Palais Royal hay un edificio atravesado por un largo pasaje con un gran número de ellos, y se usan con asiduidad. Los urinoires de los bulevares suelen estar ubicados alrededor de las columnas publicitarias,que, entre otras cosas, anuncian: l'extrait de la viande, liebig indispensable dans toute bonne cuisine o Bec Auer, o Tendeur pour pantalons."
Fragmento de Philipp Blom, Años de vértigo. Cultura y cambio en Occidente 1900-1914, Barcelona, Anagrama, 2010
Hacía ya mucho tiempo que no escribía una entrada del blog sobre problemas municipales, pero hay cosas que no se pueden tolerar. Vivo en Barcelona, donde el civismo es una bandera enarbolada por el Ayuntamiento para recaudar dinero a costa del ciudadano. Ya saben. Todo para defenderlo sin defenderlo. En julio de 2010 fui multado a las tres de la mañana mientras me disponía a realizar mis necesidades. Todos los bares habían cerrado y la inexistencia de urinarios me empujó a buscar una cloaca para no ensuciar la calle. De repente, un señor sacó una placa y me la empotró en la cara. Debió resultarle una experiencia fascinante, el poder de la insignia para multar a un pobre desgraciado que no tiene más recursos porque el Municipio ignora la lógica más elemental en pos de ingresar beneficios. Pasaron los meses y llegó la sorpresa en forma de doble multa. La primera era obvia, la segunda una invención: "beber en la calle". Me quedé anonadado y patidifuso, aunque no tanto cómo puede parecer porque el agente, que me amenazó con multarme por ir indocumentado cuando le enseñé mi DNI, tenía ganas de gresca.
Vayamos por partes. Me indigna que se saquen de la manga una sanción, como me indigna que nadie lea mi recurso y encima ignoren mi auténtico nombre por afán catalanizador. En noviembre me llegó el segundo aviso. Lo encontré en mi buzón cuando lo normal es que te hagan firmar el acuse de recibo. La carta era escueta y no daba opción de réplica. Fantástico, como lo es ésta patraña de invalidar el espacio público y no prestar la mínima asistencia para hechos elementales del día a día de cada ser humano. No hay urinarios porque no conviene, cómo tampoco quieren tu autógrafo porque así anulan cualquier posibilidad de defensa.
Quizá deberían pensar menos en imposibles reelecciones, la credibilidad de un señor como Hereu es nula, y apostar más por la tan cacareada cercanía y construir argumentos válidos que subsanen el odio que van generando a base de patrañas. Sabemos que adoran la publicidad, tanto que Barcelona ahora es BCN. ¿Por qué no imitan a los franceses del Novecientos? ¿Por qué no edifican una Urbe destinada al bienestar y no al rédito directo?
El concepto de carcasa es propio de nuestra época. Mientras la imagen sea positiva poco importará el interior.
foto:JCJ
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viernes, 17 de diciembre de 2010
¿Nights in white satin? en Bcn Week
¿Nights in white satin?
Nieve, Barcelona, y otros derivados
by Jean Martin du Bruit
Los pueblos mediterráneos tienen una tendencia innata al catolicismo por su plácida climatología. Ello explicaría por qué el papa Liberio decidió construir Santa Maria Maggiore en Roma tras una nevada acaecida el 5 de agosto de 358. Ahora ese templo es una de las cuatro basílicas de la Ciudad Eterna, capital de un país donde el cine ha demostrado al mundo entero cómo nuestra mentalidad enfoca la felicidad mediante epifanías. Y en Barcelona la nieve es una de ellas porque estamos demasiado bien acostumbrados a temperaturas que raramente descienden de los diez grados centígrados. Cuando ello sucede las típicas conversaciones para romper el hielo, quin fred que fa avui y otras clásicas perlas inmortales, ganan legitimidad y se convierten en dignos acicates para alentar la esperanza coital.
Cero metros, cero grados. De repente, el viento cesa y la atmosfera se somete al juego del congelamiento. El reloj se para y los hombres miran al cielo, expectantes y enmudecidos. Leves partículas aterrizan en la superficie. El paso de los minutos las agrandará, y la leve pausa de asunción del milagro dará paso a la algarabía. Las estadísticas y nuestra propia experiencia hablan alto y claro: en Barcelona escasean las grandes nevadas, un poco como las victorias del Real Madrid en el Camp Nou, lo que confirmaría mi primer recuerdo infantil de ambos fenómenos. En 1981 tenía dos años y unas fotos tomadas por mi abuela mientras leía el Ulysses de Joyce en su traducción soviética lo corroboran. La ventana de mi habitación lucía prístina por la irrupción de la cellisca. El niño que era batía palmas sin Carlinhos Brown, anonadado y patidifuso por aquel don caído de arriba. La hemeroteca de La Vanguardia informa que en 1985 se repitió el magno acontecimiento, pero mi mente lo recupera el 2 de marzo de 1993, y lo hace porque en aquella ocasión pude disfrutar de la exclusiva sensación de tirar bolas y hasta de intentar construir un muñeco como los de las películas, con zanahoria y todo el atrezzo adecuado. Ese lunes el adolescente que fui hizo el capullo a lo grande, sumergiéndose en la mera alteración cromática del asfalto, pues créanme, en ningún instante percibí congelación ni abundancia, el suelo se enmarañó y los copos no permitieron trineos ni Curling urbano como en 2010, cuando saqué fotos desde el balcón y procedí a matar mi tarde actualizando cada dos por tres los periódicos, más lentos que Facebook en el aporte directo que los usuarios realizaban para amigos, conocidos y pervertidos de la red social. Otra vez lunes y una metamorfosis revolucionaria. Internet copó el evento incluso antes de la efeméride. Los aficionados a isobaras, anticiclones y Francesc Mauri, aunque las yayas son más de Rodríguez Picó, se reúnen en foros especializados donde comentan anticiclones con entusiasmo desmedido. Es entrañable visualizar a un señor de mediana edad bebiendo una cerveza delante del ordenador, ebrio de satisfacción por intercambiar opiniones de algo que le fascina, sin tener que ir a bares mirando de reojo las facciones de los parroquianos para verificar que quizá sienten interés por oscilaciones térmicas o inestabilizaciones generalizadas del manto nivoso.
