sábado, 31 de enero de 2015

Domingo 1 de febrero, Naufragios en el Laberint de Wonderland




Este domingo en el Laberint de Wonderland hablaremos de naufragios literarios. Empezaremos con Robinson Crusoe, continuaremos con La Balsa de la medusa y su historia real y cerraremos con dos coincidencias entre el Arthur Gordon Pym de Poe y Titán de Morgan Robertson.












Cada Domingo a partir de las 15h

Radio Nacional- Rne4

100.8 fm Barcelona

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Hotel Barcelona en El Diario



Esta semana hablé en El Diario sobre el nuevo eje de hoteles de Lujo de Barcelona y su relación el modelo de ciudad que se plantea. Puedes leerlo


aquí en catalán

aquí en castellano

viernes, 30 de enero de 2015

Barcelona 1912: el caso Enriqueta Martí en Passeig de Gràcia



Hoy aparece en la revista Passeig de Gràcia la charla que mantuve con el escritor Juan Soto Ivars en torno a Barcelona 1912: el caso Enriqueta Martí. Puedes leer la charla aquí

jueves, 29 de enero de 2015

Barcelona 1912: el caso Enriqueta Martí en el blog Tras las huellas de Heródoto



Normalmente no cuelgo la info de los blogs que hablan del libro, pero hoy quiero hacer una excepción, pues Iván Giménez se ha esforzado en desmenuzar los varios libros que hablan de Enriqueta Martí en su bitácora y creo que vale la pena mostrar su trabajo.


Aquí lo puedes leer en castellano

Aquí en catalán 

miércoles, 28 de enero de 2015

Diálogo con Carlos Pardo en NúmeroCero



La semana pasada apareció en Número Cero mi diálogo con Carlos Pardo en torno a su última novela, El viaje a pie de Johann Sebastian. Puedes leerla


aquí su primera parte

aquí la segunda entrega

lunes, 26 de enero de 2015

Expo 58, de Jonathan Coe






La virtud del tiempo congelado: Expo 58, de Jonathan Coe, por Jordi Corominas i Julián

Jonathan Coe, Expo 58, Anagrama, Barcelona, 2015 
Traducción de Mauricio Bach

Hay vida más allá de la santísima trinidad encarnada por Martin Amis, Ian McEwan y Julian Barnes. Alan Hollinghurst, Edward St. Aubyn, John Lanchester o Zadie Smith lo demuestran. Todos estos nombres tienen una narrativa que tanto por forma como por temática puede definirse como muy británica, pero quizá ninguno de ellos refleja de un modo más concreto este sentido de pertenencia a las islas como Jonathan Coe, quien a lo largo de su trayectoria se ha revelado como un pequeño gran maestro a la hora de pintar frescos de Historia contemporánea a partir de minucias cotidianas que adquieren carácter universal y muestran la evolución de la sociedad inglesa, sus virtudes y miserias.
La obra del novelista de Birmingham tiene está obsesión en la modernidad de su país, como si a partir del detalle de las vidas anónimas aspirara a captar los constantes estados de ánimo a través de las décadas. En Expo 58 repite la operación al tiempo que altera la estabilidad territorial porque así lo requiere la idea conceptual que se trae entre manos, donde el viaje de Thomas Foley de Londres a Bruselas traza la superación de fronteras individuales y colectivas.

Resulta interesante comparar la última entrega de Coe con Chesil Beach de McEwan desde una perspectiva que encaja a las mil maravillas en la elección de un mundo para poder exprimir una serie de ideas. La Inglaterra previa a The Beatles, la que dicen falleció con el funeral de Winston Churchill, era un lugar que no había superado el adiós a su pasado imperial y seguía sin intuir esos sesenta gloriosos que le confirieron un puesto privilegiado en el podio de enhebrar modernidad. Tanto McEwan como Coe coinciden en sus novelas al plantear su retrato de esos años de impasse desde las parejas, pero uno lo centra en la monotonía de un matrimonio apenas estrenado que transcurre sus horas en la mediocridad programada de las vacaciones y el otro elige a una pareja consolidada invadida por una monotonía que rompe la llamada para la capital belga con la misión de supervisar el buen funcionamiento del pub Britannia, uno de los mayores atractivos de la presencia de los de la Union Jack en la Expo famosa por el Atomium.



Thomas Foley avanza a medida que se acerca el momento de partir. De sentirse muy del terruño empieza a sentir un cosquilleo por la responsabilidad que le han encomendado. Su punto de vista personal, plagado de inseguridades y de la nostalgia de un pasado no vivido porque su madre es belga, se mezcla con la euforia general que preside el ambiente del certamen internacional, donde el tutti frutti de nacionalidades crea una atmósfera bien distinta a la de las oficinas de Baker Street, repletas de discursos anquilosados y un hedor caduco que impregna todas las estancias desde una extraordinaria resistencia a la renovación.

El evento de ese ya lejano 1958, con Europa aun lamiéndose las heridas de la Segunda Guerra Mundial pese a la esperanza de la concordia entre los pueblos, se configura en la novela como espacio donde desarrollar una trama que desde la normalidad más absoluta permite a Coe armar una metáfora del miedo al dualismo URSS-USA mediante los personajes centrales del relato, desde el misterioso ruso que come patatas Smith hasta la actriz norteamericana. Estos amigos del protagonista son la excusa para introducir el espionaje desde una vertiente seria aunque paródica, con esa especie de Hernández y Fernández que son Wayne y Radford, encargados de velar por la estabilidad de ciertas relaciones internacionales en las que intervienen secretos de Estado, la energía atómica y otras cuestiones vitales para la seguridad en plena Guerra Fría y el enfrentamiento entre los dos bloques.
De este modo el hombre sin atributos que es Thomas Foley se verá empujado a una esquizofrenia entre mantener su cordura rutinaria de Ulises fuera del hogar y defender la integridad querida por su gobierno. Las tentaciones surgen para ahondar en lo cómico de una medianía condicionada por las prácticas británicas, un pudor crónico y el temor a perder la magia de algo excepcional, otro factor que resume muy bien el porqué el autor ha ambientado Expo 58 en un recinto cerrado que sin embargo rinde muy bien como metáfora de ingenuidad del protagonista, que de las cuatro paredes de su domicilio pasa sin solución de continuidad a la miniatura de feria. Entre ambos, única salida a la verdadera libertad, sólo media un avión que avanza y retrasa la hora para que nada cambie y el conformismo domine aunque parezca lo contrario.



