Esta semana recién pasada nos visitó en Chile el escritor Jordi Corominas (Barcelona, 1979). Poeta, performer, crítico y narrador. Presentó su evento LOOPOESÍA en la Furia del Libro de Santiago, dictó un taller en Balmaceda Arte Joven, participó en el ciclo de lecturas Autores de noche, y en Espacio Gálvez Inc. Valparaíso, gracias a la ACCIÓN CULTURAL ESPAÑOLA y su programa de movilidad.
Hoy nos habla de su proyecto Loopoesía y de narrativa española contemporánea.
–Cuéntame qué es Loopoesía y dónde nace este proyecto.
–Es un proyecto que nació en 2009 y que tiene dos objetivos fundamentales a nivel escénico que son acercar la poesía a la gente y crear nuevos formatos que alejen a los versos de una solemnidad que les perjudica mucho y que hace que la mayoría de público se aleje más de la poesía. ¿Cómo se hace esto? Se hace con un poemario que cambia cada año, se ofrece un poemario nuevo que sirve de base para armar un espectáculo que mezcla música, proyecciones audiovisuales, teatro y recitación.
–¿Hay algún referente de este tipo de proyecto en la Literatura?
–Creo que no, pero si algún punto sirve de inspiración son las vanguardias de principio de siglo XX y cualquier tipo de creación que consideren que no existen los límites dentro del límite que cada uno se imponga o considere que configuran su proyecto.
–En relación a tu escritura, tienes libros publicados en catalán, en italiano y castellano. Además te mueves en diversos registros: poesía, cuento, novela, ensayo, crónica, etc. ¿Cómo te enfrentas a esta diversidad en tu proceso creativo y qué registro prima sobre el otro?
–Me enfrento a esta diversidad con mucha naturalidad porque creo que todas son facetas de lo mismo. Seguramente si pienso en un futuro, creo que seguiré escribiendo mucha poesía y a nivel de prosa mucho ensayo, porque creo que son géneros que sí tengo capacidad de poder aportar ideas nuevas, mientras creo que en la novela, pese a que se publica muchísima en nuestro tiempo, está en un momento donde no creo que se exponga nada nuevo y también me interesa menos que los otros dos géneros.
–En relación a la escritura en catalán, ¿cómo ha sido tu proceso con ello? ¿Se valora más en Barcelona a los escritores que escriben en catalán o en castellano, pensando en el panorama editorial?
–Empecé a escribir novelas en catalán y lo combinaba con un trabajo crítico en castellano hasta que decanté de forma casi definitiva por esta última lengua y en los últimos meses he vuelto a escribir en catalán, pero poesía, y he descubierto que si escribo en esta lengua que es la que he hablado siempre en casa, me salen poemas más íntimos que los que suelo escribir en castellano, donde prevalece un trabajo mucho más fuerte a nivel de ideas y de técnica de versificación.
Por otro lado hay una esquizofrenia de dos mundos editoriales que casi no se tocan entre ellos y no es muy normal que exista un escritor que publique tanto en catalán como en castellano y eso debería solucionarse, deberían estrecharse lazos entre ambas lenguas, pero ahora mismo creo que la política afecta demasiado a las personas para que puedan pensar con la lucidez que se requiere.
Por otro lado hay una esquizofrenia de dos mundos editoriales que casi no se tocan entre ellos y no es muy normal que exista un escritor que publique tanto en catalán como en castellano y eso debería solucionarse, deberían estrecharse lazos entre ambas lenguas, pero ahora mismo creo que la política afecta demasiado a las personas para que puedan pensar con la lucidez que se requiere.
–¿Cuál es tu relación con la literatura latinoamericana? ¿Y en general el vínculo de las literaturas españolas o europeas contemporáneas con las latinoamericanas?
–El futuro de la literatura española para tener proyección internacional pasa precisamente por reforzar los lazos que a partir de la lengua existen con latinoamérica porque de otro modo la literatura española quedará muy encerrada en su propio país y no tendrá ningún tipo de posibilidad de tener repercusión internacional. Y por otra parte la literatura española haría muy mal en no aprovechar la energía que ahora mismo desprende el sector literario latinoamericano.
–¿Puedes hacernos un breve panorama de la literatura española contemporánea?
–El actual panorama es alentador desde la mezcla de jóvenes y vacas sagradas de mucho peso entre las que puedo mencionar a Enrique Vila-Matas, Antonio Muñoz Molina, Juan Marsé, Javier Marías, Rafael Chirbes, José Ángel González Sainz o Luis y Juan Goytisolo. Entre las nuevas generaciones se deben considerar nombres de la primera mitad de los setenta como los de Ricardo Menéndez Salmón, un novelista europeo con cuerpo hispano, e Isaac Rosa, la voz más lúcida a la hora de analizar lo social desde lo narrativo. También podría mencionar desde otra óptica a Javier Calvo y Kiko Amat, con propuestas muy personales que deben mucho a la cultura anglosajona.
No se habla mucho, y es una lástima, de mi generación, que es la que va de 1975 a 1980, con escritores que tendrá una carrera más que interesante si la suerte y el mercado editorial lo permite. Hablo de Iván Repila, heterogéneo y con mucho talento, Rubén Martín Giráldez, un autor de riesgo totalmente anómalo, Sergio del Molino, Miguel Ángel Hernández o Harkaitz Cano, que merecería tener mucho más reconocimiento del que tiene en su propio país. De esta misma generación, aunque a partir de dos antologías recientes se les engloba en otro grupo, merecen destacar al barcelonés Miqui Otero y a Laura Fernández. El primero es el único autor español que sabe mezclar el pop con ideas. Ella es original porque sigue su propio camino.
De las últimas hornadas me interesan Víctor Balcells Matas, Iago Fernández, Jenn Díaz y Matías Candeira, todos ellos nacidos en los ochenta y con mucha proyección que deberán confirmar con obras.
El estado de salud de la literatura española no es malo. Lo que si debería mejorarse es el nivel de su crítica, por los suelos en el papel escrito y de escasos vuelos en el mundo digital. Un tema que aleja al país de toda modernidad y perjudica sobremanera a sus escritores.
De las últimas hornadas me interesan Víctor Balcells Matas, Iago Fernández, Jenn Díaz y Matías Candeira, todos ellos nacidos en los ochenta y con mucha proyección que deberán confirmar con obras.
El estado de salud de la literatura española no es malo. Lo que si debería mejorarse es el nivel de su crítica, por los suelos en el papel escrito y de escasos vuelos en el mundo digital. Un tema que aleja al país de toda modernidad y perjudica sobremanera a sus escritores.
2 comentarios:
Gràcies per la part que em toca i enhorabona pel salt chilè. Aquí a l'Alexis tampoc li va malament.
Guapísima, demà t'escric, que hem de parlar d'Es un decir i més cosetes
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