domingo, 25 de abril de 2010

Matemática Beatle(II) en Panfleto Calidoscopio


Acercándose a la perfección (1965-1966)

Por Jordi Corominas i Julián

¿Los ven? Otoño de 1965. Los cuatro están grabando y tienen el control absoluto de lo que hacen, ya no están en el estudio para obedecer ciegamente las órdenes del productor. Ahora proponen y George Martin dispone. El aprendizaje completo de lo elemental conlleva querer experimentar y navegar por mares desconocidos. Para declararlo ante el mundo, impaciente por escuchar su nuevo trabajo, bastaría con la música, pero ellos desean más. La portada es un portal de información del interior. Las posteriores a Please Please Me, una típica instantánea de relleno, fueron adquiriendo categoría artística con el rotundo blanco y negro de With the Beatles, los negativos coloreados de A hard days’s night o el juego cromático de Help. Rubber Soul debía superarlas y emitir un mensaje de cambio. Los encargados de plasmarlo serán Robert Freeman y Paul McCartney, quien desde este disco fue el principal impulsor de nombres y diseños. El fotógrafo organizó una sesión en el jardín de John. Buscaba una imagen desde una perspectiva anómala que mezclara rojo, marrón y verde para conseguir un efecto monocromo. Mientras les enseñaba los resultados repararon en cómo el boceto se alargaba y los rostros se distorsionaban. Querían ese efecto para saludar a sus seguidores desde la metamorfosis. El título sin el nombre del grupo indicaba su conciencia de haber adquirido un rango con el que podían transformarse, extender miras y revolucionar la palabra pop como un lugar capaz de englobar un amplio abanico melódico. La advertencia estaba lanzada en la foto. Los demás rivales podían reverenciarles. Brian Wilson confesó que su inspiración central para el extraordinario Pet sounds fue Rubber soul, alma de goma hasta el infinito.


¿Por qué lo mencionamos en la matemática?

Aviso al lector. Nos hemos acostumbrado al Cd y no entendemos el valor estructural de las dos caras de un disco, algo inaugurado en Rubber Soul, que también es pionero en privilegiar la escucha interrumpida, con lo que se postula como una saludable alternativa al single, lo que no deja de ser un intento de ser sinfónico. En su primer larga duración con cupo de temas propios, The Beatles dividieron su trabajo en dos caras de siete canciones. La inicial es una ecuación que nace en Drive my car y fenece en Michelle, versos de McCartney caracterizados por el deseo, uno de modo fogoso, el otro con dulzura a lo Nina Simone, con un estrepitoso bajo cerrando la sección, que en medio bebe de Lennon renovado, con Norwegian food, cantando con dulzura la acción del pirómano despechado. Ese rechazo parece protagonizar este septenio musical donde el hombre, si tomamos a los cuatro como una unidad indisoluble, reflexiona y se vuelve menos alocado, capaz de analizarse, deprimirse, dar consejos y seguir insistiendo en que la clave es el amor pese a despojarlo del ideal y conferirle naturaleza abstracta. McCartney aun no ha esputado su proverbial don para crear personajes cotidianos, pero su lenguaje se ha sofisticado por mucho que se queje de amoríos en You won’t see me. Instrumentalmente rebosa progreso a cada canción. Lennon afina la puntería porque ha empezado a quitarse las capas que le reprimían como letrista. Mordaz, introspectivo y filosófico. George Harrison se agiganta y da con la cuerda justa en Think for yourself, pieza solvente donde Paul arrasa con el fuzz.

¿Y Ringo?




En su lugar y con el honor de inaugurar la segunda parte del álbum con What goes on, principal escollo para hablar de una absoluta unidad temática, aunque la conclusión de la B-side con Run for your life podría llevarnos a deducir que el desamor y las dificultades son la tónica dominante. El qué pasa deriva en una canción que cierra el telón con misoginia intolerable para nuestro tiempo, como muchas otras cosas de John, siempre incorrecto con gracia y clase, que no es poco. La segunda cara quiebra su enlace por una de sus perlas, In my life, donde la nostalgia y el declarado amor a todos los que pasaron lleva la cuestión hacia el plano colectivo y atemporal simbolizado por ese piano a lo Bach, siendo los otros temas fragmentos que aluden al sentimiento de manera individual, lo que les daría una totalidad que tampoco se pretendía con rigidez científica. El objetivo era acercarse a ella mejorando incesantemente. Prueba superada con holgura en una obra que aún destila leves destellos de pasado apuntado muy firmemente hacia el futuro. En este sentido George Harrison opinaba pasados treinta años que el dúo de álbumes que precedieron al Pepper eran el mismo con la sola diferencia de la fecha de publicación, como si ambos fueran la misma secuencia del camino hacia la excelencia. Ese punto de vista ignora, el guitarrista nunca fue muy entusiasta cuando le preguntaban por la banda que le hizo famoso, que si bien guardan similitudes, la riqueza de Rubber Soul queda empequeñecida con Revolver, última bestia pop de un conjunto situado en otro estatus, casi indefinible.


Revolution in my head: volar fuera los campos de la autoridad en un ignoto mañana.


