Visión de la ciudad en el retorno
Una
ciudad de cobardes nacionalistas
donde
las novias meten los cuernos
a
sus parejas y las obras sirven a chicas
que
se sacan fotos en los lavabos
por
la ilusión de última moda,
pero
no son nada, sólo belleza marchita
en
la flor de la vida, comida rápida
que
no entiende de frenos, carne fresca
que
perdió la brújula del museo
en
la basura de lo contemporáneo,
sutil
en su adoctrinamiento,
el
sexo así es simulacro,
minucia
de paupérrimas momias
de
cuatro gatos, no salen de casa,
la
porcelana ahora prescinde de cajas,
está
anclada en la pantalla, su cutis
es
un pixel sin emociones,
por
eso hay que salir a la calle,
queda
cursi decirlo, lo sé,
se
trata de una ecuación lógica,
charlar
en bares, flirtear con sonrisas,
acercarse,
pedir teléfonos
o
actuar en el acto, el coito
es
más longevo que un me gusta
y
la apariencia de lo efímero,
puede
que no me veas nunca más,
no
importa, el recuerdo de fundirnos
en
un lapso concreto, sellar anhelos
entre
gemidos, besos y fluidos
de
pura humanidad,
de
repente todos somos etarras,
actué
en el piso de abajo
del
zulo del marido
de
Cifuentes, que me cabrea
con
sus palabras, pero no soy pirómano,
me
gustaría sacar fuego de los ojos,
acabo
de comprar huevos de oca,
uno
sirve para que coman tortilla
dos
comensales, es la gloria,
una
apoteosis económica de pueblo,
con
la crisis el bolsillo es un compartimento
ordenado,
sin embargo, dejo la cautela
en
la sala de espera, siempre avanzo
asumiendo
riesgos, aburrirse es una excusa
de
inopia, una mala puta de feria,
prefiero
disparar inteligencia en el centro,
desde
el lateral, siempre somos periféricos
y
muchos son homeopáticos,
se
creen su cantinela en cápsulas patéticas,
no
saben que jugar se hace el aire libre
para
luego recoger la cosecha en versos
que
escribo sólo para divertirme
en
la pausa del té de las siete,
sigo
con resaca del viaje,
no
me duele la cabeza, dejé
las
estrellas en un cajón, juré
cambiar
de lengua por un homenaje
y
notar como ya nada me oprime,
aislado
como un ermitaño,
abierto
al mundo eternamente,
pesco
en el río y la literatura
repite
esquemas del respirar, savia
que
deja flotar imperfecciones,
engulle
sensaciones ignoradas
y
crea un estilo propio ajeno
a
fachadas que caerán en menos
de
lo que canta un gallo, enemigo
de
los farsantes de la romería.
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