1, 2, 3, responda otra vez. ¿Cuál fue la mayor nevada de la historia reciente de la Ciudad Condal? ¿Usará el comodín del público? No, ésta me la sé. 25 de diciembre de 1962. Fum, fum, fum. Ni minyonet ros i blanquet ni hostias. La misa del gallo dio el pistoletazo de salida a un día simbólico que rompía con la zozobra franquista y palió lo precario de unas navidades que ya olían a dinero americano y tecnocracia gubernamental. La dictadura luchaba por modernizarse y la otrora princesa del mare nostrum aplaudió la nieve porque no produjo el caos y sirvió para volver la vista atrás, como bien hizo la teleserie de TV3, Temps de Silenci, que optó por abordar el suceso desde lo trágico con la muerte del hijo de los inmigrantes, papel interpretado por Julio Manrique, actual director del Teatro Romea.
Quien rebusque entre viejos papeles hallará más fechas y podrá jugar a calcular frecuencias. La última década ofrece tres nevadas, pero los medios de comunicación obvian la más trascendental, cargada de vicio y mercado negro. En mayo de 2005 tuve la oportunidad de entrevistar a Roberto Saviano, perseguido por la Camorra tras poner los cojones sobre la mesa con la publicación de su libro Gomorra, donde desgrana sin tapujos toda la perfidia mafiosa del sur de Italia. Durante nuestro diálogo le pregunté sobre lo que iba siendo una constante en mis visitas a los lavabos de los bares de Barcelona: el hallazgo de pequeñas motas de polvo blanco sospechosamente parecidas a restos de cocaína. El napolitano esbozó una sonrisa y respondió satisfecho. Sí, desde 2003 existe en Barcelona una potente alianza entre varios grupos criminales que controlan el negocio de la droga en la zona. Por eso has visto más cantidad, están invadiendo muy sutilmente, y hasta te podría decir dónde opera el sector transalpino, en el Paralelo, y se come muy bien, o eso dicen todos. La nieve viola los principios de Newton, adopta pose de Groucho Marx y del mármol accede a la nariz porque la época prefiere otro tipo de apariciones marianas, relegando el capricho celestial al baúl de lo borroso, espejismo en la uniformada normalidad que aprieta, ahoga y antes concedía respiros cuando la madre naturaleza resucitaba paganismos que hemos sepultado en una lápida sin nombre por el tétrico gusto de aceptar ser esclavos de las múltiples alienaciones que exhibe el escaparate de la posmodernidad.
foto: Jordi Corominas i Julián
jueves, 16 de diciembre de 2010
Las tres apariciones de Artur Mas en "Se fue al otro barrio" de Bcn Week
Puede que cuando lean este artículo Artur Mas haya ganado las elecciones del desconsuelo, unos comicios donde el pueblo ha elegido presidente casi por obligación, porque alguien debe llevar el título de Molt Honorable. El candidato de Convergència i Unió es otro más de los pésimos políticos que nos representan, pero ya se sabe, en Catalunya hay una extraña corriente popular que, sobre todo si la abstención consolida la indiferencia, apoya ese engendro llamado Convergència i Unió. Fíjense bien. Italia y Catalunya son de los pocos territorios del mundo que expresan su aquiescencia con la invisible burguesía dando su voto a siglas desprovistas de personalidad, lo que indudablemente indica deseo de anonimato para compartir los valores de esos cínicos que ocupan poltronas de mando y derrochan dinero a expensas del ciudadano, impunes por pútrida casta y crónico descaro de corruptela, seny y promesas.
El 28 de abril de 2004 era miércoles. Era un día maravilloso. Cumplí un cuarto de siglo, me regalaron muchas bobadas, el Albacete se mantenía en la zona templada de la clasificación, el PP había sucumbido un mes y medio antes y, per postres, estrenaba trabajo como profesor. Salí de casa con la camisa puesta y muchas ganas de dar clases. La dicha me envolvía, y cuando un hombre alcanza tal estado es difícil que se deje guiar por lo mesiánico, una de las premisas básicas de cualquier nacionalismo, donde el apremio por alcanzar la meta suele mezclarse con un providencialismo que causa estragos, y adhesiones, en tiempos de crisis. Quizá por eso no me alteré al cruzarme, a la altura de Pau Claris con la calle Valencia, con el sucesor de Jordi Pujol, el Arturito de Vilassar, el pijo engominado que ya por aquel entonces seguía a rajatabla la consigna de la barretina kennedyana por la que los futuros dirigentes del Principado, díganselo a Joan Laporta, nos venden una moto tuneada con decrépita juventud que la mercadotecnia arregla en un tres y no res. El antiguo Conseller en Cap, derrotado por Pascual Maragall y el tripartito en 2003, paseaba acompañado de dos acólitos, y la gente, que en Babilonia suele ser muy educada, ignoraba su presencia, y mientras mis ojos se distrajeron con su presencia no hubo ni lanzamiento de bragas ni gritos enfervorecidos de la concurrencia. Todos y cada uno de los transeúntes siguieron su camino, lo que demuestra que el catalán medio puede que sienta curiosidad por los famosos, pero nunca la manifiesta y menos si se trata de un representante de la cosa pública. La única agitación que producen se da en mercados y lugares estratégicos, escenarios teatrales para avivar la ilusión del vínculo entre mandamases y plebeyos.