Notificar la inminente explosión de un artefacto es un arte harto complicado. The Beatles lo notificaron con el single Paperback writer/ Rain. Dear Sir or Madam will you read my book? es una gentil invitación que contrasta con la potencia de los instrumentos, con mucho más volumen que en precedentes entregas, y encaja con los coros burlescos donde Harrison y Lennon cantan la clásica Frère Jacques. Rain es una cara B malograda porque es una de las mejores canciones del cuarto y un claro aviso de por donde irían los tiros en Revolver. Varios aspectos son remarcables. La letra alude a la lluvia con una sonrisa, una despreocupación ante la inclemencia meteorológica que rompe con un tópico demasiado manido que asocia tormenta con depresión y tristeza. Ello se refuerza con la alegría del bajo, la omnipresencia de la batería, hasta el modesto Ringo se sentía orgulloso de su interpretación, y la gamberrada final de poner la voz de John Lennon al revés, expresando así el anhelo de ir contracorriente e instalar la sospecha de un aire insólito en la atmosfera. Rain es una canción frontera, porque con los medios de la época no podía tocarse como en la grabación en un concierto. El grupo tenía más que claro como imponer su propia concepción. Cuando debutaron formaban parte de un sistema anacrónico demasiado restringido por conservar la mentalidad prebélica, con exhibiciones públicas muy respetuosas, nada que ver con Hamburgo, como motor ganancial y los Lp’s como un complemento comercial más, objeto de consumo sin ningún tipo de valor cultural. The Beatles se dieron cuenta de las posibilidades que almacenaba el estudio y lo que era capaz de brindarles en materia musical. Se reconocieron artistas y alteraron las normas desde un edificio de hábitos retrógrados, porque eso y no otra cosa era Abbey Road, donde los empleados iban con la impoluta camisa blanca y acataban con sumisión cualquier resolución de los mandamases. Los de Liverpool ya no estaban en esa onda y no necesitaban subirse a un avión para hacer el paripé en el escenario, que ya nada les aportaba salvo disgustos e insatisfacción. Times they are a changing que diría Dylan y para muestra el botón de start en Revolver, con las mismas coordenadas que en Please, Please Me –1,2,3,4...– desde una completa inversión de la mismas. Hasta se oye tos en ese conteo que abre la puerta de un álbum magnífico y frenético, desbordante energía innovadora de antes y después, monumento de definitiva despedida a la juventud e ingreso en una espléndida edad adulta. Taaaaaaaaxman!




Revolver aún no puede ser una perfecta unidad de estructura musical por una razón técnica que nos disuade de tratar nuestra adoración de los enlaces desde una perspectiva cien por cien melódica. En 1966 existía un silencio de tres segundos entre canción y canción, por lo que nadie hubiese notado intencionalidad al conectar temas. Aun así, podemos observar que la división de las caras, cada una con siete canciones, responde a especificidades conceptuales de juego entre significados y títulos de las composiciones. La A side irrumpe con Taxman, una denuncia política con mucha sorna- and my advice for those who die, declare the pennies on your eyes entre otras líneas memorables- donde George Harrison carga contra la dureza de las tasas, que en aquellos instantes se llevaban la mayor parte de las ganancias del cuarteto. El solo de guitarra es de McCartney, quien prosigue la visión de la sociedad con la desgarradora Eleanor Rigby, de la que no me cansaré de loar sus excelencias, irrepetible poema que retrata la soledad cotidiana y cede el testigo a una serie donde la rotundidad se diluye en tres letras muy propias de sus autores. I’m only sleeping es la primera de las canciones de Lennon dedicada al sueño, Love you to exhibe a George en pleno fervor indio y Here, There and everywhere es una deliciosa, y a veces pegajosa, balada plagada de armonías muy del gusto de McCartney, quien cambia registro con Yellow Submarine, cantada por Ringo e ideal para terminar con esta cara, pues así el deseo de protesta contra lo establecido quedaría más que constatado, aunque el tema de cierre, She said, puede apuntarlo por su legendaria frase I know what is like to be dead, que fue lo que Peter Fonda le dijo a Lennon durante un viaje de ácido en Los Ángeles en 1965. De haber existido una voluntad conceptual Yellow submarine hubiese ocupado su puesto porque es la composición que da rienda suelta a la imaginación de pisar océanos extraordinarios. El paso del tiempo la ha convertido, y para eso la escribió Paul, en un tema divertido, infantil y casi de borrachera, pero mientras la grabaron la capacidad del prohibido prohibir fue excelsa. Se puso un micrófono dentro de un vaso de agua, se probaban cosas con cualquier instrumento y la vitalidad era desmedida, irradiando de luz el estudio 2, una fiesta flower power, algarabía y experimentación, muy seria aunque no por eso solemne.




En Summer of love, the Making of Sgt. Pepper, George Martin comenta muy por encima cómo montó el disco más emblemático del grupo. Dice que lo fundamental era colocar dos canciones potentes al inicio para luego distribuir las restantes y acabar la producción ubicando temas contundentes al final, si bien esa estructura dependía de algunas canciones especiales que por sus particularidades ya tenían un puesto fijo en la parrilla de salida, como ocurrió en el Pepper con el homónimo tema o A day in the life. Estas palabras permiten comprender el porqué desde 1965 las dos primeras composiciones de cada trabajo forman parte de un engranaje perfecto que las identifica al instante al tiempo que da a entender un escaso intervencionismo de los chicos en el proceso. Lo desmentiría lo obcecado que McCartney estaba con lo narrativo y lo daría por válido la manía de Lennon con ser un rocker amante de condensar todo su impulso en 3 minutos. Sin embargo, la cara B de Revolver está enlazada de principio a fin, abriéndose con Good day sunshine y emitiendo el pitido final con Tomorrow never knows, canción que entre loops, canto monocorde y significación filosófica cierra y expande, como el mismo bucle que centra su recorrido. Por lo tanto las siete canciones, sin querer compararlas con Ulysses ni nada por el estilo, pasean a lo largo de un día bien repleto de emociones, sobre todo desilusión amorosa expresada en varios frescos.

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