Quien haya leído con atención esta reseña habrá observado un cierto gusto por cajas chinas bien diminutas que desencadenan tormentas, calmas tempestades que dejan sus semillas y provocan reacciones en cadena. Pese a ellas el conjunto sigue congelado y una máscara se impone pese al deseo de progresar de una generación muy pendiente de las bondades estatales, maná que aprieta mientras suelta migas de pan. Pocos años más tarde serían los más jóvenes quienes romperían con esa tendencia y apostarían por insertarse en el sistema a través de rupturas contundentes que si revolucionaron el mapa fue porque la quietud ni siquiera las contemplaba, y el color que emanó de esa metamorfosis es atractivo por emoción, pero para determinados prosistas los tonos grises son idóneos para desarrollar lienzos que desde un grano de arena llenan enteras playas.

domingo, 25 de enero de 2015

Podcast de funerales de escritores en el Laberint de Wonderland



Hoy en el Laberint hemos hablado de funerales de escritores. La ruta empezó con el de Víctor Hugo, las carrozas avanzaron con Jacint Verdaguer y llegamos al cementerio con R. Darío y Pier Paolo Pasolini. Puedes escuchar la charla a partir del minuto 38 clickando aquí

viernes, 23 de enero de 2015

David Bizarro me entrevista en Número Cero sobre Barcelona 1912: el caso Enriqueta Martí



Esta semana David Bizarro me entrevistó para Número Cero y hablamos de Barcelona 1912: el caso Enriqueta Martí. Su entrevista, una de las más completas a lo largo de la promo, puedes leerla aquí

Domingo 25, funerales en el Laberint de Wonderland







Aunque parezca increíble a lo largo de la Historia algunos escritores han dejado una huella popular que se ha reflejado en sus exequias fúnebres. Por eso este domingo en el Laberint abordaremos el tema con cuatro grandes nombres:


1.- El funeral de Víctor Hugo en 1885

2.- El entierro de Jacint Verdaguer en 1902

3.- La muerte de R. Darío en 1916

4.- El funeral de Pier Paolo Pasolini, 1975.







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jueves, 22 de enero de 2015

Entrevista en Terrícoles de BTV sobre Barcelona 1912: el caso Enriqueta Martí



El pasado martes estuve en el programa Terrícoles de BTV, donde me entrevistaron para hablar en torno a Barcelona 1912: el caso Enriqueta Martí. Puedes ver la entrevista clickando aquí

martes, 20 de enero de 2015

El taller Masriera o el ninguneo de la Barcelona monumental en El Diario



Este domingo en El diario apareció mi artículo sobre el Taller Masriera, un lugar precioso de Barcelona más bien ignorado por sus habitantes, entre otras cosas porque nada se hace para dar a conocer estas joyas de la ciudad. Puedes leer la reflexión aquí


lunes, 19 de enero de 2015

Barcelona 1912: El caso Enriqueta Martí en "Aragón a la carta"



El pasado viernes en Aragón televisión Sergio del Molino recomendó Barcelona 1912: el caso Enriqueta Martí. Puedes escuchar su comentario a partir de 1h39 clickando en este enlace

domingo, 18 de enero de 2015

Podcast de ególatras en el Laberint de Wonderland





Hoy en el Laberint hemos hablado de algunos grandes ególatras de la cultura moderna. Empezamos la ronda con Stendhal, continuamos con Pablo Picasso, seguimos con James Joyce y cerramos la sección con Gabriele d'Annunzio. Puedes escucharla a partir del minuto 35 del enlace clickando aquí

sábado, 17 de enero de 2015

Domingo 18, Ególatras en el Laberint de Wonderland







Entre las salsas que movemos siempre nos sale una que termina por gustarnos,y esta semana hemos optado por abordar el tema de grandes ególatras del mundo cultural. La lista daría para 3809328032903232 programas, pero hemos optado por cuatro nombres


1. Henry Beyle, Stendhal y sus recuerdos de egotismo

2.- James Joyce, o quien hace que los demás supediten todo a su causa

3.- Pablo Picasso o el paradigma del ego que impone

4.- Gabriele d'Annunzio o el paroxismo.
















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viernes, 16 de enero de 2015

Y todo a media luz, de Maurizio de Giovanni



La hora de los secundarios: Y todo a media luz, de Maurizio de Giovanni.
Maurizio de Giovanni, Y todo a media luz, Barcelona, Lumen, 2015
Traducción de Celia Filipetto

Son ya seis las entregas que han llegado a nuestro país de las andanzas del Comisario Ricciardi, un hombre bueno y atormentado que desarrolla su actividad investigadora en la Nápoles fascista. A diferencia de muchos otros personajes el de Maurizio de Giovanni se enmarca en unas coordenadas especiales donde él, pese a ser el centro de las tramas, se ve rodeado de un estupendo elenco de segundas espadas que permiten al lector desear una nueva novela para ver cómo prosigue la suerte de cada elemento, desde su lugarteniente Maione hasta Enrica, ese amor inmortal que nunca llega porque mantener el suspense del mismo es un santo y seña de la serie.

Ricciardi está marcado por un poder que es su tortura. Puede escuchar las últimas palabras de los muertos allá donde va. Esta arma es magnífica para resolver los casos, pero le acarrea un malestar que impide su estabilidad sentimental, pues se niega a provocar la infelicidad de quienes le rodean, de ahí su aire taciturno y la dureza de esos ojos verdes que todo intentan escrutar.