Cuando terminé la clase salí disparado, like a Colajet. Tocaba celebrar mi efeméride en un bar de Gracia. Corrí entusiasmado y comí spaghetti con doce individuos, en plan santa cena de la borrachera. A eso de medianoche llegaron los dos hermanos Muniente. Raúl fijó su atención en una amiga italiana de nombre noble, conminándola a ir al baño para practicar sexo. La chica se rió en su cara, los demás correspondimos su carcajada, y el maño, sabio en sus tretas para escurrir el bulto, soltó con alegría aquello de ¿A que no sabéis con quien me topé esta tarde? No, no tenemos ni puñetera idea. Pues con Artur Mas. No jodas, ¿dónde estaba? En Bruc con Diagonal. Iba con un par de tipejos repugnantes, guardias pretorianos. Lo más fuerte del tema es que yo también me topé con su corbata. ¿Sí? Sí. Era una aparición mariana. Mariano Rajoy. Hombre, le falta la barba. Ya.
Al cabo de unos minutos Héctor, a quien por ésa época no lograba entender si conversábamos telefónicamente, rompió su tranquilidad y mencionó su coincidencia espacial con el líder convergente. El hecho acaeció cincuenta metros más arriba, al lado de la sede del partido en la calle Córcega. Los asistentes a la celebración brindaron exaltados. Según Google Earth entre el centro docente de mi debut académico y la sede oficial de CiU median 1.200 metros, por lo que nuestra santísima trinidad merodeó simultáneamente por una zona cercana durante un cuarto de hora, lo que aboca la conclusión de este texto hacia dos vertientes: somos animales de costumbres, ya comentamos en estas páginas cómo Gracia tiene una muralla que invita a lo sedentario, y el prócer de la terra sólo quedó grabado en nuestra retina porque es una mercancía recurrente en los medios de comunicación. Somos capaces de identificar su carcasa, pero como el interior nos repugna siempre será preferible pararse a admirar un contoneo u otra anomalía maravillosa del paisaje que sin querer ser soberana seduzca con simplicidad.
Dibuixos: Nil Bartolozzi
miércoles, 15 de diciembre de 2010
Miércoles 15, Escritores asesinos en el Laberint de Wonderland
Escritores asesinados...y asesinos. Hay pocos, pero la historia, envuelta de leyenda, nos regala anécdotas de literatos que a lo largo de su existencia mataron a otro ser humano por codicia, patriotismo o locura.El librero de Barcelona introducirá el asesinato como una de las bellas artes hasta pasar por Conan Doyle, Yusúpov y Burroughs, casos apasionantes que las letras acogen desde su malditismo.
El laberint a Wonderland
Cada miércoles a partir de las 18h
Radio Nacional- Rne4
100.8 fm Barcelona
En directo: Rne4
lunes, 13 de diciembre de 2010
Diálogo con Valter Hugo Mae en Revista de Letras
Diálogo con Valter Hugo Mãe, por Jordi Corominas i Julián
Por Jordi Corominas i Julián | Destacados | 30.11.10
Lunes, diez de la mañana. Mientras me desperezo quitándome las legañas del fin de semana, aturdido por una aglomeración en el metro y unas puertas que tardan más de la cuenta en cerrarse para acompasarse con el progresivo despertar de mi cerebro. El pobre tiene extraños brotes asociativos. Valter Hugo Mãe es un alemán expresionista de principios del Novecientos. No, el hombre que charla de política lusa con la jefa de prensa de Alpha Decay es portugués, nació en Angola hace 39 años y acaba de publicar el apocalipsis de los trabajadores, así, en minúsculas, una novela con personajes reales, instalados en una cotidianidad tragicómica donde la desgracia y la frustración se aplacan con sueños, esperanzas y brotes verdes, analgésicos para un desconsuelo profundo de los ninguneados de nuestra sociedad.
¿Por qué el apocalipsis de los trabajadores? Es un título fuerte, sugerente.
Me parece que viendo las cosas desde abajo las podemos entender mejor. Las empleadas de limpieza no tienen derechos, sólo obligaciones y ni siquiera están incluidas en el sistema. Son un colectivo que permite explicar y entender con facilidad lo que hicimos con el trabajo y la idea que tenemos del mismo. Trabajar debería ofrecer mérito. Quien trabaja merece el derecho a la dignidad, lo que ahora mismo no ocurre, se ha generado una entropía de los valores…
Además los personajes del libro- las señoras de limpieza y el inmigrante ucraniano- son elementos invisibles para la sociedad.
Son importantes, todo el mundo reclama su presencia, pero no cuentan para nada, nadie quiere hacer su trabajo. ¿Cómo vamos a dignificarnos si excluimos? Por eso veo su situación como el inicio de una Apocalipsis del trabajo, cambiamos todo por hipocresía. El título también alude a la idea de la gente que debe abandonar su país para abrazar una condición de mera supervivencia en el extranjero, que es lo que sucede con Andriy. Cuando aparece en la novela también vemos que sucede con sus padres. Los portugueses, por tradición, sabemos lo duro que es ser inmigrante. Estamos acostumbrados a salir, pero no a recibir, y en los últimos diez años hemos acogido a cincuenta mil ucranianos, suficientes para una revolución negativa de las mentalidades. Muchos los veían como la causa de todas las fatalidades…
Aquí en España ha sucedido exactamente lo mismo con marroquíes y ecuatorianos.
