martes, 29 de diciembre de 2009
Matar en Barcelona en La Vanguardia digital: entrevista+Vídeo
De un planchazo en la cabeza, diseccionando cabeza y extremidades, con explosivos, ahogando en bolsas de plástico...
"En Barcelona se mata mucho" y "de muchas maneras", asegura Jordi Corominas, editor junto a Ana S. Pareja del libro Matar en Barcelona (Alpha Decay).
Este singular volumen pretende "articular otro relato de lo que es Barcelona" recuperando -en forma de relato ficcionado a cargo de 12 autores noveles en el género negro- algunos de los asesinatos más famosos que han tenido lugar en la ciudad.
Desde el caso de la llamada Vampira del Raval -que en el año 1912 secuestraba, prostituía y asesinaba a niños para beneficio de la alta sociedad barcelonesa- hasta casos mucho más recientes como la asesina de ancianas o el asesinato de Anna Permanyer, todos ellos ocultos bajo un enigma que el lector tendrá que descifrar.
Esto libro es la segunda parte de una trilogía iniciada con Odio Barcelona y sigue llevando la contra al "márketing" institucional que presenta una ciudad "muy bonita y donde todo es maravilloso".
-¿Cuánto hay de realidad y cuánto de ficción en los relatos?
Ana S. Pareja (AP): Son piezas de creación literaria: hay todo de realidad y nada de realidad, o todo de ficción y nada de ficción. Al final tomamos la decisión de eliminar todos los nombres reales y de borrar las pistas porque los crímenes son bastante recientes y nos preocupaba herir sensibilidades de familiares o de amigos de las víctimas. Muchos de los asesinatos son bastante duros y todavía están muy recientes. Además, así también se plantea el juego con el lector para ver si es capaz de identificar los casos.
-¿Qué se descubre viendo la ciudad a través de sus asesinatos?
Jordi Corominas (JC): Una de las principales intenciones de este libro es crear mapas fantasmas de Barcelona. Estamos en una ciudad que tiene una potente estructura de márketing para consigo misma. Hay "BCN" y luego hay "Barcelona": Barcelona la pisamos y BCN es institucional. Eso marca la historia de la ciudad, en el sentido de que está escrita de una manera muy favorable, muy bonita… Todo es maravilloso.
-Pero la realidad no es así…
JC: En toda ciudad hay tragedias, desgracias y crímenes simbólicos que marcan época y que ayudan a entender la época donde suceden. Estos crímenes pueden ayudar a articular otro relato de lo que es Barcelona. La Vampira del Raval muestra muy bien las virtudes (pocas) y los defectos (muchos) que tenía la Barcelona de 1912. Hace poco hubo un crimen, cerca de donde estamos [se refiere al asesinato de la calle Santaló], que también sirve para mostrar una nueva Barcelona.
-¿Con esta triología tratan de desmontar el mito de la BCN bonita?
AP: Odio Barcelona, que fue el primer libro de la trilogía, sí iba más en esta dirección. Es de hará casi dos años, cuando el tema de la crisis ya estaba muy álgido: contratos basura, alquileres demasiado altos, problemas urbanísticos... También fue la época álgida de todas estas manifestaciones brutales en los medios relacionadas con "BCN-sonrisa" y todos estos labels o constructos institucionales.
-¿A qué se refiere?
AP: Desde el Ayuntamiento se intenta exportar esta cara amable y alegre de la ciudad, cuando en realidad todos los que vivimos aquí sabemos que en Barcelona hay muchos problemas que entorpecen nuestro día a día y que son un incordio. De alguna manera, se trataba de dar un contrapunto a la Barcelona que ven los turistas y que se intenta imponer a toda costa y que considerábamos que no era muy auténtica ni veraz. Ahí empezó toda la historia de Odio Barcelona.
-¿Y ahora vuelven a la carga?
AP: Esta segunda parte no es tan reivindicativa o punk, si se quiere llamar así, sino una manera de reconciliarse con la ciudad. Nos vuelve a interesar escarbar en lo que pasa realmente aquí. Los crímenes son una parte oscura y desdibujada de la ciudad, una forma diferente de mirar a la ciudad, de recorrer su historia pasada y presente y de intentar profundizar en el lugar donde vivimos. Al fin y al cabo, es lo que nos interesa.
-¿Qué han descubierto sobre cómo se mata en Barcelona?
JC: En Barcelona se mata de muchas maneras. Un día pusimos en Google Maps toda la información de los crímenes que salen en el libro y vimos que la zona alta y el puerto estaban plagados. En el centro también hay crímenes, pero los más notorios han sucedido en la zona alta de la ciudad.
-¿Tiene alguna explicación esta concentración?
JC: Quizás lo mediático. A diferencia de otras ciudades, en Barcelona el crimen suele ser muy sutil. No digo de guante blanco, pero sí muy sutil. En Madrid es más bestia. En la zona alta de Barcelona hay crímenes que parecen mucho más discretos, que buscan la perfección. Sus autores quizás creen que no van a salir a la luz por su posición social o por el dinero empleado, pero el hombre es imperfecto y siempre hay un pequeño defecto que hace que finalmente emerja toda la mezquindad que implica el crimen y deje a la zona alta como la zona maldita de esta ciudad. Es muy curioso y creo que se repite en otras ciudades.
-¿Y el puerto?
JC: Es una zona muy fácil de crimen porque se puede tirar directamente el cadáver al mar. En Barcelona se mata mucho, pero el crimen tampoco es algo que pase cada día. No es que cada día la gente mate, apuñale o envenene. No. Hay crímenes que acaban siendo especiales porque tienen un punto de normalidad que, al mismo tiempo, es anómala.
-¿Hay algo que caracterice a un asesino?
-Los asesinos no son dioses, son personas muy normales. Todos podemos ser un asesino. Ahora digo esto y la gente dirá "uuuuhhhh"… Pero todos podemos serlo. A ver, por suerte la mayoría no lo somos, pero los asesinos son personas normales, que tienen trabajo y sentimientos. Algunos de ellos, como la mayoría de la gente, tiene patologías. Hay patologías que quedan dentro del ser humano e impiden que se desarrolle y se fomente la violencia, pero hay personas que no pueden resistirlas y estallan. Pero son personas normales. Y yo creo que esa es un clave del morbo que genera en nosotros la muerte criminal.
-¿Estas investigaciones le han llevado a conocer bien la mente criminal?
JC: Bueno, podría conocerla mucho mejor [Ríe]. En Barcelona hay asesinos y asesinatos míticos. Jack el Destripador, por ejemplo, es el caso emblemático de asesino famoso porque es anglosajón, pero la Vampira del Raval también actuaba en un contexto de lucha de clases, en una zona obrera muy perjudicada y su historia fascinante. Quizás si Enriqueta Martí se hubiera llamado Kate Middleton sería famosa en todo el mundo.
-¿Con qué móviles y herramientas se mata en los casos del libro?
JC: De todo un poco. Hace 4 o 5 años dejaron en la playa de la Barceloneta una bolsa de deportes con un cuerpo descuartizado y sin cabeza ni extremidades, para que no se pudiera reconocer... Aunque al cabo de un año salió a la superficie la cabeza. Ahí usaron cuchillos y elementos de disección o quirúrgicos. En el caso de la maleta, de 1929, fue a base de golpes de plancha en la cabeza. También hay violadores, el asesino librero, explosivos en el caso Bultó, bolsas de plástico… Hay mil métodos de matar y cada relato del libro obedece a una manera diferente.
Para ver el vídeo: http://www.lavanguardia.es/ciudadanos/noticias/20091229/53852451672/el-mapa-de-asesinatos-deja-la-zona-alta-de-barcelona-como-maldita-bcn-raval-kate-middleton-anna-perm.html
lunes, 28 de diciembre de 2009
Martes 29, El crimen del Ritz en la Hora-L, Radio Barcelona-Cadena SER
La semana pasada la lotería para la mayoria hizo que no pudiéramos emitir el programa dedicado a un crimen de 1956. Entramos en la habitación 523 del Hotel Ritz y vemos un cuerpo exánime, muerto en la cama. El millonario indio Mulhrad Chandrai fue la víctima de un asesinato que se resolvió, en parte, gracias a la pobreza y estrechez de miras de la España Franquista. A veces una nota de color puede ser providencial.
Escribí sobre el caso en Bcn Week, podeis ver el artículo en este enlace: http://corominasijulian.blogspot.com/2009/10/el-crimen-del-ritz-en-bcn-week.html
Crímenes en la Hora-L
Cada martes a partir de las 13.06 minutos
Radio Barcelona-Cadena SER
96.9 FM
666 AM
sábado, 26 de diciembre de 2009
Domingo 27 de diciembre, Loopoesia cierra el año en Heliogabal
Heliogábalo murió el 11 de marzo del 222 dejando una estela de lujuria,perversión y adoración solar....casi dos milenios más tarde unos chicos de Gracia decidieron abrir un local con el nombre del Emperador romano y optaron por dar al domingo una noche poética.
Ha sido un año muy intenso y lo cerramos en uno de los mejores locales de Barcelona. Aportaremos novedades que serán más visibles en 2010,os anticipamos cosillas.
1.- El anónimo toledano se ha ido de vacaciones a la Pérfida Albión, volverá en enero....su sustituto será un aguerrido maniquí que lo dará todo para que no se note la ausencia de nuestra querida mitad de proyecto loopoético. Anónimo,te queremos.
2.- Presentaremos un borrador de las proyecciones 2010....nos traumatizaron en una fiesta de cumpleaños: el resultado es asombroso
3.- Bettina supo que su marido estaba vivito y coleando en Brighton. Nos ha abandonado,pero este domingo os presentaremos a Laura Farigola Romaní, una diva de los años veinte.
4.- Jean Martin du Bruit tiene miedo. Desde nuestro blog pedimos vuestro incondicional apoyo para que este domingo la actuación sea el broche de oro de un año extraordinario.
Especial Loopoesia navideña
Domingo 27 de diciembre 21 h 30 minutos
Heliogabal
Carrer Ramón y Cajal 80 ( al lado del metro de Joanic)
Precio de entrada: 4 euros
Después iremos de copas y a perpetrar inocentadas.