En esta ocasión el paraíso será la clave que mueva todos los hilos, y sí, lo pueden interpretar desde un doble sentido. Un burdel es donde se sitúa el crimen de la Víbora, una bellísima prostituta asfixiada con un cojín en su habitación de trabajo. El crimen acaece a las puertas de semana santa y altera el equilibrio local en medio de las futuras festividades religiosas mientras emergen los sospechosos, nacen preguntas y la intriga crece sin prisa pero sin pausa.



Cuando uno se ha familiarizado con los procedimientos del padre de la criatura atiende algo más que la resolución de un asesinato. De Giovanni usa las pesquisas de su estrella como una biga maestra que permite construir el resto del edificio. De este modo los relatos periféricos se hilvanan con el principal para crear una simultaneidad casi cinematográfica que en algunos capítulos alcanza una excelencia que se mide tanto por el ritmo narrativo como por una más que sabia elección de las palabras que producen el encadenamiento de acciones, pensamientos y esperas de algo que nunca sabemos si llegará, desde el amor hasta las pistas que propician avanzar en la senda detectivesca, pletórica en plantear dudas al lector hasta las páginas conclusivas, otro aspecto marca de la casa que, sin embargo, me parece menos decisivo que otros puntos fuertes entre los que figuran dibujar el contexto con pocas y acertadas pinceladas o lograr una estructura narrativa que suscite un fuerte anhelo de devorar el libro en pocas sentadas mediante capítulos cortos, diálogos intensos y la introducción de continuos misterios.

Tal y como apuntaba en el párrafo anterior, en Y todo a media luz algunos secundarios habituales cobran una relevancia inaudita, sobre todo el doctor Bruno Moro y Nenita, el travesti informante. El primero, bien conocido en la ciudad partenopea por su antifascismo, sufrirá por su integridad física y mental, mientras el segundo activará sus resortes hasta el paroxismo entre sus relaciones con la prostitución y las órbitas del poder, donde también tendrá algo que decir la viuda Vezzi en su empecinamiento por seducir a Ricciardi.


En medio de todo este engranaje creo que hay un aspecto que merece ser remarcado. La comida es fundamental para entender las maquinaciones desde varios niveles, tanto de lectura como interpretativos. Por un lado tenemos el enamorado del pasado que recupera la belleza de la Víbora al encontrarla de casualidad en el lupanar al que acude para repartir fruta. En otra sección la joven Enrica aprende de la tía del comisario las recetas que permitirán conquistarle algún día, y mientras esto sucede la mujer del lugarteniente Maione se esmera en preparar un dulce napolitano que incluye una leyenda encantadora que sirve para reforzar la unidad  del clan familiar. El amor y la gastronomía se funden en un solo cuerpo que vuela en distintas direcciones según los intereses creados en el mosaico de peripecias de esa primavera de 1932 que deja las puertas abiertas hacia nuevas vueltas de tuerca en la evolución de las estaciones que marcan el devenir temporal de los sucesos de esa Nápoles envuelta entre múltiples brumas que cuesta mucho disipar. 

jueves, 15 de enero de 2015

Entrevista sobre Barcelona 1912: el caso Enriqueta Martí en El Asombrario

Jordi Corominas desenreda el mito de ‘La vampira del Raval’