En nuestro caso es todo muy simbólico. El PIB portugués la mayor aportación es la del trabajo inmigrante, que depositan su dinero en nuestros bancos.
Los personajes- Maria da Graça, Quitéria y Andriy- empiezan su recorrido por la novela desde una situación trágica, como si una muerte cercana fuera el acicate para emprender una nueva vida.
Sí. Todos ellos cometen un error, toman decisiones que el buen juicio desaconseja, pero el error se transforma en una libertad que posibilita ser feliz. Y esta idea permanente de la muerte es básica para enseñar que somos vulnerables. Las cosas deberían tener otra peso.
Porque ellos al principio, aunque luego la cosa cambia, son muertos en vida. Maria da Graça se resigna a dejarse tocar por el señor que la emplea en el hogar.
No tiene dignidad, no puede hacer, decir ni querer nada, sólo puede sujetarse y aguantar. En el caso de Andriy podemos verlo aún más claro porque es un extranjero que no puede comunicarse verbalmente. Su función en Portugal es trabajar, por lo que adopta un modelo que le lleva a querer la felicidad de una máquina, totalmente despersonalizado. En cambio tanto con Maria da Graça como con Quitéria podemos sentir que su malestar podría encontrarse en nuestras familias o en la casa de al lado.
Clamas Humanidad, o al menos buscas comprenderla.
No intento tanto que la gente pueda estar de acuerdo o en desacuerdo conmigo, intento que la gente tenga que decidir, que lean el libro y piensen.
Además la novela marca un fuerte contraste peninsular. En España cada vez hay menos escritores que traten la realidad con los pies en el suelo, se basan mucho en las nuevas tecnologías, pero considero que en estos tiempos tan críticos es importante que la literatura aborde la normalidad.
Tienes que ir atrás, no empezar todo, pero iniciar algo que incite a la reflexión. Abordando las cosas sencillas puedes entender mejor lo que te rodea. A veces las personas, sobre todo a partir del título de mi novela, piensan más en huelgas y conflictos laborales. Me parece que podemos crear emociones más reales desde las cosas pequeñas, porque así luego podemos imaginar como crecen.
Una afirmación muy valiente en una época donde, lo digo desde una visión española de los acontecimientos, el proletariado parecía haber desaparecido del mapa, ya nadie habla de lucha de clases.
Trabajar no es sexy. Sexy es tener dinero, hagas lo que hagas.
Y todos estamos siempre más en la situación de Maria da Graça y Quitéria, no somos ejecutivos ni ricos rebosantes de billetes.
Sí. Ahora en Portugal existe la necesidad de cambiar cosas y producir otra vez. Lo hablaba hace poco con unos alumnos. ¿Quién aquí produce lo que come? ¡Nadie! ¿De dónde viene lo que comemos? Si un engranaje de la cadena se rompe estamos perdidos.
Somos bestias dependientes del mercado.
Queremos producir ilusiones que sustenten la vida.
El hombre de la UE no sabe trabajar con las manos.
Es un hombre de servicios, no sabe hacer nada, sólo pasar adelante.
Los personajes del libro, desde esta visión que comparto plenamente, son los neoesclavos del siglo XXI.
Sí, son esclavos. No tengo empleada de la limpieza porque no tengo dinero para pagar sus servicios ni dignificar su condición. Si yo pudiera darle un contrato con derechos y subsidios seria diferente, porque entonces habría justicia en su condición.
Tanto Maria da Graça como Quitéria y Andriy comparten otro rasgo esencial: tienen profundamente arraigada la conciencia de su soledad.
Y todos cuando eligen la opción del error es para huir de la soledad.
Gritan en silencio la necesidad de un contacto.
De alguna cosa que sea verdadera, aunque no la entiendan muy bien, como Quitéria cuando se entrega a Andriy pagándole un viaje a Ucrania. No sabe lo qué va a acaecer, yéndose con un hombre con el que se entiende más allá de las palabras. Se juega todo a la posibilidad de la existencia de la suerte, creer, tener esperanza, saber que el estatismo es conformarse, algo pésimo, por lo que conviene arriesgar.
Y siempre, metáfora que habrá levantado ampollas en tu país, llevan al perro Portugal siempre entre las piernas. Es un can raquítico que acogen porque son solidarias, pero quizá él no lo es tanto.
Y es un animal que observa, es tierno pero tiene un pensamiento inútil, ése es mi país. A veces escuchamos las glorias marítimas del pasado y sentimos ternura, como por el pueblo, pero la ilusión no sirve, estamos profundamente estancados.
Y lo mismo se puede decir de Ucrania, punto que captamos en los fragmentos donde aparecen los padres de Andriy, que a su vez es un buen contrapunto. No hablará bien portugués, pero su rol es mesiánico, se atrevió a escapar de lo inmóvil.
Y esta condición mesiánica la ves mucho en los diálogos de sus padres. Hay un pasaje significativo, la verdadera acusación, que es cuando su madre Ekaterina habla con su marido Sasha preguntándose por la situación de Andriy. Sasha cree que su hijo estará bien porque Portugal es un país donde se hizo la revolución con flores, es como un jardín donde vive buena gente que quiere que los demás sean felices. La madre obtiene esperanza con esa respuesta porque intuye que Andriy ha recalado en una tierra hermosa, y en Portugal somos conscientes de nuestra belleza, pero la vemos como una prueba de nuestra frustración. ¿Si treinta y cinco años atrás creamos la revolución con flores, por qué no hacemos ahora lo mismo? ¿Dónde ha ido la belleza? ¿Por qué no volvemos a crearla?