Loopoesia es amor
viernes, 25 de diciembre de 2009
Otro inédito de regalo: El metro
El metro
Santa locura veinteañera
(documentales heroicos)
Diecinueve horas
( un ojo hinchado sin luz diurna)
Dieciocho pausas
( respiración cutánea)
Diecisiete músicos reglamentados
(soldadesca limitada)
Dieciséis libros forrados
(vergüenza lectora)
Quince miradas fugaces
(amore che viene, amore che va)
Catorce entrevistas espontáneas
(amigos y vecinos)
Trece mendigos protestando
( barbas voraces barcelonesas)
Doce revisores sin trabajo
(germanización catalana)
Once insultantes chicas
(me enamoro cinco segundos)
Diez quejas inútiles
(¿Quién denuncia a la denuncia?)
Nueve luces fundidas
( apaños menores)
Ocho atroces transbordos
(incubos maratonianos)
Siete puertas de seguridad
( cristal con porras)
Seis paradas en obras
( rutina pasajera)
Cinco insectos en conserva
( toallas y candados)
Cuatro besos mal dados
( música para los labios)
Tres rampas sin minusválidos
( lo arcaico de dolmen)
Dos escaleras con desorden
( filas de pausa y prisa)
Un subterráneo como la superficie
( obvio paralelismo)
Metro
Poema y foto: Jordi Corominas i Julián
Etiquetas:
Poesia
jueves, 24 de diciembre de 2009
Por Navidad os regalo un poema inédito
Me ha dado este punto y os regalo un poema inédito de un futuro poemario de Barcelona. El formato del blog lo desluce, pero espero que os guste. ¡Feliz satrapía!
Plaza Lesseps ( O el Coliseo se construyó en ocho años)
A Carmen Ortega Chamorro
Documento básico,
Seguridad estructural.
Parte 1
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Longevidad pública
DB-SE
Ratas de alcantarilla
DB-SE
377 KB
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Cascos amarillos
DB-SE AE: Acciones en la Edificación
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Doble vial
DB-SE C: Cimientos
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Bloqueo artificial
DB-SE A: Acero
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Mosqueo colectivo
DB-SE F: Fábrica
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Campaña electoral
DB-SE M: Madera
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Comisión, poco obrera
DB-SI: Seguridad en caso de incendio
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Champanes municipales
DB-SU: Seguridad de Utilización
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Ruido ambiental
DB-HS: Salubridad
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8 ½ sin arte
DB-HR: Protección frente al ruido
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Derrumbe del diferencial
DB-HE: Ahorro de energía
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Espacio público demencial
Consultas sobre los documentos básicos DB-SI y DB-SU
340 KB
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Documento básico,
Seguridad estructural.
Plaza Lesseps
(fallo en la memoria cronológica)
Foto y texto de Jordi Corominas i Julián
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Poesia
domingo, 20 de diciembre de 2009
Diez días en un manicomio en Revista de Letras
Investigando en la fábrica del desquicio: Diez días en un manicomio por Jordi Corominas i Julián
Observo con detenimiento la fotografía de Nellie Bly. Parece joven y su pose para la imagen transmite fuerza y determinación. Su mirada trasluce inteligencia y un aire entre cándido y arrogante, como si supiera de su tarea pionera en el periodismo femenino. Es femenina, tiene cintura casi de avispa y viste con elegancia al uso, dama burguesa que ha ganado su posición con valentía.
Hace un mes escribíamos en estas mismas páginas sobre la buena noticia a nivel editorial que supone la aparición de editoriales centradas en una literatura concreta. Si Nevski Prospects ama a Rusia, Ediciones Buck adora a Norteamérica. Por una vez la Guerra Fría produce ilusión. No habrá Vietnam ni tanques en Hungría, sólo el envite diario de recuperar textos de calidad olvidados en el cajón de la ceguera histórica, obras que prescinden de a buenas horas mangas verdes y muestran al público su imperecedera valía, verdadero motor que sigue dándoles marchamo e interés contemporáneo.
Diez días en un manicomio narra la odisea encargada de Nellie Bly en algunos de los bajos fondos institucionalizados de la ciudad de Nueva York antes de los rascacielos. En 1887 el periódico donde trabajaba le encargó investigar sobre cómo era la vida en una institución de enfermos mentales. La encorajaron y le concedieron un buen margen de tiempo para emprender tamaña aventura sin temor. Cuando se sintió preparada decidió empezar su edificio yendo a transcurrir una noche en un hogar temporal para mujeres trabajadoras ubicado en el número 84 de la Segunda Avenida. Desde las primeras páginas del volumen, la autora nos habla con extrema naturalidad, sinceridad desarmante que acentúa la empatía con lo vivido por la chica de Pennsylvania, quien una vez accede al primer punto de su viaje inicia su camino hacia la falsa locura para llamar la atención y ser expulsada hacia el juzgado policial, Bellevue y la isla de Blackwell, ghetto para locos y dementes. Lo conseguirá después de pasar una noche en blanco, un cara a cara consigo misma a la espera de resultados, e inventarse una paranoia sobre unos inexistentes baúles. El martillo del juez aconsejará, tras una cómica mención a Cuba, trasladarla al hospital, donde la declararán apta para ingresar en el aislamiento reservado a los que por sus condición psíquica no merecen vivir con el resto de los mortales. Este tramo previo a la experiencia del manicomio desvela la ignorancia primigenia de un mundo sin conocimiento científico que deja seducirse por certezas de sabiduría popular, idóneas para que una mujer inteligente las desmonte en un abrir y cerrar de ojos, como ocurre cuando el magistrado bromea sobre la gran Antilla y la protagonista halla el perfecto ardid para justificar su locura. Sí, ella proviene de la periferia habanera y, ¿quién podría dudarlo?, habla castellano. Asimismo que la candidata a la camisa de fuerza tenga las pupilas dilatadas es señal de drogadicción, no de vista corta. Así pues, supongo que no les resultará complicado entender cómo la periodista va derribando barreras en su empecinada carrera para franquear las puertas del abismo. Tiene luces y dialoga con memos, gente soberbia que prescinde de penetrar en el alma al creer en una superioridad estéril, refugio idóneo del poderoso incapaz de aceptar su mediocridad.
El averno terrenal: El manicomio y la matanza de los inocentes
Tengo la suerte de tratar con muchas personas mayores que mantienen un pulso diario con la actualidad. Su concepción de ciertas enfermedades es maravillosa. Ahora usan términos para cualquier cosa, antes si alguien tenía un trastorno depresivo se curaba solo, con el paso del tiempo. Sí, les respondo, y muchos padecieron más y fueron internados sin ningún tipo de justificación. En Italia Trieste tiene fama de ciudad maldita. Durante parte del siglo XX se llevó la palma en suicidios por habitante, y su famoso viento era la excusa que explicaba el aforo completo de sus sanatorios mentales. Sombreros napoléonicos y gritos en la oscuridad. Un buen día decidieron sacar a los reclusos a la calle y su condición mejoró para mayor desgracia del mito maldito de ese puerto fronterizo entre el Mediterráneo y la Europa germánica.
Mencionamos la pasada centuria, pero en los Estados Unidos de 1887, un país que aun no era la primera potencia mundial por meras cuestiones estadísticas, estos futuros avances eran quimeras impensables en el horizonte. Nellie Bly, con el mismo nombre aunque oculta con el apellido Brown, descubre en el Hades de Blackwell un microcosmos corrupto, insano y deleznable. La intrépida reportera cambia su táctica y deja la comedia para comportarse con normalidad. Dice las cosas a la cara, recibe desdén y la sospecha por parte de las mal llamadas enfermeras de sufrir un serio desequilibrio, irremediable. A su alrededor el caos reina impertérrito. La higiene es una bañera con la misma agua fría para todas las pacientes, las telas son nimias, la comida una roca intragable, los maltratos contundentes, el frío atroz. Por si esto no fuera poco, nadie se preocupa por las pacientes. El síntoma más claro de la imposibilidad de escapar a una segura condena es el trato dispensado a una alemana que no entiende ni una palabra de inglés. Como no puede comunicarse se la deja en manos de Dios, que es lo que corresponde a las chaladas, penar por los pasillos de la mansión hasta que la muerte las separe de esa agonía vital. Escuchar está prohibido. Sí, hay médicos, despreocupados, sentados en su despachos como si la música sonara lejana y no en las mismas paredes donde tienen que emitir diagnósticos y soluciones para devolver la cordura a su rebaño.
Todos estos elementos eran la perfecta conjura para desestabilizar definitivamente a las pobres que habían dado con sus huesos en esa pocilga de monstruos con bata. Crucemos el charco y adelantemos la cronología un año. En Londres, nuestro asesino favorito campa a sus anchas por la podredumbre de Whitechapel. Putas muertas, alarma en los medios. George Bernard Shaw definió a Jack el destripador como un gran reformador social. El barrio recibió atenciones, se demolieron edificios y se establecieron políticas para subsanar el grito amargo del East End y humanizar el desecho que las autoridades ignoraron durante decenios. Nellie Bly no usó cuchillos. Tampoco degolló. Su ejercicio de gonzo antes del gonzo, repetido en otras ocasiones como podemos apreciar al final del libro, destapó el hedor de la cloaca y lo hizo público. No existe la redención en el infierno si sus custodios permanecen pasivos. Las vejaciones infringidas a esas mujeres no tienen perdón. Las drogaban anulando su personalidad y dominaban su reloj para desactivarlas, como si fueran inútiles bombas de relojería. Las horas del manicomio eran la nada multiplicada por mil. Al no poder desarrollar ninguna actividad desnudaban el cerebro hasta hacerlo trizas, el cometido clínico de las lumbreras que dirigían el establecimiento consistía en ejercer de sádicos carceleros, guardianes de carne desquiciada en movimiento, inopia carente de cinco sentidos a base de un laissez faire laissez passer poco económico, demasiado brutal para que encaje en las coordenadas de nuestra especie. Los hombres transformaban a sus semejantes en bestias y se regocijaban con su asfixiante miseria de salario mensual y pan blanco en abundancia. El hombre es un lobo para el hombre.