por Anna María Iglesia
 

Conozco a Jordi Corominas desde hace más de diez años; lo conozco como amigo, comopoeta, como narrador y ahora finalmente como ensayista. Acaba de publicar ‘Enriqueta Martí. Barcelona 1912′ (Editorial Sílex), un ensayo en el que reconstruye la historia de laaparentemente asesina más famosa de Barcelona y en el que apreciamos paralelismos entre la Barcelona de hace un siglo y la Barcelona de hoy, tan preocupada por buscar personajes para su exitoso ‘parque temático’.
Conocida como “La vampira del Raval”, a Enriqueta Martí (1868-1913) la convirtieron en la asesina que nunca fue, su historia cruzó los límites de la Ciudad Condal y en aquel 1912 llenó centenares de páginas de periódicos. En la Wikipedia aún se la sigue denominando “la asesina en serie más mortífera que ha habido en España”, se le acusa de secuestrar a niños de entre 3 y 12 años para prostituirlos y de haber asesinado al menos a 12 menores; se explica que por los intereses de las clases altas el juicio se demoró para que no saliera a la luz tanto horror, y que murió por la brutal paliza que le dieron sus compañeras de prisión.
Jordi Corominas subraya que el mito perduró como las mentiras, y trata de desentrañarlas, de buscar la verdad en una reconstrucción histórica que le lleva a realizar un análisis histórico de la Barcelona post-Semana Trágica, a analizar el género periodístico de la crónica negra y a preguntarse sobre cómo nace un mito, sobre cómo nació el mito de Enriqueta Martí.
¿Por qué precisamente un ensayo sobre Enriqueta Martí?
Yo comencé a interesarme por la crónica negra por una serie de curiosidades, y me di cuenta de que es un tipo de información que necesita ser tratada de modo más serio, puesto que, por lo general, el prevalecer de la actualidad más inmediata lleva a que se cuente la noticia pero que se dejen muchos flecos aparentemente secundarios pero que completan y concluyen la noticia, es decir, que la configuran en su conjunto. Y como lo que a mí me gusta son las historias, comencé hace ya algunos años a escribir columnas en las que no sólo narraba el hecho criminal, sino también la vida de la víctima y la del criminal, para conseguir explicar la historia en su totalidad y conferir un contexto a este tipo de noticias que normalmente carecen de él.
Así que detrás de tu ensayo hay un interés previo de largo tiempo atrás y seguramente unas influencias literarias-periodísticas…
Sin duda, una influencia directa es la que ejerció la lectura de Dino Buzzati, en concreto de sus Croniche, pero también tuvo mucha importancia la antología Matar en Barcelonaque coordiné, en la que aparecía ya la figura de Enriqueta Martí de la mano de Javi Calvo, quien escribió un relato muy sui generis acerca de este personaje. Tras la publicación de esta antología, me llamaron de la Cadena Ser para ser el chico de los crímenes: cada semana tenía que contar la historia de un criminal y fue en ese momento en el que, entre tantos otros personajes, me volví a encontrar con Enriqueta Martí, protagonista de una historia muy truculenta que despertó mi atención. Empecé a investigar en la hemeroteca de La Vanguardia y descubrí que, llegado a un punto de la historia bastante avanzado, había un corte neto entre aquello que yo había pensado como real y aquello que verdaderamente había sucedido. Podía haber escrito sobre cualquier otra persona, pero con Enriqueta Martí me di cuenta de que había la posibilidad de desentrañar una mentira.
Al leer tu ensayo, que no por casualidad tiene por subtítulo ‘Barcelona 1912′, da la impresión de que Enriqueta es para ti una excusa para elaborar un ensayo historiográfico sobre la Barcelona de aquellos años, una crítica al periodismo de sucesos y un análisis sobre la construcción del mito.
Sí, Enriqueta, de hecho, me daba juego para muchas más cosas que la mera reconstrucción de su historia. Este verano leí mucho a André Gide, que tiene un libro que lleva, no por casualidad, por título No juzguéis, en el que cuenta el caso del asesino de Potiers y se detiene en el análisis de cómo la prensa se interesa por estos casos y siempre los reconduce hacia los aspectos más escabrosos y siempre los tremendiza. Tanto en Buzzati como en Gide, y es en parte lo que también he querido hacer en este libro, hay el intento de matizar muchas de las cosas que han rodeado un caso criminal, contextualizarlas y quitarles la pátina truculenta y tremendista que tenían. Se trata, a fin de cuentas, de desenmascarar mentiras para construir una especie de verdad, no de verdad absoluta puesto que si bien yo he escrito un ensayo, no deja de ser literatura. Y, evidentemente, al desenmascarar las mentiras hay también un ejercicio crítico hacia un determinado tipo de periodismo, a la vez que un análisis histórico del contexto.
Los mitos suelen ser construcciones que distraen de la realidad cotidiana. ¿Por qué nace el mito de Enriqueta Martí y qué lo motiva?
Se nos escapan demasiado las verdaderas razones por las que nace el mito, seguramente a causa de la dificultad en la traslación del nuestra mentalidad de 2014 a la de 1912. Hoy día nos resulta muy complicado entender el analfabetismo de la época y nos resulta aún más complicado entender cómo por entonces la tradición oral y el relato oral todavía tienen mucha fuerza, y estas son dos de las claves para entender el caso de Enriqueta y las posteriores exageraciones que dieron paso al relato mítico. Enriqueta se convierte en un mito que va más allá del vecindario, de hecho en 1912 su caso ya no es un relato oral circunscrito a un barrio, ni tan siquiera a Barcelona, sino que se extiende por toda España. Hemos de tener en cuenta que Enriqueta se convierte en un mito por el enorme eco que tiene en la prensa, un eco que se explica, entre otras cosas, por los numerosos casos de maltrato infantil y de secuestros de niños que por entonces acaecían en España. Cuando de repente, en un momento muy resacoso para Barcelona después de la Semana Trágica, aparece este caso, hay de inmediato un gran furor que se puede hermanar con el nacimiento de una prensa casi al estilo británico, es decir, una prensa de tabloide que necesita dar una noticia impactante cada día para que la gente vaya a los periódicos independientemente de la información útil que pueden dar.
