“Eres el mejor, Cienfuegos”, de Kiko Amat
Por Jordi Corominas i Julián | Portada | 3.12.12
El tiempo pasa volando y la historia, minúscula y mayúscula, nos sitúa a cada uno en nuestro lugar. Hace ya tres años quedé conKiko Amat en un bar de la calle Alsina de Gràcia para una entrevista. Hablamos de todo aquello que le gusta, pero el momento que más recuerdo fue cuando me dijo que preparaba una novela sobre la crisis de los cuarenta. El autor deRompepistas comentaba que de los treinta hasta llegar al punto fatídico del cambio de decenio vital todo se aceleraba demasiado, como si alguien pulsara el botón de avanzar del vídeo y, de repente, la existencia cobrara velocidad de vértigo.
Eres el mejor, Cienfuegos es una genuina novela de Kiko Amat. ¿Y qué narices significa esta última frase? Narrativa pura y dura, popular, de trama más o menos previsible, mucho humor, conflictos de chico y chica y una reivindicación exaltada del grupo como válvula de escape y superficie donde apoyarse, puntos conocidos por sus seguidores, que a buen seguro agradecen estas constantes. Aquí, sin embargo, se introduce otro aspecto. Estamos ante una prueba de madurez del protagonista, un novelista de éxito que ha sucumbido a la temida crisis de la que hablábamos en el primer párrafo de esta reseña: la debacle socioeconómica se mezcla con una hecatombe personal de primerísima magnitud.
Cienfuegos lo tuvo todo. Publicó su libro, arrasó como chico de moda, encontró a la mujer perfecta y un buen día, sin avisar, todo se desmoronó. El enfant terrible notó una especie de escozor general, salió demasiado, bebió más de la cuenta, metió su pene en muchas vaginas y volvió a su hogar. Hasta tuvo un hijo, Curtis, elemento de esperanza entre tanta catástrofe.
Al inicio de la trama vemos al protagonista en una situación de resignación total y absoluta. Trabaja en un periódico donde elabora críticas y entrevistas que satisfacen a cualquier ser humano menos a él. Su presente es una mierda, y lo sabe. Tiene un amigo y lo demás es el vacío. Lo ha dejado Eloísa, duerme en un sofá y no sabe plantar cara a la autoridad. ¿Qué hacer con el camino?
Decía Beckett eso de fracasar mejor. Cienfuegos lo cumple a rajatabla con una pequeña ayuda de sus amigos, nuevos y antiguos. Por una parte está Eugenio Cuchillo, compañero de épocas antediluvianas que sigue al pie del cañón. Por la otra está Juana Bayo, compañera de trabajo y de una extraña belleza a la que añade compromiso social a destajo.
Amat altera los tiempos cronológicos del 15M en función de sus intereses narrativos. La acción transcurre en otoño, no en mayo, y hasta parece que la ocupación de plaza Catalunya se prolongue eternamente, como si los indignados, que aquí forman el colectivo La rabia, llevaran años acampados en el centro de una Barcelona real en su espacio, de Gràcia a la Bonanova, del prefabricado Born hasta el cartel de bienvenida a la capital catalana.
La concepción que se tiene en Eres el mejor, Cienfuegos del movimiento social que copa el interés de las novelas de crisis españolas tiene un cierto grado de idealización, justificable porque su presencia determinará una nueva actitud en el antihéroe barbudo que debe superar sus traumas. Asimismo, y esa es una noticia positiva desde la naturalidad en que se expresa, la obra critica la demonización que la prensa ejerce sobre el 15M y sus derivados, demonización que se torna en oportunismo cuando las circunstancias lo requieren.
Pese a ello esta no es exactamente una narración centrada en la crisis. Bueno, sí lo es, pero de una coyuntura individual que debe purgarse tomando conciencia del problema. La otra, la que nos fastidia siempre más, sobrevuela el tejido, y quizá sea mejor así. Amat exagera, como siempre, los episodios de sus personajes para conferir a su creación un tono increíble muy divertido, hilarante en ocasiones entre borracheras, acciones bizarras y un Peterpanismo hasta los topes en la escala Richter, y mientras lo hace sitúa a sus marionetas en un mapa que bebe realidad, y que sin ínfulas ensayísticas resulta más creíble que otras entregas de la saga que tendremos que aguantar a lo largo del próximo lustro hasta que alguien dé con la tecla de un edificio que exprima con brillantez el malestar actual.
Kiko Amat, y eso no pueden decirlo tantos escritores como sería deseable, tiene un universo propio que hasta le permite introducir cameos como el de Pànic Orfila, santo y seña de Cosas que hacen BUM, y unas dinámicas urbanas más que aceleradas en las que cabe una buena dosis musical, sutiles dardos contra los modernos y sobre todo una exaltación del amor en sus múltiples formas. No hay que confundir términos. Supongo que el escritor de Sant Boi gozaría al imaginar sus novelas hace cuatro décadas en quioscos de barrio, preparadas para su consumo instantáneo. Su apuesta me gusta porque desafía la convención, busca el entretenimiento y le añade un toque de mala leche muy recomendable, vehículo donde el humor es una de tantas excusas para dar en el blanco y seguir hacia adelante, que ya es mucho.
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