La acción de la periodista se enmarca en el buen hacer de su profesión que permite avanzar porque denuncia y logra cancelar lo más abominable de nuestra condición. La investigación de Nellie sirvió para destinar más fondos a los sanatorios y suscitar el debate sobre lo que acaecía en los lugares vetados al ojo común.
Ciento veinte años después leemos su manuscrito y la admiramos. Por su estilo directo, por sus ovarios bien puestos y por transmitirnos tanto con mucha simplicidad. Bly, de la que en breve recibiremos más material con la publicación de La vuelta al mundo en 72 días, no tuvo miedo en adentrarse a las profundidades de un abismo recóndito. Sus veinte años, efeméride que da más altura a sus pesquisas, se revelaron un prodigio de inteligencia y savoir faire. Burló la férrea hipocresía de los mandamases y salió victoriosa de un lance muy arriesgado. En 2009 su osadía ha cedido el puesto al espectáculo puro y duro. Unos callejean, otros venden humo investigativo para sorprendernos con banalidades. Y los de siempre, aquellos que ostentan el cetro y sonríen en las fotografías de los rotativos enfundados en sus tristes corbatas, caminan despreocupados porque quizá hemos olvidado que la labor detectivesca en el campo periodístico ha de ser la plataforma para la mejora de nuestra civilización y no un mero alarde ególatra de palmaditas en la espalda. Lean a Nellie Bly y aprendan, quizá el pasado sirva para construir futuros.
jueves, 17 de diciembre de 2009
La noche de los tiempos en Revista de Letras
Viaje hacia el abismo personal y colectivo: La noche de los tiempos de Antonio Muñoz Molina por Jordi Corominas i Julián
Hace frío en Madrid. En Estados Unidos la estación es anonimato. Ignacio Abel es un hombre sólo en el mundo, cargado de recuerdos que una maleta no puede llevar. Su pobreza estética y su alienación española son el mal de un país en guerra, enfrentado al irraciocinio por exceso de retórica y salvajismo contrario a reformas.
Leer La noche de los tiempos de Antonio Muñoz Molina me ha hecho pensar mucho en dos cuestiones fundamentales. La primera se refiere al estado de la literatura española y al debate entre jóvenes y consolidados. La prosa del ubetense contiene una naturalidad cargada de experiencia y madurez que permite reflexionar sin alardes, escribiendo desde una desnuda solidez que quiere contar la historia de un tiempo y su tensa atmósfera para explicar o intentar entender los motivos de la catástrofe. La Guerra Civil asoma otra vez y asiste a su cita más que anual vestida de cotidianidad, con traje de altos vuelos. Cabe suponer que cada narrador que trata el tema de los temas busca dar con la visión definitiva del conflicto. Es imposible. Moriremos y las generaciones venideras continuarán con la cantinela, y probablemente así sea porque nunca hemos sido claros con esos tres años, presentes en nuestra educación sentimental desde una vertiente anecdótica que ofrece muchos datos, lágrima fácil y escasas certezas. Nos sobran los motivos, pero también hay que intentar entenderlos si queremos ser honestos con la Musa Clío, la gran protagonista de un relato colectivo difícil de hilvanar por su abrumadora importancia que supera personas y las engulle sin piedad.
Para resultar creíbles en esta batalla conviene armar con mucha precisión el contexto y el alma de los personajes. Ignacio Abel es válido para la causa, un hombre templado que observa con inevitable pasión la antesala de la carnicería. Arquitecto de origen humilde, vive en el barrio de Salamanca y sigue con devoción las obras de su proyecto más ambicioso: La Ciudad Universitaria. Abel es un español que mira más allá y abraza valores modernos. Ha estudiado en la Bauhaus, tiene amistad con altas figuras político-culturales y detesta la rancia tradición nacional-católica encarnada por su familia política, obstinada en negar el progreso y alentar desde su mediocridad la defensa de un orden caduco. Su vida ha alcanzado una plenitud agridulce. Su cenit profesional contrasta con la rutina casera, con una mujer a la que no ama y unos hijos que le preocupan bastante menos que sus ocupaciones laborales. La ruptura llegará bajo el signo del amor. Judith Biely irrumpirá y ya nada será igual. La americana es joven y curiosa. Sus preguntas e inquietudes obtienen respuestas que ayudan al lector a situarse en el ambiente de 1936, cuando el Frente Popular gobernaba y la calle se llenaba constantemente con proclamas políticas que alimentaban hambres revolucionarias de varios colores, todos nefastos.
El romance es como un puente conector hacia la huida de una realidad desagradable y angustiosa, fuga que se concretará cuando el arquitecto emigre a Estados Unidos para edificar una biblioteca en un campus. Las citas furtivas y el deseo manifiestan la voluntad de aislarse del mundanal ruido y disfrutar de un sueño dentro de la pesadilla que se cierne en el horizonte. Durante más de quinientas páginas leemos caricias, arrumacos, besos, carantoñas y anhelo físico, aunque lo importante, reiteramos, es lo que flota en el aire, una lluvia tóxica que explotará el 18 de julio, golpe de Estado fascista que coincide con el fin de la relación a escondidas, como si lo palpable y conocido se desvaneciera y sólo quedara lugar para sangre, fusiles y el delirio. Ese día de estallido bélico y amargura sentimental Ignacio Abel asumirá la soledad como divisa impuesta por las circunstancias y cruzará otro peaje en su camino hacia el desapego al comprobar que sus esperanzas de una República reformadora y democrática se van al garete porque las pasiones políticas no entienden de leyes y sí de proclamas, uniformes y venganza, pura y dura. En este sentido el pensamiento del protagonista muestra cómo, desde su retiro neoyorquino, analiza Muñoz Molina el problema del ruedo ibérico, donde todos fueron grandes farsantes imbuidos por no muy nobles ideales, mentirosos de escándalo que tanto en un bando como otro engañaban a sus semejantes para difundir que todo iba bien en la senda hacia la victoria.
En ocasiones Ignacio Abel puede recordarnos al Aschenbach de La Muerte en Venecia. Ambos pasean por ruinas pletóricas, rebosantes de energía, ignorantes de sus límites decrépitos. Son estandartes de una humanidad quimérica, muñecos de tinta que aspiran al orden que debería existir si todo fuera perfecto. Su utopía topa contra un muro hecho de verdades dolorosas donde padecen y desaparecen porque la función no va con ellos, la realidad les supera porque no contiene en su interior la esencia del bien o la belleza. Estos personajes tienen en su haber la potencia del ideal que nunca será y tendría que ser, el magnetismo de quien cree en una cierta justicia que los demás no comparten porque se dejan sumergir, frágiles como el barro, en el fragor de la existencia, animales inércicos que prefieren el combate descamisado al pensamiento positivo. Abel y Aschenbach son oasis en un triste desierto, exiliados mentales que lloran en silencio por culpa de la locura que todo lo invade e impide crecer a nuestra desdichada especie.
La noche de los tiempos es una obra de dimensiones épicas. Lo es por su extensión y por lo que pretende. El tono neutro y pausado es su principal fuerza al generar un discurso político que amonesta el pasado con sutileza, poniendo los puntos sobre las ies para intentar comprender el porqué del desastre. La lentitud inicial del relato se aviva cuando se desencadenan los acontecimientos. La parte dedicada a ese terrible mes de julio es memorable por su alternar noticias periodísticas con la evolución de la trama, dando a la novela una velocidad vertiginosa y envolvente, sobre todo en esos nebulosos fragmentos de Madrid en armas, con Abel vagando intentando recabar información de su amor mientras el pueblo toma el inicio de las hostilidades como una gran fiesta que cimentará la futura revolución. Esa parte de la novela alcanza grandes momentos narrativos de inusual intensidad, pero luego el tempo decae y volvemos a sumirnos en pausas que parecen posos con llantos silenciosos, donde el reloj mueve sus agujas con lentitud a medida que se acerca el punto y final, como si con ese ritmo el narrador quisiera transmitir con más bestialidad la agonía republicana, dama violada por unos y por otros. Ignacio Abel reposa en una casucha norteamericana donde se sobresaltará por última vez mientras en España las tropas nacionales destruyan su querida Ciudad Universitaria.
El enfoque que Muñoz Molina da a esta eterna temática guerracivilista es sumamente interesante porque aúna didactismo y la novedad de quien prefiere escarbar más en los motivos que no en batallas o efemérides históricas que al ser noveladas quedan deformadas e irreconocibles, bien por partidismo, bien por no atenerse a la objetividad que requiere un asunto de tamaña importancia. Sí, lo sé, siempre seremos subjetivos, pero cabe la posibilidad de narrar lo más cruento de España con intención de aprehender y no erosionar. Los tópicos a veces son ciertos y esa comprensión es la única manera posible de aprender errores pretéritos, usándolos para mejorar y advertir a los que vendrán, que a buen seguro lo harán mejor que nosotros.
http://www.revistadeletras.net/viaje-hacia-el-abismo-personal-y-colectivo-la-noche-de-los-tiempos-de-antonio-munoz-molina/
martes, 15 de diciembre de 2009
Hola, sóc el Pare Noel en Bcn Week
Hola, sóc el Pare Noel o com viure les festes disfressat (dejad que los niños se acerquen a mi) by Jordi Corominas i Julián
Quan era petit estimava les festes de Nadal. Las muñecas de famosa se dirigen al portal, para dar al niño su cariño y su amistad. Y Jesús en el pesebre sonríe porque está alegre. Rodolí. Un tronc cagava regals perquè li donava cops de bastó i pel carrer un petit percentatge d’adults anava disfressat amb colors estrafolaris. El somni conclogué quan amb set anys vaig veure que el rei negre de Santa Maria de Palautordera s’assemblava massa al pare d’un dels meus millors amics.
