lunes, 25 de julio de 2011

El búho, Jaime Gil de Biedma y las corbatas en Se fue al otro barrio de Bcn Week


El búho, Jaime Gil de Biedma y las corbatas, by Jordi Corominas i Julián
Paz Vega se ha impuesto en la Puerta del Sol por altura y porque mi querido rótulo de Tío Pepe tiene algún que otro achaque y necesita una buena restauración para seguir brillando como siempre. Por otro lado el 15M hubiese degenerado mucho si en vez de pancartas con el nombre de la actriz nos hubiese dado a todos por beber Jerez compulsivamente. La creación de símbolos espontáneos permite una algarabía que da humor a las revueltas, y por eso desde aquí propugnamos la creación de chapas pop de Felip Puig. Llevadla en vuestras camisetas, lucidla con descaro y os ganaréis el cielo, porque al fin y al cabo conviene combatir al enemigo con la risa, de otro modo su seriedad impregnará el ambiente y convertirá el todo en algo más cansino, monótono y aun más desagradable de lo que ya es desde que los sordos con corbata son ciegos que desean ahogarnos mediante la imposición de una norma establecida con tijeras y oligarquía.

El príncipe Felipe, ese jovenzuelo que quizá algún día sea Jefe del Estado, habló hace poco del minuto de gloria. Usó el término mostrando su ignorancia de la máxima con evidente prepotencia. Sin duda el Borbón, volvamos a las bebidas de alta graduación alcohólica, se confundió de número. Warhol habló de un cuarto de hora, fracción insuficiente que muchos desean haciéndose fotos y olvidándose del compromiso para con la sociedad. Bien harían en pisar más la calle y alejarse de su enajenación para abrazar principios que van más allá de lo personal y exhiben su diferencia por una inextinguible voluntad humana de reivindicar lo que es justo para la anónima mayoría, víctima de un olvido al que también se ven sometidos mil espacios de cualquier ciudad del planeta.


Hace poco comentamos el maleficio de la mariposa. Hoy cambiamos de animal y saltamos a una zona que nos encanta, punto insulso con mucha vida. Ya saben. A las ocho de la noche, a las nueve de la tarde como Messi en Verdaguer. En la esquina de Paseo San Juan con Diagonal un búho contempla un panorama desolador. La estatua de un poeta catalán le acompaña, pétrea y fálica, con una verticalidad que indica grandeza e imposición de unos parámetros líricos que alaban clásicos de la nación entre los que figuran palabras que bien podría emplear Fernando Verdasco en su anuncio donde guarda un cierto parecido con Ken. Nois, de Cristianos Ronaldos el món n’és ple. El mochuelo no escribe odas ni despotrica contra los viandantes, si bien en sus años mozos lanzaba con sus ojos amarillentos círculos concéntricos de pura psicodelia . En 2003 el Ayuntamiento le perdonó la vida y cortó esa iluminación beatífica que nos drogaba con aires positivos. La fantasía de su fuerza, producto de la empresa Rótulos Roura, radicaba en hechizar y violar el tedio. Al quitarle su preciado don eliminaron lo auténtico para museizarlo, en un paso más hacia el parque temático sin atributos, como si de este modo las pupilas del pájaro se igualaran a la cabellera de Sansón. No nos sirven de nada los rostros bonitos sin acción ni palabra, la pasarela es una banalidad, goce de los poderosos hacia el vacío de la despersonalización.


Barcelona y sus dirigentes no tienen ningún tipo de interés en preservar las cimas creativas anómalas de la capital catalana. En Plaza Molina un cartel pintado del Brandy Terry observa desconsolado el trajín de otro epicentro del caos. Sus letras aluden a Julio Iglesias con un me va que suena a carpetovetónico, lo que le da modernidad si cumplimos dos de los impulsos que pueden mover nuestra energía hacia otra dimensión. Mirar hacia arriba es sinónimo de sorpresa. Ese licor nefasto, amante de la peor de las resacas, recuerda a otro grande despreciado con una metáfora que seguramente le provocaría una enorme carcajada. En Contra Jaime Gil de Biedma hay maravilla y un sótano más oscuro que la reputación del rapsoda de breve producción y gran intensidad. Tal habitáculo se hallaba en el número 520 de la calle Muntaner, lugar ocupado en la actualidad por una peluquería que por suerte no es canina, si bien su nombre, Naf, apunta a nuevas onomatopeyas de animalización. Del ladrido a lo suave y carcamal para sedarnos, ponernos guapos, salir a la calle y conquistar el bienestar de nuestro ego a través de lo efímero de un peinado que atraiga. La libertad nos la dejan para el diccionario. Léanlo, paseen, fíjense en los signos minoritarios y fúndanse en el enjambre para atisbar una unidad auténtica. Serán abejas reinas, se sentirán mejor y hasta les llamarán Kale Borroka. El búho es de Minerva, aprendan de ella y exploten la sabiduría hacia un canal benéfico que ejecute metamorfosis. Cuando inauguremos el monumento a la corbata de antaño podremos dar por cerrado el ciclo.

Ilustración: Nil Bartolozzi

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