Es algo común, por desgracia, a todo Occidente, prisionero de una horrible parálisis donde muchos atienden su hora y los mayores cobran sueldos astronómicos, inalcanzables para un sinfín de colectivos acuciados por la precariedad.
En Portugal tenemos casi los peores sueldos de Europa, el salario mínimo obligatorio es de 400 y pocos euros, pero en las tiendas pagamos precios europeos. Es una tragedia que impide cualquier tipo de evolución.
¿Los portugueses identifican a los personajes de tu libro desde lo trágico?
La gente también puede leer el libro desde lo cómico, porque la tragedia puede ser ridícula. Ya que poco podemos hacer reaccionamos con la risa, lo triste es que la novela aborda situaciones muy reales.
Podemos ver a Maria da Graça y Quitéria como personajes de Commedia all’italiana.
Debo confesar que me gusta mucho Fellini(risas). Comparto con él la sintonía de lo cotidiano, pero creo que el libro es un retrato del Portugal de hoy, y así ha sido recibido desde muchos sectores sociales.
El portugués medio puede en cierto sentido identificarse la espiral negativa de los personajes, que se ganan la vida hasta con la muerte. Maria da Graça y Quitéria acuden al tanatorio como mercenarias plañideras, la historia de Etelvina, la muerte de Ferreira, Augusto que puede morir intoxicado…
La muerte es una decisión, una incitación a la vida para estos personajes. Hay cosas que naturalmente no podemos decir en una entrevista. La muerte de Ferreira aboca a Maria da Graça a tomar una decisión, que es la aparición de una urgencia.
Otra urgencia bien diferente, inevitable para quien pregunta, es saber porqué escribes en minúsculas.
Es sencillo, no tiene un secreto ni nada de eso. Intento llegar a una oralidad, a la manera cómo de facto hablamos y pensamos, no lo hacemos con mayúsculas ni con interrogaciones y comas, sólo con las palabras y la respiración, dando cierta cadencia a las palabras. Quito todo lo que no sea natural en la lengua que tenemos en la cabeza.
Lo pensé incluso antes de empezar a leer el libro, pero eliminando lo superfluo haces que las clases sociales desaparezcan.
Esto viene de un poeta portugués que me encanta desde joven, Ruy Belo, que tiene unos versos que dicen lo siguiente: en un poema ninguna palabra debe poner su cabeza arriba de las otras. Lo leí con quince años, y me pareció que podía llevar su expresión más allá e intentar crear una democracia perfecta de las palabras. En la literatura los nombres suelen ser más importantes que las sillas, pero también puede que no sea así, quien decide es el lector.
Además de las minúsculas casi no hay puntos y a parte, prima la continuidad textual.
Es la afluencia normal de las palabras en la cabeza, y las historias siempre avanzan, no deberían existir tantos semáforos que paren el trayecto, los textos deben derramarse al lector.
Y transmitir que la realidad, como ya hicieron muchos autores italianos de los cuarenta, puede tener magia hasta en sus aspectos más grises.
Me parece que la vida de toda la gente puede ser una aventura. La épica está en cualquier parte, no sólo en James Bond. Debemos ver las cosas pequeñas como grandes y quitarnos prejuicios marcados por visiones comunes.
Todos los personajes- desde Maria da Graça pasando por Quitéria hasta llegar a Andriy -que se apellida Shevchenko como el futbolista- hacen una revolución interior silenciosa, de pequeños cambios que permiten avanzar. ¿Crees que podemos hacer una revolución a gran escala para alterar el orden establecido?
Sí, algo tiene que ocurrir, no podemos seguir así. En los ochenta leí un artículo de American Scientist donde se decía que durante el siglo XXI se reduciría la población mundial. ¿Qué ocurrirá? Me quedé muy impresionado. No llegaré al siglo XXII, pero me parece que si nosotros seguimos mostrándonos incapaces de cambiar las cosas lo hará la naturaleza.
domingo, 12 de diciembre de 2010
Podría ser peor de Especialistas secundarios en Revista de letras
Antología de tres monstruos radiofónicos: “Podría ser peor”, de Especialistas Secundarios
Por Jordi Corominas i Julián | Reseñas | 11.12.10
Podría ser peor. Especialistas Secundarios
Libros del Silencio (Barcelona, 2010)
La radio es un droga dura que engancha. Desde pequeño sentí fascinación por las voces que salían del aparatito que me despertaba por las mañanas. Mi primer recuerdo serio se remonta a mi prehistoria. Una noche las ondas me cautivaron con un serial de suspense. Eran las tres de la madrugada, y eso a mi corta edad significaba infringir códigos horarios. No podía despegar mis oídos del receptor. Con el paso de los años la afición se consolidó hasta llegar a la inesperada oportunidad de entrar en el mundillo. Cuando accedí a un modesto micrófono en la cadena SER me dejé llevar por el ambiente. Llegaba cada martes a la emisora, saludaba a los habituales y escuchaba para entender el carácter de cada uno. En algún momento hablé con un chico delgado, pelo corto y perilla. Era Iñigo, de los Especialistas Secundarios. Al principio no lo sabía, era uno más que cobró identidad cuando asocié su voz, ventajas de la repetición, con breves instantes de mi existencia donde su humor surrealista acompañó viajes, tardes y mediodías. Él y sus dos compañeros son los herederos españoles de una larga tradición de la risa absurda. Si tuviera que compararlos con alguien lo haría sin pestañear con los Goons de la Inglaterra de los años cincuenta. Ese trío estaba capitaneado por Peter Sellers y Spike Milligan. Sus émulos catalanes están a la altura y cumplen el mismo digno cometido: alegrar las horas con sus ocurrencias, llenando el sonido de disparates que encajan con la lógica aplastante de la carcajada bien hilvanada en la que pueden combinarse elementos como el Racing de Santander, las sardanas, inverosímiles nombres y hasta, si me apuran, un churrasco encontrado en Nueva Zelanda mientras Shakespeare cocinaba televisores en Cantallops d’Avinyonet.