Els traumes passen i es reciclen. Ara passejo per Barcelona i les llums festives apagades fins que arribi la setmana consumista em semblen un robatori, la típica presa de pèl dels eficients polítics que ens governen. Fins i tot les persones que treballen de Pare i Mare Noel formen part d’aquest circ que tothom accepta sense remugar. La diferència és que ells ho fan per arribar a final de mes. Ningú de la nostra societat ha pensat en contractar barbuts sense sostre, per això els estudiants són els homínids amb més probabilitats de patir l’esquizofrènia de Santa Claus durant quinze dies de regals, jojojo i altres disbarats típics dels grans magatzems.
He aconseguit la informació que em permet mostrar-vos aquest article parlant amb dues persones que sacrificaren les seves vacances per fer pantomima remunerada. El nostre primer protagonista, víctima sacrificada, prefereix romandre en l’anonimat. Respon a les meves preguntes mentre unes dones canten flamenc. És divendres i anem una mica beguts. Trenquem el gel. No Jordi, ningú va voler estomacar-me. La majoria accepta les regles del joc i professa veneració malgrat sàpiguen de la farsa. S’apropen i demanen caramels. T’ho agraeixen i marxen. Pensa que jo era un Pare Noel de baix rang, fred a la porta d’ingrés, moltes mirades furtives a ties bones, lliurament de llaminadures i poc més. Els grans volen satisfer als petits. Com que som uns infeliços es respecta el ritual. M’ho passava bé, era molt entretingut observar les reaccions de desconeguts entusiasmats amb l’enlluernat i l’ambient nadalenc. Repetir-ho? Why not? M’abraçaven de broma i tots trobàvem la solidaritat de qui demana afecte i no sap com obtenir-lo.
Em deprimeixo. La meva imaginació frisava per històries corrosives i burles que deriven en tragèdia. Empleado del Corte Inglés es apaleado por su indumentaria. Truco a una amiga i em transmet esperança explicant-me la història d’un actor que demanà almoina transvestit de senyor dels rens. Guanyà molts calés per diferència i simpatia. Rodamóns de l’univers, uniu-vos! Pido para un Ferrari y un chalet en Marbella. Vull dades, sorpreses. Obro el meu Facebook i enlloc d’escriure que avui estic content o que rento els plats amb flors de Bach opto per demanar als meus amics si coneixen individus amb temporalitat lapònica. Bingo! Una noia resident a Costa Rica em narra per chat les seves experiències. Començà la seva carrera movent-se per autobusos i vagons de TMB, on omplia de joia als passatgers, si bé els avis desconfiaven d’aquella entusiasta Mare Noel, doncs creien que enlloc de donar xocolatines volia robar amb l’excusa de la celebració del naixement de Crist. Alguns nens ploraven i d’altres es llençaven al buit absolut, com si visquessin el seu moment infantil, psicologia pura, de barra de bar i dir la veritat. Un d’ells quan li preguntaren que necessitava el seu pare per Reis no tingué cap mena de por en dir que la urgència del moment era un xampú anticaspa. Chapeau per la criatura. Nietzche tenia raó.
Ens traslladem a Francesc Macià, a una gran superficie comercial. Ara la meva informadora ha progressat i passa vuit hores diàries vestida de patge d’en Baltasar. La ingenuïtat dels xiquets li dóna poders sobrenaturals. La miren amb esglai i es deixen transportar per la màgia. Cap d’ells vol quedar-se sense joguina, ignorants com són de la orgia monetària que generen. Els nadons, que poc poden entendre, obren els ulls i somriuen amb l’espectacle mentre els progenitors deixen escapar de la seva cuirassa un reguitzell de la il·lusió que tingueren anys enrera, quan no carregaven amb el pes econòmic previ a les campanades i els dotze grams...de raïm.
La meva sincera opinió és que aquests símbols importats haurien de morir cremats a una foguera demencial. El negre de Banyoles els substituiria i la seva presència seria un element integrador del planeta multicultural, Barack Obama acceptaria ser noi Freixenet i enlloc d’equins nòrdics ballaríem al voltant d’una taula duent amb orgull la llança de la reconciliació racial i la unitat de l’espècie. Malauradament els meus projectes són inviables i només tenim les bones accions per creure la pantomima.
Rebo un nou correu que completa l’entrellat. La patge, que alguns anomenaven en castellà paja real per després emmudir, participà a una campanya d’una coneguda emissora radiofònica que regalava joguines a la quitxalla més desvalguda. La única condició era que fossin noves, les velles anaven a la brossa. Moguda per un impuls caritatiu l’obrera emmascarada desafià les normes perquè sabia que els nens només volen gaudir amb els regals, per a ells la novetat no depèn de la segona mà. Per això agafà una antiga Nintendo amb un piló de jocs i la cedí d’amagatotis al Casal de nens del Raval. El rostre de les responsables s’engrescà i l’agraïment fou infinit. L’anècdota il·lustra massa bé la dualitat entre la normalitat de qui trepitja l’asfalt en contraposició dels que estiren les cames als seus luxosos despatxos. ¡Nochebuena de amor, Navidad luminosa, es el mensaje feliz de las muñecas famosa!
Foto: Jordi Corominas i Julián
lunes, 14 de diciembre de 2009
La zona maldita en La Hora-L de Radio Barcelona-Cadena SER
A veces el mundo del crimen ofrece casos sorprendentes que trastocan la supuesta lógica de los acontecimientos.En Barcelona, el cruce de la Calle Industia con el Pasaje Catalunya se lleva la palma. Dos crímenes en el mismo lugar separados por una década....ambos con un muerto erróneo, víctimas que recibieron muerte sin entender las razones de sus asesinos.
Traté el caso de la zona maldita en un artículo antiguo de Matar en Barcelona, el enlace es el siguiente: http://corominasijulian.blogspot.com/2009/04/matar-en-barcelona-en-bcn-week.html
Crímenes en la Hora-L
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domingo, 13 de diciembre de 2009
Matar en Barcelona en Bcn Week: Carmen Broto
Carmen Broto by Jordi Corominas i Julián
Are you ready boots? Próxima estació: Joanic. Bajamos Paseo San Juan hasta Padre Claret. En el número 16 nos transportamos sesenta años atrás y vemos salir a una rubia platino del truculento portal. Se llama Carmen Broto. La esperan en un coche dos hombres para tomar unas copas y alargar una noche de lunes a martes del frío enero. El trío maravillas bebe en un par de bares y con el motor a toda pastilla se encamina hacia la zona del Hospital Clínic. Son las dos de la madrugada, quizá un poco más tarde. En un abrir y cerrar de ojos se desencadenará el crimen más famoso de la posguerra barcelonesa.
Los dos jóvenes acompañantes se llaman Jesús Navarro Manau y Jaime Viñes. Se conocen desde pequeños y saben muy bien cómo ganarse la vida sin dar un palo al agua. El primero es considerado un apolíneo, moderno de los cuarenta. Viste a la última y frecuenta los bares de moda por santa gracia de sus amoríos de pago con el empresario Eusebio López Sert, propietario del vehículo con rumbo a la muerte. Su amigo Viñas es más modesto. Trabaja en una panadería y desea con toda su alma que el golpe que quieren perpetrar llegue a buen puerto. No es fácil asesinar riqueza impostada para llenarse los bolsillos de oro.
Su plan es simple. Carmen Broto, oscense que aterrizó en Barcelona justo después de la Guerra Civil, es amante de Juan Martínez Penas, dueño del popular Tívoli. Su labor es básica para el entretenimiento de la gente y eso genera pingues beneficios. Estamos en una España sin internet ni televisión. El buen hombre se encapricha de la rubiales con alegría, sus amigos la llamaban cascabelitos, y pese a no recibir mucha atención sexual la luce y halaga con alhajas y abrigos de astracán. La antigua chica de la fábrica de cajas de cartón se da baños de abundancia y presume con amigas y desconocidos. Pobre Carmen. La Historia la tildará de puta, lesbiana, espía comunista, embaucadora y un largo etcétera sinsentido. Era una mantenida que, como bien indica la palabra, se aprovechaba de los favores que le brindaba el magnate cabaretero, quien se enorgullecía de ir acompañado por su trofeo a los toros y a los más caros restaurantes, donde las clases pudientes disfrutaban ocultos tras unos arbustos para no ofender al pueblo, hundido y a la deriva tras la victoria fascista de 1939. Esas fiestas de oropel no colmaban la energía de Carmen. Era normal verla en el bar Alaska, justo al lado de su casa, junto a gente de su edad como Jesús Navarro Manau, probable amante antes de enfundarse el traje de sepulturero.
Urbe con pocas horas de luz, cartillas de racionamiento y lunes de estreno. La noche del 10 de enero de 1949 Carmen y Jesús fueron al cine a ver Alma en Suplicio. Ella con Martínez Penas y una amiga al Metropol de Roger de Llúria. Él con su novia al Capitol de la Rambla. Al terminar la sesión ambos se despiden de sus parejas. Corre el reloj. La una. Los bares. Las dos. El Clínic.
Volvamos al primer párrafo. Después de consumir coñac en dos establecimientos, Carmen y sus acompañantes se dirigen al Ensanche para consumar su afán de nocturnidad. La algarabía cede paso al dolor, luego al desconcierto. Viñas revela la verdadera intención de la velada: robar la caja de caudales de Martínez Penas, residente en el número 139 de la Calle Aribau. Por ello no nos tiene que extrañar en absoluto que la víctima recibiera el primer mazazo a escasos cien metros, en la esquina con Provença, del destino planeado por sus amigos. Verónica Lake intenta huir, un guardia del hospital la ve con sangre en el cráneo y sugiere ingresarla. Jesús y Jaime se excusan con el pretexto de llevarla a una clínica privada. Arrancan los motores. Diagonal vacía, Gracia en silencio. Les espera un tercer hombre, clave en el operativo. Es el padre de Navarro, experto espadista, número uno en abrir candados, cajas fuertes y lo que ustedes quieran. Llámenle. El delincuente progenitor les atiende en Encarnació con un chasco enorme al ver el enorme charco de sangre y el cadáver femenino. Los nervios apremian. Dejan el coche de cualquier manera en el cruce de Sant Lluís con Escorial y entierran el cuerpo en un huerto de propiedad que resuelve el entuerto en la calle Legalidad. 2:30 de la madrugada. Una hora y media más tarde un taxista halla el cuerpo suicida del padre a escasas manzanas del bar Alaska. Cianuro y adiós, lo mismo que Viñas, fiambre con una nota en una triste habitación de hotel: Soy inocente. No se culpe a nadie de mi muerte. La vida es sueño. Y los sueños, sueños son. El único detenido por el homicidio de Carmen Broto será Jesús Navarro Manau, un perla que al ingresar en prisión se casó con su novia, embarazada. El verdadero hijo del caso, quien le de leyenda y esplendor, será Juan Marsé al publicar en 1976 Si te dicen que caí, novela donde aquel crimen que despertó a Barcelona de la falsa paz de los vencedores se erige en símbolo y alarga un mito que aun se resiste a morir.