Podemos decir, entonces, que el caso de Enriqueta Martí fue un medio útil para fomentar la distracción y la evasión entre la población.
Sí, por supuesto que sí. El caso de Enriqueta se comenta y se expande, en parte gracias a los periódicos, pero también porque los vecinos de Barcelona hablan del tema, es el tema por antonomasia de la ciudad con el que sus habitantes se distraen del día a día. El año 1912 es un momento en el que se están decidiendo grandes cosas, en 1914 llegará la Mancomunitat, sin ir más lejos; son meses en los que la alcaldía de Barcelona sufre gran inestabilidad y la ciudad, en general, vive el final del esplendor del modernismo. Evidentemente, Enriqueta sirve como distracción a todo esto y la prensa lo sabe: desde hace ya unos años se interesa particularmente sobre temas de este tipo porque sabe que despiertan interés, un interés que conviene a la prensa pero también a los poderes de gobierno. Esta tendencia de la prensa comienza, alrededor de 1910, con el caso de Almería, con el denominado “home del sac”, aunque con menor fuerza, en 1912 se recrea en el hundimiento del Titanic; la prensa está interesada en sacar todo el juego posible a casos de este tipo, ve en la historia de Enriqueta un nicho muy grande.
En la presentación de tu ensayo, Santiago Roncagliolo comentaba el gran interés que han despertado este año algunos casos de crónica negra –el caso Bretón, el de Santiago de Compostela…-, interés que se hace evidente por el mayor espacio que se le concede a este tipo de información en los magazines televisivos, e incluso en los informativos de mayor audiencia.
Siempre ha fascinado la muerte, y la muerte truculenta aún más. En España, además, somos muy dados al sensacionalismo; antes de la crisis, por ejemplo, el sensacionalismo rosa vivió su máximo apogeo y ahora estamos con el sensacionalismo de una crónica muy negra. No me atrevo a decir que este éxito de la información de sucesos empieza con Enriqueta Martí, puesto que hay casos anteriores que ya tuvieron mucha resonancia mediática, como es el caso del niño del Escorial, los casos de maltrato infantil en conventos eran habituales y durante la posguerra casos de este tipo siguen saliendo en la prensa una vez que el régimen ha bajado los brazos y se consolida.
¿Podríamos hablar del nacimiento de un género periodístico?
Efectivamente, la crónica negra inaugura un género periodístico de tipo narrativo, muy influenciado por la literatura, que es quien empieza a interesarse por este tipo de historias. Se trata de un género periodístico que no tiene su origen en España, en absoluto; nace principalmente en Francia y en Italia, aunque sin duda el primer gran referente del género lo encontramos en Inglaterra con el caso de Jack El destripador y, evidentemente, con los relatos de Edgard Allan Poe. Luego, en Italia, no podemos olvidar a Italo Svevo y, en concreto, su espléndido relato L’assassinio di via Belpoggio; la literatura por tanto es quien comienza a jugar con estos temas y el periodismo sigue sus pautas a tal punto que todavía en el siglo XX no ha conseguido desprenderse de la influencia literaria, influencia que no sólo se evidencia en el carácter narrativo de las crónicas, sino que se observa en la actitud de la prensa por despertar el interés de sus lectores más que por informar. En efecto, lo que me ha dificultado la investigación del caso de Enriqueta es que las crónicas que se dedicaron privilegian el estilo; los datos no son fiables, puesto que están al servicio de la narración.
Hoy gracias al mundo editorial, se puede separar la noticia breve de crónica de diario de la reconstrucción ensayística/narrativa. Pienso por ejemplo en la periodista Cruz Morcillo que ha seguido el caso de Asunta desde las páginas de su periódico y que lo ha reconstruido con todo detalle en el ensayo ‘El crimen de Asunta’ (Esfera de los Libros).
El ensayo evidentemente te da un espacio impensable en el artículo de diario y te permite profundizar mucho más, no dejar cabos sueltos. Dicho esto, el género de la crónica negra propiamente periodístico es un género que ha ido evolucionando y se han ido separando paulatinamente de la tradición literaria. Si consideramos las crónicas de Dino Buzzati, que tristemente no están traducidas al castellano, son crónicas literarias porque el autor ve los hechos de crónica como hechos literarios; a pesar de ello, Buzzati no deja de interesarse por la verdad de los hechos, va a los sitios, investiga, habla con los protagonistas, acude a los juicios. Los periodistas de 1912 en España intentaban hacer lo mismo, aunque la fiabilidad era menor y la información se daba de manera no del todo coherente. En efecto, al inicio de mi trabajo, yo me encontré con mucha información, muy dispersa y, a veces, muy contradictoria entre sí; de ahí la dificultad de encajar todas las piezas, reconstruir el puzle.
¿Pero cómo es posible que se crearan, se inventaran, tantas mentiras en torno a una persona tan anodina, tan normal y tan anónima como Enriqueta?
Una vez que salta la noticia del secuestro de Teresita y de que Enriqueta es la responsable, la prensa, o al menos ésta fue mi impresión, intenta construir la historia antes de que empiecen a saberse los datos concretos. Desde la policía y el Gobierno Civil, por otro lado, se hacen comunicados con desmentidos y afirmaciones varias, lo que provoca alarma social y que por la ciudad todo el mundo comience a hablar de lo ocurrido y, por tanto, que las versiones sean múltiples. No son pocos quienes dicen que el caso de Enriqueta sirvió para enmascarar casos verdaderamente graves de trata de blancas que tenían como destino último Francia, y es precisamente el carácter anodino y anónimo de Enriqueta lo que permite su utilización: nadie va a salir dañado de las posibles mentiras que sobre ella se viertan porque nadie la conoce, nadie puede desmentirla; además, como persona anónima, su destino, una vez pase el furor, ya no importará a nadie, está condenada al olvido.