Resulta difícil escribir un artículo serio y analítico sobre el merecido premio que supone para este tripartito la publicación de sus mejores gags en Podría ser peor, obra editada por Libros del Silencio, que en esta ocasión riza el rizo e incluye en el volumen un CD para que las hilarantes páginas no olviden la esencia del programa, pues sin audio es difícil imaginar sus acciones. Leer los textos es delicioso, y quien escribe recomienda tomarlos a cuentagotas para que el efecto sea impactante. Sumergirse en su universo significa introducirse en todas las facetas que marcan el ritmo de lo cotidiano desde un punto de vista alterado que asume lo básico y lo distorsiona hasta crear un magma propio crítico, chistoso y con el entretenimiento por bandera. Asimismo cabe destacar el legado del humorismo hispánico, y no me refiero a Russell Crowe, de más alto voltaje, accesible al gran público porque los Especialistas generan desde un supuesto presupuesto estético de élite, lo surrealista, un contenido accesible a todos los públicos porque son perfectamente conscientes de lo que se cuece en charlas de bares, amigos y mercados de barrio, lugares más importantes que los salones y los cafés literarios para la formación de diálogos irracionales que parten de la realidad, única fuente de todo conocimiento. Los Goons hicieron lo mismo hace medio siglo, y eran tan populares, 3-1 en la Condomina, que EMI decidió ingresar pingües beneficios grabando sus ocurrencias que influyeron tanto a los Beatles como a los Monty Python. El hecho que una editorial española incluya registraciones en un libro, encuadernado como en las grandes ocasiones, puede ser una simple anécdota en el panorama cultural, lógica porque la publicación se centra en una experiencia radiofónica, o una apuesta por formatos diferentes que den al mercado editorial una perspectiva multidisciplinar que juegue con los modos de reproducción, como si desde un punto de partida , y extiendo el discurso porque no hace mucho plantee esa posibilidad en un proyecto del que fui coeditor, existiera la posibilidad de ir en varias direcciones textuales, auditivas, visuales y de todo lo que quieran imaginar. De este modo el producto trasciende su propia identidad y cobra una forma similar a la de discos y DVD’s que incluyen materiales extras, un regalo para el consumidor, feliz por adquirir something special que no es José Mourinho.
En marzo de 2010 coincidí otra vez con Iñigo, esta vez fuera del estudio. Explicaba a unas señoras la historia de las plazas de Gràcia y terminé el recorrido en Rius i Taulet. No la busquen en el mapa, cambiaron su nomenclator. El Especialista Secundario vestía elegantísimo porque unos amigos se casaban. Nos situamos en la esquina de una farmacia e intentamos averiguar si nos conocíamos antes de la SER por ser adictos al barrio. De repente, bajamos la cabeza. Los petardos explotaban a tort i a dret, aquello era un infierno soleado comparable a las fallas y a la Guerra de los seis días. Las ráfagas cesaron, intercambiamos cuatro palabras, reímos y nos despedimos. La actual Plaza de la Vila es un lugar telúrico donde puedes toparte con niños escondidos en cajas de cartón, afiladores del frac y hombres medio desnudos que tiran billetes de cincuenta euros a la muchedumbre, pero con el pim pam pum de fuegos uno puede asumir cual es la magia que desprenden los Especialistas Secundarios. Si leen el libro lo confirmarán. Si escuchan su programa enloquecerán. Háganlo.
sábado, 11 de diciembre de 2010
Nota de "La virgen, despacho cultural", en peligro por culpa del Ayuntamiento de Barcelona
Ayuntamiento de Barcelona
Distrito Ciutat Vella
Los socios de "La Virgen, despacho cultural" y los vecinos del Raval, denuncian la injusta situación en que se encuentra esta asociación cultural, a la que el Ayuntamiento obliga a detener todas las actividades culturales que realizaba hasta ahora, que eran positivas para el barrio y que cuentan con el apoyo de la mayoría de los vecinos.
En primer lugar, quisiéramos destacar la inexactitud de las actividades que se detallan en las comunicaciones escritas enviadas por el Ayuntamiento como consecuencia de las dos inspecciones realizadas en el local y que han llevado a la situación actual, ya que no se ajustan a la realidad.
En segundo lugar, nuestra situación está apoyada por alrededor de 1.500 personas que firmaron una petición que consideran que las actividades culturales realizadas por "La Virgen" son positivas por el barrio por los siguientes motivos:
- Porque han contribuido a dignificar y revitalizar el callejón donde se encuentra ubicado el local, convirtiéndolo en un lugar menos peligroso e insalubre de lo que era antes.
- Porque la asociación es un lugar de encuentro, abierto a todos, que fomenta la convivencia y la cohesión social en un barrio conflictivo como el Raval y creemos que esto debería ser una prioridad para el Ayuntamiento. Es decir, un tema al que se debería apoyar en lugar de penalizar.
- Porque es un espacio difícil de encontrar en esta ciudad, donde la cultura real, emergente y no oficial, que queda fuera de los circuitos institucionales, puede tener lugar.