Ilustración de Nil Bartolozzi: www.bartolozzinil.blogspot.com
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viernes, 11 de diciembre de 2009
Loopoesia en la Cigale: nuevo vídeo loopoético
Lo publicamos en el blog de Loopoesia, pero creo que merece estar aquí. Gracias a Juan y a todos los chicos de La Cigale.
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jueves, 10 de diciembre de 2009
Nueve lunas de Gabriela Wiener en Literaturas.com
Vivir un embarazo en el siglo XXI y no morir en el intento por Jordi Corominas i Julián
La medicina actual ha desmontado pieza por pieza uno de los grandes misterios de la Humanidad: el embarazo. El proceso anterior a la luz fue durante milenios un surtido de enigmas. La fuente de vida, las cigüeñas y París han cedido su testigo a cremas, ecografías y partos naturales. Ignoramos mucho de la maternidad en el siglo XXI y Gabriela Wiener ha optado por desvelarnos en primera persona todo el recorrido que media desde la lucha de los espermatozoides por llegar al óvulo hasta el abandono de la clínica con el recién nacido en brazos, y lo hace desde su estilo característico, mezcla simétrica entre sentimentalismo reprimido y dureza atenuada narrada desde el acontecer diario.
La estructura del texto está configurada desde dos puntos biográficos de tragedia y happy end. El inicial padecer de la protagonista por una serie de circunstancias negativas entre dos continentes se diluye con el estado de buena esperanza y el descubrimiento de un horizonte inédito, un microcosmos de la mujer encinta que se parece a experimentar una nueva existencia dentro de la existencia, un cambio de piel en nueve meses que sirve a la autora para ofrecernos pequeños retales, fragmentos de un ensayo incompleto sobre las novedades en la materia y el gran bazar de posibilidades que permite nuestra aborrecible sociedad de consumo e internet.
Lo autobiográfico en Nueve Lunas tiene interés porque permite diferenciar y ubicar a la narradora, una inmigrante peruana privilegiada al cursar estudios y dedicarse a lo suyo en la agreste Barcelona, una mujer que abortó tres veces en el pasado y mantuvo una difícil relación con sus padres, experiencias resucitadas por la situación que dibujan una dualidad entre la pobre América, dulce en otros aspectos más amigables, y la opulenta Europa de hospitales públicos donde parir se convierte en un master con cursos y asistencia individual con médicos imbuidos de extraño léxico y normal antipatía que ayudan a la parturienta a comprender mejor su propia feminidad antes de la hora P.
La situación es compleja y genera una absoluta necesidad de recabar información. Gabriela Wiener husmea en libros y en Internet. La red es el mercado soñado con contenidos de todo tipo, iglesia de fanáticos del porno con embarazadas y catedral de consejos prácticos. La dinámica de estas búsquedas aporta pinceladas ensayísticas ciertamente idóneas para un amplio reportaje periodístico, no así para un libro donde quedan diluidas por exceso de crónica autobiográfica, válido en Sexografías al tener esa obra las coordenadas precisas para emprender un relato de ese tipo al penetrar en espacios inusuales. ¿Lo es la gestación? Sí, sin duda, aunque quizá sea más útil leer un volumen científico que explique al pormenor los pasos que siguen las madres del mañana en sus 300 jornadas de convivencia interna con el feto sin necesidad de profundizar en la frivolidad del vestido que no cabe al tercer mes e impide ir a una fiesta literaria. Hay visiones y visiones del gonzo. En mi modesta opinión es un género imprescindible para plasmar recovecos inauditos, rincones marginados y situaciones que pese a estar insertadas en nuestro devenir se encubren como si fueran pecados letales . La idea de hacerlo sobre un tema universal es atrevida, si bien como experimento no funciona porque al hablar de un fenómeno por todos conocido lo explosivo se pierde y se empantana en lo previsible.
www.literaturas.com
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miércoles, 9 de diciembre de 2009
A través del espejo: El beso de la sirena negra de Jesús Ferrero en Culturalia
Jesús Ferrero se adentra en el género negro y en su debut adopta formas y estructuras clásicas, recursos que la literatura criminal ha acumulado como axiomas necesarios para no errar el tiro. Lo académico del Beso de la sirena negra se presiente desde su inicio y la inevitable mención al asesino en serie más famoso de la historia: Jack el destripador. El carnicero de Whitechapel no tiene nada que ver con lo acontecido en la trama, aunque la aparición de su nombre puede ser un motivo añadido de suspense, siempre in crescendo desde el momento en que conocemos el conflicto del libro. Los ricos ocultan, los ricos son caprichosos, víctimas de su torre de marfil. Una dama de alta alcurnia pide a la detective Ágata Blanc encontrar a su hija Alize, desaparecida sin estruendo. La misión parece simple. Hallarla y cobrar la segunda parte de lo estipulado. Las dificultades crecerán al generarse en la historia una acumulación de templos impenetrables, cajas escondidas y puertas infranqueables en los que la protagonista, con voz poco femenina pese al loable intento por parte del autor de Las 13 rosas, deambulará entre erotismo e intelectualidad a partes iguales. La clave cultural de la novela se basa en Alicia en el país de las maravillas y algunos otros nombres ilustres, monumentos literarios y musicales que permiten a la detective comprender mejor su investigación y a la joven aristócrata, electrizante criatura que controla la narración por omnipresencia y seducción. Alize tiene clase y se prostituye, escribe un crudo diario y se martiriza por el pasado y sus consecuencias. Su complejidad atrae y devasta.
Si comentamos las características del personaje es por un detalle. La resolución del encargo se desarrolla en un periquete. Un investigador privado ha de aceptar las reglas del juego y no ir más allá; de hacerlo caerá derrotado en la trampa de querer saber demasiado, y ya sabemos qué sucede cuando se cruzan fronteras. Los límites se ensanchan, el peligro adquiere otra textura y se cae en un torbellino sin estribos a los que agarrarse. Ágata Blanc se deja poseer y, terminadas sus pesquisas de pago, decide penetrar en la existencia de Alize hasta verse implicada de manera emocional y salpicarse en un charco por el que flotarán monstruosidades, desequilibrios e inesperados rumbos de incesto y sangre plúmbea.
Para leer más: www.culturalia.biz
lunes, 7 de diciembre de 2009
El crimen de la maleta en La Hora-L de Radio Barcelona-Cadena SER
Primero de mayo de 1929. Las calles de toda Europa se llenan para celebrar el día del trabajo. Los obreros desfilan con la esperanza de tiempos mejores, ignorantes de la crisis que maltratará a medio mundo a partir de octubre, cuando la bolsa de Nueva York tenga su martes negro y propicie un horizonte de perfil negro, negrísimo.
En la madrileña estación del mediodía, la actual Atocha, unos empleados proceden a la apertura de varios paquetes no retirados de la consigna, a fin de subastarlos públicamente.
Uno de ellos es una caja de madera. Cuando la abran el horror y el olor se descubrirán bajo papel de periódico, un lienzo de arpillera y una enorme capa de algodón en rama. Restos humanos originarios de Barcelona.
El crimen de la maleta o de Ricardito fue magistralmente ficcionado por Darío Hernando en Matar en Barcelona. Este martes hablaremos de ese truculento asesinato,que esconde matices sociales de hondo calado, a partir de la una y seis minutos en la Hora-L de Radio Barcelona-Cadena SER.
Crímenes en la Hora-L con Jordi Corominas i Julián
Cada martes a partir de la una y seis minutos de la tarde
Radio Barcelona-Cadena SER
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domingo, 6 de diciembre de 2009
Último Looproject de 2009: 7 de diciembre, 22 horas, Inusual Project
A veces sorprende pensar la velocidad que adquieren los acontecimientos. Empezamos con Loopoesia en marzo, hicimos varios bolos y en septiembre decidimos crear nuestro propio evento. Desde ese momento Looproject ha funcionado en su idea de ofrecer al público espectáculos alternativos, más experimentales y corrosivos. Sin embargo en Navidad hemos optado por un par de grandes conciertos acústicos y nuestro propio show en su versión 2009...
Looproject anticonstitucional
Lunes, 7 de diciembre de 2009
22 horas
Inusual Project, Calle de la Paloma número 5 (Al lado del MACBA)
Actuarán los siguientes grupos:
- Azucena 300 veces
- The Lady Sounds
-Loopoesia
El precio de la entrada es de cinco euros
Loopoesia es amor
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sábado, 5 de diciembre de 2009
El escritor y su búsqueda en Panfleto Calidoscopio
Estilo e Historia en Jonathan Coe
Por Jordi Corominas i Julián
La publicación a mediados de 2009 de La lluvia antes de caer hizo emerger en quien escribe una fuerte curiosidad por la obra de Jonathan Coe. La mayoría de críticos definían la última novela del inglés como la apertura de una nueva etapa que abandonaba la sátira para inaugurar una brillante madurez. Leí el libro, lo disfrute y decidí revisar su anterior trayectoria. Me intrigaba una respuesta de una entrevista en la que el autor de Birmingham negaba esa supuesta metamorfosis basándose en la lógica evolutiva del narrador. Las fotografías que vertebran La lluvia antes de caer necesitaban madurar en sentido histórico y plasmarse textualmente con suficiente conciencia del tiempo transcurrido. Por eso una idea de los años 80 recibió digno finiquito en la primera década de nuestro siglo. La sátira es muy seria y se toma a la ligera, como si el escritor con tintes medio humorísticos mereciera ese calificativo sin más, hondo lastre provocado por pereza de algunos hombres buenos, es un decir, obstinados en abrazar la capa superficial y no penetrar con fuerza en el interior de un cuerpo que va mucho más allá de la mera hilaridad.
