Nombres, confesiones y
providencias: Luis Buñuel, novela de Max Aub, por Jordi Corominas i Julián
Max
Aub, Luis Buñuel, novela, Cuadernos del Vigía, Granada, 2013
Edición
de Carmen Peire
Admiro
mucho a todos aquellos valientes que se atreven a reseñar los escasos libros de
entrevistas que aparecen en este país. Esta idolatría surge porque considero
francamente imposible reseñar diálogos, así como también enseñar a nadie la
técnica para charlar con otra persona que debe aportarte información sobre su
vida y milagros. Sin embargo encuentro más que necesaria la aparición de una
joya como Luis Buñuel, novela, recopilación
de las conversaciones del parisino español con el director aragonés en su
exilio mexicano, segunda patria compartida, punto de encuentro geográfico de
dos mentes muy dispares.
La
personalidad de quien hace las preguntas y de quien las responde es un factor
clave del volumen editado por Cuadernos del Vigía. Y claro, dirán, que eso es
una evidencia, pero normalmente, pese a las ínfulas de algunos, la calidad del
entrevistador no encaja con la del entrevistado, que es el protagonista
auténtico, agradecido, eso es innegable, si su partenaire ejecuta la justa
melodía con precisión y talento. Aub es sincero en sus anotaciones previas a
las charlas al mostrarnos una especie de desconfianza inicial para con la
producción de Buñuel, como si notara en ella a un ser diametralmente opuesto a
sus gustos y estilo, como si presintiera un enfrentamiento incómodo con el león
de Calanda, algo que no acaeció pese al contraste de una cierta soberbia,
disimulada en falsa modestía, de Aub y la campechanía del director de
Viridiana, rotundo desde una aplastante sencillez, sobrio y consciente de su
importancia sin ponerse medallas de ningún tipo.
La
exuberancia del autor del Espejo de avaricia luce sobremanera en sus textos
introductorios y eso es muy de agradecer, porque realmente Aub contextualiza de
maravilla y reflexiona sobre España con un enfoque brillante al no errar en sus
apreciaciones y presentar un cuadro histórico muy consecuente que parte de una
enseñanza básica muy desoída que ama relacionar época y personas porque de este
modo el cuadro presentado será más coherente y la mezcla entre lo individual y
lo colectivo se difuminará porque todos somos productos del período en que
circulamos por este maldito planeta.
Otro
punto que influye en el desarrollo es la doble distancia espacio temporal. La
primera es decisiva porque los kilómetros que separan México de España ayudan a
que las ideas fluyan sin condicionantes, y si fluyen con mayor objetividad es
por el tiempo transcurrido, del que no diremos que cancela heridas, no: ayuda a
clarificar las experiencias y ponerlas en su sitio, y eso precisamente es lo
que hace Buñuel con la ayuda de su interlocutor.
Como
ven no hago ninguna disección del contenido. Tuve muchas dudas mientras pensaba
cómo abordar este artículo, y reconozco que hasta contemplé la opción de abrir
las páginas repletas de conceptos y ocurrencias a la manera de las sorte
virgilianae. Pruebo suerte y la frase que leo es magnífica. “Sí, pero poco.
Hasta el 27 me parecían una partida de maricones.” Dos preguntas antes el hijo
del indiano se sincera y habla de sus lecturas de los años veinte. Cendrars,
del que me gustaría traducir al castellano sus versos, y Max Jacob, lo que
todos, me encanta eso, entonces leían. ¿Se imaginan?
Al
fin y al cabo Buñuel dice eso de todos por sus amigos, no por otra cosa. Sí me he
quedado con esas dos referencias es por un motivo muy concreto. Aub de modo
indirecto genera entrevistas de tesis, inevitables porque su impronta es típica
en alguien habituado al análisis, la disección y a conclusiones. Ello nos
conduce a un plan que convierte el conjunto de charlas en un ensayo oculto o
una biografía que sólo puede expresarse con plena libertad a partir del formato
del manuscrito que, creo, Carmen Peire ha respetado en esta edición de 2013.
Esta estructura tendría un hueco, sabría a incompleta si sólo escucháramos con los ojos a Buñuel. Aub,
en otra exhibición de egolatría benéfica, lo sabe y pone toda la carne en el
asador. A lo largo de sus intercambios con el protagonista de este especial se
nota que ambos están relativamente preocupados por la inminencia de la muerte,
y puede que la intuición de la misma sea la que dispara la mirilla del revólver
hacia una segunda parte trepidante donde las vanguardias, con la excusa de
hablar de padres y padrinos de Buñuel, se asoman al abismo de lo exhaustivo,
operadas por un médico muy particular que juzga al siglo XX como el de un nuevo
manierismo enmascarado de innovación artística. El amplío lienzo de este magno
final es destacable porque de forma muy sutil vislumbramos un lienzo
espectacular donde lo español se reinterpreta y Gómez de la Serna irrumpe en
escena como motor y matiz de una cultura que ahora mismo sólo lo juzga desde lo
gracioso que era, seguramente porque lo rompedor en la actualidad se vende con
ropajes efímeros y mucho postureo de mercadillo.
