jueves, 15 de noviembre de 2012

Diálogo con Rubén Ochandiano en Sigueleyendo







Diálogo con Rubén Ochandiano, por Jordi Corominas i Julián

Hay nombres que, si sigues la cultura, te sonarán aunque no quieras. Aquí el lector de esta entrevista podrá decir que no es el caso de Rubén Ochandiano. ¿Quién es ese tipo? Quizá quien escribe siente familiaridad por el actor madrileño por motivos generacionales y el hecho, nada desdeñable, de haber encendido el televisor para sestear con Al salir de clase a principios de siglo. ¿Siesta? No Corominas, estabas enganchado y te encantaba. Sea lo que sea, Ochandiano ha desarrollado una actividad coherente en su campo profesional que le ha llevado a participar en largometrajes de Almodóvar, Soderbergh, Iñárritu o Salvatores, no sin ello descuidar una vertiente teatral donde, además de interpretar, ya ha dirigido obras clásicas de gran calado.

He quedado con Rubén en un hotel del centro de Barcelona. Poco antes de llegar recibo una llamada de la jefa de prensa diciéndome que llegan tarde, que mil disculpas, que la anterior entrevista se ha alargado. Luego sabré que más que una entrevista Ochandiano estaba siendo sometido a una filmación que olvidaba el motivo promocional de su presencia en mi ciudad: hablar de su libro Historia de amor sin título, Ópera prima del actor madrileño, novela que huele a cine desde sus primeras páginas. Desentrañar la mente de Mario, un homosexual obsesionado con Louis Garrel, permite al autor presentar una retahíla de voces, motores que construyen una personalidad con las palabras, que son duda, diagnóstico y trama.

Estrecho la mano de Rubén en la puerta de entrada del hotel y vamos directos a una mesa del bar. Bebemos agua, comentamos la confusión que provoca la hiperactividad enfrentada a lo mediático y decidimos dar inicio al intercambio verbal. Enciendo la grabadora.



Jordi Corominas i Julián: ¿Cuándo escribiste la novela pensabas en una futura adaptación cinematográfica? Lo digo porque por su estilo en ocasiones se asemeja a un guión.

Rubén Ochandiano: Primero fue un guión para una peli que intenté levantar. Me senté con los productores que conozco en Madrid, hablamos y les pareció un texto muy doloroso. Además coincidió con uno de los momentos álgidos de la crisis y lo que se buscaba era una peli “palomitera”.

J.C. : Y claro, tu novela no es eso.

R.O. : No, no precisamente. Metí la novela en un cajón hasta que estrené La gaviota el año pasado. Pablo Álvarez, editor de Suma, vino a verme, le gustó mucho la adaptación y empezamos a hablar. He escrito toda mi vida, de pequeño poesía, me río al pensarlo, y más tarde cuentos y sobre todo teatro y cine, textos más dialogados. Le dejé leer el guión, le gustó y así empezó el proceso de reescritura.

J.C. :¿Transformaste mucho el texto?

R.O. : Mucho, bueno, tal vez no tanto. La premisa es la misma, la historia es la misma. Parte del mismo lugar y termina en el mismo sitio. Al leer el primer borrador me asusté porque lo noté lleno de rencor. Hubo todo un ejercicio para posicionarme hasta donde estoy hoy con un humor y perspectiva, y eso hizo que la zona de la infancia del personaje cogiese más peso y otro lenguaje. El personaje de Berta estaba muy en off, y consideré que era importante dar más cuerpo a su voz.



J.C. : Y así relacionabas más los personajes, creabas interacción entre ellos.


R.O. : Sí, como espejo, añade eso de lo que veo en ti y no soporto es, en realidad, lo que no quiero ver en mi.

J.C. :¿Al principio pensaste sólo en Mario?

R.O. : El guión tenía algo de falso documental, y eso cambia en el libro, donde desde al principio pensé en dar importancia, de forma paralela, a Berta y Mario.

J.C. :¿Cómo nació la trama de Historia de amor sin título?

R.O. : Me separé el verano de 2009, y mientras eso ocurría me caí y me rompí un pie durante una discusión. Me vi en pleno agosto solo y escayolado, lo que me sirvió para plantearme muchas cosas: debía comprometerme con quien quería ser. Llegó la hora del atrevimiento y me di cuenta que no tenía escapatoria. Debía mirar de frente lo que me estaba pasando. Me dieron ataques de pánico, y cuando me sentí suficientemente fuerte para afrontar la situación decidí darle salida escribiendo.

J.C. : La literatura como expiación.

R.O. : Para mí ponerse en contacto con lo creativo es sanador y catártico. La clave es compartirlo con los otros, no me interesan las pajas mentales. Lo útil es empujarlo al territorio de la ficción y compartirlo con el espectador.



J.C. : Mario, el personaje principal, transmite muchas sensaciones. Puedes amarlo y hasta odiarlo como lo hace Berta. Sin embargo, a medida que pasan las páginas se entiende mejor su tormento.

R.O. : ¿El infantil o el adolescente?

J.C. : Más el adulto, y en este sentido encontrar un ser tan atormentado en el vértigo no deja de sorprender, es una apuesta fuerte.