Temas y motivos: claves de una cotidianidad enferma
La prosa de Coe tiene, desde su debut en ¡Menudo reparto!, la virtud exquisita de dibujar sin temblores lo cotidiano mientras teje un fino hilo que se centra en la Historia a partir de las vivencias individuales de sus personajes. Michael Owen es un escritor que tuvo una época afortunada. Su talento literario le auguraba un espléndido porvenir. All things must pass, y el presente tiene otra calidad cromática, siempre más apagada. Ha dejado en suspenso un encargo sobre una ilustre dinastía británica y transcurre sus jornadas revisitando una película que en su infancia no pudo terminar de ver porque su familia se lo llevó corriendo del cine. Ahora tiene el poder de la reproducción, pero no lo conocerá en su totalidad hasta que una vecina expulse con ternura su macilento sopor, literalmente, de andar por casa. Esa sutil transformación le indicará el camino a seguir. Retomar la investigación sobre los Winshaw le permitirá afrontar otra vez la vida y dará al lector la posibilidad de adentrarse en una novela coral donde las efemérides de los ricos mezcladas con las del protagonista conforman un amplio fresco sobre los efectos directos del Thatcherismo en la sociedad británica. No podía ser de otra manera. Lo polifónico irrumpe con personajes que ostentan posiciones representativas. Un traficante de armas, una columnista imbécil, un visionario del libre mercado y una loca que no lo está tanto son algunas de las piezas que facilitan la singladura por un tiempo destructivo desde el saqueo económico, el cinismo y la anulación de lo público en beneficio de unos pocos ansiosos. La rueda se mueve y Michael Owen asiste a un viaje endiablado de pérdida cultural y resolución de enigmas que cierran un doble círculo en un ambiente propio de la mejor Agatha Christie. Sin embargo, ese escenario irónicamente detectivesco es la excusa para desarrollar la temática del reencuentro desde varias vertientes. Una navega por los mares de la coincidencia con seres poco relevantes del pasado que irrumpen de nuevo para quedarse y esclarecer situaciones. Otra funciona como colofón de la trama y ata cabos que quedaron sueltos a la espera de su gran oportunidad en la clausura.
Coe repite esquema en La casa del sueño, novela que tiene como epicentro la residencia universitaria del acantilado de Ashdown transformada con el paso de los decenios en una clínica para enfermedades del sueño. La dirige un antiguo alumno que en su etapa académica agobiaba a su novia Sarah por su fetichismo con los ojos. El trauma se expresó en un lesbianismo provisional que afectó sobremanera a Robert, enamorado de la chica aceptando su rol de testigo mudo, incapaz de manifestar sus sentimientos pese a su exacto conocimiento, sin que nadie se lo haya dicho, de la narcolepsia que maltrata a su musa. El enamorado agarrará detalles y cometerá un tremendo error cuando llegue la hora del reencuentro en las últimas y tristes páginas de esta melodía somnolienta de vigor y encaje de bolillos.
La unión entre pasado y presente se produce mediante el espacio. La clínica del sueño acoge a Terry, el cinéfilo de la cuadrilla universitaria. Cada casilla permite el salto a un conocimiento imprevisible que agita la estabilidad del castillo de naipes. Los objetos se erigen en transmisores de enlaces– un libro que asocia un amor lleva dentro versos de otro– de recuperación que modulan un rompecabezas bien hilvanado con una poética tenaz en la recreación de tragedias mediante pequeñas vivencias del día a día que dicen mucho más que una batalla o una ley política, y así ocurre con el laboratorio de los horrores del doctor o con la pobre niña rica desatendida por sus padres, alma que traducirá su lamento en felicidad de destino.
El fresco social del punk al nuevo laborismo: los alegres chicos del King David
Las dos primeras novelas de Coe persiguen un estilo y un gran tema que contar: la evolución de la sociedad británica durante la segunda mitad del siglo XX. Ello explicaría La cronología elegida en El club de los canallas, El círculo cerrado y, en última instancia, La lluvia antes de caer. La materia se hace más compleja y el autor surca cronologías más extensas. La presentación de esta nueva y sólida línea surge con El Club de los canallas. El Swinging London y la alegría pop de los sesenta se despiden y saludan una Inglaterra gris que se viste para la inminente tormenta del neoconservadurismo. Los jóvenes escuchan punk y sueñan desangelados, los adultos penan el viraje del sistema. Las fábricas cierran, los matrimonios se rompen y la calle de la existencia sigue brindando situaciones memorables que nunca nadie recordará. Amor, competiciones, música. Los protagonistas son las familias de los chicos del colegio privado King David de Birmingham. Benjamín Trotter es un genio incomprendido con la aspiración de llegar a ser un buen escritor que alcance en su trayectoria una gran obra revolucionaria. Su hermano Paul ejerce de repelente niño Vicente con sus tratados de economía y un maléfico papel de ambiciosa mosca cojonera, actitud que le va ni que pintada a Sean Harding, el anárquico bromista del que más vale la pena escapar si quieres seguir en tus trece. Philip Chase quiere formar un grupo musical, adora pasear por su ciudad y venera el superado rock sinfónico. Doug Anderton es el más cabal y redacta apasionadas notas sobre cualquier noticia de relieve. Los estudiantes son el eje de gravitación de la trama y exhiben su sentir en el periódico del instituto y en sus reacciones, bañadas por una colosal ingenuidad, imposible de encontrar en nuestros tiempos; su crecimiento se complementa con la experiencia y padecer de los mayores, reflejo del contexto de una década en la que se congeló la predicción y los hombres de la otrora Pérfida Albión permanecieron firmes en sus anquilosados valores de antaño al desconocer la auténtica marcha de ese velocímetro llamado Historia. La hermana de Benjamín y Paul pierde a su novio en un atentado de la IRA, un chico de color sufre las iras de ciertos grupos racistas en el colegio y Doug viaja a Londres para sentir la grandeza de la capital y el sexo libre con una desconocida de altos vuelos. Las ilusiones se desvanecen a un ritmo donde la esperanza aun se resiste a perder la partida, ignorante del verdadero trayecto al desconsuelo que llegará con el fin de los estudios y el brusco despertar de los adultos justo antes del fatídico 1979 y el triunfo del mayo conservador.
Birmingham está en medio de Inglaterra y su situación geográfica la convierte en espejo de todo el país, si bien el imán londinense anula el resto y concentra en su seno el pálpito de la nación. Lo comprobamos en El círculo cerrado, continuación del Club de los canallas que el autor enmarca en un teórico momento innovador, la muerte de Lady Di y el ascenso al poder del nuevo Laborismo de Tony Blair, que se derrumba con la violación de la voz del pueblo y la intervención vasalla del Reino Unido en la guerra de Irak. La consolidación del estilo se evidencia en la progresión y los matices de cada elemento de la trama. Los padres han cedido su trono y ahora los hijos pululan por el mundo laboral con suerte dispar. El personaje más atractivo es Paul, diputado laborista de éxito sin una opinión formada en ningún tema de actualidad. Su codicia lo llevará hacia senderos de condena por culpa de un sistema podrido, víctima de sus propios vicios y mecanismos rituales. La prensa amarilla se ha erigido en diosa de la difamación útil mientras los demás periodistas ansían, sin atreverse al cien por cien, extraviar su ética y subir cimas con más ceros en la cuenta corriente. Otros prefieren la fidelidad al trabajo bien hecho desde su ciudad. Philip Chase no se ha movido de Birmingham e investiga el creciente nacionalismo xenófobo, lo que le llevará a dar con Harding y Richards, cara y cruz de una misma moneda fundida en amarguras diametralmente opuestas. Benjamín tampoco se movió de la patria chica y ha cobrado fama entre sus conocidos de maldito que sigue empecinado en su magna obra que nunca verá la luz pública. No tiene hijos, o eso cree, y necesita superar el hastío para volver a experimentar lo que significa tener paz. Vive obsesionado por su único romance serio y es la oveja negra de una familia convencional que se mantiene alejada del furor mediático de Paul, alienado en una burbuja que estallará para darle el sentido común extraviado durante su flirteo con las altas esferas de Westminster.
Los otros personajes se han instalado en un plácido acomodamiento burgués que contrasta con sus idas y venidas, intentos de resolver frustraciones endémicas, por el paisaje narrativo. La primera mujer de Philip conoce a un empresario rico por las indemnizaciones que logra cuando lo despiden, tiburón simbólico de la época del dinero fácil para la minoría que ha bebido de la fuente neocon; los demás, y esa es la palabra adecuada, transitan por la historia, la palpan en leves flashes y reflexionan sobre ella como si no pudieran huir de su pegajosa tela de araña. El adiós a las últimas fábricas se combina con los trajes de lujo y un pakistaní adicto a la televisión, oráculo máximo de nuestro estado de cosas, templo cuadrado que recauda instantáneas para criaturas vulgares travestidas en estrellas de quita y pon por exigencias del guión. La gran mascarada, asumida con los negros ribetes de una socialdemocracia prostituida a la tercera vía, sólo puede salvarse con la vida y su infinito flujo de generaciones, jóvenes cogidos de la mano en el Berlín de 2003, capital del planeta cambiante que sepultó un muro comunista para ampliar los tentáculos de la bestia de sombrero de copa y fajos de billetes en los bolsillos.
La guinda del pastel: La lluvia antes de caer
Las premisas se han asentado. La mente ha desarrollado un engranaje con una meta precisa. Los desencuentros han desencadenado la ira de la Historia. Ha dado un puñetazo en la mesa, liberándose de un corsé estrecho ampliado en la polifonía de voces que sienten en sus propias carnes los ataques de la pesadilla de la que Joyce quería despertar. Esa parte apasionada da a muchos fragmentos de los textos de Coe una absoluta empatía con el lector, consciente de los hechos narrados y por tanto partícipe de los mismos, con opinión propia y, en la mayoría de casos, suficiente capacidad para juzgar la verosimilitud de la ficción para con la realidad.