Aub
ve en el pontífice de las greguerías a un hombre avanzado, famoso antes que
nadie y aceptado en los círculos más modernos del París del primer Novecientos.
Su aportación como maestro para determinadas puntas de lanza se ve en cómo el
maño quiso que su ópera prima cinematográfica tuviera como guionista al
artífice de la tertulia del Pombo. La película debía basarse en la portada de
un periódico y de ahí irían saliendo sketches y gags útiles para la distracción
del espectador. La colaboración se truncó una vez Buñuel partió a Francia y
resolvió que en vez del gran pionero su mejor aliado sería Salvador Dalí, traidor a posteriori y alma que ahora se ha transformado en un tópico infumable que potencia su ridículo y sepulta a una triste basura su genio, que lo tuvo.
El binomio catalán aragonés se reveló trascendental porque, entre otras cosas, al prescindir de Gómez de la Serna el
director de Los olvidados entendió que era mejor volar por libre y así superar
lo pretérito encarnado por el padre fundador.. El futuro en 1929 eran los
surrealistas y el comunismo, y esa dualidad apasiona y mucho a Max Aub quien
intuye sin ambages su marca en la piel fílmica del aragonés, quien además
mantuvo su romance con ambas coordenadas durante toda su existencia. La ruptura
con Breton y compañía vino propiciada por la creencia redentora en la hoz y el
martillo, amor ideológico que se mantuvo como mínimo hasta la muerte de Josif
Stalin el 5 de marzo de 1953. Para muchos intelectuales del siglo XX el
catolicismo fue una obsesión que a nivel religioso tuvo un efectivo reemplazo
en el credo de Marx. Así se percibe también en Buñuel, empecinado con cruces y
sotanas que empaparon su imaginario. La invasión de imaginería del clero es
equiparable, busquen conexiones y las hallarán sin gran dificultad, a la que
invade un buen trecho de la filmografía de Federico Fellini. ¿Por qué? Español
e italiano, mediterráneos auténticos, padecieron como tantos otros, entre los
que me incluyo, la estela de un muerto. Cristo se instaló en nuestro
inconsciente colectivo y algunos para sacarlo del cerebro sentimos la acuciante
necesidad de meterlo en nuestras creaciones. Expiar no es ningún pecado.
Expulsar fantasmas menos aún.
Otra
tesela que no debemos apartar es la de la rebelión, bonito vocablo que suele
asociarse con demasiada desfachatez y mucha incultura con quemar objetos del
mobiliario urbano para conseguir un objetivo político. Pues bien, desde aquí
opinamos que la verdadera rebelión se expresa siempre con elegancia, y así lo
hizo el protagonista de estas líneas a través de apariciones que él denominaba
imágenes visuales. Su cine, lírico porque salía de la mente de un poeta con
mayúsculas, aúna belleza y denuncia desde una óptica de una universalidad, las
dos esencias que debería tener cualquier obra que quiera ir más allá de su
época y permanecer por méritos propios, sin uso ni abuso de tontería, con el
criterio de lo inconfundible y el don de lo inimitable, señas de identidad que
distinguen lo único de lo convencional.
Terminamos.
Las charlas de Aub con Buñuel tienen la ventaja del presentimiento de un otoño. La tranquilidad
del entomólogo frustrado, su pachorra en la evolución de sus encuentros con el
gran interrogador, es un magnífico engaño que usa para disminuir la importancia
de su singladura y lo imprevisto de la misma, destinada a una injusta condena
de silencio durante años hasta que México brindó una segunda ocasión que
aprovechó al instante. Esta fortuna con su gloria selecta en la madurez fue una
bendición que le aportó la paz de quien al fin podía hacer lo que se le antojara,
y eso se transmite en las entrevistas con una calma activa, de guerrero que si
quiere puede reposar y cavilar sobre su legado bien a sabiendas del mismo. Las
seiscientas páginas que acabo de devorar son la confesión del mejor ateo, un
testamento que no debe caer en la complacencia habitual y debe ser leído porque
en su interior atesora lecciones dictadas sin pretensiones desde la naturalidad
de quien respira arte y lo expulsa al exterior para dar hálito a los demás.
PS:
A veces las mentiras son más sinceras que ninguna otra cosa.
2 comentarios:
He iniciado en Petición Pública una recogida de firmas para exigir que recompongan la integridad de "El ángel exterminador" que se está exhibiendo en Canal Plus con un corte.
Si te interesa firma y difunde.
Gracias y salud.
Xavier Bermúdez
http://www.peticionpublica.es/pview.aspx?pi=ES71995
He iniciado en Petición Pública una recogida de firmas para exigir que recompongan la integridad de "El ángel exterminador" que se está exhibiendo en Canal Plus con un corte.
Si te interesa firma y difunde.
Gracias y salud.
Xavier Bermúdez
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