Para finalizar, quisiéramos añadir un punto a esta queja, que afecta a todas las asociaciones culturales del Raval, que al igual que "la Virgen", están contribuyendo a la buena convivencia y el fomento de la cultura en el barrio, ya que muchas se encuentran con problemas similares debido a que la normativa vigente no se ajusta a las necesidades sociales a las que este tipo de locales dan respuesta.
Por este motivo pedimos un cambio de normativa que recoja la especificidad de estos locales, permita sus actividades y facilite su legalización. En este sentido, habría que tener en cuenta que una asociación cultural sin ánimo de lucro, con una ocupación muy limitada, y con unas actividades tan diversas como pueden ser lecturas de cuentos, poesías, exposiciones, performances, pequeñas actuaciones para grupos reducidos, etc. no se puede equiparar a la actividad de un bar o en la de un gran teatro porque tienen una especificado propia que la ley debería recoger y posibilitar. También hay que tener en cuenta que su impacto ambiental es menor y que en cualquier caso, si alguna supusiera alguna incomodidad por vecinos, siempre se podrían pactar las condiciones de uso necesarias en cada caso para no producir molestias y asegurar la buena convivencia, como por ejemplo pactar los horarios de las actividades con los vecinos. En cualquier caso, lo que no nos parece una solución razonable es el cierre de este tipo de locales, ya que esto sólo empobrece la calidad de vida del barrio y dificulta el acceso a la cultura, cosas que según las campañas publicitarias de la Ayuntamiento son temas a promover.
En definitiva, pedimos que las intenciones que el Ayuntamiento declara en sus campañas publicitarias acaben encajando con la realidad y que el marco normativo se ajuste a esta realidad, de tal manera que la cultura real, que nace de los barrios y de las personas (no sólo de las instituciones) sea posible.
Matemática Beatle VII en Panfleto Calidoscopio
Completar el yo y regenerarse buscando el origen
Por Jordi Corominas i Julián
“There was a lot of información on the double album. But I agree that we should have put it as two separates albums. The ´White´and the ´Whiter´Album.”
(Ringo Starr sobre la polémica del exceso de canciones en The White Album)
“There was a huge between John and Yoko. There's no doubt about it: they were completely together mentally and I think that as that bond grew, so John lessened his bond with Paul and the others, which obviously caused problems. It was no the happy-go-luck-foursome, fivesome with me, that it used to be.”
(George Martin sobre la simbiosis John-Yoko y los problemas que causó durante las sesiones de The White Album)
After Sgt. Pepper, the new album felt more like a band recording together. There were a lot of tracks where we just placed live, and then there were a lot of tracks that we'd recorded and that would need finishing together. There was also a lot of more individual stuff, and for the first time people were accepting that it was individual.”
(George Harrison sobre The White Album y la evolución de The Beatles)
“The break-up of the Beatles can be heard on the double album, on which, I tought that every track sounded as if it came from and individual Beatle.”
(John Lennon y su interpretación de The White Album).
El 18 de septiembre de 1968 era un día especial. Recordad cuando erais pequeños y no existía el VHS o el DVD. Se emitía en la televisión británica The girl can't help it, y The Beatles se juntaron para verla en casa de Paul McCartney, próxima a los estudios de Abbey Road. Mientras esperaba a sus compañeros para deleitarse con los números de Gene Vincent, Eddie Cochran y Little Richard escribió el esbozo de Birthday, canción que una vez terminó la película grabaron en un abrir y cerrar de ojos. Era el grupo al completo en su salsa, en un rock and roll a la Chuck Berry que interpretaron a la perfección, sin fisuras, con un entusiasmo que se igualaba al de la fiesta de cumpleaños que pregonaba la letra, diálogo de aniversario compartido que empuja la tercera cara del disco hacia una búsqueda del ente que acompañe al yo. Es muy posible que esta unión temática surja de mi imaginación, aunque si se analiza con detenimiento el recorrido de esta fracción del Lp se puede percibir una evolución que, además, encaja con la madurez del cuarteto, más refinado y con una búsqueda de contenido allende las clásicas composiciones amorosas que lo encumbraron. Sí, lo femenino flota, está presente, pero la meta franquea otros objetivos. La tenebrosa celebración que media entre Back in the USSR y Julia lo simboliza con un traspaso de poderes, un limbo entre el pasado y el presente, de la madre natural al goce de elecciones personales. Reafirmado este cruce del Rubicón, que en McCartney es vitalista con I will y en Lennon doloroso con la ya mencionada Julia, la última parte del Lp es un cúmulo de certezas dividido en dos partes, de Birthday a Long long long, de Revolution1 a Good night, que entierra lo pretérito y desde un renacimiento infantil augura un mañana donde la luz del nuevo día permitirá avanzar sin miedo a la incertidumbre.
Para leer más
viernes, 10 de diciembre de 2010
La luz es más antigua que el amor de Ricardo Menéndez Salmón en Revista de Letras
El oficio de escribir: “La luz es más antigua que el amor”, de Ricardo Menéndez Salmón
Por Jordi Corominas i Julián | Reseñas | 8.12.10
La luz es más antigua que el amor.
Ricardo Menéndez Salmón
Seix Barral (Barcelona, 2010)
Hay en Ricardo Menéndez Salmón un hilo invisible que recorre todos sus libros y seduce sin necesidad de todos los adjetivos que estos meses ha vertido La luz es más antigua que el amor. Las ideas se imponen impregnadas en la materia, tierra firme anclada al proceso de desvelar su misterio desde la pura realidad, pensándola sin escaparse hacia latitudes digitales, con la clara conciencia de afrontar cuestiones atemporales que han preocupado al hombre desde que el mundo es mundo. Su ambiciosa sobriedad, alejada de tendencias y modas pasajeras, lo asimila a Enrique Vila-Matas, Rafael Chirbes o J.Á Gónzalez Sainz, autores que desde su independencia marcan el paso al ser ellos mismos y tratar su obra como un magma uniforme que avanza libro tras libro al entender que de poco sirve la anécdota si se la valora allende la totalidad. Y la vida, como la literatura, debería ser una constante progresión.