No obstante la cuadratura del círculo sólo podía completarse desde una relativa carencia de pasión. En la lluvia antes de caer una mujer muere y lega a una desconocida ciega unas cintas que contienen la descripción de veinte fotografías. La narradora decide escucharlas con sus hijas y aceptar, sin saberlo, el reto de sumergirse en una confesión visual que es la de una vida humana que baila al ritmo del siglo. Lo provinciano del nacimiento lleva a la Guerra Mundial y a un idílico aislamiento en el campo a las afueras de Birmingham. Los cincuenta son el preludio teñido de residuos victorianos. Lo rural se mantiene a trancas y barrancas. Se suceden las décadas y ese magnetófono encendido ilumina en nuestra imaginación la retina de Imogen, la rubita a quien iba destinado ese regalo que leemos admirados por la maestría en el dominio del tempo narrativo y en la construcción de una atmósfera vívida que obtiene el efecto deseado de transmitir el énfasis en primera persona combinado con la atónita y perpleja, porque descubrir la anterior centuria en ocasiones es una revelación, audiencia, encantada con lo narrado como nosotros lo estamos con Jonathan Coe, capaz de superarse en cada novela en su intento de construir frescos históricos creíbles sin fecha de caducidad.
http://www.panfletocalidoscopio.com/2009/08Noviembre/Letras06.html
viernes, 4 de diciembre de 2009
Diálogo con Manuel Vilas en Panfleto Calidoscopio
Diálogo con Manuel Vilas por Jordi Corominas i Julián
Es miércoles y el destino me depara caminar toda la calle Balmes en dos fracciones de tiempo. Antes de fortalecer mis músculos entre viajes al centro y vueltas a Gracia voy a un hotel donde pregunto al recepcionista si está Manuel Vilas. Me giro, aparece por la puerta, nos saludamos y después de charlar de varios temas empezamos la entrevista sobre Aire Nuestro, su última novela publicada recientemente en Alfaguara, un libro necesario desde varias vertientes. El autor sabe narrar historias que desde una apariencia disparatada están llenas de contenido y reflexión. Quizá por eso mi camino hacia este diálogo estaba plagado de dudas que se disiparon al encender la grabadora y entablar la charla que sigue a esta introducción.
Jordi Corominas i Julián: ¿Ves Aire nuestro como una continuación de España?
Manuel Vilas: No, en ningún momento, pueden ser complementarios o accesorios, como primos hermanos, pero para mi son distintos. Este es más festivo y global, España estaba como quien dice más acotado a la Península Ibérica. En Aire nuestro me adentro en un mundo más globalizado; además las historias son más largas, hay más ciencia ficción. España era más ballardiano y tenía su oscuridad.
Pero al mismo tiempo muchos símbolos y temas se repiten, como sucede con la Monarquía.
Si hablo de la Monarquía, mi obsesión, es porque está ahí. Pones la televisión y sale el Rey.
En una de las críticas que he leído del libro se criticaban las bromas que haces a esa institución. Lo que es un error, porque no son bromas, es algo más profundo.
No son bromas. Mi tratamiento de la Monarquía es complejo. No es satírico ni a favor de la Corona, este lo descartamos, pero tampoco es un tratamiento como el que cabria esperar de una sátira feroz. Es posmoderno desde el análisis inusitado.
Y siendo sutil sin necesidad de arremeter con malas maneras.
El ataque grueso contra ellos no escandaliza a nadie. Más que criticarla la ficcionalizo, la convierto en un ente de ficción, y así termino ficcionalizando al país entero (risas). Esa es la clave porque de este modo, ficcionalizando toda España, también se ficcionaliza la vida de la gente, porque forma parte de una colectividad.
Me refería por ejemplo al episodio 29 de junio de 2008, donde Juan Carlos y Felipe
se convierten en personas normales aunque sea evidente quienes son.
La novela tiene capas y si el lector quiere entretenerse leyendo historias puedo hacerlo. Y también puede indagar más. La historia que dices, la de la final de la Eurocopa, parece una historia divertida, pero claro, si afinas con los nombres resulta que los que patrullan las calles son el Monarca y su hijo que están de acuerdo con el presidente del gobierno, y luego resulta que hay un SEAT Ibiza, un símbolo de identidad de la clase media española.
Si vamos a un análisis más profundo vemos que este relato se engloba en un apartado del libro llamado fútbol donde el otro episodio es la muerte de Juan Carlos I. Monarquía como opio del pueblo.
Efectivamente. Eso esta hecho con toda la intención. ¿Qué es lo que da cohesión? Las copas del Real Madrid en el siglo XX. Para él es el comprobante de haber vivido. Es lo único grave que para él ha existido. Y además el Rey pide a Felipe que le mate y funde algo que no sea Frankenstein, y en el último capítulo del libro hay una ironía final sobre eso. Aire nuestro tiene en alguna medida un toque de militancia anarquista, quizá más desde un punto de vista estético, no político.
Además de personajes criticables en tus novelas siempre incluyes a tus héroes.
Sí, por supuesto. En realidad es una novela donde los cantantes Pop son fundamentales. Dedico un capítulo entero a Elvis. Sale por todas partes.
Actúa como hilo conductor de la novela.
Sí, todo el mundo escucha sus canciones, cuando suena su voz se serenan, se calman y se ponen amorosos y les nace la promiscuidad, se abrazan, se besan y de repente el mundo se vuelve maravilloso y placentero, y eso lo produce Elvis.
Es la divinidad.
Es como si se apareciera Dios y les diera buen rollo. Elvis cambió el mundo, es una obviedad, en esta novela tiene ese papel; en Funny games viene del futuro con ánimo de hacer justicia sobre el presidente de los Estados Unidos, quien lo deterioró su vida física y lo convirtió en un obeso prematuro, con cuarenta años pesaba 120 quilos y eso le llevó a la muerte. Aquí hay la reflexión de la obesidad como forma de destrucción generada por el Estado, engordar a la gente para que se muera antes.
Elvis es el elemento positivo.
Sí, y Johnny Cash quiere perder peso en España y se entiende que termina yéndose más gordo de lo que entró.
Los dos cantantes son los únicos que en la novela muestran o quieren mostrar su pene.
Elvis quiere enseñarlo, Cash lo hace. Es un ritual. Enseñar algo que no has mostrado a nadie y que en realidad es más yo que lo que la gente dice que soy yo, algo así.
¿Cómo nace la idea de la tele como base de la estructura?
He visto mucha televisión y me gustaba mucho. Ahora veo menos. Tenía una imaginación televisiva. Creo que fue porque mi poemario Calor se abre con la retransmisión de la boda real del Príncipe y eso me hizo pensar en mezclar la televisión con la literatura.
Y los relatos de Aire nuestro pueden leerse como guiones televisivos.
Sí, cada historia podría ser un relato, pero creo que todas estaban casadas, unidas en algo que, en teoría es la novela (risas).
Un poco como en España.
Un programa informático generaba de una manera casi anecdótica la unidad de la novela. En este sentido todo este debate, la disquisición que hay en España sobre géneros literarios, no me apasiona porque creo que si un libro está bien poco importa que sea una cosa u otra. Umbral dijo hace treinta años que en España la novela es una superstición.
Además en este sentido la crítica hace mucho daño.
Con su deseo y ansiedad de etiquetarlo todo hace mucho daño, encorsetan la literatura constantemente. Hay que celebrar los buenos libros vengan del género que vengan.
Casi parece lo anecdótico de donde colocan los libros los libreros, en relato, novela…Quizá un crítico de hace veinte años diría que Aire nuestro es de relatos, pero si tu dices que es novela, novela es.
La voluntad es el género. Y eso tiene su tradición. Cela dijo que novela es todo aquello que permita escribir novela en la portada del libro. El mismo concepto de novela es un invento decimonónico que ha hecho mucha fortuna porque ha tenido una sustancia comercial importante que ha permitido el ocio de las clases occidentales durante mucho tiempo. Por ejemplo el Quijote es una novela muy libre, no es Madame Bovary. El concepto novela se dilata, y en el siglo XXI lo hará más, esa es la gracia de la invención de Cervantes, la posibilidad de de dilatar algo, jugar con el concepto y extremarlo sin límite.
Sí, y aquí entraríamos en toda esta dinámica actual de vender al lector el libro con lo de Otra manera de escribir, más que eso es una manera diferente de enfocar lo que la gente da por hecho.
Ante todo esto es un problema comercial. El tema fundamental cuando se discute si es una novela u otra cosa en realidad lo que quieren decir es si vamos a vender un millón de ejemplares o nada. Es una discusión para saber si un libro será un Dan Brown o no.
Obviando la forma del libro, algo muy interesante en su cuerpo es que tanto lo puedes leer para divertirte como para ir a cuestiones más sesudas.
Es una novela que quizá reclame un lector culto, quizá algunos tienen la historia de la literatura en la cabeza y por eso la novela les sonará de una manera concreta. Hay mucha intertextualidad, pero también hay otras cosas. Toda la novela tiene un relieve poético que plantea el tema de la plenitud de los seres humanos, como pueden sentirse dichosos, calmados, colmados en este mundo. No hay una gran respuesta. Enloquecer, bailar, follar, comer, saltar, matar, ir en coche….siempre desde un plano festivo, hay ese deseo en toda la novela, hasta en las páginas más dolorosas. Es un libro muy carnavalesco. También un afán de travestismo. Hay muchos Vilas, hasta una Manuela. (risas)
¿De dónde nace tu afición por meter Vilas en tus libros? Por ejemplo, en tu relato de Matar en Barcelona tu supuesta hermana tiene un papel estelar.
Está todo inventado. Lo de cambiar la identidad a través de la literatura es una constante en el siglo XX desde Pessoa y sus heterónimos. También puede tener una vertiente psiquiátrica de vivir una sola vida y querer ampliarla. Pessoa era oficinista en Lisboa, tenía una vida gris e inventó la marabunta, de forma pudorosa.
Y tú eres Manuel Vilas.
