Barcelona es una ciudad que descoloca a sus habitantes cuando irrumpe el frío, como en este miércoles de enero donde circulo por calles desconocidas para encontrarme con Jordi Soler, quien en Ese príncipe que fui (Alfaguara) traza otra crónica de desconcierto de la capital catalana a través de Kiko Grau, último descendiente en la Península Ibérica de una hija deMoctezuma. La trama, inspirada en un personaje real y delirante que destacó en los grises años sesenta, aúna locura y curiosidad en el recorrido de un empleado de banco jubilado que aspira a encontrar un tesoro perdido en el Pirineo leridano, y de ahí, lo imprevisible.
Quedo con Jordi en una pastelería de la zona alta. Tras pedirle que considere mi ingreso en la Orden del Finnegans entramos en faena porque le espera la presentación del libro y el reloj corre. Enciendo la grabadora.
¿Cómo descubriste a un personaje tan loco y fascinante?Estaba en un restaurante del pueblo del Queroforadat, en Lleida y después de comer llegamos a Toloriu, donde encontré la parroquia con un pedazo de fierro donde pone Aquí murió la princesa Xipaguazil, hija de Moctezuma II y pensé que esa enorme pieza merecía una buena ficción.
Ayer busqué información del pueblo y en Wikipedia lo ilustran con la placa.El pueblo es eso, si quitan la placa se desintegra.
Cataluña profunda.Y alta.
A partir de ahí decides investigar sólo con ese punto de partida.Sí, desde un sólo que en realidad era bastante. Sin nada más también hubiera escrito la novela.
¿Qué partes de la novela son reales?Las dos piezas históricas de la novela son la llegada de la princesa en el siglo XVI y la irrupción de Kiko Grau en los sesenta barceloneses. Hay un salto de cuatrocientos años porque me interesaba este último descendiente, una especie de estrella de rock.
E intentas crear, algo que se ve cuando los dos vagan por el campo leridano, una especie de simbiosis entre ambos.Claro, los dos compartían información genética. Por otra parte casi todo es ficcionado porque hay pocos documentos y los existentes no convenían a mi historia, hasta inventé los murales del alumno de Diego Rivera.
Con estos murales enlazas el paso con el presente.Exacto, y así puedo darle un destino cómodo a Federico Grau. El muralista no existió, pero luego como pasa con las novelas luego aciertas, parece real.
Te permite dar un marchamo verdadero a la historia de la princesa, una anécdota olvidada, rescatas un episodio aislado y le das altura.Y aquí esto se acentúa porque la princesa se fue muy joven de la Historia de México y después ya no participa en nada. Ahora estuve en México y en el Museo de Antropología, dedicado a la Historia prehispánica, han rescatado unos códices previos a la llegada de la época de Cortés con una serie de chicas. Quizá una de ellas es la princesa, si en el futuro un entrevistador se pone duro con esto de la verdad y la mentira le demostraré que existió con esa prueba documental.
Supongo que de la llegada de la princesa a España te fascinó el componente surrealista.Sí, todo, y el contraste entre su esplendor mexicano y la llegada al pueblo leridano con todo su séquito. La otra cosa que me volvió loco es el tipo que aparece en el Giardinetto con gafas de sol y su capa de plumas.
Los conquistadores quedan fascinados por México a partir de su impacto cromático. En cambio la princesa y su séquito llegan a Toloriu entre la niebla y un ambiente gris, muy apagado.Todo es desolador. En cambio el último Moctezuma tiene la niebla en casa y el color en las plumas y sus fastos. Por ir y venir entre México y España he visto que sus luces son radicalmente distintas. En México los colores son mucho más vivos y en Europa están matizados con un velo.
Y este contraste también se expresa en la espiral de locura de ambos.La de Kiko Grau es expansiva.
¿Sabías algo de este personaje antes de empezar a escribir?Sólo sabía de sus líos de aquellos años, que desapareció súbitamente del mapa y de sus fiestas orgiásticas en Comarruga, en su palacio de Moctezuma, una serie de cosas delirantes que una vez conozco no quiero investigar. Eso me da margen de invención para mis novelas, algo útil porque normalmente la realidad es inverosímil.
Él es un precursor de una Barcelona que en su época no podía existir y luego germinó.Cuando venía de niño a Barcelona en los años setenta a pasar una parte del verano me parecía una ciudad oscura y podrida. Nos prohibían ir a todos lados, desde la Plaza Real hasta la Barceloneta, que no tenía playa.
Y Moctezuma lo rompe.Aporta colorido a la grisalla que era Barcelona, una ciudad que no fue apetecible hasta las Olimpiadas.
