jueves, 5 de julio de 2018
Diálogo con Joan Coscubiela
Diálogo con Joan Coscubiela, por Jordi Corominas i Julián. Marzo de 2017.
Joan Coscubiela (Barcelona, 1954) tuvo un pasado juvenil de lucha antifranquista enmarcado en la miríada de políticos catalanes que pertenecieron al PSUC. En 1972 entró en la cárcel Modelo de su ciudad natal acusado de asociación ilícita y propaganda ilegal. Tras la muerte del dictador fue clave en la creación del gabinete jurídico de CCOO y desde entonces desempeñó varias funciones en el sindicato hasta alcanzar la Secretaría General en 1995, puesto que ocupó hasta 2008. Al abandonar el cargo sorprendió a propios y extraños al ser profesor de ESADE, prestigiosa escuela de negocios que no destaca por su izquierdismo, y asesor de ENDESA.
En 2011 inició su carrera parlamentaria en ICV, siendo diputado a Cortes hasta 2015, cuando saltó a la política catalana al ser elegido diputado de Catalunya Sí que es Pot, coalición de partidos, no apoyada por los sectores afines a Ada Colau y los Comuns, de la que fue portavoz en el Parlament durante la legislatura que culminó con la proclamación de la República. Durante el pleno dedicado a la ley de transitoriedad, celebrado entre el 6 y el 7 de septiembre de 2017, Coscubiela cobró relevancia nacional con su discurso en defensa de las instituciones y los derechos de todos los ciudadanos, que levantó los aplausos de todos los diputados contrarios a la independencia. Al día siguiente anunció su retirada de la política institucional convertido en un símbolo de la equidistancia.
Jordi Corominas i Julián: ¿Ha triunfado el relato independentista porque la izquierda se encuentra huérfana de propuestas?
Joan Coscubiela: El independentismo es la respuesta local a una crisis global. Que el conflicto nacional haya ocupado este protagonismo es consecuencia de la pérdida de protagonismo del conflicto social, el gran actor del siglo XX. Y si ha perdido este papel no ha sido por relato o torpeza, sino porque ejercer el conflicto social hoy ante los mercados globales es mucho más difícil.
¿Se pasó de las retallades a las esteladas para ocultar tanta política afín a los mercados?
Esto es la vertiente instrumental desde arriba, la cuestión es saber porqué la sociedad elige este camino. Marina Subirats lo ha definido como la única utopía disponible. Más que una utopía es una distopía, pero es evidente que si tanta gente te ha dejado seducir por esta ilusión es porque cubre, precisamente, la falta de ilusión del conflicto social.
¿Estamos ante un triunfo de lo emocional sobre lo racional en política?
Aquí discrepo porque no creo que la política sea sólo racionalidad, también tiene un importante factor emocional. Un neurocientífico dice que en el ser humano esta división entre emoción y razón es ficticia porque están más interrelacionadas que lo parecen. Ahora las emociones ocupan un espacio enorme, mucho más que hace treinta o diez años, porque este espacio lo dejó huérfano el conflicto social y su expresión política.
¿Qué motivos das para que el independentismo haya enhebrado un relato tan convincente para buena parte de la sociedad?
Porque los seres humanos necesitamos en momentos de desconcierto, inseguridad y miedo necesitamos elementos que disipen esta trilogía y generen ilusión, y en este sentido el independentismo ha sabido construir herramientas propicias para ello, como decir ellos harán lo que los otros Estados no quieren, que es luchas contra la Globalización o la ilusión, un dato que hizo fortuna sin atenerse a verdad alguna, que con la independencia tendríamos dieciséis mil millones de euros más. ¿Quién no sucumbe ante tamañas promesas? En el independentismo de izquierdas vendieron la ilusión que toda Catalunya sería de izquierdas y que todo sería precioso. Esta estrategia tiene una ventaja, y es que a todos nos gustaría que la vida fuera así, y si esto viene acompañado de un trabajo mediático y de psicología de masas tienes parte de la explicación.
La división mediática Ítaca.
Sí, a la que confronto con la Brunete, dos bloques de hooligans. Por eso tiene tanto mérito que existan profesionales de la comunicación capaces de cumplir con su papel de generar conciencia crítica.
¿Ha quedado enmudecida la equidistancia que propugna el grupo de Catalunya Sí que es Pot ante la política de bloques?