Ella representa la miseria de la ciudad que no se ve y que cuando se muestra lo hace a través del prisma del crimen.
Exacto, a través de un prisma negativo, porque era precisamente aquella realidad de la que no se podía ni se debía hablar bien; es la realidad de la clase obrera y en la prensa escrita oficial había una ley no escrita que impedía hablar bien del obrerismo. A todo esto hay que tener en cuenta que el relato criminal de Enriqueta, así como el continuo relato negativo de la sociedad obrera y más humilde que se hacía en la prensa, tenían entre otros objetivos el moralizar, mostrar cómo las clases bajas no tenían una conducta apropiada según los cánones de la burguesía, donde supuestamente no sucedía nada parecido a lo que sucedía en las zonas más humildes de la ciudad. Estos relatos bajo un prisma tan negativo eran moralizantes e inculpatorios, a la vez que subrayaban la educación y el orden de la clase burguesa.
Aunque Enriqueta vive en distintas zonas de Barcelona, su caso se concentra en el Raval, barrio que todavía hoy sigue mostrándose bajo un prisma negativo y que por entonces se contraponía de forma radical al Eixample burgués.
El Eixample, sobre todo y como tú dices, el Eixample de aquellos primeros años del siglo XX, representaba el esplendor, el florecer y la gloria urbana, todo lo contrario del Raval que, en sus inicios, debía ser el sitio de las fábricas, pero que pronto se convirtió en tierra de nadie al desestimarse el plan de instalación de fábricas. De hecho, si hoy paseas por sus calles, verás que sus casas datan todas de mediados de 1800, no hay edificios modernos, porque fue un barrio completamente abandonado a su suerte. El Raval apenas ha sido objeto de mejoras y de reformas.
La única reforma fue la construcción de la Rambla del Raval que provocó aumentos de alquileres y por tanto obligó a muchos vecinos a cambiar de zona.
La construcción supuso todo esto y más, puesto que la apertura de la rambla del Raval no responde sólo a cuestiones estéticas y de interés turístico, sino a la voluntad de abrir calles amplias para un mayor control y para la dispersión, pero sin resolver las problemáticas vinculadas a la delincuencia que ahí se concentraban. Abrir grandes calles era la manera de eliminar callejones muy difícilmente controlables y así poder tener un control visual y estratégico por toda la zona.
Ésta es la gran lección que nos ha legado Hausmann tras su reforma en 1870 de París.
Sí, es la misma lección que se aplicó en Barcelona en los años en los que vivió Enriqueta, cuando se decidió abrir Via Laietana, pero es una lección que se aplicó sólo en ciertas zonas de la ciudad. En 1912, el Raval era una zona peligrosa, principalmente porque no interesaba a la autoridad policial, era una zona abandonada a la que se acudía solamente en casos de graves alborotos, que siempre eran difíciles de controlar a causa de la estrechez de las calles. El reverso de la medalla era que la vida cotidiana del Raval era muy libre, no estaba reglamentada con en las zonas burguesas.
Describes una Barcelona, la de 1912, marcada por la desigualdad social, por la abierta confrontación entre los barrios populares y las zonas “bien”, ¿una confrontación que sigue siendo actual?
La confrontación sigue siendo evidente hoy día, aunque ciertos límites tan abruptos se han ido borrando. En aquellos años tenemos una Barcelona muy concentrada, una Barcelona en la que los ricos siguen paseando por las ramblas, los nuevos ricos se instalan en el Eixample, en la que se construye el Palau de la Música para que los nuevos ricos tengan el acomodo que la aristocracia y la alta burguesía tradicional ya encontraban en el Liceu y en la que se construyen nuevos edificios para la nueva clase burguesa de gran ornamentación, de estilo medieval con el claro fin de la ostentación de clase. Al otro lado tenemos la periferia que se define como un sustrato muy pasoliniano, es el tercer mundo dentro del primer mundo.
Un emblema de Barcelona es el Liceu que tú describes en el ensayo: el Liceu es todavía hoy el lugar de encuentro cultural de la alta sociedad, pero inmerso en una realidad que le es ajena, por un lado las Ramblas y por el otro el Raval.
El Liceu tiene una localización extraña y con una historia particular: Las Ramblas, como decía Washington Irving en el siglo XIX, era la avenida inter-clasista por excelencia, lo que sucede es que hoy día esta avenida inter-clasista se ha convertido en una especie de parque recreativo que oculta algo muy barcelonés como la formulación de apariencia constante para dar una idea de orden inexistente. Barcelona es una ciudad muy conservadora, porque este privilegio de ser conservador corresponde a unos pocos, los demás aspiran a ello o, como sucede tanto en la época de Enriqueta como en la actual, mejorar sus condiciones sociales.
El año 1912 es el momento en que se comienza a construir la marca Barcelona: se abre la Laietana, se inaugura el Palau de la Música, se construyen nuevos edificios en el Eixample. Se construye la primera imagen para el exterior de la Barcelona de hoy.
Sí, aunque yo no diría que se ponen unos cimientos, sino que se consolidan, pues esos cimientos ya estaban muy bien implantados en la ciudad. La diferencia respecto a etapas anteriores es que, si bien la precariedad resulta inmensa hoy día, no sé si comparable, pero sí muy profunda, no tenemos una clase burguesa tan organizada como la de antes. La clase obrera de entonces ha sido reemplazada por la clase inmigrante, la nueva clase marginal. En este sentido, y como te decía antes, la confrontación, a pesar de los posibles matices, no ha cambiado, sigue presente en la ciudad como reflejo de la sociedad. El régimen de entonces, que era el régimen de la Restauración, pasó una agonía muy larga, una agonía que duró hasta 1923 y que se parece mucho a la actual; la sociedad barcelonesa ya tenía estas prerrogativas, quizás más marcadas entonces, de una aristocracia muy fuerte y muy limitada, una burguesía muy consolidada, que no puede identificarse con la clase media de hoy, pues no existía entonces la clase media, y un amplio espectro de clase baja que constituía la mayoría oculta. Las sociedades de entonces y de hoy se parecen y, más allá de cuestiones económicas, hay alguna conexión entre ambos momentos que propicia que de forma aparentemente inesperada en 2006 se recupere la figura de Enriqueta Martí.