A lo largo del libro desenmascaras tu proceso para desenmascarar a este personaje, como cuando descubrimos cómo Moctezuma asume su lenguaje mexicanizado.Así es. Me interesaba también que el narrador fuera un tipo que no estuviera ligado ni con el periodismo ni con la literatura, pero sí que tuviera acceso a determinados círculos de la ciudad, de ahí que sea un banquero jubilado con las puertas abiertas a informaciones privilegiadas que consigue porque muchos políticos le deben favores.
Muestras una falsa investigación que al mismo tiempo se desenmascara por estos procedimientos de construcción del personaje.Exactamente, al fin y al cabo todos los nobles han inventado su historia desde un punto cero. Toda esa parte de la que hablas es el tema que sobrevuela la novela, la impostura general de la nobleza a la que Moctezuma añade la suya propia. Es una impostura oficializada desde hace siglos. Por otra parte también hay una mofa a la manera en que se reflecta el poder en ciertas personas. Este príncipe tiene a toda Barcelona a sus pies y cuando cae en desgracia todos le dan la espalda. La pregunta sería saber porqué somos tan simplones.
Y en este sentido Barcelona siempre ha sido muy seguidita y proclive a ensalzar para luego derribar a su presa.En el fútbol pasa cada semana. Amortizamos rápido a los ídolos, quizá por la necesidad de renovación constante, pero antes de Moctezuma no había nada, su nobleza era rara, venía de Ultramar.
Y aquí irrumpe otro factor que hermana a la princesa con el último Moctezuma. Parte del séquito que llega a España abandona Toloriu para buscar el calor del sur. Dicen mantener la sangre pura, pero se mezclan con los gitanos granadinos.Y así me mofo de la identidad, algo que no entiendo, no tengo ese gen, no entiendo como alguien puede sentirse orgulloso de haber nacido en un metro cuadrado por puro azar. El séquito de la princesa está muy orgulloso de la pureza de su sangre, pero al llegar con las gitanos entienden que su entidad, como todas, es acomodaticia y deciden mezclarse con otros.
Y todo es una gran máscara, se ve hasta en la portada. Las constantes identitarias en el libro parecen reales pero ninguna lo es.En Madrid la gente con la portada me preguntaba por el príncipe con bigote, y en ningún momento del libro se menciona que lo lleve. He dejado a Moctezuma más guapo de lo que era.
Y cuando adquiere la fama se vuelve una especie de Latin Lover.Cuestión de apariencias. La máscara como bien dices es el meollo de la novela.
Pero él asume la máscara por propia voluntad, su padre había renunciado al abolengo de Moctezuma y se dedicaba al próspero negocio de las conservas.Lo de Moctezuma le parece cutre. Hace país y esos ancestros del tercer mundo le repugnan.
Mejillones Moctezuma.Sería bueno.
El tema de la identidad incide en las problemáticas actuales de Barcelona.Esto lo he captado de lo que hay, es una de las partes de la novela. Quizá te hace pensar más al ubicarse en Barcelona. Más allá del debate identitario catalán está el nacionalismo mexicano, que es más insidioso. Como nunca ha pasado ninguna desgracia con el nacionalismo en Latinoamérica se lleva con mucho más desparpajo.
Y en este debate en algún momento mencionas lo absurdo del dualismo colonizado-colonizador.Algo totalmente absurdo porque el latinoamericano recibe del español apellidos y sangre, de este modo se mezclan y la identidad se esfuma en un periquete.
Toda esta temática enlaza con algo que alguna vez he comentado con Enrique Vila-Matas sobre la literatura como un campo sin nacionalidad.Esa es la idea, en mi caso no hay más patria que el español, ese es mi país. En el periódico donde colaboro luché para que me quitaran lo de escritor mexicano porque me situaba en un punto donde no podía opinar sobre ciertas cosas.
Un escritor es escritor sin más, esto es.Sí, y toda la identidad de Moctezuma es absurda y le condiciona la vida. En todas mis novelas aparece este tema de la identidad porque siempre he estado entre dos tierras, y se ve en mis libros, donde siempre hay gente que va de allá para acá, no son de ningún sitio en general, y eso es el futuro. La gente se plantea irse a otros sitios, y esto hace décadas no pasaba. Estuve en el DF hace cuatro días y está más lleno de españoles que nunca.
Pese a la alteración que le producen las circunstancias, generadas por el entorno, termina asumiendo una identidad muy marcada.Que es la que ha inventado, y esa seguramente debería ser en todos la justa identidad.
Es un personaje de su personaje.Sí, pero a mi me conmueve mucho de este personaje su parte final, la dignidad con la que lleva la ruina que es. Ha caído en un pueblo mexicano de mala muerte y no tiene ni para comprar una botella de vino de vidrio. Sólo compra según el dinero que tiene en palacio. Bebe vino de tetrabrik en copas con la insignia imperial.
Y así muestras la decadencia de la nobleza.De modo letal, con sus Adidas y el chabolismo aristocrático.