El cementerio del Teatre Grec, by
Jordi Corominas i Julián
¡Pobre
Montjuic! Durante años fue víctima de un olvido injusto que relegaba su belleza
a la condición de basurero de Barcelona. La montaña mágica ha sido durante
décadas un muerto ilustre que sólo ha gozado de gloria efímera mediante grandes
acontecimientos como la Exposición Internacional de 1929 o Los Juegos Olímpicos
de 1992.
En
la primera se inauguró, entre muchas otras cosas de carácter españolista y
perspectivas fascistas como la propiciada por las dos torres venecianas y el
Palau Nacional, el Teatre Grec, complemento perfecto a una red de jardines que
a principios de los años veinte dieron otro tono a un paisaje que necesitaba
orden para dar a la zona algo más que, el clasismo siempre ha existido, meros
merenderos populares y la cantinela de la noia i el soldat. Esta cancioncita
muestra la cara alegre del monte, donde las parejas tonteaban los domingos y la
esperanza se expresaba en un jolgorio colectivo, algo que intenta conseguir, la
organización del Festival Grec, que ha decidido, según la Wikipedia porque no
tiene sentido organizar actividades al aire libre fuera de la estación
veraniega, usar el flamante teatro sólo durante el mes que dura su magno
evento.
Este
hecho, y sé que aquí muchos discreparán, demuestra lo ridículo de determinados
parámetros culturales barceloneses. Me gustaría saber qué ocurriría si me da
por coger mis bártulos un día cualquiera, plantarme en la construcción ideada
por Ramón Reventós y Nicolau Maria Rubió i Tudurí para montar una performance.
¿Me detendrían por realizar un acto ilegal? ¿Saldría en TV3 pese a proponer
actividades en castellano?
Hace
poco he encontrado por la ciudad carteles que sugieren proponer actividades en
solares vacíos. El Teatre Grec lo es durante once meses donde se pudre en
silencio y su magnífica acústica llora por la imposibilidad del ruido,
aniquilado porque el interés económico prima ante lo creativo desde una
perspectiva muy poco democrática, exclusiva y elitista.
En
otro artículo, ahora sólo puedo desearos felices vacaciones, ahondaremos en la
cuestión del embrutecimiento y banalización de la cultura. Bibiana Ballbé en el
Santa Mónica y una revista empecinada, a partir de su figura, en proponer un
debate que supuestamente habla de la vitalidad artística catalana. Se
equivocan: hablar de asuntos tan mediocres sólo demuestra que la provincia ya
está instalada en su cerebro. Una lástima.
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