¿Y a qué se debe esta recuperación?
Es extraño, pero 2006 es el año en el que surge el caso de la asesina de ancianas y esto despierta enseguida las comparaciones, y Enriqueta se convierte en el referente, puesto que Barcelona no es una ciudad de serial-killers y, por tanto, de inmediato se emparenta a estas dos mujeres muy distantes en el tiempo. En este proceso de recuperación de la figura de Enriqueta, se suman la publicación de distintos artículos, de alguna novela que aprovecha el caso desde el lado de ficción, se producen obras de teatro, un par de documentales e incluso una exposición. Todo este proceso de recuperación y aprovechamiento de la figura de Enriqueta a mí me hace pensar en la deriva que está tomando la ciudad de Barcelona para convertirse en un Parque Temático, donde cada elemento interesante debe tener una figura representativa y, en este caso, Enriqueta es el arquetipo de la asesina de Barcelona.
Es decir, Enriqueta se ha convertido en una atracción turística, incluso con recorrido por los escenarios de su historia…
Sí, se convierte en una atracción, pero desde la mentira de su historia, puesto que no hay interés por saber exactamente quién es Enriqueta y qué es lo que verdaderamente ocurrió con ella, de qué es culpable. Se le ha acuñado la etiqueta de “la vampira del Raval” para crear más impacto, pero a Enriqueta nunca se le había llamado así, en ningún artículo de la época aparece esta denominación. Se ha aceptado la mentira porque, al fin y al cabo, dentro del parque temático es útil y lógica su función; el caso de Enriqueta tiene todos los atractivos posibles: el atractivo del pasado, el atractivo que suscita por el hecho de que la protagonista es una mujer, el atractivo de la presencia de niños, que siempre despierta más morbo, y tiene el atractivo de haberse convertido en un caso exageradamente macabro, aunque la verdad de los hechos sea mucho más simple y no tiene nada ni de morboso ni de macabro.
Javier Cercas afirma, en relación a Enric Marcos, que él no quiere justificar, pero sí comprender. ¿Compartes esta misma intención respecto a Enriqueta? ¿La quieres comprender, aunque no la justifiques?
He intentado comprenderla, pero mi comprensión de Enriqueta me ha exigido por una parte llegar lo más aproximado posible a la verdad, puesto que no se puede hablar de una verdad absoluta, para después, eliminadas las capas malas, de mentiras, acercarme a Enriqueta de forma directa, sin intermediarios. Por otra parte, la comprensión me ha exigido también un estudio del contexto, del espacio urbano, del momento social en el que se enmarca Enriqueta y en el que suceden los hechos. A mí me obsesiona mucho en todo lo que hago, ya sea poesía, novela o ensayo, hacer que el protagonista sea protagonista junto al espacio en el que da sus pasos; me obsesiona mucho el espacio, sobre todo el espacio urbano, y por ello en este libro he intentado saber cómo era a partir de cómo era la Barcelona de 1912.
Haces aflorar el relato urbano.
Puesto que sabía que me iban a faltar datos de Enriqueta, que me era imposible descubrirlo todo de ella, lo mejor que podía hacer era intentar ver por dónde se movía, cuál era su ambiente y de esta manera no sólo comprenderla mejor, sino también rellenar los vacíos que encontraba.
Si olvidamos por un momento el caso de crónica negra, puede establecerse un paralelismo entre tu obra y la de Sergio del Molino: reconstruís histórica y geográficamente un momento concreto a partir de lo cotidiano y de un personaje anónimo.
A mí siempre me ha interesado mucho lo cotidiano y su normalidad; de hecho, mi última novela se titula José García, que es el nombre más normal y más común de todos. A mí la normalidad me parece algo narrativamente épico, aunque no sabría tampoco decir si se parece a lo que hace Sergio. Sí es cierto que entre lo que hace Del Molino y Cercas y, puede que allí es donde yo me inscriba, hay dos elementos en común: el tratamiento de la normalidad como base y el tratamiento realizado con el fin de desmontar una mentira para comprender una realidad.
¿Desmontar una mentira?
Puede que no sea precisamente desmontar una mentira, pero sí la intuición de que hay piezas que no encajan, que son contradictorias, y por tanto tratar de reconstruir el escenario en su totalidad para comprender al personaje. Por esto mismo, Javier Cercas sitúa con gran precisión a su protagonista en el marco histórico; sin ese contexto no se podría llegar a comprender a Enric Marcos.
Cercas define ‘El Impostor’ como una novela sin ficción; sin embargo, yo creo que escribir ya es hacer ficción, la escritura es re-creación…
Una vez te explican algo y tú decides plasmarlo en papel, ya mientes porque no tienes la exactitud del relato.
Pero la ficción no es mentira, es ‘sólo’ ficción.
Entiendo lo que me dices, aunque sinceramente yo no creo que haya ficcionalizado el personaje de Enriqueta Martí, aunque sí es cierto que el ensayo ha intentado tener una prosa y un estilo menos férreos de lo que se suele encontrar en los textos ensayísticos. Me gusta que el lector respire el ensayo como si respirara una novela. Sin embargo, mi mayor obsesión ha sido que todo fuera muy preciso, no quería dejar ningún cabo suelto, quería dejar cerrado el asunto y que el tema de Enriqueta desapareciese de la supuesta actualidad que puede tener y que desapareciese de mi campo, muy nutrido de obsesiones.