Y mis Vilas son más festivos. Una reclamación que hago a la narrativa española es que ahora ya se puede hacer todo, hace muchos años que se puede, podríamos ser más transgresores, festivos y juguetones.
En Nocilla Lab Agustín Fernández Mallo se encuentra con otro Agustín.
Y lo mata. Vila-Matas es otro ejemplo de creación de identidades. Eso da alegría y se puede extremar muchísimo. Concibo la literatura como un riesgo, sino no me interesaría. Correr riesgos e intentar salir bien parado de los mismos, pero no me interesa hacer libros normales, para eso me hago notario, firmo un par de cosas cada día y cobro una pasta. No me veo elaborando historias tradicionales.
Sí, porque al menos desde mi punto de vista para leer una típica historia tenemos a los clásicos.
Sí, aunque eso es complejo. Me intriga Dostoievski por el tremendo éxito que tuvo entre las clases populares, sobre todo si pensamos en las barbaridades que escribía. Eso sólo puede significar que los rusos están locos.
Sí, pero además, como ocurre en Aire nuestro, metía el dedo en la yaga.
Si Aire nuestro fuera un éxito brutal significaría que los españoles están locos. (risas y carcajadas).
Lo pensaba ayer con lo de Vilas, tus heterónimos se oponen a las vacas sagradas, siempre en creciente decadencia después de su momento álgido. Desde tu punto de vista los ídolos tendrían que quedarse en formol en un museo o congelarse su imagen.
Esa parte es complicada, porque también me invento que unos tíos quieren asesinar a Bob Dylan. Y no es nada irreal. Es delirante, pero posible. Creo que vivimos un delirio político, económico y social al que nos hemos acostumbrado, lo aceptamos e incluso nos da felicidad. Pero es un delirio, como el chaleco de ese guardia urbano. Nos hemos habituado, eso es lo triste.
Hay gestos y cosas de nuestro tiempo, que vemos cada día en la calle, que volverían locos a nuestros abuelos.
Nuestros abuelos se volverían majaretas. Verían las cosas que hacemos y alucinarían. Esa progresión me interesa centrándola en el futuro. Vamos al 2060 y que ocurre. Estamos muertos o somos viejos y la gente está creando cosas increíbles y asombrosas. Lo que me pasa, y eso es extraño, es que tengo la sensación de verlo ya, y es porque me parece que la linealidad del tiempo, una creación muy reciente en la historia humana, es algo escaso en comparación con los verdaderos parámetros del tiempo que genera el Universo. Por eso cuando me preguntan porque no soy lineal en mis novelas les respondo que no tengo nada claro que esto sea el presente o lo otro sea el pasado.
Aunque los episodios de Aire nuestro se ubican en 2008.
Todo está situado en 2008, pero es por comodidad o falta de imaginación mía. No es funcional. Es una de las cosas que menos me gustan de mi novela, no intentar otro tipo de tiempo. Es así porque la escribí durante ese año. Sin embargo en el 2398 muere el Rey Juan Carlos III y vive 140 años. Eso está al caer. Dicen que en nuestro siglo alcanzaremos los 100 años sin problemas. Te confesaré una cosa. Tengo la sensación de que yo ya me he muerto y me han resucitado. (risas) Esto lo desarrollé en España, el muerto que levantan a la vida. También hay el tema, como en el sexto sentido, el personaje que está muerto y no lo sabía.
Esto aparece también en tu libro con los personajes que están en el purgatorio y tienen la capacidad analizar desapasionadamente porque ya entienden lo vivido.
Me pareció que había de llenar la muerte de contenido. Las religiones lo hicieron con el purgatorio, el infierno, que no es más que el deseo de seguir narrando la vida después de la muerte. En el Hades todo el mundo hace cosas.
Lorca está en el Purgatorio y muchos personajes son miembros de la generación del 27. ¿Su presencia es un grito a renovar nuestros mitos?
También es un vislumbre sobre una cultura que desaparece. Se marcha. Dámaso Alonso, que en el libro está en el purgatorio, es una reliquia de nuestra literatura. Los del 27 ahora son vacas sagradas inexistentes. Quizá sólo están en la Universidad. Ahora son nombres de calles. Yo, como muchos, me formé en esa tradición, en el culto al 27 como la edad de plata de la literatura española, pero sin embargo resulta que todo se ha ido al traste.
Y sin ellos no hay nada.
No, sólo la Monarquía. (risas)
Y la selección
La Monarquía y la selección de fútbol. Si un país no genera cultura no tiene nada. Y más este. Además la generación de los cincuenta no se considera, Blas de Otero…
No existen. Es un momento sociológico jodido. Hay mucha literatura que cae en el olvido.
Relacionándolo con eso tu libro es un libro de crisis.
En ese sentido sí, porque la pérdida de identidad de esa cultura es importante. Sin embargo, porque el tema ya lo traté en España, en Aire nuestro se enfoca con un toque festivo. Dámaso Alonso y Laín Entralgo están en el purgatorio pero ya da igual, son felices porque son amigos, se contentan con ser buenos hombres y quieren hacer muchas cosas estando en la nada.
Y la aparición de los poetas del 27 como muertes con mucha vida sirve para darles su verdadero carácter.
Lorca es feliz con Walt Whitman. Cernuda tiene más dureza, pero también acaba yéndose a la playa. Todos terminan besándose o abrazándose, probablemente porque es la única solución que tiene el ser humano. Hay en libro mucha orgía emocional y quizá es porque buscarse un amor es la clave. A título colectivo ya interviene la política, pero a nivel personal esa dimensión no trasciende, cuenta el sentimiento.
Y a nivel político hay un lamento incesante que también implica lo individual en lo colectivo, como cuando se reflexiona sobre Goya y Machado, hijos ilustres que murieron en Francia.
Aunque con Goya interviene otro tipo de fascinación, concretamente por la aristocracia. De nuestros abuelos podemos tener una foto, pero no un retrato de Goya, eso es fortísimo. Pensé en Juan Carlos I mirando el rostro de Carlos IV. Yo no sé si es capaz de entender la significación metafísica e iconográfica que hay en que él sea el único hombre de España que puede ver el rostro de su tatarabuelo.
Eso turba.
Lo es. Claro, se podría decir que es el monarca y representa a todos, sólo puede tenerlo uno y tienes que sentirte feliz y contento porque él tiene el tuyo en tu representación, pero claro esa representación ya no sirve, antes parecía que con uno que representase a todos podías quedarte tranquilo. Ahora ya no.
En el libro mencionas varias veces que los ricos y poderosos están más alienados que los demás.
Es otra cosa que me corre por la cabeza. Estos casos de corrupción son patéticos. ¿Qué quieren? ¿Un coche más? ¿Un apartamento? ¿Qué es eso? Uno puede intentar cambiar el mundo, transformar una sociedad puede ser una ambición, pero querer tener un piso más lo entiendo como una alienación.
Al fin y al cabo es la vulgarización máxima de lo que antes era una voluntad de cambio.
Efectivamente. La alienación a esos niveles, la de los grandes mandatarios es terrible. Están más enajenados que los mendigos.
Aquí en Barcelona la alienación se percibe por las leyes. Multas de mil euros por mear o trescientos por beber cerveza.
Eso es una especie de fascismo. Eso es querer conducir a la desesperación económica tal como esta la vida en España. Te quieren convertir en terrorista.
Otra cosa que planteas es el revivir utopías, como podría ser el Comunismo.
Salen comunistas en mi novela porque me fascina lo que le asusta a la gente esa palabra. Me gusta hacer miedo. Dices Frankenstein y nadie se asusta, dices comunista y la gente se espanta. La uso por el temor que inspira, eso la convierte en muy interesante.
Un lector que no se lo tome irónicamente, que no capte las capas, puede pensar que estás como una regadera.
Puede, pero ahí está el terror, el Comunismo es terror y asusta. Un nazi te asusta de manera nauseabunda, el comunismo lo hace de manera abismal. Es una utopía cerrada de la que aun subsisten cosas. Pongo muchas veces al Che y es porque le da miedo a la gente, es paradójico como todo de esta sociedad, otros los llevan en las camisetas y muchos no saben quien es. Ahora hay menos ropa con su efigie, pero han hecho una película y sigue siendo con Elvis, Marylin y los Beatles unos de los mayores íconos del XX. Pero Elvis es el más importante.
En ese mismo relato del Che hablas de Lennon y se habla de él como el señor rico que le dio por ser bondadoso.
Capitalismo y bondad, increíble. Soy rico pero soy bueno, contra eso no puedes luchar. Todo eso, insisto, bajo una idea de fiesta, no hay intenciones morales ni ideológicas. Una reflexión humorística, y el libro cuaja como una comedia, que es la de los seres humanos entreteniéndonos en la historia y el tiempo que nos toca vivir, como cualquier novela.
¿Cómo percibes la escritura? ¿Qué opinas de todos esos titulares estériles de lo experimental en la nueva literatura española?
Me resulta muy laborioso escribir, me cuesta mucho, cada vez más es un trabajo físico que creativo. Podría estar tomando el sol o viajando. Es trabajo y estás sólo. Me lo paso bien cuando escribo, pero no deja de ser un trabajo. Luego me pongo y es eso, me divierto, sigo disfrutándolo si escribo cosas exageradas, historias salvajes, en realidad todas las historias de Aire nuestro luchan por descabalgar el aburrimiento, que es lo previsible, lo estandarizado, lo pactado, es como crear una metafísica contra el aburrimiento.
Seguimos hablando de la necesidad de arriesgar y jugar con la literatura para darle sentido hasta que llega el turno del siguiente entrevistador. Más tarde, en el Raval, coincido otra vez con Manuel, feliz por lo bien que ha ido la presentación. Desde aquí seguimos deseándole diversión con su cometido para que el aire sea respirable y no sólo nos encontremos con cansadas y repetitivas piezas, supuestas novedades, en las estanterías bibliófilas. Aire nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre y que siga la senda de experimentar con naturalidad, porque quizá esa es la verdadera razón de lo fresco que suenan las páginas del aragonés, honesto en su obra y contundente sin rasgarse las vestiduras.
http://www.panfletocalidoscopio.com/2009/08Noviembre/Letras01.html
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