Este tipo de batallas entre bloques, tan cerradas, incomunicadas, sin intercambio de argumentaciones y sólo responden a verdades absolutas consigue asfixiar, quita oxígeno, a los que no entran en su juego, hasta el punto de usar el término equidistancia como un insulto. La equidistancia no es indiferencia ni neutralidad. No he sido indiferente ni neutral ante un Rajoy autoritario, que despreciaba el independentismo, que se ha negado a tomar decisiones y ha rechazado cualquier tipo de propuesta. No he sido indiferente o neutral ante un independentismo que convertía la ilusión en ficción hasta el engaño. Tampoco he sido indiferente o neutral ante los jueces que aplican de forma abusiva la prisión provisional: he sido beligerante. Ahora bien, ser beligerante con todas las decisiones que no comparto no significa que deba aceptar la lógica de la política de bloques, es como si en la Guerra Fría me posicionara sólo con los Estados Unidos o la Unión Soviética.
¿No te parece que, en realidad, muchos más de los que pensamos comparten la equidistancia?
Sí, pero el fenómeno obliga a decantarse, como sucede en el último estrato del independentismo, que se apuntan para decantarse hacia un lado, como si no existiera otra opción. No es una cuestión fácil, porque al tomar la opción equidistante nadie te considera de los suyos y terminas siendo adversario de todos, pero desde mi punto de vista es lo más responsable porque puede ayudar a salir del atolladero.
¿No crees que en toda esta historia se ha olvidado la importancia del término medio, del matiz?
Tampoco es exactamente el término medio, en unos casos crees que la responsabilidad es de unos o de otros, pero no te alineas en plan hooligan con un bloque porque eso sólo radicaliza el conflicto y dificulta las soluciones. Actúas en función de tus convicciones en cada momento y situación.
Y eso es lo que intentasteis, y en parte lograsteis, la mayoría del grupo de Catalunya Sí que es Pot durante la pasada legislatura.
Sí, como grupo lo conseguimos. Tuvimos una posición propia a la famosa resolución del 9N de 2015, la principal desencadenante de todo, y también la tuvimos en la comisión del Proceso constituyente y la mantuvimos al someter el Procés a las consideraciones de la Comisión de Venecia. La mantuvimos hasta el final. No fue fácil, pero visto en perspectiva histórica me siento satisfecho como Patrulla Nipona de haber mantenido este perfil propio durante toda la legislatura y no quedarnos atrapados en esa batalla insomne, casi goyesca, entre bloques.
En el libro mencionas mucho lo de la Patrulla Nipona y es porque si ibais de acuerdo con el pensamiento de la que denominas Galaxia de los Comuns estos os daban palmaditas en la espalda, pero si no seguíais su línea deveníais inexistentes.
Es lo que tiene ser la Patrulla Nipona, que en ocasiones el Estado mayor no reconocía a los que había mandado a defender un islote del Pacífico.
Muchos ignoraban que la estrategia de Catalunya Sí que es Pot no iba de la mano con los Comuns.
Creo que eso es uno de los grandes méritos de esta legislatura, que se captara poco o nada esta fisura. Todos nos veían como representantes de este espacio político y este espacio político no nos reconocía. Podíamos haberlo denunciado con la técnica del quejío, pero hubiese sido un error descomunal que nos hubiera debilitado muchísimo. Por lo demás no creo que tenga ningún tipo de sentido quejarse. Optamos por el camino más difícil. Y no lo digo en términos personales, que quede claro. A nivel político representar a un espacio político que no quería coordinarse con nosotros ha sido de las tareas más difíciles de mi existencia.
¿Qué exista desunión en las filas de la izquierda complica más la labor?
Que exista desunión no es negativo, porque puede construirse desde la discrepancia y el conflicto, pero que estos surjan por ausencia de fraternidad y democracia en el funcionamiento sí me preocupa.
¿Cómo ves que Ada Colau diga ser equidistante y siempre se decante del mismo lado de la balanza?
Aquí aprovecho mi condición de ciudadano de a pie y afirmo que no estoy en condiciones de mejorar el silencio.
¿Sabían los independistas que su viraje de la pasada legislatura iba a ninguna parte?
Durante toda la legislatura, del 9N de 2015 hasta el 270, muchos de ellos me dijeron que no iban a ninguna parte. Se metieron en un agujero negro que lo absorbía todo por su capacidad gravitatoria. Hay algo que no se ha analizado suficientemente, y es que el independentismo como movimiento social adquiere personalidad propia, hasta personalidad política al margen de los partidos y las organizaciones. Cuando partidos y organizaciones pretenden gobernar y reajustar su estrategia no pueden, porque el movimiento independentista ha adquirido tanta fuerza desde su unidireccionalidad que impide otro tipo de movimiento. Pasó el 26 de octubre, cuando Puigdemont quiso convocar elecciones y no pudo, y no sólo por la deslealtad de los suyos, Junqueras o los tuits de Rufián. No pudo porque desde todos los sitios le llegó el mensaje de que no se podía ir a la gente y decirles la verdad, que todas las promesas de estos años son imposibles.