miércoles, 14 de enero de 2015

Trilogía "Las grandes familias", de Maurice Druon en Revista de Letras

EL LENTO VALS DE LA DEBACLE

Foto: David Lladó
Foto: David Lladó
He oído en más de una ocasión voces pesimistas que arguyen la imposibilidad de una literatura extensa en nuestra época. Gran parte de la cultura actual parece adaptada al devenir de un tiempo veloz donde, entre otros productos, las series demuestran que el consumo y el arte van unidos por el paradigma de una velocidad donde el disfrute y las prisas se hermanen.
En este sentido es posible que el cine no permita en un futuro el goce de Muerte en Venecia deVisconti. En esta hipótesis sus planos lentos serán insoportables para alguien acostumbrado a la mentalidad del videoclip con sus cortes fulminantes para que el cerebro funcione como un cohete en su dispersión. La longitud tiene bastante qué ver con las formas hegemónicas de un período. El nuestro es audiovisual desde una fragmentación que al final genera una unidad de relato.
Libros del Asteroide
Libros del Asteroide
Hace setenta años, cuando la televisión aun no se había instalado en los hogares europeos, aun quedaba un fuerte regusto de una larga tradición decimonónica que prefería obras de largo respiro que recuerdan el tiempo lento de los primeros viajes en tren. De La Comedia Humana de Balzac a Las grandes familias de Druon media una centuria que entre ambas perlas tuvo la legendaria Recherche de Proust. Tres indicios para una costumbre que apunta una serie de elementos comunes en estas ideas literarias de altos vuelos.
La saga, la necesidad de contar una historia desde un detallismo obsesivo que permita captar una evolución, tiene desde mi punto de vista dos virtudes fundamentales. La primera radica en la elaborada construcción de todos los personajes, con sus rasgos individuales característicos que les dan forma en el armazón del conjunto. Sus vicisitudes serán una importante piedra de toque que deberá mantener la construcción entre dichas y desgracias a partir de su origen social, carácter y modo de moverse por la existencia. Todo el reparto interactúa en una tela de araña muy bien hilvanada, siempre que el autor sepa mover bien a sus marionetas, que nos lleva a la segunda, consistente en el contexto, imprescindible, pues este tipo de novelas narran el devenir del individuo dentro de la inevitable Historia con mayúscula, protagonista oculta que condiciona todos los movimientos del texto, como si se tratara de una gran directora de un baile donde hasta los triunfadores están condenados de antemano.
Proust lo comprendió muy bien con la última parte de su monumento. Después de 1918 el mundo ya no sería el mismo y sus detalladas pesquisas anteriores podían tener una continuidad hacia el entierro absoluto de un universo extinto tras la paz de las trincheras. Maurice Druon, más conocido en la actualidad por Los Reyes malditos, optó por contar esta disolución justo en el instante donde esa decadencia se desvanecía para engendrar otra que antes debería pasar por un esplendor previo al derrumbe.
Es hermoso imaginar a un joven de la Resistencia en plena cavilación de su gran epopeya novelesca justo después de terminar la Segunda Guerra Mundial. En vez de decantarse por la barbarie nazi optó por centrarse en la historia de dos familias de variado abolengo, los Schoudler de prestigio financiero y los La Monnerie con su prestigio plural, que recorren el período de entreguerras entre unos fastos que abocan su celebridad a un pozo sin fondo, precipicio que es asimismo la crónica pormenorizada del ocaso de una sociedad que se creyó invencible y al despertar entendió la resaca de la derrota.
Para ello decidió enfocar su creación desde la trilogía para abarcar a todos los miembros de los clanes. Las grandes familias, con su magistral introducción, nos situa en la acción con un abanico de escenas donde el lector avezado podrá entender que todas las cartas están sobre la mesa. La muerte del poeta Jean de La Monnerie reúne en una misma habitación a los implicados en el asunto con el añadido del médico Lartois y Simon Lachaume, verdadero protagonista del libro, Rastignac avanzado que circulará por los tres volúmenes en un constante ascenso donde sabrá aprovechar sus oportunidades mientras se fascina y detesta por igual el prestigio nobiliario en retroceso de los que le rodean en sus aventuras.
No deja de ser admirable cómo plantea Druon las múltiples teselas del espíritu humano en cada uno de sus personajes. El galeno es un cínico que ama su profesión como pocos. El matrimonio de François y Jacqueline huele a dechado de virtudes envuelto en una maldición. Los niños son inconscientes como su abuelo, quien habló con Talleyrand y contiene en su interior a Europa entero por lo vivido durante más de nueve décadas, informaciones dignas de asombro que no sirven para nada por la metamorfosis de las costumbres y el cambio político acaecido en un visto y no visto.
Las grandes familias es una gran novela de París que sigue en sus dos siguientes entregas. En todas ellas los exteriores describen con pinceladas lugares atiborradas de una calma nostalgia, zonas conocidas de la ciudad de la luz que son pequeños escenarios de una tragedia. Las andanzas derrochadoras de Maublanc muestran los entresijos nocturnos de la capital francesa y nos conducen a la otra arribista, la corista Sylvaine, tan delgada en sus inicios que sólo con el relleno de su silueta se lograrían milagros.
Ella, junto a Jacqueline de la Monnerie, es el foco central de La caída de los cuerpos. En este segundo pasaje de la trilogía ya no nos abrumamos ante la ferocidad con que se narran muertes y ascensos, vómitos y celebraciones. El gran burdel brinda un sinfín de situaciones idóneas para hurgar la herida, y aquí se aparece en mi cabeza que la mención inicial a Visconti no era en absoluto casual porque permite enlazar la arquitectura trazada por Druon con Thomas Mann y sus Buddenbrock, inspiración directísima del director italiano para su La caduta degli dei, filme de 1969 donde mediante la descomposición del clan firma una arrebatadora coreografía de la degeneración, también presente desde otra perspectiva en el autor galo, célebre en sus últimos años por su obstinada defensa de una lengua conservadora que defendió desde la secretaria de la Academia.
En la trilogía todo son tejemanejes urdidos con más o menos inteligencia. La palma se la lleva Simon Lachaume por un motivo claro y meridiano: es el único ser que sabe gestionar su sangre fría que por otro lado no está viciada por las convenciones nauseabundas del dinero y la pertenencia a una estirpe.
A diferencia de los demás, baste como ejemplo la despiadada actitud del dramaturgo Wilner con las aspirantes a vedettes, Lachaume es un ser de su tiempo histórico que para sobrevivir requiere comprenderlo con exactitud. Eso le conferirá unos réditos únicos en su carrera de los honores mientras lo que le rodea se hunde en una niebla muy densa que presagia el vals de los adioses, y quizá por eso los acontecimientos negativos de los Schoudler-La Monnerie, por muy insertados que estén en el devenir histórico, tienen el tufo del pasado, como si sus peripecias estuvieran labradas con telas de otro momento y se agotaran por caducas.
Y para ello tenemos el último viaje. Cita en los infiernos es el equivalente que Druon monta con la Venecia proustiana. La urbe de las lagunas sirve al narrador para ilustrarnos el toque final de la defunción de un modo de sentir Europa, forma apabullada por la virulencia de los años treinta y el empuje de otra criatura. Balbec aquí sería el castillo de Mauglaives, en ruinas sin que importe su reconstrucción desde lo nefando encarnado en Jean-Nöel. El pequeño de la saga es, junto a su hermana Marie-Ange, el rey absoluto de este sector de la novela. Su miserable juventud le introduce en salones donde intima demasiado con las anfitrionas y conoce a homosexuales que se encandilarán por su sucio brillo, hombres con tantos apellidos y distinciones que por sí solos encarnan lo pretérito en su cuerpo. El viaje a Italia y la resolución mostrarán la conciencia del fin con estrépito, y lo mismo acaece con su compañera de juegos infantiles, bella pero empeñada, en el sentido literal de la palabra, a ser una maniquí de modistos y una amante de altas instancias entre el decorado de la Exposición Universal de 1937 y la inminencia del ruido de tambores bélicos. La fortuna se ha dilapidado y quedan las sombras, tristes reflejos mientras los nubarrones dominan el cielo.
Sería extenderse demasiado hablar del estilo de Druon. Su prosa, medida y certera al disparar sus infinitas bombas, tiene el toque de la literatura que permanece, tanto por su endiablada habilidad con los diálogos como por las pausas narrativas que navegan hacia la fusión total ladramatis personae, donde las carnes, los ojos y la desdicha caminan de la mano porque el destino, que vertebran los hombres sin saberlo, ha unido al elenco para caer en el mismo precipicio. Ninguna pieza desentona y todas lucen porque el narrador ha sabido urdir su intención con un esmero que no debemos desterrar en el acelerón del siglo XXI, desde la lección y el disfrute.