La nada, el poder y la belleza: Sansepolcro como metáfora de consuelos y prioridades.
Al principio fue la naturaleza y luego llegaron los conceptos para intentar comprender el orden universal. Durante siglos la pintura fue el manantial con el que intentamos expresar nuestra cosmovisión, limitada por imposiciones del guión. La Edad Media la usó para glorificar doctrinas eclesiásticas que marcaron una norma a seguir. En los albores del Renacimiento muchos artistas vieron que superar lo estipulado era algo más que una posibilidad. Adriano de Robertis no existió, pero la historia que inicia la novela podría caber perfectamente en el almanaque de ése tiempo oscuro que ardía por despejar la atmósfera de tinieblas. Un joven cardenal obliga al artista a cancelar su virgen barbuda y le condena a enseñar su don a leprosos. El castigo es duro e implica la anulación de lo que no es grato para los mandamases, y la misma suerte correrá el impulso del ruso, otro ser surgido de la imaginación del autor de Derrumbe, Semiasin, con las alas cortadas tras subir la torre de Pedro el Grande del Kremlin y acatar las directrices del borracho Stalin, impertérrito dictador del horizonte. En medio, doliente desde lo verdadero, Mark Rothko y su experimentación de la nada y un tiro suicida el 25 de febrero de 1970 en Nueva York. La figura del letón nacionalizado estadounidense ejerce de vínculo filosófico entre la ficción y la realidad, enlace que permite comprender la intencionalidad del texto, donde quizá sea más importante el respiro que el instante de genialidad, el trance que lleva a futuras plasmaciones que no el lienzo en sí, aunque éste sea la advertencia del mal de la damnatio memoriae, oscuridad en la que intervienen lo personal y los entresijos del cetro de mando. La Madre de Cristo oculta entre esas estancias toscanas del castillo de Sansepolcro, metáfora cristalina del significado del recinto, simboliza una lucha interna por no desaparecer entre los pedazos de polvo que dejamos en nuestro camino y plantea el sentido de la belleza una vez sus artífices han desaparecido. Los tres acólitos de la musa que no mencionaron los griegos tienen relación con el lugar de uno u otro modo. Para De Robertis es su tumba, tránsito hacia otra existencia en la reclusión por atreverse a desafiar los preceptos de la cruz. Rothko acude al lugar en dos ocasiones y se deja deslumbrar por un gesto, mientras que el afamado Semiasin intuye una grieta de salvación antes de sucumbir a la locura. Esta trilogía ahonda en el laberinto del límite de la representación y el mañana en la desesperación de hallar respuestas cuando sólo hay silencio y desamparo una vez los huesos han sido sepultados tras desafiar lo imposible y caer derrotados por el transcurrir de los decenios y las trabas que cada era impone en el decálogo de la ideología, como si engendrar avant la lettre fuese una tortura descomunal, fuente quimérica que del infinito traduce nulidad.
Bocanegra y la solución: dignidad, arte y palabra.
Ricardo Menéndez Salmón se permite, porque sabe muy bien lo que hace, introducirse en su propio manuscrito, y es justo que así sea al no tratarse de una narración típica donde quien escribe cuenta una mera historia de ficción. El vuelo es más alto, teoría que desde un punto cero desarrolla una trama que urge mínimas certezas que quizá localicemos en Bocanegra, alter ego del gijonés, que en la agonía de su segunda esposa versa sobre el amor y lo que despierta. Los movimientos de la mujer y la luz que emanaba la asemejan con el amor, por lo que se produce la asociación de ambas instancias sin que importe en exceso su antigüedad, son iguales que no se repelen, sino más bien lo contrario. El trance, compartido con el primer marido, de asistir a la lenta descomposición de Matilde reafirma su posicionamiento, que posteriormente se consolida en la tercera fase situada en 2040, cuando recibe el Premio Nobel. Aquella lejana redacción escolar de 1989, donde exponía con brillantez el porqué la luz es más antigua que el amor, queda desfigurada por la experiencia que enseña cómo la literatura, y transcribo directamente del hermoso discurso de las páginas finales, sirve para consolar, para librarnos de la aflicción de un mundo en el que la dignidad humana es crucificada todos y cada uno de los días.
Siempre existirán invasiones polacas, muros de Berlín, aviones contra torres o Papas de Roma empecinados en borrar de un plumazo lo estable para darle nueva forma a la rica coordenada autoritaria. Sin embargo, el arte siempre permanecerá para cobijar nuestra desazón y encumbrar pequeños rayos solares de esperanza. A nivel crítico debo confesar que reseñar la última novela de Ricardo Menéndez Salmón ha sido un tour de force más bien imprevisto. Durante más de un mes tuve el libro en mi mesilla de noche, me llamaba pero no atendía a su llamada, como cuando era más joven y los libros de Cesare Pavese esperaban a que los abriera, sabedores de mi temor, casi reverencial. Aquí no existía miedo, sino la convicción, tras haber tratado extensamente su singladura, de tener delante de mis narices un volumen destinado a perdurar, intuición confirmada tras la lectura, donde una voz propia asoma con rotundidad sin pretensiones de crear escuela y con la inestimable virtud de desarrollar un discurso personalísimo e inimitable.
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