¿No crees que esta estrategia era como una fachada sin nada detrás?
Los unilateralistas han sido víctimas de su propia astucia. Han abusado tanto de ella que la han convertido en un engaño de tamaña magnitud que han terminado por autoengañarse, tanto a nivel individual como colectivo. El unilateralismo, no el independentismo, una opción que no comparto pero considero legítima y democrática, bien diferente al unilateralismo, que es, parafraseando a Lenin, la fase superior del procesismo y la enfermedad infantil del independentismo.
¿No crees que el unilateralismo, desde sus grandes discursos vacuos de iniciativa política, ha generado una tremenda inacción parlamentaria?
El Parlament tiene dos funciones esenciales: actividad legislativa y control del Govern. Desde el pasado verano no hace nada, pero si miras hacia atrás una parte muy importante de los últimos años es inacción, porque el procesismo es como un bosque de eucaliptos. Ha ocupado todo el espacio, ha crecido a gran velocidad y ha dejado la tierra baldía, tanto que hasta juzgo muy complicado que hasta saliendo del pantano puedan surgir formas políticas distintas al procesismo.
¿No crees que han influido demasiadas presiones externas en las decisiones del Govern?
Ha sido un fenómeno curioso porque se han confundido instituciones y sociedad civil. Se han confundido convocatorias electorales con manifestaciones. No sabíamos si la Diada era la antesala electoral o si el proceso electoral era la coartada para las concentraciones. Esto, en el fondo, es una profunda perversión de la Democracia y quizá ahora lo ha asumido la ANC al decir que quieren ser más independientes de los partidos políticos.
Ahora parece que la ANC vaya más con Bruselas y Òmnium más con Barcelona. ¿Crees que en esta actitud se sintetizan las tendencias hacia el unilateralismo y el mero procesismo?
Sí, pero con papeles que ponen de manifiesto dos cosas. Por una parte sigue la pugna insomne dentro del independentismo; por la otra la situación está alcanzando límites más que insostenibles. El Procés siempre ha tenido una gran capacidad de destrucción, y ahora se acerca a su núcleo y quizá lo haga saltar por los aires.
¿Crees en este sentido que el cambio de Mas a Puigdemont es decisivo para entender este viraje del camino?
Puigdemont ha jugado un papel clave en la estrategia de ir por libre. No sé si con Mas hubiera sido distinto, entre otras cosas porque esta criatura está condenada a terminar mal al terminarse la capacidad de mutación de la astucia. La fuerza del movimiento como tal se lo come todo e impide que se escape del agujero negro.
¿Crees que ha influido que los líderes de la segunda fase del Procés no sean barceloneses?
Cuando utilizo el concepto de soviet carlista me refiero a esta cuestión, al papel de ciertas comarcas y a la extracción social de gran parte de estos líderes quizá tengo algo que ver con esto. En parte es la tendencia del ser humano a buscar realidades conocidas en formas antiguas por miedo a lo nuevo.
Y contrapones el soviet carlista con una propuesta federalista. El Federalismo es conciliación, negociación y ponerse de acuerdo.
Algo importantísimo en estos momentos. Desde nuestros principios luchamos entre dos valores: competitividad y cooperación. La lectura sesgada del ser humano dice que los que han sobrevivido han sido los competitivos. No. Los que han sobrevivido han usado estrategias de cooperación. Si triunfa la competitividad el mundo deviene mucho más salvaje. La fuerza del Federalismo ahora mismo radica en que ante este capitalismo salvaje, sin reglas y contrapesos sociales puede aportar la cultura política de la cooperación, fraternidad e igualdad entre ciudadanos.
Y el Federalismo es parte del ADN catalán.
Las formas organizativas de la antigua CNT se estructuran desde lo confederal, construida desde la base de cooperación. Catalunya, más allá de lo que dicen los nacionalistas, también ha vivido mucho tiempo desde el relato Pujolista, que no deja de ser Torras i Bages envuelto en comunitarismo cristiano. Ahora esta idea estalló.
Aquí introduces la ruptura del procesismo: terminar con el Catalanismo para aupar al Nacionalismo.
Sí, es exactamente eso.
¿Crees que este pantano en el que estamos metidos será crónico?
Nos costará mucho salir de esta y la Historia está llena de momentos así. Creo que el objetivo cívico y democrático de muchísima gente debería ser ponernos de acuerdo en aquello que nos une y salir de esta vía. Hay que empezar a rebajar el conflicto, y sólo lo lograremos con micro soluciones, no desde medidas sistémicas.
Y quizá este es el modo en que la izquierda pueda volver a pisar el suelo y atender las necesidades esenciales de los ciudadanos.
He dicho. (Risas).
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