R.O. : Se trata, y eso Pablo Álvarez lo ha visto bien, de dar voz a otro tipo de textos y autores más personales, sin buscar tanto el consumo pretendidamente masivo e inmediato, sino más bien de dar con otros tonos y colores.

J.C. :¿Y al escribir piensas en influencias concretas o simplemente te dejaste llevar?

R.O. : Soy bastante poroso a los estímulos culturales de todo tipo, si me gustan o me espantan sé que dejan su impronta. No he sentido una influencia concreta. Pienso y construyo en imágenes, pero no pienso en nombres. Uno admira, ama y siente que hay influencias que son espejos…



J.C. : El tema de las imágenes es interesante, porque facilita mucho al lector, quizá por una influencia cinematográfica, entender la poética de quien escribe.

R.O. : Lo que más hacemos es ver y mirar, y claro, las imágenes inspiran y evocan.

J.C. : Escribes en párrafos cortos, con mucha intensidad.

R.O. :¿No siempre, eh?

J.C. : Pero sí que hay mucho párrafo corto.

R.O. : Sobre todo en Mario, Sí.

J.C. :¿Lo escribiste muy rápido?


R.O. : No, no sé que se estila. Me llevó un año a la vez que se volvía a montar La gaviota, la serie y otras cosas. La reescritura duró tres meses. Los párrafos cortos no dependen del tiempo del proceso de creación. En el caso de Mario es una elección porque está contando un estado mental fraccionado, con apagones, y en el caso de la novela quizá es porque yo pienso así, puede ser, no lo sé, estoy pensándolo en voz alta ahora mismo.







J.C. : Al principio pensé que los párrafos cortos eran consecuencia de lo cinematográfico, pero luego encaja con la intensidad del libro, que en parte también se basa en la velocidad mental del personaje y sus contradicciones.

R.O. : No quería que la novela fuera una reflexión a posteriori sobre el tema. Me apetecía captar el momento a momento del personaje mientras suceden las cosas y él las piensa. Y eso, en el caso concreto de Mario sucede en el cerebro de alguien medicado, con heridas profundas, que no pasa por su mejor momento.

J.C. : La parte de Mario serviría para un monólogo teatral.

R.O. : Alguna vez leyéndolo lo he pensado. Es la voz, es en primera persona y está dentro de su cabeza.

J.C. :¿Y la obsesión por Louis Garrel?


R.O. : Me parece un ser fascinante. No lo conocía, había visto la peli de Bertolucci y lo había dejado ir. Y un buen día Nausicaa Bonnin colgó un vídeo en las redes sociales. Y me pareció un ser… me quedé alucinado, no podía dejar de mirarle, me parecía irresistible, un ser de otro planeta.

J.C. : Y muy turbador.


R.O. : Sí, y me pareció divertido jugar con ello, con la aparición de Garrel.

J.C. : Y con él metes la cuestión del doble en la novela.

R.O. : No queda claro si es un doble, no sé sabe si el Louis Garrel madrileño es el auténtico.

J.C. : Pero entra el doble hasta en el barrio, con La Latina en Madrid y el barrio latino de Paris.

R.O. : Sí, en este caso la intención era total y absoluta.

J.C. : Hay una mezcla de sentimientos muy fuerte en el libro, entre ellos destaca la brutalidad física, que casi tiene un punto medieval. ¿Salió por lo extremo de la Historia?

R.O. : Es la primera vez que me preguntan esto. En el guión no aparecía tanta brutalidad, fue una licencia que me aprobé muy al final y que me cuestioné durante mucho tiempo. Sumaba por muchas cosas, entre otras no victimizar al personaje y llevarlo a un extremo que mostrara aquello de somos lo que hacemos con lo que han hecho con nosotros. No sirve de nada dejarse ir, conviene preocuparse y mirar en tu interior, porque de otro modo las cosas se nos van de las manos.



J.C. : Un conocerse a ti mismo délfico para no cometer errores.


R.O. :¿Qué significa para ti conocerse?

J.C. : Un proceso muy largo que nunca termina, o al menos no sabemos si concluye.

R.O. : Creo que más que conocerse la cosa consiste en responsabilizarse. Si hiciéramos una encuesta con la gente que pasa por la calle resultaría que la mayoría cree conocerse, y en realidad no es así, solemos boicotearnos mucho y ponemos muchas bombas a los que tenemos alrededor, también a nosotros mismos.

J.C. : Y seguramente es por miedo y desconocimiento.

R.O. : No sabemos, y aprendemos una manera de accionar y asumimos que es la correcta, aprendemos a hacer del dolor algo natural y hacemos de eso estado algo muy lógico, normal, y eso no debería ser así. Si te dan hostias toda tu vida asumes que es normal, y debes aceptar que eso es así porque tú lo quieres, no porque sea la norma, no se cuestiona que exista una vida sin dolor.

J.C. : Rechazar este dolor es rebelarse.

R.O. : Claro, asumirte y responsabilizarte. Rechazar lo negativo y hacer de la vida algo que sea grato, que te guste de verdad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una muy buena novela y una gran colección la de Conspicua de jóvenes autores.
Totalmente recomendable, novela y colección.
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